ARTES Y OFICIOS

A lo largo de su historia los habitantes de Palestina mantuvieron los mismos oficios que sus vecinos, y podían fabricar la mayor parte de sus artefactos empleando arcilla, metal, fibras, madera, y piedra. El trabajar con dichos materiales constituia la tarea de cualquier campesino sano, apoyado por las mujeres en la casa, que hilaban y hacían tejidos, y cocinaban. Los contactos con pueblos más adelantados tecnológicamente hicieron que los hebreos aprendieran rápidamente y adaptaran para su propio uso oficios más especializados, y de este modo probablemente nunca les faltó un número de artesanos destacados, si bien la arqueología no ha proporcionado más que unos cuantos ejemplos de su actividad.

Hay pruebas de que los israelitas, aunque no se destacaban por la inventiva y el espíritu artístico, apreciaban la buena artesanía. La posesión de tal habilidad por Bezaleel de Judá se consideraba un don divino (Ex. 31.3; 35.31; 28.3). El arte de usar el hierro lo aprendieron de los filisteos (1 S. 13.20), y los secretos del teñido de los fenicios, quienes proveyeron diseñadores, capataces, y artesanos para complementar las fuerzas laborales locales necesarias para obras importantes tales como el palacio real de David y el templo de Jerusalén (véase la sección III.c, inf.). En el ss. I a.C. el arte de fabricar vidrio fue igualmente importado de Tiro.

I. Oficios y gremios de artesanos

Por razones de economía y de suministros los artesanos más capaces vivían en los pueblos y ciudades más grandes; generalmente trabajaban en zonas especiales, tales como en el moderno bazar (sūq). Esto condujo a la organización de gremios de artesanos llamados “familias” que a veces se encontraban en un mismo pueblo donde se centraba su trabajo, como el caso de los escribas en Jabes (1 Cr. 2.55) o los teñidores y tejedores en Tell Beit Mirsín (Debir [?]; 1 Cr. 4.21). En Jerusalén ciertas zonas estaban asignadas a los que trabajaban la madera y la piedra (1 Cr. 4.14; Neh. 11.35); los alfareros (Mt. 27.7) y los lavadores (2 R. 18.17) tenían campos propios fuera de los muros de la ciudad. A los miembros del gremio se les llamaba “hijos” de su oficio (p. ej., los plateros en Neh. 3.8, 31). En la época del NT los gremios constituían ya poderosos grupos políticos que funcionaban con licencia imperial. Demetrio dirigía el gremio de los plateros en Éfeso (Hch. 19.24), y la designación de Alejandro como calderero (gr. jalkeus) significa que era miembro de un gremio de esta clase (2 Ti. 4.14).

Se usa un término general (heb. ḥārāš, ‘el que graba, elabora’) tanto para los artesanos (°vrv2 “artífices”) en general (Ex. 38.23; 2 S. 5.11) como para el operario capacitado que trabaja el metal, ya sea el cobre (2 Cr. 24.12; Is. 40.19) o el hierro (Is. 44.12; 2 Cr. 24.12). Incluye a los que preparaban y refinaban el metal básico (Jer. 10.9) y se aplicaba también a los que trabajaban la madera (Is. 44.13; 2 R. 12.12), a los que construían con piedra (2 S. 5.11), a los que grababan en piedras preciosas (Ex. 28.11), o los que se dedicaban especialmente a la fabricación de ídolos (Is. 44.9–20).

II. Herramientas básicas

De épocas prehistóricas se han encontrado en Palestina cuchillos, raspadores, y azadas trabajadas en pedernal, y dichos elementos se siguieron usando durante mucho tiempo como herramientas toscas, como elementos para segar, en los que los pedernales se colocaban en un semicírculo de argamasa, o para encender fuego. Los implementos de madera y los martillos y pisones de piedra se usaron desde temprano. El hierro de los meteoritos se empleaba cuando se conseguía (Gn. 4.22), como también el cobre natural desde ca. 6000 a.C. En Palestina se usó el cobre regularmente desde el 3200 a.C., y las herramientas de hierro abundaron después de la llegada de los filisteos, ca. 1190 a.C. (cf. 1 R. 6.7). Para cortar árboles se usaban hachas con mangos de madera (Dt. 19.5), y los cuchillos se empleaban para una variedad de fines (Gn. 22.6), como también para comer (Pr. 30.14). Las herramientas se mencionan a veces bajo el vocablo hebreo colectivo kelı̂, ‘recipientes, instrumentos’, o hereb, término que incluye la espada, el cuchillo o cualquier otro instrumento cortante. Las hachas (2 R. 6.5), las sierras (1 R. 7.9), las azuelas, las azadas, los raspadores, los cinceles, las leznas, las perforadoras de arco, y los clavos (Jer. 10.3–4) de hierro se usaban constantemente y han dejado sus marcas en objetos recuperados por las excavaciones.

III. Comprobación arqueológica

a. El alfarero

La alfarería más antigua proviene del N de Siria y es de fecha ca. 8000 a.C. Sin embargo, no fue sino en el 4000 a.C. aprox. que se comenzó a usar un torno lento en la alfarería, mientras que el torno rápido comenzó a usarse ca. 3000 a.C. El *alfarero, cuyo trabajo se describe en Jer. 18.3–4, se sentaba en un asiento de piedra y con los pies hacía funcionar una gran rueda de piedra o de madera, ubicada en un pozo, que a su vez hacía girar una piedra superior sobre la que se ponía la vasija.. En Laquis se ha encontrado el taller de un alfarero, con sus “(dos) piedras” (v. 3) (ca. 1200 a.C.). Las ruedas más pequeñas, de piedra o de arcilla, que giran dentro de un disco en forma de campana, datan de la época de la monarquía en Meguido, Gezer, y Hazor. La arcilla que se empleaba para los vasos finos se preparaba amasando la arcilla burda con agua y usando los pies (Is. 41.25). Para la evolución y los tipos de alfarería que se conocían, véase * Ceramica. Se han encontrado hornos de alfarería en muchos sitios arqueológicos en Palestina, si bien raramente se encuentra más que la “caja” destinada al fuego. Cerca del taller de un alfarero en Meguido se encontraron tres *hornos en forma de U (ss. VIII-VII a.C.).

b. El constructor

La fabricación de *ladrillos para usar en la construcción de viviendas comunes constituía parte de las tareas de temporada del campesino, que cubría su casa con barro o paja, sobre tirantes. Dichas construcciones requerían atención permanente. En algunos casos se hacían ladrillos en moldes que eran sometidos al fuego, y esta probablemente era tarea del alfarero.

El heb. bānâ, que significa ‘edificar’ y ‘reedificar, reparar’, como tamb. ‘constructor’ (“albañil”, °vrv2), se usa tanto para el obrero capacitado como para el no especializado (2 Cr. 34.11) cuando se los necesitaba para trabajar en proyectos grandes que requerían la colaboración de constructores en piedra, carpinteros, y muchos cargadores, además de otros hombres sin oficio concreto. Los edificios grandes se planificaban y se construían bajo la supervisión directa de un perito arquitecto (gr. arjitektōn; 1 Co. 3.10)

El sitio se deslindaba primero con una línea de medir que consistía en una soga o cordel (2 S. 8.2; Zac. 2.1), hilo (1 R. 7.15), o cordel de lino retorcido (Ez. 40.3), y se calculaba en codos (1 R. 7.15, 23). En la época helenística se usaba en forma semejante una caña de medir con la que se medía en estadios (Ap. 11.1; 21.15). Se usaba a veces más de una línea para señalar un sitio (2 S. 8.2), y el resultado se registraba en un plano y en una escritura. La obra del agrimensor se tomaba como símbolo de juicio divino (Is. 28.17; Jer. 31.39).

El arquitecto principal controlaba el progreso del edificio empleando una “plomada”, o sea una cuerda con un peso de plomo o latón (˒anāḵ; Am. 7.7–8), o de piedra (Zac. 4.10), o cualquier objeto pesado (heb. mišqeleṯ; 2 R. 21.13), para comprobar la verticalidad de las estructuras. Esto constituía símbolo de la prueba de la verdad (Is. 28.17). La metáfora de la construcción se usa con frecuencia, porque Dios como edificador establece la nación (Sal. 69.35), la casa de David (Sal. 89.4) y su ciudad de Jerusalén (Sal. 147.2). Así la iglesia se compara a un edificio (1 Co. 3.9; 1 P. 2.4–6). Pablo emplea la palabra “construir, edificar” (gr. oikodomeō) unas veinte veces. Los creyentes son edificados (epoikodomeō) en Cristo (Col. 2.7), y se los exhorta a edificarse en su fe (Jud. 20).

c. El carpintero

Tanto José (Mt. 13.55) como Jesús (Mr. 6.3) siguieron el antiguo oficio de carpintero (gr. tektōn). El artesano capacitado en madera (heb. ḥāraš ˓ēṣı̂m) se hacía cargo de todas las tareas de carpintería requeridas en las operaciones de construcción: hacía techos, puertas, ventanas, y escaleras. En cuanto a muebles hacía sofás, camas, sillas, mesas y escabeles. En las tumbas de Jericó (ca. 1800 a.C.) se han encontrado ejemplos de algunos de estos muebles, como también cucharas, cajas y tazones exquisitamente tallados. El mismo carpintero hacía herramientas agrícolas, arados, yugos, instrumentos de trilla (2 S. 24.22) o palos y varas (Is. 28.27–28), y máquinas para irrigar. En las grandes ciudades los grupos de carpinteros que fabricaban carros hacían carrozas en tiempos de guerra (Cnt. 3.9). En el Levante la construcción de barcos parece haber sido un monopolio fenicio centrado en Tiro, donde los barcos se construían con ciprés local, con mástiles de cedro y remos de roble (Ez. 27.5–6). (* Naves) Algunos carpinteros hacían ídolos (Is. 44.13–17). Si bien los israelitas prepararon su propia madera para la construcción del tabernáculo (Ex. 25), la madera y los carpinteros experimentados fueron suministrados por Tiro mediante un acuerdo para la construcción del palacio de David (2 S. 5.11) y del templo edificado por Salomón. La misma práctica se siguió para el templo posterior (Esd. 3.7), y posiblemente para la reparación del templo registrada en 2 Cr. 24.12.

Unos cuantos especialistas se encargaban de la talla de la madera (Ex. 31.5; 35.33), y estos mismos artesanos pueden haberse ocupado de trabajar el hueso y el marfil. Fueron estos los que prepararon los querubines para el primer templo (1 R. 6.23) y otros objetos de arte. Para ellos se importaban maderas duras, ébano, sándalo y boj, mientras que las maderas locales, cedro, ciprés, roble, fresno (Is. 44.14), y acacia (°vrv1, “sittim”), se usaban para la mayoría de los trabajos de ebanistería. Para la fabricación de elementos agrícolas se empleaba comúnmente la morera. (* Árboles.)

Las herramientas especiales del carpintero incluían una herramienta para marcar (śereḏ, °vrv2 “regla”), el compás de punta seca (meḥûḡâ), la azuela (maqṣu˓â, ‘instrumento raspador’, °vrv2 “cepillo”, Is. 44.13), un hacha pequeña (ma˓aṣāḏ), la sierra de hierro (algunas con dientes en ambos lados), y escofinas o buriles (Jer. 10.4), el taladro de arco y el mazo de madera (halmûṯ, Jue. 5.26) y el martillo (maqqāḇâ, Is. 44.12), además de diversos formones y punzones, muestras de los cuales se han encontrado. En objetos de madera de la edad del bronce media y del período de la monarquía encontrados en excavaciones pueden verse tanto clavos como uniones con tarugos. En la época romana ya existían diversos tipos de cepillos y de rebajadores de rayos de ruedas.

d. El albañil

La piedra resultaba costosa para transportar y trabajar, por lo que se consideraba extravagante para las casas particulares (Am. 5.11), mientras que para los edificios públicos más importantes se usaba restringidamente, para aspectos esenciales de la construcción (* Piedra angular; * Arquitectura). Mientras que en Egipto se explotaba el granito, la piedra arenisca, la cuarcita y la piedra caliza para la construcción, en Palestina sólo se disponía de la piedra caliza para dicho fin. Para el templo y otros edificios importantes se preparaban bloques de piedra más dura en el Líbano antes de su importación (1 R. 6.7). El que construía con piedra empleaba muchas de las herramientas que usaba el carpintero. Aserraba la piedra caliza (1 R. 7.9) y la labraba con mazo y cincel. Para extraer grandes bloques de piedra se insertaban cuñas de madera martillándolas con martillos de madera, y se las humedecía hasta que la piedra se quebraba debido a la fuerza de expansión; era un método común en el antiguo Cercano Oriente. La piedra dura se trabajaba golpeándola repetidamente con un martillo grande de forja (heb. paṯṯ«š). Un martillo de este tipo es el que se usa para describir la acción de la Palabra divina (Jer. 23.29) y de la poderosa Babilonia (Jer. 50.23).

El albañil también se ocupaba de cavar tumbas en las cuevas naturales en los cerros, o de hacer túneles en las laderas a cuyos lados se excavaban cámaras (Is. 22.16). En Bet-semes (s. VIII) y alrededor de Jerusalén (tanto ss. VIII a.C. como ss. I a.C.-s. II d.C.) se han encontrado ejemplos particularmente buenos de tales mausoleos. Los profundos silos o cisternas como los que se cavaron en Laquis, Meguido, y Gabaón representaban la remoción de hasta 400.000 m³ de piedra caliza a mano. Allí, en los túneles para agua abiertos por albañiles y mineros, están visibles todavía las marcas de sus cinceles (* Minería; * Arquitectura; * Siloé).

Durante la monarquía se labraron grandes bases de piedra, y a partir del ss. X a.C. se usó la mampostería picada y delineada marginalmente. Al llegar al período helenístico los edificios herodianos en Jerusalén, Macpela, y otros lugares evidencian el uso de inmensos bloques de piedra tan cuidadosamente preparados que se podían ubicar sin argamasa, y hasta el día de hoy es imposible insertar la hoja de un cuchillo entre las juntas. Este tipo de obra perfeccionada puede verse también en Meguido en el ss. IX a.C. En una cantidad de construcciones tales como las escalinatas de la sinagoga de Capernaum pueden verse las marcas dejadas por los albañiles. También se empleaban albañiles para grabar inscripciones sobre superficies rocosas, y para ellas parecen haber copiado las inscripciones cursivas, porque los ejemplos que han sobrevivido en la tumba de Sebna, en el túnel de Siloé, y en el fragmento de Samaria no evidencian ninguna adaptación al material de *escritura. Grabados más finos pueden verse en *sellos.

e. La metalistería

El cobre se fundía y se moldeaba regularmente en Palestina a partir de ca. 3200 a.C. Después de ca. 2000 a.C. era normal usar el bronce más que el cobre, y este mineral siguió siendo popular después de que se comenzó a usar el hierro. Salomón hizo hacer de bronce objetos grandes, tales como las columnas para el templo, con un herrero de Tiro, el que los fundió en la tierra arcillosa del valle del Jordán entre Sucot y Saretán (o Seredata) (1 R. 7.46; 2 Cr. 4.17). Dada su fuerza se prefería el hierro para las herramientas agrícolas y las armas, pero requería técnicas más complejas de manufactura y conservación. Inicialmente Israel no tenía conocimiento de la forma de trabajar el hierro, y dependía de los filisteos para la provisión de herramientas de este material (1 S. 13.19–22).

El herrero trabajaba dentro de la ciudad con la ayuda de un horno alimentado por una corriente de aire proporcionada por fuelles de piel o de alfarería (heb. mappuaḥ, ‘instrumento de soplar’). Por ello al herrero se lo designaba comúnmente como “aquel que sopla (las ascuas)”, título semejante al acádico nappāḫu (Is. 54.16). El cobre y el bronce se refinaban en crisoles (heb. maṣrêf, Pr. 17.3; 27.21), y luego se vaciaban en moldes de piedra o de arcilla. El hierro, por otra parte, se forjaba batiéndolo en el yunque (heb. pa˓am, Is. 41.7). Naturalmente al herrero que trabajaba el hierro se le llamaba “aquel que bate el yunque”, mientras que el que trabajaba el bronce, que tenía que darle forma a las piezas fundidas informes con martillo, recibe el nombre de “aquel que alisa con martillo” (Is. 41.7). Las técnicas de soldar, remachar, y fundir para hacer uniones las practicaban estos artesanos, lo cual les permitía hacer objetos complicados. Un objeto de esta clase es la pequeña base de bronce de Meguido, la que, si es israelita, indica que la capacidad técnica que habían adquirido era tan buena como la de cualquiera de sus vecinos.

Los herreros fabricaban una variedad de recipientes y otros elementos, hojas de arado, puntas para aguijones de bueyes, tenedores, ejes para ruedas, hachas, como también cosas más pequeñas como alfileres, fíbulas (desde el ss. X a.C.), imágenes, estatuillas y pequeños instrumentos. La manufactura de cuchillos, muy relacionados con las dagas y las espadas, las lanzas y las flechas, otras armas bélicas (* Armadura y armas), nos hace ver con cuánta facilidad estos mismos artesanos podían pasar a fabricar ya sea instrumentos de guerra o de paz (Is. 2.4; Jl. 3.10; Mi. 4.3).

Desde épocas tempranas las mujeres poseyeron joyas, y para ellas era la única forma en que podían poseer y conservar riquezas personales. Los plateros y orfebres usaban sopletes para ventilar sus pequeños hornos y fundir sus productos con el auxilio de moldes de esteatita o arcilla. Los primitivos orfebres y plateros practicaban la incrustación de tipo cloisonné, la filigrana, la granulación, y la cire perdue.

f. El curtidor

El cuero, las pieles tratadas de ovejas y cabras, se usaba para ciertos artículos de vestir (Lv. 13.48; Nm. 31.20), incluyendo sandalias y cinturones (2 R. 1.8; Mt. 3.4). Las pieles cosidas eran especialmente adecuadas, por su bajo costo, para usar como recipientes o vasijas para agua (Gn. 21.14), vino (Mt. 9.17), u otros líquidos (Jue. 4.19). A veces las pieles se cosían de modo que tuviesen la forma de verdaderas “botellas”. El cuero raramente se usaba para hacer tiendas (Ex. 25.5; Nm. 4.6) pero sí se empleaba frecuentemente para artículos militares, tales como yelmos, aljabas, guarniciones para carros, hondas y escudos, estos últimos bien aceitados para impedir que se resquebrajasen o que pudieran ser penetrados por dardos (2 S. 1.21; Is. 21.5). Las sandalias de piel de foca o de marsopa (°vrv2 “pieles de tejones’) se consideraban señal de lujo (Ez. 16.10), aunque es probable que, como en Asiria y Egipto, se emplease el cuero fino para hacer camas, cubiertas de sillas y otros muebles.

Como el trabajo del curtidor produce mal olor, generalmente se llevaba a cabo fuera de la ciudad y cerca de aguas abundantes. La visita de Pedro a Simón el curtidor fuera de Jope (Hch. 9.43; 10.6, 32) demuestra hasta qué punto había dominado sus escrúpulos en relación con el contacto con lo que era ceremonialmente impuro. El procedimiento comenzaba con la eliminación de grasa animal de la piel mediante raspadores de piedra o cuchillos metálicos. El pelo se eliminaba raspando, humedeciendo con orina, o frotando con cal. Luego se adobaba el cuero ya sea con humo o frotándolo con aceite, o curtiéndolo con madera, corteza u hojas adecuadas. Si no se eliminaba el pelo, se adobaba el cuero con alambre que se obtenía en el mar Muerto o en Egipto, luego se lo secaba al sol y finalmente se lo trataba con aceite a fin de reducir la dureza.

g. El tintorero

El antiguo arte de teñir les era conocido a los israelitas desde la época del éxodo, cuando se tenían de color escarlata los cueros a usar para el tabernáculo, con el líquido obtenido de la cochinilla, insecto que se encontraba en el roble (Ex. 26.1, 31; 36.8; Lv. 14.4). El tinte negro-morado o rojo-violeta “tirio” o “imperial”, preparado con los moluscos purpura y murex que se encontraban en la costa E del Mediterráneo, constituía principalmente un monopolio fenicio, y lo usaban para teñir las prendas de gran precio que se consideraban marcas de rango y nobleza (Jue. 8.26; Pr. 31.22; Lc. 16.19; Ap. 18.12, 16). Este oficio lo atestiguan los textos de Ras Shamra (ca. 1500 a.C.). Esta era también la “púrpura” empleada en la construcción del tabernáculo (Ex. 26.31; 28.5), para el velo del templo, siendo “azul, púrpura, carmesí” variedades del mismo tinte (2 Cr. 3.14), y para el vestido que le pusieron a Jesús cuando fue juzgado (Jn. 19.2, 5). Los israelitas aprendieron el arte de operarios de Tiro a pedido de Salomón (2 Cr. 2.7). Lidia comerciaba con telas tratadas en forma semejante en Tiatira (Hch. 16.14). Véase JNES 22, 1963, pp. 104ss.

En Palestina se obtenían tintes amarillos de las cáscaras de granada pulverizadas, mientras que los fenicios usaban también el alazor y la cúrcuma. El azul se obtenía de las plantas de añil (Indigofera tinctoria) importadas de Siria o Egipto, a donde habían sido transplantadas originalmente de la India. El glasto se conoció a partir del 300 a.C.

En Tell Beit Mirsín (= Debir [?]) se excavaron seis o siete plantas de teñir, lo cual indica que la fabricación de textiles constituía una industria de consideración en dicho lugar. En Tell Amal, cerca de Bet-seán, se han encontrado muchas vasijas de alfarería, en las que se teñían madejas de hilo, juntamente con elementos para tejer tales como pesas para telares.

h. El batanero

El arte de batanar, limpiar y blanquear tela revestía importancia dado el alto costo de la vestimenta a la necesidad de limpiar las fibras, quitándoles el aceite natural o las resinas, antes de poder teñirlas. En algunas partes el batanero era también el teñidor.

Era costumbre que el batanero trabajase fuera de la ciudad al alcance del agua, de modo que pudieran lavarse las ropas pisándolas sobre una piedra sumergida. Por ello al batanero se le llamaba característicamente “pisador” (heb. kāḇas). En Jerusalén el lugar fuera del muro oriental donde se extendía la ropa al sol se llamaba “campo del batanero” (2 R. 18.17; Is. 7.3; 36.2, °vrv2 “heredad del Lavador”). La vestidura de Cristo durante la transfiguración se describió como más blanca que lo que puede lograr batanero (gr. gnafeus, ‘el que trata telas’) alguno (Mr. 9.3).

Para limpiar, a veces se importaba natrón (nitro) de Egipto, donde, mezclado con arcilla blanca, se usaba como jabón (Pr. 25.20; Jer. 2.22). El álcali se obtenía en cantidad de las cenizas de ciertas plantas, y el “jabón” (heb. bōr«ṯ, kâlı̂) se obtenía quemando la planta de soda (Salsola kali). El “jabón de lavadores” de Mal. 3.2 era, probablemente, “cenizas del bōr«ṯ”, ya que el potasio y el nitrato de sodio no parecen haber sido conocidos en Siria ni Palestina, aunque existía en Babilonia.

Otros oficios bajo * Arte, * Cosméticos y perfumería, * Marfil, * Hilandería y tejeduría, * Bordado fabricación de vidrio, * Vidrio; otras referencias a artes y oficios, * Música, * Egipto, * Asiria, y * Babilonia.

Bibliografía.°J. Jeremias, Jerusalén en los tiempos de Jesús.

C. Singer (eds.), A History of Technology, 1, 1958; G. E. Wright, Biblical Archaeology, 1957, pp. 191–198; R. J. Forbes, Studies in Ancient Technology, 1–8, 1955–64; A. Reifenberg, Ancient Hebrew Arts, 1950; A. Lucas, Ancient Egyptian Materials and Industries, 1962; J. Jeremias, Jerusalem in the Time of Jesus, 1969; D. Strong y D. Brown, Roman Crafts, 1976.

D.J.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico