ARCANGELES

(-> ángeles, Henoc). La historia de la caí­da del mundo no empieza en 1 Henoc con los arcángeles buenos, sino con los ángeles violadores que oprimen a los hombres. Pues bien, el lamento de los oprimidos despierta o pone en pie a los arcángeles, es decir, a los seres celestes que, permaneciendo fieles a Dios, realizan su justicia sobre el mundo. 1 Hen 20 supone que son seis (o siete), pero 1 Hen 9,1 sólo cita expresamente a cuatro (Miguel, Uriel, Rafael y Gabriel), que forman sin duda una totalidad sagrada. Ellos escuchan el lamento de los oprimidos y lo elevan ante Dios en forma de plegaria, realizando así­ una función de intérpretes (conocen lo que pasa) e intercesores ante Dios, diciendo: «Tú eres Señor de Señores, Dios de dioses. Rey de reyes. Tu trono glorioso permanece por todas las generaciones del universo; tú has creado todo y en ti está el omní­modo poder… Tú has visto lo que ha hecho Azazel al enseñar toda clase de iniqui dad por la tierra y difundir los misterios celestes que se realizaban en los cielos; Semyaza, a quien tú has dado poder para regir a los que están junto con él, ha enseñado conjuros. Han ido a las hijas de los hombres, yaciendo con ellas; con esas mujeres han cometido impureza y les han revelado esos pecados. Las mujeres han parido gigantes, por lo que toda la tierra está llena de sangre y crueldad. Ahora, pues, claman las almas de los que han muerto, se quejan ante las mismas puertas del cielo, y su clamor ha ascendido y no puede cesar ante la iniquidad que se comete en la tierra. Tú sabes todo antes de que suceda; tú sabes estas cosas y las permites sin decirnos nada: ¿qué debemos hacer con ellos a causa de todo esto?» (1 Hen 9,4-9). Los ángeles perversos habí­an actuado en contra de Dios, de un modo violento. Por el contrario, los arcángeles buenos interceden ante él, presentándole el pecado de los vigilantes y la opresión de los hombres por quienes elevan su plegaria. Sólo los ángeles buenos de Dios pueden derrotar a los espí­ritus perversos, en una guerra superior, de «extraterrestres» (cuyos ecos aparecen también en Ap 12,7-12, donde, en contra de la tradición de Henoc, resulta esencial el influjo de la «sangre del Cordero»), Si espí­ritus fueron los causantes de la perversión, espí­ritus serán los mensajeros y caudillos de la salvación, en una especie de historia judicial cuya verdad se expresa y actualiza, en uno y otro caso, en un plano suprahumano. Estos arcángeles son cuatro, como los puntos cardinales, aunque después se pone de relieve la función de dos (Rafael y Miguel), que se oponen a los jefes del ejército satánico: Semyaza y Azazel (cf. 1 Hen 10). Entre arcángeles y espí­ritus perversos se entabla la gran lucha, en la que los hombres no son protagonistas, sino objeto de des-gracia (unos) o de gracia (otros).

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra