ANTIOQUIA, ESCUELA DE

El libro de Hechos indica que fue en Antioquía donde por primera vez se usó el término cristiano y que allí había una iglesia en el tiempo del comienzo del ministerio del apóstol Pablo (11:26). Pablo empezó sus tres viajes misioneros desde Antioquía. Puede decirse que fue el acercamiento más íntimo que tuvo a un centro de operaciones. Las decisiones del concilio de Jerusalén fueron dadas a conocer allí (Hch. 15:30s.).

El primer obispo monárquico que conocemos a ciencia cierta es Ignacio de Antioquía. Él tomó el puesto a principios del segundo siglo. Él demuestra en sus siete epístolas que era un hombre listo para defender la deidad plena y la plena humanidad de Cristo. Particularmente advierte en contra del docetismo (véase), y aquí aparece un énfasis que caracteriza cada vez más a la escuela de Antioquía. Dios se hizo carne, nació de la virgen María. Cristo murió para liberar a los hombres de la ignorancia y el diablo. Resucitó de los muertos por nosotros. El creyente no sólo está en Cristo, también es christoforos. La Cena es la carne y sangre del Señor, aunque no se sugiere en ninguna forma que hubiera algún cambio de sustancias. Uno de los énfasis cardinales de Ignacio era el amor fraternal.

Teófilo de Antioquía, al final del segundo siglo, desarrolló la doctrina del Logos (véase), refiriéndose al logos proforikos manifestado para crear. La palabra trias se aplica a la Deidad, y fue Teófilo el primero en usarla.

En el tercer cuarto del siglo tercero, Pablo de Samosata ocupó el trono del obispado en Antioquía. Fue entonces que apareció claramente el énfasis en la naturaleza humana de Cristo que vino a ser característica de Antioquía. Teniendo un énfasis monárquico (véase Monarquianismo), hizo del Logos una fuerza divina, parte de la mente del Padre, morando en Jesús desde su nacimiento, pero aparte de la Virgen. Se manifestaba a sí mismo como energeia. Jesús no debía ser adorado aunque el hecho de que estaba provisto del Logos era algo cualitativamente poco usual. La unión que tenía con Dios era una de propósito, voluntad y amor. Aunque Pablo Podía hablar de un solo prosōpon para Dios y el Logos, y usar el término homoousios para Cristo y el Padre, con todo, el Logos y el Hijo de ninguna forma eran idénticos. Pablo fue excomulgado y, después de la reconquista de Antioquía por Roma, perdió casi completamente toda su influencia. Los oponentes de Pablo no aprobaron el término homoousios, que más tarde sería la prueba de ortodoxia.

Poco después que Pablo dejara el poder, se levantó en Antioquía otro erudito prominente, Luciano. Éste tenía un concepto mucho más alto de Cristo que el que tuvo Pablo. Es dudoso que lo considerara igual al Padre en su deidad. Su trabajo en el texto de la Biblia Griega fue extenso, favoreciendo la interpretación histórica y critica de las Escrituras.

En las décadas que siguieron al Concilio de Nicea, en Antioquía se registraron muchas diferencias en cuanto al problema arriano (véase Arrianismo), pero en medio de esta atmósfera fue que Juan Crisóstomo llegó a la madurez con su extraordinaria habilidad como predicador. Haciendo un énfasis en los valores morales del cristianismo, continuó haciendo énfasis en la interpretación histórica. Uno de los profesores de Crisóstomo, el presbítero Diódoro, llegó a ser a su tiempo Obispo de Tarso, siendo reconocido como un teólogo «normal» por el Concilio de Constantinopla en 381. Pero él no pudo hallar una expresión adecuada para la relación entre la naturaleza humana y divina de Cristo. Casi parecía que había dos personalidades en Cristo tal como él lo entendía. Otro presbítero, Teodoro (más tarde Obispo de Mopsuestia), llevó mucho más lejos el desarrollo del criticismo histórico. No encontró la doctrina de la Trinidad en el AT, y minimizó las insinuaciones mesiánicas de los Salmos. Pero hizo mucho énfasis sobre la importancia del estudio textual e histórico como base de la exégesis. Teodoro hizo énfasis en la diferencia entre Dios y el hombre. El Logos se humilló a sí mismo y se hizo hombre. El prosōpon del hombre es completo, y así también el de la Trinidad. Su discípulo, el historiador Teodoreto (muerto en 457), siguió con su obra. La exégesis de Teodoreto se clasifica entre la mejor tradición histórica, su escrito apologético es claro y bien organizado. Hizo énfasis en la infinita diferencia que hay entre Dios y el hombre. Sus ideas cristológicas estaban indudablemente influenciadas por las de su amigo Nestorio, el representante más prominente de la escuela de Antioquía. Impetuoso, confiado en sí mismo, lleno de energía, Nestorio no era un erudito. Hizo énfasis en la humanidad de Cristo, pero es razonablemente evidente que lo que quería expresar no era un concepto herético. La unión de la divinidad y humanidad en Cristo es voluntaria, pero se puede decir que hay un solo prosōpon en Jesucristo. Nestorio luchó en contra del término zeotokos (véase Madre de Dios) que se aplicaba a la Virgen María, aunque estaba de acuerdo en que, adecuadamente entendido, no tenía nada de malo. Fue la violencia de su énfasis, con su acento en la separación de la naturaleza humana de la divina, lo que era peligroso en su cristología.

El edicto de Justiniano de los Tres Capítulos (en 543) fue injusto con la Escuela de Antioquía al condenar los escritos de Teodoro de Mopsuestia y de Teodoreto. El Concilio de Constantinopla (en 553), que fue llamado el Quinto Concilio Ecuménico, condenó los escritos de la escuela de Antioquía, pero sobre la base de citas falsificadas y mutiladas.

Los obispos que dirigieron el cisma nestoriano se separaron de la iglesia imperial. Este hecho y la captura de Antioquía por el poder islámico (en 637) frenó el desarrollo distintivo de la escuela de Antioquía. No era nada popular el énfasis que hacía en la racionalidad aristotélica, la cualidad moral y el libre albedrío del hombre. Sin embargo, debe valorarse por el énfasis que hacia en la genuina continuidad de las propiedades de cada una de las naturalezas de la Segunda Persona y por su insistencia en la importancia de la exégesis gramático-histórica.

Véase también Cristología e Interpretación Bíblica.

BIBLIOGRAFÍA

C.C. Richardson, The Christianity of Ignatius of Antioch; G. Bardy, Paul of Samosate; F. Loofs, Paulus von Samosata; H. de Riedmatten, Les Actes du procés de Paul de Samosate; G. Bardy, Recherches sur Saint Lucien d’Antioche et son école; R. Devreesse, Essai sur Theodore de Mopsueste; J.F. Bethune-Baker, Nestorius and His Teaching; F. Loofs, Nestorius and His Place in the History of Christian Doctrine; A.R. Vine, An Approach to Christology; R.V. Sellers, Two Ancient Christologies.

Paul Woolley

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (38). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología