v. Espíritu, Mensajero, Ministro, Querubín, Serafín
Gen 19:1 llegaron, pues, los dos á a Sodoma a la
Gen 21:17 á de Dios llamó a Agar desde el cielo
Gen 22:11 el á de Jehová le dio voces desde el
Gen 24:7 Jehová .. él enviará su á delante de ti
Gen 28:12 á de Dios que subían y descendían
Gen 32:1 y le salieron al encuentro á de Dios
Gen 48:16 el Á que me liberta de todo mal, bendiga
Exo 3:2 se le apareció el Á de Jehová en una llama
Exo 14:19 y el á de Dios que iba delante del
Exo 23:20 he aquí yo envío mi á delante de ti
Num 22:23 y el asna vio el á de Jehová, que
Jdg 2:1 el á de Jehová subió de Gilgal a Boquim
Jdg 6:11 vino el á de Jehová, y se sentó debajo
Jdg 13:3 a esta mujer apareció el á de Jehová
1Sa 29:9 bueno ante mis ojos, como un á de Dios
2Sa 19:27 mi señor el rey es como un á de Dios
2Sa 24:16 el á extendió su mano sobre Jerusalén
1Ki 13:18 un á me ha hablado por palabra de
1Ki 19:5 un á le tocó, y le dijo: Levántate, come
2Ki 1:3 el á de Jehová habló a Elías tisbita
2Ki 19:35; Isa 37:36 salió el á de Jehová, y mató
1Ch 21:15 envió Jehová el á a Jerusalén para
Psa 8:5 le has hecho poco menor que los á, y lo
Psa 34:7 el á de Jehová acampa alrededor de los
Psa 35:5 sean como .. y el á de Jehová los acose
Psa 91:11 pues a sus á mandará acerca de ti, que
Psa 103:20 bendecid a Jehová, vosotros sus á
Psa 148:2 alabadle, vosotros todos sus á
Ecc 5:6 ni digas delante del á, que fue ignorancia
Isa 63:9 y el á de su faz los salvó; en su amor
Dan 3:28 bendito sea el Dios .. que envió su á
Dan 6:22 mi Dios envió su á, el cual cerró la
Hos 12:4 venció al á, y prevaleció; lloró, y le
Zec 1:9 y me dijo el á que hablaba conmigo
Zec 3:1 Josué .. estaba delante del á de Jehová
Zec 4:5 el á que hablaba .. me dijo: ¿No sabes
Mal 3:1 vendrá .. el á del pacto, a quien deseáis
Mat 1:20 un á del Señor le apareció en sueños
Mat 4:6; Luk 4:10 a sus á mandará acerca de ti
Mat 4:11 le dejó; y he aquí vinieron á y le servían
Mat 13:39 fin del siglo; y los segadores son los á,
Mat 13:41 enviará el Hijo del Hombre a sus á
Mat 16:27 vendrá en la gloria de .. con sus á, y
Mat 18:10 sus á .. ven siempre el rostro de mi
Mat 22:30; Mar 12:25 serán como los á de Dios
Mat 24:31 enviará sus á con gran voz de trompeta
Mat 24:36 ni aun los á de los cielos, sino sólo mi
Mat 25:31 el Hijo .. y todos los santos á con él
Mat 26:53 no me daría más de doce legiones de á?
Mat 28:2 un á del Señor descendiendo del cielo
Mar 1:13 estaba con las fieras; y los á le servían
Luk 1:11 y se le apareció un á del Señor puesto en
Luk 2:9 he aquí, se les presentó un á del Señor
Luk 15:10 hay gozo delante de los á de Dios por
Luk 16:22 murió .. y fue llevado por los á al seno
Luk 20:36 pues son iguales a los á, y son hijos de
Luk 22:43 y se le apareció un á del cielo para
Luk 24:23 visión de á, quienes dijeron que él vive
Joh 1:51 los á de Dios que suben y descienden
Joh 5:4 un á descendía de tiempo en tiempo al
Joh 12:29 otros decían: Un á le ha hablado
Joh 20:12 y vio a dos á con vestiduras blancas
Act 5:19 un á del Señor, abriendo de noche las
Act 6:15 vieron su rostro como el rostro de un á
Act 7:53 recibisteis la ley por disposición de á
Act 8:26 un á del Señor habló a Felipe, diciendo
Act 10:3 vio .. que un á de Dios entraba donde él
Act 12:7 se presentó un á del Señor, y una luz
Act 23:8 dicen que no hay .. ni á, ni espíritu
Act 27:23 ha estado conmigo el á del Dios de
Rom 8:38 ni á, ni principados, ni potestades, ni lo
1Co 4:9 ser espectáculo al mundo, a los á y a los
1Co 6:3 ¿o no sabéis que hemos de juzgar a los á?
2Co 11:14 Satanás se disfraza como á de luz
Gal 1:8 nosotros, o un á .. os anunciare otro
Col 2:18 afectando humildad y culto a los á
2Th 1:7 se manifieste .. con los á de su poder
1Ti 3:16 Dios fue .. visto de los á, predicado a
1Ti 5:21 te encarezco delante de Dios y .. sus á
Heb 1:4 hecho tanto superior a los á, cuanto
Heb 1:7 el que hace a sus á espíritus, y a sus
Heb 2:2 si la palabra dicha por .. los á fue firme
Heb 2:7 le hiciste un poco menor que los á; le
Heb 2:16 porque ciertamente no socorrió a los á
Heb 12:22 a la compañía de muchos millares de á
Heb 13:2 algunos, sin saberlo, hospedaron á
1Pe 1:12 cosas en las cuales anhelan mirar los á
1Pe 3:22 y a él están sujetos á, autoridades y
2Pe 2:4 si Dios no perdonó a los á que pecaron
2Pe 2:11 á .. no pronuncian juicio de maldición
Jud 1:6 a los á que no guardaron su dignidad, sino
Rev 1:20 las siete estrellas son los á de las siete
Rev 5:2 a un á fuerte que pregonaba a gran voz
Rev 5:11 oí la voz de muchos á alrededor del trono
Rev 7:1 despúes de esto vi a cuatro á en pie sobre
Rev 7:2 vi .. a otro á que subía de donde sale el
Rev 7:11 los á estaban en pie alrededor del trono
Rev 8:2 los siete á que estaban en pie ante Dios
Rev 9:14 desata a los cuatro á que están atados
Rev 10:1; Rev 18:1; Rev 20:1 vi descender del cielo a otro á
Rev 12:7 Miguel y sus á .. contra .. dragón y sus á
Rev 14:6 vi volar .. otra á, que tenía el evangelio
Rev 15:1 vi .. siete á que tenían las siete plagas
Rev 15:6 del templo salieron los siete á que tenían
Rev 16:5 oí al á de las aguas, que decía: Justo eres
Rev 18:21 y un á poderoso tomó una piedra, como
Rev 19:17 vi a un á que estaba en pie en el sol
Rev 21:12 y en las puertas, doce á, y nombres
Rev 22:8 me postré para adorar a los pies del á
Rev 22:16 he enviado mi á para daros testimonio
íngel (heb. mal’âk, «mensajero»; gr. ánguelos, «mensajero»). Ser sobrenatural, creado por Dios y superior al hombre, que actúa como representante o mensajero de Dios. Hay pasajes bíblicos en los que mal’âk y ánguelos no se refieren a seres sobrenaturales, sino a profetas u otras personas que cumplían las funciones 56 de «mensajeros» (2Sa 3:14; Eze 23:16; Hag. 1:13; Mat 11:10; Luk 7:24; etc.). Hay otros textos en los cuales parece que los términos se aplican a Cristo (Exo 23:20; etc.). En las versiones españolas a veces se usan expresiones como «varón», «mi ángel» y otras similares para los términos hebreo y griego. También se emplean frases (benê ‘Elôhîm, benê, ‘Elîm, «hijos de Dios»; etc.) para nombrar a los ejércitos angélicos. La existencia y actividad de los ángeles se da por sentada en toda la Biblia. En cuanto a su naturaleza se nos dice que son seres espirituales (Heb 1:7, 14), se hacen visibles a los hombres (Jdg 13:6), son poderosos (Psa 103:20), no se casan (Mat 22:30), etc. (sus alas -que los artistas de todos los tiempos han adosado a sus cuerpos- se deducen de pasajes como Isa 6:2-6 y Dan 9:21). Forman el ejército estelar de Jehová (Psa 148:1-5; Job 38:7; Jdg 5:20; Isa 40:26) y su número es incalculable (Dan 7:10, aram. mal’âk; Rev 5:11; etc.). En las Escrituras canónicas se mencionan a Miguel* y a Gabriel.* La palabra «ángel» aparece por primera vez en Gen 16:7-12, donde se describe el ministerio del «ángel de Jehová»* a la fugitiva Agar. Los ángeles avisaron a Lot de la destrucción inminente de Sodoma (19:1). Jacob vio «ángeles de Dios» que subían y bajaban entre la tierra y el cielo (28:12), y en su ancianidad reflexionó acerca del «íngel que me liberta de todo mal» (48:16). íngeles se le aparecieron a Moisés (Exo 3:2), condujeron a Israel (14:19; 23:23), frustraron a Balaam (Num 22:22), dieron una tarea a Gedeón (Jdg 6:11), prometieron un hijo a Manoa (13:3), amenazaron con destruir al pueblo de David (2Sa 24:16), sirvieron a Elías (1Ki 19:5), destruyeron al ejército asirio (2Ki 19:35), salvaron a Daniel de los leones (Dan 6:22), y dieron mensajes proféticos a Zacarías y a otros profetas (Zec 1:9). En algunos casos es difícil distinguir entre la intervención directa de Dios, Cristo y los ángeles, lo que destaca la unidad que existe entre los seres celestiales. Las referencias a ángeles en relación con la vida de Jesús son muchas. Los ángeles dirigieron a los padres de Jesús (Mat 1:20; 2:13, 19), cantaron en coro la noche de su nacimiento (Luk 2:13), lo sirvieron en el monte de la Tentación (Mat 4:11), hicieron rodar la piedra que guardaba su sepultura (28:2) y proclamaron al Cristo resucitado (vs 5-7). Jesús se refirió muchas veces a los ángeles durante su enseñanza (Mat 13:41; 18:10; 22:30; 25:41; Luk 15:10), y dejó bien en claro que son un orden superior y diferente de seres en comparación con los hombres (Mat 22:30; Mar 12:25); también enseñó acerca de la existencia de ángeles malos (Mat 25:41). Los ángeles sirvieron a la iglesia cristiana primitiva. Abrieron las puertas de la cárcel (Hch, 5:19; 12:7-11), guiaron las labores misioneras (8:26), impresionaron a los no cristianos para que preguntaran acerca del evangelio (10:1-7), aparecieron a Pablo durante la tormenta en el mar (27:23) y estuvieron junto a Juan durante sus visiones apocalípticas (Rev 1:1). El libro del Apocalipsis menciona a los ángeles más de 70 veces. El autor vio ángeles que rodeaban el trono (Rev 5:11), tocaban trompetas (8:2, 6), llevaban mensajes (7:2, 3), ejecutaban juicios (cp 16) y recogían la mies en los días finales (14:19). Un gran número de los actores en el drama del Apocalipsis son ángeles. Tal vez el texto más definitivo con respecto a los ángeles sea Heb 1:7, 14. Desde el punto de vista del ser humano, el servicio de los ángeles al hombre es de la mayor importancia. La eternidad revelará la amplitud de las funciones de estos seres en relación con el universo. La relación entre los ángeles y los hombres en el plan de salvación indica la posibilidad de una relación especial entre ellos durante la eternidad. Los hombres en la eternidad serán como «ángeles» (Luk 20:36; cf Mat 22:30). Véanse íngel de Jehová; Querubín; Serafín. íngel de Jehová. Expresión común, tanto en el AT como en el NT, para designar a seres sobrenaturales enviados por Dios a los hombres para aconsejarlos, advertirlos, consolarlos, dirigirlos y ayudarlos. Un «íngel de Jehová» es, por lo tanto, un mensajero de Dios no sólo en el sentido de que pertenece al Señor y que es fiel a él, sino, más particularmente, de que viene como mensajero enviado por Dios con un mensaje de Dios. Pareciera que a veces se habla de Cristo como «el ángel de Jehová» (Exo 3:2, 4; Zec 3:1, 2; cf Gen 32:24, 30; Exo 23:20, 21; 32:34; 33:14; Jos 5:13-15; Mal 3:1; Act 7:35). Véase íngel. íngel del abismo. Véase Infierno (I.A). íngulos de la Tierra, Cuatro (gr. tás téssaras gí‡nías tes gues). Frase que, en Rev 7:1 y 20:8, muy probablemente se refiera a los 4 puntos cardinales de la Tierra.
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
traducción griega, angelos, mensajero, enviado, del término hebreo malak, en latín angelus. Tanto en el A. T. como en el N. T. esta palabra aparece innumerables veces. En algunos casos se usa para significar simplemente un mensajero Jb 1, 14; 1 R 19, 2; 1 S 11, 3; Lc 7, 24 y 9, 52. Se les dice así a los profetas Is 42, 19; Ag 1, 13. El a. como un espíritu perfecto, sobrenatural, superior al hombre e inferior al Hijo de Dios Hb 1, 5-14, que está al servicio de Dios Jb 4, 18; Is 6, 2-6; Lc 1, 19; mensajero y ejecutor de voluntad divina, intermediario entre Dios y el hombre Jb 33, 23. A los ángeles se les llama †œhijos de Dios†, creados Col 1, 16, antes que el mundo, Jb 1, 6; 2, 1 y 38, 7, seres superiores que forman parte de la corte de Yahvéh, aunque la versión de los Setenta traduce †œángeles de Dios†, cf. Gn 6, 1-4 y 28, 12; Sal 29, 1; 82, 1; 89, 7.
Antes de la conquista de Jericó sucedió la teofanía de Josué, en que los ángeles se llaman el †œejército de Yahvéh† Jos 5, 14. también como los †œsantos de Yahvéh†, el †œejército santo† Jb 5, 1; Dn 8, 13; Za 14, 5.
El número de los ángeles es incalculable Dn 7,10; Mt 26, 53; Lc 2, 13; Hb 12, 22-23. De todos los a., sólo se mencionan tres por su nombre: Miguel, †œuno de los primeros príncipes†, Dn 10, 13; Judas 9; Rafael, el guía de Tobías, que lo acompañó bajo el nombre de Azarías, Tb 5, 4 ss y 12, 15; Gabriel, Lc 1, 19 y 26. Existen dentro de los ángeles: serafines y querubines, principados y potestades Is 6, 2-6; Ez 10, 1; Col 1, 16, así como también arcángeles 1 Ts 4, 16; Judas 9. En relación con Cristo, éste es llamado el í. de la Alianza, es decir, el mensajero del pacto, Ml 3, 1.
Un á. anunció a María que concebiría a Jesucristo Lc 1 26 ss, asimismo un á. anunció al mundo el nacimiento del Salvador, Cristo Señor, Lc 2, 8 14. Un á. protegió a Cristo niño cuando Herodes quiso matarlo Mt 2, 13.
Los ángeles se acercaron a servir a Cristo cuando el diablo se retiró tras tentarlo, Mt 4, 11. Los á. están a su disposición para defenderlo Mt 26, 53; Jn 18, 36. En la agonía del huerto de los olivos, un á. llegó a confortar a Jesús Lc 22, 43. El a. del Señor hizo rodar la piedra del sepulcro del Señor y anunció a las dos Marías, que visitaban la tumba el sábado, la resurrección de Cristo Mt 28, 1-8. Dos ángeles anuncian a los apóstoles la parusía o segunda venida de Cristo Hch 1, 10-11.
En relación con los cristianos los ángeles cumples diferentes misiones: como custodios o, como dice la tradición, íngeles de la Guarda, Mt 18, 10; Lc 16, 22; Hch 12, 15; Hb 1, 14; comprometidos en la salvación de los hombres Lc 15, 7-10; 1 P 1, 12; Mt 13, 39; Ap 14, 6-7. También encontramos en las Escrituras los á. del mal, que se rebelaron contra Dios y fueron arrojados al infierno Mt 25, 41; 2 Co 12, 7; 2 P 2, 4; Ap 12, 7-9.
Abundante es en la Escritura la expresión †œí. de Yahvéh† †œí. del Señor†, †œí. de Dios†, para indicar un enviado directo de Dios o la intervención extraordinaria del Señor, cuando el mismo Dios que se presenta en forma visible al hombre. Tal le sucedió a Agar, cuando el í. del Señor le anunció en el desierto el nacimiento de su hijo Ismael Gn 16, 7-13; y otra vez en el desierto tras haber sido echada de casa de Abraham junto con su hijo Gn 21, 17-20. El í. del Señor detiene el cuchillo de Abraham cuando éste se disponía a sacrificar a su hijo Isaac por orden de Yahvéh Gn 22, 11-18. El í. de Dios se le apareció en un sueño a Jacob, antes de que éste huyera de su suegro Labán Gn 31, 11 ss; el í. que rescató a Jacob Gn 48-15 ss. El í. de Yahvéh se le aparece a Moisés en forma de zarza ardiente Ex 3, 1 ss. El í. de Yahvéh se le aparece a Gedeón bajo el terebinto de Ofrá Jc 6, 11-23.
El í. Señor se le aparece en sueños a José para decirle que el fruto del vientre de María es obra del Espíritu Santo Mt 1, 20-24.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
(gr., angelos, mensajero). Ser sobrenatural, celestial, un poco más alto en dignidad que el hombre. Su creación (Psa 148:2-5; Col 1:16) fue por cierto antes de la creación del hombre (Job 38:7). Los ángeles son descritos como espíritus (Heb 1:14). Su inteligencia y fuerza sobrehumana no son ilimitadas (Mat 24:36; 1Pe 1:12; Psa 103:20; 2Th 1:7; 2Pe 2:11). Son distintos del ser humano (1Co 6:3; Heb 1:14) y no se casan ni se mueren (Luk 20:34-36). Siendo una gran multitud (Rev 5:11), son de diversos rangos y dotes (Col 1:16), pero sólo uno, Miguel, es llamado arcángel en las Escrituras (Jud 1:9). Tanto los ángeles buenos como los malos están muy bien organizados (Rom 8:38; Eph 1:21; Eph 3:10; Col 1:16; Col 2:15).
Los ángeles fueron creados santos (Gen 1:31; Jud 1:6), pero algunos cayeron en pecado antes de que Satanás tentara a Eva (2Pe 2:4; Jud 1:6). Su caída fue por su rebelión intencional contra Dios que resultó en que perdieran su santidad. Se corrompieron y fueron confirmados en la maldad.
Algunos están en el infierno hasta el día del juicio (2Pe 2:4); a otros se les ha dejado en libertad para oponerse por un tiempo a la obra de Dios (Mat 25:41).
Los ángeles buenos están en la presencia de Dios y le adoran (Mat 18:10; Heb 1:6; Rev 5:11). Asisten, protegen y libran al pueblo de Dios (Gen 19:11; Psa 91:11; Dan 3:28; Dan 6:22; Act 5:19; Heb 1:14). Guiaron a Felipe a ir al desierto (Act 8:26) y alentaron a Pablo en Corinto (Act 27:23-24). A veces interpretan la voluntad de Dios al pueblo (Dan 7:16; Dan 10:5, Dan 10:11; Zec 1:9, Zec 1:13-14, Zec 1:19), y ejecutan la voluntad de Dios en individuos y naciones (Gen 19:12-13; 2Sa 24:16; Eze 9:2, Eze 9:5, Eze 9:7; Act 12:23). Los asuntos de las naciones son guiados por ellos (Dan 10:12-13, Dan 10:20). Dios los usa para castigar a sus enemigos (2Ki 19:35; Act 12:23).
Los ángeles ocuparon un lugar importante en la vida y ministerio de Cristo. Se aparecieron a María, José y los pastores, y ministraron a Jesús después de la tentación (Mat 4:11). Un ángel le dio fuerzas en el huerto (Luk 22:43); uno quitó la piedra de la tumba (Mat 28:2-7); y con él estuvieron en su ascensión (Act 1:10-11).
A fin de contrariar a Dios y de frustrar su voluntad y sus planes, los ángeles malos luchan por separar de Dios a los creyentes (Rom 8:38) y presentan oposición a los ángeles buenos en su obra (Dan 10:12-13).
Entorpecen el bienestar temporal y eternal del hombre por medio de un control limitado sobre fenómenos naturales (Job 1:12-13, Job 1:19; Job 2:7), causando enfermedades (Luk 13:11, Luk 13:16; Act 10:38; 2Co 12:7), tentando al hombre para que peque (Mat 4:3; Joh 13:27; 1Pe 5:8) y propagando falsas doctrinas (1Ki 22:21-23; 2Th 2:2; 1Ti 4:1). Pero no pueden ejercer sobre las personas ningún poder moral independientemente de la voluntad humana, y sea cual fuere el poder que tienen, éste se limita a la voluntad permisiva de Dios.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
tip, ANGE DOCT TIPO
ver, TEOFANíA Las palabras «malac» (heb.) y «angelos» (gr.) significan «mensajero». Se designan así los seres espirituales inteligentes un poco superiores al hombre (cp. Sal. 8:6; He. 2:7), que son mencionados constantemente en las Escrituras como mensajeros de Dios, tanto como portadores de buenas nuevas como ejecutores de los juicios de Dios. Poco es lo que sabemos de su naturaleza: «Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego» (He. 1:7). Hay evidentes gradaciones de rango entre ellos, descritas como principados y potestades, de los que Cristo, como Hombre, es ahora la Cabeza (Col. 2:10). En dos ocasiones nos encontramos con «arcángel».La voz de un arcángel acompañará el arrebatamiento de la iglesia (1 Ts. 4:16). El arcángel Miguel luchó con Satanás sobre el cuerpo de Moisés (Jud. 9). El con sus ángeles luchará contra el dragón y sus ángeles, arrojándolos fuera del cielo (Ap. 12:7, 8). Gabriel es el único otro nombre de un ángel que nos haya sido revelado en las Escrituras; se apareció a Daniel, a Zacarías y a María; dijo que estaba en la presencia de Dios (Dn. 8:16; 9:21; Lc. 1:19, 26). Aunque no somos conscientes de la presencia de los ángeles, sabemos que son espíritus ministradores enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación (He. 1:14; cp. Sal. 34:7). También sirvieron al Señor mientras El anduvo aquí abajo (Mt. 4:11; Mr. 1:13; Lc. 22:43). Hay «miríadas» de estos ángeles (Mt. 26:53; He. 12:22; Ap. 5:11), y son descritos como «poderosos», «santos», «escogidos» (2 Ts. 1:7; Mr. 8:38; 1 Ti. 5:21); no se casan (Mr. 12:25). No se nos dice cuándo fueron creados, pero es indudable que son ellos los mencionados como los «hijos de Dios» que clamaban gozosos cuando Dios creaba la tierra (Jb. 38:4-7). La Ley fue dada por ministerio de los ángeles (Hch. 7:53; Gá. 3:19; Sal. 68:17); participaron en la proclamación del nacimiento del Salvador (Lc. 2:8-14); se hallaron presentes en la Resurrección (Mt. 28:2; Jn. 20:12). Los ángeles no son los depositarios de la revelación ni de los consejos de Dios. Anhelan mirar en las cosas de que da testimonio el Espíritu de Cristo en los profetas, y que han sido anunciadas por los apóstoles en el poder del mismo Espíritu (1 P. 1:12). El mundo venidero no será puesto en sujeción a ellos, sino bajo el hombre en la persona del Hijo del hombre (He. 2:5-8), y los santos juzgarán a los ángeles (1 Co. 6:3). Es por ello tan sólo una falsa humildad la que enseñaría a dar culto a los ángeles (Col. 2:18). Cuando Juan se postró para adorar al ángel en la isla de Patmos, abrumado por las cosas que le habían sido reveladas, fue refrenado en dos ocasiones de adorar a su «consiervo» (Ap. 19:10; 22:9). En Sal. 8:5 la palabra usada es «elohim», «Dios», dándosele este nombre a los ángeles como Sus representantes (cp. Sal. 82:6).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
DJN
Â
Un ser celestial, que está al servicio de Dios para las misiones que El tenga a bien encomendarle. Los ángeles, inaccesibles a la percepción humana, constituyen un mundo misterioso, pero real.
1. El ángel de Dios en el A. T. se identifica frecuentemente con el mismo Dios. Se trata, en esos casos, de un modo concreto de teofanías (Gen 24,7; Ex 32,34; Mal 3,1; 2 Sam 24,26). En el N. T. se conservan reminiscencias de estas expresiones (Mt 1,20; 28,2).
2. Los ángeles en el A. T. son los servidores de Dios (Job 4,18), son «los santos» (Job 5,1), los hijos de Dios (Sal 29,1). Los querubines rodean el trono de Dios (Sal 80,2) y llevan su carro (Ez 10,1), guardan sus dominios (Gen 3,24). Los serafines (los ardientes) cantan su gloria (Is 6,3). Se trata de un ejército celeste a las órdenes de Dios para gobernar el mundo, intermediarios entre el cielo y la tierra. Bajan y suben de un sitio a otro, como lo hicieron en la escala de Jacob (Jn 1,51). Hay ángeles buenos y ángeles malos, bienhechores y exterminadores. Entre unos y otros existe una clara oposición. Tienen un nombre significativo de la función que realizan: Rafael (Dios cura), Miguel (¿quién como Dios?), Gabriel (héroe de Dios). En el A. T. se formula claramente la existencia de los ángeles, pero sus denominaciones y representaciones tienen un marcado signo simbólico de difícil interpretación.
3. El N. T. habla de arcángeles, querubines, tronos, dominaciones, principados, potestades, virtudes. Los ángeles tienen una especial relación con Jesús en los momentos importantes de su vida. En la encarnación (Mt 1,20; Lc 1,26); en el nacimiento (Lc 2,9-10); en las tentaciones (Mt 4,6; Lc 4,3. 10); en la pasión (Lc 22,43; Jn 12,29); en la resurrección (Mt 28,2. 5). Jesús tenía un trato íntimo con ellos (Mt 4,11; Lc 22,43). Habla de ellos como de seres reales que velan por los hombres (Mt 18,10). Ellos no conocen el día del juicio final (Mt 24,36), pero en ese día serán los ejecutores de la sentencia (Mt 13,39-49), apartarán a los buenos de los malos (Mt 24,31; 13,41). Se gozan con Dios en el cielo cuando un pecador se arrepiente (Lc 15,10). Acompañarán a Jesucristo cuando venga de nuevo (Mt 25,31). Los cristianos deben tener clara conciencia de la existencia y de la presencia auxiliadora de los ángeles.
E. M. N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
Tanto el término hebreo mal·´ákj como el griego ág·gue·los significan literalmente †œmensajero†, y aparecen unas cuatrocientas veces en la Biblia. Cuando el mensajero referido es un espíritu, la palabra se traduce †œángel†, mientras que si es obvio que se trata de una criatura humana, se vierte †œmensajero†. (Gé 16:7; 32:3; Snt 2:25; Rev 22:8; véase MENSAJERO.) No obstante, en Revelación, libro lleno de simbolismos, algunas de las referencias a ángeles puede que apliquen a criaturas humanas. (Rev 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14.)
Algunas veces a los ángeles se les llama espíritus, por ser invisibles y poderosos. Por ejemplo: †œSalió un espíritu y se paró delante de Jehová†; †œ¿No son todos ellos espíritus para servicio público?†. (1Re 22:21; Heb 1:14.) Dado que tienen cuerpos espirituales invisibles, residen †œen los cielos†. (Mr 12:25; 1Co 15:44, 50.) También se les llama †œhijos del Dios verdadero†, †œestrellas de la mañana† y †œsantas miríadas† (o †œlos santos†). (Job 1:6; 2:1; 38:7; Dt 33:2.)
Los ángeles ni se casan ni se reproducen según su género, sino que Jehová los creó individualmente a través de su Hijo primogénito, †œel principio de la creación por Dios†. (Mt 22:30; Rev 3:14.) †œPor medio de él [este Hijo primogénito, la Palabra] todas las otras cosas fueron creadas en los cielos […], las cosas invisibles […]. También, él es antes de todas las otras cosas y por medio de él se hizo que todas las otras cosas existieran.† (Col 1:15-17; Jn 1:1-3.) Se creó a los ángeles mucho antes que al hombre, ya que al †˜fundar la tierra†™, †œlas estrellas de la mañana gozosamente clamaron a una, y todos los hijos de Dios empezaron a gritar en aplauso†. (Job 38:4-7.)
En cuanto a la cantidad de huestes angelicales que hay en el cielo, Daniel dice que vio †œmil millares que seguían ministrándole [a Dios], y diez mil veces diez mil que seguían de pie directamente delante de él†. (Da 7:10; Heb 12:22; Jud 14.)
Orden y posición. Como en el caso de la creación visible, también en la región invisible hay orden y posición entre los ángeles. El ángel principal, tanto en poder como en autoridad, es Miguel, el arcángel. (Da 10:13, 21; 12:1; Jud 9; Rev 12:7; véanse ARCíNGEL; MIGUEL núm. 1.) Debido a su preeminencia y por ser †œel gran príncipe que está plantado a favor de los hijos de tu pueblo [de Dios]†, se cree que es el ángel que condujo a Israel por el desierto. (Ex 23:20-23.) Los serafines disfrutan de una posición muy elevada entre los ángeles debido a sus privilegios y honra. (Isa 6:2, 6; véase SERAFINES.) Sin embargo, las Escrituras mencionan con más frecuencia (unas noventa veces) a los querubines, y lo que se dice sobre sus obligaciones y responsabilidades pone de manifiesto que también ostentan una posición especial entre los ángeles. (Gé 3:24; Eze 10:1-22; véase QUERUBíN.) Luego está la gran cantidad de mensajeros angélicos que sirven como medio de comunicación entre Dios y el hombre, si bien, no se limitan sencillamente a transmitir mensajes, sino que, como agentes y comisarios del Dios Altísimo, son responsables de ejecutar el propósito divino, sea este proteger y liberar al pueblo de Dios o destruir a los inicuos. (Gé 19:1-26.)
No son fuerzas impersonales. Algunas personas opinan que los ángeles no son personas concretas, sino, más bien, fuerzas impersonales enviadas para realizar la voluntad de Dios; sin embargo, no es eso lo que enseña la Biblia. El tener un nombre personal implica individualidad, y el que en la Biblia se suministren dos nombres de ángeles, Miguel y Gabriel, apoya esta conclusión. (Da 12:1; Lu 1:26.) El que no se mencionaran más nombres fue una protección para que no se les rindiera honra y adoración indebidamente. Jehová envió a los ángeles como agentes para que actuaran en el nombre de El, no en el suyo propio. Por esa razón, cuando Jacob le preguntó su nombre a un ángel, él rehusó dárselo (Gé 32:29); cuando Josué le pidió a un ángel que se identificara, este solo le contestó que era un †œpríncipe del ejército de Jehovᆠ(Jos 5:14), y cuando los padres de Sansón le preguntaron al ángel su nombre, tampoco se lo reveló, sino que dijo: †œ¿Precisamente por qué debes preguntar acerca de mi nombre, cuando es nombre maravilloso?†. (Jue 13:17, 18.) El apóstol Juan hasta trató de adorar a un ángel, pero se le reprendió dos veces: †œÂ¡Ten cuidado! ¡No hagas eso! […] Adora a Dios†. (Rev 19:10; 22:8, 9.)
Como seres inteligentes, los ángeles pueden comunicarse unos con otros (1Co 13:1), hablar diversos idiomas humanos (Nú 22:32-35; Da 4:23; Hch 10:3-7) y glorificar y alabar a Jehová. (Sl 148:2; Lu 2:13.) Los ángeles son asexuales porque fueron creados así, no porque sean fuerzas impersonales. Sin embargo, por lo general se les representa como varones, y al materializarse, siempre adoptaron forma humana masculina, ya que de Dios y de su Hijo siempre se habla también en masculino. Cuando en los días de Noé ciertos ángeles materializados se entregaron a los placeres del sexo, Jehová los expulsó de sus cortes celestiales. Con ese proceder demostraron su individualidad. Al igual que la humanidad, los ángeles son criaturas con libre albedrío, es decir, con la facultad de hacer una elección personal entre lo correcto y lo incorrecto. (Gé 6:2, 4; 2Pe 2:4.) El registro bíblico muestra que hordas de ángeles escogieron voluntariamente unirse a Satanás en su rebelión. (Rev 12:7-9; Mt 25:41.)
Facultades y privilegios. Puesto que Dios creó al hombre †œun poco inferior a los ángeles† (Heb 2:7), se entiende que estos tienen una capacidad mental mayor que la del hombre, y que también son sobrehumanos en poder. †œBendigan a Jehová, oh ángeles suyos, poderosos en potencia, que llevan a cabo su palabra.† Su conocimiento y poder se manifestaron cuando dos ángeles provocaron la destrucción ardiente de Sodoma y Gomorra y en el caso en que un solo ángel mató a 185.000 soldados del ejército asirio. (Sl 103:20; Gé 19:13, 24; 2Re 19:35.)
Los ángeles también pueden desplazarse a grandes velocidades, velocidades muy superiores a las conocidas en el mundo físico. Por ejemplo, una de las veces en que Daniel estuvo orando, Dios envió a un ángel para contestar su oración, y este llegó a los pocos instantes, aun antes de que concluyera la oración. (Da 9:20-23.)
No obstante, a pesar de su superioridad en capacidad mental y poderes espirituales, los ángeles también tienen ciertas limitaciones. Jesús dijo que no sabían el †œdía y hora† en que este sistema de cosas sería barrido. (Mt 24:36.) Aunque se interesan profundamente en el desarrollo de los propósitos de Jehová, hay algunas cosas que no alcanzan a comprender. (1Pe 1:12.) Se regocijan por el arrepentimiento de un pecador y observan el †œespectáculo teatral† de los cristianos aquí en la escena del mundo. También observan el ejemplo apropiado que ponen las mujeres cristianas que usan una señal de autoridad sobre su cabeza. (Lu 15:10; 1Co 4:9; 11:10; véase INMORTALIDAD [A los herederos del Reino se les otorga inmortalidad].)
Como ministros de Jehová, han disfrutado de muchos privilegios desde tiempos inmemoriales. Hubo ángeles que ministraron a favor de Abrahán, Jacob, Moisés, Josué, Isaías, Daniel, Zacarías, Pedro, Pablo y Juan, por mencionar solo unos cuantos. (Gé 22:11; 31:11; Jos 5:14, 15; Isa 6:6, 7; Da 6:22; Zac 1:9; Hch 5:19, 20; 7:35; 12:7, 8; 27:23, 24; Rev 1:1.) Sus mensajes forman parte del contenido de la Biblia. En Revelación se menciona a los ángeles muchas más veces que en cualquier otro libro bíblico. Por ejemplo: se habla de que hay innumerables ángeles alrededor del gran trono de Jehová; siete tocan las siete trompetas, mientras que otros siete derraman los siete tazones de la cólera de Dios; un ángel que vuela en medio del cielo tiene †œbuenas nuevas eternas† y otro proclama que †œBabilonia la Grande ha caído†. (Rev 5:11; 7:11; 8:6; 14:6, 8; 16:1.)
Respaldan la obra de Cristo y sus seguidores. Los santos ángeles de Dios siguieron con sumo interés la vida terrestre de Jesús de principio a fin. Anunciaron su concepción y nacimiento, y le ministraron después de su ayuno de cuarenta días. Un ángel lo fortaleció mientras oraba en Getsemaní en su última noche como ser humano. Cuando la muchedumbre se le acercó para arrestarle, de haberlo querido, hubiera tenido nada menos que doce legiones de ángeles a sus órdenes. Además, anunciaron su resurrección y también presenciaron su ascensión al cielo. (Mt 4:11; 26:53; 28:5-7; Lu 1:30, 31; 2:10, 11; 22:43; Hch 1:10, 11.)
Desde entonces en adelante, los mensajeros espíritus de Dios han continuado ministrando a Sus siervos en la Tierra, tal como Jesús prometió: †œNo desprecien a uno de estos pequeños; porque les digo que sus ángeles en el cielo siempre contemplan el rostro de mi Padre†. (Mt 18:10.) †œ¿No son todos ellos espíritus para servicio público, enviados para servir a favor de los que van a heredar la salvación?† (Heb 1:14.) Es cierto que estos poderosos mensajeros angélicos ya no se muestran visiblemente para intervenir a favor de los siervos terrestres de Jehová, como lo hicieron cuando pusieron en libertad a los apóstoles de la prisión; no obstante, a los siervos de Dios se les garantiza que el ejército de criaturas invisibles protectoras, siempre presente, es tan real como las fuerzas angelicales que rodearon al profeta Eliseo y a su servidor. †œPorque él dará a sus propios ángeles un mandato acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos.† En efecto: †œEl ángel de Jehová está acampando todo en derredor de los que le temen, y los libra†. (Sl 91:11; 34:7; Hch 5:19; 2Re 6:15-17.)
También se hace mención de los ángeles que acompañan a Jesucristo cuando él se sienta a juzgar y se efectúa la separación del †œtrigo† y la †œmala hierba† y la de las †œovejas† y las †œcabras†. De igual manera, los ángeles se unen a Miguel en su guerra contra el dragón y sus fuerzas demoniacas al tiempo en que es dado a luz el reino de Dios en los cielos. Además, lucharán al lado del Rey de reyes cuando se inicie la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso. (Mt 13:41; 25:31-33; Rev 12:7-10; 19:14-16.)
Fuente: Diccionario de la Biblia
I. Introducción
Lo propiamente decisivo sobre los á. lo diremos a continuación, bajo el título -> angelología.
Si hemos de superar el peligro, actualmente grande, de que las afirmaciones sobre los á. dentro de la doctrina cristiana de fe sean rechazadas como mitología inaceptable y así este capítulo caiga también bajo la guadaña de la -> desmitización, en cada declaración particular sobre los á. debe quedar claro que lo dicho en ella es concebido como un momento de una antropología teológica y de la cristología o, dicho de otro modo, que lo propiamente expresado es el encuadramiento de los á. en ese contexto, mientras los «á. en sí» son y permanecen lo presupuesto. Lo que la doctrina cristiana revela al hombre sobre los á. en último término es lo siguiente: la situación del –> hombre como criatura en orden a la salvación y condenación va precedida, antes de que se produzca ninguna decisión propia, por una dimensión profunda que va más allá de lo percibido por el saber empírico de las ciencias naturales; esa dimensión en cuanto tal ya está históricamente sellada, para el bien o para el mal, en virtud de una libertad creada; y, sin embargo, incluso frente a una situación de su existencia así entendida, por la gracia divina el hombre está capacitado y redimido para la libertad de la inmediatez con Dios; de él recibe su destino y no de las «potestades y virtudes» cósmicas del orden meramente creado. Y, por tanto, cabe afirmar paradójicamente que esa doctrina tendría algo que decirle al hombre aun en el caso de que no existiera ningún á. Por grande, multiforme y poderoso que sea el condicionamiento creado de la existencia y del destino humanos, por más que éstos se hallen determinados por una «superior» voluntad y culpa, no obstante, el hombre conserva la inmediatez con Dios, con el Dios que obra directamente en él sin ninguna mediación propiamente dicha y e, en último término, por su au co iunicación a través de la -> gracia es su destino y su vida definitiva.
Desde ahí cabe entender también la situación de la hermenéutica con relación a las declaraciones bíblicas sobre los á. (y demonios). Ciertamente, ateniéndonos a las afirmaciones conciliares contenidas en Dz 428 y 1783, no podemos poner en duda la existencia de á. Y, por tanto, quedando intacto el derecho a una interpretación más exacta de las declaraciones particulares de la Escritura sobre los á. y demonios, las cuales usan también material representativo que se halla vinculado a la mitología del tiempo (sin que eso confiera al contenido un carácter mitológico), hemos de sostener que la existencia de á. y -> demonios también está afirmada en la Escritura, de modo que no constituye una mera hipótesis, presupuesta en ella, que nosotros pudiéramos abandonar en la actualidad. Pero también con relación a la Escritura hemos de tener en cuenta el auténtico rasgo antropológico-cristiano de todas las declaraciones (cf., p.ej., Jn 12, 31; 16, 11; Rom 8, 38; 1 Cor 2, 8; 8, 5s; 15, 24; Ef 2, 2; 6, 12; Col 2, 8-23), en virtud del cual el mensaje de éstas es el siguiente: si, y en la medida en que hay á., sólo los buenos son junto con nosotros «siervos» de Dios (cf. Ap 22, 9); y del dominio de los «malos» ya estamos liberados.
A este respecto todavía hemos de tener en cuenta otro pensamiento, a saber: si, por una parte, el mundo en cuanto todo y, consecuentemente, la relación mutua entre sus momentos tienen una historia real, es decir, son «dinámicos» y no estáticos, y, por otra parte, los «á.» (buenos y malos) por su esencia natural y, en consecuencia, por su libre autorrealización personal son momentos de este mundo, se desprende como conclusión que también nuestra relación con los poderes angélicos, buenos y malos, tiene una verdadera historia (dentro de la historia de -> salvación y de perdición). Lo cual equivale a decir que esa relación no es siempre la misma, de modo que, p. ej., los á. ejercían una mayor función mediadora para el bien y para el mal antes de Cristo que ahora (Gál 3, 19). Así, pues, un cierto aumento del «desinterés» por ellos no tiene por qué ser necesariamente ilegítimo bajo todos los aspectos. Aun cuando todas las dimensiones de la existencia humana conserven siempre cierta importancia salvífica y, por tanto, también tengan una importancia de ese tipo las «potestades y virtudes» que, como si fueran su «entelequia», están supraordenadas a dichas dimensiones, es decir, aun cuando siga habiendo muchos «señores» y «elementos» en el mundo (cf. Gál 4, 1-6; 1 Cor 8, 5; 15, 24; Ef; Col), sin embargo nosotros mismos nos vamos haciendo cada vez más «adultos» frente a ellos a través de un proceso histórico de salvación (cf. Gál. 4, 1-4), lo cual a su manera también puede decirse con relación a los á. buenos.
Sobre el «tiempo» de la creación de los ángeles la revelación no dice nada (tampoco el simul que leemos en Dz 428 y 1783 dice algo a este respecto). Sin embargo, dada la función cósmica de los á., parece lógico pensar, con la tradición escolástica, en una creación simultánea de ellos y del mundo material. En la Escritura aparece la representación de que el número de á. es muy grande (cf. p.ej., Mt 26, 53; Heb 12, 22; Ap 5, 11). Será difícil decidir hasta qué punto se trata ahí de una afirmación o, por el contrario, de una imagen para expresar su poder. Todo lo que sigue debe leerse por consiguiente bajo ese presupuesto, dentro de este contexto.
II. Doctrina de la Escritura
1. Antiguo Testamento
Desde el horizonte de la historia de la religión la fe veterotestamentaria en los á. tiene sus orígenes en restos de las antiguas creencias del pueblo cananeo, en divinidades extranjeras que se van desvaneciendo hasta someterse al servicio de Yahveh, en representaciones babilónicas e ideas tardías del Irán.
La forma de á. más importante y más constantemente atestiguada es la del ángel de Yahveh (mal’ák IHWH), al que Dios encomienda una misión. Sobre todo en la fe popular del antiguo Israel ese á. es considerado como un mensajero auxiliador y bondadoso (2 Sam 14; 2 Re 19, 35; Ex 14, 19, etc.); y la teología israelita lo considera como órgano de la especial benevolencia de Yahveh para con Israel. En Gén 16, 7; 21, 17ss, etc., es incluso identificado con Yahveh, lo cual permite reconocer cómo por la introducción del á. en una redacción posterior no se pretendía disminuir en nada la » transcendencia» de Yahveh.
Además había otros seres celestiales, que para los antiguos israelitas eran miembros de la corte celestial; Jacob los vio en la «escalera del cielo». Se llaman b`né ha-‘elohim, «hijos de Dios» o seres divinos, intervienen en la guerra, pero para la fe y el culto sólo tienen un papel secundario.
La fe postexílica en los á. va matízándose hasta convertirse en una auténtica angelología (Job, Daniel). Los á. reciben nombres, pasan a ser á. protectores de los países, la corte celestial de á. se hace enormemente grande, ellos son considerados como intermediarios que tienen la función de interpretar (angelus interpres en Zacarías y Ezequiel). El código sacerdotal se abstiene (¿polémicamente?) de toda declaración sobre los á. En Job se habla del límite de su santidad; ante Dios ellos no son inmaculados (4, 18; 5, 15ss). En armonía con la fe en la creación, Yahveh es el señor absoluto de la hístoria, lo cual deja un espacio relativamente pequeño para la fe en á. y demonios. Después de Daniel, por un lado se impone la ilustración helenista, difundida sobre todo por los saduceos (cf. Filón, Josefo), para los cuales la fe en los á. es un asunto interno de los esenios; las apariciones de á. son llamadas fantasmata. Por otro lado, las representaciones acerca de los á. encontraron un amplio campo de acción en la –> apocalíptica y en la devoción popular de los judíos. Los esenios, el mundo de Qurnrán y los rabinos las recogieron, en parte con interpretaciones dualistas, oponiéndose así al racionalismo que irrumpía y a la vez conservando rigurosamente la superioridad de Dios. Desde entonces existe la persuasión de que los hombres están asistidos por ángeles especiales, los cuales se comportan como guardianes, guías e intercesores.
2. Nuevo Testamento
El NT recibe con cierta sobriedad las ideas del AT sobre los á. Como expresión de la irrupción del reino de Dios los á. acompañan a jesús, p. ej., en la tentación, en Getsemaní, en la resurrección. En la anunciación y en el nacimiento de Jesús aparece el á. de Yahveh; a los á. se les atribuye una intensa participación en el juicio escatológico (Lc 12, 8; 2 Tes 1, 7, etc., cf. Ap). Mas no aparece allí un interés específico por los á.; más bien, sobre todo Mc 13, 32; Gál 1, 8; 3,19; Heb 1, 4; 2, 2, etc., acentúan la superioridad de Cristo sobre los á. La carta a los Colosenses-(1, 16, 2, 18) parece que impugna doctrinas gnósticas acerca de los á.
Junto a la idea tomada del judaísmo sobre los á. de la guarda, se habla con frecuencia de potestades, virtudes, tronos, principados, dominaciones, sin indicación de la diferencia exacta entre esos grupos. Algunos á. tienen atributos demoníacos y están en relación con Satanás (1 Cor 15, 24; Ef 6, 2); se habla incluso de á. del demonio (p. ej., Mt 25, 41) o de á. caídos (Jds 6; 2 Pe 2, 4). Pero donde más ampliamente se habla de los á. es en el Apocalipsis, hasta el punto de que éste puede compararse con la especulación judía. Ellos transmiten al mundo el juicio y los encargos de Dios, e incluso plagas; rodean el trono celestial desde donde reina Dios; a veces son considerados como fuerzas cósmicas. En cuanto los á. son de tipo demoníaco, en principio Cristo los ha vencido por la muerte y resurrección, si bien ellos siguen ejerciendo su poder sobre los creyentes hasta el final de los tiempos.
III. Visión sistemática
1. Por lo que se refiere a su esencia, los á. han de ser concebidos como «potestades y virtudes» de índole espiritual y personal («creaturae personales»: Humani generis, Dz 2318). Como tales se les presupone siempre en las declaraciones doctrinales del magisterio (cf. p. ej., Dz 228a, 248; DS 991, Dz 428, 530, 1673, 1783; y además todo lo que la Iglesia dice sobre el diablo [cf. p. ej., Dz 427s], y su influjo en los pecadores [Dz 711s, 788, 894]). Aunque se presuponga su carácter «incorpóreo» en comparación con el hombre (cf. Dz 428, 1783), sin embargo, con ello no queda todavía decidida la pregunta más concreta de su relación al mundo material. La especulación tomista sobre la esencia metafísica del á. (DS 3607, 3611) es una opinión libre. En todo caso su relación al mundo material y espiritual, así como a su evolución, ha de ser concebida de tal modo que ellos se presenten realmente como «potestades y virtudes» del cosmos en virtud de su esencia natural (y no simplemente por una decisión arbitraria, contraria a su propia esencia, sin más fundamento que su mera maldad). El resto de la especulación escolástica sobre la esencia espiritual de los á. procede de las teorías filosóficas del neoplatonismo acerca de la pura inmaterialidad o espiritualidad, y no tiene ninguna obligatoriedad teológica. Sin duda lo mismo debe decirse (a pesar del Sal 8, 6) acerca de la superioridad esencial de los ángeles sobre los hombres (-> angelología). En todas esas teorías, si pretenden ser teológicas, se sobrepasa el punto de partida de toda angelología dogmática y, con ello, los límites impuestos a nuestro conocimiento de los á.
Igualmente, si bien los á., como todas las realidades concretas de la creación, han de ser concebidos como distintos entre sí, sin embargo, su clasificación en determinados «coros» y «jerarquías» es arbitraria y no tiene un auténtico punto de apoyo en la sagrada Escritura.
2. Tales ángeles existen, mas como mera creación. La profesión de fe del concilio Lateranense iv y la doctrina del Vaticano i sobre la creación afirman que, además del hombre, han sido producidas algunas criaturas espirituales, a saber, los ángeles (Dz 430, 1783; cf. también Dz 2318, y las declaraciones de los símbolos de fe sobre lo «invisible» como creación del Dios único). No cabe decir que el sentido de las declaraciones conciliares sea solamente el siguiente: si existen tales «potestades y virtudes» personales y espirituales, ellas, como todo lo demás, son criaturas del Dios único y absoluto, por más que, en último término, sea ése el sentido decisivo de las declaraciones. De todos modos, la afirmación de que los á. son criaturas sitúa de antemano a todos los poderes espirituales y personales del cosmos, así como su poderío y maldad, en el círculo de las realidades que están absolutamente sometidas al único Dios bueno y santo, y que por su origen son buenas, de forma que no cabe considerarlos como antiprincipios cuasi divinos que actúan independientemente de Dios, cosa que hasta ahora con demasiada frecuencia se hacía inconsciente e implícitamente en la predicación vulgar (-> maniqueísmo, –> dualismo, –> diablo; DS 286, 325; Dz 237, 428, 574a, etc.).
Que la corporalidad, el matrimonio, el goce carnal, etc., sean obras del demonio, es una afirmación que hoy nadie se atrevería a formular así. Pero lo ahí opinado y rechazado por la Iglesia (cf. Dz 237-244, etc.), todavía hoy sigue siendo una tentación del hombre, la cual toma cuerpo bajo otras formulaciones. En efecto, éste atribuye un carácter absoluto en éI orden de la maldad a los motivos y a las dimensiones de su propia culpa (p. ej., a la «técnica», a la «sociedad», etcétera), para despojarse de su responsabilidad moral.
3. Los á., como el hombre, por la gracia tienen un fin sobrenatural, que consiste en la visión inmediata de Dios (Dz 1001, 1003-1005, 1009; DS 2290). Esta concepción se desprende de la unidad del comportamiento divino con relación a la criatura espiritual, por el cual Dios, si concede su autocomunicación gratuita, la concede a todas las criaturas espirituales y personales; y se deduce también de aquella idea de la Escritura y tradición según la cual los ángeles buenos están con Dios en el cielo, formando su «corte» (Dz 228a; DS 991; Dz 430), o sea, gozan igualmente de la visión beatífica. Ellos se han decidido libremente por este fin o contra él (cf. DS 286, 325; Dz 211, 427, 428s). La doctrina oficial de la Iglesia no dice nada sobre el momento temporal de esa decisión. Pero, indudablemente, no podemos atribuir a la decisión angélica aquel tipo de temporalidad sucesiva que corresponde al hombre dentro de su historia, sino que hemos de concebirla como una acción única y total, la cual desde siempre (desde el principio) codetermina la situación histórico-salvífica del hombre y se manifiesta en ella.
4. Esta decisión definitiva de los á. de cara a Dios o de espaldas a él no significa una predeterminación forzosa de la historia humana de salvación y de perdición (Dz 428, 907), pero es un momento de la situación en la que nosotros obramos libremente nuestra salvación o la perdemos (–> diablo, -> demonios). Esto también tiene validez con relación a los ángeles buenos, de modo que es posible y lícito tributarles (lo mismo que a los «santos» que han alcanzado la bienaventuranza) una cierta veneración, un cierto culto (DS 3320, 3325; Dz 302; Vaticano li, De Eccl., número 50). En consonancia con esto, la liturgia y la tradición piadosa hablan también de ángeles de la guarda (Mt 18, 10, CatRom iv, 9, 4), es decir, concretan la conexión entre hombres y ángeles dentro de la única historia de salvación del único mundo poniendo en relación a determinados ángeles con determinados hombres. Mientras esto no dé lugar a una descripción demasiado antropomórfica o incluso infantil, no hay nada a objetar contra esa manera de presentar concretamente a los á. en la predicación.
IV. Aspecto kerygmático
Desde el punto de vista kerygmático, actualmente no hay ninguna necesidad de poner la verdad de los á. muy en primer plano de la predicación y de la enseñanza. Con todo, hay ocasiones en las cuales el predicador no puede evitar este tema: 1 a, cuando ha de ofrecer al lector de la Biblia una pauta para entender la doctrina de los á. en la Escritura, a fin de que éste pueda entregarse a una lectura creyente de los textos relativos a este tema, sin falsa desmitización, pero con una actitud crítica, es decir, teniendo en cuenta el condicionamiento histórico de la perspectiva y el género literario de tales textos; 2 .a, cuando se plantea la cuestión de los demonios y del diablo. Entonces la respuesta presupone una doctrina de los á. rectamente entendida. Pues a través de ella se hará comprensible que las «potestades y virtudes» malignas, como presupuesto del carácter suprahumano y (relativamente) universal del mal en el mundo, no pueden volatilizarse hasta convertirse en ideas abstractas, pero que estos principios personales, suprahumanos y relativamente universales del mal en el mundo tampoco pueden quedar tan resultados que, a la manera gnóstica o maniquea, pasen a ser poderes casi tan grandes como el Dios bueno (cosa que sucede frecuentemente en una piedad vulgar poco esclarecida). Ellos no significan ninguna competencia para Dios, sino que son sus «criaturas». Y, lo mismo que en el hombre, también en los á. la libre maldad es (incluso en el estado definitivo) la meramente relativa corrupción de una esencia natural, permanente y dotada de una función positiva en el mundo, pues un mal absoluto constituiría una contradicción en sus propios términos.
Karl Rahner
K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972
Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica
El término angelos del cual se deriva nuestro «ángel», es en sí una palabra bastante descolorida, al igual que su equivalente hebreo, que puede usarse igualmente para mensajeros humanos y celestiales. Pero en el NT se usa casi exclusivamente para seres angélicos en el último sentido, y la Vulgata correctamente introduce una distinción entre angelus [= ángel] y nuntius [= mensajero], distinción que ha sido mantenida hasta el uso y la traducción modernas.
El término que la Biblia usa para describir a los ángeles nos da la llave para saber cuál es la función por la que principalmente deben ser conocidos y entendidos. Son los embajadores de Dios. Son parte de su corte y servicio. En el cielo su misión es alabarle (Ap. 8:4, 5) y hacer su voluntad (Sal. 103:20) y en esta tarea contemplan su rostro (Mt. 18:10). Pero ya que el cielo desciende a la tierra, ellos también tienen una misión en la tierra: la de acompañar a Dios en sus obras de creación (Job 38:7), providencia (Dn. 12:1) y reconciliación especialmente (Gn. 19:1s. y passim). En el cumplimiento de su labor su misión es declarar la palabra de Dios (p. ej., Lc. 1:26s.) y hacer su obra (p. ej., Mt. 28:2).
La función de los ángeles se entenderá mejor viendo el papel que desempeñan en la misión salvadora de Jesús. Es natural que estuviesen presentes tanto en su nacimiento como en su resurrección y ascensión. Lo acompañarán también en su regreso en gloria (Mt. 24:31). Ellos no llevan a cabo la obra misma de reconciliación; pero declaran y acompañan, al tiempo que invitan a los hombres a participar en su obra de alabanza (cf. Lc. 1:46). Es interesante que entre la natividad y la resurrección parece que sólo hubo dos veces en que los ángeles estuvieron presentes durante el ministerio de Jesús, al principio de su camino hacia la cruz en la tentación y en su culminación en Getsemaní. Quizá esto se debe a que Jesús debía caminar a solas este camino, y que en su humillación fuera hecho poco menor que los ángeles (Heb. 2:9).
La Biblia nos da muy pocas indicaciones sobre la naturaleza de los ángeles. Dado que pertenecen al cielo, no pueden ser concebidos propiamente en términos terrenales. Casi siempre son descritos en relación a Dios, como «sus ángeles» (p. ej., Sal. 104:4). Aun los nombres Miguel y Gabriel enfatizan esta relación. En Heb. 1:14 se describen como «espíritus ministradores» en una combinación de las dos partes del Sal. 104:4. En otros lugares, en Job y Salmos, se les llama «celestiales» (Sal 29:1), «santos», esto es, apartados para el servicio de Dios (Job 5:1), «hijos de Dios» (Sal. 89:6). Y hasta se les llama «dioses» (Sal. 82:1). Dado que los cristianos también pueden ser llamados «hijos de Dios», no debemos deducir de la frase que los ángeles son deidades inferiores. En este error cayeron algunos de los apologistas griegos (cf. Atenágoras, Leg. pro. Christ. x y xxiv). Por cierto la Biblia nos advierte de no adorarlos (Col. 2:18).
Entre las criaturas celestiales se mencionan a los serafines (Is. 6:2) y con más frecuencia a los querubines (Gn. 3:24). Entre los ángeles mencionados por nombre, a Miguel se le describe como «el gran príncipe» (Dn. 12:1), y los demás ángeles parecen estar dirigidos por él (Ap. 12:7). Otra vez, se nos dice que el ángel que se le apareció a Josué era el príncipe del ejército de Jehová (Jos. 5:14). Parece que en Ap. 4 y 5 hay otras referencias, pero el significado que tengan los ancianos y los seres vivientes es discutido (véase Seres Vivientes).
Partiendo de las diversas declaraciones que se hacen sobre la naturaleza de los ángeles, la teología antigua y medioeval construyó una descripción especulativa y compleja del mundo angélico. Pseudo-Dionisio ya había probado ser el pensador más original y constructivo en este campo, ordenando a los ángeles en tres grupos ascendentes o descendentes de nueve coros cada uno. Aquino, el doctor angélico, trató el asunto con gran agudeza y plenitud. Él también vio tres jerarquías, pero su interés principal se centraba en la naturaleza de los ángeles como individuos, substancias espaciales y espirituales entregados principalmente a una obra de iluminación y siendo capaces de demostración racional. (Summa contra Gentiles, ii.91; S.Th. i.50–64).
Tal como Calvino vio las cosas, el error en demasiada angelología estaba en tratar a los ángeles en abstracción del testimonio bíblico. Aun en cuanto a la función de los ángeles había una tendencia a racionalizar o concentrar el interés en la idea de ángeles guardianes. El resultado inevitable vino en la época de la Ilustración y el Protestantismo liberal, donde los ángeles fueron descartados como simples cosas fantásticas o bien colocados bajo un proceso total de neologización.
No obstante, quizá haya algunas deducciones legítimas que se puedan sacar de la evidencia bíblica. Los ángeles no son seres corpóreos. Forman una unidad ordenada. El hecho de que sean plurales indica que son múltiples, y la multiplicidad encierra la existencia de individuos dentro de la totalidad, junto con una posible gradación en función, si bien no en naturaleza. Al parecer no tienen una voluntad autónoma, sino que dan un servicio perfecto a Dios en el cielo, lo que también nosotros debemos orar suceda en la tierra (Mt. 6:10). En relación con el hombre, tienen la ventaja de pertenecer al cielo y de tener la majestad y privilegio de ser embajadores de Dios. Mas cuando el hombre responde a la obra salvadora de Dios en Cristo, entonces es elevado sobre ellos, goza de su ministerio (Heb. 1:14) y finalmente los juzgará (1 Co. 6:3).
Dos problemas detallados reclaman un breve comentario. El primero concierne al Ángel de Jehová, que a menudo (como en Jue. 13:2ss.,) parece ser idéntico a Jehová mismo. Desde el día de los padres de la iglesia muchos han concluido que por lo menos en el AT se refiere al Logos no encarnado. Los liberales lo explican como la suavización de una teofanía con una angelofanía, pero sin explicar por qué no se aplica en otros casos. Otra posible explicación es que por medio del ángel Dios habla tan clara y plenamente que es como si él mismo hablase. Sea como fuere, el ángel de Lc. 2:9 no puede ser identificado con Cristo.
Segundo, la Biblia habla de los ángeles del diablo y los ángeles de Dios, y parece sugerir en pasajes como Judas 6 que hubo una caída de ángeles. Ésta fue la deducción de Ireneo (A. haer. iv. 37.1) y muchos padres apostólicos; y, aunque no podemos presionar mucho un asunto en el que la Biblia guarda tanto silencio, tenemos que tener en cuenta que en la grotesca y finalmente impotente caricatura de los ángeles hay verdaderos principados y potestades (véase) (Ef. 6:12) en un reino de maldad. Estos ángeles y su líder fueron vencidos en la cruz (Col. 2:15) y serán finalmente condenados (Mt. 25:41).
BIBLIOGRAFÍA
- Barth, Church Dogmatics, vol. III, part 3, sec. 51; H. Cremer, H.S. Nash y B. Pick, SHERK, I, p. 174; A.B. Davidson, HDB, 1, p. 93; G. Spinner, «Die Engel und Wir», Kirchenblatt fuer die reformierte Schweiz, pp. 18, 19.
Geoffrey W. Bromiley
SHERK The New Schaff-Herzog Encyclopaedia of Religious Knowledge
HDB Hastings’ Dictionary of the Bible
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (30). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología
El ángel (heb. mal˒āḵ, gr. angelos) bíblico es, por derivación y función, un mensajero de Dios que tiene una relación familiar con él cara a cara, siendo por lo tanto un ser superior al hombre. Por cierto que se trata de una criatura, espíritu e incorrupto en esencia original, pero dotada de libre albedrío, y por lo tanto no necesariamente impermeable a la tentación y al pecado. Hay muchas indicaciones de una caída angélica, bajo la dirección de Satanás (Job. 4.18; Is. 14.12–15; Ez. 28.12–19; Mt. 25.41; 2 P. 2.4; Ap. 12.9), si bien esto corresponde propiamente al campo de la demonología. Los rollos de Qumrán hablan de una doble jerarquía de ángeles, asociados con seres mortales, si bien esto corresponde a los respectivos reinos de la luz y las tienieblas. Ambos testamentos usan esta misma palabra para hacer referencia tanto a mensajeros mortales como a mensajeros puramente terrenales. El material bíblico se considerará en general según su orden temporal, pero sin discutir problemas cronológicos.
I. En el Antiguo Testamento
Aparte quizá del *ángel del Señor, el ejecutor o, incluso, la manifestación de Yahvéh, los ángeles son seres espirituales separados de Dios, mas, a menos que hayan caído, de incuestionable integridad, buena voluntad y obediencia a él (cf. 1 S. 29.9; 2 S. 14.17, 20; 19.27). Los ángeles pueden aparecérseles a los hombres como portadores de mandamientos y noticias específicos de parte de Dios (Jue. 6.11–23; 13.3–5, etc.; véase II,
En épocas primitivas el hombre asociaba a los ángeles con las estrellas. Esto dio lugar a uno de los pensamientos poéticos de Job, donde los ángeles son también testigos de la creación (Job 38.7, véase inf.; cf. Jue. 5.20; Ap. 9.1). El asna de Balaam tiene más conciencia de la presencia del ángel del Señor que su codicioso y enceguecido amo, que se merece el reproche divino (Nm. 22.21–35). Muy familiares resultan las conversiones de los ángeles con Abraham (Gn. 18.1–16) o en la escalera de Jacob (Gn. 28.12). Ángeles guardianes individuales aparecen probablemente en el Sal. 91.11; algunos disciernen al ángel de la muerte en Job 33.23 (cf. ICC,
Excepto en lo que hace a referencias menores a Dn., el material examinado hasta aquí es en general preexílico, por lo menos en su origen. Aquí los ángeles siguen siendo ecos de una voluntad superior, faltos de esa personalidad independiente que adquirirán en los escritos posteriores.
En los libros posexílicos, el ángel adquiere incuestionablemente firmeza y perfil propios. El “varón” que actúa como guía de Ezequiel, divinamente designado para mostrarle el templo ideal, es un concepto intermedio (
La angelología del AT alcanza su mayor desarrollo en Daniel, el apocalipsis judaico más antiguo. Aquí los ángeles primeramente reciben nombres propios, y adquieren una especie de personalidad. Gabriel le explica muchas cosas a Daniel, en forma muy semejante al visitante divino de Zacarías (Dn. 8.16ss; 9.2ss). En ambos libros el ángel es el fluido portavoz de Dios, a quien también se puede interrogar; pero el Gabriel de Daniel está más desarrollado y es más convicente. Miguel tiene una función especial como ángel guardián de Israel (Dn. 10.13, 21; 12.1), y otras naciones están equipadas en forma semejante (Dn. 10.20). Esto se hizo un lugar común entre los rabinos. Hay una visión pasajera de los lugares celestiales, donde hay incontables legiones de ángeles alrededor del trono (Dn. 7.10; cf. Dt. 33.2; Neh. 9.6; Sal. 68.17 para ecos menos marcados).
II. En el Nuevo Testamento
En buena medida el NT endosa y subraya lo que enseña el AT, aun cuando es históricamente importante el desarrollo en la literatura no inspirada que surgió entre ambos. He. 1.14 define al ángel como mensajero de Dios y como ministro al servicio del hombre; el NT sugiere en general la profundización de un lazo de simpatía o afinidad y servicio (cf. Ap. 19.10; Lc. 15.10). El concepto del ángel guardián personal se ha agudizado, igual que en la literatura rabínica (Mt. 18.10; cf .SB, ad loc.; y sobre Hch. 12.15). No faltan misiones especiales de comunicación a individuos: la visita de Gabriel a Daniel puede compararse con la que se efectuó a Zacarías (Lc. 1.11–20), y a María (Lc. 1.26–38; cf. tamb. Mt. 1–2 pass; Hch. 8.26; 10.3ss; 27.23, etc.). El papel de socorro activo a la humanidad se percibe en Hch. 5.19s; 12.7–10, que recuerda a Elías debajo del enebro. El trono de Dios está rodeado de incontables legiones de ángeles, como ya lo había declarado Daniel (He. 12.22; Ap. 5.11, etc.).
El AT da a entender que los ángeles fueron testigos jubilosos del acto de creación (Job 38.7), aunque no participaran necesariamente en forma activa. En el NT están íntimamente asociados con la promulgación de la ley (Hch. 7.53; Gá. 3.19; He. 2.2), y no resulta incongruente vincularlos con el juicio final (Mt. 16.27; Mr. 8.38; 13.27; Lc. 12.8s; 2 Ts. 1.7s, etc.). Quizá sea también función especial de ellos trasladar a los justos al seno de Abraham cuando mueren (Lc. 16.22s). Pocos intentos hay de describir directamente cómo son los ángeles. Hay insinuaciones sobre rostros y vestimenta brillantes, de una belleza deslumbrante y extraterrestre, que el arte cristiano ha intentado expresar a su modo (Mt. 28.2s y
El Cristo encarnado recibió el ministerio angélico en varias ocasiones (Mt. 4.11; Lc. 22.43), y hubiera podido tener a sus órdenes miles de ángeles, en Getsemaní o en cualquier otra parte, si hubiera estado dispuesto a desviarse de la senda del sacrificio que tenía señalada (Mt. 26.53).
Hay una extraña atmósfera de hostilidad o sospecha para con los ángeles en ciertos pasajes. Esto tiene interesantes paralelos, si bien inconexos, en la literatura rabínica. Ro. 8.38 se refiere a ángeles caídos, y esto explica también el desconcertante pasaje de 1 Co. 11.10, que debe leerse a la luz de Gn. 6.1ss. Para Gá. 1.8 y 1 Co. 13.1 se requiere todavía una exégesis especial, como también para la severa advertencia de Col. 2.18. Fue indudablemente a raíz de errores doctrinales por parte de sus lectores que el escritor de Hebreos recalcó tan enfáticamente la superioridad del Hijo con respecto a cualquier ángel (He. 1).
El sentido esencial de Jud. 9 (con paralelo parcial en 2 P. 2.10s) parecería ser que los ángeles caídos retienen, de su condición inicial, un nivel y una dignidad tales que ni siquiera sus compañeros anteriores que no cayeron pueden denigrarlos, sino que deben dejar a Dios la condenación final. El incidente a que se refiere Judas se dice que fue registrado en la Asunción de Moisés, un fragmento de midrás apocalíptico. Allí Satanás pide el cuerpo de Moisés para su reino de las tinieblas, porque Moisés mató al egipcio (Ex. 2.12), y por lo tanto era homicida, cualesquiera hayan sido sus virtudes posteriores. El triunfo final no es de Satanás, pero hasta el arcángel Miguel tuvo que refrenar su lengua ante el enemigo de la humanidad.
Bibliografía.°L. Berkhoff, Teología sistemática, 1972; L. Miller, Todo sobre los ángeles, 1974; M. R. De Haan, Los ángeles de Dios; J. Fitzmeyer, Teología de San Pablo, 1975; °DTNT; K. Rahner, Sacramentum mundi, t(t). I, 1982; H. Fries, Conceptos fundamentales de teología, t(t). I, 1966.
L. Berkhof, Systematic Theology, 1949, pp. 141–149, y manuales similares; H. Heppe, Reformed Dogmatics, 1950, pp. 201–219; TDNT 1, pp. 74–87; NIDNTT 1, pp. 101–105, 449–454 (con bibliog.). Respecto af trasfondo rabínico, véase SB, bajo pasajes específicos del NT; R. A. Stewart, Rabbinic Theology, 1961. Para el aspecto relativo a Qumrán, Y. Yadin, The Scroll of the War of the Sons of Light against the Sons of Durkness, 1962, pp. 229–242.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico
Fuente: Enciclopedia Católica