En todo el antiguo Cercano Oriente los ancianos eran tenidos en alta estima por su experiencia y su sabiduría (Job 12.12; 32.7). Entre los hebreos no se trataba simplemente del hecho de que tuvieran la señal exterior de la barba cana (de allí “anciano”, zāqēn) o el pelo cano (sbh), sino que al haber llegado a la “plenitud de días” o haber “entrado en (muchos) días” se consideraba que gozaban del favor divino por haber sido temerosos de Yahvéh y haber guardado sus mandamientos (Lv. 19.32; Dt. 30.19–20), y de este modo haber demostrado su dependencia de la autoridad instituida por Dios (Ex. 20.12). Mas sin justicia la cabeza cana no constituye de ningún modo corona de honra (Pr. 16.31; cf. Ec. 4.13). Al Cristo glorificado se lo pinta con “cabellos blancos” (Ap. 1.14) y se lo equipara con el “Anciano de días” (cf. Dn. 7.9).
Se esperaba que los hombres de más edad ejercieran el liderazgo en posiciones de autoridad y responsabilidad como *ancianos. “La hermosura de los ancianos” es el cabello cano (Pr. 20.29). Igualmente los años deben caracterizarse por la sabiduría (1 R. 12.6–8; Job 12.20; 15.10; 32.7). Por lo tanto el no respetar a los ancianos es señal de una sociedad decadente (Is. 3.5), como el caso de los babilonios que no tuvieron “compasión … del anciano ni de la cabeza cana”,
Los impedimentos de la vejez se tienen en cuenta (Sal. 71.9) y en Ec. 12.2–7 se señalan como tales la pérdida de la vista, el vigor, y los dientes, como así también el aumento del insomnio y la ansiedad, y la disminución de la ambición. Abraham y Sara, según se creía, habían sobrepasado la edad en que podían procrear (Gn. 18.11–14; cf. Lc. 1.18), la ceguera afligió a Isaac (Gn. 27.1), a Jacob (Gn. 48.10), a Elí (1 S. 3.2; 4.15), y a Ahías (1 R. 14.4). Barzilai perdió el sentido del gusto y del oído (2 S. 19.35), mientras que David sufrió de mala circulación, o hipotermia (1 R. 1.1–4). Aparte de la edad inusual que las *genealogías prediluvianas de Gn. 5 y 11 atribuyen a los primeros gobernantes babilónicos, los patriarcas alcanzaron edades considerables (Abraham 175, Gn. 25.7; Isaac 180, Gn. 35.28; Jacob 147, Gn. 47.28; y José 110, Gn. 50.22). No obstante, hombres como Moisés a los 120 años (Dt. 34.7), o Joiada a los 130 (2 Cr. 24.15), se mantenían llenos de vigor.
Se consideraba que el cambio de la edad madura a la “ancianidad” se producía a los 60 (cf. Lv. 27.1–8; Sal. 90.10). Así, “a los 60 se llega a la ancianidad; a los 70 a la cabeza cana, a los 80 al vigor especial, a los 90 el encorvamiento, y a los 100 (es) como si ya se estuviera muerto” (Pirqē Aboth 21). Esto puede compararse con un criterio babilónico contemporáneo según el cual “60 es madurez; 70 largura de días (vida larga); 80 ancianidad; 90 ancianidad extrema” (tablilla de Sultán Tepe 400:45–49).
D.J.W.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico