AMOS (LIBRO)

tip, LIBR LIAT LIAT Aunque Amós y Oseas fueron profetas en la misma época, y aunque ambos profetizaron acerca de los pecados de Israel, hay una gran diferencia entre los estilos de ambos. Oseas es más ferviente, agitado por una justa indignación contra los pecados del pueblo, en tanto que Amós presenta con una gran calma su declaración de los juicios de Dios. La profecí­a de Oseas se limita a los pecados de Judá y de Israel, en tanto que Amós nos habla de los juicios que iban a caer sobre las naciones vecinas que habí­an perjudicado a Israel, especialmente sobre aquellas que retení­an alguna parte de la tierra que habí­a sido prometida a Abraham; a continuación denuncia no solamente los pecados de Judá, nación a la que él mismo pertenecí­a, sino también de Israel; y además se extiende más acerca de Israel que de Judá. En el encabezamiento tenemos estas palabras: «Jehová rugirá desde Sión, y dará su voz desde Jerusalén», que se hallan también en Jl. 3:16. Así­, él reanuda la cuestión allí­ donde Joel la deja. En los dos primeros capí­tulos aparecen ocho cortas proclamaciones de juicio, introducidas por las palabras «por tres pecados… y por el cuarto». Tres testigos serví­an para dar un testimonio adecuado; cuatro es el rebosar de la copa, de lo cual pueden dar testimonio los cuatro puntos cardinales de la tierra. Los juicios se proclaman contra: (a) Siria, representada por Damasco, su capital; (b) los filisteos, representados por Gaza; (c) Tiro; (d) Edom; (e) Amón; (f) Moab; (g) Judá; (h) Israel. El capí­tulo 3 habla de Judá y de Israel, «contra toda la familia» (Am. 3:1), contándola así­ como una unidad, aun cuando se habí­a dado la división; sigue después la solemne afirmación de que ésta era la única familia que Dios habí­a conocido de entre todas las de la tierra (Am. 3:2), la única que habí­a introducido en relación consigo mismo. Por ello Dios los castigarí­a por todas sus maldades. Ello muestra que las responsabilidades se aquilatan en relación con los privilegios que se han recibido. Aunque vendrí­an juicios, quedarí­a un remanente, como cuando un pastor recupera de un león «dos piernas, o la punta de una oreja»; en verdad, ¡un remanente muy pequeño! (Am. 3:12). El capí­tulo 4 se dirige contra Israel, especialmente por cuanto habí­an oprimido a los pobres. Dios habí­a lanzado juicios menores sobre ellos, como: (a) Escasez, «a diente limpio». (b) Sequí­a por retención de lluvias, enviada sobre una ciudad, pero no sobre otra. (c) Viento solano y plagas sobre las cosechas. (d) Mortandad y hedor, siendo sus jóvenes muertos a espada. (e) Fueron trastornados como Sodoma y Gomorra, salvándose algunos como tizones escapados del fuego. Después de cada juicio se menciona el resultado: «mas no os volvisteis a mí­, dice Jehová», acabando con «prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel… Jehová Dios de los ejércitos es su nombre». En el capí­tulo 5 tenemos denuncias adicionales contra Israel, pero es exhortada a buscar al Señor. Habí­a los que deseaban el dí­a del Señor, pero aquel dí­a será de tinieblas y juicio. Tal era la iniquidad de ellos que Dios aborrecí­a y menospreciaba sus asambleas y sus ofrendas; en realidad, se habí­an convertido en idolatrí­a. El capí­tulo 6 constituye una denuncia contra aquellos que están holgándose en Sión y en Samaria, viviendo en lujos y placeres, en una falsa confianza, ello a pesar de todas las advertencias que les habí­an sido dadas. Los capí­tulos 7, 8 y 9 son visiones, y la aplicación que tienen. El capí­tulo 7 exhibe la paciencia de Jehová. El profeta intercede por Jacob, y Jehová se arrepiente del mal que iba a atraer sobre ellos; pero el juicio tiene que venir. La declaración del juicio sobre los lugares altos disgustó a Amasí­as, el sacerdote de la falsa religión en Bet-el, que estaba viviendo holgadamente. Aconsejó a Amós que huyera a Judá. Pero Amós le replicó que él no era profeta ni hijo de profeta, sino solamente un boyero, y que Jehová le habí­a enviado. Caerí­an juicios sobre Amasí­as e Israel serí­a llevada en cautividad. De nuevo el capí­tulo 8 denuncia a Israel especialmente por su holganza y opresión de los pobres. Capí­tulo 9. Nadie escaparí­a al penetrante ojo de Dios ni a Su juicio. El los iba a destruir de la faz de la tierra, pero no del «todo»; se salvarí­a un remanente (Am. 9:9). Se promete la restauración y la bendición final (Am. 9:11-15). El que ara alcanzará al que siega; los montes destilarán mosto. Los cautivos volverán. Dios los plantará en su tierra y no serán más arrancados. Son promesas que aún esperan su cumplimiento, porque éste no se ha dado todaví­a. Dios lo cumplirá a Su tiempo. Examen de las crí­ticas. El texto de Amós ha sido transmitido en excelentes condiciones. Sin embargo, se ha puesto en tela de juicio la autenticidad de muchos pasajes (especialmente Am. 2:4, 5; 4:13; 5:8, 9; 9:5, 6 y 8 b-15). Contra la autenticidad de Am. 2:4, 5 se ha alegado: (a) que el fondo y la forma recuerdan al Deuteronomio; (b) que las acusaciones contra Judá son lugares comunes, en contraste con el tono personal de las acusaciones contra las otras naciones. Sin embargo, (1) los reproches hechos por Deuteronomio, el rechazamiento de la ley del Señor, la no observancia de Sus estatutos y la idolatrí­a se hallan también en los escritos contemporáneos de Amós y los anteriores a él (Ex. 15:26; 18:16; Is. 5:24; Os. 2:7, 15; 4:6). (2) En cuanto a la acusación lanzada contra Judá, tiene la forma de las otras denuncias. Es también precisa, por cuanto la desobediencia a los mandatos del Señor y la idolatrí­a se especifican constantemente en las páginas de los profetas. (3) No se pueden suprimir los dos versí­culos de Am. 2:4-5 ni la acusación contra Judá sin cambiar la lí­nea de pensamiento, y sin interrumpir la transición. (Ver Dri

ver, «Joel and Amos», p. 117; Vos, Revelation, IX, 226, Press. & Reformed.) Los tres pasajes de Am. 4:13; 5:8-9 y Am. 9:5-6 hablan del Señor. Se los rechaza con estas alegaciones: 1. Que la doctrina teológica enunciada en estos versí­culos no es la dominante en la literatura hebrea antes del exilio. 2. Que los clamores de alabanza a la gloria del Dios Omnipotente se hallan en el estilo de la última sección de Isaí­as (Is. 40-66). 3. Que dos de estos pasajes (Am. 4:13 y 9:5-6) no se hallan estrechamente ligados al contexto, y que además el pasaje de Am. 5:8-9 lo que hace es interrumpir el hilo del pensamiento. A todo esto se debe replicar: 1) Es cierto que estos pasajes podrí­an ser suprimidos sin que el lector los encontrara a faltar; pero también es cierto que esto se podrí­a hacer con un gran número de pasajes cuya autenticidad no se pone en tela de juicio. Estos tres pasajes intensifican la predicción de juicio, al proclamar la grandeza trascendente de Aquel que castiga (Vos, obra cit, p. 227). 2) La forma exclamatoria del llamamiento, particularmente en los pasajes criticados de este discurso profético, «no es de extrañar, vistas las reglas generales del arte de la oratoria profética» (cita de Robertson Smith en Driver). 3) La doctrina de la soberaní­a del Señor sobre la naturaleza está en correspondencia con la enseñanza de Amós en otros pasajes (Am. 4:7 ss.; 7:1, 4; 9:3; Driver). Añadamos que esta doctrina está también en correspondencia con la enseñanza anterior a la profecí­a de Amós (p. ej., Gn. 2-8; 11; 18; Ex. 7:14). Se ha sostenido también que las promesas optimistas con que concluye el libro (Am. 9:8 b-15) no pueden ser la conclusión personal de Amós ni de su visión de castigo, puesto que esta conclusión difiere del resto de su profecí­a por el estilo, las ideas y la perspectiva del porvenir. Pero carece de importancia que Amós escribiera estas conclusiones a renglón seguido de haber terminado el relato de sus visiones, o más adelante. No se puede refutar la autenticidad de estas conclusiones. Los profetas añaden con frecuencia una profecí­a positiva a sus previsiones de juicio. Los piadosos tení­an necesidad de aliento, y se habí­a de dar evidencia de la armoní­a entre el juicio inminente y la antigua promesa divina con respecto a la estabilidad del trono de David, la perpetuidad y el triunfo del reino de Dios sobre la tierra.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado