99 conceptos (34 en el abreviado) y [16 añadidos]
(Itinerario completo: 12 horas * (Itinerario breve: 6 horas)
(* Valor supremo del amor en el cristianismo:)
CARIDAD / Cáritas / Diligencia / Empatía / Oblación / [Caridad y virtud] / Filántropía /
Amor / Amistad / Virtud / [Bien] / [Bondad] / Altruismo / Igualdad / Igualitarismo /
Afectividad / [Afecto] / SENTIMIENTOS / Emoción / Entusiasmo / Gozo
(* Campos del amor entre los hombres:)
(+ Amor a Dios)
Rezar / Adoración / Plegaria / [Reverencia] / Respeto / Latría
(+ Amor a los hombres:)
[Entrega] / Filantropía / Generosidad / [Disponibilidad] /
(+ Amor a la Iglesia:)
Apertura eclesial / Apostolado / Apostolados diversos / APOSTOLICIDAD eclesial /
(+ Amor a los más «prójimos»:)
Prójimo / Padres / Amigos / FAMILIA / Hogar / [Mandamiento de Cristo] / Celo /
(+ Amor a los enemigos:)
Perdón / [Adversario] / [Rivalidad] / Olvido / Comprensión / Confianza
(* Hacer el bien a todos los hombres:)
Benefactor / Bienhechor / Beneficencia / Beneficio / [Benevolencia] / Benignidad /
Familiaris consortium / Caritatis Studium / Sollicitudo Rei Socialis
(* Signos del amor)
Beso / Saludo / Trabajo / Integración / Indemnización / Irenismo / Limosna /
Obras de misericordia / Abnegación / Enfermos
Compañerismo / Compasión / Confraternizar / Corrección fraterna
(* Virtudes que nacen del amor:)
[Amabilidad] / Diálogo / Donación / Fraternidad / Renuncia / Servicialidad / Servicio
Solidaridad / [Adhesión] / Unión / Entrega /
(* Signos de falta de amor:)
Odio / [Abuso] / Injusticia / Discriminación / Resentimiento / Celos / [Desconfianza]
ROBAR / Cleptomanía / Perjurio / Egoísmo / Mentira / Calumnia / Difamación / Injuria /
Tacañería / Taciturnidad / Zorrería / Servidumbre / Servilismo / Ofensa / Conflictos /
[Insulto] / Ira / Ironía / Jactancia / Perversión / Vituperio
Cuestionario para la Autoevaluación
1. ¿Qué significa teológicamente que en el cristianismo hay sólo un mandamiento?
2. ¿Cuál es la diferencia esencial entre el amor a Dios y el amor a los hombres?
3. ¿Es esencial en el cristianismo el amor a los enemigos? ¿Por qué?
4. ¿Es refrán cristiano el que se dice «Obras son amores y no buenas razones»?
5. ¿Cuáles son los rasgos esenciales del amor cristiano?
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
1. El vocabulario. La expresión amor al prójimo delimita el gran tema del amor a un referente concreto : el » prójimo». El término «prójimo» (en hebreo, reah) aparece en el mandamiento del amor de Lv 19,34, recogido más tarde por Jesús en Mc 12,29-33 (Mt 22,37-39. Lc 10,27). El término reah puede sIgnificar amigo, compañero, connac~onal, o simplemente el otro, es decir, cualquier hombre (Ex 20,16; Lv 19,13.18: 20,10). En este sentido amplio es como lo entendió Jesús y como lo entiende la moral cristiana.
Para expresar la idea de amor. la Biblia utiliza numerosos términos. En el Antiguo Testamento el término más frecuente es .ahab ‘ahaba (amar-amor), que puede significar tanto el amor entre personas humanas como el aprecio de las cualidades humanas o de las cosas concretas, o finalmente el amor del hombre a Dios o de Dios al hombre. En la traducción griega de los Setenta el término más usado para traducir ‘ahab es agapan (agapé). Con un uso más limitado encontramos también philein, mientras que eran aparece sólo en raras ocasiones por sus connotaciones erótico-sexuales. En el Nuevo Testamento predominan los verbos agapan y philein (con los términos de los respectivos grupos semánticos). El grupo eran está totalmente ausente.
2. Fundamento antropológico-teológico. El fundamento del amor al prójimo es el mismo que el del amor a Dios, tanto a nivel óntico-antropológico como a nivel teológico y . cristológico. El hombre, en cuanto persona, es un ser «relativamente absoluto» (X. Zubiri). Semejante «relatividad» se apoya en el hecho de su vinculación formal con la realidad, en relación con la cual se autocomprende como un «Yo-frente-a».
Sumergida en lo real, la persona comprende que su «Yo» no es único, sino que también hay «otros», en los que se desarrolla la misma forma de poder de lo real y actúa la misma potencia fundante (Dios). La «vinculación» con la realidad última pone a la persona en relación con todos aquellos con los que está vinculada de manera «fundante».
El dinamismo de lo real se convierte así en dinamismo circular: el sujeto recibe de los otros el fundamento de «realidad», y en relación con ellos actúa las potencialidades de su personalidad.
A nivel teológico y en el orden actual de la salvación, esta circularidad se inserta en el dinamismo de la vida trinitaria. El amor al prójimo no es una expresión aislada del comportamiento moral, sino actuación del ser moral del hombre fundado constitutivamente en el Dios de la vida inmortal, de la que nos hacemos partícipes mediante la redención realizada en Cristo (Rom 3,24; 1 Cor 1,30; Ef 1,7).
Convergen aquí los grandes temas de la creación (el hombre creado a imagen de Dios: Gn 1,27) y de la redención. La inserción en Cristo lleva a la comunión (koinOnfa) vital con el Hijo de Dios y con todos los que han llegado a ser en el Hijo(Rom8,15-17).
3. El primero y mayor mandamiento.
La enseftanza de Jesus, recogiendo con nuevas características la doctrina sobre el amor formulada de varias maneras en el Antiguo Testamento (Lv 19,18; Dt 6.5), pone de relieve la posición específica del amor al prójimo respecto a los otros preceptos (Mt 22,40: Mc 12,31). Jesús señala que semejante precepto va unido inseparablemente al del amor a Dios y que. en cuanto tal. participa de la condición de «primero y mavor» mandamiento. De ambos, como ~e una raíz, «depende» toda la lev Y los profetas. En efecto, el acto cocréto de amor al prójimo intenta siempre, implícita y atemáticamente, dirigirse a Dios, mientras que todo acto de amor a Dios implica a su vez una apertura al amor al prójimo, de forma que puede decirse que †œel amor categorial al prójimo es el acto primario del amor a Dios» (K. Rahner).
El amor no es una categoría de carácter jurídico y, por consiguiente, no puede, estrictamente hablando, ser objeto de una reglamentación legal. Esta doctrina, afirmada de forma implícita en el Antiguo Testamento, será revelada explícitamente por Jesús, aunque conservando la formulación imperativa veterotestamentaria. Con la nueva relación ley-amor no se trata por tanto de una †œreducción» o de una «simplificación» de carácter legal, sino más bien de una «recolocación» de la lev y de la moral en el nuevo contexto del amor.
4. Características de la ética del amor. Pablo nos ofrece una lista de las características del amor en el himno a la caridad (1 Cor 13). Mencionaremos aquí algunas de carácter general, que revelan de manera especial la incidencia del amor en la vida personal y social.
a) Universalismo. La idea de universalismo, indicada va en el Antiguo Testamento, resulta explícita en la doctrina de Jesús, como se deduce del imperativo de amar incluso a los enemigos (Mt 5,43-46; Le 6,27-35; cf. Rom 12,20-21). Juan, que pone en el centro de su evangelio el tema del amor (usa el verbo agapan 35 veces en el evangelio y 28 en la primera carta, y el substantivo agapé 7 veces en el evangelio y 18 en la primera carta), mientras qu~ dirige su discurso a los «hermanos» de su propia comunidad, nos da la razón última de la universalidad del amor: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16).
b) Interioridad. A diferencia de la ética judía, centrada en la práctica externa de las observancias legales, Jesús propone una ética basada en el amor, que nace de la intimidad profunda del hombre (Mt 5,23-24; cf 15,17-20). Juan pone como modelo de la profundidad del amor al prójimo la del amor con que Jesús nos ha amado (Jn 15,12). Hacia esta realidad profunda apunta también la expresión joánea «amar en la verdad» (1 Jn 3,18.
cf. 2 Jn 1).
cJ Compromiso de búsqueda . y de solidaridad.
– De búsqueda. Amar, en el pensamiento agustiniano, es «buscar» (quaerere) (en español querer es amar). Esto implica una actitud de «tensión» continua hacia la persona amada. para identificar sus problemas, acompañarla y avudarla de manera afectiva y efectiva. Amar supone especialmente atender al prójimo necesitado, que interpreta al sujeto para que se haga «próximo», para que salga al encuentro de los otros con amor. La parábola del buen samaritano (Le 10,29) proclama la inversión de la estructura del humanismo filantrópico, que establece un movimiento de amor en clave unidimensional (del vo hacia el otro). La parábola explica ia «proximidad » en clave relacional de «inclusión» afectiva y efectiva por parte del sujeto «interpelado». De esta manera, la pregunta inicial: «¿quién es mi prójimo ?» se ve sustituida por la pregunta de ,,¿quién da una respuesta propia de un prójimo?>) a la mirada interpelante del necesitado, aunque sea un enemigo (cf. Mt 5,43ss; Lc 6,32ss).
– De solidaridad La solidaridad surge como la categoría fundamental de las primeras comunidades cristianas. El término empleado por Pablo y . por el autor de los Hechos para expresar esta idea es koinonía. Los primeros cristianos realizaban su «comunión de fe» a través de la «comunión fáctica» a nivel horizontal o social, mediante la comunión de bienes (Hch 2,41-46), el servicio a la «mesa popular» (Hch 6,1-6), las colectas (Hch II,27-30. Gál 2,10; 1 Cor 16,lss; 2 Cor 8-9. Rom 15,25ss), la hospitalidad (H~h 9,43. 28,7), etc.
5. El compromiso histórico del amor.
la caridad política y social. La llamada †œcaridad política y social† (GS 88; encícl. Ouadr. anno, 137) intenta destacar el compromiso del cristiano en la construcción de la sociedad. La dimensión escatológica del amor cristiano no anula la realidad histórica, sino que la llena de un sentido nuevo y . por tanto la orienta y la dirige según una escala de valores nuevos e integradora. Una consecuencia importante de este impulso integrador es la superación de las dicotomías entre la caridad y la justicia. El amor exige absolutamente la justicia, y la justicia a su vez alcanza su plenitud en la caridad, que hace ver en cada uno de los seres humanos la presencia del amor creador y . redentor de Dios.
En este contexto hav que poner de relieve la dimensión teologal del compromiso social y político (del cristiano.
El carácter unitario de la vida cristiana hace que en semejante compromiso se ponga en juego todo el dinamismo de la vida cristiana. Este está destinado no solamente a afrontar las deficiencias existentes, especialmente en el terreno de la justicia, sino a introducir en el dinamismo de la vida social un impulso transformador y «utópico».
La utopía escatológica recela el carácter metahistórico de la meta final, que si por un lado relativiza las metas históricas, por otro las fecunda dándoles una importancia trascendental. Se comprende entonces la sinrazón de los que ven en la radicalidad del mandamiento del amor al prójimo, propuesta por Jesús, la utopía generadora de una «ética interina», válida tan sólo ante la aparición del «tiempo final» (A. Schweitzer). El amor (agapé) es la única energía vital por la que, en el mundo presente, el hombre sometido al mal y a la muerte puede, de alguna manera, vivir la vida futura, inmortal (E. Stauffer). Por eso, puede ser llamado éste el «mandamiento nuevo>) (Jn 13,34), destinado a ser siempre, hoy también, la clave de actualización de la fe. Juan definió a los cristianos como los que «han creído en el amor» (1 Jn 4,6).
Ciertamente, para Juan es la fe (creer en Jesús, venir a él, conocerle) el factor operativo del «nuevo nacimiento» (3,3ss). Pero el aval de la misión de Jesús y por tanto la clave de lectura de la fe de los discípulos es el amor: «Para que el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado» (Jn 1723). El mundo conocerá y creerá en Jesús sólo cuando el cristiano se presente efectivamente como el que » cree en el Amor† esto es. como aquel que ama creyendo y que cree amando.
La reflexión teológico-moral actual, siguiendo a los grandes Padres de la Iglesia y a los grandes teólogos escolásticos'(san Buenaventura, santo Tomás, etc.) y bajo el impulso de la enseñanza del concilio Vaticano II, ha hecho va una opción muv clara por lo que és el verdadero fundamento del ser cristiano -sin caer en actitudes fundamentalistas-,.señalando la importancia de la opcion radical por el amor en el planteamiento de los problemas candentes de nuestro tiempo, como los de la injusticia, la violencia y la guerra.
El amor no entra en la moral como un precepto más, sino como la raíz y el horizonte de comprensión de todo discurso ético.
L. ílvarez
Bibl.: G. Ouell – E. Stauffer agapáo, agapé en TWNT 1, 20ss; A. Nvgren, Eros ~ Agapé Sagitario. Barcelona 1969; A. RovO Marín, Teologia de la caridad BAC, Madrid 1964; c. Spicq, Agapé en el nuevo Teslamento, Cares, Madrid 1977; K Rahner Escritos de Teologia, Y Vl, Taurus, Mad,.id 1969.
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico
I. Concepto y problemática
El a. al p., como abertura a nuestro semejante e interés por él, es universalmente reconocido como forma elevada de la conducta moral. Sin embargo, se plantean las cuestiones de quién sea nuestro prójimo y hasta dónde haya de llegar el amor al mismo. La ética natural responde espontáneamente a esta pregunta distinguiendo entre el amor a los próximos parientes y la actitud servicial frente a los extraños. El hombre se siente obligado a amar a otro en la medida de su proximidad social a él. En la polis griega, este ethos se convierte en una ética del a. al p. para con los parientes de sangre en un sentido amplio, para con la comunidad de ciudadanos libres, y con ello, se lleva a cabo cierta exclusión de otros.
Ciertamente, en el AT hay también una ética del a. especial al p. con relaciónalos hermanos de fe; pero, como se lo ve fundado en la paternidad de Dios y el Dios de Israel es el Dios de todos los hombres, este a. al p. está en principio abierto para ver en cada hombre al prójimo. Sin embargo, como según la mente judía hay una elección especial de Israel y una paternidad particular de Dios respecto de Israel correspondiente a su elección, y, consiguientemente una peculiar obligación de amar a los miembros de este pueblo, esa idea condujo, señaladamente en el judaísmo tardío, a una fuerte exclusión de los extraños.
Sin embargo, hay deberes para con los extraños que sobrepasan el marco de la comunidad fraternal de raza, pues también ellos son criaturas de Dios y descienden de los mismos padres primeros, Adán y Noé (Ex 22, 20; 23, 9; Det 14, 29 y otros; Lev 19, 33s; 19, 10; 23, 22; Núm 9, 14; 15, 14ss; 35, 15) .Aisladamente, también el judaísmo tardío juntó el amor a Dios y el a. al p.; pero el fundamento de la ética judaica es la ->justicia.
De ella hay que distinguir la ética del prójimo en las religiones mistéricas, en las que el hombre se torna prójimo por la admisión en la comunidad esotérica. Estas comunidades deben precisamente su existencia al deseo de una comunión más estrecha y desarrollan consiguientemente por lo general un ethos interno («los nuestros»), que en ocasiones conduce a hostilidad con «los de fuera».
La unificación política del mundo trajo consigo dentro del –> estoicismo una actitud cosmopolita, la cual hace, p. ej., que Epicteto vea hermanos en todos los hombres, pues todos tienen su origen en Dios. A todos los hombres conviene, por tanto, un solo y mismo ethos fundamental de a. al p.
En la ilustración, la fraternidad universal y el deber que de ella emana de amar igualmente a todos se funda por la igualdad de naturaleza de todos los hombres. Las diferencias entre los hombres deben suprimirse como atavismos del capricho histórico.
El marxismo abandona esta ética irreal del amor universal al prójimo en favor del amor exclusivo a la propia clase. Si se ama a los proletarios, hay que combatir a los capitalistas. Esta división es fruto de la historia del enajenamiento del hombre, que sólo será superado en la sociedad sin clases.
Con la aparición del dialogístico pensamiento existencial, el cual destaca reflejamente la relación yo-tú y la comunicación, distanciándose de las formas generales de pensar la realidad, y así da razón de lo indeductiblemente personal e histórico, se hace prójimo aquel con quien, ligados por la situación, somos confrontados. Así, en Jaspers, p. ej., el amor se dirige al individuo, insustituible en cada caso, al que estamos dispuestos a ayudar, no sólo por principios éticos universales (por deber), sino porque, al encontrarnos con él, percibimos la exigencia del momento (del < Kairós"). El a, al p. así entendido ayuda según la situación e incondicionalmente, y no está ligado absolutamente por ningún ethos objetivo, sino sólo por la comunicación personal (que no podemos provocar intencionadamente) con este prójimo insustituible (cf. también -->personalismo).
En todas estas formas de la ética, el a. al p. está restringido por el amor a sí mismo en el sentido de que, según la regla de oro (Mt 7, 12; Lc 6, 31), el hombre debe amar a su prójimo «como a sí mismo» (Lev 19, 18). O bien se sienta una prioridad de la sociedad frente al individuo concediendo a ésta una primacía absoluta, o bien, finalmente, se renuncia a definir objetivamente la medida del a. al p.
En contraste con ello, la concepción cristiana del a. al p. se funda en la unión del amor a Dios y al prójimo. Jesús junta de forma característica en el mandamiento máximo el amor de Dios y del prójimo (Mc 12, 28-31 par). Más concretamente, el a. al p. aparece expresamente como criterio único por el que es juzgado el hombre (Mt 25, 34-46). El enfriamiento de la caridad es mirado como trasunto de la iniquidad en medio de las tribulaciones del fin del mundo (Mt 24, 12). Amar al prójimo «como a sí mismo» se entiende de forma completamente ilimitada, de suerte que el amor a los enemigos (Mt 5, 43ss; Lc 6, 27ss) y la entrega de la vida por los amigos (Jn 15, 13) son expresión de sumo amor. Así el amor es la suma de la ley (Mc 12, 31; cf. Mc 3, 1-7; Mt 5, 23s; 9, 13 ). Tiene su razón de ser y su modelo en el amor universal de Dios (Lc 6, 36) y en el servicio propio de Jesús (Mc 10, 44s; Lc 22, 26; Jn 13, 14s).
En Pablo son vistos en unidad el a. al prójimo (1 Cor 13), el cumplimiento de toda la -> ley (Rom 13, 8-10; Gál 5, 14), la consumación de la vida cristiana (Col 3, 1) y el amor a Dios. En Sant 2, 8 el a. es calificado de ley regia. Y, según Juan (Jn 13, 34; 1 Jn 2, 8), el a. al p. constituye un mandamiento nuevo, que se funda en el amor con que Dios amó primero a los hombres (Jn 3, 16; 16, 27; 1 Jn 4, 11), igual a aquel amor con que el Hijo escogió a sus discípulos (Jn 15, 9s, 12).
II. Teología del amor al prójimo
El a. al p., sistemáticamente visto, determina la estructura fundamental del obrar moral (->acto moral), en cuanto una posición ante Dios sólo se realiza en la medida en que nos volvemos a nuestro prójimo. Sólo estando con el hombre podemos estar con Dios. Solamente por el a. al p, podemos llegar a nuestra perfección en el amor de Dios. La referencia a la transcendencia sólo nos es posible por la referencia al prójimo que debe realizarse categorial e históricamente. Ahora bien, la «profundidad transcendental» del hombre en los «otros» que le salen al encuentro remite siempre, por lo menos implícitamente, más allá de sí mismo, a Dios y, simultáneamente, a la persona del que ama, la cual sólo en el encuentro con los «otros> tiene la identidad consigo misma. Pues el hombre, sólo en cuanto está material e irreflexivamente en el ser y formal y reflejamente en las realidades categoriales, puede estar también en sí mismo. Igualmente, el hombre sólo puede distanciarse como persona de las realidades categoriales en la medida en que – por lo menos material e irreflexivamente – esté en el ser personal por excelencia (en Dios) y, formal y reflejamente, esté en su cohombre en cuanto tal. De donde se sigue que la ordenación explícita y formal a Dios sólo es posible en la medida de la ordenación al prójimo.
Aquí hay que ver el núcleo de verdad de la concepción sostenida por teólogos no católicos según la cual Dios es solamente < una manera de estar con los demás hombres". Cuanto más nos abrimos al prójimo, que nos sale al encuentro bajo la dimensión de su singularidad y abertura a Dios, tanto más incondicionalmente nos damos a Dios. Esta abertura puede no haberse convertido en tema explícito, pero materialmente se da siempre. De ahí que, materialmente, todo acto de a. al p, es un acto de amor de Dios en la medida que es amor. Si este amor de Dios se convierte en tema explícito, hay también formalmente un acto de amor de Dios. Según eso, todo hombre es potencialmente nuestro prójimo; y actualmente lo es el que nos sale al paso en nuestra situación concreta con su singularidad subjetiva, y en la medida en que lo hace. El prójimo tanto puede ser el buscado por mí como el que inesperadamente penetra en mi existencia personal. El hecho de que en el a. al p. podemos llegar a una perfección que sobrepuja toda comprensión humana y de que estamos llamados a un incondicional a. al p., sólo es aprehensible en la fe. Por ésta se esclarece el llamamiento de todos los hombres a la filiación de Dios en el Hijo (-> voluntad salvífica) y, consiguientemente, la relación – en principio matizada por la gracia – de todo —>acto moral a la salvación eterna. De la -> justificación se desprende que todos los justificados en Cristo son hermanos por la gracia (Mc 3, 31-35; cf. Jn 14, 21; 15, 14s), y por lo tanto pueden amarse sobrenaturalmente.
Hermanos en sentido propio sólo lo son los justificados en Cristo, los otros están fuera de esa hermandad peculiar (1 Tes 4, 10-12; cf. 1 Cor 5, 12.13; Col 4, 5). Así, las prescripciones paulinas sobre la conducta con los de fuera, en parte son abiertas (Rom 13, 8; 1 Tes 3, 12; 5, 15; Tit 3, 2; también 1 Cor 9, 19; 1 Tim 2, 1; Rom 13, 1; Tit 3, 1; Flp 2, 15; Rom 12, 17; 2 Cor 8, 21; 1 Tes 4, 12; 5, 22; Rom 15, 2; 1 Tim 4, 12), y en parte señalan fuertemente las fronteras (Col 4, 5; cf. 2 Cor 6, 15; Ef 4, 28; 1 Tes 4, 11-12; Ef 5, 6-7; 2 Cor 6, 17). La delimitación de la fraternidad cristiana no tiene, sin embargo, por finalidad trazar un círculo esotérico, sino que se hace en servicio de la totalidad (particularmente Rom 5, 12-21).
Puesto que Jesús murió por todos los hombres y, consiguientemente, todos están llamados a esa fraternidad sobrenatural, el amor sobrenatural al prójimo debe extenderse a todos los hombres y actualizarse con aquellos que necesitan su ayuda en el ámbito espiritual o en el material (Lc 10, 30-37; Mt 25, 31-46), tanto más por el hecho de que los justificados han sido llamados con miras a los no escogidos. Pues el misterio de la -> representación, que se ha constituido en Cristo y forma la base de toda elección, a partir de él prosigue por voluntad de Dios a través de toda una serie de representaciones en el orden histórico-salvífico. La representación es la ley estructural de la historia de la -> salvación. Elección es siempre, en su más profundo sentido, elección para el otro. Esa ley es válida para la Iglesia lo mismo que para el individuo, y por eso la elección se identifica con el mandato misional. Lo cual significa que el cristianismo afirma la existencia de diversos ámbitos de a. al p. y, si bien sólo a los hermanos en la fe llama simplemente hermanos, sin embargo, él está exento de toda tendencia al esoterismo por el esoterismo. Más bien, el que uno se delimite frente a otros, tiene su sentido último en el cumplimiento del se icio a los demás. El a. al p. halla su forma mas n-ei sufrimiento vicario al lado del Señor mediante el –> martirio de la entrega de a. por el p., pues aquí se produce siempre a la postre una parusía de Dios en Cristo. Donde se realiza auténticamente el a. al p., está ya presente todo el fondo o contenido del cristianismo, éste ya ha sido abrazado originariamente y sólo falta que se despliegue expresamente.
Waldemar Molinski
K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972
Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica