AMBIENTE

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Medio humano en el que se desarrolla la persona. En sentido fí­sico o geográfico es el entorno, el espacio, el lugar. En sentido social y psicológico es todo el conjunto de agentes que influyen en las ideas, en las actitudes y en los sentimientos. Por eso tiene decisiva importancia pedagógica.

En catequesis, la idea de ambiente tiene que ver más con lo moral que con lo pedagógico y psicológico. Es el ambiente religioso o no, la familia creyente o no, el contexto humano positivo o negativo, lo que hace de agente educador de la fe o, por desgracia, deseducativo para la persona.

En cuanto el hombre es libre, puede superar el ambiente adverso. Pero lo normal es que la persona dependa de él de modo que sus influencias se convierten en duraderas.

De forma especial, en la infancia y adolescencia el ambiente religioso es más decisivo para la educación religiosa que las explicaciones y los modelos que se proponen. Por eso, uno de los deberes del catequista es saber crear el clima propicio para la tarea que debe realizar. Cuanto más lo consiga, su acción se hallará más firme y será más duradera.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

En pastoral se habla de pastoral de sectores y de ambientes. Por sectores, normalmente, se entiende la persona humana en sus diversas edades o etapas existenciales (niñez, adolescencia-juventud, madurez, ancianidad)
Ambientes hace referencia a las dimensiones sociológicas en las que debe encarnarse la pastoral. Literalmente, «ambiente» significa «lo que está alrededor, lo que envuelve a la persona humana». En términos orteguianos hablarí­amos del «yo y sus circunstancias sociales». No entendemos, por lo tanto, ambiente en sentido ecológico, aunque lo incluye,
La acción pastoral debe insertarse en toda clase de ambientes, con valentí­a y creatividad. Particularmente hoy, ante el peligro de privatizar la fe o reducirla a ámbitos privados e intraeclesiales. Esta pastoral de ambientes lo exige la nueva evangelización y repetidamente ha sido solicitada por los Papas contemporáneos.

Urge una pastoral de ambientes en los mass media, centros culturales, mundo del trabajo, y en los ámbitos polí­ticos y educativos.

Se debe apostar por ello favoreciendo los recursos humanos y materiales concretos y adecuados.

Raúl Berzosa Martí­nez

Vicente Mª Pedrosa – Jesús Sastre – Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios «MC», Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001

Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización

Es «lo que está alrededor»; por eso puede indicar el conjunto de las realidades o de las condiciones en que se desarrolla la vida del hombre y que tiene un ví­nculo y también cierta influencia en la vida misma. De forma genérica, el término ambiente significa «esfera histórico-social, clima de condiciones económicas, naturales, jurí­dicas, de costumbres humanas y de actitudes espirituales en los que vive el hombre» (M. T. Antonelli); ambiente es la situación en que se desarrolla la existencia individual y colectiva o el conjunto de las condiciones de vida.

En la cultura occidental contemporánea. con el desarrollo de la sensibilidad ecológica. el término ha tomado un sentido eminentemente naturalista, es decir, se identifica casi exclusivamente con el conjunto de las realidades fí­sico-naturales dentro de las cuales se desarrolla la vida humana. El ambiente no puede concebirse sólo como «espacio vital plasmado por el hombre» (H. D. Engelhardt), sino también como realidad que a su vez †œplasma» al hombre.

El ambiente del individuo puede considerarse casi como una célula de un organismo, el ecosistema, que resulta de la suma y de la interconexión de numerosos arribientes; a su vez. el conjunto de los ecosistemas forma la biosfera.

La sociedad que vive en los umbrales del tercer milenio ha tomado conciencia de las dependencias mutuas que existen entre el ambiente, la cultura y la sociedad, y se siente cada vez más responsable de la recuperación del equilibrio perdido en el ecosistema. Se invita a las ciencias a «pensar ecológicamente» (H. Schipperges) y a favorecer el descubrimiento del llamado †œnicho ecológico» por parte del hombre, que debe necesariamente abandonar la actitud indiferente y depredadora que ha caracterizado durante siglos sus relaciones con la naturaleza. Esta última no es sólo un puro objeto del que se pueda disponer al propio capricho; el hombre no puede seguir considerándose como el dueño absoluto de la naturaleza. Al crecer la conciencia de nuestro estar †œencerrados en el sistema» y de estar «en una relación ecológica con la naturaleza» (íd.), se perfilan en el horizonte del s. XXI » los rasgos de una sociedad postindustrial, que no estará ya administrada ni dirigida por la economí­a, sino que estará más bien proyectada u ordenada según unos principios ecológicos.

Nos encontramos en el momento de transición de un principio económico a un principio de responsabilidad universal» (íd.).

En el plano moral, nace hoy para el hombre la tarea de proteger y promover el ambiente, es decir, la necesidad de dar vida a toda una serie de iniciativas (cientí­ficas, técnicas, económicas y polí­ticas) a través de las cuales deben en primer lugar suspenderse las devastaciones y el deterioro del ambiente, para poder así­ «ordenar del mejor modo posible el conjunto del espacio vital confiado a la responsabilidad del hombre» (A. Auer).

G. M. Salvati

Bibl.: F. pérez y pérez, Ecologí­a y medio ambiente, Centro Estudios Sociales, Valle de los Caí­dos, Madrid 1979; J Passmore, [12 responsabilidad del hombre frente a la naturaleza y su ambiente, Alianza, Madrid 1978.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

I. Concepto
Se entiende por a. la totalidad de factores de carácter natural y social (cosas, contorno, mundo de valores) que, actuando a manera de impresión o por ví­a inconsciente, obran sobre el hombre, cuya respuesta vuelve a repercutir en ellos. En contraste con un «espacio vital social», como totalidad de vida configurada, el a. se describe como una suma de condiciones del medio circundante en estado muerto, informe y carente de una estructura interna llena de sentido (O. v. NellBreuning). En una sociedad pluralista, el a. merece creciente atención, sobre todo por su poder desorientador y desorganizador.

Cabe distinguir las siguientes clases de a.: el natural (el contorno material, sobre todo los factores geográficos, como el espacio, las ví­as de comunicación, el clima); el social (los elementos especí­ficamente humanos y espirituales, como normas, ideas, valores y su precipitado en usos y costumbres, cultura y civilización, en que es introducido el joven por la así­ llamada socialización); el local (familia, escuela, grupo, aldea, ciudad); y el psicológico (hombres separados en el espacio coinciden espiritualmente, p.ej., miembros de un partido, de una orden religiosa).

La idea de a. es antigua en su contenido: medius locus. El concepto mismo fue introducido en la sociologí­a por Taine y de ella pasó a otras disciplinas, sobre todo a la investigación acerca de la juventud (estudio pedagógico del medio circundante, investigación de la juventud, sociologí­a de la juventud). Como idea pedagógica el a. aparece ya en J: J. Rousseau y J. H. Pestalozzi.

II. A. y persona
Teóricamente hemos de afirmar que, a diferencia del animal con sus «órganos de percepción y acción», el hombre no tiene un «ambiente» insuperable (J.v. Uexküel), sino que está «abierto al mundo», goza de libertad respecto al a., no se halla fijado. De donde resulta que, por su individualidad (de acuerdo con la disposición y de la edad), el hombre determina su a. La solución del problema de la relación entre persona y a. está en la interdependencia: del mismo modo que el a. determina a la persona (sobre todo bajo el aspecto de las disposiciones hereditarias), así­ también la persona configura el a. La aplicación concreta de este principio requiere las siguientes matizaciones:
1. Respecto de la repartición de peso entre persona (con disposiciones hereditarias y con libertad) y a., aparecen diferencias entre individuos y tipos. A través de la gradación de la edad, en el sistema persona-medio el centro de gravedad se desplaza (a consecuencia de la educación) de las circunstancias externas (perí­stasis) al hombre (idióstasis).

2. La persona posee disposiciones que son estables respecto al ambiente (entre las disposiciones de la especie: reflejos, instintos, ciertos impulsos o estí­mulos elementales; entre las disposiciones individuales: movilidad, actividad sensorial, vitalidad, temperamento. Como la forma de crecimiento corporal, pertenecen a la constitución individual), y posee otras que son inestables o lábiles (funciones intelectuales, dotes especiales, resortes espirituales). «Las más profundas capas aní­micas son estables y las superiores lábiles respecto al a.» (H. Remplein). Como también el carácter y las actividades personales ante los valores son lábiles con relación al a., dado el influjo del a. de grupos y del espí­ritu del tiempo, salta a la vista la importancia del a. para la –> educación y la -> pastoral.

3. La paradoja del a. (bajo el presupuesto de la transcendencia sobre el a., o sea, del hecho de que la vida en general y sobre todo el hombre pueden superar los obstáculos de su a.) dice que el hombre se educa mejor (relativamente a sus disposiciones, modelos y estí­mulos) en medio de un a. adverso, pues al crecer las exigencias se intensifican los impulsos educativos (de ahí­ la importancia del cambio de a. y la terapia de a. ). Por lo demás, el a. óptimo está entre el más favorable (que fomenta las formas de lujo y la evolución temprana) y el demasiado desfavorable (que produce el retardo exógeno).

Para explicar como adaptación al a. determinados fenómenos de carácter psí­quico, cultural o social se desarrollaron las así­ llamadas teorí­as del a. (primero por obra de Compte y Taine). Estas teorí­as se fundan en gran parte en generalizaciones exageradas de conclusiones en sí­ rectas de la investigación, y carecen casi de valor por su apriorismo antropológico (p. ej., por su dependencia poco crí­tica de Darwin).

III. A. y pastoral
El hombre como ser social se encuentra en un a. de grupos y, como ser histórico, se halla en una época con el espí­ritu de su tiempo. El a. de grupos, lo mismo que el espí­ritu del tiempo, puede tanto obstaculizar como fomentar la obra pastoral. Para descubrir, más allá «de una teologí­a desmundanizada del alma» (V. Schurr), el recto punto de apoyo para una acción pastoral con esperanzas de éxito, hay que estudiar a fondo el a. con un nuevo análisis (por investigaciones sociológicas) y desarrollar una topologí­a del a. (y, a este respecto, seguramente, en el comportamiento religioso influye más el a. del lugar donde se vive que el a. de trabajo).

Las conclusiones ya logradas por estos estudios rezan así­: mientras un a. social uniforme y cerrado, impregnado de fe, favorece la conducta religiosa y hace que ésta se convierta en norma general, un a. cerradamente hostil a la Iglesia y a la fe puede perjudicar de manera esencial a la conducta religiosa. En cambio, un a. social que lleve el sello religioso en su tendencia fundamental, será favorable – no obstante el pluralismo de religiones y mentalidades – a la conducta religiosa.

El estudio del a. da la siguiente explicación de la crisis religiosa en la actualidad: El a. de la era industrial, ideológicamente pluralista, secularizado en su tendencia fundamental, » no está orientado hacia salvadores» (K. Kindt). Por eso el actual a. hace comprender la tendencia de la religión a aclimatarse en sociedades menores (familia y grupos escogidos) y a una mayor interioridad de la conducta religiosa, con cierta independencia del a. (J. Hóffner). En estas tendencias se supera el llamado «catolicismo del a.» (G. Amery). Está todaví­a sin desarrollar una teologí­a del a., en que se tome en serio la idea de la Iglesia en el mundo, y una pastoral del a.

Roman Bleistein

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica

Contenido

  • 1 Definición
  • 2 Fuente
  • 3 Publicaciones Estudio DelaPuente
  • 4 Enlaces vinculados

Definición

El término ambiente tiene tantas definiciones como personas se propongan definirlo. Sin embargo, una definición útil podría ser la siguiente: el ambiente es la integración de todo aquello que compone el sistema en el que vivimos—biosfera—y la interacción entre los mismos. En buena cuenta, aquello que nos rodea y que tiene una relación con lo que rodea a los demás seres vivos. De esta manera, los componentes del ambiente pueden identificarse en tres grupos: el ambiente natural, que incluye el aire, el agua, el suelo, la flora y fauna, y las interrelaciones entre éstos; el ambiente construido por el hombre, que comprende las ciudades y obras de infraestructura; y el ambiente social, que comprende a los sistemas sociales, políticos y culturales.

Lorenzo de la Puente Brunke,
Abogado especializado en Legislación minera y ambiental,

Fuente

Estudio Delapuente

Publicaciones Estudio DelaPuente

Transcrito por José Gálvez Krüger 31-03-2009

Enlaces vinculados

[1] Avatar y el ecologismo

[2] El macro Ecologismo

[3] El micro Ecologismo

[4] La postura católica frente al ecologismo

[5] La ecología humana

Fuente: Enciclopedia Católica