ALHAJAS Y PIEDRAS PRECIOSAS

En la época bíblica, como en la actualidad, se usaban diversos tipos de alhajas muy estimados tanto por los nombres como por las mujeres (Ex. 11.2; Is. 3.18–21). Se daban como regalos (Gn. 24.22, 53), y constituían un artículo importante del botín de guerra (2 Cr. 20.25). Constituían, además, una forma de riqueza, especialmente antes de que empezaran a usarse las monedas (2 Cr. 21.3), y se empleaban como patrón de valores (Job. 28.16; Pr. 3.15; Ap. 21.11). Entre los diferentes tipos de alhajas mencionados están los brazaletes (Gn. 24.22, 30, 47; Ez. 16.11), los ornamentos para los tobillos (Is. 3.18, 20), los collares (Gn. 41.42; cf. Lc. 15.8, donde las diez dracmas pueden haber sido monedas unidas para formar un collar), las coronas (Zac. 9.16; aquí se compara al pueblo del Señor con piedras en una diadema), los pendientes (Gn. 24.22), los joyeles para la nariz (Is. 3.21), y los anillos (Gn. 41.42; Est. 3.10; Lc. 15.22). Podían ser de oro, plata u otros metales (Ex. 3.22).

Se conocía un número considerable de piedras preciosas y semipreciosas que se utilizaban en la confección de alhajas. Se ha encontrado sellos inscriptos en cornalina o cornerina, calcedonia, jaspe, ágata, ónice, cristal de roca, hematita, jade, ópalo y amatista (D. Diringer, “Seals”, en DOTT, pp. 218–226). Se valoraban las piedras por su rareza, belleza, y durabilidad. No se empleaba el método moderno de facetar sino que se las redondeaba y pulía, y a menudo se grababan y labraban.

En general los antiguos conocían las piedras semipreciosas más que las preciosas propiamente dichas. Dado que muchas especies de piedras se encuentran en una variedad de colores, y debido a que todavía no se había elaborado una terminología científica, no siempre resulta fácil identificar las diferentes piedras que menciona la Biblia, y en algunos casos sólo podemos conjeturar el significado de los términos empleados. La etimología no ayuda mucho ya que muchas de las raíces simplemente significan “centellar”, “destellar”, o cosas similares.

El ágata (šeḇô, Ex. 28.19; 39.12) probablemente correspondía al ágata moderna, un tipo de cuarzo traslúcido con capas de diferentes colores, o al muy similar ónice. En Is. 54.12 (°vrv2 “piedras preciosas”; rsv “ágata”); Ez. 27.16 (kaḏkōḏ; °vrv2 “rubí”), quizá se quiere significar una piedra roja, posiblemente el carbunclo, el jaspe (°sba) o el rubí (°vp) (cf. Ez. 27.16 donde Símaco tiene karjēdonion, o sea carbunclo). Para Ap. 21.19, véase Calcedonia.

El término alabastro (albastron, Mr. 14.3 = Mt. 26.7; Lc. 7.37), originalmente la forma neutra del adjetivo alabastros, se empleaba para significar un frasco de alabastro con cuello largo para guardar perfume, cuello que tenía que romperse para usar el contenido; pero también se aplicaba esta voz para los frascos de esta forma de cualquier material. El alabastro antiguo era una variedad de carbonato de calcio producido por acumulación gradual a partir de una solución en agua, como es el caso de las estalactitas; el alabastro moderno es una piedra más blanda, una variedad de yeso (sulfato de calcio).

La amatista (˒aḥlāmâ, Ex. 28.19; 39.12) era la conocida piedra del mismo nombre, una variedad purpúrea de cuarzo cristalino y transparente (neb “jaspe” la entiende como una piedra egp.). Así también en Ap. 21.20 (amethystos, llamada así porque se suponía que evitaba la intoxicación).

El berilo (taršı̂š, Ex. 28.20; 39.13; Cnt. 5.14 (véase °ci ); Ez. 1.16 y 10.9 (°vrv2 “crisólito”); 28.13; Dn. 10.6) estaba asociado con España (Tarsis), y probablemente era el topacio de oro español, conocido en el mundo antiguo como crisólito. En Ap. 21.20 (bēryllos) se refiere al berilo verde común.

Alhajas y piedras preciosas y semipreciosas como se traducen en algunas versiones de la Bibia

Generalmente se considera que la calcedonia (jalkēdōn, Ap. 21.19, °vm; °vrv2 “ágata”) era una piedra verde ya que Plinio se refiere a un tipo de esmeralda y jaspe como calcedónica (de Calcedonia en Asia Menor). (Algunos autores modernos empleaban el término para referirse a diversos tipos de cuarzo traslúcido, entre los que están incluidos el ágata, el ónice, la cornalina y el crisopraso.)

El carbunclo (bāreqeṯ, Ex. 28.17; 39.10; bāreqaṯ Ez. 28.13) probablemente era una piedra verde dado que la LXX trad. “esmeralda” (smaragdos) en las referencias de Éxodo (cf. °bla ); posiblemente se trate del feldespato verde (neb). (El carbunclo moderno es una piedra roja.) Is. 54.12 (˒eqdah) se refiere a una piedra roja por la derivación de qāḏaḥ. ‘encender’, posiblemente el granate (neb).

El coral (rā˒môt, Job 28.18; Ez. 27.16) puede ser el coral rojo o negro. Por supuesto que no se trata de una piedra preciosa en sentido estricto, ya que es el esqueleto de innumerables pólipos marinos de tamaño pequeño. El vocablo rā˒môṯ aparece también en Pr. 24.7, TM, pero probablemente deba leerse como rāmôṯ, ‘alto’. °vrv2 trad. penı̂nı̂m como coral en Lm. 4.7, donde la referencia es a alguna piedra roja (véase Perla, inf).

Para la cornalina o cornerina véase Sardio, inf.

Crisólito (jrysolithos, Ap. 21.20) es el término antiguo para el topacio amarillo (fluosilicato de aluminio) o cuarzo amarillo. (Nótese que el crisólito antiguo es el topacio moderno, y viceversa.) Para Ez. 1.16; 10.9; 28.13 véase Berilo, sup. Para Ex. 28.17 véase Topacio.

El crisopraso (jrysoprasos, Ap. 21.20) es, en el uso moderno, un tipo de ágata de color verde manzana, pero aquí la identificación es incierta. El nombre sugiere una variedad de tinte áureo.

El cristal (gāḇı̂š; Job 28.18a, °vm, °nbe; °vp, °ci “cristal de roca”; °vrv2 “perlas”) es una sustancia traslúcida (cf. ˒elgāḇı̂š, ‘granizo’), pero G. R. Driver piensa que se trataba del yeso (cf. neb “alabastro”). El término zeḵôḵı̂ṯ (“cristal”, Job 28.17, °vp; °vm “vidrio”, “diamante” en °vrv2) se aplicaba en el mundo antiguo, no simplemente al cristal de roca (cuarzo puro cristalino y transparente). Quizás se refiera al vidrio (así °vm). qeraḥ (Ez. 1.22) se trad. en otras partes como “helada” o “hielo”. En Ap. 4.6; 21.11; 22.1 (krystallon, krystallizō) puede trad. ya sea hielo o cristal de roca.

El diamante (yāhalôm, Ex. 28:18; 39.11; Ez. 28:13; °vrv2 tiene “jaspe” en esta última cita) es de identificación incierta. Es probable que el diamante moderno haya sido desconocido en la época del AT, la primera referencia al cual se encuentra, aparentemente, en Manilio (s. I. d.C.). Probablemente se quiera significar una piedra blanca y opaca (posiblemente la adularia); G. R. Driver sugiere la jadeíta o la nefrita (cf. °nbe). En Jer. 17.1 šāmı̂r significa adamante o esmeril, un tipo de corindón (la sustancia más dura que se conoce, con excepción del diamante) (cf. Ez. 3.9; Zac. 7.12).

La esmeralda (nōfeḵ, Ex. 18.18; 30.11; tamb. Ez. 27.16, donde diversos entendidos consideran que el texto es incierto; en este último caso °vrv2 tiene “perlas”) puede haber sido una piedra verde como la esmeralda moderna, pero en vista de la trad. de la LXX (anthrax, ‘carbón encendido’), algunos especialistas prefieren el granate almadino (°nbe). Ap. 4.3 (smaragdinos) y 21.19 (smaragdos) se refieren a la esmeralda verde.

Generalmente se condiera que jacinto (lešem, Ex. 28.19; 39.12; °vrv1 “ligurio”) era una piedra amarilla; G. R. Driver prefiere una piedra azul como la turquesa p. ej. (neb). En el NT el jacinto (hyakinthos, Ap. 21.20) es una piedra azul, el aguamarina (la variedad azul del berilo), el zafiro o la turquesa. (El jacinto moderno es muy diferente.) Esta palabra se empleaba para indicar un color azul (en el gr. clásico como sustantivo significa el jacinto o la campánula), como en Ap. 9.17 (hyakinthinos), °vrv2 “zafiro”; °vm “jacinto”.

El jaspe (yāšefeh, Ex. 28.20; 39.13; Ez. 28.13) es una piedra verde translúcida. En Ap. 4.3; 21.11, 18–19 iaspis podría referirse al cuarzo verde. La ref. en 21.11 al cristal sugiere una piedra transparente.

Para lapislázuli véase Zafiro.

El ónice (šōham, Gn. 2.12; Ex. 25.7; 28.9, 20; 35.9, 27; 39.6, 13; 1 Cr. 29.2; Job 28.16; Ez. 28.13) se ha tomado como una piedra verde (cf. LXX “berilo” en algunos de estos vv.) o como el ónice (ágata translúcida con capas de color blanco y negro). Esta palabra significa uña, y se llama así justamente porque se parece a una. S. R. Driver prefiere la cornalina roja. Para Ap. 21.20 véase Sardónica, inf.

La palabra perla se encuentra en el AT en Job 28.18a (gāḇı̂š), donde °vm tiene “cristal”. En °vm “perla” aparece como trad. de penı̂nı̂m en Job 28.18b (°vrv2 “piedras preciosas”). El mismo término heb. aparece en Pr. 3.15; 8.11; 20.15; 31.10 y Lm. 4.7 (algunos eruditos la aceptan también como enmienda en Sal. 45.14). En todas estas referencias °vrv2 tiene “piedras preciosas”, excepto en Lm. 4.7, donde tiene “coral”. BDB prefiere “corales” (cf. °nbe, °ci), pero E. Burrows (JTS 42, 1941, pp. 53–64) argumenta que esta voz en realidad significa “perlas”, aunque también tiene el sentido genérico de “alhajas”. La Unger’s Bible Dictionary (1957, pp. 742), piensa que se refiere a las perlas rosadas del mar Rojo, y que esto resolvería el problema de Lm. 4.7, donde se indica una piedra rojiza.

No hay duda de que margaritēs en el NT significa “perla”. Las perlas figuran como artículos de adorno femeninos (1 Ti. 2.9, donde se las mira con desaprobación; Ap. 17.4) y como mercancía (Mt. 13.45s; Ap. 18.12, 16). Cada una de las puertas de la nueva Jerusalén está hecha de una sola gran perla, o posiblemente de nácar (Ap. 21.21). El reino de los cielos es como una fina perla que un hombre trata de obtener a costa de todo lo que tiene (Mt. 13.45s. De acuerdo con el contexto es poco probable que esta parábola se refiera fundamentalmente a Cristo, que da su vida por los hombres, aunque él es, por cierto, el ejemplo supremo de la entrega total por amor al reino). Por otra parte, es necedad tan grande presentar el mensaje cristiano a hombres que se niegan a aceptarlo como echar perlas a los cerdos (Mt. 7.6; cf. Didajé 9.5, donde se usa el dicho de Cristo para justificar la exclusión de los no bautizados de la Cena del Señor).

Rubí es la trad. de kaḏkōḏ en Ez. 27.16, °vrv2 (véase Ágata, sup.). °vm tamb. trad. “rubí” en Is. 54.12 (kaḏkōḏ), mientras que algunas vss. usan “rubí” para penı̂nı̂m donde °vrv2 tiene “piedras preciosas” (véase Perla, sup.).

El sardio (˒ōḏem, Ex. 28.17 (“piedra sárdica”); 29.10; Ez. 28.13 (°vm) era indudablemente una piedra roja (de ˒āḏam, ‘ser rojo’), probablemente el sardio moderno (un tipo de cornalina o cornerina; cf. Ez. 28.13 °vrv2), o sea una forma de cuarzo pardo oscuro o rojo. También figura en Ap. 21.20 (sardios, °vrv2 “cornalina”) y es la cornalina (°vrv2) de Ap. 4.3 (sardinos). Cf. °vm en ambos lugares.

La sardónica o “sardónice” (sardonyx, Ap. 21.20, °vm; °vrv2 “ónice”) en el uso moderno es una forma de ágata con capas de color pardo y blanco; pero según LSJ, los antiguos usaban “ónice” cuando la piedra tenía fondo oscuro con rayas o pintas blancas, y “sardónica” cuando los diversos colores estaban dispuestos en capas.

El topacio (piṭeḏâ, Ex. 28.17; 39.10; Job 28.19; Ez. 28.13) era una piedra amarilla, probablemente cristal de roca amarilo o crisólito (una variedad amarillo pálido de peridoto); cf. Ez. 1.16; 10.9; 28.13, °ci, neb (taršı̂š). Así tamb. en Ap. 21.20 (topazion).

Para Vidrio, véase Cristal.

Zafiro (sappı̂r, Ex. 24.10; 28.18; 39.11; Job 28.6, 16; Cnt. 5.14; Is. 54.11; Lm. 4.7; Ez. 1.26; 10.1; 28.13) es el nombre antiguo del lapislázuli (cf. rsv mg), una piedra de azul intenso con manchas doradas de pirita de hierro (cf. “polvos de oro”, Job 28.6). Ap. 21.19 también se refiere al lapislázuli (sapfeiros). El zafiro moderno (corindón azul) era muy poco conocido por los antiguos. Para Ap. 9.17 véase Jacinto, sup.

La lista más completa de piedras en el AT se encuentra en la descripción del pectoral del sumo sacerdote (Ex. 28.17–20, que se repite en 39.10–13). El pectoral tenía cuatro hileras de tres piedras, cada una grabada con el nombre de las doce tribus de Israel. Autores posteriores, al comentar el AT, consideraban estas doce piedras como simbólicas de los meses del año o los signos del zodíaco (Filón, Vit. Mos. 2. 124ss; Jos., Ant. 3. 186), pero es imposible determinar correlación alguna. Algunos entendidos han cambiado el orden de las piedras en el TM sobre la base de la trad. de la LXX, pero se trata de un procedimiento dudoso.

Una versión abreviada de la misma lista de piedras se encuentra en Ez. 28.13 como descripción de la vestidura del rey de Tiro, cuando según la imagen poética que aquí se emplea estaba en Edén, el huerto de Dios. Se mencionan nueve de las piedras, habiéndose omitido el ágata, el jacinto y la amatista. En la versión que de este vv. hace la LXX, sin embargo, se restituye la lista completa de doce piedras.

En Ap. 21.19s aparece una lista de doce piedras como decoraciones de los cimientos de la nueva Jerusalén. Es evidente que la base de esta descripción es Is. 54.11s (cf. tamb. Tobías 13.16–18). No cabe duda de que el número doce es significativo para Juan, y más de una vez se ha tratado de determinar si las doce piedras tienen algún significado especial. Es probable que la forma de la visión haya sufrido la influencia de la descripción de las doce piedras del pectoral del sumo sacerdote; los eruditos han tratado de hallar una relación más estrecha entre las dos listas de piedras, pero debido a las dificultades de la trad. del heb. al gr., y al hecho de que Juan posiblemente no estaba citando literalmente del Éxodo, es sumamente dudoso que podamos decir que el apóstol fue influido por la descripción en dicho libro, salvo en un sentido general. R. H. Charles (ICC, ad loc.) ha tomado el simbolismo de los signos del zodíaco mencionado anteriormente, y sostiene que las piedras representan dichos signos dispuestos en un orden justamente opuesto al de la trayectoria del sol a través del zodíaco, demostrando de esta manera la verdad de que la nueva Jerusalén y el cristianismo no tienen relación alguna con las religiones en las que se adora al sol; esta teoría no es plausible (T. F. Glasson, JTS, ss. n. 26, 1975, pp. 95–100). Además, es posible que las piedras, como las doce puertas de la ciudad, sean simbólicas de las tribus de Israel (A. M. Farrer, A Rebirth of Images, 1949, pp. 216ss), pero tampoco es posible encontrar equiparaciones convincentes de cada piedra individual con una tribu determinada. A la luz de 21.14 quizás sea más aceptable la sugerencia de que las piedras representan los doce apóstoles, en cuyo caso está claro que no se deben intentar equiparaciones individuales. Lo que no puede negarse en el simbolismo es que en la nueva Jerusalén vemos el cumplimiento de la profecía del AT relativa a la ciudad perfecta de Dios en la que se encuentran su lugar los santos de los pactos del AT y NT. (* Minería y metales; * Ornamentos).

Bibliografía.S. Bartina, “Piedras Preciosas”, °EBDM, t(t). V, cols. 1103–1107; id., “Apocalipsis de san Juan”, La Sagrada Escritura, 1962, NT, t(t). III, pp. 814–819; J. J. Castelot, “Instituciones religiosas de Israel”, Comentario bíblico “San Jerónimo”, 1971, t(t). V, pp. 528–530.

H. Quiring, Sudhoffs Archiv 38, 1954, pp. 193–213; G. R. Driver, HDB 2, pp. 497–500; J. S. Harris, ALUOS 4, 1962–3, pp. 49–83; 5, 1963–5, pp. 40–62; U. Jart., ST 24, 1970, pp. 150–181; RAC 4, pp. 505–535; C. Aldred, Jewels of the Pharaohs, 1971; N. Hillyer, “Precious Stones in the Apocalypse”, NIDNTT 3, pp. 395–398.

I.H.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico