ALFA Y OMEGA

Alfa y Omega (gr. A [álfa] y W [í‡(méga)], primera y última letras del alfabeto griego). Tí­tulo de Dios el Padre y de Cristo que aparece 4 veces en el Apocalipsis (1:8,11; 21:6; 35 22:13; la DHH lo omite en 1:11). Como Juan lo explica, esta expresión significa «el principio y el fin» (v 8; esto implica que Dios es eterno: él siempre fue y siempre será). En 1:8 (cf v 4) y 21:6 (cf 20:11; 21:3, 5) quizá describa a Dios el Padre, pero en 22:13 (cf v 6) se refiere claramente a Cristo. Encontramos un precedente de la frase en Isa 41:4; 44:6; 48:12. Alfabeto. Conjunto de signos que representan las letras utilizadas en el lenguaje articulado. Nuestro alfabeto deriva su nombre de las 2 primeras letras (álfa y beta) pertenecientes a la serie de signos de la lengua griega. Al alfabeto hebreo se lo suele denominar «alefato», como derivación de la primera letra de su serie de signos (‘âlef ). Para un cuadro de los diversos signos y su evolución en la historia, véase Escritura. 13. Alfarero palestino de pie sobre la rueda accionada con sus pies.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

primera y última letras del alfabeto griego. Expresión de las Sagradas Escrituras para significar que Dios es el principio y fin de todas las cosas, el todopoderoso, Ap 1, 8 y 17; 21, 6; 22, 13.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Nombre de iglesias y movimientos religiosos. Estas dos palabras, primera y última del alfabeto griego (principio y fin) las utilizan como nombre varias iglesias, la mayorí­a de ellas tienen una teologí­a evangélica o carismática. No se relacionan necesariamente con grupos que no son cristianos que se identifican de esa manera.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

(Principio y fin).

Al Padre y a Jesús se les llama el Alfa y Omega en Rev 1:7 y 18. Dios, el Senor, debe ser «el todo» para ti y para mí­. Nuestra confianza, nuestra esperanza y nuestra meta. Venimos de Dios, vamos a Dios, y nunca estaremos tranquilos hasta que no lleguemos a Dios.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

La primera y la última letra del alfabeto griego. Se usan estas palabras para expresar la idea de †œprincipio y fin…. el primero y el último† (Apo 1:8, Apo 1:11; Apo 21:6), refiriéndose al †œSeñor… el Todopoderoso†, el cual es eterno. Dios es origen y destino de todas las cosas. Esta manera de expresarse proviene del AT, pues Dios dice: †œYo soy el primero, y yo soy el postrero† (Isa 41:4; Isa 44:6; Isa 48:12). Además, en Lev 26:3-13 se da una lista de las bendiciones que Dios darí­a a Israel si guardaba sus mandamientos que comienza con la primera letra del alfabeto hebreo (alef) y termina con la última (tau), por lo cual los rabinos decí­an que el Todopoderoso Dios bendijo a Israel †œdesde alef hasta tau†, hablándose así­ de totalidad, lo completo. Juan identifica a ese Todopoderoso como el †œSeñor Jesús† (Apo 22:12-13, Apo 22:20).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

(-> libro). Letras primera y última del alfabeto griego: representan a Dios y/o a Cristo como abecedario universal o totalidad del libro de la naturaleza y de la historia (Ap 1,8; 21,6; 22,13). Desde Cristo y con él se pueden decir todas las cosas. En esa lí­nea, el Apocalipsis presenta a Jesús como principio de un nuevo lenguaje universal, que se expresa en el libro de la vida. El mismo Ap ha querido interpretar este lenguaje, presentando a Dios como el que Es, el que Era y el que Viene (origen y final: 1,8; 21,6) y a Cristo como primero y último, principio y fin.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Primera y última letras del alfabeto griego. En el libro de Revelación se usan tres veces como un tí­tulo. Sin embargo, el que dicho tí­tulo aparezca como parte de la traducción de Revelación 1:11, como ocurre en la Versión Valera y en otras traducciones, no tiene el apoyo de algunos de los manuscritos griegos más antiguos, como el Alejandrino, el Sinaí­tico y el Códice Ephraemi Rescriptus. Por esta razón, esta expresión se omite en muchas traducciones modernas.
Aunque muchos comentaristas aplican este tí­tulo tanto a Dios como a Cristo, un examen más cuidadoso demuestra que es privativo del Dios Supremo. El primer versí­culo de Revelación indica que originalmente Dios dio la revelación y la transmitió mediante Jesucristo, por lo que unas veces el que habla (por medio de un representante angelical) es Dios mismo y otras es Cristo Jesús. (Rev 22:8.) De este modo, Revelación 1:8 dice: †œYo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios [BJ; †œJehová Dios†, NM], †˜Aquel que es, que era y que va a venir†™, el Todopoderoso†. Aunque el versí­culo anterior habla de Cristo Jesús, está claro que en el versí­culo 8 el tí­tulo se aplica al Dios †œTodopoderoso†. Con relación a esto, la obra Barnes†™ Notes on the New Testament (1974) dice: †œNo se puede tener absoluta seguridad de que aquí­ el escritor quisiera referirse especí­ficamente al Señor Jesús […]. No es una incongruencia suponer también que aquí­ el escritor quisiera referirse a Dios como tal†.
Este tí­tulo aparece otra vez en Revelación 21:6, y en el versí­culo siguiente se identifica a la persona que habla, al decir: †œCualquiera que venza heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo†. Dado que Jesús se refirió a los que son herederos con él en su Reino como †œhermanos†, no como †œhijos†, el que habla tiene que ser el Padre Celestial de Jesús, Jehová Dios. (Mt 25:40; compárese con Heb 2:10-12.)
La última vez que aparece este tí­tulo es en Revelación 22:13, donde se dice: †œYo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin†. En este capí­tulo de Revelación se registran las palabras de diversas personas: los versí­culos 8 y 9 muestran que el ángel le habló a Juan, es obvio que el versí­culo 16 aplica a Jesús, la primera parte del versí­culo 17 se atribuye al †œespí­ritu y la novia† y está claro que el que habla en la parte final del versí­culo 20 es Juan mismo. Por lo tanto, †œel Alfa y la Omega† de los versí­culos 12-15 puede ser identificado apropiadamente como el mismo que lleva ese tí­tulo las otras dos veces: Jehová Dios. La expresión del versí­culo 12: †œÂ¡Mira! Vengo pronto […], para dar a cada uno según sea su obra†, no obliga a aplicar los versí­culos 13-15 a Jesús, dado que Dios también dice de sí­ mismo que †œestá saliendo† para ejecutar juicio. (Compárese con Isa 26:21.) Malaquí­as 3:1-6 habla de una venida conjunta de Jehová y de su †œmensajero del pacto† para juzgar.
El tí­tulo †œel Alfa y la Omega† transmite la misma idea que las expresiones †œel primero y el último† y †œel principio y el fin† cuando se emplean con referencia a Jehová. Antes de El no hubo ningún Dios Todopoderoso y no habrá ninguno después de El. El hará que la cuestión sobre la autoridad divina tenga un fin triunfante, y será vindicado para siempre como el único Dios Todopoderoso. (Compárese con Isa 44:6.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

La frase «el Alfa y la Omega» es una traducción de la expresión griega to alpha kai to ōmega, la que aparece tres veces en el NT (Ap. 1:8; 21:6; 22:13). Siguiendo al Textus Receptus, la RV60 coloca la frase en Ap. 1:11 también, pero la gran mayoría de los eruditos modernos consideran que la frase no es genuina en este lugar.

Probablemente esta frase se refiere al empleo de la primera y última letra del alfabeto hebreo para señalar a la totalidad de alguna cosa. «El símbolo ṯʾ se consideraba como abarcando las letras intermedias, siendo una indicación de totalidad; y así, representaba aptamente la Shekinah …». (H.B. Swete, The Apocalypse of St. John, Eerdmans Publishing Company, Grand Rapids, Michigan, 1951, p. 10). Cuando la expresión se usa en relación con el tiempo, se produce una transición natural hacia la idea de eternidad.

La expresión es esencialmente la misma que la expresada por Isaías, «Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios» (Is. 44:6). Así que, es una declaración sobre que aquel a quien se aplica la frase es El Eterno.

La expresión en Ap. 1:8 se refiere a la eternidad y omnipotencia de Dios, esto se debe a que hay varias frases explicatorias que modifican el sujeto. Esto no es tan aparente en el texto retenido por la RV60, pero es del todo seguro que el texto original es el retenido por la HA, «Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, y que era, y que ha de venir, el Todopoderoso». En 21:6 la frase es definida adicionalmente por «el principio y el fin», y en 22:13 por las palabras, «el primero y el último». La idea trasmitida en estos dos últimos casos es la misma.

Tanto la literatura patrística como la que le siguió, referían la expresión al Hijo. Sin embargo, parece claro que en 1:8 y 21:6 la expresión se refiere al Padre, mientras que en 22:13 se refiere propiamente al Hijo. Comentando Ap. 22:13, Swete observa, «La frase se puede aplicar en muchos sentidos, pero quizá aquí se usa para referirse especialmente al papel que el Señor tiene en la historia humana. Así como la creación debe su comienzo a la Palabra de Dios, así también él, en su gloria encarnada, la llevará a su consumación por la gran sentencia judicial» (op. cit., p. 307).

Véase también Primero y el Último, El.

BIBLIOGRAFÍA

Arndt; Charles en HDB; H.B. Swete, The Apocalypse of St. John, pp. 279–280, 307.

  1. Lewis Johnson, Jr.

RV60 Reina-Valera, Revisión 1960

HDB Hastings’ Dictionary of the Bible

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (21). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

Esta yuxtaposición de la primera y la última letras del alfabeto gr., que corresponden a las heb. ˒alef y tāw, sólo aparece en el Ap. como autodesignación tanto de Dios (Ap. 1.8; 21.6, donde “el Alfa y la Omega” se explica mediante la expresión paralela “principio y fin”) como de Cristo (22.13, con el mismo paralelo, y la frase adicional “el primero y el último”). En Ap. 22.13 se confirma la divinidad del Hijo al aplicársele lo que se había dicho acerca del Padre. En cada uno de estos casos el término se refiere a la actividad eterna, dinámica y global de Dios o Cristo en la creación y la salvación; es decir, el origen, la preservación y la meta de todas las cosas se han de encontrar en la deidad (cf. Ro. 11.36). Los hebreos, los griegos y los romanos todos empleaban sus alfabetos como numerales, de modo que “alfa y omega” podía fácilmente representar “primero y último” (cf. Is. 44.6, “Así dice Jehová …: Yo soy el primero, y yo soy el postrero” tamb. Ap. 2.8).

S.S.S.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Vea también el artículo Alfa y Omega (en la Biblia)

En la teología judía

Cuando Dios pasó frente al rostro de Moisés en el Sinaí, el gran legislador de Israel exclamó: «Yahveh, Yahveh, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad» [(Éx. 34,6); en la Biblia de Douai, «Oh, Señor, el Señor Dios, misericordioso y clemente, paciente y lleno de compasión y verdad»]. El ser de Dios está lleno de bondad y verdad —Plenitudo veri et boni en la traducción al latín. Estos son los principales atributos morales de Dios. Son el resultado inmediato de sus operaciones divinas, pues Dios es un espíritu infinitamente puro. Su ser es el intelecto y la voluntad. La verdad es el objeto final del intelecto; la bondad lo es de la voluntad. El poeta las alaba y las invoca en el salterio con afecto santo y amoroso, como por ejemplo en los Salmos 25(24),10; 40(39),11.12; 57(56),4.11; 85(84),11; 86(85),15; 117(116),2. De las dos perfecciones verdad y bondad, es la primera la que figura más alto. La verdad es la primera de todas las perfecciones.

La palabra hebrea para verdad es Emeth (hebreo, AMH). Está compuesta por tres letras: álef=alfa, mem=mi y tav=teta. El álef y la tav son la primera y la última letras del alfabeto hebreo, así como el alfa y la omega lo son del griego. Así el término Emeth (verdad) comienza con la primera letra del alfabeto y termina con la última. Esto llevó a los sabios judíos a encontrar un significado místico en esta palabra. La álef, o primera letra de Emeth (verdad), indica que Dios es el primero de todas las cosas. No hubo nadie antes que Él de quien pudiera haber recibido la plenitud de la verdad. La tav, o última letra, significa, de modo semejante, que Dios es la última de todas las cosas. No habrá nadie después de Él a quien pueda legarle. Así Emeth es una palabra sagrada que expresa que en Dios mora la verdad absolutamente y en toda su plenitud. Emeth, como lo dicen verdaderamente los teólogos judíos, es el signaculum Dei essentia (vea el Lexicón de Buxtori). En Yoma 69b. y en Sanh. 64a se relata lo siguiente: «Los hombres de la gran sinagoga oraron a Dios para que eliminara de la tierra al Espíritu del Mal, como la causa de todos los problemas. Un pergamino cayó inmediatamente del cielo con la palabra Verdad escrita en él y, acto seguido, salió un feroz león del santuario. Era el espíritu de la idolatría abandonando la tierra». «Esta leyenda enseña «, dice Hanina «que el sello de Dios es la verdad». (Enciclopedia Judía)

En el uso cristiano

La forma de expresar la eternidad de Dios por medio de la primera y la última letra del alfabeto parece haber pasado de la sinagoga a la Iglesia. Se sustituyó al alfa y la omega por el álef y la tav. Pero la sustitución de las letras griegas por las de la lengua hebrea causó inevitablemente la pérdida de una porción del significado y belleza de la forma de designar a Dios. Las letras griegas alfa y omega no guardan relación con la palabra “verdad”. Omega no es la última letra de la palabra aletheia (verdad), como lo es tav de la palabra Emeth. Tuvo que ser sacrificada la sagrada y mística palabra “verdad”, que a través de sus letras álef y tav expresa en hebreo el ser absoluto y eterno de Dios.

«Alfa-omega» (y su equivalente hebreo) significa una plenitud absoluta, o la perfección. Es un dicho judío que la bendición sobre Israel en Lev. 26,3-13 está completa porque comienza con álef y termina con tav. La perfección absoluta de Yahveh se expresa en Is. 41,4; 44,6, por medio de la frase, «Yo soy el primero y el último». Platón, («De Legibus», IV, 715) describe a Dios de la misma manera: archen te kai teleuten kai mesa ton onton apanton echon, y cita esta frase como un palaios logos (Cf. también Josefo, C. Apion., II, XXIII). La frase expresa adecuadamente la idea de que Dios es eterno, el principio y el fin de todas las cosas. El Cuarto Evangelio, tras declarar que la «Palabra era Dios», dice: «y la Palabra habitó entre nosotros llena de gracia y verdad». La gracia representa a la bondad. La frase es idéntica a Éx. 34,6, «llena de bondad y verdad». Aquí tenemos dos grandes atributos divinos, verdad y bondad, asignados a Cristo en toda su plenitud. Lo que Moisés dijo de Dios, el evangelista lo dice de Cristo. En el Apocalipsis el «alfa-omega», toman el lugar de su equivalente hebreo, y aparece en el primer capítulo para designar a Dios (1,8); pero aparece en los últimos dos capítulos para designar a Cristo (Apoc. 21,6; 22,13). Es un argumento que el autor cree en la divinidad de Cristo.

En los primeros tiempos de la Iglesia el alfa y omega se usaban como el monograma de Cristo. Estas letras se convirtieron en su escudo. El poeta Prudencio dice, «Alpha et Omega cognominatus, ipse fons et clausula omnium quae sunt, fuerunt, quxque puesto futura sunt» (Cathemer., 9, 11). El símbolo alfa-omega era escrito bajo los brazos de la cruz dentro de un círculo o un triángulo. A veces, el alfa se encuentra a la derecha y la omega a la izquierda para indicar que en Cristo el principio y el fin se unen en uno. Este escudo se encuentra en las monedas de los emperadores Constante y Constancio (Martigny, 458-459). Los primeros cristianos tenían las dos letras grabadas en sus anillos de sellar (Vigouroux, Diccionario Bíblico)].

A veces el alfa y la omega aparecen escritos en el nimbo, o halo, del cordero; por ejemplo en las pinturas de las catacumbas de Pedro y Marcelino, siglo III. También encontramos estas dos letras en frescos y mosaicos de varias iglesias antiguas; por ejemplo, en la capilla de Santa Felícita y en San Marcos en Roma; en los mundialmente famosos mosaicos de Rávena, en Galla Placidia, San Crisólogo, San Vitale. Con el paso del tiempo el alfa y omega dejó de ser utilizado como el monograma de Cristo en las pinturas y ornamentos de la iglesia. Durante los últimos siglos las letras I.H.S. (vea abreviaturas eclesiásticas) han tomado su lugar completamente. Sin embargo, recientemente nos volvemos a encontrar con el antiguo lema en las puertas de tabernáculos y en los antipendios.

Fuente: Van den Biesen, Christian. «Alpha and Omega.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. 19 Dec. 2012
http://www.newadvent.org/cathen/01332b.htm

Traducido por Marielle Schmitz San Martín. lhm

Fuente: Enciclopedia Católica