Alalak (ac. Alalah). Antigua ciudad-reino de Siria. El pueblo de Alalak estableció su ciudad en la intercesión de las vías principales que conducían del Mediterráneo al Eufrates (hacia el sur) y desde el Taurus hasta el río Orontes. Aunque no se lo mencione en la Biblia, el valor principal de su descubrimiento reside en la ampliación de nuestro conocimiento del área norte de Siria durante la 1ª mitad del 2º milenio a.C. Entre los objetos encontrados en el lugar, son de suma importancia las numerosas tablillas escritas. Véase Alalak, Tabletas de. Alalak, Tabletas de. Grupo de 466 tabletas escritas en acadio cuneiforme, fechadas en la 1ª mitad del 2º milenio a.C. Fueron descubiertas durante las excavaciones realizadas en Tell Atshân(ah), la antigua Alalak (realizadas por C. Leonard Woolley entre 1937-1939 y 1946-1949), un sitio en el noroeste de Siria (ahora el sudeste de Turquía) cerca del Mediterráneo. La antigua ciudad desempeñó un gran papel en el intercambio cultural entre el Oriente y el Occidente en el 2º milenio a.C. Los textos son importantes porque proveen informaciones sobre la cultura, la lengua y la historia de Siria durante el período patriarcal. A su vez, al reconstruir la historia más o menos detallada de Alalak, aparecen muchas referencias a los imperios de los sumerios, los horeos, los heteos y los egipcios. Mapa XXI, B-4. Bib.: D. J. Wiseman en D. Winton Thomas, ed., Archaeology and Old Testament Study [La arqueología y el estudio del AT] (Londres, 1967), pp 119-135.
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
(ac., hurrita a-la-la-aḫ;
Los 172 textos del palacio de Yarimlim (VII) son en su mayoría contratos y listas de raciones. La ciudad estaba controlada por una familia semita occidental que gobernaba Alepo (Halab), cuyo gobernador Abbael (o Abbán) reprimió una rebelión en Irrid cerca de Carquemis y, ca. 1720, entregó Alalak a su hermano Yarimlim (AT 1). El texto de este primitivo pacto-tratado, y los acuerdos relacionados con el mismo, describen la situación histórica, las estipulaciones, los testigos y juramentos divinos, como es común en la formulación de *pactos posteriores. Otro documento por el mismo escriba enumera las obligaciones religiosas (AT 126). Yarimlim dejó la ciudad a su hijo en su testamento (AT 6), lo cual certificaron funcionarios oficiales, quizá para evitar las rivalidades a su muerte (cf. 1 R. 1.17–36). No obstante, otro hijo, Irkabtum, lo sucedió e hizo la paz con los hapiru seminómades (* Hebreo, * Abraham). La ciudad cayó ante el hitita Mursilis I cuando capturó Alepo (ca. 1600 a.C.).
Después de un intervalo (V), Idrimi, el hijo menor de un rey de Alepo, sufrió el exilio, como lo cuenta en su autobiografía, inscripta en forma de discurso en su estatua. Después de vivir entre los hapiru en Canaán durante 7 años recibió la seguridad divina de que debía montar una operación anfibia para recapturar Mukís. Volvió a entrar en su capital Alakak, fue aclamado por el pueblo, fue hecho rey, y edificó un palacio y un templo con despojos tomados en la guerra (ca. 1470 a.C.). Este relato se ha comparado con las experiencias de David (1 S. 22.3ss). Idrimi concertó tratados con estados vecinos para reglamentar la extradición de esclavos escapados (AT 3,
Para el AT el interés principal de estos textos radica en la comparación de las costumbres y el idioma con los relatos de Gn. En los contratos matrimoniales (AT 91–94), al futuro suegro se le “pedía” la novia (cf. Gn. 29.18), a la que se le hacía obsequios con tal motivo (AT 17). Algunos contratos estipulan que si luego de siete años todavía no hay hijos varones, el esposo podía casarse con una concubina (cf. Gn. 29.18–21); sin embargo, si posteriormente la primera esposa le daba un hijo varón este último venía a ser el primogénito (AT 92; cf. Gn. 21.10).
El rey mantenía un firme control, legal y económicamente, sobre los ciudadanos de todas las clases, incluyendo los selectos guerreros-maryanu (que tamb. tenían obligaciones religiosas, AT 15), los libertos, y los servidores rurales semilibres, entre los que figuraban hupšu (hofšı̂, Dt. 15.12–18).
Algunos individuos eran obligados a saldar sus deudas mediante el recurso de hacerlos ir al palacio a “morar en la casa del rey” (AT 18–27, 32; cf. Sal. 23.6). Los esclavos no eran numerosos, y se los podía recibir ya sea como prisioneros de guerra o como obsequio (AT 224). Se los evaluaba en unos 25 ciclos de plata, y algunos contratos incluían cláusulas contra su liberación mediante amnistía real (AT 65). Los servicios no remunerados (mas) regían en Alalak, como ocurrió posteriormente en Israel (AT 246; Jos. 17.13). Todo esto ocupaba con seguridad la mente de Samuel por lo menos cuando los israelitas pidieron un tipo semejante de realeza (1 S. 8).
Otras costumbres que podrían ilustrar ciertas prácticas bíblicas son el intercambio de aldeas con el objeto de preservar las fronteras entre estados a lo largo de rasgos geográficos naturales y defendibles. Esto quizás esté reflejado en el “regalo” de 20 ciudades que Salomón le hizo a Hiram de Tiro a cambio de madera y oro (1 R. 9.10–14;
La población mixta, semita y hurrita, de la zona desde los tiempos más primitivos (VII) ofrece significativos paralelos hurritas (* Horeos) para nombres tales como Aná, Aholibama, Alván (Alián), Aja, Disón, Ezer (Gn. 36), Anat y Samgar (Jue. 3.31), Toi (2 S. 8.9), Age (2 S. 23.11), Eliaba (2 S. 23.32) (JTVI 82, 1950, pp. 6).
Bibliografía.C. L. Woolley, A Forgotten Kingdom, 1953; Alalakh, 1955; D. J. Wiseman, The Alalakh Tablets, 1953 (=AT);
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico