Abrahán (heb. ‘Abrâhâm, «padre de una multitud» [como sugiere la expresión ár. ruh~m, «multitud»]; aparece por primera vez en textos de Ebla del período prepatriarcal y luego en bab. antiguo como Abraham; egip. del s XIX a.C., ‘Ibwrhni [el nombre de un príncipe palestino]; sudar. ‘brhn; en la lista de lugares de Palestina conquistados por Sisac, ‘lbrm; ugar. ‘Abrm; en un antiguo sello heb., ‘brm; gr. Abraám). Patriarca a quien el pueblo hebreo considera como su primer antepasado étnico (aunque también lo es de otros pueblos). 2. Pintura antigua, en la que se ve a Abrahán recibiendo la promesa, encontrada en el s III en la sinagoga de Dura Europos (Mapa XIII, C-5). I. El mundo en que vivió. Abrahán nació en Ur durante el período neosúmero. Alrededor del 1960 a.C., poco antes de su nacimiento y de acuerdo con la llamada Cronología Corta, cayó la fuerte 3ª dinastía de Ur (que había gobernado por más de 100 años). Fue reemplazada por las dinastías rivales de Isin y de Larsa, bajo las cuales Ur declinó algo en importancia como centro político del valle mesopotámico. Durante los 75 años que Abrahán vivió en Ur y en Harán, el país estuvo bajo el dominio de gobernantes súmeros, aunque los amorreos, que ya habían dominado la mayor parte de Siria y Palestina, estaban penetrando en Mesopotamia. Hacia el 1830 a.C. fundaron 10 la poderosa 1ª dinastía de Babilonia, cuyo 6º rey, Hamurabi (c 1728-1686 a.C.), fue el gobernante más notable. Cuando Abrahán entró en Canaán, encontró el país mayormente en manos de los amorreos. Sin embargo, no era un estado unificado, pues lo componían numerosas ciudades estados de diversos tamaños, con reyes y reyezuelos de origen amorreo como la clase dominante. Egipto, por su parte, estaba regido por los poderosos reyes de la 12ª dinastía (1991-c 1780 a.C.). Si Abrahán estuvo en Egipto entre 1875 y 1864 a.C. (véase Gen_12), debió haber conocido a Sesostris III, faraón de Egipto, quien gobernó desde 1878 hasta 1840 a.C. De acuerdo con antiguos registros, este rey dirigió campañas militares contra Palestina y contra Skmm (que podría ser Siquem), pero no ocupó el país. Parecería que la campaña fue sólo para castigar la ciudad y no conquistarla. Durante el tiempo de Abrahán se realizaron las campañas militares descriptas en Gen_14 No se ha podido identificar a alguno de los reyes con monarcas conocidos de fuentes seculares; sin embargo, los hallazgos arqueológicos confirman la narración. Las exploraciones de Albright y Glueck descubrieron evidencias de que una cultura floreciente y muchas ciudades de Transjordania fueron destruidas en los ss XX o XIX a.C., y que el país estuvo mayormente deshabitado por varios siglos después de esto. También existen indicios de que Sodoma y Gomorra, que presumiblemente estaban en el extremo sur del Mar Muerto, fueron destruidas en ese tiempo. Estas ciudades se mencionan en un texto cuneiforme de Ebla* del período prepatriarcal. Véanse Amrafel; Arioc; Bera; Birsa; Quedorlaomer; Semeber; Sinab; Sodoma; Tidal. II. Su vida. La vida de Abrahán se puede dividir en 4 grandes períodos: 1. Antes de entrar en Canaán; hasta los 75 años. 2. Peregrinación temprana en Canaán hasta el nacimiento de Isaac; unos 25 años. 3. Desde el nacimiento de Isaac hasta la muerte de Sara y el casamiento de Isaac con Rebeca; unos 40 años. 4. Vida posterior, ancianidad y muerte; unos 35 añHos_1 Antes de entrar en Canaán. Abrahán nació en la ciudad de Ur o cerca de ella, en la Mesopotamia inferior. De acuerdo con la cronología bíblica adoptada en este Diccionario, Abrahán nació en el 1950 a.C., salió de Harán rumbo a Canaán (después de la muerte de su padre) en el 1875 a.C., visitó Egipto entre 1875 y 1864 a.C., y murió en el 1775 a.C. (después de haber vivido en Canaán durante 100 años). El padre de Abrahán, Taré, tuvo otros 2 hijos: Nacor y Harán, padre de Lot (Gen 11:27). La familia adoraba dioses paganos como también al verdadero Dios (Jos 24:2). El registro del Génesis no dice nada acerca de la aparición de Dios a Abrahán antes de su salida de Ur, pero Act 7:2-4 claramente aplica el mandato de Gen 12:1-3 al período durante el cual la familia todavía vivía en Ur. El destino original de la caravana familiar de Abrahán, Taré, Nacor y Lot era Canaán (11:31). Pero primero se establecieron en Harán, al norte de la Mesopotamia, aunque no se sabe cuánto tiempo permanecieron allí ni tampoco por qué se quedaron en ese lugar. Tal vez sólo tenían planes de permanecer lo suficiente como para dar descanso a sus rebaños, o quizá la edad avanzada de Taré impedía que el grupo prosiguiera el viaje (cf v 32). Además, que Nacor no acompañara a Abrahán hacia Canaán, después de la muerte de su padre, puede implicar que la opiniones sobre abandonar las ricas tierras de pastoreo de Harán estaban divididas. Sin embargo, con el tiempo a Abrahán se le repitió la orden, quien tomó consigo a su sobrino Lot y salió de Harán hacia Canaán. Aparentemente los 2 habían acumulado considerables «bienes» -mayormente en la forma de rebaños de ganado- y muchos esclavos y sirvientes (12:1-5). 2. Peregrinación temprana en Canaán hasta el nacimiento de Isaac. Durante los 25 años que transcurrieron entre la entrada a la tierra de Canaán y el nacimiento de Isaac, la familia patriarcal se mudó de un lugar a otro. De Siquem, el 1er lugar donde se asentaron (Gen 12:6), viajaron hacia el sur de Betel (v 8), de allí hacia el Neguev (o región del sur; v 9) y finalmente a Egipto (v 10). Luego regresaron al Neguev (13:1) y a Betel (v 3), y finalmente se asentaron en Mamre, cerca de Hebrón, donde permanecieron la mayor parte de su período de peregrinación (13:18-19; 38). No mucho antes del nacimiento de Isaac, Abrahán peregrinó otra vez hacia el Neguev y «habitó como forastero en Gerar» (20:1). El viaje a Egipto aparentemente se realizó no mucho después de la entrada de Abrahán a Canaán. La sequía y el hambre, que periódicamente sufrían los habitantes de Palestina, lo impulsaron a buscar alimento en un país donde por lo general había abundancia, a pesar de que casi no tiene lluvias (Gen 12:10). Mientras estuvo en Egipto, el temor por su seguridad personal condujo al patriarca a presentar a Sara como su hermana. Esta evidente falta de fe en la protección de Dios le creó una situación 11 vergonzosa, que terminó con su expulsión de la tierra (vs 11-20). Cuando Abrahán regresó a Canaán era «riquísimo en ganado, en plata y en oro» (13:1, 2); Lot también tenía «ovejas, vacas y tiendas» (v 5). La falta de pastos y de agua para estos grandes rebaños provocó la separación del patriarca y su sobrino. Lot se asentó primero en el fértil valle del Jordán y más tarde fue «poniendo sus tiendas hasta Sodoma»; Abrahán regresó a Mamre, cerca de Hebrón (vs 6-18), donde habitó unos 20 años. Durante su permanencia en ese lugar ocurrieron muchos acontecimientos importantes. El primero de ellos fue la invasión de una confederación de 4 reyes de la Mesopotamia bajo la conducción de Quedorlaomer (Gen 14:1-10). Cinco reyes de la región de Sodoma se unieron contra los invasores, pero fueron derrotados, y sus habitantes llevados cautivos y sus bienes saqueados (vs 11, 12). Al saber que su sobrino Lot estaba en manos de los invasores, Abrahán los siguió con su propio ejército particular de 318 hombres y rescató a los cautivos, que estaban en la zona próxima a Sodoma, y sus posesiones (vs 13-16). Al regresar de esta expedición Abrahán se encontró con Melquisedec, sacerdote y rey de Salem,* y le dio «los diezmos de todo» (vs 17-24). Poco después de esta experiencia, el Señor hizo un pact o solemne con el patriarca, asegurándole que sus descendientes poseerían Canaán (cp 15). Como en Mamre pasaban los años y no nacía ningún heredero, Abrahán tomó el asunto en sus manos y se casó con Agar, la sierva egipcia de su esposa, quien le dio su primer hijo: Ismael (16:1-4). Este casamiento desafortunado produjo discordia en el hogar y culminó con la expulsión de Agar y de Ismael (16:5- 16; 21:9-21). Durante su permanencia en Mamre, Dios renovó su pacto con Abrahán e instituyó el rito de la circuncisión como señal del pacto (Gen_17). Más tarde, el Señor le apareció en la forma de un caminante y le renovó la promesa de un hijo y heredero; en la misma ocasión le reveló la inminente destrucción de Sodoma y sus ciudades vecinas, lo que ocurrió al día siguiente (cps 18 y 19). Poco después de este acontecimiento la familia patriarcal se mudó a Gerar, donde Abrahán otra vez alegó que Sara era su hermana y no su esposa (cp 20). 3. Desde el nacimiento de Isaac hasta la muerte de Sara y el casamiento de Isaac con Rebeca. No mucho después de su mudanza a Gerar, nació Isaac (Gen 21:1-7). Las fricciones entre Sara y Agar aumentaron -sin duda acerca de quién sería el heredero-, lo cual derivó en la expulsión definitiva de Agar e Ismael del hogar (vs 8-21). Abrahán permaneció en Gerar y en Beerseba hasta que Isaac llegó a la juventud (vs 22-34). Mientras vivía en Beerseba, Dios probó su fe al pedirle que ofreciera a su hijo como sacrificio. Después de 50 años de residencia en Canaán, todavía no se habían cumplido las promesas de Dios de que la tierra se le daría a él y a sus descendientes; pero, con repetidas pruebas para su fe, ésta se elevó resplandeciente y triunfante en la prueba suprema (cp 22). El autor de He. dedica casi 1/3 de su comentario -acerca de la vida fiel de los antiguos hombres de Dios-, a narrar los incidentes de la vida de Abrahán que demostraron su fe (Heb 11:8-19). Hacia el fin de este período de peregrinación en Canaán, Abrahán aparentemente regresó a Hebrón, donde Sara murió a la edad de 127 años (Gen 23:1, 2). Allí compró a un heteo local la 1ª porción de Canaán que le perteneció: la cueva de Macpela y el campo en el que ésta se encontraba, y allí sepultó a su amada esposa (vs 3-20; figs 3, 250, 329). 3. Entrada a Jaram en Hebrón, el sitio de la cueva de Macpela. La pared tan bien construida del centro de la figura data del tiempo de Herodes el Grande. Con la muerte de Sara, Abrahán percibió que su propia vida pronto terminaría. Aunque Isaac tenía casi 40 años, aún no se había casado, y el patriarca se sintió impulsado a hacer provisión para la perpetuación de la línea familiar acerca de la cual se le habían hecho las promesas. Por eso envió a su fiel mayordomo 12 Eliezer a Mesopotamia, donde vivían sus parientes (Gen 22:20-24), para buscar una esposa para Isaac, una mujer que pudiera comprender y apreciar los privilegios y las responsabilidades del pacto (24:1-9). La misión fue coronada con el éxito, y a su debido tiempo Eliezer regresó a Canaán con Rebeca, hija de Betuel, sobrino de Abrahán, quien era hijo de Nacor (vs 10-67). El amor cementó la unión así arreglada, y unos 20 años más tarde nacieron los primeros niños (25:20-26). 4. Vida posterior, ancianidad y muerte. Durante unos 35 años después de su casamiento, Isaac compartió el hogar paterno con Abrahán, quien se casó otra vez y crió varios hijos que le dio Cetura (Gen 25:1- 4). Antes de su muerte, a la edad de 175 años, Abrahán hizo arreglos para el traspaso a Isaac de los bienes, los derechos y los privilegios que le correspondían como heredero de las promesas del pacto (25:5), mientras que los otros hijos recibieron regalos abundantes -sin duda, ovejas y vacas- y los envió hacia el este (v 6). Ismael e Isaac enterraron a su padre en la cueva de Macpela, donde algún tiempo antes habían enterrado a Sara (vs 8-10). A pesar de las debilidades comunes a todos los hombres, Abrahán perseveró en el propósito de toda su vida de caminar por donde Dios lo dirigiera, ya fuera en el largo viaje de Ur a Canaán o al monte Moriah para ofrecer a su único hijo, el hijo de la promesa. Mediante el fuego de las pruebas, las demoras y el chasco, su fe se fue perfeccionando, por lo que pudo ser llamado «amigo de Dios» (Jam 2:23). La elevada estima en que apropiadamente lo tuvieron sus descendientes, con el tiempo degeneró casi hasta el punto de ser honrado por encima de Dios. Pero el brillo de su fe y su larga vida de devoción a la voluntad de Dios resplandecen sin marchitarse por todas las generaciones. Véase Abram.
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
De significado discutido: «el Padre (Dios) es excelso», «Padre de muchos pueblos». Es el personaje central en la época de los patriarcas y el punto de arranque del Pueblo de Dios, tanto en su vertiente carnal (los israelitas) como en la espiritual (la Iglesia cristiana). Abrahán ocupa un puesto privilegiado en la historia de la salvación. Es considerado padre por judíos, cristianos y musulmanes. La paternidad espiritual de Abrahán sobre los cristianos es un tema de San Pablo (Rom 4,16). Abrahán es, pues, nuestro padre en la fe. Porque de él procede el Pueblo de Israel y porque la Iglesia de Cristo, a la que pertenecemos, es el verdadero Israel. Pero también porque Abrahán es considerado como el prototipo de la fe. El creyó en Dios, se fió plenamente de El, aun en los momentos de las pruebas más costosas, y Dios, a cambio de esta fe sin reservas, le confirió la justicia, porque el fundamento de nuestra salvación radica no en la fragilidad de nuestras obras, sino en la fortaleza de nuestra fe. Abrahán fue un emigrante, que por razones de tipo religioso (Dios se lo ordenó), pero también por razones de tipo sociopolítico, tuvo que dejar su patria, hacia el año 1800 a. de C., y salir a tierra extraña para organizar su vida y dar a su vocación satisfacción cumplida. En los evangelios y en boca de Jesús aparece con frecuencia (Mt 1,1-2; 2,18; 3,9; 8,11; Mc 12,26; Lc 1,55; 1,73; 3,8; 13,28; 16,23-24; 19,9; 20,37; Jn 4,5. 6. 12; 8,33-58). —> .
E.M.N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
1 Historia y pervivencia
-> tierra, fe). La figura de Abrahán, con las tradiciones israelitas más antiguas, es el tronco o raíz común para judíos, cristianos y musulmanes. Todos ellos son monoteístas y veneran, como padre o inspirador, a Abrahán, a quien miran como el primero de los creyentes, que vivió entre el siglo XV y el XII a.C. y rechazó el politeísmo de su entorno (de su tierra y gente) para iniciar un camino de búsqueda religiosa muy intensa que sigue definiendo y motivando a sus seguidores. Posiblemente fue monólatra: adoró sobre todo (o sólo) a una divinidad de su familia (Dios de sus antepasados: cf. Gn 28,13; 32,42.53); vivió en la estepa, junto a Palestina. Por detrás de él se extiende para la Biblia (Gn 1-11) el tiempo de los mitos y símbolos que trazan el sentido de la humanidad en su conjunto: Adán y Eva, Caín y Abel, diluvio universal, arca de Noé y torre de Babel… Con él empieza la historia israelita, cuando Dios le llama del oriente (Ur de los caldeos, al sur de Mesopotamia) para iniciar un camino de búsqueda y fidelidad monoteísta que sigue definiendo a judíos, cristianos y musulmanes (cf. Gn 12-25). Es difícil separar su recuerdo histórico y su leyenda creyente (Abrahán de la historia y de la fe), pero en él han visto los monoteístas el principio de su nueva experiencia religiosa, fundada en la llamada de Dios y en la esperanza de bendición universal.
(1) Los judíos consideran a Abrahán como padre nacional legítimo, a través de su esposa Sara y su hijo Isaac (con Jacob y sus hijos, fundadores de las doce tribus). Abrahán aparece así como iniciador de una nación muy concreta de creyentes que asumen su fe y se encuentran vinculados por su misma sangre (todos comparten su ascendencia, son un mismo pueblo, semilla de Abrahán) y por la tierra que Dios les prometió (Palestina), como indica el texto fundacional de Gn 12,1-3: «Sal de tu casa y de tu parentela, vete a la tierra que yo te mostraré; yo haré que seas pueblo grande… de manera que en ti serán benditas todas las naciones de la tierra». Estrictamente hablando, la vieja religión israelita en cuanto tal ya terminó. Han cambiado las circunstancias populares, culturales y sociales del antiguo pueblo, pero quedan los grandes símbolos, recogidos en la Escritura (peregrinación de los patriarcas, éxodo y pascua, paso por el mar Rojo…) y las palabras y experiencias de los grandes profetas fundadores del siglo VII-V a.C. Queda así el judaismo como reinterpretación nacional de la fe de Abrahán y como respuesta específica de aquellos que en el siglo I-II d.C. quisieron mantener como pueblo su experiencia religiosa. Conforme a esta visión, Dios se ha vinculado para siempre a una nación escogida, de forma que por medio de ella manifiesta su misterio y el sentido de su ley eterna. Tras la muerte de Jesús y la destrucción del templo de Jerusalén, con el exilio masivo del pueblo, el judaismo nacional ha querido mantener el valor eterno de la elección israelita dentro de los moldes de su propia tradición cultural, social y religiosa.
(2) Los cristianos consideran a Abrahán como padre de los creyentes por Cristo. Ellos piensan que la herencia de Abrahán no se expande a través de una ley y de una genealogía nacional, sino por medio de una fe y una experiencia personal como la de Jesús, que les ha permitido reinterpretar y aplicar de forma universal los principios religiosos del patriarca israelita, entendido ahora como padre de todos los creyentes: «Creyó Abrahán en Dios antes de ser circuncidado (antes de cumplir la ley judía) para así ser padre de todos los creyentes, sean incircuncisos (como era entonces Abrahán) o circuncisos (como lo será después y con él los judíos que cumplen la Ley de Moisés)» (cf. Rom 4,2.9-12; con cita de Gn 15,6). Por eso, Dios le ha destinado a ser principio de un nuevo camino religioso, por medio de la fe en Jesús, que es el verdadero «descendiente» de Abrahán, de manera que «si sois de Cristo sois esperma [= descendencia] de Abrahán; herederos de la promesa» (Gal 3,16-17.28-29). Pablo ha puesto de relieve la fe de Abrahán «el cual es padre de todos nosotros, como está escrito: padre de muchos pueblos te he constituido [Gn 17,5], ante Dios en quien creyó como en aquel que resucita a los muertos y llama a la existencia a lo que no existe» (Rom 4,16-18). Abrahán es padre por haber creído en Dios, dentro de la perspectiva judía más clásica, que se expresa por ejemplo en las Dieciocho Bendiciones*: «Tú eres poderoso… para mantener a los vivos por tu misericordia y para resucitar a los muertos por tu gran piedad, tú que sostienes a los que caen, curas a los enfermos, das libertad a los cautivos y guardas tu fidelidad a los que duermen en la tierra… Bendito eres Yahvé, que das la vida a los muertos». Este es el Dios judío, éste es el Dios de Abrahán. Por eso, los judíos habrían empezado aceptando estas palabras. Pero, en un segundo momento, Pablo desborda desde dentro el nivel de una fe judía que se cierra en la Ley, pues lo que le importa es «la justicia de la fe». Por ella es Abrahán padre de los creyentes, no por su circuncisión ni por el cumplimiento de unas obras de la Ley. Siendo totalmente israelita, el Dios de la fe de Abrahán rompe las barreras del judaismo nacional, pues su camino vale para todos los creyentes, sean judíos o no judíos. En ese principio creyente de Abrahán no hay lugar para la Ley, de manera que se vuelve secundaria la circuncisión, la observancia de los ritos alimenticios, las ceremonias de sábados o fiestas… En el centro de la vida de Abrahán sólo queda ya la fe. Fortalecido por ella, el antiguo patriarca ha iniciado un camino de gracia que culmina en Cristo, con una fe que no se centra ya en el Dios que resucita a los muertos en general, sino en el que ha resucitado a Jesús. El cristianismo aparece así como una respuesta integradora y abierta de la misma identidad israelita, iniciada con la fe de Abrahán. Los cristianos no quieren negar sino abrir, no quieren mutilar sino expandir a todos los pueblos la promesa y gracia de la religión de Israel; en ese sentido podemos y debemos afirmar que, no siendo judíos, ellos quieren ser y son auténticos israelitas, hijos de Abrahán y herederos de su promesa espiritual, por medio de Jesús, a quien conciben como el verdadero creyente, guía de todos los que confían en Dios.
(2) Los musulmanes son una expansión posterior de la misma fe de Abrahán, a quien conciben como padre biológico y espiritual del nuevo pueblo creyente que Mahoma suscitó entre los árabes. Ellos conciben a Abrahán como padre biológico de Ismael, por medio de Agar (la mujer que la tradición israelita presenta como esclava: cf. Gn 16), y así lo presentan como progenitor de los árabes, nuevo pueblo escogido. Pero, siendo padre biológico de los musulmanes árabes, Abrahán es padre espiritual de todos los creyentes, es decir, de todos los que asumen su camino de fe, reflejado en la Ciudad Santa de La Meca, con su Kaaba o Piedra de Dios, que él mismo construyó y purificó con su hijo Ismael: «Y acordamos con Abrahán e Ismael que purificaran Mi Casa para los que dieran las vueltas, para los que acudieran a hacer un retiro, a inclinarse y prosternarse. Y dice luego Abrahán, pidiendo a Dios: Haz, Señor, que nos sometamos a ti (= que seamos musulmanes), haz de nuestra descendencia una comunidad (= Umma) sumisa a Ti, muéstranos nuestros ritos y vuélvete a nosotros. Tú eres ciertamente el Indulgente, el Misericordioso. Señor, suscita entre ellos a un Enviado de tu estirpe que les recite tus aleyas y les enseñe la Escritura y la Sabiduría y les purifique. Tú eres el poderoso, tú eres el sabio» (Corán 2,127-130).
Cf. G. CAí‘ELLAS, Abrahán: Tras el Dios desconocido. Los patriarcas: historia o leyenda, Biblia y Fe, Madrid 1990; K. J. KUSCHEL, Discordia en la casa de Abrahán. Lo que separa y lo que une a judíos, cristianos y musulmanes, Verbo Divino, Estella 1996; R. MICHAUD, Los patriarcas. Historia y teología, Verbo Divino, Estella 1997; X. PIKAZA, Globalización y monoteísmo, Verbo Divino, Estella 2002; W. VOGELS, Abraham y su leyenda: Génesis 12,1-25,11, Desclée de Brouwer, Bilbao 1997.
ABRAHíN
2. Sacrificio del hijo
(Gn 22) (-> -> Isaac, sacrificios, Jefté). Dentro de la tradición bíblica, Abrahán es el primero y quizá el más grande de los símbolos de Dios. Tuvo un hijo y pudo pensar que el futuro era suyo (como Adán/Eva de Gn 2-3 piensan que es suyo el árbol del paraíso). Pues bien, Dios se lo pide: le dice que renuncie al fruto de su vida, que renuncie a lo más querido (que es su hijo), y él está dispuesto a renunciar.
(1) Texto. En el fondo de ese pasaje sorprendente (Gn 22) se pueden oír resonancias de viejos recuerdos paganos: los hombres del entorno habían ofrecido a Dios sus primogénitos, como recuerda la misma Biblia. Pero la gran aportación de nuestro texto no es la posible pervivencia de un ritual de sacrificios, sino el gesto de obediencia radical del padre, es decir, de Abrahán, y la sustitución del sacrificio del hijo: «Dios probó a Abrahán. Lc dijo: ¡Abrahán! Este respondió: ¡Aquí estoy! Y Dios le dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único hijo, Isaac, a quien amas, vete al país de Moria y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Abrahán se levantó muy de mañana, ensilló su asno, tomó consigo a dos de sus siervos y a Isaac, su hijo. Después cortó leña para el holocausto, se levantó y fue al lugar que Dios le había dicho. Al tercer día alzó Abrahán sus ojos y vio de lejos el lugar. Entonces dijo Abrahán a sus siervos: Esperad aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a vosotros. Tomó Abrahán la leña del holocausto y la puso sobre Isaac, su hijo; luego tomó en su mano el fuego y el cuchillo y se fueron los dos juntos. Después dijo Isaac a Abrahán, su padre: ¡Padre mío! El respondió: ¡Aquí estoy, hijo mío! Isaac le dijo: Tenemos el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? Abrahán respondió: Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. Cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, Abrahán edificó allí un altar, compuso la leña, ató a Isaac, su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Extendió luego Abrahán su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Yahvé lo llamó desde el cielo: ¡Abrahán, Abrahán! El respondió: ¡Aquí estoy! El ángel le dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada, pues ya sé que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste a tu hijo, tu único hijo. Entonces alzó Abrahán sus ojos y vio a sus espaldas un carnero trabado por los cuernos en un zarzal; fue Abrahán, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo» (Gn 22,2-13).
(2) Sacrificio de Dios. El don del hijo. En un primer nivel parece que Dios nos quita al hijo: nos pide aquello que más queremos, para así liberarnos del mismo deseo posesivo. Nos pide lo más íntimo y propio, para que así descubramos que nada es nuestro, es decir, que nada conseguimos por imposición, en un nivel de lucha, dentro del talión o ley del mundo. Conforme a los principios del puro talión, no se podría haber mantenido la humanidad sobre la tierra: el mundo seguiría siendo campo de batalla, deslizándose siempre hacia la muerte. Allí donde cada uno queremos mantener lo nuestro corremos el riesgo de enfrentarnos todos, en espiral de muerte. Pues bien, superando ese nivel, este pasaje nos lleva, de forma sorprendente, al lugar en el que podemos confiar en Dios y escuchar su palabra por encima de esa misma espiral de muerte. En este Abrahán anciano, que cede todo ante Dios y que está dispuesto a sacrificar en la montaña su última esperanza, viene a desvelarse la hondura del nuevo comienzo israelita, asumido por judíos, cristianos y musulmanes. Unos y otros nos sabemos vinculados al patriarca de la fe, que sube a la montaña para ofrecer a Dios aquello que más quiere (todo lo que tiene). Es evidente que en el fondo del texto se pueden recordar historias de muertes y sacrificios humanos, como sabe bien la Biblia israelita. Pero la aportación de Gn 22 no es el recuerdo duro de los sacrificios antiguos de hijos o hijas, sino el nuevo gesto de obediencia radical del padre Abrahán. En un primer nivel parece que Dios nos quita al hijo: nos pide aquello que más queremos, para así liberarnos del mismo deseo posesivo; pero no lo hace para abandonarnos al vacío de la desesperación, sino para poder acceder a un nivel más hondo de confianza en Dios. Se hace así posible un tipo de paternidad distinta, expresada y realizada en dimensión de fe: «por no haberte reservado tu único hijo, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes…» (Gn 22,17).
(3) Una vida de fe. Sólo porque ha puesto en manos de Dios a su propio hijo, sólo porque ha entendido y expresado su vida como un gesto de confianza radical en la Vida de Dios, esperando contra toda esperanza, Abrahán puede desvelarse como padre en fe (desde la fe) para todos los creyentes. Por vez primera, dentro de la Biblia, viene a expresarse de esa forma el sentido de una paternidad creyente, en ámbito de gracia. Ciertamente, Eva se había desvelado como madre de todos los vivientes (Gn 3,20); pero ella se movía (al menos en principio) en un nivel de engendramiento biológico. Adán y Noé podían llamarse padres; pero ellos no habían suscitado un futuro de fe para sus hijos. Sólo ahora, allí donde Abrahán ha renunciado a todo, incluso a lo que Dios mismo le ha dado, mostrándose dispuesto a sacrificar incluso su esperanza (su mismo hijo), ha expresado Dios su más intensa paternidad materna, abierta a la esperanza y gracia de lo humano. Abrahán se vuelve así espejo del Dios que toma la iniciativa y abre en medio de los hombres un camino de esperanza en el comienzo de la Biblia.
(4) Sacrificio simbólico. Ciertamente, el relato incluye un sacrificio sustitutorio que está dentro del esquema teológico-sacral de aquel momento: el hombre ofrece a Dios el cordero en vez del hijo. Pero ese sacrificio es de carácter simbólico: Dios no necesita que le demos externamente lo que amamos (hijo); le basta que expresemos nuestro don y entrega a través de un símbolo (cordero). De esa forma, el sacrificio animal que antes era (conforme a la visión de Gn 8,15-9,17) fruto de un taitón de sangre, signo de violencia, viene a presentarse ahora como símbolo de fidelidad personal. Dios no «huele» el humo de la grasa o carne que se quema en el altar; sino que acoge y celebra con gozo fecundo la fe del patriarca. Este es el Dios de la fe que nos abre en gratuidad a la esperanza. Así lo ha desvelado el gesto de Abrahán, llevándonos a la confianza más alta y al lugar en el que Dios (pareciendo que nos quita todo) nos concede el hijo verdadero. En este Abrahán anciano, que se vacía de sí mismo ante Dios y sacrifica en la montaña su última esperanza, nos sabemos unidos judíos, cristianos y musulmanes. Unos y otros nos sabemos vinculados al patriarca de la fe, que sube a la montaña para ofrecer a Dios aquello que más quiere (todo lo que tiene).
Cf. F. García López y A. Galindo (eds.), Biblia, literatura e Iglesia, Universidad Pontificia, Salamanca 1995; X. Pikaza, Religión y violencia en la historia de occidente, Tirant lo Blanch, Valencia 2005.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
Según la tradición sacerdotal, que habla del cambio del nombre de Abrán en Abrahán, Abrahan significa †œpadre de una muchedumbre† (Gen 17,5). Las diversas tradiciones presentes en el libro del Génesis hablan de él, bien como de un hombre de fe que es sometido a la prueba (E), bien como del destinatario de la alianza expresada en la circuncisión (P), bien finalmente como lleno de las bendiciones de Yahveh (J).
Abrahán es una figura clave de toda la historia de la salvación. Es ante todo el hombre escogido y elegido por Dios, que de este modo manifiesta su primera intervención de amor en la historia de su pueblo; por eso, Abrahán tiene que abandonar su casa y su tierra para ponerse al frente de un pueblo nuevo (Gn 12,1-2). Además, se le hace a él la primera promesa de una descendencia numerosa como †œlas estrellas del cielo† y como †œlas arenas de la playa† (Gn 22,17); finalmente, la prueba que sufre, es decir, la exigencia de inmolar a su hijo Isaac (Gn 22,1-15), le permitirá ser considerado como prototipo de la fe, que sabe acogerlo todo y lo espera todo de Dios. Sin embargo, Abrahán tiene que ser considerado sobre todo en su llamada a ser padre. En su †œpaternidad† es donde se revela su elección y su misión. Una paternidad que no se limita al nacimiento de Isaac de su esposa Sara, sino que se abre a todos los que creen en Dios.
El Nuevo Testamento explicita en varias ocasiones esta paternidad en dos frentes: el más típicamente humano, del que tenía que nacer el Mesías, como en Mt 1,1 : †œGenealogía de Jesús, Mesías, hijo de David, hijo de Abrahán†; y el frente más espiritual del que habla sobre todo la teología paulina, que lo define como †œpadre de todos los creyentes† (Rom 4,11 ). Abrahán representa la permanencia de la promesa de Dios y al mismo tiempo la verificación de su cumplimiento. Su fe lo convierte en ejemplar para todos, judíos y cristianos, ya que en él se descubre que todo viene de la gracia de Dios sin tener que gloriarse uno de sus propias obras (Gál 3,6; Rom 4,3). En él, todos nos hacemos herederos de la promesa hecha por Dios: pertenecemos ciertamente a Cristo, pero – como dice el apóstol -, si †œsomos de Cristo, también somos entonces descendencia de Abrahán†.
R. Fisichella
Bibl : M. Collin, Abrahan, Verbo Divino. Estella ‘1976.
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico
SUMARIO
I. Los patriarcas y el período patriarcal:
1. Las historias patriarcales;
2. Las diversas tradiciones escritas:
a) La tradición J,
b) Las tradiciones E y P,
c) Trasfondo antiguo;
3. Datación de las tradiciones orales;
4. Su origen.
II. Abrahán en el A T:
1. El ciclo genesíaco de Abrahán:
a) La tradición J,
b) La tradición E
c) La tradición P
d) Fundamento histórico,
e) El Dios de Abrahán;
2. Abrahán en los otros libros del AT.
III. Abrahán en el NT:
1. En la literatura no paulina;
2. Relectura paulina:
a) Carta a los Gálatas,
b) Carta a los Romanos.
La historia de los orígenes de Israel está dominada por la figura de Abrahán, considerado como el padre del pueblo elegido (Isa 51:2). También los cristianos lo consideran su padre en la fe (Rom 4:11). Los musulmanes llaman a Abrahán el-Khalil, el amigo de Dios.
I. LOS PATRIARCAS Y EL PERíODO PATRIARCAL. Entre la historia primitiva (Gén 1-11) y el éxodo de Egipto (Ex 1-15) se leen en Génesis unos cuarenta capítulos (Rom 11:10-50, 26) relativos a los antepasados del pueblo de Israel, llamados patriarcas: Abrahán (11,10-25,30), Isaac, Jacob (25,11-36,43) y José (3750). Su historia tiene una importancia capital para el pueblo de Dios, ya que explica los presupuestos que condicionan la /alianza establecida por Dios con el pueblo de Israel asentado en la tierra de Canaán. En los relatos de los patriarcas destacan los temas principales de la religión de Israel: el culto a un único /Dios, la /revelación, la /elección, la promesa, el don de la /tierra.
1. LAS HISTORIAS PATRIARCALES. Los capítulos relativos a los patriarcas propiamente dichos (Abrahán, Isaac y Jacob) describen los viajes y las emigraciones de los padres, sus ocupaciones, sus vicisitudes familiares, sus matrimonios y sus fallecimientos, así como sus relaciones con los vecinos. Se trata de la historia clánica de un grupo sólidamente ligado por vínculos de sangre. Las narraciones son breves y episódicas, en conexión con los diversos lugares cultuales de Palestina. Abundan las genealogías, las etimologías populares de nombres de lugares y de personas, los relatos dobles. El conjunto da la impresión de ser un engarce de anécdotas autónomas. Son frecuentes las intervenciones de Dios, que se manifiesta para hacer promesas. El hilo conductor que une los episodios es la promesa de un hijo o de una numerosa descendencia y el ofrecimiento de la posesión de la tierra de Canaán. Se pone de relieve la actitud religiosa de los patriarcas. La historia de José [/Génesis III] presenta una estructura unitaria y continua, y la acción de Dios se revela a través del juego normal de las causas naturales.
2. LAS DIVERSAS TRADICIONES ESCRITAS. El conjunto narrativo sobre los patriarcas, en su forma actual, se fijó por escrito después del destierro de Babilonia. Teniendo a su disposición varias fuentes escritas (J, E, P) [/Pentateuco II-V], el redactor final hizo una selección de episodios, destacando la tradición yahvista, insertando las anécdotas en la cronología sacerdotal y yuxtaponiendo los diversos relatos sin preocuparse de su armonización.
a) La tradición J. En el siglo x el autor yahvista fue el primero que recogió las tradiciones existentes en estado oral y les dio una interpretación religiosa. Deseando legitimar la institución monárquica en un momento en que el paso a esta nueva forma de gobierno suponía serios problemas religiosos, el autor reunió materiales preexistentes de distinto origen y finalidad, procedentes del norte y del sur del país, insertándolos en un cuadro unitario y aplicándolos a todo el pueblo de Israel gracias a la unidad realizada por la monarquía; en efecto, la dinastía davídica era considerada como la realización de las promesas hechas por Dios a los patriarcas y al mismo tiempo como la institución que había de procurar la salvación de las naciones.
b) Las tradiciones E y P. En el siglo VIII a.C. el autor elohísta, perteneciente al reino del norte, recogió y fijó por escrito las tradiciones patriarcales, especialmente las relativas a la Palestina central, con la finalidad de legitimar la alianza del Sinaí, amenazada por el sincretismo cananeo. El autor presenta a sus contemporáneos la figura de los patriarcas como modelos de fidelidad al Dios de la alianza. Durante el destierro de Babilonia los sacerdotes y los teólogos de Jerusalén interpretaron a su modo las antiguas tradiciones patriarcales con la intención de infundir ánimo en los desterrados, sumergidos en la apatía y en la desesperación. Las promesas de la descendencia numerosa y de la posesión de la tierra habrían de realizarse una vez más, ya que la palabra de Dios se cumple infaliblemente.
c) Trasfondo antiguo. En tiempos de su fijación por escrito y en el momento de su redacción final las tradiciones patriarcales se vieron sometidas a un evidente proceso de actualización. Los pueblos vecinos y adversarios de los patriarcas fueron identificados con las tribus y los pueblos sometidos por el rey David: arameos, moabitas, amonitas, edomitas, filisteos. Las tradiciones de Abrahán, que se habían conservado hasta entonces dentro del grupo tribal de la Palestina meridional, se integraron en el patrimonio narrativo de todo el pueblo de Israel. De esta forma Abrahán se convirtió en el ancestro de la genealogía de los patriarcas. No hay que excluir, sin embargo que la emigración de Abrahán de Mesopotamla, con etapas en Siquén y en Betel, represente una reivindicación de las tradiciones relativas a Jacob-Israel en favor del antepasado.
Sin embargo, la actualización de las tradiciones, realizada en tiempos de David y en los siglos sucesivos, no afectó a la solidez sustancial de las tradiciones preexistentes. Dentro de la tradición escrita se advierte una convergencia fundamental sobre la trama y la naturaleza de los relatos patriarcales. El contexto religioso y social en que se desarrollan los acontecimientos patriarcales es muy distinto del contexto del Israel histórico.
Los clanes patriarcales son grupos nómadas que no poseen tierras. El poder del padre es absoluto; la religión del Dios de la promesa y del Dios de los padres es muy distinta del yahvismo mosaico y de la religión popular cananea. Los santuarios frecuentados por los patriarcas no comprenden los lugares de culto que surgieron después de la ocupación de Palestina (Guilgal/Gálgata, Silo, Mispá, Jerusalén), y se identifican con los santuarios reprobados en el Deuteronomio. Los patriarcas son considerados por el pueblo de Israel, no como héroes populares y proféticos o como jefes carismáticos, sino como padres y antepasados del pueblo de Dios (cf Os 12 y el conocimiento de los diversos episodios patriarcales del ciclo de Jacob). Como descendientes de los patriarcas, los hebreos se sienten comprometidos en las vicisitudes y en las promesas que forman el objeto de los relatos de Génesis.
3. DATACIí“N DE LAS TRADICIONES ORALES. La formación de las tradiciones orales relativas a los patriarcas se sitúa en el segundo milenio a.C., antes del asentamiento de los hebreos en Canaán (s. xiii). Es verdad que ningún texto extrabíblico y ningún testimonio arqueológico confirman explícita o implícitamente la existencia histórica de cada uno de los patriarcas. No se encuentran fuera de la Biblia alusiones a personas, grupos o tribus pertenecientes a la época patriarcal. Ni aparecen en Génesis nombres, fechas o acontecimientos que permitan datar con precisión la época histórica de los antepasados de Israel. Ni siquiera nos sirve de ayuda el capítulo 14 de Génesis, que presenta diversas dificultades literarias e históricas. Sin embargo, se puede afirmar que los nombres propios contenidos en Génesis, la geografía supuesta, las costumbres practicadas, la historia posterior de las tribus inducen a situar a los patriarcas entre los siglos xix y xiv del segundo milenio a.C. Algunos autores se inclinan por el siglo xix (R. de Vaux), otros en favor del siglo xiv (C.H. Gordon). Los nombres de los patriarcas se encuentran en los textos mesopotámicos de la primera mitad del segundo milenio (Mari, Chagar Bazar) y en los textos egipcios de execración. Se trata de nombres semíticos, que no pertenecen al tipo ordinario de la onomástica acádica y recuerdan a los nombres israelitas de persona más antiguos. Hay que admitir que se ha conservado históricamente el recuerdo de los que llevaron esos nombres. Las costumbres patriarcales y los usos jurídicos que se suponen en los relatos de Génesis -por ejemplo, el estatuto del concubinato y de la adopción- guardan relación con los textos descubiertos en Mari y en Nuzu (s. xv) y con las leyes hititas (s. xv). Pero estos textos recogen concepciones jurídicas difundidas por todo el antiguo Oriente, desde comienzos del segundo milenio hasta la época neobabilónica; por eso no ofrecen argumentos seguros para fechar con precisión los relatos de Génesis.
4. SU ORIGEN. Las antiguas tradiciones orales se referían a los jefes de cada clan seminómada, que vivían independientemente unos de otros. La cultura era la de los pastores de pequeños rebaños, interesados por las trashumancias, que ofrecían la posibilidad de utilizar pozos y terrenos húmedos. La religión era la del Dios de los padres, basada en el culto a un Dios personal, que prometía la fecundidad, la descendencia y la posesión de la tierra en el contexto de un pacto al que tenía que permanecer fiel el clan. En un segundo tiempo estas figuras de los jefes se confundieron con las tribus, que los consideraron como antepasados; las tradiciones de los jefes se adornaron con los rasgos característicos de cada grupo. A continuación, los antepasados y las tribus que se sedentarizaron fueron localizados en varios centros: en Mesopotamia, en torno a Jarán, patria de la parentela de los tres patriarcas; en Galaad, más allá del Jordán; en la Palestina central (slquén Betel); en la Palestina meridional (Mambré, Hébrón), y en el Negueb (Berseba).Las tradiciones se enriquecieron con rasgos culturales sacados de los pueblos vecinos, asumiendo formas literarias, jurídicas y religiosas de cuño amorreo, hurrita y cananeo. El Dios de los padres fue identificado con El-Elyón, El-Roy, El-Olam, y se adoptaron las formas cultuales de los diversos santuarios cananeos. Se desarrollaron las etimologías populares, las etiologías locales y las leyendas cultuales. Con el transcurso de los años surgieron ciclos literarios en los que se estructuraron orgánicamente las antiguas tradiciones tribales. Las relaciones existentes entre los clanes particulares y los diversos grupos más amplios se expresan mediante el procedimiento de la genealogía. De este modo se llega desde Abrahán hasta los héroes epónimos de las tribus de Israel.
Los relatos patriarcales no son biografías, sino una colección de materiales variados, que surgieron de forma autónoma y se reunieron luego en ciclos y en tradiciones durante un largo período de transmisión oral. En torno a los jefes clánicos, de cuya historicidad sustancial no es razonable dudar, se desarrollaron sagas y leyendas, cuyo valor tiene que sopesarse en cada caso. Por eso es imposible reconstruir detalladamente la figura de los patriarcas. Estos personajes podían ser incluso contemporáneos, como lo atestigua su origen, los itinerarios, los lugares visitados y los motivos de las narraciones, muchas veces análogos y a veces paralelos.
II. ABRAHíN EN EL AT. Abrahán es el primero de los patriarcas, y su historia se nos narra en catorce capítulos de Génesis.
I. EL CICLO GENESíACO DE ABRAHíN. Los capítulos 11, 10-25,10 de Génesis presentan un cuadro relativamente orgánico de la figura de Abrahán. Son el resultado de la fusión y yuxtaposición de las tradiciones J, E y P, que se derivan a su vez de una larga tradición oral. En el transcurso de este proceso secular, la figura de Abrahánse enriqueció con narraciones de diverso origen y orientación. En los capítulos del Génesis se encuentran tradiciones etnológicas (16,12; 19,36-38), listas de tribus (25,1-4), etimologías populares (16,112Cr_14 17:5; 2Cr 21:6.31), sagas relativas a la fundación de cultos locales (2Cr 12:7-8; 2Cr 14:18-20), relatos de teofanías (2Cr 15:1-11; 2Cr 16:13; 18). Pueden distinguirse dos ciclos de narraciones: el ciclo de Abrahán propiamente dicho y el de Lot. El núcleo primitivo de la historia de Lot es una tradición popular relativa a un cataclismo que sacudió el sur y el sudeste del mar Muerto (c. 19). Al menos para algunos detalles, como los episodios de la mujer de Lot y el origen de los moabitas y amonitas (2Cr 19:26.30-35), se trata de un relato etiológico de origen trasjordánico, integrado en la historia de Abrahán. Lot es sobrino del patriarca (2Cr 12:5), que compartió con él el país y lo salvó de la catástrofe (2Cr 19:29). La historia alude al parentesco de origen entre los israelitas y sus primos de Trasjordania.
a) La tradición J. Esta tradición es la que se impone en la narración del Génesis sobre Abrahán. Se abre con un solemne preámbulo de gran relieve teológico (Gén 12:1-3). Invitado a dejar el país de sus padres, Abrahán recibe la promesa de una descendencia. Después de atravesar Siquén y Ay, el patriarca pasa a Egipto (c. 12) y, una vez de vuelta a Cancán, se separa del sobrino Lot (c. 13). El nacimiento de Ismael no soluciona el problema del hijo prometido. En Mambré, donde establece su residencia, Abrahán recibe una nueva promesa de descendencia. Convertido en el amigo de Dios, intercede en favor de Sodoma (c. 18) y salva a Lot cuando es destruida Sodoma, mientras que las hijas de Lot, mediante un incesto, dan origen a las tribus moabita y amonita (c. 19). Nace el hijo prometido, Isaac (Gén 21:17), que, junto con Ismael, se establece en Berseba (16,14; 24,62). Los últimos episodios yahvistas del ciclo de Abrahán son: el pacto establecido con Abimelec en Berseba (21,32-34), el sacrificio de Isaac en el monte Morra (22,16) y el envío del criado a Jarán para preparar el matrimonio de Isaac (c. 24).
El punto de vista teológico que predomina en la presentación yahvista de la figura de Abrahán es la dialéctica entre promesa y cumplimiento y el tema de la bendición. Llamado por Dios en un mundo pagano, Abrahán es el depositario débil y amenazado de las promesas divinas sobre la prole y la tierra. Dios vela por él, y progresivamente va haciendo que los hechos rubriquen sus palabras. Abrahán anciano y Sara estéril se convierten en los padres de Isaac, y el patriarca va tomando poco a poco posesión de la tierra de Cancán. Cuando el tema de la descendencia se relacionó con la constitución del pueblo de Israel y el de la posesión de la tierra con el tema del éxodo, se amplió la promesa hecha a Abrahán y se la relacionó con el crecimiento global de su estirpe (16,116; 21; 15,1-6), mientras que la toma de posesión de todo el territorio de Canaán se desplazó en el tiempo (15,7-21).
La bendición se comprendió como una fuerza interna que irrumpe en la estirpe de Abrahán, desemboca en la constitución del pueblo de Israel y se extiende a todas las naciones que tienen alguna relación con el pueblo de Dios (12,2-3; 26,3). Abrahán intercede por los que están sometidos a la ira divina (18,17-18), se alía con los que eran sus enemigos (26,29) e interviene favorablemente en el sector de la prosperidad material (c. 20).
Para la tradición J, Abrahán es un modelo de vida religiosa y moral. A pesar de las dificultades, se somete a Dios con una fe a toda prueba. Es totalmente obediente a las indicaciones del cielo, invoca el nombre de Dios y erige memoriales para recordar las apariciones divinas y las promesas acogidas con heroica confianza.
b) La tradición E. Está representada en el ciclo de Abrahán de forma fragmentaria. Gén 15, que trata de las promesas y de la alianza, y el capítulo 24, que narra el matrimonio de Isaac, están compuestos de fragmentos enlazados con la tradición J. En Gén 15:6 es donde se lee la célebre frase: «Creyó al Señor, y el Señor le consideró como un hombre justo». Gén 15 termina con el recuerdo de la estancia de los descendientes del patriarca en Egipto y de su instalación en Cancán, después de haber llegado a su culminación la iniquidad de los amorreos. Los hechos principales de la vida de Abrahán están localizados en Berseba: el rapto de Sara por el rey Abimelec (c. 20), el pacto establecido con dicho rey (Gén 21:22s), la expulsión de Agar y de su hijo Ismael (Gén 21:6.8-21) y el sacrificio de Isaac (c. 22). La figura de Abrahán es idealizada. En el episodio de Abimelec se ve exonerado de la mentira, al haber entregado su mujer al rey no por fragilidad humana, sino por obediencia a Dios; es un profeta y un modelo de confianza en Dios (Gén 15:6). Gracias al temor de Dios supera la terrible prueba del sacrificio de su hijo, reconociendo la misteriosa y exigente autoridad de Dios y fiándose por completo de su voluntad. Abrahán es el prototipo del hombre justo, que tiene una fe inquebrantable en la palabra de Dios.
c) La tradición P. Son propias de esta tradición algunas noticias topográficas y biográficas, como el detalle de que Abrahán salió de Ur hacia Canaán, y no sólo de Jarán (Gén 11:31), y de que tenía setenta y cinco años cuando dejó Jarán (Gén 12:4). Gén 17 describe la alianza que Dios estableció con Abrán, el cambio de este nombre por Abrahán y la imposición de la circuncisión. Hay noticias particulares relativas a la separación de Lot al nacimiento de Ismael y de Isaac. En Gen 23 se narra la compra de la cueva de Macpela en Hebsón para el sepulcro dé su esposa y el suyo propio.
Los círculos sacerdotales del tiempo del destierro subrayan el compromiso que Dios asumió con Abrahán y sus descendientes (berit = alianza) y la observancia de la ley por parte del patriarca, qué se sometió a la circuncisión como signo de la pertenencia al pueblo de Dios. De forma legal, Abrahán se convierte en propietario de un pequeño trozo de aquella tierra que Dios le había prometido a él y a sus remotos descendientes. Los datos cronológicos de la tradición P no son fiables. Sara habría tenido setenta y cinco años cuando fue deseada por Abimelec (c. 20); Agar habría cargado sobre sus espaldas a su hijo Ismael de diecisiete años (21,14).
d) Fundamento histórico. El nombre de Abraham parece ser una forma abreviada de Abiram, que significa «mi padre es excelso».’Es un nombre teofórico, ya que «mi padre» designaría al Dios protector. La forma Abrahán, de la que Gén 17:5 ofrece una explicación popular (padre de la multitud), es simplemente una variante dialectal del nombre Abrán, y está atestiguada en los textos egipcios de execración (siglo xviii a.C.) bajo la forma de Aburah(a)ma. La patria del clan de Abraham parece que ha de buscarse alrededor de Jarán, una región llamada «Arán de los dos ríos» (Aram Naharaim:Gén 24:10) o llanura de Arán (Padán Arán: 25 20) identificada con el valle de Balih situado entre el Tigris y el Eufrates. En esta región están localizados varios nombres de los antepasados del patriarca, como Téraj (I1 26), Najor (Gén 11:22s), Sarug (Gén 11:21 s). Como seminómadas, Abrahán y su clan transmigraron a la tierra de Canaán, plantando sus tiendas al sur de Palestina, en Mambré. Aquí el patriarca erigió un altar (Gén 13:18 J), recibió la visita divina (c. 18) y adquirió una cueva (c. 23 P).
e) El Dios de Abrahán. El clan de Abrahán pertenecía al grupo de semitas noroccidentales, que a comienzos del segundo milenio tuvieron un papel político importante en el cercano Oriente (cf Hammurabi en Babilonia), y que suelen llamarse amorreos o protoarameos para distinguirlos de los arameos del primer milenio a.C. Abrán adoraba a un Dios personal, que acompañaba al clan durante las emigraciones y había hecho algunas promesas relativas a la descendencia y a la posesión de la tierra. Era un Dios siempre y solamente protector, que no castigaba nunca al favorito. En Canaán este Dios entró en relaciones con el Dios ‘El, el ser supremo del panteón cananeo, conocido bajo los diversos títulos de ‘El-`Elyón, ‘El-`ólam, El-Sadday. Abrahán se adhirió a este Dios con lealtad y confianza.
2. ABRAHíN EN LOS OTROS LIBROS DEL AT. Como clara demostración de la realización de las promesas divinas, Abrahán es considerado también como el progenitor de los israelitas, llamados «raza de Abrahán» (Isa 41:8; Jer 33:26). El patriarca vivió como monoteísta en medio de una sociedad pagana (Jos 24:3), fue escogido (Neh 9:7), redimido (Isa 29:28) y bendecido por Dios (Miq 7:20). Después del destierro se subraya su perfecta observancia de la ley. Según Sir 44:19ss, fue Abrahán el que estableció una alianza con Dios, y las promesas que recibió son un premio por su fidelidad de hombre obediente y circunciso. En 1Ma 2:52, la fe que justificó a Abrahán se presenta no como confianza en la promesa divina, sino como fidelidad práctica a la orden de sacrificar a su hilo Isaac. En el /judaísmo intertestamentario la fe de Abrahán es considerada como una acción meritoria según la lógica de la retribución (Libro de los Jubileos 24,11; 12,19; Flavio Josefo, Antiquitates judaicae 1, 10,3).
III. ABRAHíN EN EL NT.
1. EN LA LITERATURA NO PAULINA. El patriarca no sólo se presenta como antepasado del pueblo de Israel (Mat 3:9; Jua 8:53.56; Heb 7:2; Heb 13:26), sino también como progenitor del sacerdocio levítico (Heb 7:5) y del mesías (Mat 1:1). El «seno de Abrahán» es una imagen de la felicidad ultraterrena (Luc 16:22-23), y el cielo es el lugar donde se celebra el banquete de Abrahán, Isaac y Jacob (Mat 8:11; Luc 13:28). En Stg 2:21-23, Abrahán es considerado como el tipo del hombre que es justificado gracias a las buenas obras que ha realizado.
2. RELECTURA PAULINA. En Gálatas y en Romanos Pablo utiliza el ejemplo de Abrahán para probar, en contraste con el judaísmo intertestamentario, que el patriarca obtuvo la justificación no por medio de las obras, es decir, de las observancias mosaicas consideradas como prestaciones autosuficientes y que exigían una recompensa, sino por medio de la fe, que implica una absoluta confianza en la palabra y en la obra de Dios.
a) Carta a los Gálatas. Utilizando con pericia consumada el método rabínico como clave de interpretación del AT, Pablo demuestra en Gál 3:6-18 que la justificación de Abrahán se realizó por la fe, como se lee en Gén 15:6. Por eso hijos de Abrahán son solamente aquellos que imitan la fe del padre. Además, Abrahán fue proclamado fuente de bendición para todos los pueblos, como atestigua Gén 12:3; Gén 18:18.
Siendo el patriarca el creyente por excelencia, se participa de su bendición únicamente a través de la fe. Las promesas hechas a Abrahán se extendieron también a su descendencia (semilla); pues bien, el término «descendencia» está en singular y se refiere a una sola persona, que es Cristo (Gál 3:16). Por eso solamente creyendo en Cristo se entra en posesión de los bienes anunciados y se hereda la promesa. Dado que esta promesa es gratuita y compromete sólo a Dios, hay que excluir que los herederos de los bienes prometidos sean los que observan la ley.
En Gál 4:21-31, el apóstol ofrece una explicación alegórica del texto del Génesis sobre Sara y Agar y sus hijos Isaac e Ismael, el uno fruto de la promesa y el otro de la naturaleza. Los que observan la ley reflejan la condición de Ismael, hijo de la esclava, mientras que los que creen en Cristo apelan a la mujer libre y al hijo de la gracia [/Jerusalén IV, 4].
b) Carta a los Romanos. En el midras exegético contenido en Rom 4:1-25 el apóstol interpreta la historia de Abrahán a la luz de Cristo y al servicio de su profunda teología de la historia de la salvación. Abrahán no tiene por qué jactarse ante Dios, ya que se ha hecho justo por fe y por pura gracia. En efecto, fue justificado antes de estar circuncidado; por eso su relación con Dios no depende de las obras. Como beneficiario de la promesa divina basada en la fe, Abrahán tiene por herederos a los creyentes. La fe de Abrahán, profesada en una situación desesperada, es una prefiguración de la fe de los creyentes en Cristo, resucitado de entre los muertos.
En la figura articulada de Abrahán, el apóstol Pablo encuentra los motivos fundamentales de su teología de la justificación, que se realiza independientemente de las obras de la ley y de la circuncisión, mediante la fe sola, de forma gratuita, que excluye toda discriminación entre judíos y paganos. En la relación con Dios no hay nada que se deba, no hay ninguna razón para exaltar la propia suficiencia y el propio mérito; todo parte de la gracia divina, a la que uno se adhiere por medio de la fe. Abrahán es el modelo histórico y el preanuncio profético de esta economía de la fe y de la gracia.
BIBL.: ALT A., Der Golf der Vitter, C.H. Beck, Munich 1953, 1-78; BONORA A., Recenti studi storiografici su¡ racconti patriarcali (Gén 12-36), en «Teología» 8 (1983) 83-108; CAZELLES H., Patriarches, en «DBS» VII (1966) 81-156; CLEMENTS R., Abraham, en Theologisches Wtirterbuch zum AT I, Kohlhammer, Stuttgart 1973, 53-62; ID, Abraham and David. Genesis XV and its Meaning for Israelite Tiadition, SCM Press, Londres 1967; COLLIN M., Abrahán, Verbo Divino, Estella 1987; De VAUX R., Les Patriarches hébreux el l7tistoire, Cerf, París 1967, 175-185; ID., Historia Antigua de Israel I, Madrid 1975; GonDON C.H., The Patriarchal Narratives, en «Journal of Near Eastern Studies» 13 (1954) 5659; KILIAN R., Die vorpriesterlichen Abraham-süberlieferungen literarkritisch und traditions geschichtlich Untersucht, Peter Hanstein Verlag, Bonn 1966; JEPSEN A., Zur Ueberliejerungsge schichte der Vütergestalten, en «Wissenschaftliche Zeitschrift Lipsia» 3 (1953/54) 265-281 oHFINx N., Die Landverheissung als Eid. Eine Studie zu Gen IS, Katholisches Bibelwerk Verlag, Stuttgart 1967; MARTIN-ACHARD R., ACtuaIilé d:4óraham, Delachaux, Neuchátel 1969; MICHAUD R., Los patriarcas, Verbo Divino, Estella 1976; THOMPSON T.L., The Historicity of the Patriarchal Narratives. T7te Quest for the Historical Abraham, Walter de Gruyter, Berlín 1974; VAN SETERS J., Abraham in Hútory and Tradition, Yale University Press, New Haven-Londres 1975; Vesco J.L., Abraham: Actualisation el relectures. Les traditions vétérotestamentaires, en «RSPT» 55 (1971) 33-80; VIRGULIN S., La sequela di Abramó, en Parola, Spirito e Vita 2, Dehoniane, Bolonia 1980, 7-24; ID La speranza delta tema e delta numerosa discendenza nel libro delta Genesi, en ib 9, Dehoniane, Bolonia 1984, 13-26; WALIS G., Die Tradition von den drei Ahnvütern, en «ZAW» 81 (1969) 18-40; WILCKENS U., Die Rechtfertigung Abrahams naeh Rdm 4: Studien zur Theologie der alttestament liehen Ueberliejerungen, Fs G. von Rad, Neukirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1961, 111-127.
S. Virgulin
P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, San Pablo, Madrid 1990
Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica
(Padre de una Muchedumbre [Multitud]).
Así llamó Jehová a Abrán (que significa: †œPadre Es Alto [Ensalzado]†) cuando a los noventa y nueve años Dios le reafirmó Su promesa de que su descendencia se multiplicaría. (Gé 17:5.)
Sus antecedentes y la primera etapa de su vida. Abrahán fue la décima generación desde Noé por medio de Sem y nació trescientos cincuenta y dos años después del Diluvio, en 2018 a. E.C. Aunque en Génesis 11:26 aparece como el primero de los tres hijos de Taré, no era el primogénito. Las Escrituras muestran que Taré tenía setenta años cuando nació su primer hijo y que Abrahán nació sesenta años después, cuando su padre contaba ciento treinta años. (Gé 11:32; 12:4.) Seguramente se menciona a Abrahán en primer lugar debido a su sobresaliente fidelidad y prominencia en las Escrituras. Lo mismo ocurre en el caso de otros hombres sobresalientes, como Sem e Isaac. (Gé 5:32; 11:10; 1Cr 1:28.)
Abrahán era natural de la ciudad caldea de Ur, una próspera metrópoli ubicada en la tierra de Sinar, cerca de la confluencia actual de los ríos Eufrates y Tigris. Estaba a unos 240 Km. al SE. de Babel o Babilonia, en un tiempo la ciudad real de Nemrod, muy famosa por su inacabada Torre de Babel.
En el tiempo de Abrahán, la ciudad de Ur estaba impregnada de idolatría babilónica y de la adoración a su patrón, el dios-luna Sin. (Jos 24:2, 14, 15.) No obstante, Abrahán resultó ser un hombre de fe en Jehová Dios, igual que sus antepasados Sem y Noé, y como consecuencia, se ganó la reputación de ser †œel padre de todos los que tienen fe mientras están en incircuncisión†. (Ro 4:11.) Puesto que la fe verdadera se basa en conocimiento exacto, Abrahán tal vez consiguió su conocimiento de Sem (sus vidas se traslaparon unos ciento cincuenta años). Abrahán conocía y usaba el nombre de Jehová; estas son algunas de sus declaraciones: †œJehová el Dios Altísimo, Productor de cielo y tierra†, †œJehová, el Dios de los cielos y el Dios de la tierra†. (Gé 14:22; 24:3.)
Mientras Abrahán todavía vivía en Ur, †œantes que se domiciliara en Harán†, Jehová le mandó que se mudara a una tierra extranjera y dejara atrás a amigos y parientes. (Hch 7:2-4; Gé 15:7; Ne 9:7.) Le dijo que en el país que le mostraría, haría de él una gran nación. En aquel entonces Abrahán estaba casado con su medio hermana Sara, pero no tenían hijos y ambos eran de edad avanzada. Por eso, la obediencia a aquel mandato exigiría gran fe; no obstante, obedeció.
Taré, para entonces de unos doscientos años y todavía el cabeza patriarcal de la familia, concordó en acompañar a Abrahán y Sara en este largo viaje, por lo que se dice que fue él quien llevó a su familia hacia Canaán. (Gé 11:31.) Parece que Lot, sobrino de Abrahán y huérfano de padre, fue adoptado por sus tíos, que para entonces no tenían hijos, de ahí que los acompañara en su viaje. La caravana viajó hacia el NO. unos 960 Km. hasta llegar a Harán, una importante encrucijada en las rutas comerciales de E. a O. Esta ciudad está enclavada en la confluencia de dos uadis que forman un afluente invernal del río Balij, a unos 110 Km. más arriba de la desembocadura del Balij en el río Eufrates. Allí permaneció Abrahán hasta la muerte de su padre. (MAPA, vol. 1, pág. 330.)
Residencia temporal en Canaán. A los setenta y cinco años, Abrahán salió de Harán junto con su casa hacia la tierra de Canaán, donde había de vivir los restantes cien años de su vida en tiendas de campaña como residente forastero y nómada. (Gé 12:4.) Después de la muerte de su padre, Abrahán salió de Harán en 1943 a. E.C. y cruzó el río Eufrates, probablemente el día 14 del mes que más tarde se llamaría Nisán. (Gé 11:32; Ex 12:40-43, LXX.) Fue entonces cuando entró en vigor el pacto entre Jehová y Abrahán y comenzó el período de cuatrocientos treinta años de residencia temporal que concluyó con la celebración del pacto de la Ley con Israel. (Ex 12:40-42; Gál 3:17.)
Abrahán viajó hacia el S., con sus rebaños y vacadas, probablemente pasando por Damasco, hasta llegar a Siquem (situada a 48 Km. al N. de Jerusalén), cerca de los árboles grandes de Moré. (Gé 12:6.) Allí fue donde Jehová se le apareció de nuevo y le confirmó y amplió Su promesa y Su pacto con las palabras: †œA tu descendencia voy a dar esta tierra†. (Gé 12:7.) Abrahán construyó en ese lugar un altar para Jehová e hizo lo mismo en otros lugares del camino a medida que se desplazaba hacia el S., y en ellos invocaba el nombre de Jehová. (Gé 12:8, 9.) Con el tiempo, un hambre muy severa le obligó a mudarse temporalmente a Egipto, donde, para proteger su vida, dijo que Sara era su hermana. Esto resultó en que Faraón introdujera a esta hermosa mujer en su casa para tomarla como esposa, pero Jehová hizo que la devolviera a su esposo antes de que tuviera relaciones con ella. Abrahán entonces regresó a Canaán, al campamento que estaba entre Betel y Hai, y de nuevo invocó †œel nombre de Jehová†. (Gé 12:10–13:4.)
Luego Abrahán y Lot tuvieron que separarse debido a que sus rebaños y vacadas habían aumentado mucho. Lot escogió la cuenca de la parte baja del Jordán, una región bien regada que era †œcomo el jardín de Jehová†, y más tarde asentó su campamento cerca de Sodoma. (Gé 13:5-13.) Abrahán, por su parte, después que se le dijo que viajara a lo largo y ancho de la tierra, llegó a morar entre los árboles grandes de Mamré, en Hebrón, a 30 Km. al SSO. de Jerusalén. (Gé 13:14-18.)
Cuando cuatro reyes aliados, encabezados por el rey mesopotámico Kedorlaomer, lograron aplastar a cinco reyes cananeos que se habían rebelado, Sodoma y Gomorra fueron saqueadas y a Lot se lo llevaron cautivo junto con todas sus propiedades. Al enterarse de esto, Abrahán rápidamente juntó en formación militar a sus hombres adiestrados, 318 esclavos de su casa. Junto con sus aliados, Aner, Escol y Mamré, emprendió una marcha forzada en persecución de los captores hasta más allá de Damasco, a unos 300 Km. en dirección norte, y, gracias a la ayuda de Jehová, derrotó a una fuerza muy superior a la suya. Así se rescató a Lot y todo lo suyo. (Gé 14:1-16, 23, 24.) Al regreso de Abrahán de esta gran victoria, Melquisedec, un †œsacerdote del Dios Altísimo† que también era rey de Salem, salió y bendijo a Abrahán, quien a su vez †œle dio el décimo de todo†. (Gé 14:17-20.)
Aparece la descendencia prometida. Puesto que Sara continuaba estéril, parecía que iba a ser Eliezer, el fiel mayordomo procedente de Damasco, quien recibiría la herencia de Abrahán. No obstante, Jehová volvió a asegurarle a Abrahán que su propia prole llegaría a ser incontable, como las estrellas del cielo, y Abrahán †œpuso fe en Jehová; y él procedió a contárselo por justicia†, aunque esto sucedió años antes de su circuncisión. (Gé 15:1-6; Ro 4:9, 10.) Entonces, Jehová celebró con él un pacto formal, acompañado de sacrificios de animales, y al mismo tiempo le reveló que se afligiría a su prole durante un período de cuatrocientos años y que hasta sería llevada a la esclavitud. (Gé 15:7-21; véase PACTO.)
Pasó el tiempo. Ya llevaban diez años en Canaán, pero Sara continuaba estéril, así que propuso que su sierva egipcia, Agar, la sustituyera y de esa manera pudiera tener un hijo por medio de ella. Abrahán consintió, y en 1932 a. E.C., cuando ya había cumplido ochenta y seis años, nació Ismael. (Gé 16:3, 15, 16.) Pasó más tiempo. En 1919 a. E.C., cuando Abrahán tenía noventa y nueve años, Jehová ordenó que se circuncidara a todos los varones de su casa, como señal o sello en testimonio de la especial relación pactada que existía entre El y Abrahán. Al mismo tiempo le cambió el nombre de Abrán a Abrahán, †œporque padre de una muchedumbre de naciones de seguro te haré yo†. (Gé 17:5, 9-27; Ro 4:11.) Poco después de aquello, tres ángeles materializados a quienes Abrahán recibió hospitalariamente prometieron en el nombre de Jehová que Sara concebiría y daría a luz un hijo, ¡sí, en el plazo de un año! (Gé 18:1-15.)
¡Cuántas cosas pasaron en ese año! Sodoma y Gomorra fueron destruidas y el sobrino de Abrahán y sus dos hijas escaparon por muy poco. Debido a un hambre, Abrahán y su esposa se mudaron a Guerar, donde el rey de esa ciudad filistea tomó a Sara para su harén. Jehová intervino, Sara fue puesta en libertad y al tiempo señalado, en 1918 a. E.C., cuando Abrahán tenía cien años y Sara noventa, nació Isaac, el heredero que había sido prometido en su día. (Gé 18:16–21:7.) Cinco años después, cuando el medio hermano de Isaac, Ismael, que ya había cumplido diecinueve años, se burló de Isaac, Abrahán se vio obligado a despedirle a él y a su madre, Agar. Fue entonces, en 1913 a. E.C., cuando empezaron los cuatrocientos años de aflicción para la prole de Abrahán. (Gé 21:8-21; 15:13; Gál 4:29.)
La prueba suprema de fe a la que tuvo que enfrentarse Abrahán llegó unos veinte años más tarde. Según la tradición judía, Isaac entonces contaba veinticinco años. (Antigüedades Judías, de F. Josefo, libro I, cap. XIII, sec. 2.) En obediencia a las instrucciones de Jehová, Abrahán tomó consigo a Isaac y viajó hacia el N., desde Beer-seba, en el Négueb, hasta el monte Moria, al norte de Salem. Allí edificó un altar e hizo los preparativos para ofrecer como sacrificio quemado a Isaac, la descendencia prometida. Y de hecho, Abrahán †œofreció, por decirlo así, a Isaac†, porque †œestimó que Dios podía levantarlo hasta de entre los muertos†. Justo en el último momento, Jehová intervino y suministró un carnero para sustituir a Isaac en el altar del sacrificio. Por lo tanto, fue esta fe incondicional respaldada por una completa obediencia lo que movió a Jehová a reforzar su pacto con Abrahán, jurando por sí mismo como una garantía legal especial. (Gé 22:1-18; Heb 6:13-18; 11:17-19.)
Sara murió en Hebrón en 1881 a. E.C. a los ciento veintisiete años, por lo que a Abrahán se le hizo necesario comprar una porción de terreno para sepultarla, pues como residente forastero, no poseía tierras en Canaán. Así que les compró a los hijos de Het un campo en Macpelá, cerca de Mamré, que tenía una cueva. (Gé 23:1-20; véase COMPRA.) Tres años después, cuando Isaac llegó a la edad de cuarenta años, Abrahán envió a Eliezer de regreso a Mesopotamia para que consiguiera para su hijo una esposa adecuada, que también fuera adoradora verdadera de Jehová. Rebeca, la sobrina nieta de Abrahán, resultó ser la que Jehová escogió. (Gé 24:1-67.)
†œAdemás, Abrahán volvió a tomar esposa†, a Queturá, y engendró a otros seis hijos, de modo que de él no solo descendieron los israelitas, los ismaelitas y los edomitas, sino también los medanitas, los madianitas y otros pueblos. (Gé 25:1, 2; 1Cr 1:28, 32, 34.) De ese modo Abrahán vio cumplida la expresión profética de Jehová: †œPadre de una muchedumbre de naciones de seguro te haré yo†. (Gé 17:5.) Finalmente, en 1843 a. E.C., murió a la avanzada edad de ciento setenta y cinco años y sus hijos Isaac e Ismael lo enterraron en la cueva de Macpelá. (Gé 25:7-10.) Antes de su muerte, Abrahán dio regalos a los hijos de sus esposas secundarias y los despidió, de modo que Isaac quedó como único heredero de †œtodo cuanto tenía†. (Gé 25:5, 6.)
Cabeza patriarcal y profeta. Abrahán fue un hombre muy acaudalado, con grandes rebaños y vacadas, mucha plata y oro, y una casa muy grande que contaba con muchos centenares de siervos. (Gé 12:5, 16; 13:2, 6, 7; 17:23, 27; 20:14; 24:35.) Por esta razón, los reyes de Canaán lo consideraban un poderoso †œprincipal† y una persona con quien se deberían hacer pactos de paz. (Gé 23:6; 14:13; 21:22, 23.) Sin embargo, en ningún momento permitió que el materialismo cegara la visión que tenía de Jehová y de Sus promesas ni que le convirtiera en una persona orgullosa, altanera o egoísta. (Gé 13:9; 14:21-23.)
La primera vez que aparece la palabra †œprofeta† en las Escrituras Hebreas se refiere a Abrahán, aunque otros siervos de Dios, como por ejemplo Enoc, profetizaron antes que él. (Gé 20:7; Jud 14.) La primera persona a quien se identifica en las Escrituras como †œhebreo† es Abrahán. (Gé 14:13.) El, al igual que Abel, Enoc y Noé, fue un hombre de fe (Heb 11:4-9), pero la primera vez que aparece la expresión †œpuso fe en Jehovᆠes con referencia a Abrahán. (Gé 15:6.)
Ciertamente este hombre de extraordinaria fe anduvo con Dios, recibió comunicados de El por medio de visiones y sueños y hospedó a Sus mensajeros angelicales. (Gé 12:1-3, 7; 15:1-8, 12-21; 18:1-15; 22:11, 12, 15-18.) Estuvo bien familiarizado con el nombre de Dios, aunque en aquel tiempo Jehová todavía no había revelado el significado pleno de Su nombre. (Ex 6:2, 3.) En muchas ocasiones Abrahán edificó altares y ofreció sacrificios en el nombre de su Dios, Jehová, para Su alabanza y gloria. (Gé 12:8; 13:4, 18; 21:33; 24:40; 48:15.)
En calidad de cabeza patriarcal, Abrahán no permitió que en su casa se practicase la idolatría ni la impiedad, sino que siempre enseñó a todos sus hijos y siervos a †˜guardar el camino de Jehová para hacer justicia y juicio†™. (Gé 18:19.) Todo miembro varón de su casa estaba bajo la obligación de someterse a la ley de Jehová tocante a la circuncisión. La esclava egipcia Agar invocó el nombre de Jehová en oración, y el siervo mayor de Abrahán demostró su propia fe en el Dios de Abrahán en una oración muy conmovedora dirigida a Jehová. Isaac también probó su fe y obediencia a Jehová cuando era un hombre joven al permitir que se le atara de pies y manos y se le colocara sobre el altar para ser sacrificado. (Gé 17:10-14, 23-27; 16:13; 24:2-56.)
Historicidad. Jesús y sus discípulos aludieron a Abrahán más de setenta veces en sus conversaciones y escritos. En su ilustración del hombre rico y Lázaro, Jesús se refirió a Abrahán en sentido simbólico. (Lu 16:19-31.) Cuando sus opositores se jactaron de que eran prole de Abrahán, él en seguida hizo notar su hipocresía con las palabras: †œSi son hijos de Abrahán, hagan las obras de Abrahán†. (Jn 8:31-58; Mt 3:9, 10.) No es, evidentemente, el linaje carnal lo que cuenta, sino que, como dijo el apóstol Pablo, la persona debe tener una fe como la de Abrahán para ser declarada justa. (Ro 9:6-8; 4:1-12.) Pablo también mostró que la verdadera descendencia de Abrahán era Cristo, junto con los que le pertenecen como †œherederos respecto a una promesa†. (Gál 3:16, 29.) También habla de la bondad y hospitalidad de Abrahán para con los extraños, y no le pasa por alto en su larga lista de ilustres testigos de Jehová del capítulo 11 de Hebreos. Es Pablo quien explica que las dos mujeres de Abrahán —Sara y Agar— protagonizaron un drama simbólico que tenía que ver con los dos pactos de Jehová. (Gál 4:22-31; Heb 11:8.) Por otra parte, el escritor bíblico Santiago añade que Abrahán apoyó su fe con obras justas y, por lo tanto, se le conoció como †œamigo de Jehová†. (Snt 2:21-23.)
Los descubrimientos arqueológicos han confirmado aspectos de la historia bíblica de Abrahán: las ubicaciones geográficas de muchos lugares y costumbres de la época, como la compra del campo a los hititas, la selección de Eliezer como heredero y el trato dado a Agar.
[Diagrama en la página 32]
(Véase la publicación para ver el texto completo)
GENEALOGíA DE ABRAHíN
TARE
NACOR
Reumá Cuatro hijos
HARíN
Milcá BETUEL
LABíN
Otros siete hijos
Iscá LOT
1.a hija
MOAB
MOABITAS
2.a hija
BEN-AMMí
AMMONITAS
ABRAHíN
Queturá Seis hijos
Agar
ISMAEL
ISMAELITAS
Sara
ISAAC
Rebeca
ESAÚ
EDOMITAS
JACOB Los hijos de Jacob se han numerado por orden de nacimiento
Lea
RUBEN (1)
SIMEí“N (2)
LEVí (3)
JUDí (4)
Línea de la que nació Jesucristo
ISACAR (9)
ZABULí“N (10)
Dina
Raquel
JOSE (11)
BENJAMíN (12)
Bilhá DAN (5)
NEFTALí (6)
Zilpá GAD (7)
ASER (8)
indica matrimonio o concubinato
indica descendencia
Fuente: Diccionario de la Biblia
Sumario: 1. Los patriarcas y el período patriarcal: 1. Las historias patriarcales; 2. Las diversas tradiciones escritas: a) La tradición J, b) Las tradiciones ? y P, c) Trasfondo antiguo; 3. Datación de las tradiciones orales; 4. Su origen. II. Abrahán en el A T: 1. El ciclo genesíaco de Abrahán: a) La tradición J, b) La tradición E, c) La tradición P, d) Fundamento histórico, e) El Dios de Abrahán; 2. Abrahán en los otros libros del AT. III. Abrahán en el NT: 1. En la literatura no paulina; 2. Relectura paulina: a) Carta a los Gálatas, b) Carta a los Romanos.
La historia de los orígenes de Israel está dominada por la figura de Abrahán, considerado como el padre del pueblo elegido (Is 51,2). También los cristianos lo consideran su padre en la fe (Rm 4,11). Los musulmanes llaman a Abrahán el-KhaIil, el amigo de Dios.
1. LOS PATRIARCAS Y EL PERIODO PATRIARCAL.
Entre la historia primitiva (Gn 1-11) y el éxodo de Egipto (Ex 1-15) se leen en Génesis unos cuarenta capítulos (11,10-50,26) relativos a los antepasados del pueblo de Israel, llamados patriarcas: Abrahán (11,10-25,30), Isaac, Jacob (25,11 -36,43) y José (37-50). Su historia tiene una importancia capital para el pueblo de Dios, ya que explica los presupuestos que condicionan la alianza establecida por Dios con el pueblo de Israel asentado en la tierra de Canaán. En los relatos de los patriarcas destacan los temas principales de la religión de Israel: el culto a un único ¡ Dios, la ¡ revelación, la ¡ elección, la promesa, el don de la ¡tierra.
1. Las historias patriarcales.
Los capítulos relativos a los patriarcas propiamente dichos (Abrahán, Isaac y Jacob) describen los viajes y las emigraciones de los padres, sus ocupaciones, sus vicisitudes familiares, sus matrimonios y sus fallecimientos, así como sus relaciones con los vecinos. Se trata de la historia ciánica de un grupo sólidamente ligado por vínculos de sangre. Las narraciones son breves y episódicas, en conexión con los diversos lugares cultuales de Palestina. Abundan las genealogías, las etimologías populares de nombres de lugares y de personas, los relatos dobles. El conjunto da la impresión de ser un engarce de anécdotas autónomas. Son frecuentes las intervenciones de Dios, que se manifiesta para hacer promesas. El hilo conductor que une los episodios es la promesa de un hijo o de una numerosa descendencia y el ofrecimiento de la posesión de la tierra de Canaán. Se pone de relieve la actitud religiosa de los patriarcas. La historia de José [1 Génesis III] presenta una estructura unitaria y continua, y la acción de Dios se revela a través del juego normal de las causas naturales.
2. Las diversas tradiciones escritas.
El conjunto narrativo sobre los patriarcas, en su forma actual, se fijó por escrito después del destierro de Babilonia. Teniendo a su disposición varias fuentes escritas (J, ?, ?) [1 Pentateuco II-y], el redactor final hizo una selección de episodios, destacando la tradición yahvista, insertando las anécdotas en la cronología sacerdotal y yuxtaponiendo los diversos relatos sin preocuparse de su armonización.
a) La tradición J. En el siglo X el autor yahvista fue el primero que recogió las tradiciones existentes en estado oral y les dio una interpretación religiosa. Deseando legitimar la institución monárquica en un momento en que el paso a esta nueva forma de gobierno suponía serios problemas religiosos, el autor reunió materiales preexistentes de distinto origen y finalidad, procedentes del norte y del sur del país, insertándolos en un cuadro unitario y aplicándolos a todo el pueblo de Israel gracias a la unidad realizada por la monarquía; en efecto, la dinastía davídica era considerada como la realización de las promesas hechas por Dios a los patriarcas y al mismo tiempo como la institución que había de procurar la salvación de las naciones.
b) Las tradiciones ? y P. En el siglo viii a.C. el autor elohísta, perteneciente al reino del norte, recogió y fijó por escrito las tradiciones patriarcales, especialmente las relativas a la Palestina central, con la finalidad de legitimar la alianza del Sinaí, amenazada por el sincretismo cananeo. El autor presenta a sus contemporáneos la figura de los patriarcas como modelos de fidelidad al Dios de la alianza. Durante el destierro de Babilonia los sacerdotes y los teólogos de Jerusalén interpretaron a su modo las antiguas tradiciones patriarcales con la intención de infundir ánimo en los desterrados, sumergidos en la apatía y en la desesperación. Las promesas de la descendencia numerosa y de la posesión de la tierra habrían de realizarse una vez más, ya que la palabra de Dios se cumple infaliblemente.
c) Trasfondo antiguo. En tiempos de su fijación por escrito y en el momento de su redacción final las tradiciones patriarcales se vieron sometidas a un evidente proceso de actualización. Los pueblos vecinos y adversarios de los patriarcas fueron identificados con las tribus y los pueblos sometidos por el rey David: árameos, moabitas, amonitas, edomitas, filisteos. Las tradiciones de Abrahán, que se habían conservado hasta entonces dentro del grupo tribal de la Palestina meridional, se integraron en el patrimonio narrativo de todo el pueblo de Israel. De esta forma Abrahán se convirtió en el ancestro de la genealogía de los patriarcas. No hay que excluir, sin embargo, que la emigración de Abrahán de Mesopo-tamia, con etapas en Siquén y en Betel, represente una reivindicación de las tradiciones relativas a Jacob-Israel en favor del antepasado.
Sin embargo, la actualización de las tradiciones, realizada en tiempos de David y en los siglos sucesivos, no afectó a la solidez sustancial de las tradiciones preexistentes. Dentro de la tradición escrita se advierte una convergencia fundamental sobre la trama y la naturaleza de los relatos patriarcales. El contexto religioso y social en que se desarrollan los acontecimientos patriarcales es muy distinto del contexto del Israel histórico.
Los clanes patriarcales son grupos nómadas que no poseen tierras. El poder del padre es absoluto; la religión del Dios de la promesa y del Dios de los padres es muy distinta del yahvismo mosaico y de la religión popular cananea. Los santuarios frecuentados por los patriarcas no comprenden los lugares de culto que surgieron después de la ocupación de Palestina (Guilgal/Gálgata, Silo, Mispá, Jerusalén), y se identifican con los santuarios reprobados en el Deuteronomio. Los patriarcas son considerados por el pueblo de Israel, no como héroes populares y proféti-cos o como jefes carismáticos, sino como padres y antepasados del pueblo de Dios (Os 12 y el conocimiento de los diversos episodios patriarcales del ciclo de Jacob). Como descendientes de los patriarcas, los hebreos se sienten comprometidos en las vicisitudes y en las promesas que forman el objeto de los relatos de Génesis.
3. Datación de las tradiciones orales.
La formación de las tradiciones orales relativas a los patriarcas se sitúa en el segundo milenio a.C, antes del asentamiento de los hebreos en Canaán (5. xm). Es verdad que ningún texto extrabíblico y ningún testimonio arqueológico confirman explícita o implícitamente la existencia histórica de cada uno de los patriarcas. No se encuentran fuera de la Biblia alusiones a personas, grupos o tribus pertenecientes a la época patriarcal. Ni aparecen en Génesis nombres, fechas o acontecimientos que permitan datar con precisión la época histórica de los antepasados de Israel. Ni siquiera nos sirve de ayuda el capítulo 14 de Génesis, que presenta diversas dificultades literarias e históricas. Sin embargo, se puede afirmar que los nombres propios contenidos en Génesis, la geografía snniiesta las costumbres nracticarias.
La historia posterior de las tribus inducen a situar a los patriarcas entre los siglos xix y xiv del segundo milenio a.C. Algunos autores se inclinan por el siglo xix (R. de Vaux), otros en favor del siglo xiv (CH. Gordon). Los nombres de los patriarcas se encuentran en los textos meso-potámicos de la primera mitad del segundo milenio (Man, Chagar Bazar) y en los textos egipcios de execración. Se trata de nombres semíticos, que no pertenecen al tipo ordinario de la onomástica acádica y recuerdan a los nombres israelitas de persona más antiguos. Hay que admitir que se ha conservado históricamente el recuerdo de los que llevaron esos nombres. Las costumbres patriarcales y los usos jurídicos que se suponen en los relatos de Génesis -por ejemplo, el estatuto del concubinato y de la adopción- guardan relación con los textos descubiertos en Man y en Nuzu (s. xv) y con las leyes hititas (5. xv). Pero estos textos recogen concepciones jurídicas difundidas por todo el antiguo Oriente, desde comienzos del segundo milenio hasta la época neobabilónica; por eso no ofrecen argumentos seguros para fechar con precisión los relatos de Génesis.
4. Su origen.
Las antiguas tradiciones orales se referían a los jefes de cada clan seminómada, que vivían independientemente unos de otros. La cultura era la de los pastores de pequeños rebaños, interesados por las trashumancias, que ofrecían la posibilidad de utilizar pozos y terrenos húmedos. La religión era la del Dios de los padres, basada en el culto a un Dios personal, que prometía la fecundidad, la descendencia y la posesión de la tierra en el contexto de un pacto al que tenía que permanecer fiel el clan. En un segundo tiempo estas figuras de los jefes se confundieron con las tribus, aue los consiaeraron como antepasados; las tradiciones de los jefes se adornaron con los rasgos característicos de cada grupo. A continuación, los antepasados y las tribus que se sedentarizaron fueron localizados en varios centros: en Mesopotamia, en torno a Jarán, patria de la parentela de los tres patriarcas; en Galaad, más allá del Jordán; en la Palestina central (Siquén, Betel); en la Palestina meridional (Mam-bré, Hebrón), y en el Negueb (Berse-ba). Las tradiciones se enriquecieron con rasgos culturales sacados de los pueblos vecinos, asumiendo formas literarias, jurídicas y religiosas de cuño amorreo, hurrita y cananeo. El Dios de los padres fue identificado con ??-†˜Elyón, †˜EI-Roy, ??-†˜OIam, y se adoptaron las formas cultuales de los diversos santuarios cananeos. Se desarrollaron las etimologías populares, las etiologías locales y las leyendas cultuales. Con el transcurso de los años surgieron ciclos literarios en los que se estructuraron orgánicamente las antiguas tradiciones tribales. Las relaciones existentes entre los clanes particulares y los diversos grupos más amplios se expresan mediante el procedimiento de la genealogía. De este modo se llega desde Abrahán hasta los héroes epónimos de las tribus de Israel.
Los relatos patriarcales no son biografías, sino una colección de materiales variados, que surgieron de forma autónoma y se reunieron luego en ciclos y en tradiciones durante un largo período de transmisión oral. En torno a los jefes ciánicos, de cuya historicidad sustancial no es razonable dudar, se desarrollaron sagas y leyendas, cuyo valor tiene que sopesarse en cada caso. Por eso es imposible reconstruir detalladamente la figura de los patriarcas. Estos personajes podían ser incluso contemporáneos, como lo atestigua su origen, los itinerarios, los lugares visitados y los motivos de las narraciones, muchas veces análogos y a veces paralelos.
45
II. ABRAHAN EN EL AT.
Abrahán es el primero de los patriarcas, y su historia se nos narra en catorce capítulos de Génesis.
1. El ciclo genesíaco de Abrahán.
Los capítulos 11,10-25,10 de Génesis (Gn 11-25) presentan un cuadro relativamente orgánico de la figura de Abrahán. Son el resultado de la fusión y yuxtaposición de las tradiciones J, ? y P, que se derivan a su vez de una larga tradición oral. En el transcurso de este proceso secular, la figura de Abrahán se enriqueció con narraciones de diverso origen y orientación. En los capítulos del Génesis se encuentran tradiciones etnológicas (16,12; 19,36-38), listas de tribus (25,1-4), etimologías populares (16,11.14; 17,5; 21,6.31), sagas relativas a la fundación de cultos locales (12,7-8; 14,18-20), relatos de teofa-nías (15,1-11;
16,13; 18). Pueden distinguirse dos ciclos de narraciones: el ciclo de Abrahán propiamente dicho y el de Lot. El núcleo primitivo de la historia de Lot es una tradición popular relativa a un cataclismo que sacudió el sur y el sudeste del mar Muerto (c. 19). Al menos para algunos detalles, como los episodios de la mujer de Lot y el origen de los moa-bitas y amonitas (19,26.30-35), se trata de un relato etiológico de origen trasjordánico, integrado en la historia de Abrahán. Lot es sobrino del patriarca (12,5), que compartió con él el país y lo salvó de la catástrofe (19,29). La historia alude al parentesco de origen entre los israelitas y sus primos de Trasjordania.
46
a) La tradición J. Esta tradición es la que se impone en la narración del Génesis sobre Abrahán. Se abre con un solemne preámbulo de gran relieve teológico (Gn 12,1-3). Invitado a dejar el país de sus padres, Abrahán recibe la promesa de una descendencia. Después de atravesar Siquén y Ay, el patriarca pasa a Egipto (c. 12) y, una vez de vuelta a Ca-naán, se separa del sobrino Lot (c. 13). El nacimiento de Ismael no soluciona el problema del hijo prometido. En Mambré, donde establece su residencia, Abrahán recibe una nueva promesa de descendencia. Convertido en el amigo de Dios, intercede en favor de Sodoma (c.
18) y salva a Lot cuando es destruida Sodoma, mientras que las hijas de Lot, mediante un incesto, dan origen a las tribus moabita y amonita (c. 19). Nace el hijo prometido, Isaac (21,1-7), que, junto con Ismael, se establece en Berseba (16,14; 24,62). Los últimos episodios yahvistas del ciclo de Abrahán son: el pacto establecido con Abimelec en Berseba (21,32-34), el sacrificio de Isaac en el monte Mo-ria (22,16) y el envío del criado a Jarán para preparar el matrimonio de Isaac (c. 24).
El punto de vista teológico que predomina en la presentación yah-vista de la figura de Abrahán es la dialéctica entre promesa y cumplimiento y el tema de la bendición. Llamado por Dios en un mundo pagano, Abrahán es el depositario débil y amenazado de las promesas divinas sobre la prole y la tierra. Dios vela por él, y progresivamente va haciendo que los hechos rubriquen sus palabras. Abrahán anciano y Sara estéril se convierten en los padres de Isaac, y el patriarca va tomando poco a poco posesión de la tierra de Ca-naán. Cuando el tema de la descendencia se relacionó con la constitución del pueblo de Israel y el de la posesión de la tierra con el tema del éxodo, se amplió la promesa hecha a Abrahán y se la relacionó con el crecimiento global de su estirpe (16,1-16; 21; 15,1-6), mientras que la toma de posesión de todo el territorio de Canaán se desplazó en el tiempo (15,7-21).
La bendición se comprendió como una fuerza interna que irrumpe en la estirpe de Abrahán, desemboca en la constitución del pueblo de Israel y se extiende a todas las naciones que tienen alguna relación con el pueblo de Dios (12,2-3; 26,3). Abrahán intercede por los que están sometidos a la /ira divina (18,17-18), se alia con los que eran sus enemigos (26,29) e interviene favorablemente en el sector de la prosperidad material (c. 20).
Para la tradición J, Abrahán es un modelo de vida religiosa y moral. A pesar de las dificultades, se somete a Dios con una fe a toda prueba. Es totalmente obediente a las indicaciones del cielo, invoca el nombre de Dios y erige memoriales para recordar las apariciones divinas y las promesas acogidas con heroica confianza.
47
b) La tradición E. Está representada en el ciclo de Abrahán de forma fragmentaria. Gen 15, que trata de las promesas y de la alianza, y el capítulo 24, que narra el matrimonio de Isaac, están compuestos de fragmentos enlazados con la tradición J. En Gen 15,6 es donde se lee la célebre frase: †œCreyó al Señor, y el Señor le consideró como un hombre justo†. Gen 15 termina con el recuerdo de la estancia de los descendientes del patriarca en Egipto y de su instalación en Canaán, después de haber llegado a su culminación la iniquidad de los amorreos. Los hechos principales de la vida de Abrahán están localizados en Berseba: el rapto de Sara por el rey Abimelec (c. 20), el pacto establecido con dicho rey (21 ,22s), la expulsión de Agar y de su hijo Ismael (21 6.8-21) y el sacrificio de Isaac (c. 22). La figura de Abrahán es idealizada. En el episodio de Abimelec se ve exonerado de la mentira, al haber entregado su mujer al rey no por fragilidad humana, sino por obediencia a Dios; es un profeta y un modelo de confianza en Dios (15,6). Gracias al temor de Dios supera la terrible prueba del sacrificio de su hijo, reconociendo la misteriosa y exigente autoridad de Dios y fiándose por completo de su voluntad. Abrahán es el prototipo del hombre justo, que tiene una fe inquebrantable en la palabra de Dios.
48
c) La tradición P. Son propias de esta tradición algunas noticias topográficas y biográficas, como el detalle de que Abrahán salió de Ur hacia Canaán, y no sólo de Jarán (11,31), y de que tenía setenta y cinco años cuando dejó Jarán (12,4). Gen 17 describe la alianza que Dios estableció con Abrán, el cambio de este nombre por Abrahán y la imposición de la circuncisión. Hay noticias particulares relativas a la separación de Lot, al nacimiento de Ismael y de Isaac. En Gen 23 se narra la compra de la cueva de Macpela en Hebcón para el sepulcro de su esposa y el suyo propio.
Los círculos sacerdotales del tiempo del destierro subrayan el compromiso que Dios asumió con Abrahán y sus descendientes (berit = alianza) y la observancia de la ley por parte del patriarca, que se sometió a la circuncisión como signo de la pertenencia al pueblo de Dios. De forma legal, Abrahán se convierte en propietario de un pequeño trozo de aquella tierra que Dios le había prometido a él y a sus remotos descendientes. Los datos cronológicos de la tradición ? no son fiables. Sara habría tenido setenta y cinco años cuando fue deseada por Abimelec (c. 20); Agar habría cargado sobre sus espaldas a su hijo Ismael de diecisiete años (21,14).
49
d) Fundamento histórico. El nombre de Abraham parece ser una forma abreviada de Abíram, que significa †œmi padre es excelso†. Es un nombre teofórico, ya que †œmi padre† designaría al Dios protector. La forma Abrahán, de la que Gen 17,5 ofrece una explicación popular (padre de la multitud), es simplemente una variante dialectal del nombre Abrán, y está atestiguada en los textos egipcios de execración (siglo XVIII a.C.) bajo la forma de Aburah(a)ma. La patria del clan de Abraham parece que ha de buscarse alrededor de Jarán, una región llamada †œAran de los dos ríos† (Aram Naharaim: 24,10)0 llanura de Aran (Padán Aran: 25,20), identificada con el valle de Balih situado entre el Tigris y el Eufrates. En esta región están localizados varios nombres de los antepasados del patriarca, como Téraj (11,26), Najor (11,22s), Sarug (1 l,21s). Como seminómadas, Abrahán y su clan transmigraron a la tierra de Canaán, plantando sus tiendas al sur de Palestina, en Mam-bré. Aquí el patriarca erigió un altar (13,18 J), recibió la visita divina (c. 18) y adquirió una cueva (c. 23 P).
e) El Dios de Abrahán. El clan de Abrahán pertenecía al grupo de semitas noroccidentales, que a comienzos del segundo milenio tuvieron un papel político importante en el cercano Oriente (cf Hammurabi en Babilonia), y que suelen llamarse amorreos o protoarameos, para distinguirlos de los árameos del primer milenio a.C. Abrán adoraba a un Dios personal, que acompañaba al clan durante las emigraciones y había hecho algunas promesas relativas a la descendencia y a la posesión de la tierra. Era un Dios siempre y solamente protector, que nó castigaba nunca al favorito. En Canaán este Dios entró en relaciones con el Dios ??, el ser supremo del panteón cana-neo, conocido bajo los diversos títulos de †˜El†˜Elyón, ??-†˜Olam, †˜El-Sadday. Abrahán se adhirió a este Dios con lealtad y confianza.
51
2. Abrahán en los otros libros DEL AT.
Como clara demostración de la realización de las promesas divinas, Abrahán es considerado también como el progenitor de los israelitas, llamados †œraza de Abrahán† (Is 41,8; Jr33,26). El patriarca vivió como monoteísta en medio de una sociedad pagana (Jos 24,3), fue escogido (Ne 9,7), redimido (Is 29,28) y bendecido por Dios (Miq 7,20). Después del destierro se subraya su perfecta observancia de la ley. Según Si 44,l9ss, fue Abrahán el que estableció una alianza con Dios, y las promesas que recibió son un premio por su fidelidad de hombre obediente y circunciso. En 1 M 2,52, la fe que justificó a Abrahán se presenta no como confianza en la promesa divina, sino como fidelidad práctica a la orden de sacrificar a su hijo Isaac. En el /judaismo intertestamentario la fe de Abrahán es considerada como una acción meritoria según la lógica de la retribución (Libro de los Jubileos 24,11; 12,19; Flavio Josefo, Antiqui-tatesjudaicae 1, 10,3).
52
III. ABRAHAN EN EL NT.
53
1. EN LA LITERATURA NO PAULINA.
El patriarca no sólo se presenta como antepasado del pueblo de Israel (Mt 3,9; Jn 8,53; Jn 8,56; Hch 7,2; Hch 13,26), sino también como progenitor del sacerdocio levítico (Hb 7,5) y del mesías (Mt 1,1). El †œseno de Abrahán†™ es una imagen de la felicidad ultraterre-na (Lc 16,22-23), y el cielo es el lugar donde se celebra el banquete de Abrahán, Isaac y Jacob (Mt 8,11; Lc 13,28). En Jc 2,2 1-23, Abrahán es considerado como el tipo del hombre que es justificado gracias a las buenas obras que ha realizado.
54
2. Relectura paulina.
En Gálatas y en Romanos Pablo utiliza el ejemplo de Abrahán para probar, en contraste con el judaismo intertestamentario, que el patriarca obtuvo la justificación no por medio de las obras, es decir, de las observancias mosaicas consideradas como prestaciones autosuficientes y que exigían una recompensa, sino por medio de la fe, que implica una absoluta confianza en la palabra y en la obra de Dios.
55
a) Carta a los Galatas. Utilizando con pericia consumada el método rabínico como clave de interpretación del AT, Pablo demuestra en Gal 3,6-18 que la justificación de Abrahán se realizó por la fe, como se lee en Gen 15,6. Por eso hijos de Abrahán son solamente aquellos que imitan la fe del padre. Además, Abrahán fue proclamado fuente de bendición para todos los pueblos, como atestigua Gen 12,3; 18,18.
Siendo el patriarca el creyente por excelencia, se participa de su bendición únicamente a través de la fe. Las promesas hechas a Abrahán se extendieron también a su descendencia (semilla); pues bien, el término †œdescendencia† está en singular y se refiere a una sola persona, que es Cristo (Ga 3,16). Por eso solamente creyendo en Cristo se entra en posesión de los bienes anunciados y se hereda la promesa. Dado que esta promesa es gratuita y compromete sólo a Dios, hay que excluir que los herederos de los bienes prometidos sean los que observan la ley.
En Ga 4,21-31, el apóstol ofrece una explicación alegórica del texto del Génesis sobre Sara y Agar y sus hijos Isaac e Ismael, el uno fruto de la promesa y el otro de la naturaleza. Los que observan la ley reflejan la condición de Ismael, hijo de la esclava, mientras que los que creen en Cristo apelan a la mujer libre y al hijo de la gracia [1 Jerusalén IV, 4].
56
b) Carta a los Romanos. En el miaras exegético contenido en Rm 4,1-25 el apóstol interpreta la historia de Abrahán a la luz de Cristo y al servicio de su profunda teología de la historia de la salvación. Abrahán no tiene por qué jactarse ante Dios, ya que se ha hecho justo por fe y por pura gracia. En efecto, fue justificado antes de estar circuncidado; por eso su relación con Dios no depende de las obras. Como beneficiario de la promesa divina basada en la fe, Abrahán tiene por herederos a los creyentes. La fe de Abrahán, profesada en una situación desesperada, es una prefiguración de la fe de los creyentes en Cristo, resucitado de entre los muertos.
En la figura articulada de Abrahán, el apóstol Pablo encuentra los motivos fundamentales de su teología de la justificación, que se realiza independientemente de las obras de la ley y de la circuncisión, mediante la fe sola, de forma gratuita, que excluye toda discriminación entre judíos y paganos. En la relación con Dios no hay nada que se deba, no hay ninguna razón para exaltar la propia suficiencia y el propio mérito; todo parte de la gracia divina, a la que uno se adhiere por medio de la fe. Abrahán es el modelo histórico y el preanuncio profético de esta economía de la fe y de la gracia.
57
BIBL.: Alt ?., Der Gott der Vater, C.H. Beck, Munich 1953, 1-78; Bonora ?., Recentistudistoriograficisui raccontipatriarcali (Gn 12-36), en †œTeología 8 (1983) 83-1 08; Cazelles H., Patriarches, en †œDBS VII (1966) 81-1 56; Clements R., Abraham, en Theologisches Wor-terbuchzumATl, Kohlhammer, Stuttgart 1973, 53-62; Id, Abraham and David. Génesis XVand its Meaningforlsraelite Tradiion, SCM Press, Londres 1967; CoIlin M., Abrahán, Verbo Divino, Estella 1987; De Vaux R., Les Patriarches hébreuxet I†™histoire, Cerf, París 1967, 175-1 85; Id., Historia Antigua de Israell, Madrid 1975; Gordon C.H., The PatriarchaiNarratives, en †œJournal of Near Eastern Studies† 13 (1954) 56-59; Kilian R., Dic vorpriesterlichen Abraham-süberlieferungen ¡iterarkritisch und traditions-geschichtlich Untersucht, Peter Hanstein Verlag, Bonn 1966; Jepsen ?., Zur Ueberlieferungsge-schichte der Vatergestalten, en †œWissenschaftli-che Zeitschrift Lipsia† 3(1953/54)265-281; oh-fink N., Dic Landverheissungais Eid. Eme Stu-die zu Gen 15, Katholisches Bibelwerk Verlag, Stuttgart 1967; Martin-Achard R., Actualité d†™Abraham, Delachaux, Neuchátel 1969; Mi-chaud R., Los patriarcas. Verbo Divino, Estella 1976; Thompson T.L., The Historicity of the Patriarchal Narratives. The Questfor the Histórica! Abraham, Walter de Gruyter, Berlín 1974; Van Seters J., Abraham in Historyand Tradiion, Yale University Press, New Haven-Londres 1975; Vesco J.L., Abraham: Actualisation et relectures. Les traditions vétérotestamentaires, en †œRSPT† 55 (1971) 33-80; Viroulin 5., La sequela diAbramo, en Parola, Spírito e Vita 2, Dehoniane, Bolonia 1980, 7-24; Id, Lasperanza della lerra e della numerosa discendenza ne! libro della Genesi, en ib 9, Dehoniane, Bolonia 1984, 13-26; Walis G., Dic Tradition von den dreiAhnvalern, en †œZAW 81(1969)18- 40; Wil-ckens U., Dic RechtfertigungAbrahams nach Rom 4: Studien zur Theologie der alttestament-lichen Ueberlieferungen, Fs G. von Rad, Neu-kirchener Verlag, Neukirchen-Vluyn 1961,111-127.
S. Virgulin
58
Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica
(Abraam)
La figura de Abrahán se encuentra en el corazón de la reflexión paulina sobre la justificación del hombre ante Dios, primero en Gal 3,6-29; 4,22; y luego en Rom 4,1-25; 9,7; 11,1 (la única alusión a Abrahán en las otras epístolas está en 2 Cor 11,22).
Cuando la literatura judía posexílica interpreta la historia de Abrahán (Gn 12-25), insiste sobre todo en dos aspectos: por una parte, se cuenta a Abrahán entre los justos debido a su fidelidad en las pruebas a las que se vio sometido a lo largo de toda su existencia (1 Mac 2,52; Eclo 44,21); por otra, Abrahán fue fiel a la ley de Dios (Eclo 44,20; cf. también Jubileos 23,10), aceptando la circuncisión (Eclo 44,21), signo de su pertenencia al pueblo elegido (cf. Gn 17,4-14). En este marco de la alianza es donde se reconoce la fe de Abrahán (Gn 15,6). Así, para el judaismo, la fe en Dios y la observancia de la ley son inseparables. Al aceptar la circuncisión, Abrahán anticipa el don de la ley: los descendientes de Abrahán son los que siguen sus caminos.
Al contrario del judaismo, Pablo insiste unilate-ralmente en el hecho de que Abrahán fue declarado justo independientemente de todo esfuerzo por observar la ley: sólo la fe justifica a Abrahán (Gal 3,6), antes de ser circuncidado (Rom 4,10). Esta confianza en las promesas de Dios se le computó como justicia (Rom 4,3.9.22). Para Pablo, Abrahán es el tipo del creyente por haber tenido fe en Dios (Rom 4,3). Su actitud prefigura al ser cristiano (Rom 4,24): es justificado, no aquel que cumple las obras de la ley (Gal 2,16; 3,10-12), sino el que, en la fe, se entrega a la gracia de Dios, habiendo recibido de él la palabra de bendición que hace vivir (Gal 3,9). En la medida en que, en la fe, se mantienen delante de Dios como lo hizo Abrahán (Rom 4,17), esperándolo todo de su palabra, los paganos pertenecen también a su descendencia (Gal 3,6-9).
E. Cu.
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas