ANUNCIO

Isa 53:1; Joh 12:38; Rom 10:16 ¿quién ha creído a nuestro a?


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Referencia a la proclamación del mensaje cristiano de salvación. Implica conciencia católica y evangélica, pues el mismo Cristo enví­ó a los Apóstoles para proclamar el mensaje a todas las naciones de la tierra. «Id y anunciad el Evangelio a todo el mundo». (Mc. 16.15 y Mt. 28. 19)

El término «aggello» (angelo), «anunciar», se emplea en el Nuevo Testamento con profusión: 179 en forma de verbo simple: anunciar; y otras 274 en forma compuesta: anunciar la buena nueva (euangelo, por ejemplo), anunciar la salvación, proclamar…

Basta esta abundancia de citas para entender que es un concepto básico en el mensaje cristiano y que el anuncio es vital para la fe en Cristo. El mensaje se da a los hombres para ser transmitido hasta el final de los tiempos y a todo el mundo, no para ser gozado por uno.

La acción catequí­stica precisamente cobra su dignidad en su dimensión evangelizadora (anunciadora). Es una forma de realizar ese anuncio a los hombres y de ofrecer el mensaje de manera adecuada a cada situación.

Se debe recordar que no hay plenitud en la fe si no se entiende el deber de todo creyente de repartir los propios dones con los demás. Es la primera ley cristiana: amar a Dios y amar al prójimo. Es lo mismo que decir que se debe anunciar la propia fe, el amor y la salvación, a los demás (hijos, amigos, compañeros…)

Una concepción religiosa en la que se contempla la verdad como algo individual e incomunicable, no responde a la naturaleza del Evangelio. Por eso hay que ayudar al catequizando a que aspire a una madurez en la fe que implique dar a los demás el propio don.

Por eso el mandato misional de Jesús no va dirigido a «sólo los apóstoles», sino a todos sus seguidores: «Dad gratuitamente lo que gratuitamente habéis recibido» (Mt. 10.8)

(Ver Apostolado y Evangelio)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Misión y anuncio

La misión que Jesús ha comunicado a su Iglesia se realiza principalmente por medio del anuncio explí­cito, acompañado siempre del testimonio (cfr. Lc 4,15-19.43; Mt 28,19). «El anuncio tiene la prioridad permanente en la misión; la Iglesia no puede substraerse al mandato explí­cito de Cristo; no puede privar a los hombres de la «Buena Nueva» de que son amados y salvados por Dios» (RMi 44; cfr. AG 13).

El anuncio del evangelio no es una simple exposición de una doctrina, sino la presentación de Cristo resucitado presente como llamada a la fe y, por tanto, a la conversión y al bautismo. Por el anuncio y el testimonio, los creyentes realizan la función profética de la Iglesia. Por esto, «la Iglesia está llamada a dar su testimonio de Cristo, asumiendo posiciones valientes y proféticas» (RMi 43).

El «kerigma», primer anuncio

Se proclama el mensaje evangélico de Jesús (el «kerigma»), para insertarlo en la realidad humana concreta. El anuncio misionero es para que llegue a todos los hombres y éstos puedan encontrar a Cristo. La prioridad del anuncio se basa en la eficacia de la misma palabra de Dios (cfr. RMi 44), que reune a la comunidad como Pueblo de Dios, para celebrar los misterios de Cristo y para vivir según las exigencias del evangelio. Anuncio y testimonio son dos aspectos de la misma realidad evangelizadora «Evangelizar es, ante todo, dar testimonio de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espí­ritu Santo» (EN 26).

Anuncio y testimonio

El anuncio va acompañado del testimonio, a ejemplo del Señor «Jesús hizo y enseñó» (Hech 1,1). Los signos acompañan a las palabras «A este Jesús le resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos» (Hech 2,32). La prioridad del testimonio arranca del hecho de ser expresión viva del mismo mensaje.

El anuncio y la inserción de la Palabra en la circunstancias humanas reclama la vivencia de la misma. «El hombre contemporáneo cree más en los testigos que en los maestros… el testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de misión» (RMi 42). De ahí­ la prioridad del testimonio («primer medio», «primera forma»), como parte integrante de la misma proclamación (cfr. Mc 16,20).

Universalismo del anuncio

El dinamismo misionero del anuncio se concreta en proclamar a todos los pueblos el misterio de Cristo como revelador del misterio del hombre y de la historia humana (Heb 1,1; Ef 1-3; GS 22,24,35). El anuncio, acompañado del testimonio es una llamada a abrirse («convertirse») a estos planes salví­ficos de Dios en Cristo. Cuando se hace este servicio como «primer anuncio», tiene lugar la evangelización «ad gentes».

Todos los seres humanos, por el hecho de ser redimidos por Cristo, aunque no tienen derecho a la fe (que es un don gratuito), sí­ «tienen derecho» (EN 80) a escuchar, por el anuncio evangélico, que el Verbo ya se ha hecho hombre y que nosotros «hemos visto su gloria» (Jn 1,14). La urgencia del anuncio, además de provenir del mandato del Señor, encuentra su fuerza en «la caridad de Cristo» (cfr. 2Cor 5,14). «Del conocimiento amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de anunciarlo, de evangelizar, y de llevar a otros al sí­ de la fe en Jesucristo. Y al mismo tiempo se hace sentir la necesidad de conocer siempre mejor esta fe» (CEC 429).

Referencias Diálogo interreligioso, evangelización, homilí­a, kerigma, Palabra de Dios, predicación, profetismo, Reino, testimonio.

Lectura de documentos AG 11-13; EN 15, 21-22, 41-43, 51-53; RMi 42-45; CEC 429, 852, 875; TMA 38.

Bibliografí­a AA.VV., Servidores de la Palabra (III Semana Sacerdotal Claretiana) (Vic 1990); D. BARSOTTI, Misterio cristiano y palabra de Dios (Salamanca, Sí­gueme, 1965); J. ESQUERDA BIFET, Profetismo cristiano, servidores de la palabra (Barcelona, Balmes, 1986); Idem, La Paraula contemplada esdevé missió Revista Catalana de Teologia 14 (1990) 367-378; D. GRASSO, Teologí­a de la predicación (Salamanca, Sí­gueme, 1966); L. MALDONADO, El menester de la predicación (Salamanca 1972); J. RATZINGER, Palabra en la Iglesia (Salamanca 1976); O. SEMMELROTH, La palabra eficaz. Para una teologí­a de la predicación (San Sebastián 1967).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

El primer anuncio, con el que nace todo el movimiento cristiano, fue el de que Jesús de Nazaret, después de ser ejecutado, habí­a resucitado. Este acontecimiento es muy importante, ya que nos permite aclarar que el cristianismo no tuvo un origen de tipo ideológico. No nació, por ejemplo, de la predicación de la fraternidad entre los hombres, o de la proclamación de la paternidad de Dios (como sostení­a Harnack). En sus comienzos no se encuentra una fórmula teológica, ni un programa de renovación moral, sino la simple afirmación de que Jesús de Nazaret, que fue crucificado, vive. Esta fue la impresión que hasta un magistrado romano poco interesado en las cuestiones religiosas, como el procurador Festo. sacó de las acusaciones que habí­an sido formuladas contra el apóstol Pablo. Estas acusaciones tení­an que ver con «un tal Jesús, ya muerto, y que, según Pablo, está vivo». ¿De qué manera los primeros cristianos anunciaban que Jesús estaba vivo? ¿Con qué fórmulas, con qué expresiones, con qué lenguaje lo hací­an? Los primeros discí­pulos se expresaban con este realismo: Jesús de Nazaret ha resucitado, y nosotros lo hemos visto. No se trataba, pues, ni de la idea de un Cristo que permaneciera vagamente en la memoria de los discí­pulos ni de una esperanza que sobreviviera a cualquier derrota. Nos hallamos ante el testimonio concretí­simo de un encuentro entre personas.

Carlo Marí­a Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997

Fuente: Diccionario Espiritual

En sentido técnico es llamado » anuncio >, aquel mensaje particular que suscita la fe. Juan Pablo II, en la encí­clica Redemptoris missio, recuerda que «en la realidad tan compleja de la misión el primer anuncio tiene un papel central e insustituible… La fe nace del anuncio, y toda comunidad eclesial saca su origén y su vida de la respuesta personal de cada uno de los fieles a este anuncio» (n. 44). Este término está contenido en la misma palabra «evangelio», que se deriva del griego euanghelion («buena noticia», «anuncio alegre»). En cuanto a la IZlesia, tiene en el anuncio del evangelio su gracia y su vocación propia, su identidad mas profunda (Pablo VI). En el Nuevo Testamento, además de euanghelí­zo (anunciar un mensaje alegre, evangelizar), los dos verbos con que se indica el anuncio son sobre todo anghello (anunciar), con sus compuestos, y kerysso (proclamar). El euanghelion del Nuevo Testamento es siempre el mensaje salví­fico anunciado oralmente. Para Jesús, el anuncio es la llegada del Reino de Dios (cf Mc 1,15). El verbo kerysso, de donde se deriva también el término kerygma (mensaje, predicación), subraya el aspecto autoritativo del mensaje, al que es preciso obedecer. Es el verbo que caracteriza a la proclamación del mensaje en cada caso concreto. Va más allá del carácter de una simple enseñanza y encierra una valoración cuva inobservancia equivale a un rechazo del mismo. El primer anuncio o kerygma se desarrolló en la didaskalí­a o didaché (enseñanza, doctrina). Esta transmisión del anuncio se define también como katechesis (instrucción). Es preciso poner de relieve el carácter eclesiológico del anuncio de la salvación. La 1glesia nace de la acción evangelizadora de Jesús. Después de los acontecimientos pascuales, la acogida y la comunicación del anuncio son los acontecimientos en los que se constituye la comunión eclesial (cf. 1 Jn 1,3). La 1glesia es la comunidad que se constituye en torno al Señor, anunciado como el Crucificado Resucitado. La 1glesia, destinataria y depositaria del anuncio de la salvación, ha sido enviada a llevar a todos los hombres el anuncio alegre de la salvación. El término con que hoy se le indica preferentemente es el de «evangelización» un neologismo que se deriva del verbo «evangelizar». Los destinatarios del anuncio son todos los hombres. Hoy se considera muy importante poner de relieve la fuerza de liberación contenida en el anuncio cristiano y subrayar su vinculación necesaria con la promoción humana. Se habla también del deber de encarnar el anuncio del evangelio en las culturas de los pueblos. La tarea de llevar el anuncio del evangelio incumbe a toda la 1glesia (cf. AG 35). El anuncio no es nunca un hecho individual, sino que es siempre un acto eclesial, ya que se realiza siempre en unión con la misión de la Iglesia y en nombre suyo.

M. Semeraro

Bibl.: Pablo VI, Exh. ap, «EvangElii nuntiandi» (8 de diciembre de 1975), en MPC II, 85-120; Juan Pablo II, REdEmptoris missio (7 de diciembre de 1990), en MPC II, 175226.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

akoe (ajkohv, 189), oí­do, fama, rumor. Se traduce «anuncio» en Joh 12:38 y Rom 10:16, en la cita de Isaí­as 53. Véanse FAMA, RUMOR.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento