tip, DOCT
ver, GOEL, PASCUA, EXODO
vet, El término redención significa «liberado, devuelto mediante el pago de un rescate». Dios, habiendo pasado juicio sobre los primogénitos de los egipcios, reclamó los primogénitos de los israelitas para Su servicio (Ex. 13:2). Después del episodio del becerro de oro, Dios eligió a los levitas en lugar de a los primogénitos (Nm. 3:5-8, 12, 44-51; cfr. Ex. 32:26-29). Los primogénitos de más que no podían ser sustituidos por los levitas fueron rescatados por precio; así quedaron libres (Dt. 3:46-51). De la misma manera, se podía redimir la tierra enajenada o a alguien que se hubiera vendido por deudas (Lv. 25:23, 24, 47, 54; véase GOEL). Los israelitas fueron redimidos de Egipto por el gran poder de Dios (Ex. 15:3; véanse PASCUA, EXODO). De ahí, el tema pasa a la redención del alma o de la vida, perdida a causa del pecado. El hombre no puede dar a Dios rescate por su hermano: porque la redención del alma es de gran precio, y no se logrará jamás: esto es, se tiene que abandonar toda esperanza de dar uno mismo el rescate. El precio es imposiblemente alto para el hombre (cfr. Sal. 49:7-8). En el NT hay dos términos que se traducen «redención»: (a) «lutrosis», y sus derivados, «apolutrosis» y el verbo «Iutroõ», «desatamiento, liberación, desatar», indicándose la liberación mediante el pago de un rescate, redención, redimir. (b) «Exagorazõ», «comprar en un mercado». Cristo ha redimido a los creyentes de la maldición de la Ley (Gá. 3:13; 4:5). Los cristianos son exhortados a que rediman el tiempo, esto es, a que compren o se aseguren cada oportunidad que les sea posible (Ef. 5:16; Col. 4:5). Un término relacionado con éste, «agorazõ», se traduce «comprar» en todos los pasajes de la versión Reina-Valera, a excepción de en 2 P. 2:1, «rescató»; Ap. 5:9, «redimido» (y Ap. 14:3, 4 en la revisión 1960, «redimido»). En realidad, debiera traducirse con el verbo «comprar». La diferencia de concepto se aprecia mejor en pasajes como el de 2 P. 2:1, donde no se puede decir «redimido», porque los mencionados son los que niegan los derechos de Cristo, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina, aunque sí habían sido «comprados». Cristo compró todo, pero sólo los creyentes son «redimidos». Los cristianos hablan, en ocasiones, de la «redención de alcance universal» sin realmente significar este concepto, no distinguiendo apropiadamente entre «comprar» y «redimir». En Ef. 1:14 se hallan ambos conceptos: «la redención de la posesión adquirida». «Redención» se usa en ocasiones en el sentido del derecho o título a redimir (Sal. 130:7; Ro. 3:24); este derecho Dios lo ha adquirido con toda justicia en Cristo, y en virtud de él se presenta al hombre como Aquel que justifica. Así, Dios se aseguró la redención antes de que el hombre entrara en su esfera. Los creyentes disfrutan ahora de ella por la fe, en el sentido del perdón de los pecados, en Cristo, donde se halla la posición del creyente (Ef. 1:7). Así, el creyente es puesto en Cristo, en quien tiene redención por Su sangre. Como resultado de ello, la redención se extiende al cuerpo (Ro. 8:23; Ef. 4:30) y a la misma creación (cfr. Ef. 8:19-21 ss.). En su aplicación, el término redención denota el poder en el cual es hecha efectiva, así como la base o condición sobre la que se basa.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
Aunque está estrechamente relacionada con la salvación, la palabra redención es más específica, porque denota el medio por el cual se logra la salvación, a saber, por el pago de un rescate. Como en el caso de la salvación (véase), podría significar una liberación temporal, física. En el AT, las palabras principales son pāḏāh y gāʾal, que usualmente se traducen lutrouszai en la LXX, y ocasionalmente rueszai. En el NT, lutrouszai es la forma verbal más usada, y los sustantivos son lutrosis y apolutrosis. Ocasionalmente se usa agoradsein o exagoradsein, denotando el acto de compra en el mercado, especialmente en el mercado de esclavos. Para expresar «rescate» se usan lutron y antilutron.
En el antiguo Israel, la propiedad y la vida podían redimirse haciendo el pago apropiado. Dado que los primogénitos fueron salvados de la última plaga con que Dios visitó Egipto, él tenía un derecho especial sobre ellos, de modo que de allí en adelante los primogénitos debían ser redimidos mediante un pago en dinero (Ex. 13:13–15). En conformidad con la legislación del Pentateuco, si un hombre perdía su herencia a causa de una deuda o se vendía como esclavo, él y su propiedad podían ser redimidos si un pariente cercano se presentaba a pagar el precio de redención (Lv. 25:25–27, 47–54; cf. Rut 4:1–12). En ciertas ocasiones, el pariente redentor era también el vengador de sangre (véase Goel).
La liberación del pueblo de Dios de Egipto se describe como redención (Ex. 6:6; 15:13), y a Dios se le llama Redentor de Israel (Sal. 78:35). Aquí el énfasis bien podría estar en la gran demostración de poder necesario para lograr este objetivo, fuerza que en sí misma serviría como precio de rescate. Otra vez, el pueblo de Dios se encuentra en cautiverio (Babilonia); y nuevamente se usa lenguaje de redención en relación con su liberación (Jer. 31:11; 50:33, 34). El significado probable de Is. 43:3 es que el vencedor de Babilonia y, en consecuencia, libertador de Judá, Ciro, recibe la promesa de un dominio en África, compensación por dar libertad al cautivo Judá y por restaurarlo a su heredad en la tierra de Canaán.
También el individuo es a veces objeto de la redención de Dios, como en Job 19:25, donde el sufriente expresa su confianza en un Redentor vivo que a su tiempo lo vindicará, a pesar de que todo en la situación presente parece ser contrario. Pr. 23:10, 11 presenta el mismo sentido general de pensamiento.
Es más bien sorprendente que el AT asocie verbalmente tan poco la idea de redención con el pecado. El Sal. 130:8 contiene la promesa de que Jehová redimirá a Israel de todas sus iniquidades. Is. 59:20, que Pablo cita en Ro. 11:26, dice mucho sobre la misma cosa, pero en términos más generales (cf. Is. 44:22). En el Sal. 49:7 se enfatiza la imposibilidad de que una persona dé un rescate por su propia vida. Es posible que la escasez de la referencias a la redención del pecado en el AT se deba a la proclamación siempre presente de la redención por medio de un sistema de sacrificios, haciendo que las declaraciones formales en ese sentido fueran más bien superfluas. Además, la redención de los males de la vida, como de la cautividad babilónica, inevitablemente llevaba consigo la idea de que Dios redime del pecado, porque fue el pecado lo que provocó la cautividad (véase Is. 40:2).
La existencia de numerosos pasajes en el AT donde se presenta la redención con palabras que no incluyen en forma explícita el elemento de rescate, ha llevado a algunos eruditos a concluir que la redención vino a significar liberación sin ninguna insistencia en un rescate como condición o base. La manifestación del poder de Dios en la liberación de su pueblo parece ser todo el énfasis (véase Dt. 9:26). Pero, por otra parte, no hay indicación alguna en el sentido de excluir un rescate. La idea de rescate podría bien ser un factor dado por sentado, y que se mantiene en el segundo plano por la prominencia que se quiere dar al elemento de poder necesitado para la liberación.
Esta observación proporciona el puente necesario para el uso que el NT hace de la redención. Ciertos pasajes de los Evangelios reflejan este uso un poco vago de la palabra como sugiriendo la intervención divina en favor del pueblo de Dios, sin una referencia específica a un rescate que hubiera que pagar (Lc. 2:38; 24:21).
Mr. 10:45, aunque no contiene la palabra redimir, es un pasaje importantísimo en este tema, porque abre ante nosotros el propósito de Cristo en el cumplimiento de su misión. Su vida de ministerio terminaría en un acto de autosacrificio que serviría como rescate para los muchos que lo necesitaban. La mayor exposición de la doctrina en el NT está en los escritos de Pablo. Cristo nos ha redimido de la maldición de la ley (Gá. 3:13; 4:5, exagoradsein en ambos casos). En su sección más concentrada sobre la obra de Cristo, el apóstol relaciona la palabra redención con la justificación y la propiciación. (Ro. 3:24; cf. 1 Co. 1:30). Una característica prominente en el uso de Pablo es la doble referencia a la palabra, con una aplicación presente al perdón de pecados sobre la base del precio de rescate que es la sangre derramada por Cristo (Ef. 1:7; cf. 1 P. 1:18, 19), y una aplicación futura a la liberación del cuerpo de su debilidad presente y de su inclinación a la corrupción (Ro. 8:23). Este último hecho está asociado con el día de la redención (Ef. 4:30), no en el sentido de que entonces la redención entrará en operación por vez primera, sino que la redención obtenida por Cristo y aplicada al perdón del alma se extiende para incluir también el cuerpo, de modo que la salvación llega a la consumación que inicialmente se había determinado.
Redención, aunque incluye el concepto de liberación, es una palabra más precisa. De otro modo, se esperaría que los escritores de la Biblia hubiesen hecho un uso mucho más extenso de palabras que indicaran liberación por sí mismas, tales como luein o rueszai, dejando de lado palabras que significaran redención. Sin embargo, no ocurre así. Es significativo que Pablo puede contentarse con el uso de rueszai cuando plantea la relación de la obra de Cristo en favor nuestro con respecto a las potestades angélicas hostiles (Col. 1:13); sin embargo, cuando pasa a la contemplación del perdón de nuestros pecados, debe cambiar la terminología por una que indica redención (Col. 1:14).
No hay palabra en el vocabulario cristiano que se considere más preciosa que la palabra Redentor, porque, aun más que la palabra Salvador, recuerda a los hijos de Dios que su salvación ha sido adquirida a un gran costo personal, porque el Señor se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de ellos.
Véase también Satisfacción.
BIBLIOGRAFÍA
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Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (512). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología