tip, OFIC
vet, En el sistema recaudador romano eran los subalternos que, bajo la dirección de un funcionario romano, se encargaban de cobrar los impuestos y los derechos de paso de las mercancías que se transportaban de un territorio a otro. El funcionario romano tenía que pagarse a sí mismo, por lo que exigían a los contribuyentes sumas superiores a las que en realidad tenían que ir al tesoro público. El estado autorizaba esta práctica, y ninguna ley protegía a los contribuyentes contra las exacciones. Con excepción de algunos muy contados hombres honrados, los publicanos cobraban sumas abusivas a su vez (cfr. Lc. 3:12, 13; 19:8). En las provincias, todas las clases sociales los detestaban, con la posible excepción de los gobernadores romanos, que con frecuencia se entendían con ellos para sacar dinero a los contribuyentes. El encargado de un territorio reducido era, en ocasiones, originario de aquel mismo territorio. El judío Zaqueo era el perceptor jefe en Jericó (Lc. 19:1, 2). Mateo (Leví), asimismo judío, era sin duda el subalterno directo del funcionario romano, designado por éste para cobrar los impuestos en Capernaum (Mt. 9:9; Mr. 2:14; Lc. 5:27). Los judíos no podían admitir que uno de los suyos actuara como agente de los romanos cobrando impuestos para un gobierno gentil. Condenaban asimismo a cualquier judío que se hiciera cobrador general por cuenta de una ciudad particular. El publicano judío quedaba excluido de la sociedad de sus compatriotas; sus amigos corrían la misma suerte. Jesús fue acusado de comer con publicanos y pecadores (Mt. 9:10-13; 11:19). El Señor hizo a uno de ellos el honor de llamarlo al apostolado (Mt. 9:9; 10:3). Jesús reconoció, no obstante, la falta de valor moral del publicano como tal (Mt. 5:46, 47; 18:17). Sin embargo, los invitó a entrar en el Reino de Dios. La bondad del Señor tocó a muchos de ellos, y los hubo que se hicieron bautizar (Mt. 21:31, 32; Lc. 3:12; 7:29; 15:1; 18:13, 14). La parábola del fariseo y del publicano muestra el arrepentimiento y salvación de este último (Lc. 9:14).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
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Nombre con que se definía a los judíos que estaban al servicio de los Romanos en los tiempos de Jesús o realizaban tareas sociales que no eran compatibles con las leyes judaicas. (Ver Evangélicos. Grupos)
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Todas las provincias romanas tenían que pagar tributo al imperio. Palestina, bajo la dominación romana, no estaba exenta. Los impuestos no los cobraban directamente los romanos, sino que se solía encargar ese menester a indígenas. De todo esto hay constancia en los evangelios. Era, naturalmente, enojoso pagar tributo a la potencia extranjera dominadora. Por esta razón los publicanos eran aborrecidos y odiados por el pueblo, incluso considerados como pecadores públicos (Mt 9, 10-13; Mc 2, 13-17; Lc 5, 27-32), comparados a los paganos (Mt 18, 17) y a las prostitutas (Mt 21, 31). Pero el hecho de ser publicano no importaba, ni mucho menos, el ser pecador, como lo indica la parábola del fariseo y del publicano (Lc 18, 9-14). De hecho el Evangelio habla de publicanos buenos, como Zaqueo (Lc 19, 2) y Mateo (Mt 10, 3; Mc 2, 13-14). —> pecadores; fariseo y publicano, parábola del.
E.M.N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret