PEDRO (1 ª EPISTOLA)

tip, LIBR LINT

ver, HEBREOS (Epí­stola), CANON

vet, El autor afirma ser el apóstol Pedro (1 P. 1:1). La autenticidad de esta carta queda demostrada por su contenido y por el testimonio de numerosos escritores del inicio de la era cristiana. La epí­stola va dirigida a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia (1 P. 1:1). Hay expositores que mantienen que se trata de una carta dirigida en su mayor parte a creyentes surgidos del paganismo, apoyándose en ciertas alusiones del apóstol (1 P. 1:14; 2:9, 10; 3:6; 4:3). Otros expositores, sin embargo, argumentan incisivamente que la carta era dirigida a los judí­os que habí­an venido a creer en el Señor Jesús. Efectivamente: (A) El ministerio de Pedro se dirigí­a oficialmente a «la circuncisión» (cfr. Gá. 2:7). (B) Las alusiones citadas para apoyar la postura de que los destinatarios procedí­an de la gentilidad son aplicables a los judí­os desconocedores del Evangelio. En particular, el pasaje más citado para sostener la postura de que se trataba de gentiles, 1 P. 2:10, «vosotros que en otro tiempo no erais pueblo», es totalmente explicable con referencia a la sentencia dictada por Dios sobre el pueblo judí­o: «No sois mi pueblo» (Os. 1:9); sólo por su adhesión al Mesí­as volverí­an a ser pueblo de Dios, y aquellos judí­os que confesaban al Señor Jesús vení­an a ser las primicias de aquel cumplimiento glorioso en la segunda venida del Señor cuando el pueblo judí­o, «lo-ammi» (no mi pueblo), vendrá a ser otra vez pueblo de Dios (cfr. Os. 2:23), e hijos del Dios viviente (cfr. 1:10). (C) Aunque es cierto que Pedro menciona que la conversión de sus destinatarios se debí­a a otros (1 P. 1:12, 25), no constituye prueba de que se trate de conversos del apóstol Pablo entre los gentiles; ello aparte del hecho de que Pablo también habí­a predicado en las sinagogas de los judí­os, como se ve a lo largo de Hechos. En Hch. 8:4 se afirma que «los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio», después del martirio de Esteban. Esta primera evangelización se hizo exclusivamente entre judí­os y samaritanos, con la excepción de prosélitos, como el caso del eunuco etí­ope (Hch. 8:26-39). En esta epí­stola se mencionan las regiones de los destinatarios de este a oeste, lo que constituye una indicación de que la carta fue posiblemente redactada desde Oriente. La alusión a la iglesia en Babilonia, en los saludos, apoya esta hipótesis (1 P. 5:13). El empleo que hace el autor de la Epí­stola a los Efesios y la época de la muerte de Pedro permiten situar la fecha de redacción entre el año 63 y el 67; es muy probable que fuera el año 64 o 65. Un pasaje de la Segunda Epí­stola de Pedro (2 P. 3:1, cfr. 1:1) da testimonio de que la primera carta es de este apóstol. En cuanto a las pruebas externas de la autenticidad de esta carta, son irrefutables. Autores tan diversos como Clemente de Alejandrí­a, Ireneo de Lyon, Tertuliano de Cartago, afirman que es de Pedro. Eusebio afirma que Papí­as y Policarpo la conocí­an y la citaban. Así­, desde el principio, esta epí­stola ha sido confirmada por unas evidencias indiscutidas. Se ha objetado que los creyentes no habí­an sido perseguidos «en calidad de cristianos» (1 P. 4:16) hasta una época más tardí­a. Sin embargo, esta objeción carece de valor. Esteban ya habí­a muerto por la fe (Hch. 6; 7), y se habí­an dado ya numerosas persecuciones locales e individuales mucho tiempo antes de que se desencadenaran las persecuciones generalizadas, ordenadas por los emperadores. Tampoco se puede objetar que Pedro desconociera el griego, teniendo a Marcos y Silvano como ayudantes (1 P. 5:12-13). El estilo de Primera Pedro es natural, patético, vehemente. Salpicada de repentinas transiciones, refleja admirablemente el carácter del autor. La forma es caracterí­stica de Pedro; la doctrina es armónica con la de las epí­stolas de Pablo, con una insistencia particular en la gracia de Dios, y la gloriosa esperanza de la Parusí­a. El texto contiene numerosas reminiscencias de las epí­stolas a los Romanos, a los Efesios, y de la epí­stola de Santiago (1 P. 2:6, 8, cfr. Ro. 9:32, 33; 1 P. 2:5; 3:8, 9; 4:7-11, cfr. Ro. 12:1, 16, 17, y 3:6; 1 P. 2:18 y 3:1-7, cfr. Ef. 5:22, 23; 6:5; 1 P. 1:1, 6, 7, 23 y 5:6, cfr. Stg. 1:1, 2, 3, 18 y 1 P. 4:10). La epí­stola se distingue por su profundidad y por la belleza en la expresión de la enseñanza. Análisis: Saludos (1 P. 1:1 2). Introducción (1 P. 1:3-12), en la que Pedro da las gracias a Dios por las bendiciones que se desprenden de la salvación. El cuerpo de la epí­stola (1 P. 1:13-5:11) contiene: (A) Exhortaciones a la santidad (1 P. 1:13-25) (B) La Iglesia, templo viviente, del que Cristo es la piedra angular (1 P. 2:1-8); la iglesia como sacerdocio regio (1 P. 2:9-10) (C) Deberes sociales del peregrino cristiano, del criado, de los cónyuges (1 P. 2:11-3:7) (D) Comunión con Cristo en la oración, el servicio, el sufrimiento, el oprobio (1 P. 3:8-4:19) (E) Deberes de los ancianos y de los jóvenes. Saludos (1 P. 5:1-14) Pedro destaca vigorosamente: los sufrimientos de Cristo y su valor expiatorio (1 P. 1:11-19; 2:21-25; 3:18; 4:1, 13; 5:1); el sufrimiento del creyente con su Señor (1 P. 1:6, 7; 2:18-21; 3:13-18; 4:1-2, 12-19; 5:9-11); la regeneración (1 P. 1:3, 23-25; 2:2); la Iglesia y el sacerdocio de todos los creyentes (1 P. 2:4-10); la resurrección y la gloriosa venida de Cristo (1 P. 1:3-5, 7-9, 11, 13, 21; 3:18, 21-22; 4:5, 13; 5:1, 4, 10-11). Todas estas doctrinas, así­ como las exhortaciones que las acompañan, son claras y precisas; son coherentes con el carácter práctico que tiene que rendir, como Pedro después de Pentecostés, un testimonio limpio acerca de su Salvador. PEDRO (2 ª Epí­stola) El autor de esta segunda epí­stola se nombra a sí­ mismo como «Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo» (2 P. 1:1); afirma haber sido testigo de la Transfiguración (2 P. 1:16), y haber recibido de Cristo la predicción de su martirio (2 P. 1:14; cfr. Jn. 21:19). Se pone en un plano de igualdad con Pablo (2 P. 3:15). El estilo presenta una cierta falta de simplicidad y de desenvoltura, lo que contrasta con el estilo fluido y natural de la primera. Desde la época de Jerónimo, esta diferencia de expresión vino a ser el argumento de los que presentan objeciones contra la autenticidad de la epí­stola. Jerónimo cree que estas desemejanzas son debidas a los «secretarios-intérpretes» de Pedro, y es bien posible que éste fuera el caso (cfr. MARCOS). Muchos crí­ticos modernos atribuyen la carta a un autor anónimo del perí­odo postapostólico, que la habrí­a escrito bajo el nombre de Pedro alrededor de un siglo después de la muerte de este último. Sin embargo, si bien hay algunas diferencias en el vocabulario, también hay semejanzas convincentes. Nada en el texto da indicación de una falsificación. Las alusiones autobiográficas son exactas; no aparecen detalles imaginarios ni anacronismos. Segunda de Pedro es totalmente diferente de las obras apócrifas como «El Evangelio de Pedro» y el «Apocalipsis de Pedro». Se ha llegado a afirmar que nuestra epí­stola habí­a sido escrita en una época más tardí­a en la que se daban herejí­as que pretendí­an apoyarse en los escritos de Pablo (cfr. 2 P. 3:15-16). Sin embargo, en este pasaje se hace en realidad una alusión a la epí­stola que Pablo escribió a los hebreos (véase HEBREOS [EPíSTOLA A LOS]), con una mención adicional de las otras epí­stolas (una traducción lit. del pasaje vendrí­a a ser: «Según la sabidurí­a que le ha sido dada, Pablo os escribió, como también en todas sus epí­stolas») (énfasis en «en todas sus epí­stolas», añadido). El lenguaje menciona que Pablo les habí­a escrito a «ellos», evidentemente los destinatarios judeocristianos de Pedro, y aprovecha para mencionar «también… todas sus epí­stolas» escritas ya entonces. De todas maneras, este pasaje no implica que hubiera una colección como tal de las epí­stolas de Pablo, sino que era notorio que las tales habí­an sido escritas y que eran bien conocidas y, en ciertos casos, torcidas y manipuladas en su aplicación doctrinal y práctica. En cuanto a la apostasí­a que Pedro combate, no se puede afirmar que sea más avanzada que la que Pablo combatí­a. Otras pruebas internas corroboran adicionalmente la autenticidad de la carta. Se hallan en ella rasgos caracterí­sticos de Pedro y analogí­as con sus discursos (cfr. Hechos). Al igual que la Primera, la Segunda Epí­stola presenta una buena cantidad de palabras singulares y la costumbre de presentar el lado negativo y el positivo de un pensamiento (p. ej.: 1 P. 1:12, 14, 15, 18 y 2 P. 1:16, 21; 2:4, 5; 3:9, 17). Durante los dos primeros siglos, las menciones relativas al uso de la Segunda Epí­stola son infrecuentes y poco directas; pero al inicio del siglo III, Orí­genes hace alusión a su empleo en las iglesias, y habla acerca de Pedro de las «dos trompetas de sus epí­stolas». Eusebio afirma que Segunda Pedro, Santiago y Judas son admitidas por la mayor parte, pero que habí­a algunas que las consideraban «dudosas» («antilegomena»). El canon fue haciéndose poco a poco, con suma prudencia, en una época en la que habí­a gran cantidad de escritos falsos. Si en el curso del siglo III y del IV se llegó a la unanimidad para incluir en el canon formal Segunda de Pedro, así­ como Santiago, Judas y Apocalipsis, podemos estar ciertos de que hubo una abrumadora prueba, desde el aspecto interno como del externo, para llevar a la dicha unanimidad (véase CANON). De hecho, las objeciones que se han hecho a la autenticidad de la Segunda Epí­stola no resisten el examen histórico. El autor se dirige, de manera general, «a los que habéis alcanzado… una fe igualmente preciosa que la nuestra»; pero 2 P. 3:1 demuestra que los destinatarios eran los mismos que los de la Primera, o un grupo de entre ellos. El lugar de redacción no puede ser determinado con exactitud. Si la alusión de 2 P. 1:14 implica que Pedro estaba a punto de ser llevado a la muerte, se podrí­a situar el lugar de redacción en Roma, y asignar la fecha de la epí­stola al año 68 o 67 d.C. Argumentos en favor de estas fechas: la naturaleza de las falsas doctrinas denunciadas en la Segunda Epí­stola; el empleo que hace esta epí­stola de la de Judas (o el que hace Judas de la epí­stola de Pedro); la mención de la Primera Epí­stola de Pedro. El capí­tulo 2 de Segunda Pedro se parece manifiestamente a la Epí­stola de Judas (cfr. 2 P. 2:2, 4, 6, 11, 17). A propósito de ello, se afirma en muchos sectores que Judas tomó prestado de Pedro, o viceversa. Es innegable que uno de ellos pudo haber leí­do la Epí­stola del otro, y no se puede rebatir que uno escribiera después del otro. Sin embargo, las diferencias son tan notables como las semejanzas. Pedro se refiere a maldad, y de la acción de Dios en contra de ella en Su gobierno. Judas trata de la apostasí­a como tal. Así­, Pedro se refiere a «los ángeles que pecaron», mientras que Judas se refiere a «los ángeles que no guardaron su dignidad», abandonando el lugar que Dios les habí­a señalado (cfr. 2 P. 2:4; Jud. 6). Otras muchas caracterí­sticas permiten afirmar una básica independencia de Pedro y Judas bajo inspiración, cubriendo distintos objetivos (cfr. J. N. Darby, «The Similarity of the Epistle of Jude and one part of the Second Epistle of Peter», en The Collected Writings of J. N. Darby, vol. 13, PP. 216-231). Propósito de la carta, según 2 P. 3:1, 17, 18: Hacer recordar a los destinatarios las enseñanzas que habí­an recibido, a fin de prevenirlos contra las falsas doctrinas entonces en boga, y facilitar su crecimiento en la gracia y conocimiento de Jesucristo, el Señor y Salvador. Esta epí­stola fue escrita para refutar el gnosticismo que ya se estaba infiltrando en las iglesias, y para fortalecer a los cristianos en la sana doctrina y en la pureza moral. Contenido: Saludos apostólicos (2 P. 1:1, 2). Exhortaciones solemnes a crecer espiritual e intelectualmente (2 P. 1:3-11). Bases sobre las que reposa el conocimiento, y que es la base de la piedad (2 P. 1:12-21). Condena de los falsos doctores (2 P. 2:1-22). Recuerdo de las enseñanzas de Jesucristo, de los profetas y de los apóstoles en cuanto a la venida del Señor y del fin del mundo (2 P. 3:1-13). Exhortaciones a crecer en la santidad, prestos para recibir al Señor a Su vuelta. Alusión al valor de las Epí­stolas de Pablo como Escritura. Doxologí­a final (2 P. 3:14-18). Bibliografí­a: Barbieri, L. A.: «Primera y Segunda Pedro» (Pub. Portavoz Evangélico, Barcelona, 1981); Bernard, T. D.: «El desarrollo doctrinal en el Nuevo Testamento» (Pub. de La Fuente, México, D.F., 1961); Dana, H. E.: «El Nuevo Testamento ante la crí­tica» (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, 1965); Darby, J. N.: «First Peter» y «Second Peter», en Synopsis of the Books of the Bible, vol. 5 (Bibles and Publications, Montreal, reimpr., 1970); Darby, J. N.: «The Similarity of the Epistle of Jude and one part of the Second Epistle of Peter», en The Collected Writings of J. N. Darby, vol. 13, CRITICAL, PP. 216-231 (Kingston Bible Trust, Lancing, Sussex, reimpr., 1964); Kelly, W.: «Lectures introductory to the New Testament», vol. 3, The Acts, The Catholic Epistles, and the Revelation (Bible Truth Publishers, Oak Park, Illinois, reimpr., 1970); Moorehead, W. G.: artí­culos «Peter, First Epistle» y «Peter, Second Epistle», en ISBE (Wm. Eerdmans, Grand Rapids, 1946); Paine, S, W.: «1 y 2 Pedro», en Comentado bí­blico Moody – Nuevo Testamento (Ed. Moody, Chicago, 1971); Wheaton, D. H.: «1 y 2 Pedro», en Nuevo Comentario bí­blico (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, 1977); Wolston, W. T. P.: «Simón Pedro» (Ed. «Las Buenas Nuevas», Montebello, California, 1967); Wuest, K. S.: «In These Last Days» (Wm. Eerdmans, Grand Rapids, 1954).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado