tip, LIBR CRIT LIAT
ver, REYES (Libros de los)
vet, Son dos libros históricos del AT. (a) Introducción. Es evidente que son de un solo autor; ambos libros presentan una evidente unidad de plan y de propósito, unidad que quedaría quebrantada si estos libros fueran separados. En el antiguo canon hebreo estos dos libros formaban una sola obra. En la LXX quedó dividida en dos, división que finalmente quedó admitida en las ediciones impresas del canon hebreo. El nombre hebreo de estos libros es «Actas de los días», esto es, Anales. En la LXX se titulan Paralelipómenos, que significa «Las Omisiones». Este título, mal elegido, indica erróneamente que esta obra sería meramente un suplemento a los libros de Samuel y de Reyes, en tanto que en realidad tiene un propósito particular. El nombre de Crónicas proviene del título Cronicón que Jerónimo dio a estos escritos. Las consideró como una crónica de toda la historia sagrada. Las Crónicas se dividen de una manera natural en 2 secciones: (A) Las genealogías, sobre todo las de Judá, Benjamín y Leví, desde la creación hasta el regreso de los exiliados en Babilonia (1 Cr. 1-8), con una lista de los que moraban en Jerusalén probablemente antes del exilio (1 Cr. 9:1- 34). La genealogía de Saúl y de Jonatán, y el relato de su muerte (1 Cr. 9:35-10:14) forman la transición entre ambas secciones. (B) La historia de los israelitas, y más especialmente la de Judá, desde la consagración de David hasta el retorno de los exiliados en Babilonia (2 Cr. 11-36). El brusco final de Crónicas, la analogía de sus últimos versículos con los de Esdras 1, han hecho pensar que Crónicas y el libro de Esdras habían sido originalmente una sola obra ininterrumpida. Pero se pueden dar hipótesis acerca de estos versículos: (A) Se trata, tanto en Crónicas como en Esdras, de citas de un solo y mismo documento oficial. (B) O bien, como es más probable, uno de los libros recogió los versículos del otro. Estos escritos, como un plan diferente, no constituyeron jamás una sola obra. La tradición más antigua jamás los ha considerado como un solo libro aunque hubieran podido ser escritos por un mismo autor. (b) Fecha. El primer dato que tenemos acerca de la fecha de las Crónicas se halla en las genealogías. La descendencia de David queda indicada hasta una fecha más reciente que cualquier otra genealogía. Al mencionarse los nietos de Zorobabel (1 Cr. 3:19-21), esta obra no puede haber sido mencionada mucho tiempo antes de la época de Esdras. Se afirma con frecuencia que en la genealogía se hallan registrados los descendientes de Zorobabel hasta la 6ª generación (1 Cr. 3:21-24), pero no existe la menor prueba de que las familias enumeradas en la 2ª parte del versículo sean descendientes de Hananías, el hijo de Zorobabel. Su extracción, y la de Secanías, cuya descendencia es citada de manera detallada (21-24), no queda indicada. La no conexión de ciertas familias aparecía comúnmente en estas genealogías; en caso de que el texto no sea defectuoso, este hecho significa que la familia así colocada libremente en el catálogo pertenecía al clan o a la tribu con la que se halla registrada, aunque su filiación no quede determinada. Las 4 familias citadas en el v. 21 eran de la línea de David, colaterales con la descendencia real a través de Hananías, hijo de Zorobabel. Los otros datos indican asimismo la época de Esdras. La suma ofrecida para el templo se da en moneda persa y no griega; 1 Cr. 29:7 habla de dáricos, lo que revela que el imperio griego no había todavía suplantado al persa cuando las Crónicas fueron redactadas. El término «Birah», palacio o castillo, para designar al templo, indica una época no posterior a la de Nehemías, ya que después de él «Birah» no significaba el templo, sino una fortificación erigida por Nehemías (Neh. 2:8; 7:2); para distinguir este edificio del templo y de los demás edificios, recibió la designación de ciudadela o fortaleza. (c) Autor. La tradición atribuye las Crónicas a Esdras. W. F. Albright sustenta esta postura, y piensa que esta obra fue escrita por él entre el año 400 y 350 a.C. Los críticos modernos proponen por lo general una fecha más tardía, pero los argumentos presentados contra la fecha tradicional no son concluyentes. El vocabulario del cronista es semejante al de Esdras y de Nehemías, y data de la misma época. La interpretación del texto actual de la genealogía de 1 Cr. 3:17-24 no permite fijar una fecha con certidumbre. (d) Crítica. Los críticos han puesto también en duda la exactitud histórica de estos libros. W. F. Albright escribe, sin embargo: «Las Crónicas contienen un número de documentos originales con respecto a la historia de Judá, que no se hallan en los Reyes… y el valor histórico de estos anales originales queda demostrado por los descubrimientos arqueológicos (Basor 100,1945, p. 18). Por el cuidado que tiene en citar sus numerosas fuentes, el autor muestra precisamente que es un historiador digno de confianza. Es cierto que las Crónicas destacan en particular en la historia el hecho de que la observancia de la ley y del culto de Moisés asegura la bendición de Israel. Pero, como lo ha señalado acertadamente W. A. L. Elmslie, esta aportación «es de gran valor. porque clarifica el punto de vista de los sacerdotes y de los levitas de después del exilio con respecto al pasado». (e) Orden. Las Crónicas forman parte de los hagiógrafos (escritos santos) que constituyen la última sección del canon hebreo. Los masoretas, seguidos generalmente por los mss. españoles, han situado las Crónicas a la cabeza de los hagiógrafos e inmediatamente delante de los Salmos. En las ediciones impresas de la Biblia hebrea, y en los mss., alemanes y franceses, las Crónicas siguen a Esdras y Nehemías y son el último libro de su sección. Es probable que estuvieran en este orden en tiempos de Cristo, ya que Zacarías, que sufrió una muerte violenta, es citado como el último de los profetas (Mt. 23:35; Lc. 11:51; cp. 2 Cr. 24:20-22). Para los anales de los reyes de Israel, véase REYES (LIBROS DE LOS).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
Sumario:l. Cuestiones historiograficas.W. El plan dela narración: 1. De Adán a David; 2. David y Salomón; 3. Esplendor, hundimiento y renacimiento de la teocracia. III. La perspectiva teológica: 1. Dios con nosotros; 2. El triunfo del culto; 3. La esperanza del cronista.
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1. CUESTIONES HISTORIOGRAFICAS.
Nuestro término †œCrónicas† intenta traducir de una forma sustancialmente correcta el hebreo †œactas de los días†™. Por el contrario, es inadecuado el título de los LXX-Vg: †œParalipómenos†™, †œomisiones†, explicable sólo por el hecho de que aquellos traductores pensaban equivocadamente que l-2Ch eran una obra complementaria de l-2S y l-2R. En realidad, se trata de una obra historiográfica nueva y autónoma de estilo †œsacerdotal†, paralela pero independiente de la †œdeutero-nomista†™. Aunque l-2Ch en la Biblia hebrea están puestos detrás de Esd-Neh, su posición lógica es más bien la contraria, ya que son algo así como la premisa a la historia posexí-lica. Por eso mismo sus preocupaciones son más de orden hermenéutico y teológico que estrictamente histórico.
Sin embargo, su autor, que escribe quizá a finales del siglo iv a.C, se preocupa (a veces de un modo artificioso) de insistir en las fuentes que le sirven de inspiración: el libro de los reyes de Israel (ICrón 9,1; 2Cr 20,34), el libro de los reyes de Israel y de Judá (2Cr 27,7; 2Cr 35,27; 2Cr 36,8 cf 2Cr 16,11;
2Cr 25,26; 2Cr 28,26; 2Cr 32,32), el midras del libro de los reyes (2Cr 24,27), los Hechos de los reyes de Israel (2Cr 33,18), las Crónicas del rey David (ICrón 27,24), los Hechos de Samuel el vidente (ICrón 29,29), los Hechos de Natán el profeta (ICrón 29,29; 2Cr 9,29), los Hechos de Gad el vidente (1 Crón
29,29), la profecía de Ajías de Silo (2Cr 9,29), las visiones de Ido el vidente (2Cr 9,29), los Hechos del profeta Ido (2Cr 12,15), los Hechos del profeta Semayas (2Cr 12,15), el midras del profeta Ido (2Cr 13,22 ), los Hechos de Jehú, hijo de Jananí (2Cr 20,34); el resto de los Hechos de Ozías escrito por Isaías 2Cr 26,22), la visión de Isaías (2Cr 32,22), los Hechosde Jozay (2Cr 33,19), el canto fúnebre de Jeremías sobre Josías (2Cr 35,25). Además, el autor conoce la profecía bíblica: Isaías (7,9 en 2Cr 20,20) y Zacarías (4,lOen2Crón 16,9); conócelos Salmos (132,8-11 en 2Cr 6,41-42 y 96; 105; 106 en 1Cr 16,8-36 ); conoce los libros de Samuel y de los Reyes, sobre los que traza el nuevo planteamiento teológico, sus modificaciones, sus omisiones, sus correcciones. En la larga lista de 1 Crón 1, que traza la genealogía desde Adán hasta Israel, se acomoda también al Pentateuco, que ha alcanzado ya su forma definitiva.
Naturalmente, la forma teológica que rige la reconstrucción y que presentaremos posteriormente condiciona la elaboración histórica, que es más teológica que historiográfica, a pesar de que se basa en datos y documentos. Como escribía E. Osty, el cronista no desfigura por completo los sucesos, pero los transfigura y puede ser que en algunos casos conserve tradiciones históricas genuinas e inéditas respecto a l-2S y l-2R (2Cr 11,5-12; 2Cr 14,5-7; 2Cr 16,14; 2Cr 17,2; 2Cr 17,7-9; 2Cr 17,13; 2Cr 19,4-5; 2Cr 20,1-2; 2Cr 21,2-4; 2Cr 21,16-28; 2Cr 22,1; 2Cr 26,6-15; 2Cr 27,3-7; 2Cr 28,9-19; 2Cr 35,23-24). Por el contrario, en otros lugares es evidente la intervención de la tesis teológica, que hace históricamente sospechoso el relato. Así, por ejemplo, todo el proyecto de edificación del templo que se le atribuye a David (1 Ch 22,2- 29,20); el midras de 2Ch 20,1-30; los discursos teológicos (2Cr 13,4-12); las cifras desorbitadas (2Cr 12,3;
2Cr 13,3; 2Cr 14,7; 2Cr 17,14-15; 2Cr 26,13; 2Cr 28,6); el destierro de Manases en Babilonia
2Cr 33,11-16), introducido para salvar la teoría de la retribución (el largo reinado de un rey impío iba contra el principio mismo del †œdelito-castigo†™).
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II. EL PLAN DE LA NARRACION.
La articulación sustancial del hilo histórico trazado por el cronista presenta dos secciones: las listas de lCh 1-9 y la historia propia y verdadera de lCh 10-2Ch 36. Sin embargo, desde un punto de vista narrativo, vemos cómo se dibujan con bastante claridad tres áreas distintas: la que lleva desde Adán hasta David, la de David y Salomón y, finalmente, la historia de la teocracia hebrea en las etapas sucesivas.
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1. De Adán a David.
A través de una cadena genealógica muy compleja (1Cr 1-9) se intenta enlazar los dos polos de la creación (Adán) y de la ¡elección (David). Como ya hemos dicho, no faltan las referencias concretas al texto bíblico, como en el caso de Núm 26 (el censo), enriquecido por Gen 46, por algunos otros pasajes histórico-topográficos de la tradición deuteronomista y por Rt, así como por otras fuentes que desconocemos. De esta manera se va configurando la comunidad de Israel con sus tribus, que tienen lógicamente en el centro a Leví, la tribu sacerdotal (1 Crón 6), cuya genealogía queda †œrefinada† al enlazar con la genealogía purísima y altísima de Aarón-Sadoc (1Cr 6,38). El capítulo 9 es un añadido posterior, donde se registra la población repatriada del destierro (Ne 11).
Ciertamente, este interminable desfile de nombres y de listas que se detienen, vuelven a comenzar, se entrecruzan, se contradicen a veces y se repiten continuamente constituye para el lector de nuestros días un terreno árido, pero para el cronista y para sus contemporáneos se trataba más bien de un paisaje conocido y apreciado, destinado a orientarse hacia un centro y hacia una persona: el templo y David. En torno a este núcleo de la historia de las Crónicas gira no solamente todo Israel, sino también toda la humanidad y toda la tierra, según una red sutilísima de conexiones †œhistóricas† y espirituales.
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2. David y Salomón.
El / David de las Crónicas es muy distinto del de l-2S, pasional, humano, pecador, guerrero, rodeado de tentaciones y de esplendores [1 Samuel II, 2]. Ahora el gran rey se presenta casi como envuelto en una aureola luminosa; su retrato oleográfico no conoce miserias, pasiones, intrigas. Se alza como eFsupremo arquitecto de aquel templo que habrá de construir su hijo, pero basándose en el proyecto minucioso y detallado que había hecho el padre. De todas formas, el verdadero soberano sigue siendo el Señor, del que David es sólo el lugarteniente (2Cr 9,8) e Israel el reino (1Cr 17,14). El trono de David es en realidad †œel trono de Yhwh, el trono de la realeza de Yhwh sobre Israel† (1Cr 29,23; 1Cr 28,5). Así pues, la formulación de la teocracia es clara y sin vacilaciones. La omisión del adulterio de David con Betsabé y del asesinato de Urías entra en este proceso de tipificación. Por el contrario, sigue figurando el acontecimiento del censo, ya que se abre a la adquisición del área destinada a la edificación del templo. Despojada de todas las maniobras por la sucesión, la narración de los últimos momentos de David y de la consagración de Salomón se convierte, como escribe E. Córtese, en una †œpágina solemne e inmaculada, en la que ocupan un lugar de primer plano las recomendaciones relativas a la construcción del templo. David le entrega a su sucesor incluso el modelo del edificio (c. 28)†.
Salomón, rey piadoso y justo, es digno de †œconstruir una casa para el nombre del Señor† (2Cr 6,8-9; 2Cr 6,18). El relato de esta empresa ocupa 2Ch 2-8, prácticamente casi toda la relación dedicada al reinado de Salomón, inaugurado con el rito solemne de Gabaón y que culmina con la apoteosis de la teocracia en la exaltación hecha por la reina de Saba. Por otra parte, la promesa hecha por Dios a David según lCh 17 comprendía esta cláusula explícita en favor de Salomón: †œLo mantendré siempre en mi casa y en mi reino, y su trono será firme eternamente† (y. 14).
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3. Esplendor, hundimiento y renacimiento de la teocracia.
Ignorando las vicisitudes del reino cismático septentrional de Samaría por razones obvias (la teocracia davídica, la polémica antisamaritana de los repatriados, que se encargan de recoger también Esd-Neh; el †œcisma† samari-tano del 332 a.C. según Flavio Jose-fo), las Crónicas se detienen en las historias de la casa de Judá, cuyos pecados están regulados por la ley rígida de la retribución (1Cr 22,13; 1Cr 28,9; 2Cr 13,18; 2Cr 14,6; 2Cr 15,2; 2Cr 15,15; 2Cr 16,7-9; 2Cr 21,10; 2Cr 24,22-26; 2Cr 25,14-22; 2Cr 28,6;
2Cr 32,30), afín de permitir que el hilo de la historia de la salvación se desarrolle de forma intacta. En este sentido resultan especialmente significativas tres figuras: Roboán, Ozías y Josías (remitimos a los pasajes respectivos). Si ellos se conservan fieles, el éxito pueden tenerlo por seguro; la ruina y la calamidad caen sobre ellos si abandonan la fidelidad a Yhwh. Una colección de discursos proféticos sirve para introducir esta hermenéutica fundamental de la historia (2Cr 12,5-8; 2Cr 15,1-7; 2Cr 16,7-10; 2Cr 19,1-3; 2Cr 20,14-17; 2Cr 20,37; 2Cr 21,12; 2Cr 24,19-21; 2Cr 25,7-9; 2Cr 25,15-16; 2Cr 28,9-11; 2Cr 33,10;
2Cr 36,15-16).
Tres grandes reyes, Josafat, Eze-quías y Josías, con sus respectivas reformas, exaltan la teocracia hebrea; pero los tres últimos reyes, Joaquín, Jeconías y Sedecías, no hacen más que acelerar la catástrofe por sus pecados: †œFueron tercos y obstinados y-no quisieron convertirse al Señor, Dios de Israel. Igualmente, todos los jefes de los sacerdotes y del pueblo multiplicaron las infidelidades, siguiendo las prácticas abominables de las naciones y profanando el templo que el Señor se había consagrado en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió continuos mensajeros, porque quería salvar a su pueblo y a su†™templo. Pero ellos hacían escarnio de los enviados de Dios, despreciaban sus palabras, se burlaban de sus profetas, hasta el punto que la ira del Señor contra su pueblo se hizo irremediable† (2Cr 36,13-16).
Pero la destrucción de Jerusalén en el 586 a.C. por obra de Nabuco-donosor no es la última palabra de Dios sobre su pueblo. En efecto, el libro de las Crónicas termina hablando del edicto de Ciro del año 538 a.C, con el que se abre igualmente el libro de Esdras (36,22-23). En el centro del mismo resuena la palabra tan preciosa, que constituye el auténtico corazón de la teología sacerdotal: el templo. Con la repatriación y con la reconstrucción del templo renace la esperanza; la teocracia, considerada como parte decisiva del proyecto divino, vuelve a brillar y se revela como indestructible y perenne.
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III. LA PERSPECTIVA TEOLOGICA.
El perfil que hemos dibujado hasta ahora de la historia según el libro de las Crónicas nos ha manifestado ya abundantemente cuál es el ángulo de visión fundamental. Los acontecimientos, los reyes, los profetas, están todos ellos orientados hacia el templo y la teocracia. La organización religioso-cultural de Judá y de Jerusalén constituye la piedra de toque por la que se miden las personas y los hechos. Entonces, en posición de prestigio, se van presentando en la escena David, Salomón, los sacerdotes y los levitas, con acentos muy distintos de los de la obra deu-teronomista. Las etapas decisivas de la historia de la salvación son la genealogía levítica de ICrón 6,33ss con sus ciudades, la construcción del templo y la institución del servicio litúrgico, las reformas descritas primor-dialmente en clave de culto (Josafat, Ezequías, Josías), el altar y el templo posteriores al destierro.
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1. Dios con nosotros.
La teocracia tiene su fundamento en la conciencia de la presencia constante de Dios junto a su pueblo y en la ciudad santa. El, como se ha dicho, es el verdadero rey de Israel, y su acción política, judicial y religiosa puede percibirse a través de sus lugartenientes y mensajeros (los reyes, los sacerdotes, los profetas). El lemaDios-con-nosotros, con matices incluso marciales, dominaba ya en la obra deuteronomista (Dt 1,42; Dt 2,7; Dt 31,6; Dt 31,8; Dt 31,23; Jos 1,5; Jos 1,9; Jos 1,17; Jos 3,7; Jos 7,12; Jos 22,31; Jc 1,29; Jc 6,12-13; Jc 6,16; IS 3,19; IS 16,18; IS 18,12; IS 18,14; IS 18,28; IS 20,13; 2S 5,10; 2S 7,3; 2S 7,9; 2S 14,17; 2S 15,20; IR 8,57; IR 11,38; 2R 18,7 etc. ). Pero ahora se convierte en un auténtico emblema teológico.
Dios está con David (ICrón 11,9; 17,2.8; 22,11.16; 28,20), con Salomón (2Cr 1,1), con Josafat (2Cr 17,3) y con sus magistrados (19,6-7); está incluso con el faraón Necao cuando tiene una misión de juicio que cumplir (2Cr 35,21). Pero David está seguro de que †œDios está con nosotros† (ICrón 22,18), y por tanto en medio de todo Israel santo (2Cr 8,18; 2Cr 12,5 13,lOss; 2Cr 15,2; 2Cr 15,9; 2Cr 20,17; 2Cr 24,20; 2Cr 24,24; 2Cr 25,7). Está con Israel de manera especial en el momento trágico del asedio de Senaquerib: †œSed fuertes -dice el rey Ezequías-, tened valor. No tengáis miedo ante el rey de Asiría y ante esa horda que le acompaña, porque el que está con nosotros es más poderoso que el que está con él. Con él no hay más que brazos de carne; con nosotros está el Señor, nuestro Dios, pronto a socorrernos y, combatir nuestros combates (2Cr 32,7-8). Al pensamiento acude espontáneamente la profecía de Isaías, que había llamado a Eze-quías †œEmanuel, Dios-con-nosotros† (Is 7,14). Y en el edicto de Ciro, que cierra la obra, resuena este mismo grito: †œQue el Señor, su Dios, esté con Israel† (2Cr 36,23). La acción con que Dios regula la historia es la de la / retribución, que con su rígido ritmo binario de delito-castigo/justicia- premio rige todo el curso humano según el proyecto divino.
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2. El triunfo del culto.
Como se ha visto, la preferencia, incluso cuantitativa (25 de los 65 capítulos), se le reserva al templo, cuya presencia se cierne sobre los reinados de David y de Salomón casi como si los agotase, pero cuya realidad sirve además de trasfondo a las demás fases de la historia bíblica (pensemos solamente en el reinado de Ezequías). Todo el libro está impregnado del gozo del culto, de la música, del aroma de los sacrificios. H. Cazelles ha escrito: †œEl gusto por el canto sagrado le da a toda la obra una atmósfera musical que no se encuentra en ninguna otra parte de la Biblia†. Y W. Rudolph añadía: †œLa alabanza divina es el deber máximo del pueblo que se lo debe todo a Dios†™. Efectivamente, el relato está totalmente dominado por la música de los †œinstrumentos musicales del Señor† (2Cr 7,6).
Recogiendo una antigua y sólida tradición (IS 16,18; IS 16,23; IS 18,10; IS 19,9; 2S 23,1; Am 6,5 y los Am 74 títulos †œdavídicos los Salmos), el cronista ve en David al progenitor de esta genealogía musical que llegaba hasta sus días; se le atribuyen no solamente la organización de la †œschola cantorum†™ del templo, sino incluso la invención de muchos instrumentos musicales (lCr 23,5; Ne 12,36). La música y las aclamaciones litúrgicas van señalando los momentos fundamentales de la historia, desde la consagración del templo hasta las batallas santas, como la de Josafat (lCr2O,21-22; 1Cr 20,28); desde la coronación de los nuevos monarcas (2Cr 23,13; 2Cr 23,18) hasta las grandes reformas litúrgicas, como la de Ezequías (2Cr 29,25-28) y las celebraciones pascuales (2Cr 30,21; 2Cr 35,15). La música sirve de fondo a un entramado muy rico de oraciones públicas y privadas.
David invoca para Salomón inteligencia política y fidelidad religiosa a la ley del Señor (1Cr 22,12) y pide para el pueblo buena voluntad (1Cr 29,18). La oración es eficaz (2Cr 13,18; 2Cr 14,10; 2Cr 16,7-8; 2Cr 20,1-2; 2Cr 28,8 32,lss), puesto que Dios la escucha desde lo alto de su trascendencia omnipotente
2Cr 30,27), pero también desde su santa sede en la tierra, el templo (2Cr 6,20-21), concediendo a sus fieles -según la ley de la retribución de las obras- una larga vida (2Cr 24,15; 2Cr 33,1-12), una numerosa descendencia (2Cr 13,21; 2Cr 24,3), un abundante botín de guerra (2Cr 20,25) y paz (1Cr 21,28). Redactadas muchas veces de forma rítmica, las oraciones (2Ch 13,l8ss; 14,8ss; 32,20; etc.) no tienen, sin embargo, un efecto mágico, sino que suponen la conversión del corazón y la confianza en Dios (2Cr 12,7; 2Cr 13,18; 2Cr 14,10; 2Cr 12,7; 2Cr 12,12; 2Cr 13,18; 2Cr 14,10 16,7ss; 2Cr 20,1-30; 2Cr 25,8; 2Cr 28,18; 2Cr 32,26;
2Cr 33,11-12). El clima espiritual general que impregna la obra podría expresarse muy bien con las
palabras de Nehe-mías en Neh 8,10: †œiNo os pongáis tristes! ¡El gozo del Señor es vuestra fuerza!†™
Merecen una alusión especial en este apartado del culto los levitas. †œDesempeñan una función decisiva junto al arca de la alianza (1Cr 15-16); en el templo -donde se regulan detalladamente sus funciones incluso antes de que fuera erigido (1Cr 23-26)-; en las reformas de Ezequías (2Cr 29-31) y de Josías 2Cr 34-35); pero, incluso fuera de estos pasajes, los levitas intervienen casi continuamente† (R. de Vaux). Efectivamente, el cronista se muestra interesado en dejar bien sentada su genealogía y en definir sus nombres a través de listas numerosas y detalladas (1Cr 6,1-9; 1Cr 6,14-15; 2Cr 17,8; 2Cr 29,12-13; 2Cr 31,12-13; 2Cr 34,12; 2Cr 35,8-9); no deja de exaltar su celo (2Cr 35,10-15) y su competencia
2Cr 30,22); subraya oportunamente su misión catequética (2Cr 17,7-9; 2Cr 35,5; Ne 8,7-9). A este propósito es interesante subrayar la primacía que en esta última función se les reserva a los levitas respecto a los sacerdotes, a diferencia de lo que ocurría en otros textos anteriores (Dt 17,9-10; Dt 33,10; Ag 2,11-13; Za 7,3; MI 2,7). En este sentido es muy significativa la declaración de 2Ch 29,34: †œLos levitas habían sido más diligentes que los sacerdotes en purificarse† [1 Sacerdocio].
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3. La esperanza del cronista.
La promesa de Natán a la dinastía davídica es ciertamente también para el cronista uno de los puntos de referencia capitales: †œLo mantendré siempre en mi casa y en mi reino, y su trono será firme eternamente† 1Cr 17,14). Por eso mismo, el hilo de la esperanza davídica vuelve a reanudarse después de la tragedia del año 586 a.C, e incluso después de la práctica extinción de la dinastía y de la institución monárquica de Judá: †œSeñor Dios, no apartes tu mirada de tu ungido. Recuerda los favores que hiciste a tu siervo David†™ 2Cr 6,42). Sería de esperar entonces, dentro de la teología del libro de las Crónicas, el paso de una ideología monárquica a una perspectiva explícitamente mesiánica, donde el David perfecto mesiánico sustituyese al descendiente dinástico de David inexistente. Después de todo, esta idea había sido ya atisbada en Jer 23,5-6; 33,15-16; 30,9-21; en Ez 34,23-24; 37,24-25; en Za 3 y 6 y en Ag 2,21-22. Sin embargo, en apariencia no hay nada que hable en este sentido; más aún, parece como si, para el cronista, la dinastía davídica tuviera solamente la misión de proyectar, de construir y de proteger el templo. Una vez cumplido este cometido, no tiene ya especial importancia el destino posterior de la dinastía (véase, por el contrario, el anhelo del salmo 89).
En realidad, la esperanza existe también en estas páginas, que son una nueva meditación de la historia bíblica; lo que ocurre es que, como ha observado E. Osty, estamos ahora en presencia de un †œ/mesianismo discreto, velado, silencioso, fuente de resignación, de constancia y, en último análisis, de optimismo†™. La misma representación idealizada de David tiende a fijar en él los rasgos, no ya del rey que vivió en el siglo ? a.C, sino más bien los trazos del David nuevo y perfecto. La santidad, la pureza, la integridad de la comunidad que se mueve en la obra del cronista es en cierto sentido la prefiguración de aquella comunidad esperada como el pueblo mesiánico. El espíritu de la teología de l-2Ch puede por tanto definirse con aquella estupenda síntesis que hace Pablo en su discurso al rey Agripa II: se trata de †œla esperanza de la promesa hecha por Dios a nuestros padres, a la que aspiran nuestras doce tribus, sirviendo a Dios asiduamente día y noche†™ (Hch 26,6-7).
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Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica