El término hebreo ozen señala al órgano del cuerpo que sirve para oír. En la mayoría de los casos se trata del oído o las orejas humanas, aunque se mencionan también las de animales (Pro 26:17; Amo 3:12). También se habla en lenguaje poético del oído de Dios (†œAconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehovᆠ[Num 11:1]; †œ… por cuanto tú me oirás, oh Dios; inclina a mí tu oído, escucha mi palabra† [Sal 17:6]). Dios dio al hombre la capacidad de oír. él también oye (†œEl que hizo el oído, ¿no oirá?† [Sal 94:9]). Los que tienen orejas, pero no pueden oír, son los ídolos (Sal 115:6).
El verbo †œoír† está íntimamente vinculado a †œobedecer†. Por eso hay varios actos simbólicos relacionados con las orejas. En su consagración, se ponía sangre †œsobre el lóbulo de la oreja derecha† de Aarón y sus hijos (Lev 8:23). Al siervo que quedaba libre pero deseaba seguir sirviendo a su amo, se le horadaba †œla oreja con lesna†, expresando así su compromiso voluntario de permanente obediencia (Exo 21:6). Los pendientes eran adornos que se colgaban de las orejas. El siervo de Abraham le dio a Rebeca †œun pendiente de oro que pesaba medio siclo† (Gen 24:22). A veces, a los prisioneros de guerra se les cortaban la nariz y las orejas, como una señal de vergüenza (Eze 23:25).
†œInclinar el oído† equivale a poner mucha atención (†œInclina tu oído y oye las palabras de los sabios† [Pro 22:17]). De ahí la expresión repetida en el NT: †œEl que tiene oídos para oír, oiga† (Mat 11:15; Mar 4:9; Apo 2:7, Apo 2:11, Apo 2:17, etcétera).
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano