En tiempos muy antiguos la medicina estaba ligada a la religión. Los sacerdotes eran los encargados del mantenimiento de la salud pública. Pero los hebreos hicieron grandes esfuerzos por desarraigar todo rasgo de hechicería o magia en relación con la práctica de la medicina, aunque atribuían un origen en el mundo espiritual tanto a la salud como a la enfermedad. Dios era el que curaba, pero los médicos eran su instrumento (†œPorque yo soy Jehová tu sanador† [Exo 15:26]).
El énfasis en la medicina preventiva que encontramos en el Pentateuco es asombroso, considerando la época en que éste fue establecido. Y aun desde el punto de vista actual. De las seiscientas trece ordenanzas identificadas en él, unas doscientas trece están vinculadas a aspectos higiénicos y de prevención. Se trataba de evitar las epidemias, se ordenaban baños y lavamientos frecuentes, se regulaba la vida sexual, se prohibía la prostitución, se aislaba a los enfermos contagiosos, estableciéndose una cuarentena, se imponían reglas dietéticas, etcétera. Los israelitas entendían que las enfermedades se podían contagiar por el contacto con personas infectadas, así como también con objetos de éstas.
evidente que existían entre los israelitas diversos tipos de lepra, algunos de los cuales podían ser curados, puesto que se establece un procedimiento para la purificación de los sanados. También estiman los eruditos que existían muchas clases de enfermedades de la piel y de los ojos.
fines de curación, nunca se acudía a encantamientos ni conjuros. La única excepción a esta regla es el caso de las mordeduras de serpiente en el desierto, cuando Moisés levantó una †¢serpiente de metal (Num 21:9). El rey Asa †œenfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos† (2Cr 16:12). Este rey probablemente sufría de gota. Se le critica porque en vez de buscar a Dios en oración, acudió a médicos, tratando de curarse con encantamientos y conjuros. Algunos piensan que la referencia es a médicos egipcios.
plantas medicinales más conocidas eran la mirra, la canela, la casia, el gálbano, el áloe, el cálamo aromático, el comino, el eneldo, la mandrágora, la mostaza, etcétera. ( †¢Plantas de la Biblia), con las cuales se preparaban bebidas con fines médicos. La mayoría de las veces se aplicaban también tratamientos que consistían en lavamientos, untura de ungüentos y bálsamos, el uso de vendajes para las heridas y fracturas, el baño en aguas terapéuticas, etcétera.
el NT pueden identificarse otras enfermedades o síntomas, especialmente al observar los milagros del Señor Jesús cuando curó ciegos (Jua 5:3; Jua 9:1), paralíticos (Mat 8:6; Mar 2:3), sordos (Mar 7:32-37), a una mujer con flujo de sangre (Luc 8:44), leprosos (Mat 8:1-3), personas con fiebres (Mat 8:14-15; Mar 1:30-31; Luc 4:38-39), un hombre con hidropesía (Luc 14:1-6), etcétera. Asimismo liberó a muchas personas que sufrían de enajenación mental por la acción de †¢demonios (Mat 8:16; Mar 5:1-20). El Señor Jesús †œdio poder y autoridad† a los apóstoles †œsobre todos los demonios, y para sanar enfermedades† (Luc 9:1). Posteriormente, mediante el Espíritu Santo, otorgó diversos dones a la Iglesia, entre ellos †œdones de sanidades† (1Co 12:9).
pecado es responsable de la introducción de las enfermedades en la historia humana. El proceso de decadencia que produce es lo que lleva a la muerte. De manera que, en términos generales, toda enfermedad tiene una raíz definitiva en la condición pecaminosa del hombre. En adición a esto, cuando algún pecado en particular se desarrolla o se destaca en algún ser humano, el efecto puede ser el aceleramiento del proceso de decadencia o la aparición de enfermedades producidas por la práctica misma de ese pecado particular. Esto no sucede a todos, porque †œlos pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después† (1Ti 5:24). Es posible también que la enfermedad forme parte de una acción disciplinaria de Dios sobre uno de sus hijos (Heb 12:4-13).
creyentes pueden sufrir enfermedades como cualquier otro ser humano. El anciano apóstol Juan le deseaba a Gayo: †œAmado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma† (3Jn 1:1-2. Por lo tanto, una buena salud es algo deseable. Pero no se le garantiza a todos los creyentes que nunca enfermarán. Se mencionan los casos de varios cristianos en el NT que sufrieron a causa de enfermedades, entre ellos Timoteo (1Ti 5:23), Epafrodito (Flp 2:25-27) y Trófimo (2Ti 4:20). El apóstol Pablo les dice a los Gálatas: †œPues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio† (Gal 4:13). Muchos piensan que se trataba de un mal que le afectaba la vista, por lo que dice en Gal 6:11 (†œMirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano†), o que tenía que ver con el †œaguijón† en la carne del cual habla en 2Co 12:7. Es posible que el agradecimiento de Pablo hacia †œLucas, el médico amado†, esté parcialmente relacionado con los servicios médicos que éste le prestó durante algunos de sus viajes (Col 4:14).
su amado compañero Trófimo enfermó en Mileto, Pablo no lo pudo curar y le dejó en Mileto (2Ti 4:20). El apóstol enseñó, por otra parte, que en algunos casos, una enfermedad puede llegar a un creyente a causa de un pecado cometido (1Co 11:30). En el caso de Timoteo, le recomendó: †œYa no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades† (1Ti 5:23). Santiago, por su parte, recomendó que si alguno de los creyentes está enfermo, debe llamar a †œlos ancianos de la iglesia†, los cuales orarán por él, †œungiéndole con aceite en el nombre del Señor† (Stg 5:14-15).
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
tip, MDIC OFIC
ver, ENFERMEDAD, SANIDAD
vet, La capacidad profesional de los médicos egipcios ya se conocía desde muy antiguo: Ciro de Persia hizo llamar a un oculista de Egipto; Darío tenía en Susa a médicos egipcios (Herodoto 3:1, 129). Había especialistas para todas las enfermedades (2:84), los embalsamadores (Gn. 50:2) y los que trataban las enfermedades de la vista, de los pies (Herodoto 3:1, 29), había también parteras (Ex 1:15) y se empleaban remedios (Jer. 46:11). Los honorarios de los médicos dependían de la condición social del enfermo, como se ve ya en el código de Hammurabi. Se podía dejar una fortuna en sus manos (Mr. 5:26; Lc. 8:43). Los cirujanos se servían de lancetas de bronce; incluso hacían operaciones de cataratas. Los médicos griegos más renombrados eran los de Crotona; los de Cirene (en ífrica) eran también muy conocidos (Herodoto 3:131). La Biblia menciona el arte de sanar y de preparar medicinas (2 Cr. 16:12; Jer. 8:22; Mt. 9:12; Mr. 5:26; Ex. 30:35; Neh. 3:8; Ec. 10:1; cfr. Guerras 2:8, 6; Eclo, 38:1-38). Se usaban: vendajes (Is. 1:6), aceite puro o mezclado con vino, unciones con aceite (Is. 1:6; Lc. 10:34; Stg. 5:14; Guerras 1:33, 5), pomadas, cataplasmas (2 R. 20:7; Jer. 8:22), raíces, hojas (Ez. 47:12; Guerras 2:8, 6), vino (1 Ti. 5:23; Eclo. 38:4). Lucas recibe el apelativo de «el médico amado» (Col. 4:14). En cambio, se reprocha al rey Asa que «en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos» (2 Cr. 16:21). El texto no dice si estos médicos eran israelitas o extranjeros. En todo caso, lo cierto es que en la antigüedad mucha parte de la pretendida «medicina» estaba relacionada con prácticas mágicas; frecuentemente se recurría a los encantamientos, a los amuletos, como en nuestros días hay quien se lanza al péndulo, y al ocultismo, o hacia el hechicero curandero. Fiarse de este tipo de prácticas en lugar de confiar en una intervención divina fue un pecado de Asa (cfr. una actitud similar de Ococías, 2 R. 1:2-4). También sería un error para un cristiano poner más confianza en un médico que en Dios, de quien en último término depende su vida. Pero si el enfermo busca en sumisión la voluntad y ayuda del Señor, no hay nada que vaya en contra de buscar remedios naturales o investigados por el hombre para curar sus dolencias o mitigarlas. (Véanse ENFERMEDAD, SANIDAD.)
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado