Cerrando el grupo de los profetas menores, M. es el último de los libros del AT. No se tienen datos específicos sobre su autor. El término M. no se utiliza como nombre propio en ningún otro lugar de la Escritura. En hebreo significa †œmi mensajero†. La expresión: †œ… palabra de Jehová contra Israel por medio de Malaquías†, que aparece en Mal 1:1, dice en hebreo: †œ… palabra de Jehová por medio de mi mensajero†. La palabra aparece también en Mal 2:7 (†œ… porque mensajero es de Jehová de los ejércitos†) y en Mal 3:1 (†œHe aquí, yo envío mi mensajero…†). Por esta razón, la †¢Septuaginta no consideró la palabra M. como nombre propio. A la expresión de Mal 1:1 los rabinos añadieron en un comentario ( †¢Targum) una nota que lee así: †œ… palabra de Jehová por mano de mi mensajero cuyo nombre es Esdras†.
¿Esdras? Aunque no existen datos bíblicos que taxativamente demuestren que el escritor de M. fue Esdras, por lo menos se puede asegurar, sin lugar a dudas, que las circunstancias históricas que se traslucen en esta obra profética son semejantes a los problemas relatados en los libros de †¢Esdras y †¢Nehemías. Sobre esa base es razonable reconstruir los acontecimientos y entender mejor los oráculos de M. Si se sigue ese orden de pensamiento, entonces se puede decir que si M. no es el mismo Esdras, por lo menos se trataba de una persona de los tiempos de este sacerdote-escriba, o un colaborador de él.
Relación con Nehemías. El †¢templo se reconstruyó después del ministerio de †¢Hageo y †¢Zacarías en el año 515 a.C. Luego vino Esdras a Jerusalén, y realizó sus reformas. Más tarde vino †¢Nehemías, quien estuvo como gobernador unos doce años. Se había, pues, reconstruido el templo y restaurado el muro de Jerusalén. Nehemías regresó a Persia (Neh 13:6). Al parecer, en su ausencia se produjo un movimiento de decadencia en el pueblo que el gobernador detecta cuando vuelve a Jerusalén después de un tiempo. Puede trazarse un paralelismo entre esas demostraciones de decadencia, tal como se señalan en Neh 13:7-31, y los oráculos de M. El ambiente era de menosprecio hacia la casa de Dios. El sumo sacerdote †¢Eliasib, †œpor consideración a Tobías†, había hecho †œpara él una cámara en los atrios de la casa de Dios† (Neh 13:7). En M. Dios se queja de los sacerdotes, diciendo: †œ… menospreciáis mi nombre†, porque le ofrecían animales defectuosos (Mal 1:6, Mal 1:13-14). Nehemías narra cómo los levitas habían tenido que abandonar su ministerio porque el pueblo no pagaba sus diezmos (Neh 13:10-14). En M. Dios le dice al pueblo que éste no cumplía con ese precepto (†œ… me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí…† [Mal 3:9-10]). Nehemías denunció los matrimonios con mujeres extranjeras (Neh 13:23-28). En M. Dios dice que †œJudá … se casó con hija de dios extraño†, por lo cual †œJehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto† (Mal 2:11-14). El lenguaje sugiere que algunos habitantes de Jerusalén se divorciaban de sus esposas judías para casarse con extranjeras.
†œ¿En qué nos amaste?† (Mal 1:2). El libro de M. se desarrolla basado en una serie de preguntas levantadas por Dios y contestadas por el pueblo o viceversa. Las respuestas del pueblo en forma de preguntas denotan el grado de insensibilidad espiritual en el cual había caído. En la primera parte del oráculo, Dios declara que les amaba, pero ellos aparentan no saber por qué Dios dice eso o en qué se mostraba. Dios les habla de la elección que había realizado entre Jacob y †¢Esaú, como la demostración (†œY amé a Jacob, y a Esaú aborrecí† [Mal 1:1-5]).
†œ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?† (Mal 1:6). Dios se queja de que el pueblo le deshonra. Al preguntar ellos en qué, les contesta que traían como ofrenda animales defectuosos. †œPreséntalo, pues a tu príncipe [hebreo: †gobernador»]; ¿acaso se agradará de ti?». El que engaña en esa forma en la ofrenda es maldito (Mal 1:6-14). Los sacerdotes que hacían esto habían caído a su vez en el descrédito (Mal 2:1-9).
†œ¿Por qué?† (Mal 2:14). Dios denuncia que estaban cometiendo deslealtad y abominación y el santuario estaba siendo profanado. El pueblo dice que no sabe por qué. Dios les habla de los matrimonios con extranjeras a costa del abandono de sus esposas originales. No se podía ser desleal a †œla mujer de tu pacto† y luego venir a presentar ofrendas a Dios, porque él no las recibiría, ya que †œJehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido…. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales† (Mal 2:10-16).
†œ¿En qué le hemos cansado?† (Mal 2:17). Dios les echa en cara que se comportan como si él no fuera a intervenir en la historia. O que no era justo, porque †œcualquiera que hace mal agrada a Jehová†, ya que no veían el castigo. Preguntaban: †œ… o si no, ¿dónde está el Dios de justicia?†. La respuesta divina es que él se sentía cansado de verles en esa actitud. Y que vendría †œsúbitamente a su templo†, para juicio. El ángel del pacto †œse sentará para afinar y limpiar la plata†. Entonces los hijos de Leví †œtraerán a Jehová ofrenda en justicia†, porque habrá juicio †œcontra los hechiceros y adúlteros, contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, y los que hacen injusticia al extranjero† (Mal 2:17; Mal 3:1-5).
†œ¿En qué hemos de volvernos?† (Mal 3:7). Dios dice que si ellos no han sido consumidos es †œporque yo Jehová no cambio†. El pueblo no había cumplido con los mandamientos de Dios (†œ… desde los días de vuestros padres†), pero el Señor ahora les invitaba a volverse a él, y él se volvería a ellos. De nuevo el pueblo contesta de forma sarcástica.
†œ¿En qué te hemos robado? (Mal 3:8). Dios dice que el pueblo le ha robado. El no traer los diezmos era robarle a Dios. Pero si se arrepentían y cumplían Dios abriría †las ventanas de los cielos» para derramar †œbendición hasta que sobreabunde† (Mal 3:8-12). Pero ellos aparentan no saber de qué está hablando Dios.
†œ¿Qué hemos hablado contra ti?† (Mal 3:13). El comportamiento del pueblo equivalía a decir que no era provechoso servir a Dios y andar †œafligidos en presencia de Jehová de los ejércitos†. Vivía como si creyeran que †œbienaventurados son los soberbios†. Como si para prosperar lo que había que hacer es el mal. Incluso pensaban que los †œque tentaron a Dios … escaparon†. Esa manera de vivir significaba hablar mal de Dios.
Los fieles. Pero existían †œlos que temían a Jehová†. éstos hablaron entre sí. †œY Jehová escuchó y oyó†. Siempre aparece un pequeño grupo que es fiel a Dios, cosa que él no olvida (†œ… fue escrito libro de memoria†). Aquellos †œque piensan en su nombre … serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová†. El juicio mostrará †œla diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve†. Esto acontecerá en el día que será †œardiente como un horno† para †œlos que hacen maldad…. Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación†, lo cual será precedido por la venida de Elías (Mal 3:16-18; Mal 4:1-6).
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
Último libro de las Escrituras Hebreas en muchas Biblias españolas. En el canon tradicional judío se le sitúa el último de los escritos de los llamados profetas menores y antes de los Escritos (Hagiógrafos). Es una declaración formal de Jehová sobre Israel por medio de Malaquías. (Mal 1:1.)
Circunstancias en el tiempo de Malaquías. Cuando profetizó Malaquías, la situación entre los sacerdotes era lamentable. En contra de las prescripciones de la Ley, aceptaban animales cojos, ciegos y enfermos para sacrificarlos sobre el altar de Jehová. (Mal 1:8; Le 22:19; Dt 15:21.) Por no instruir ni orientar debidamente al pueblo, le hacían tropezar (Mal 2:7, 8), y, como un agravante más, mostraban parcialidad en los juicios (2:9). Todas estas acciones tuvieron un mal efecto en los israelitas en general, pues los llevó a subestimar el servicio a Jehová (3:14, 15), como lo demuestra el que no pagasen al templo sus diezmos. Tanto se habían apartado de su devoción a Jehová que se divorciaron de sus esposas para casarse con mujeres que adoraban dioses falsos. Llegaron incluso a practicar la hechicería, el adulterio, la mentira, el fraude y la opresión (2:11, 14-16; 3:5, 8-10). Por este motivo Jehová advirtió que iría a su templo para juicio (3:1-6), e instó a los malhechores a que se arrepintiesen, diciéndoles: †œVuelvan a mí, y yo ciertamente volveré a ustedes† (3:7).
Cuándo se escribió. El contenido del libro de Malaquías permite determinar el tiempo de su escritura. Se escribió después del exilio en Babilonia, puesto que los israelitas estaban bajo la administración de un gobernador y el templo era de nuevo el centro de adoración, lo que indica que ya se había reedificado. (Mal 1:7, 8; 2:3, 13; 3:8-10.) Estos datos parecen indicar que debió escribirse después del tiempo de Ageo (520 a. E.C.) y Zacarías (520-518 a. E.C.), puesto que estos profetas se dedicaron a instar a los israelitas a terminar la construcción del templo. (Esd 5:1, 2; 6:14, 15.) El que Israel descuidase la adoración verdadera y no se adhiriese a las leyes de Dios cuadra con las condiciones que existían cuando Nehemías llegó de nuevo a Jerusalén, algún tiempo después del año trigésimo segundo del rey Artajerjes (c. 443 a. E.C.). (Compárese con Mal 1:6-8; 2:7, 8, 11, 14-16; Ne 13:6-31.) Por lo tanto, al igual que el libro de Nehemías, es muy probable que Malaquías se escribiera después del año 443 a. E.C.
Armonía con otros libros de la Biblia. El libro de Malaquías está en armonía con el resto de las Escrituras. El apóstol Pablo citó de él cuando ilustró que la selección de Dios †œno depende del que desea ni del que corre, sino de Dios, que tiene misericordia†. (Mal 1:2, 3; Ro 9:10-16.) El libro identifica a Jehová como el Creador (Mal 2:10; compárese con Sl 100:3; Isa 43:1; Hch 17:24-26) y como un Dios justo, misericordioso e inmutable que no deja impune el mal cometido deliberadamente. (Mal 2:2, 3, 17; 3:5-7, 17, 18; 4:1; compárense con Ex 34:6, 7; Le 26:14-17; Ne 9:17; Snt 1:17.) Realza la importancia del nombre de Dios (Mal 1:5, 11, 14; 4:2; compárese con Dt 28:58, 59; Sl 35:27; Miq 5:4) e insta a recordar la ley de Moisés. (Mal 4:4.)
El libro también dirigió la atención de Israel a la venida del Mesías y al día de Jehová. Aunque indicó que Jehová enviaría al que llama †œmi mensajero†, este solo sería el precursor de un †œmensajero del pacto† todavía mayor que acompañaría a Jehová. (Mal 3:1.) Los relatos inspirados de Mateo (11:10-14; 17:10-13), Marcos (9:11-13) y Lucas (1:16, 17, 76) concuerdan en identificar —en su cumplimiento inicial— al precursor de Jesús, Juan el Bautista, con el †œmensajero† y el †œElías† de Malaquías 3:1 y 4:5, 6.
[Recuadro en la página 283]
PUNTOS SOBRESALIENTES DE MALAQUíAS
Declaración formal que pone de relieve la responsabilidad ante Jehová Dios cuando se desatienden sus requisitos
Escrito por el profeta Malaquías alrededor de unos noventa y cinco años después del regreso de los primeros exiliados de Babilonia
Jehová amó a Israel, pero ellos despreciaron su nombre (1:1-14)
Jehová amó a su pueblo al igual que amó a Jacob, aunque odió a Esaú
Pese a ello, los sacerdotes de Israel desprecian el nombre de Dios y aceptan ofrendas de animales cojos y enfermos, que no se darían a un gobernador humano
Se censura a los sacerdotes y al pueblo por no guardar los caminos de Jehová (2:1-17)
Los sacerdotes se desvían del camino de Dios, por lo que hacen †œque muchos tropiecen en la ley†, y así †˜arruinan el pacto de Lev톙
Los israelitas se han casado con mujeres extranjeras y algunos han tratado traidoramente a la esposa de su juventud al divorciarse de ella
Han fatigado a Dios al decir que aprueba a los que obran mal
El Señor verdadero juzgará y refinará a su pueblo (3:1-18)
Jehová vendrá al templo con el mensajero del pacto; refinará y limpiará a los levitas, y se complacerá en la ofrenda de dádiva de JudáLos hechiceros, los adúlteros, los perjuros, los defraudadores y los opresores sufrirán un juicio veloz
Se insta al pueblo a llevar todas las décimas partes al almacén de Jehová, y de este modo recibir una lluvia de bendiciones
Se escribirá un libro de recuerdo para los que temen a Jehová; Su pueblo verá la distinción entre el justo y el inicuo
Venida del día de Jehová, grande e inspirador de temor (4:1-6)
El día de Jehová significará la destrucción completa de los inicuos, pero †˜el sol de la justicia brillarᆙ sobre los que están en temor del nombre de Dios
Precederá a ese día una obra de restauración que llevará a cabo el profeta Elías
Fuente: Diccionario de la Biblia
I. Autor, fecha, y antecedentes
La LXX toma la palabra no como nombre propio sino como sustantivo común, y la traduce “mi mensajero”, que es el significado de la voz heb. Muchos especialistas siguen a la LXX, y creen que el nombre del autor no aparece. Pero la analogía con los otros libros proféticos, que dan el nombre del autor, parecería apoyar el parecer de que en este caso el nombre indica el autor. Así lo afirma el Tárgum, que añade la frase “cuyo nombre es Esdras, el escriba”.
Podemos determinar la fecha aproximada de la profecía tomando como base indicios internos. Se ofrecían sacrificios en el templo (1.7–10; 3.8). Esto indica que el templo todavía existía; y además, que había existido durante un tiempo, hecho que podría señalar el ss. V a.C. Esto se ve apoyado por la referencia, en 1.8, al peḥâ o gobernador persa. Aparentemente se habían realizado matrimonios mixtos (2.10–12). La frase “hija de dios extraño” significa “mujer de religión extranjera”. Aparentemente esta práctica de casarse fuera del pacto estaba tan extendida que se habían olvidado hacía tiempo las primitivas prohibiciones. Tampoco se ponía mucho cuidado en el ofrecimiento de los sacrificios (1.7). Los sacerdotes habían despreciado al Señor al ofrecer pan contaminado. Llevar al templo ofrendas defectuosas era señal de una actitud de relajamiento, lo que no concordaba con el celo inicial de los que habían retornado del exilio. Al parecer esta actitud iba acompañada de negligencia en el pago de los diezmos requeridos (3.8–10). Los abusos que condena Malaquías son los que trató de corregir Nehemías.
Es imposible determinar una fecha exacta para este libro, pero es probable que haya sido compuesto durante la visita de Nehemías a Susa. Por lo menos, parecería que proviene de dicha época aproximada.
II. Bosquejo del contenido
Consta de dos partes principales, y podemos determinar mejor su propósito si estudiamos su contenido. La primera parte (caps. 1 y 2) trata del pecado de Israel, y la segunda (caps. 3 y 4) del juicio a que serán sometidos los culpables y la bendición que recaerá sobre los que se arrepienten.
Podemos analizar la profecía en la siguiente forma:
a. El sobrescrito (1.1)
Hay una relación entre este encabezamiento y el comienzo del
b. El amor del Señor por Israel (1.2–5)
Dios declara su amor por el pueblo al haber elegido a Jacob y haber rechazado a Esaú. Puede verse este hecho en la devastación de Edom, y en que sus refugiados nunca podrán regresar y reconstruir, mientras que Israel está de vuelta en la tierra prometida.
c. Enumeración de los pecados de Israel (1.6–2.9)
Claramente comienza ahora el profeta a enumerar los pecados principales y característicos de la nación, que nuevamente estaban atrayendo sobre ella la ira de Dios. Dios es el Padre del pueblo, porque los ha nutrido y criado. Un padre merece honor y amor, pero no es lo que Israel ha demostrado por él. Esta queja se dirige principalmente contra los sacerdotes, que son los representantes del pueblo ante Dios. Estos sacerdotes deberían haber dado ejemplo de un temor reverencial en el culto; en cambio, el culto indigno caracterizó a sus predecesores en los ss. VIII y VII, hasta que Judá fue castigada con el exilio. Ahora, sin embargo, el exilio es cosa del pasado, y sus lecciones no han sido aprendidas todavía. Restaurada a su tierra, con la posibilidad de adorar en el templo, Judá insiste todavía en pecar contra el Señor en la misma forma que sus antepasados.
La acusación contra Israel se lleva a cabo en forma de diálogo. Ante cada acusación del Señor aparece una pregunta o un desafío. Por ejemplo, Dios acusa a los sacerdotes de ofrecer alimentos contaminados. Ellos contestan: “¿En qué te hemos deshonrado?” (1.7). De este modo se expresa claramente que los sacerdotes se habían dedicado a ofrecer sacrificios imperfectos, lo que contrariaba directamente la ley que exigía que los sacrificios fuesen perfectos. Ellos, en cambio, habían sacrificado animales ciegos y cojos, con lo que habían demostrado su desprecio por el Señor.
Cuando ofrecían tales sacrificios, ¿cómo podían esperar que se los aceptara como individuos y encontrar favor ante los ojos de Dios? (1.9). Habría sido mejor cerrar completamente las puertas del templo que llevar esas ofrendas ante Dios (1.10). Tanto ellos como sus ofrendas son inaceptables ante el Señor, y el pueblo desprecia a los sacerdotes.
Dios no desea la presentación de tales sacrificios, porque aun entre los gentiles su nombre será grande, de modo que se le presentarán sacrificios puros (1.11). Esto no se refiere a las ofrendas que las naciones paganas llevan a sus dioses, sino a la época en que el verdadero evangelio se esparcirá por todas partes del mundo, y todos los pueblos adorarán al Dios verdadero. Israel, sin embargo, había profanado la mesa del Señor, y había encontrado aburridos sus cultos, lo que trajo como consecuencia la falsedad y el egoísmo del pueblo.
Si no hay arrepentimiento, una maldición recaerá sobre los sacerdotes. En 2.5–7 el Señor aclara cuál es el verdadero deber del sacerdote, y se pone de manifiesto un gran contraste entre lo que debería ser el sacerdote y lo que es. Por cierto que, a través de su propio ejemplo poco edificante, en lugar de instruir a los demás, los ha conducido por malos caminos. Ha mostrado parcialidad en la instrucción de otros (2.9b).
d. Condenación de los matrimonios mixtos y el divorcio (2.10–17)
Israel tenía un Padre común: Dios había creado la nación, por lo que debería tener una manifiesta unidad. No obstante, en lugar de ello se había corrompido traicioneramente, y había profanado la santidad del Señor con la consumación de matrimonios mixtos. Los que así habían actuado debían ser eliminados. También era común el divorcio, cosa que odia el Señor. A estos pecados se les había dado una capa de barniz, y se había buscado la forma de justificarlos. El Señor declara que el pueblo lo había cansado con sus palabras; lo habían ignorado, y habían actuado como si él no existiera.
e. El futuro día del Señor (3.1–6)
Malaquías recurre ahora al exaltado lenguaje de la profecía al declarar que el mensajero del Señor verdaderamente vendrá y preparará el día para ese Señor a quien el pueblo busca. Aparecerá para refinar, purificar, y purgar la nación, ¿y quién podrá sufrir el tiempo de su venida? Como resultado de su obra, la ofrenda de Judá y Jerusalén será grata al Señor (3.4). Pero el advenimiento también traerá juicio, que recaerá sobre aquellos que, en la nación, oprimen a otros. No obstante, Jacob no será completamente borrado, porque el Señor no cambia, se mantiene fiel a sus promesas (3.6).
f. Arrepentimiento y diezmos (3.7–12)
La apostasía de la nación no es cosa nueva, sino que hace mucho que ha comenzado. Por una parte se ha hecho ver en la falta de pago de los diezmos que el Señor les había ordenado, lo que equivale a robar a Dios. Si la nación le llevara los diezmos en la forma debida, Dios respondería a su adoración y derramaría abundantes bendiciones que provocarían el comentario de otras naciones.
g. Promesa de salvación para los fieles (3.13–4.3)
La nación había pronunciado palabras de resentimiento contra Dios. Parecería que el pueblo había llegado a la conclusión de que no valía la pena servirle. Pero entre ellos también estaban los que “temían al Señor” y se estimulaban mutuamente. El Señor los toma en cuenta, y no solamente los excluirá de su ira, sino que también los adoptará como pasesión suya. El día del juicio vendrá, por cierto, y consumirá a los arrogantes, pero para los que temen el nombre del Señor se levantará la justicia como el sol, y en sus alas habrá curación, gozo, y victoria.
h. Conclusión (4.4–6)
La profecía termina con una exhortación a que se recuerde la ley de Moisés, y con el anuncio de que Elías retornará antes que aparezca el día grande y terrible de Jehová.
Bibliografía. D. Deden, “Malaquías”, °EBDM, t(t). IV, cols. 1210–1212; M. García Cordero, Biblia comentada, 1961, t(t). III; F. Buck, “Profetas menores”, La Sagrada Escritura, 1968, t(t). VI; C. Stuhlmueller, “Malaquías”, Comentario bíblico “San Jerónimo”, 1976, t(t). II; G. von Rad, Teología del Antiguo Testamento, 1976, t(t). II, pp. 349ss; J. L. Sicre, Los profetas de Israel y su mensaje, 1986; id., Con los pobres de la tierra, 1984; L. Alonso Schökel, J. L. Sicre, Profetas, 1980, t(t). II pp. 1205ss.
J. G. Baldwin, Haggai, Zechariah, Malachi,
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Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico