JUECES, LIBRO DE LOS

Libro del AT, el segundo del grupo que en la Biblia hebrea se llaman †œLos Profetas ( Nevi†™im)†.

Autor y fecha. Las diferentes historias que aparecen en el libro posiblemente circulaban de manera separada y en forma oral por mucho tiempo. Uno o varios compiladores las pusieron juntas. Según la tradición hebrea en el Talmud, Samuel fue el autor. Pero otros consideran que él o los compiladores fueron los mismos que formaron los libros de †¢Josué, †¢Reyes y †¢Crónicas, posiblemente en tiempos del exilio. Por lo tanto, es difí­cil establecer la fecha de composición.

Caracterí­sticas. Se trata de una obra histórica que sirve de puente para enlazar las épocas de Moisés y Josué, con las de David y Salomón. No debe entenderse que relata la vida de personas que se ocupaban de asuntos legales o judiciales. Se comprende mejor el tí­tulo del libro usando las palabras de Jue 2:16 (†œY Jehová levantó jueces que los librasen de mano de los que les despojaban†). La función judicial de estos †œsalvadores† o †œlibertadores† que Dios enviaba, era secundaria. Lo primordial consistí­a en librar a Israel de sus enemigos. El término †œjuez† no se aplica a ninguno de los personajes del libro, pero sí­ se dice de ellos que †œjuzgaron†.
importante reconocer que los diferentes jueces o shofetim y sus respectivas historias desenvuelven sus actividades en ambientes geográficamente limitados, que no incluí­an todo Israel. Las opresiones de las cuales se habla eran el resultado de las agresiones de alguna nación vecina a una o varias de las tribus.

Desarrollo. El libro comienza a relatar los esfuerzos de los israelitas para conquistar la tierra después de la muerte de Josué. La historia recapitula las luchas llevadas por las diversas tribus, señalando el hecho de que algunas de ellas no destruyeron por completo a los habitantes de Canaán (Jue 1:1-36).
una †¢teofaní­a, Dios llama la atención a Israel por haber hecho pacto con las naciones. Se narra cómo, después de la muerte de Josué, vino una generación †œque no conocí­a a Jehová, ni la obra que él habí­a hecho por Israel† (Jue 2:10). Se hace un resumen a grandes rasgos de lo que pasarí­a a continuación: la apostasí­a de Israel, la opresión de los enemigos, la liberación por ví­a de un juez, y el retorno, como un cí­rculo vicioso, al mismo comportamiento (Jue 2:1-23; Jue 3:1-7).

†¢Otoniel. Una de las opresiones provino de †¢Cusan-risataim rey de Mesopotamia. Dios levantó a †¢Otoniel como salvador (Jue 3:8-11).

†¢Aod. Los moabitas, al mando de †¢Eglón, oprimieron a Israel. †œJehová les levantó un libertador, a Aod hijo de Gera†. éste mata a Eglón con un largo puñal y luego se pone al frente de los efraimitas, y derrotó a los moabitas (Jue 3:12-29).

†¢Samgar. Fue utilizado por Dios para liberar a Israel de la amenaza filistea (Jue 3:31).

†¢Débora. †¢Jabí­n, rey de Hazor, extendió su influencia sobre Israel. El capitán de su ejército se llamaba Sí­sara. †œGobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora…† (Jue 4:4). ésta llama a †¢Barac, de la tribu de Neftalí­. Juntos atacan a Sí­sara, que es derrotado. Al huir Sí­sara, es muerto por una mujer llamada †¢Jael. Se destruye el poderí­o de Jabí­n. Débora emite un cántico en el cual celebra la victoria (Jue 4:1-24; Jue 5:1-31).

†¢Gedeón. Israel vuelve a pecar y ahora el opresor son los madianitas. Dios enví­a un profeta que reprende al pueblo. El ángel de Jehová aparece a †¢Gedeón y le encomienda liberar al pueblo. Gedeón vence a los amalecitas con un reducido número de soldados. Los israelitas ofrecen a Gedeón hacerlo rey, pero éste rehúsa (†œJehová señoreará sobre vosotros†) (Jue 6:1-40; Jue 7:1-25; Jue 8:1-32).

†¢Abimelec. Este hijo de Gedeón mata a sus hermanos. Sólo se salva †¢Jotam. Abimelec ejerce autoridad en Israel, pero una guerra civil se levanta. Abimelec destruye a Siquem, centro de la rebelión y luego ataca a Tebes. En el ataque pierde la vida (Jue 8:33-35; Jue 9:1-57).

†¢Tola. Después de Abimelec, Tola, varón de Isacar, †œjuzgó a Israel veintitrés años† (Jue 10:1-2).

†¢Jair. †œJuzgó a Israel veintidós años†, desde la región de †¢Galaad (Jue 10:3-5).

†¢Jefté. Tras un nuevo perí­odo de caí­da, Israel estaba bajo la opresión de los amonitas. Para dirigir una guerra contra ellos fue elegido †¢Jefté, quien los derrota. Hace, sin embargo, la ofrenda de su hija por la victoria. Los efraimitas se pelean con Jefté por no haberle dado participación en la guerra, pero son derrotados también (Jue 10:6-18; Jue 11:1-40; Jue 12:1-7).

†¢Ibzán. Este personaje era de Belén. Juzga a Israel siete años (Jue 12:8-10).

†¢Elón. Fue un zabulonita que juzgó a Israel diez años (Jue 12:11-12).

†¢Abdón. Personaje de †¢Piratón, en Efraí­n, juzgó a Israel unos ocho años (Jue 12:13-15).

†¢Sansón. Este lí­der israelita era de la tribu de Dan. Su conflicto es mayormente con los filisteos. Es engañado por Dalila y muere en el templo de Dagón, derribándolo al presionar sobre sus columnas principales (Jue 13:1-25; Jue 14:1-20; Jue 15:1-20; Jue 16:1-31).
és de esta serie de jueces de Israel, se ofrecen varios relatos que señalan el grado de decadencia en el cual habí­a caí­do el pueblo. Se comienza con la historia de †¢Micaí­a, un levita que se convierte en sacerdote de una casa de dioses. Miembros de la tribu de Dan roban la casa y al sacerdote, llevándoselo para ellos (Jue 17:1-13; Jue 18:1-31).
levita, que regresaba de Belén, adonde habí­a ido a buscar a su concubina, fue maltratado por benjamitas, que tomaron a su mujer, abusaron de ella y la mataron. Como consecuencia de esto se levanta una guerra civil contra Benjamí­n, de parte de las demás tribus. Mueren casi todos los varones de Benjamí­n. Luego éstos tienen que robarse mujeres, porque los demás israelitas habí­an jurado no dárselas voluntariamente (Jue 19:1-30; Jue 20:1-48; Jue 21:1-25).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

Jueces es la continuación cronológica del Pentateuco y de Josué, y describe la historia de Israel desde la muerte de Josué hasta la aparición de Samuel. Recibe su nombre de los principales protagonistas, los šôfeṭı̂m (Jue. 2.16). Estos “jueces”, sin embargo, eran algo más que árbitros judiciales; eran “libertadores” (“salvadores” °vrv1) (3.9), carismáticamente dotados por el Espíritu Santo de Dios para la liberación y preservación de Israel (6.34) hasta el establecimiento de la monarquía (cf. el uso de este mismo término por los magistrados principales de Cartago, y como sinónimo de “rey” en la antigua Ugarit cananea, Anat 5.40). Yahvéh mismo es el principal šôfēt (Jue. 11.27).

I. Bosquejo del contenido

a. Acontecimientos posteriores a la muerte de Josué (1.1–2.5)

Con obediencia inicial, las tribus de Judá y Simeón avanzaron hacia el S a fin de conquistar Bezec, Jerusalén (que no retuvieron, 1.21), Hebrón y Debir (ocupada nuevamente desde su devastación en Jos. 10.36, 39), Horma, y tres de las ciudades filisteas (que no retuvieron, Jue. 1.19). También las tribus de José capturaron Bet-el (1.22–26), que se había rebelado (cf. Jos. 8.17; 12.9). Pero luego vinieron los fracasos: Israel dejó de desplazar a los cananeos, no se tomaron más ciudades (Jue. 1.27–36), y la tribu de Dan fue desalojada del territorio que se le había asignado (1.34). Esa tolerancia del mal requirió el largo período posterior de castigos (2.1–5).

b. La historia de Israel bajo los jueces (2.6–16.31)

(i) El discernimiento profético de la historia por el autor (2.6–3.6). Este libro enseña la retribución divina: que Dios en su providencia recompensa a la nación en relación directa con la fidelidad de su pueblo. En esta época Israel sufrió la constante tentación de adoptar los ritos de fertilidad de sus vecinos cananeos, junto con su agricultura supuestamente superior. Muchos reconocían que Yahvéh había guiado a Israel en el desierto, pero Baal parecía tener mayor capacidad para hacer crecer las cosechas (!). Es así como Jue. muestra la repetición de ciclos de pecado (culto de Baal), servidumbre (a agresores extrajeros), súplica (de ayuda al misericordioso Dios), y salvación (por medio de jueces divinamente nombrados).

(ii) Seis períodos sucesivos de opresión y las actividades de doce jueces salvadores (3.7–16.31).

1. Invasiones de Cusan-risataim (3.7–11). Después de adoptar las costumbres de Canaán, Israel sufrió durante ocho años las depredaciones de Cusan-risataim, invasor proveniente de la Mesopotamia, controlada por Ios hititas (Jue. 3.8). La causa, sin embargo, radicaba en los pecados de Israel (3.7) (véase inf. parte c). Pero cuando clamaron a Yahvéh, “Jehová levantó un libertador a los hijos de Israel … Otoniel … hermano menor de Caleb” (3.9). Los 40 años de paz que siguieron quizás correspondan al período paralelo de dominación hetea, hasta unos años después de la muerte de Suppiluliuma en 1346 a.C. (CAH, 2, 2:19).

2. Opresión bajo Eglón (3.12–31). Justo antes de los días de confusión internacional que coincidieron con la aparición de la agresiva dinastía egipcia 19ª; “volvieron los hijos de Israel a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová fortaleció a Eglón rey de Moab contra Israel” (3.12). “Y clamaron los hijos de Israel a Jehová; y Jehová les levantó un libertador, a Aod hijo de Gera, benjamita” (3.15), y les dio 80 años de paz, quizás desde la época del tratado de 1315, entre Seti y Mursil, cf. su renovación en 1284 por Ramsés II. Aparentemente ni Egipto ni los hititas comprendieron su función providencial, pero los años en que cada uno de ellos aportó paz a Palestina parecerían corresponder a los períodos que Dios había determinado para que su pueblo gozara de “paz” (cf. J. Garstang, Joshua-Judges, 1931, pp. 51–66). Posteriormente Samgar consiguió un éxito limitado contra los primitivos filisteos, que estaban mejor equipados que él (3.31).

3. Liberación por mano de Débora (4.1–5.31). Cuando decayeron los imperios y aumentó la opresión cananea local bajo Jabín II de Hazor (4.2–3), Dios levantó a Débora, una mujer, como cuarto juez. Su comandante militar, Barac, reunió a las tribus centrales del N en el valle de Esdraelón para luchar contra las tropas de Jabín dirigidas por Sísara. Pero “desde los cielos pelearon las estrellas; desde sus órbitas pelearon contra Sísara” (5.20): una tormenta divinamente producida inmobilizó los carros cananeos, y Sísara fue muerto por una mujer cenea cuando huía. Los 40 años de paz que siguieron a la victoria de Débora pueden haber sido paralelos al fuerte gobierno de Ramsés III, el último de los grandes faraones (1199–1168 a.C.)

4. Liberación por Gedeón (6.1–8.32). Posteriormente aparecieron por el desierto oriental madianitas y amalecitas, con la intención de saquear a la pecadora Israel (Jue. 6.2–6; cf. Rt. 1.1). Pero Israel se libró de los nómadas incursionadores (7.19–25; 8.10–12; cf. el fondo pacífico de Rt. 2–4, unos 20 años más tarde).

5. Ascenso y caída de Abimelec (8.33–10.5). La conmoción provocada por el intento del hijo de Gedeón, Abimelec, de convertirse en rey de Israel (Jue. 9) fue rectificada por los jueces Tola y Jair (10.1–5).

6. Opresión bajo Amón y los filisteos (10.6–16.31). Pero a causa de la apostasía que siguió, Dios dejó que su tierra fuera oprimida simultáneamente por los amonitas en el E y los filisteos en el O (10.7). Dieciocho años más tarde Israel oriental fue liberado por Jefté, el octavo juez (cap. 11), al que sucedieron tres jueces menores. El O de Israel, sin embargo, permaneció sujeto al creciente poder de los filisteos, a pesar de las espectaculares hazañas de Sansón, el duodécimo y último juez del libro de los Jue. (caps. 13–16).

c. Apéndice (17.1–21.25)

Ofrece detalles de dos hechos del primer período de apostasía de Israel (antes de Otoniel; cf. la aparición de Finees en 20.28, y la mención de los acontecimientos del cap(s). 18 en Jos. 19.47, cuyo autor parece contemporáneo de la conquista, Jos. 5.1; 6.25, aunque véase * Josué, II). El propósito del apéndice es ilustrar la profundidad del pecado de Israel, que transgredió casi todas las normas del Decálogo. La sección sobre Micaía y los danitas (caps. 17–18), por ejemplo, relata como Micaía le robó a su madre y luego convirtió el dinero en un ídolo para su casa de dioses (17.5). El levita de Dios, mientras tanto, deambulaba sin ayuda alguna, hasta que Micaía lo empleó. Pero a su vez aquel traicionó a su empleador cuando recibió la oferta de una posición de liderazgo de parte de los ambiciosos danitas, idólatras y criminales (18.25). Y sin embargo, este levita era Jonatán, descendiente directo de Moisés (18.30). Nada se dice, hay que admitirlo, sobre el séptimo mandamiento (sobre la pureza); pero los capítulos siguientes (19–21, el ultraje de los benjamitas) describen no simplemente una guerra civil y la protección a los criminales, sino también la prostitución y la deserción matrimonial de la concubina de un levita (19.2), la homosexualidad, la violación y el adulterio (19.22–24), y finalmente el secuestro en masa (21.23). Tales. fueron los resultados cuando “cada uno hacía lo que bien le parecía”.

II. Paternidad y fecha

En el libro de los Jue. no hay referencia directa a la fecha en que fue escrito. Cierto es que el cántico de Débora (5.2–31) afirma que fue compuesto en esa época (5.1), y generalmente se acepta su autenticidad. Pero el libro en su conjunto no pudo haberse compilado hasta dos siglos más tarde. Menciona la destrucción y el cautiverio de Silo (18.30–31) durante la adolescencia de Samuel (1 S. 4; ca. 1080 a.C.); y el último acontecimiento que se registra es la muerte de Sansón (Jue. 16.30–31), lo que se produjo unos años antes de ser nombrado juez Samuel (ca. 1063). Además, la repetida explicación de que “en aquellos días no había rey en Israel” (17.6; 18.1; 21.25) sugiere que el libro fue escrito después de haber sido coronado rey Saúl en 1043 a.C. Con todo, el aprecio popular por la monarquía todavía está resco; y parecería que el libro fue compuesto antes del saqueo de Gezer en 970 a.C. (1 R. 9.16; cf. Jue. 1.29) o la captura de Jerusalén por David en 1003 (2 S. 5.6–7; cf. Jue. 1.21).

En consecuencia, el autor de Jue. debe de haber sido un hombre que estuvo en actividad durante los primeros años del reinado de Saúl (antes de 1020 a.C.). También debe de haber sido profeta, desde el momento en que en la Biblia hebrea Jue. ha sido colocado en la división profética del canon (los profetas “anteriores”: en Jos., Contra Pelag Apión 1.8, los libros históricos, Jos.-Job), cf. el tono sermónico de 2.10–14; 3.7–8, etc. Lo más probable es que haya sido el profeta Samuel, a quien por otra parte se identifica como el autor de Jue.-Rt. según el Talmud judío (Baba Bathra 14b). Pero como esta narración tradicional hace posteriormente la improbable afirmación de que Samuel también escribió “el libro que lleva su nombre”, parecería justificado llegar únicamente a la conclusión de que el autor debe de haber sido, por lo menos, uno de los compañeros proféticos de Samuel.

III. Fuentes del libro

El autor de Jue. puede haberse servido de fuentes orales y escritas que se han perdido, p. ej. antologías de héroes, tales como “el libro del yāšār [recto]” (Jos. 10.13). Los críticos modernos acostumbran afirmar que las fuentes del autor consistían en materiales en gran parte independientes (posteriormente quizás un documento “J” y “E”), editados por un deuteronomista (“D”) exílico y redactores sacerdotales (“P”) posexílicos; pero este análisis contradice los aportes del mismo libro, y desacredita innecesariamente la unidad y la autenticidad de su contenido. Trata, por ejemplo, de equiparar el llamado de Dios a Gedeón en el lagar y el sacrificio resultante (Jue. 6.11–24, que se atribuye a “J”) con su posterior mandato a Gedeón a que destruyese el altar de Baal y lo reemplazase con uno a Yahvéh (6.25–32, que se atribuye a “E”), como si se tratara de dos versiones conflictivas de un mismo llamamiento. O, también, confunde la toma de los príncipes madianitas Oreb y Zeeb en el cruce del Jordán por Gedeón (7.24–25, “E”) con su captura final de los reyes, Zeba y Zalmuna, más al E (8.10–11, “J”), aunque entonces deba eliminar las palabras de 8.10, “todos los que habían quedado de todo el ejército”, como si se tratase de un intento por algun editor posterior de hacer armonizar los relatos aparentemente conflictivos (* Pentateuco).

El texto heb. de Jue. está mejor conservado que cualquiera de los otros “profetas anteriores”, y en general está libre de errores de transmisión por los escribas. Sin embargo, la antigua traducción gr. de la LXX exhibe variaciones en el texto gr. mismo, hasta el punto de que la edición de Rahlf de la misma presenta en cada página dos formas divergentes del texto gr., según los códices A y B.

IV. Fondo histórico

El fondo histórico del período de Jue. se relaciona, localmente, con la presencia de los cananeos. Antes de la conquista hebrea, Moisés había ordenado su “destrucción” (Dt. 7.2; cf. Jos. 6.17), causa de su arraigada inmoralidad (Dt. 9.5; cf. Gn. 9.22, 25; 15.16), y debido a su perniciosa influencia religiosa sobre el pueblo de Dios Dt. 7.4); porque en innumerables “lugares altos los cananeos adoraban dioses locales de la fertilidad, los baales, con ritos que incluían la prostitución sagrada y aun el sacrificio de niños (11.31). Josué había subyugado así a toda Canaán (Jos. 11.16; cf. 21.43). Pero sus habitantes originales todavía no habían perdido su capacidad de resistir. Por cierto que el mismo Moisés había anticipado una ocupación gradual de la tierra (Ex. 23.28–30; Dt. 7.22); y todavía quedaba mucho que ocupar (Jos. 13.1). Con respecto al escenario internacional, podemos bosquejar de la siguiente forma los hechos pertinentes: (1) En la época de la muerte de Josué, quizás poco después de 1400 a.C., el control imperial de Palestina por parte de la dinastía egipcia 18ª se había vuelto efímero: Amenhotep III se contentaba con gobernar en medio de un lujo decadente, y su sucesor, Amenhotep IV (Akenatón ca. 1379–1362 a.C.; CAH, 2.2, pp. 1088), dedicó su atención exclusivamente a las reformas religiosas monoteistas. Las cartas de *Amarna contemporáneas de las ciudades-estados cananeas contienen fútiles llamados de ayuda contra los saqueadores habiru. Esta designación comprende a los *hebreos bíblicos, aunque también se empleaba para diferentes agresores hurritas (?) deI N (descendientes de Heber, Gn. 10.21, 25; cf. M. G. Kline, WTJ 19, mayo de 1957, pp. 184; 20, nov. de 1957, pp. 68). Porque esta era se destacó, al mismo tiempo, por un resurgimiento de la actividad hitita del otro lado de Siria. El rey Suppiluliuma (ca. 1385–1346 a.C.) el más grande de los hititas, al principio estimuló la anarquía entre los estados que se encontraban más al S, y posteriormente logró un dominio práctico sobre ellos para su propio beneficio y el de su hijo Mursil II.

(2) Pero Egipto, bajo la nueva dinastía 19ª (1320–1200 a.C.) ; a su vez empezó a resurgir. Seti I volvió a tomar Galilea y Fenicia en 1318, derrotó a los hititas, y tres años más tarde concluyó un tratado con Mursil, por medio del cual Siria quedaba bajo control hitita, y Palestina y Fenicia bajo dominación egipcia. El joven Ramsés II (1304–1237) rompió el tratado e invadió territorio hitita. Pero después de años de costosa lucha se volvió a establecer la antigua división del poder por el tratado de 1284; y se mantuvo la paz hasta la declinación del imperio hitita, debido a las invasiones bárbaras en las postrimerías del siglo.

(3) Con la caída de Creta ante los bárbaros en 1200 a.C., los desplazados filisteos, “el resto de la costa de Caftor” (Jer. 47.4), huyeron hacia el E a fin de reforzar sus colonias más antiguas sobre la costa de Palestina (cf. Gn. 21.32; Dt. 2.23). Al ser rechazadas de Egipto alrededor de 1191 a.C. por Ramsés III, de la dinastía 20ª, procedieron a consolidar su posición en Canaán. Antes de fines del siglo pudieron así montar la primera de sus grandes ofensivas contra Israel, acontecimiento con el que se cierra el libro de los Jueces.

V. Cronología

La cronología general de Jue. está indicada por la declaración de Jefté, cerca del final del período, de que para esa época Israel venía ocupando territorio palestino por alrededor de 300 años (Jue. 11.26; cf. la cifra similar que se obtiene de 1 R. 6.1). El cálculo de una cronología más precisa, sin embargo, depende de otros dos hechos que aparecen en el registro bíblico. Primero, como no se dice cuánto tiempo pasó desde la terminación de la conquista hasta el principio de la primera opresión (mesopotámica), debemos contar hacia atrás desde que Samuel asumió el cargo, ca. 1063 a.C. (calculando, desde la fecha probable de 930 para la división del reino, 113 años para Salomón, David [sobre todo Israel], y Saúl y sus sucesores [1 R. 11.42; 2.11; Hch. 18.21], más veinte años para Samuel [1 S. 7.2; cf. HDB, 1, pp. 399]). Segundo, como algunos de los jueces se superponen (cf. Aod y Samgar, Jue. 3.30–4.1), deduciremos mejor la cronología tomando como base las opresiones fechadas y sus respectivas liberaciones. De particular significación resulta el hecho de que la opresión filistea de Palestina, de cuarenta años de duración (13.1), continuó ininterrumpidamente en el O de Palestina desde la muerte de Tola y la de Jair (10.7), a lo largo de las judicaturas de Jefté, los tres jueces menores, Elí, y Sansón, hasta el victorioso advenimiento de Samuel (Véase el cuadro que acompaña a este art.)

Ahora hay confirmación de la victoria de Débora en 1216 por los tipos de cerámica encontrados en la última ciudad cananea en Hazor, de modo que “debemos fechar a Barac en la segunda mitad del ss. XIII” (CAH, 1, 1:239). Por lo tanto parecería que pasaron 319 años (1382–1063) entre la primera opresión y la aparición de Samuel, lo cual sugiere una fecha de 1406–1400 a.C. para la conquista. Una fecha alternativa ca. 1240 requeriría una mayor compresión de los datos que aporta el libro de Jue. (* Cronología del Antiguo Testamento )

VI. Enseñanzas

Sobre la base de los principios que se enumeran en Jue. 2.6–3.6, y los ejemplos históricos concretos que obtenemos del resto de este libro, podemos resumir sus enseñanzas de la siguiente forma.

a. La ira de Dios ante el Pecado (2.11, 14). La esperanza de Israel de sobrevivir dependía de la unidad entre sus tribus; sin embargo, ese tipo de esfuerzo cooperativo surgía solamente de una común dedicación a su Dios (cf. 5.8–9, 16–18). Perder la fe significaba la extinción.

b. La misericordia de Dios ante el arrepentimiento (2.16). Hasta la opresión extranjera servía como medio de la gracia divina para la edificación de Israel (3.1–4).

c. La depravación total del hombre. Porque después de cada liberación, al “morir el juez, ellos volvían atrás, y se corrompían más que sus padres” (2.19). La sociedad individualista había demostrado su inherente insuficiencia, porque el hombre cuando está solo inevitablemente se desvía (17.6). Israel necesitaba un rey, aunque debía ser un rey que en definitiva cumpliera la voluntad de Dios (cf. 8.23; 9.6, 56). Resulta así que el autor de Jue. es uno de los primeros historiadores verdaderos de la civilización, que no registra simplemente los hechos, sino que interpreta los hechos sobre la base de una explícita filosofía de la historia. En cuanto a la validez permanente de su Filosofia deuteronómica de la retribución, debemos admitir que en esos días primitivos, cuando la revelación era más limitada, la mano de la providencia era más evidente que en la actualidad. Pero sus principios básicos permanecen eternamente válidos: la nación que peca será castigada, los arrepentidos serán salvados, y en última instancia todos los sistemas creados por el hombre fracasarán. La única esperanza válida de la historia se apoya en la venida de Cristo, el Rey.

Bibliografía. L. Alonso Schökel, Josué-Jueces, 1973; G. Auzou, La fuerza del Espíritu. Estudio del libro de Jueces, 1968; H. Cazelles, Introducción crítica al Antiguo Testamento, 1981; W. H. Schmidt, Introducción al Antiguo Testamento, 1983; E. J. Young, Una introducción al Antiguo Testamento, 1981.

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J.B.P.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico