Libro apócrifo escrito originalmente en hebreo, pero conocido por una copia etiópica de una versión griega. Fue escrito en el siglo II a.C. Los eruditos lo relacionan con los †¢esenios o la comunidad de †¢Qumrán, pues allí se han encontrado fragmentos de él. Se le clasifica como obra del género apocalíptico. Reelabora lo narrado desde Gn. 1 a éx. 2, en la forma de una revelación que un ángel hace a Moisés en el monte Sinaí. El nombre le viene por dividir la historia en períodos de cuarenta y nueve años o jubileos. éstos, a su vez, se dividen en períodos de siete años. †¢Apócrifos y pseudoepigráficos, Libros.
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
(-> apocalíptica, jubileo, Henoc, pecado). Libro apócrifo de tipo apocalípticosapiencial, escrito hacia el 130 a.C., al comienzo del reinado de los asmoneos. Es un midrás hagddico de Gn y Ex y se presenta como revelación más honda de un ángel de Dios a Moisés, en la que se describe y detalla la historia humana desde su comienzo hasta el pacto del Sinaí. Contiene elementos protofariseos (de exaltación nacional-legal israelita); pero su mensaje básico es apocalíptico, y puede situarse en una línea cercana a los esenios*. Divide la historia en jubileos, es decir, en períodos de 49 años, que van marcando el origen, sentido y culminación de la humanidad. El acontecimiento más saliente de la historia ha sido para Jubileos el pecado angélico (invasión y posesión sexual): Mastema, el Diablo, dirige desde entonces (de algún modo) el curso de este mundo. Pero los israelitas fieles, que han recibido la revelación de Henoc* y siguen los caminos de Noé* y Abrahán*, conociendo y cumpliendo los tiempos de Dios (el recto calendario, los septenarios y/o jubileos de generaciones, años y días), pueden vencerle y alcanzar la plenitud escatológica.
(1) Posesión diabólica. Jubileos expone el origen y sentido de la posesión, ofreciendo unos datos que son muy significativos para conocer el contexto social y religioso de Jesús, lo mismo que sus exorcismos*: «En el tercer septenario de este jubileo [del jubileo 33, pasados más de 1.600 años de la creación] comenzaron los demonios impuros a seducir a los nietos de Noé, haciéndoles enloquecer y perderse. Se acercaron los hijos a su padre Noé y le hablaron de los demonios que seducían, extraviaban y mataban a sus nietos. Oró así Noé ante el Señor, su Dios: Dios de los espíritus que están en toda carne, que tuviste misericordia de mí, me salvaste con mis hijos de las aguas del diluvio sin permitir que pereciera, como ocurrió con los hijos de la perdición. Grande es tu compasión por mí, y magnífica tu misericordia sobre mi persona; elévese tu compasión sobre mis hijos, no tengan potestad sobre ellos los malos espíritus, para que no puedan extirparlos de la tierra. Tú me has bendecido a mí y a mis hijos, para que crezcamos, nos multipliquemos y llenemos la tierra; tú sabes cómo obraron en mis días tus guardianes [ángeles violadores], padres de estos espíritus. A estos espíritus que están ahora en vida enciérralos también y sujétalos en lugar de suplicio; no destruyan a los hijos de tu siervo, Dios mío, pues son perversos y para destruir fueron creados; no tengan poder sobre el espíritu de los vivos, pues sólo tú conoces su sentencia, y no tengan licencia contra los hijos de los justos, desde ahora para siempre. Entonces el Señor, nuestro Dios, nos ordenó apresar a todos [habla el ángel que revela a Moisés los secretos de Dios y de la historia], Pero llegó Mastema, príncipe de los espíritus, y dijo: Señor Creador, déjame algunos de ellos que me obedezcan y hagan cuanto les mande; pues si no me quedan algunos de ellos no podré ejercer mi autoridad en los hijos de los hombres, pues dignos son de destrucción y ruina… ya que es grande su maldad. Dios ordenó entonces que quedara con Mastema una décima parte, y que las otras nueve descendieran al lugar del suplicio. A uno de nosotros [de los ángeles buenos] Dios nos dijo que enseñáramos a Noé toda su medicina, pues sabía que no se conducirían rectamente ni procurarían justicia. Obramos según su palabra: a todos los malos espíritus que hacían daño los encarcelamos en el lugar de suplicio, pero dejamos a una décima parte para que sirvieran a Satán sobre la tierra. Y comunicamos a Noé los remedios de las enfermedades, juntamente con sus engaños, para que curase con las plantas de la tierra. Noé escribió todo como se lo enseñaron en un Libro, con todas las clases de medicina, y los malos espíritus quedaron sin acceso a los hijos de Noé» (Jub 10,1-13).
(2) Noé y Mastema. Los exorcismos. Conforme a la visión apocalíptica* de Henoc*, el diluvio (con la destrucción de los Vigilantes perversos y de los hombres corrompidos) no había sucedido todavía. La nueva versión de Jubileos supone que ya se ha dado un diluvio*, de manera que ha podido iniciarse una nueva historia humana, presidida por dos personajes: Noé, padre de la nueva humanidad posdiluviana, que es el signo de los hombres justos, salvados de las aguas del diluvio; y Mastema (= Satanás), príncipe de los demonios, a quienes Dios mismo ha dado cierto poder sobre los malvados. Noé ruega a Dios que destruya a los espíritus perversos y Dios le concede parte de su ruego. Pero Mastema ruega también a Dios, pidiéndole que deje en sus manos algunos demonios, para que sean servidores de su juicio y Dios se lo concede también. Por eso, los hombres actuales vivimos en un mundo mixto, sobre un campo de batalla donde combaten humanos y espíritus perversos. En un plano, los hombres se encuentran de algún modo a merced de los demonios, pero no están condenados de antemano a la derrota, sino que pueden emplear en su favor las «medicinas» de Noé, a quien se toma como autor de un Libro de curaciones, que incluye, sin duda, elementos cercanos a los exorcismos, a la evocación y expulsión de los espíritus perversos, en la línea que desarrollará Jesús y la tradición cristiana. El exorcista Noé (y los que le siguen) tienen rasgos vinculados a la magia y a la medicina. Pero, conforme a la visión de Jubileos, la verdadera medicina de Noé y de sus seguidores, el antídoto que rompe la opresión de los demonios, es el cumplimiento de la Ley (aceptación del verdadero calendario, circuncisión, observancia de mandamientos). De esta forma, la apocalíptica se pone al servicio de la identidad israelita. Jesús se situará en una línea distinta, al servicio de una curación universal. Por eso, sus exorcismos suscitarán el rechazo de los escribas judíos (cf. Mc 3,21-30).
Cf. F. CORRIENTE y A. PINERO, «Jubileos», en A. DíEZ MACHO (ed.), Apócrifos del Antiguo Testamento U, Cristiandad, Madrid 1983, 67195.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra