JOSEFO, FLAVIO

Historiador judí­o. Nació en el año 37 d.C., de una familia sacerdotal, descendiente por ví­a materna de los †¢asmoneos. Aficionado desde muy joven a las letras, se puso a estudiar las sectas de los judí­os, especialmente los fariseos, los saduceos y los esenios. Preferí­a a estos últimos por un tiempo, pero luego se unió a los fariseos. Visitó a Roma en el año 64 d.C., y se ganó la amistad de Popea. Al regresar a Judea, encontró a sus compatriotas en una rebelión contra Roma, a la cual tuvo que unirse, y fue nombrado comandante de la zona de Galilea. En la ciudad de Jotapata logró resistir el asedio romano durante unos cuarenta y siete dí­as, pero finalmente la ciudad cayó. J. se escondió en un pozo. Cayó prisionero de Vespasiano, a quien le predice que llegará a emperador. Eso evita su muerte, pues este general romano lo protegió desde entonces. Sirvió a los romanos durante el resto de la guerra y tras la destrucción de Jerusalén regresó a Roma. Murió en el año 100 d.C.

J. se dedicó a escribir historia. Sus obras: La Guerra de los Judí­os, Antigüedades de los Judí­os y Contra Apión, representan una fuente valiosí­sima para el conocimiento de la historia del pueblo israelita, arrojando datos que de otra manera no se hubieran podido conocer. Se basó en las Escrituras y una gran cantidad de obras apócrifas. De especial interés son los detalles relacionados con los acontecimientos del primer siglo de la era cristiana, incluyendo referencias al Señor Jesús, Juan el Bautista, Herodes, Poncio Pilato, Jacobo, Agripa, Félix, etcétera.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

Sacerdote de Jerusalén que participó en el principio de la guerra judí­a contra Roma (años 66-68 d.C.), poniéndose luego (69-70 d.C.) al servicio de los romanos, pensando que eran portadores de un juicio de Dios para Israel. Fue protegido de Vespasiano, emperador de la familia de los Flavios, de quien tomó su nombre, llamándose así­ Flavio Josefo. Se consideró portador de un mensaje profético (casi mesiánico) de reinterpretación israelita y reconciliación nacional. Escribió la historia de la guerra (BJ) y después las antigüedades judí­as (AJ), defendiéndose a sí­ mismo en una famosa autobiografí­a (Aut), en la que se presenta como discí­pulo de un profeta* escatológico, llamado Baño*. Su visión de la historia puede ser partidista, pero en el fondo resulta muy valiosa. El conocimiento de la obra de F. Josefo es imprescindible para situar en su tiempo y lugar a Jesús y al primer movimiento cristiano. Su famoso texto sobre Jesús, llamado «testimonio flaviano», parece básicamente fiable: «Por aquellas fechas vivió Jesús, un hombre sabio… Fue autor de hechos extraordinarios y maestro de gentes que gustaban de alcanzar la verdad. Y fueron numerosos los judí­os e igualmente numerosos los griegos que ganó para su causa. Este es (= a éste le llaman) el Cristo. Y aunque Pilato lo condenó a morir en la cruz, por denuncia presentada por las autoridades de nuestro pueblo, las gentes que le habí­an amado anteriormente tampoco dejaron de hacerlo después, pues se les apareció vivo de nuevo, al tercer dí­a… Y hasta el dí­a de hoy no ha desaparecido la raza de los cristianos, así­ llamados en honor de él» (Ant XVIII, 86.3.3,63). Las palabras en cursiva («éste es el Cristo… se les apareció vivo») podrí­an ser una interpolación cristiana, pero las restantes, en especial aquellas donde se habla de «las gentes que le habí­an amado», son originales. Josefo advirtió que el rasgo distintivo de Jesús, en aquellos años cruciales de la preguerra judí­a, no fueron unas dotes polí­ticas mejores, ni la creación de nuevas estructuras sociales, en la lí­nea de las que crearon otros grupos conocidos (soldados, escribas, sacerdotes…), sino algo previo, más universal, más valioso: Tuvo amigos que le siguieron amando tras la muerte (aunque algunos le abandonaron tras ella). De esa forma, al recibir y acoger en su grupo a personas que le amaban (y se amaban), rompió los lí­mites militares, académicos o sacrales de otros movimientos, ofreciendo y promoviendo un proyecto mesiánico de amistad donde cabí­an de un modo especial enfermos y excluidos, niños y mujeres. No necesitó dinero ni ejército, pero tuvo amigos y amigas.

Cf. Flavio Josefo, Obras completas I-V, Acervo Cultural, Buenos Aires 1961; Guerra de los Judí­os I-II, Gredos, Madrid 1999; Antigüedades judí­as I-II, Akal Clásica, Madrid 2002; Autobiografí­a. Contra Apión, Alianza, Madrid 1987.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Historiador judío nacido en 37/38 d.C. y muerto a principios del ss. II. Era hijo de un sacerdote llamado Matías, del orden de Joiarib (1 Cr. 24.7), y según él mismo era pariente de los asmoneos, que pertenecían al mismo orden. Después de un breve período de asociación con los esenios, y con un asceta llamado Bano que vivía en el desierto, se unió al partido de los fariseos a la edad de 19 años. En una visita a Roma en 63 d.C. le impresionó grandemente el poder del imperio. En el 66 d.C. se opuso tenazmente a la rebelión judía contra Roma, y aunque recibió una comandancia en Galilea, en la que manifestó considerable energía y habilidad, no tuvo confianza en la causa de los insurgentes. Después de la captura de la plaza fuerte de Jotapata por los romanos, que defendió hasta que resultó inútil toda resistencia, escapó y se escondió junto con otros cuarenta en una cueva. Cuando a su vez este refugio estuvo a punto de ser tomado los defensores entraron en un pacto suicida, y Josefo fue uno de los dos últimos sobrevivientes. Persuadió al otro sobreviviente que bien podrían entregarse a los romanos, lo que contribuyó a que se ganara el favor de Vespasiano, el comandante romano, al predecir que sería elevado a la púrpura imperial. La predicción se cumplió en 69 d.C. Al año siguiente Josefo fue agregado al cuartel general romano durante el sitio de Jerusalén, en el que actuó como intérprete de Tito (hijo de Vespasiano y su sucesor en el comando palestino) cuando quiso ofrecer condiciones a los defensores de la ciudad. Después de la caída de Jerusalén, Josefo fue a Roma, donde se estableció como cliente y pensionado del emperador, cuyo nombre de familia, Flavio, adoptó.

Como sería de esperar, el comportamiento de Josefo durante la guerra le ganó el estigma indeleble de traidor ante los ojos de la nación. Aun así, empleó los años de su agradable estancia en Roma de manera tal que pudiera granjearse su gratitud en alguna medida. Dedicó esos años a una actividad literaria en la que se muestra como verdadero patriota, según su punto de vista, celoso de establecer el buen nombre de su pueblo. Su primera obra fue una Historia de la guerra judía, escrita primero en arameo para beneficio de los judíos de Mesopotamia, y luego publicada en una edición griega. La narración del principio de la guerra está precedida por un resumen de la historia judía desde 168 a.C. hasta 66 d.C. Sus dos libros Contra Pelag Apión los escribió en defensa de su pueblo contra las calumnias antijudías de un maestro de escuela de Alejandría llamado Apión; en ellos trata, también, de mostrar que los judíos son más antiguos que los griegos, y en el curso de su argumentación ha preservado para la posteridad cierto número de valiosos extractos de escritores antiguos, que de otra manera se habrían perdido. Su obra de mayor longitud es Antigüedades judías, en veinte tomos, que relatan la historia de su pueblo desde las épocas más primitivas (en realidad comienza su narración con la creación del mundo) hasta sus propios días. Completó esta obra en 93 d.C. Finalmente, escribió su Autobiografía, fundamentalmente en defensa de su posición ante la guerra, que había sido interpretada en términos desfavorables por otro escritor judío, Justo de Tiberias. Resulta imposible reconciliar el relato de sus actividades durante la guerra, tal como las presenta en su Autobiografía, con la explicación que había dado anteriormente en su Historia de la guerra judía.

En lo referente a la historia de los judíos durante el reinado de Antíoco Epífanes (175–164 a.C.) y la guerra de 66–74 d.C., y especialmente para el período que comienza con la ocupación romana del 63 a.C., las obras de Josefo son de incomparable valor. Tuvo acceso a fuentes de primera categoría, tanto publicadas como no publicadas: la obra de Nicolás de Damasco, historiógrafo de Herodes el Grande, le permitió obtener un registro detallado de la carrera de ese monarca; los registros oficiales romanos estuvieron a su disposición; consultó a Agripa el menor (* Herodes, 5) sobre diversos detalles referentes al origen de la rebelión judía, y, por supuesto, podía confiar en su propio conocimiento inmediato de muchas fases de ella. Por cierto que puede ser totalmente tendencioso en la descripción de personalidades y en la presentación de hechos, pero su “tendencia” es tan obvia que el lector puede fácilmente detectarla y hacer las correcciones necesarias.

Las obras de Josefo permiten obtener material de fondo indispensable para los estudiosos de la historia del período intertestamentario tardío, como también del neotestamentario. En ellas encontramos muchas figuras, tanto judías como gentiles, bien conocidas por nosotros gracias al NT. A veces vemos en sus escritos comentarios directos sobre referencias neotestamentarias, p. ej. sobre la mención de Judas de Galilea en Hch. 5.37 y del *“egipcio” en Hch. 21.38. Es poco probable, sin embargo, que los escritores del NT hayan conocido sus obras. De especial interés son sus referencias a Juan el Bautista (Ant. 18.116ss), a Jacobo, el hermano de Señor (Ant. 20.200), y a nuestro Señor (Ant. 18.63s), pasaje que, si bien ha sufrido alguna medida de enmienda por parte de editores cristianos, es básicamente auténtico.

Bibliografía. F. Josefo, Obras completas, trad. de L. Farré, 1961, 5 t(t).; id., Guerra de los judíos, trad. de J. M. Cordero, 1943, 2 t(t).; y trad. de J. A. G. Larraya, 1952; id., Contra Pelag Apión, trad. de F. de P. Samarauch, 1967; J. Leipoldt, W. Grundmann, El mundo del Nuevo Testamento, 1973, t(t). I y II; E. Schürer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, 1985, t(t). I, pp. 72–96; C. Gancho, “Josefo”, °EBDM, t(t). IV; cols. 638–641.

La edición estándar de las obras de Josefo en gr. es la de B. Niese (1887–95). Véase tamb. H. St J. Thackeray, Josephus, the Man and the Historian, 1929; F. J. Foakes-Jackson, Josephus and the Jews, 1930; J. M. Creed, “The Slavonic Version of Josephus’ History of the Jewish War”, HTR 25, 1932, pp. 277ss; R. J. H. Shutt, Studies in Josephus, 1961; H. W. Montefiore, Josephus and the New Testament, 1962; G. A. Williamson, The World of Josephus, 1964; F. F. Bruce, Jesus and Christian Origins outside the NT, 1974, pp. 32–53.

F.F.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico