ISRAEL, HISTORIA DE

Este artí­culo abarcará desde la fundación de la monarquí­a israelita hasta la destrucción del segundo templo por los romanos. Para perí­odos anteriores: †¢éxodo. †¢Hebreo, Pueblo. †¢Jueces. †¢Patriarcas.

El reino. Después de conquistar Canaán, los israelitas pasaron por un perí­odo de ajuste a las nuevas condiciones sedentarias de vida, mientras continuaba el proceso de ocupar la tierra. Todo eso implicaba, como es natural, luchas contra los pueblos que la habitaban o los vecinos. Las tribus de †¢Judá y de †¢Benjamí­n tuvieron constantes conflictos con los filisteos, que ocupaban la llanura costera. Judá, entonces, se defendí­a refugiándose en las montañas, donde los carros herrados de los filisteos eran menos eficaces. Siendo †¢Samuel juez de Israel, tuvo lugar una ofensiva filistea que produjo mucho pánico, pero por intervención divina estos adversarios fueron derrotados (1Sa 7:1-12). Este acontecimiento, y la vejez de Samuel, cuyos hijos no se comportaban a satisfacción del pueblo, hizo que éste sintiera la necesidad de tener un rey.
la expresión: †œConstitúyenos ahora un rey que nos juzgue† (1Sa 8:5), los israelitas expresaban la necesidad de tener una milicia permanente y una organización central capaz de atender a la defensa del paí­s. Hasta ese momento no habí­a ejército profesional en Israel, sino que los ciudadanos acudí­an a las armas cuando se presentaba algún peligro. La organización tribal y descentralizada de Israel no podí­a competir con los pueblos vecinos, que estaban estructurados en forma de ciudades-estado y naciones-estado. Samuel, siguiendo las instrucciones de Dios, ungió a †¢Saúl como rey de todos los israelitas. Así­ nació el reino de Israel.

Saúl. El primer deber del nuevo rey consistió en organizar un ejército permanente y desarrollar una campaña contra el dominio filisteo de diversas áreas, incluso en las montañas. También atacó a los moabitas, los amonitas, los edomitas y los amalecitas, evidentemente buscando hacer el papel de protector de las tribus que colindaban con estos enemigos o que eran invadidos por éstos. Saúl no tuvo tiempo o no supo organizar una administración verdaderamente centralizada, sino que continuó apoyándose en el sistema tribal, poniendo a miembros de su familia en ciertos puestos. Durante todo el reinado de Saúl los filisteos continuaron siendo motivo de conflicto, sin quedar totalmente dominados. En una ocasión penetraron hacia el valle de †¢Ela, que podí­a darles acceso a las montañas de Judá. Es allí­ donde se produce el encuentro entre David y †¢Goliat, siendo nuevamente derrotados los filisteos (1Sa 17:1-58).
la victoria del pueblo quedó empañada por la rivalidad que surgió entre Saúl y David, a causa del acto heroico de éste y la alabanza que le otorgó la gente. Ya Samuel habí­a ungido a David como un futuro rey de Israel, al disgustarse Dios con Saúl por su desobediencia. A pesar de que David se convirtió en el principal de los generales de Saúl en las luchas contra los filisteos, finalmente tuvo que salir huyendo, porque Saúl querí­a matarlo. Por un tiempo, David combatí­a a los adversarios de Israel, pero como jefe de una banda que le era afecta. Saúl muere en la batalla de Gilboa contra los filisteos, lo cual permite a David subir a †¢Hebrón, donde †œlos varones de Judá … ungieron … a David por rey sobre la casa de Judᆝ (2Sa 2:1-4).

David. David reinó en Hebrón durante unos años, en competencia con †¢Is-boset, hijo de Saúl, que gobernaba en †¢Galaad. La guerra civil resultante terminó con una victoria de David. Entonces †œtodas las tribus de Israel† se reunieron en Hebrón †œy ungieron a David por rey sobre Israel† (2Sa 5:1-5). Poco después capturó a †¢Jerusalén, que habí­a estado bajo dominio jebuseo, y la convirtió en capital del reino (2Sa 5:6-9). La situación estratégica de Jerusalén serví­a perfectamente a los ambiciosos planes de David, pues era una especie de puente entre la tribu de Judá, en el S, y las demás en el N. Ante esto, los filisteos atacaron de nuevo, pero fueron derrotados y tuvieron que retroceder. En rea-lidad, se convirtieron en vasallos de David (2Sa 5:17-25; 2Sa 8:1; 1Cr 18:1). A seguida, combatió a los moabitas, a los sirios y los edomitas, y los derrotó y sometió. Hizo alianza con la ciudad de †¢Hamat (2Sa 8:1-18). La actividad de David, un verdadero estadista, le condujo a procurar el traslado del †¢arca a Jerusalén, lo cual se logró después de un tropiezo inicial (2Sa 6:1-23). Comenzó los planes para construir un gran †¢templo para Jehová. Organizó el ejército, la agricultura y las finanzas reales. Levantó una verdadera estructura administrativa centralizada alrededor de su monarquí­a. La organización de los levitas que realizó no tuvo como fin exclusivo la parte propiamente religiosa, sino que los incorporó a otras actividades del estado. Como los israelitas no tení­an experiencia para estos asuntos, David utilizó a personas de otros paí­ses que sí­ la tení­an.
centralización polí­tica del reino no se realizó sin dificultades. Algunas tribus llevaron a cabo manifestaciones de descontento. Cuando †¢Absalón se rebeló contra su padre, individuos de tribus que no era la de Judá, le acompañaron. David logró salvarse al principio porque disponí­a de una guardia personal formada por extranjeros, los cereteos y peleteos (2Sa 15:18) y por la ayuda de soldados del reino filisteo vasallo de †¢Gat. Al final de su reinado ocupaba un territorio que incluí­a, desde el torrente de Egipto, en el S, hasta Tifsa, en las orillas del éufrates, dominando a los edomitas, los moabitas, los amonitas y los sirios. Sólo no quedaron bajo su dominio los territorios al O del Lí­bano, donde habitaban los fenicios, que eran aliados de David. Tení­a comunicación con el mar Rojo, a través de Eilat y controlaba una gran extensión de la costa. Las ví­as de comunicación de ífrica y Arabia con Asia y Europa estaban en sus manos, especialmente la †œVí­a Maris†, que seguí­a la llanura costera y †œel Camino Real o del Rey†, en la parte occidental del reino. Esto produjo un perí­odo de gran auge económico.
historiadores señalan que la hegemoní­a de los israelitas en ese tiempo se hizo posible porque los imperios mesopotámicos y egipcios atravesaban por un perí­odo de declinación. Esto permitió que David pudiera consolidar sus victorias y convertirlas en verdaderas conquistas. Además, su polí­tica de alianzas con Hamat y con Tiro resultaron ser muy beneficiosas, especialmente esta última, porque permitió el acceso de Israel al gran comercio que controlaban los fenicios, mientras que éstos se vieron provistos de los productos agrí­colas de Israel.

Salomón. Al final del reinado de David se desató una lucha por la sucesión. Antes de morir, David hace ungir a Salomón como rey. No tuvo éste que librar grandes luchas, sino más bien consolidar lo logrado por su padre. Para ello concertó diversas alianzas estratégicas, que reforzó mediante ví­nculos matrimoniales por razones polí­ticas. Así­, tuvo mujeres de †¢Moab, †¢Amón, †¢Edom, †¢Sidón y heteas. Egipto, que comenzaba a despertar de su letargo, intentó penetrar en Israel, pero Salomón supo resistir, resolviéndose finalmente el asunto mediante una alianza que incluí­a el matrimonio del rey israelita con una hija del Faraón. La Biblia critica esta polí­tica, porque †œsus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos…† (1Re 11:1-13). La vieja alianza de David con Tiro fue ratificada, adquiriéndose así­ mano de obra especializada para los grandes proyectos de Salomón.
la paz de su reinado, floreció el comercio. Al dominio de las rutas de tierra que pasaban por Israel, se añadieron empresas de carácter marí­timo, junto a los fenicios, partiendo del puerto de Eilat, en el mar Rojo, hacia el océano índico. La riqueza de Israel fue extraordinariamente aumentada (1Re 9:26-28; 1Re 10:11). Con los impuestos que se aplicaban al comercio de las caravanas y otras cargas impositivas sobre la población, Salomón pudo desarrollar un amplio programa de obras públicas, entre las cuales figuraban el templo y los palacios reales. Se fortificaron muchas ciudades importantes. Se dividió el territorio en doce distritos administrativos. Por primera vez se utilizó el sistema de leva, para conseguir mano de obra local para los trabajos de construcción. Hasta ese momento sólo se obligaba a este tipo de trabajo a los extranjeros. Algunos historiadores interpretan que sus programas eran demasiado ambiciosos y que la tierra que cedió a †¢Hiram probablemente fue para poder cubrir un déficit fiscal. Además, fue necesario aumentar el nivel de impuestos a la población. Eso, a la larga, produjo insatisfacción en el pueblo. †¢Jeroboam, de la tribu de Efraí­n, se rebeló y tuvo que huir. También en Edom hubo asomos de rebelión, así­ como entre los arameos.

División del reino. Roboam de Judá, Jeroboam y Nadab de Israel. A la muerte de Salomón, su hijo †¢Roboam recibió la petición del pueblo para que disminuyera las cargas impuestas por su padre. Rechazando el consejo de los ancianos, se negó. †¢Jeroboam, que habí­a regresado de su exilio lideró una rebelión en la cual diez tribus se separaron de Roboam (1Re 12:16). Es así­ como surgen dos reinos, uno en el N y otro en el S. En este último, donde la tribu de Judá era preponderante, se mantendrí­a siempre la dinastí­a de David. Pero en el N las cosas eran distintas, porque el rey vendrí­a a ser el resultado del acuerdo al cual llegaban algunas de las tribus, lo cual cambiaba según la circunstancias. Con el fin de romper los ví­nculos de la población del N con la del S, Jeroboam lo primero que hizo fue construir santuarios que compitieran con el templo de Jerusalén, a fin de que los habitantes de su territorio no fueran allá. Como †¢Bet-el y †¢Dan eran tradicionalmente lugares de culto, los usó para ese fin. También cambió el calendario de las fiestas (1Re 12:33) y excluyó a los levitas de sus planes. éstos tuvieron que emigrar a Jerusalén. Judá, por supuesto, nunca aceptó como legí­tima la separación, por lo cual comenzó una serie de luchas entre ambos reinos. Aprovechando la debilidad que esto implicaba, †¢Sisac, un faraón egipcio que habí­a sido enemigo de Salomón, produjo una invasión a Judá. No llegó a tomar a Jerusalén porque le entregaron como tributo todos los tesoros del templo así­ como los escudos de oro que habí­a hecho Salomón (2Cr 12:1-9).

Asa de Judá. Este rey de Judá logró vencer a Jeroboam, y apoderarse de parte de las montañas de Efraí­n. En esta empresa tuvo la colaboración de los sirios que, habiéndose liberado del Reino del Norte (Israel), se convirtieron en aliados de Judá. Desde este momento, el reino sirio serí­a un factor de importancia en la lucha entre los reinos israelitas divididos, pues podí­a aliarse a uno u otro de ellos, según su conveniencia. Siria, pues, se beneficiaba de la división israelita. También los filisteos quisieron aprovecharse del debilitamiento de los israelitas y, en tiempos de †¢Nadab el hijo de Jeroboam, quisieron tomar parte de la llanura costera del Reino del Norte (Israel). Cuando Nadab los combatí­a, se produjo una rebelión en sus ejércitos encabezada por †¢Baasa. Nadab fue muerto y Baasa ascendió al trono (1Re 15:26-29).

Baasa, Ela, Zimri y Tibni de Israel. Asa logró defenderse de una invasión desde Egipto (2Cr 14:9-14). Con esta victoria fue posible recuperar, e incluso ampliar, los territorios perdidos cuando la invasión de Sisac. Además, consiguió realizar en lo interno ciertas reformas religiosas, aunque para ello tuvo que enfrentar a su propia madre o abuela, a quien destituyó de su alta posición. Así­, se pudo disminuir los cultos idolátricos. Pero †¢Baasa, rey de Israel, se aseguró la neutralidad de Siria y atacó a Judá, llegando casi hasta las puertas mismas de Jerusalén. Asa, entonces, viéndose en aprietos compró el apoyo de †¢Ben-adad, el rey de Damasco, para que atacara a Baasa. Ben-adad logró conquistar varias ciudades y territorios de Israel. Baasa, no pudiendo sostener la lucha en dos frentes, se vio obligado a retroceder. Asa, entonces, fue y tomó la ciudad de †¢Ramá, que dominaba el acceso a Jerusalén desde el N y que Baasa estaba fortificando †œpara no dejar a ninguno salir ni entrar a Asa rey de Judᆝ (1Re 15:16-22; 2Cr 16:1-5). Con los materiales que Baasa estaba utilizando, Asa reforzó las fronteras de Judá en el N, lo cual algunos interpretan como una confesión per se de que ya no habí­a esperanza de que se volviera a la unión de los reinos, que habí­a sido hasta aquí­ el pensamiento de la dinastí­a daví­dica. A la muerte de Baasa, su hijo †¢Ela reinó poco tiempo, pues fue asesinado por †¢Zimri, uno de sus generales que, a su vez, fue muerto por †¢Omri. Hubo una guerra civil en Israel, porque también †¢Tibni aspiraba al trono. Omri salió victorioso de la lucha y Tibni fue muerto (1Re 16:21-22).

Omri de Israel. Asa de Judá fue un rey popular al principio, pero perdió el apoyo del vidente †¢Hanani, que le reprochó la alianza con Siria. El rey metió al vidente en la cárcel †œy oprimió … a algunos del pueblo† (2Cr 16:7-10). Omri, por su parte, reorganizó el Reino del N; construyó su nueva capital en †¢Samaria, siempre sufriendo la presión de los sirios, que llegaron a tener ciertos privilegios en el comercio de la ciudad. Para contrabalancear la influencia siria, Omri hizo alianza con los sidonios, casando a su hijo †¢Acab con la hija del rey de allí­, llamada †¢Jezabel. De esta manera, además, abrí­a a su reino la posibilidad de incrementar el comercio desde y hacia el Mediterráneo. Dentro de ese propósito general, Omri conquistó las alturas de †¢Moab, desde las cuales se controlaba el Camino Real o del Rey, que vení­a de N a S. Si se lograba la integración de Judá a la alianza con Sidón, entonces existirí­a un dominio completo de esa ruta, puesto que Judá la controlaba en el trayecto que pasaba por Edom, entonces bajo el gobierno de Judá.

Acab de Israel. Muerto Omri, le sucedió en el trono †¢Acab. Su reinado fue próspero, pero la influencia de su mujer trajo como consecuencia la reintroducción del culto a †¢Baal. Es en este tiempo que se producen los encontronazos entre la casa real y el profeta Elí­as (1Re 18:18-45). Los sirios, comandados por Ben-adad, atacaron a Samaria, pero fueron derrotados. Volvieron un año más tarde y de nuevo fueron vencidos, y cayó prisionero Ben-adad. Acab le perdonó la vida, lo cual fue criticado por un profeta. La posible razón de ese perdón es que Israel pensaba que la ayuda de Siria era necesaria para hacer frente al peligro asirio, que ya se sentí­a en el N. La historia secular registra una alianza entre Acab y Ben-adad, quienes pelearon contra el rey asirio †¢Salmanasar III en la batalla de Karkar, junto al rí­o Orontes, en Siria, y fueron vencidos. Acab fue el primer rey de Israel que hizo la paz con Judá, donde reinaba †¢Josafat. Los sirios no vieron con buenos ojos esa alianza. El gobierno de Israel en la Transjordania impedí­a a los sirios el control de la ruta de las caravanas que pasaba por allí­. Se trataba de una aspiración natural desde el punto de vista de los sirios, por lo cual reanudaron las hostilidades contra Israel. Alentados por Siria, los moabitas se rebelaron contra Israel. Acab pidió la ayuda de Josafat, y fueron ambos a la guerra. †¢Micaí­as predijo que serí­an derrotados. Acab se disfrazó para pelear como un soldado cualquiera, pero un hombre que lanzó una flecha al azar le hirió, y murió poco después (1Re 22:1-37).

Josafat de Judá. Josafat, el hijo de Asa se manifestó como uno de los mejores reyes de Judá. Reorganizó el ejército, y aumentó su poderí­o (2Cr 17:2, 2Cr 17:12-19) y recibió gran apoyo del pueblo (2Cr 17:5). Comenzó una reforma religiosa, de la educación y de la justicia. No continuó la polí­tica de su padre en contra del reino del N, sino que hizo una alianza con él (1Re 22:44-45). Esta alianza quedó confirmada mediante el matrimonio de †¢Joram, hijo de J., con †¢Atalí­a, hija de †¢Acab (2Re 8:18). Acompañando Josafat a Acab en la batalla contra los sirios estuvo a punto de perder la vida (1 R. 22). Preparó un proyecto †œpara construir naves que fuesen a Tarsis†, pero la empresa no prosperó (1Re 22:48; 2Cr 20:35-37). Otro hecho digno de mención en relación con la alianza Judá-Israel es la campaña que los reyes de ambos desarrollaron juntos contra el rey de los moabitas, llamado †¢Mesa (2Re 3:4-27), que terminó sin una victoria claramente definida. Pero Josafat logró salir vencedor en otra confrontación con un ejército de moabitas y amonitas (2Cr 20:1-30). Tras esa victoria, Judá disfrutó de un perí­odo de paz.

Joram de Judá. Este rey, hijo y sucesor de Josafat, se casó con †¢Atalí­a, hija de Acab, rey de Israel. A la muerte de Josafat, Joram asesinó a sus seis hermanos, a los cuales su padre habí­a concedido ciertas ciudades fuertes en Judá. De manera que el principio de su reinado fue muy agitado y, además, †œanduvo en el camino de los reyes de Israel†. La debilidad que significó la lucha interna en Judá tuvo como consecuencia dos rebeliones en reinos vasallos: †¢Edom y †¢Libna. El profeta †¢Elí­as condenó la conducta de Joram, anunciándole grandes males. Efectivamente, su reino sufrió invasiones †œde los filisteos y de los árabes que estaban junto los etí­opes†, esto es, tribus nómadas del desierto. Joram fue derrotado y los invasores se llevaron †œtodos los bienes que hallaron en la casa del rey, y a sus hijos y a sus mujeres†. En 2 Cr. 21 se dice que los árabes tomaron a todos sus hijos, excepto Joacaz ( †¢Ocozí­as), el más pequeño, que serí­a su sucesor. La explicación que dan algunos historiadores a esta tragedia es que aparentemente Joram de Judá, en alianza con Joram de Israel, habí­a enviado sus ejércitos a tratar de contener el avance de las huestes del asirio Salmanasar III en el N de Israel. Judá quedó desprovista de defensas adecuadas, lo cual aprovecharon los árabes y los filisteos. Joram murió de †œuna enfermedad incurable en los intestinos† (2Re 8:16-24; 2Cr 21:1-19).

Joram de Israel, Ocozí­as de Judá. El hijo de Joram de Judá, Ocozí­as, duró poco en el trono, pues participó junto a Joram de Israel en una guerra contra los sirios. éstos hirieron a Joram. Ocozí­as fue a visitarle cuando estalló la conspiración de †¢Jehú, que mató a Joram y a Ocozí­as. Ante esto, Atalí­a, madre de Joram, †œdestruyó toda la descendencia real†, esto es, a sus nietos, para apoderarse del trono. Pero uno de los herederos, †¢Joás, fue salvado por una tí­a, que le escondió en el templo.

Jehú de Israel. La revuelta que dirigió este lí­der militar contaba con mucho apoyo popular y de los profetas. Además de matar a dos reyes, uno de Judá y otro de Israel, exterminó con mucha crueldad toda la casa real de Israel, comenzando por †¢Jezabel, siguiendo con los setenta hijos que Acab tení­a en Samaria y terminando con †œtodos sus prí­ncipes, a todos sus familiares, y a sus sacerdotes, hasta que no quedó ninguno†. Mató, asimismo, a los profetas de Baal (2Re 9:30-37; 2Re 10:1-26). Al hacer esto, sin embargo, †¢Jehú habí­a terminado con una alianza que aseguraba a Israel el comercio de Fenicia y el apoyo militar de Judá. Los sirios aprovecharon inmediatamente esa brecha y atacaron a Israel. Gobernaba en Siria un rey muy dinámico, de nombre †¢Hazael. Israel perdió en esta guerra muchos territorios fronterizos (2Re 10:32-33). La respuesta de Joram fue buscar una alianza con los asirios, que ejercí­an presión sobre Siria. Finalmente, Salmanasar III tomó la ciudad de Damasco en el año 841 a.C.

Atalí­a de Judá. Entre todos los aspectos negativos de Joram, sobresale el problema que representó su esposa †¢Atalí­a, la cual habí­a sido criada con mucha influencia de los cultos fenicios. De manera que, aun antes de apoderarse del trono tras matar la descendencia real, Atalí­a era ya bastante impopular. Pero el sacerdote †¢Joiada, que tení­a al niño †¢Joás escondido en el templo, logró coordinar una conspiración para poner al legí­timo heredero en el trono. Atalí­a fue muerta y el templo de Baal destruido (2Re 11:4-18).

Joás de Judá. Por la influencia del sacerdote †¢Joiada, el reino de Joás comenzó con una gran caracterí­stica religiosa. El pacto entre Jehová, el rey y el pueblo fue renovado. El templo volvió a tener la antigua importancia, y se le hizo una reparación costeada por contribuciones hechas por la población. Pero tras la muerte de Joiada, Joás decayó en su fe religiosa. Ante las advertencias de †¢Zacarí­as, hijo de Joiada, lo hizo matar. Un año después de esto, el rey sirio Hazael, que habí­a vencido a Jehú de Israel, enfiló sus tropas hacia Judá. Joás no tení­a fuerzas suficientes para resistirle, por lo cual le tuvo que pagar un fuerte tributo, haciendo uso del tesoro del †¢templo (2Re 12:17-18). Quizás precisamente por esto, se formó una conspiración en su contra, que terminó con su muerte (2Re 12:20-21).

Joacaz de Israel. En Israel, mientras tanto, reinaba †¢Joacaz, hijo de Jehú. Pero las derrotas a manos de los sirios continuaron, siendo Hazael vencedor en varias ocasiones. Fue una época de empobrecimiento de Israel. El rey Joacaz se quedó con un ejército muy disminuido, y se convirtió en vasallo de Hazael. Es posible que fuera en este tiempo, a finales de la vida de Eliseo, que se dieran los incidentes relatados en 2 R. 5 y 7, entre ellos el relativo a †¢Naamán. Finalmente Joacaz dio señales de arrepentimiento hacia Dios, lo cual cambió la situación. Se lee que †œdio Jehová salvador a Israel† (2Re 13:5). Esta expresión puede ser que aluda a Adad-nirari III, rey de los asirios, que invadió Siria, lo cual significó una disminución de la presión que este paí­s aplicaba a Israel. Una inscripción asiria dice que Israel (†œla tierra de Omri†) le pagó tributo.

Amasí­as de Judá. Este hijo de Joás reinó unos veinticinco años en Jerusalén. Hizo justicia a los que habí­an asesinado a su padre. Preparó una expedición para retomar Edom. Para ello reclutó mercenarios de Israel, pero luego los despidió por consejo de un profeta. Después atacó a los edomitas y los venció. Pero los mercenarios de Israel, descontentos por haber sido despedidos hicieron muchos destrozos al regresar a su tierra. Amasí­as, ensoberbecido por su victoria contra los edomitas y no haciendo caso a los profetas de Jehová, retó a Joás de Israel, que habí­a sucedido a Joacaz, para que se enfrentaran en batalla. El choque fue en †¢Bet-semes, en Judá. Amasí­as fue derrotado y hecho prisionero. Joás de Israel tomó a Jerusalén y derribó parte de sus murallas, y se llevó muchos prisioneros hacia Samaria. Amasí­as quedó como vasallo del Reino del N, lo que podrí­a quizás explicar la rebelión que se levantó en su contra, y causó su muerte (2Cr 25:1-28).

Jeroboam II de Israel. Las derrotas sirias a manos de los asirios debilitaron su poder en la región, lo que significó una ventaja para los reinos de Israel y de Judá. Estando Siria bajo el control asirio, Israel disfrutó un perí­odo de paz y expansión. Jeroboam II, hijo de Joás, gobernó durante cuarenta años. †œRestauró los lí­mites de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabᆝ, lo que quiere decir que incluyó también a Damasco (2Re 14:23-29). Por el libro de †¢Oseas sabemos, sin embargo, que la prosperidad trajo consigo corrupción espiritual y mucha injusticia social. Al estudiar los libros de †¢Crónicas y †¢Amós, algunos historiadores piensan que Jeroboam extendió mucho sus dominios en Transjordania y que los territorios así­ logrados los distribuyó entre sus oficiales, que se convirtieron en ricos propietarios. En este tiempo las relaciones con Judá fueron buenas, como lo demuestra el hecho de que se hizo un censo en Galaad, probablemente con fines impositivos. Este censo parece haber sido hecho en combinación por los dos reyes Jeroboam II, de Israel, y †¢Jotam, de Judá (1Cr 5:17).

Uzí­as de Judá ( †¢Azarí­as). El dominio de Siria por los asirios también benefició a Judá, que bajo el rey Uzí­as disfrutó de un perí­odo de prosperidad. No teniendo grandes presiones internas, este rey pudo dedicarse a un programa de construcciones que incluyó el fortalecimiento de las defensas de Jerusalén y el levantamiento de plazas fuertes en distintos lugares. Los historiadores piensan que, en términos generales, esas construcciones obedecí­an también a una especie de preparación para una posible invasión asiria, por la actividad que †¢Tiglat-pileser III hací­a sentir en el N. Reorganizó y equipó su ejército, y emprendió una serie de luchas de las cuales salió victorioso. Reconquistó Edom para Judá, incluyendo el puerto de †¢Eilat. Venció a los a los filisteos, ocupó sus ciudades e incluso realizó asentamientos en sus territorios. Las tribus árabes, así­ como los amonitas y los moabitas, le ofrecieron tributo. Pero sus muchas victorias le llevaron a ensoberbecerse, intentando realizar funciones sacerdotales. Dios le hirió con lepra y pasó sus últimos dí­as recluido en una casa aparte. Amós dice que comenzó a profetizar †œen dí­as de Uzí­as … dos años antes del terremoto† (Amo 1:1). Zacarí­as también habla del †œterremoto en los dí­as de Uzí­as† (Zac 14:5). Isaí­as comenzó su ministerio †œen dí­as de Uzí­as† (Isa 1:1).

Jotam de Judá. Este hijo de Uzí­as continuó el programa de construcciones de su padre. En sus dí­as los amonitas volvieron a ser tributarios de Judá. Jotam siguió una polí­tica de entendimiento con los asirios, lo cual disgustó a los reyes de Israel y de Damasco, que deseaban una alianza para oponerse a aquellos.

Acaz de Judá. Al negarse el reino de Judá a participar en una liga antiasiria con Israel y Siria, los reyes de estos últimos paí­ses, †¢Peka y †¢Rezí­n, atacaron a Jerusalén †œmas no pudieron tomarla†. Presionado en el flanco N, Acaz no pudo defender †¢Eilat, en el S, que fue recobrada por los edomitas. Todo esto motivó que Acaz buscara la ayuda de Asiria, para lo cual pagó un gran precio. Los asirios, entonces, atacaron Damasco y la destruyeron, y mataron a Rezí­n (2Re 16:5-9).

†¢Zacarí­as, †¢Salum, †¢Manahem y †¢Pekaí­a de Israel. A la muerte de Jeroboam II, Israel se vio envuelto en gran inestabilidad. Su heredero Zacarí­as murió asesinado por Salum y éste, a su vez, fue muerto por Manahem. Este último quiso afianzar su gobierno y para ello buscó el apoyo del asirio Tiglat-pileser III, a quien pagó un gran tributo. Algunos eruditos consideran que las profecí­as de Oseas, del cap. 4 al 14 están relacionadas con el perí­odo del reinado de Manahem. A la muerte de éste, su hijo †¢Pekaí­a no logró retener el trono por una conspiración que levantó †¢Peka en su contra.

Peka de Israel. Los habitantes de Galaad en la frontera con Siria, cultivaban buenas relaciones con ésta. Fueron ellos los que auspiciaron la conspiración de Peka, pues no estaban de acuerdo con la polí­tica de vasallaje hacia Asiria que desarrolló Manahem. Peka hizo enseguida una alianza con Rezí­n, rey de Siria. Para completar un flanco defensivo ante los asirios, quisieron incluir en esta alianza a Judá, tanto en tiempos de Jotam como de Acaz. Al negarse estos reyes, Peka y Rezí­n atacaron a Jerusalén. Eso dio la oportunidad para que los edomitas se rebelaran contra Judá y se independizaran (2Re 16:5-6) pero, al mismo tiempo, motivó que Judá afianzara más sus arreglos con los asirios (2Re 16:7-9). El ataque asirio terminó con la conquista de Damasco y parte del territorio de Israel. Como es natural, esto tuvo sus repercusiones en la corte israelita, pues se levantó una rebelión contra Peka, el cual fue sustituido por †¢Oseas hijo de Ela. Los asirios dieron su consentimiento a Oseas.

Oseas de Israel. Este rey gobernaba en Israel en el momento de la muerte de Tiglat-pileser III, cuando Asiria fue afectada por inestabilidad interna, con problemas en Siria y otras partes. Tratando de aprovechar la oportunidad de una Asiria debilitada, Oseas buscó la ayuda de Egipto (2Re 17:4). Asiria reaccionó con una fuerte expedición militar que sitió a Samaria durante tres años. La ciudad cayó en el año 722 a.C., cuando Sargón II reinaba en Asiria (2Re 17:6). Como el reino de Judá no habí­a participado en la rebelión contra los asirios, no sufrió daño de magnitud en este caso. Pero Samaria fue destruida, sus habitantes transportados a otros paí­ses y el territorio de Israel pasó a ser una provincia de Asiria.

Ezequí­as de Judá. Gobernaba en Judá el hijo de Acaz, †¢Ezequí­as. Ante la destrucción de Samaria, este rey renovó el culto en Jerusalén y trató de incorporar a los que habí­an quedado en el territorio de Israel. Su reforma religiosa tuvo éxito, y muchos de Efraí­n y de Manasés acudieron a las fiestas. El reino de Judá se fue fortaleciendo de nuevo. Mientras tanto, se producí­an más luchas dentro del imperio asirio. Los caldeos se habí­an rebelado. Su rey, †¢Merodac-baladán, envió una embajada a Ezequí­as, explorando una posible alianza antiasiria. El profeta Isaí­as aconsejó en contra de esto. Ezequí­as †œse rebeló contra el rey de Asiria, y no le sirvió† (2Re 18:7), por lo cual hizo grandes preparativos para la segura invasión que vendrí­a del N. Fue así­ como construyó, entre otras cosas, el famoso túnel para llevar el agua al interior de Jerusalén. Los asirios, bajo el mando de †¢Senaquerib, sucesor de Sargón II, vencieron a los caldeos y enseguida bajaron hacia el S, invadiendo la llanura costera de Israel y Judá. Los egipcios enviaron una fuerza para socorrer a Judá, pero fue derrotada. Entonces las tropas asirias ocuparon el territorio de Judá y cercaron a Jerusalén. Ezequí­as pagó un fuerte tributo a Sargón, pero a pesar de eso insistió en sitiar la ciudad. Isaí­as aconsejó al rey de Judá que no cediera. De manera que las puertas de Jerusalén permanecieron cerradas, hasta que las tropas asirias se tuvieron que retirar a causa de una plaga. Ezequí­as quedó en el trono, pero Judá continuaba como vasallo de Asiria. A su muerte le sustituyó su hijo †¢Manasés.

Manasés, Amón de Judá. Judá continuó pagando tributo a Asiria. Durante su reinado la idolatrí­a prosperó, así­ como todo tipo de injusticia. Al parecer, los asirios le encontraron cómplice de alguna conspiración dentro del imperio, porque le tomaron preso y le llevaron encadenado a Babilonia (2Cr 33:11). Pero después de un tiempo le permitieron volver a Jerusalén, donde realizó obras de reforma religiosa a favor de Jehová. †¢Amón, el hijo de †¢Manasés, fue asesinado a poco de subir al trono. Algunos historiadores piensan que en su caso se trataba de una lucha interna en la corte alrededor del problema de las relaciones con Asiria. Ya habí­a señales de la debilidad de Asiria, y algunos cortesanos pensaron en librarse de su yugo.

Josí­as, Joacaz de Judá. †¢Josí­as, el hijo de Amón se dedicó, como Ezequí­as, a una reforma religiosa profunda en el pueblo, después que se encontró un ejemplar de la Torá en el templo. Celebró una Pascua con gran pompa y solemnidad. †œNunca fue celebrada una pascua como esta en Israel…† (2Cr 35:1-18), y se renovó la alianza entre el pueblo y Dios. Sin menospreciar la sinceridad de este tipo de movimiento en la historia de Judá, hay que resaltar que detrás de él habí­a fuertes motivaciones polí­ticas. El culto renovado significaba también un remozamiento del sentir nacionalista del pueblo. Mientras tanto, en Mesopotamia se incrementó la lucha entre asirios y caldeos. El faraón †¢Necao, aliado de los asirios, subió a apoyarlos. Josí­as le salió al encuentro, quizás porque pensaba que le convení­a la derrota de Asiria y, además, porque parece que tení­a algunos intereses territoriales en la zona. Necao le advirtió a Josí­as que no tení­a pleito con él, pero de todas maneras éste vino a la batalla y fue derrotado y muerto (2Cr 35:20-24). El profeta Jeremí­as comenzó su ministerio en tiempos de este rey (Jer 1:2). La muerte de Josí­as marca el fin de otra época de prosperidad en Judá. Su hijo †¢Joacaz le sucedió en el trono, pero Necao lo destituyó, y puso en su lugar a su hermano †¢Joacim, que gobernó unos once años en Jerusalén.

Invasión caldea. †¢Joaquí­n, †¢Joacim, †¢Sedequí­as, †¢Gedalí­as de Judá.
caldeos vencieron a los asirios y a los egipcios en la batalla de Carquemis (605 a.C.) y luego prosiguieron sus conquistas hacia el S. Su rey †¢Nabucodonosor subyugó a †¢Ascalón, que se negaba a pagar tributo. Joacim, rey de Judá, pagó tributos por tres años (2Re 24:1). Pero los caldeos, empeñados en invadir a Egipto, sufrieron algunas derrotas momentáneas. Joacim, pensando que los caldeos se habí­an debilitado, hizo pacto con Egipto. Por eso Nabucodonosor atacó a Jerusalén, la tomó y se llevó a †¢Joaquí­n, heredero de Joacim, junto con otros rehenes, dejando como rey a un tí­o de Joaquí­n a quien llamó Sedequí­as (2Re 24:8-18). Este último gobernó por unos nueve años, pero se rebeló contra los caldeos. En esos tiempos ministraba como profeta Jeremí­as, que dejó un relato de lo sucedido. Su permanente consejo fue que la única manera de evitar la destrucción de Judá estaba en mantenerse en paz con los caldeos y servirles, pero no le hicieron caso (Jer. 37-40). Para castigar la rebelión, Nabucodonosor atacó de nuevo a Jerusalén y la tomó, después de un sitio que duró tres años. La ciudad fue incendiada y sus muros derribados. Sedequí­as fue castigado severamente y la mayor parte de la población fue forzada a emigrar. Sobre los pocos israelitas que quedaron, Nabucodonosor puso como gobernador a †¢Gedalí­as hijo de Ahicam. Pero una conspiración dirigida por algunos del linaje real condujo a su asesinato. La población, temerosa de las represalias caldeas, decidió emigrar a Egipto. La tierra de Judá quedó prácticamente despoblada, incluida ya simplemente como una unidad administrativa del imperio caldeo.

El retorno del exilio. Esdras. Nehemí­as. En realidad no tenemos muchos detalles sobre la vida de los israelitas en el exilio. Es un perí­odo oscuro. El profeta †¢Ezequiel, que realizó su ministerio en ese tiempo, nos da testimonio de la existencia de un consejo de ancianos entre ellos. El imperio caldeo, por su parte, no fue de larga duración. Después de la muerte de Nabucodonosor, le sucedieron unos cuantos reyes que no llegaron nunca a su nivel de fuerza y gloria. El último de ellos fue Nabonido ( †¢Belsasar). Los persas atacaron a los caldeos y se adueñaron de Babilonia en el año 539 a.C., cosa que profetizó en Babilonia el sabio †¢Daniel. Poco después Ciro, el rey del imperio medo-persa, emitió su famoso edicto que permití­a el regreso de los judí­os a Jerusalén. El retorno se hizo en varias oleadas encabezadas por †¢Sesbasar, †¢Zorobabel, †¢Esdras y †¢Nehemí­as. La santa ciudad fue reconstruida, incluyendo el templo y los muros, pero quedó siempre bajo la autoridad del imperio persa. A esta época corresponden las profecí­as de †¢Hageo y †¢Zacarí­as, así­ como los famosos documentos de †¢Elefantina, una colonia de soldados judí­os que viví­a en la isla del Nilo que lleva ese nombre. Los persas, sin embargo, estaban enfrentados con los griegos, lo cual termina con la victoria de estos últimos.

Conquista de †¢Alejandro Magno. En el año 332 a.C. este rey macedonio conquistó el territorio de Israel. En términos generales, hubo poca resistencia, con excepción de la ciudad de †¢Gaza, donde la guarnición persa resistió heroicamente, pero fue vencida. Jerusalén y otras ciudades se rindieron pací­ficamente a cambio de que se les mantuvieran los mismos privilegios que gozaban dentro del imperio persa. A la muerte de Alejandro Magno, en el 323 a.C., varios de sus herederos se disputaron el territorio que incluí­a a Jerusalén, pero finalmente vino a quedar en manos de Ptolomeo I, a quien le correspondí­a el reino de Egipto. Allí­ quedarí­a hasta el año 200 a.C. Pero cuando ascendió al trono sirio Antí­oco III, las cosas cambiaron. En ese año la tierra de Israel pasó a manos de la dinastí­a seléucida, que venció a los Ptolomeos. Desde entonces, y hasta la dominación romana, Israel fue parte del reino de Siria y Fenicia. En este perí­odo se produce en la población cambios inducidos por el contacto con la cultura helénica. Los griegos establecieron varias colonias con población suya. Los pueblos de la región, especialmente los fenicios, acogieron con gusto la cultura griega. Pero en el interior de Israel el proceso fue más lento. En cuanto al gobierno de la tierra, éste se ejercí­a a través de los sumos sacerdotes y un grupo colegiado, la Gerusí­a o consejo de ancianos. El sumo sacerdocio pasaba por herencia de padre a hijo. Los griegos autorizaron la práctica de las antiguas leyes judí­as. Antí­oco III incluso aumentó los privilegios a los judí­os, concediéndoles exención de impuestos por tres años y luego de éstos una reducción de 33%. Pero en el año 188 Antí­oco III fue derrotado por los romanos y obligado a firmar una paz a cambio de lo cual tení­a que pagar a Roma una fuerte indemnización. Los seléucidas buscaron los recursos en todos los templos de su territorio, incluyendo el de Jerusalén. Esto suscitó un serio problema con los judí­os ( †¢Jerusalén). Antí­oco IV Epí­fanes, hermano y sucesor de Antí­oco III, concentró sus actividades al S de su reino, en conflicto con Egipto. Esto le hizo intervenir más activamente en los asuntos de Jerusalén y desarrolló un programa de helenización forzada. Depuso al sumo sacerdote Oní­as III, y lo sustituyó por su hermano Jasón, de tendencias helenizantes. Jasón introdujo cambios significativos en la administración de Jerusalén y en la vida general de los judí­os. Sus esfuerzos estuvieron dirigidos a convertir la ciudad santa en una polis griega, con el nombre de †œAntí­oca†. Construyó un gimnasio, que estaba bajo la protección de Hermes y Hércules, según la costumbre griega y que se convirtió en un competidor del templo como centro social. En los libros apócrifos de los †¢Macabeos se nos dice que hasta los sacerdotes abandonaban el culto para ir a ver los juegos. Más tarde, Jasón fue sustituido por Menelao. En el año 169 a.C., Antí­oco se llevó de Jerusalén el altar de oro, el candelero y otros utensilios valiosos, cuando regresaba de una guerra contra Egipto. Poco después, Jasón encabezó una rebelión, pero ésta fue sofocada por el rey, que hizo entonces construir una fortaleza frente al templo, llamada el Acra, y dejó allí­ una guarnición. Antí­oco profanó el templo, acabó de llevarse sus tesoros, lo convirtió en un santuario dedicado a Dionisos y puso una estatua de Zeus Olí­mpico en él. Esto provocó una rebelión. Los helenizantes se quedaron en la ciudad, pero los que se oponí­an la abandonaron.

Los asmoneos. Se llama así­, o †œdinastí­a asmonea†, a los fundadores y sucesores de una familia de sacerdotes originaria de Modí­n que se rebeló contra el gobierno de Antí­oco IV y su programa de helenización. Su primer lí­der fue Matatí­as. En nombre †œasmoneo† parece que se deriva de uno de los antepasados de Matatí­as, que tení­a varios hijos, entre ellos Judas, de sobrenombre †œMacabeo†. Es costumbre aplicar este apelativo a todos los hijos de Matatí­as. Esta familia ocupará un puesto central en la historia de Israel por unos ciento treinta años. Mantuvieron una guerra de guerrillas contra los seléucidas. En el año 164 a.C. los macabeos lograron tomar Jerusalén, con excepción de el Acra, la fortaleza que estaba frente al templo. éste fue purificado y se reiniciaron los sacrificios. Para conmemorar esa victoria se instituyó la fiesta judí­a de Hanukah ( †¢Dedicación, Fiesta de la). La guerra con los seléucidas terminó con un arreglo en el cual esa dinastí­a claramente renunciaba a su programa de helenización. Los macabeos, aunque tení­an el liderazgo de las tropas judí­as, no fueron reconocidos como reyes. En el año 162 el rey Demetrio I trató de eliminar de Judea la influencia de éstos. La victoria fue de los macabeos, que a partir de ese momento buscaron la independencia total de Judea. Para ello buscaron aliarse a Roma, que reconoció al nuevo estado judí­o. Eso no impidió al rey seléucida Demetrio el enví­o de fuertes tropas a Jerusalén, que provocaron la derrota de los macabeos, quienes se vieron obligados a retirarse y a adoptar la antigua táctica de guerra de guerrillas. Esa situación cambió cuando Alejandro Balas, que se decí­a ser hijo de Antí­oco IV, se rebeló contra Demetrio I. Una de las primeras cosas que hizo Alejandro fue ganarse la amistad de los macabeos o asmoneos, nombrando a uno de ellos, de nombre Jonatán, sumo sacerdote en Jerusalén. Aprovechando los conflictos internos de Siria, Jonatán pudo afianzar su autoridad sobre Judea, la parte S de Samaria y varias ciudades de la costa. Aunque este sumo sacerdote fue asesinado por Trifón, un general sirio, su hermano Simón le sucedió y tuvo éxito en lograr el reconocimiento de Judea por parte del rey Demetrio II en el año 142 a.C. Simón siguió la misma polí­tica que su hermano Jonatán e incluso logró ampliar más el territorio bajo su autoridad. En la ciudad de †¢Gezer expulsó a todos los que no eran judí­os y nombró a su hijo Juan Hircano como gobernador. Sin embargo, más tarde el rey Antí­oco VII trató de hacer volver a los judí­os a su antigua condición de vasallos de Siria. En una batalla que siguió, las tropas sirias fueron derrotadas por un contingente de judí­os al mando de Juan Hircano. Deseoso de asegurar oficialmente el mando entre los judí­os, Simón logró que una asamblea le confirmara a él y sus descendientes como etnarca, sumo sacerdote y comandante del ejército. Aunque Simón fue luego asesinado, la autoridad de los asmoneos continuó por medio de su hijo Juan Hircano. Cuando murió Antí­oco VII, en la guerra contra los partos, el imperio seléucida se debilitó grandemente, lo cual aprovechó Juan Hircano para expandir aun más su influencia. Una de sus conquistas fue †¢Idumea ( †¢Edom), que fue anexada al territorio de Israel, y sus habitantes obligados a convertirse al judaí­smo. Atacó, asimismo, a los samaritanos, y destruyó su santuario en el monte †¢Gerizim. Capturó a Samaria y llegó hasta la misma Galilea. Su hijo Aristóbulo completó la conquista de esta última y se hizo dueño de varias de las ciudades griegas. Otro miembro de la misma dinastí­a, Alejandro Janeo, tomó las ciudades de †¢Decápolis y †¢Gadara. En términos geográficos, se habí­a logrado unir casi todo el territorio del antiguo Israel. Aristóbulo incluso comenzó a utilizar el tí­tulo de rey.

Llegada de los romanos. No todos los judí­os aceptaban de buena gana el tí­tulo de realeza para los asmoneos. Pero el prestigio que sus victorias le habí­an dado a Alejandro Janeo hizo que aun sus adversarios buscaran alguna forma de acomodación. A su muerte, su esposa Salomé Alejandra actuó como regente. Pero cuando también murió ésta, dos de sus hijos, Hircano y Aristóbulo, se empeñaron en una lucha por el trono. Hircano reclutó la ayuda de Antí­pater, influyente idumeo que consiguió el apoyo de Aretas III, rey de los nabateos. Aristóbulo fue derrotado y tuvo que guarecerse en Jerusalén. Mientras tanto, los romanos habí­an arribado a Siria. Su decisión fue ordenar a Aretas que abandonara la lucha, de manera que la decisión de quién serí­a rey en Judea serí­a tomada por ellos, los romanos. Aristóbulo se entregó a los romanos, al frente de los cuales estaba Pompeyo. éste se decidió por dar el sumo sacerdocio a Hircano. Después de un sitio al mismo templo, éste fue tomado, y matados miles de sus defensores. Era el año 63 a.C. Ahora Siria era una provincia romana, y Judea, con un territorio muy cercenado, fue hecha un distrito de esa provincia. El cargo de rey fue eliminado y se impusieron tributos para los romanos.

†¢Herodes el Grande. En la lucha entre Julio César y Pompeyo, los judí­os apoyaron al primero. Esto fue muy importante sobre todo en Egipto. Cuando Julio César se vio victorioso, mostró su gratitud dando privilegios a Judea. Fasael, el hijo mayor de Antí­pater, vino a ser gobernador de Jerusalén, y Herodes, otro hijo, gobernador de Galilea ( †¢Herodes). A los disturbios en el Imperio Romano a causa del asesinato de Julio César se añadió una invasión de los partos a Judea. Hircano y Fasael trataron de negociar con éstos, pero fueron hechos prisioneros. Herodes apenas pudo escapar, y fue a Roma para buscar ayuda. Antí­gono, de la dinastí­a asmonea, fue hecho rey por los partos. Herodes fue recibido en Roma como un héroe y se le concedió el tí­tulo de rey porque Antí­gono lo usaba. Con la ayuda de tropas romanas pudo volver a Judea y reconquistar varias ciudades. Finalmente, la ciudad de Jerusalén cayó en manos de ese ejército en el año 37 a.C. Herodes fue confirmado como gobernante en Judea. Después de una guerra que no siempre le fue favorable, logró dominar a los nabateos. Cuando Augusto César venció a Antonio, Herodes ganó su favor, y se convirtió en uno de los más poderosos reyes en el E del imperio. Quitó al Sanedrí­n todos los poderes civiles y creó un consejo real para asesorarle. Como no podí­a ser sacerdote él mismo, nombró a alguien que fuera su amigo en el cargo, y eliminó la costumbre de que el sumo sacerdocio fuera vitalicio. Era un hombre valeroso y un gran administrador. Construyó y embelleció ciudades, y la más importante de ellas fue Cesarea, a la cual dotó de un magní­fico puerto que fue muy útil para la vida económica de la región. Una de sus obras más famosas fue, sin duda, la reconstrucción del templo. Viví­a, sin embargo, en constante peligro de conspiraciones, reales o supuestas, que le condujeron a muchos crí­menes. Tuvo muchos hijos con varias mujeres, lo cual creó intrigas entre ellos, queriendo cada uno ser el heredero. Herodes mató a una de sus esposas y a tres de sus hijos. Es en tiempos de este rey que nace el Señor Jesús en Belén y que se desata la matanza de los niños menores de dos años de edad. En su testamento, Herodes sugirió que el reino se dividiera entre varios de sus hijos. Arquelao recibió Judea, Idumea y Samaria; Antipas la Galilea y Perea; mientras que la parte NE el reino se concedió a Felipe.

Herodes Arquelao. Este heredero de Herodes tampoco supo ganarse la buena voluntad del pueblo de Judea, que deseaba una disminución en los impuestos. Una revuelta estalló. Para sofocarla fue necesario que el general romano Varo, que gobernaba en Siria, viniera con tropas. La queja de los habitantes de Judea y Samaria encontró eco en la corte romana. Arquelao fue destituido y Judea pasó a ser dirigida por procuradores romanos. †¢Poncio Pilato era el †¢procurador cuando el Señor Jesús fue crucificado. Los romanos daban mucha autonomí­a a los judí­os para que se administraran. Su responsabilidad era mantener el orden y ayudar a los romanos a cobrar los impuestos. Pero no habí­a en Judea una fuerza romana capaz de combatir una rebelión, por lo cual la seguridad de la región residí­a en Siria, que era la más importante provincia romana en el E. El sanedrí­n funcionaba con jurisdicción civil y religiosa en Judea, pero su influencia en términos religiosos iba más allá de ese territorio.

La rebelión judí­a. Aunque no puede decirse que las relaciones entre los romanos y los judí­os fueron siempre buenas, éstas empeoraron en los tiempos de Poncio Pilato. Los romanos no permití­an que se introdujeran í­dolos en Jerusalén y, en términos generales, se aprobaba la aplicación de las antiguas leyes judí­as. Pero en dí­as del emperador Calí­gula eso cambió. Este emperador quiso ser adorado como dios. Unos habitantes de la ciudad de Jabna le levantaron un altar. Los judí­os se opusieron y lo destruyeron. Calí­gula enfureció, ordenando que se le levantara una estatua de oro en el templo de Jerusalén. El gobernador de Siria era Petronio, que recibió el encargo imperial. Por poco estalla una rebelión en Judea, que sólo se evitó por la intervención de Agripa I, que convenció al emperador. En eso murió Calí­gula. Claudio, su sucesor, favoreció grandemente a Agripa, haciéndolo rey de todo Israel. Este descendiente de Herodes gobernó hábilmente, identificándose mucho con el pueblo judí­o. Pero a su muerte, Judea volvió a ser administrada por un procurador. Las relaciones con los romanos volvieron a dañarse. A cada rato habí­an disturbios y problemas. Los procuradores de este perí­odo no se destacaron por su buen gobierno. †¢Félix, por ejemplo, a cargo de Judea durante los años del 52 al 60 d.C., comenzó con buenos auspicios su administración, pero era un hombre cruel y corrupto.
su tiempo fueron abundantes los conflictos, entre ellos el levantado por un personaje al cual llamaron †œEl Egipcio†, que profetizaba que las murallas de Jerusalén se derrumbarí­an con sólo él soplar (Hch 21:38). En todos los casos Félix actuó con mucha crueldad. Cuando gobernaba Floro como procurador, se levantó en Cesarea un problema entre la población de origen judí­o y la de origen griego. Finalmente, estalló una rebelión de gran magnitud. Se suspendieron en el templo las ofrendas a nombre del emperador. La guarnición romana de Jerusalén fue atacada y vencida. El gobernador romano de Siria tuvo que intervenir con tropas, pero éstas fueron derrotadas también. †¢Nerón, que gobernaba en Roma, envió a Vespasiano para que suprimiera la revuelta. La crisis que se desató en Roma con la muerte de Nerón dilató las operaciones militares, pero esto terminó cuando Vespasiano ascendió al trono imperial. Su hijo, a quien habí­a dejado al mando de la campaña en Judea, la terminó en el año 70 d.C., cuando Jerusalén fue tomada y el templo destruido.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano