ECLESIASTES, LIBRO DE

En el canon hebreo, el l. de E. formaba parte de los Escritos (Ketuvim), dentro de la sección llamada Megillot (los cinco rollos), junto a Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones y Ester. Por su carácter, esta obra es considerada como una de las mejores muestras de la literatura sapiencial ( †¢Sabidurí­a), en la cual se transmiten ideas que encierran la reacción pensada del hombre frente a su experiencia diaria, las conclusiones a las cuales llega y los consejos que quiere trasmitir, todo llevado al propósito último de vivir la vida lo mejor posible.

La perspectiva básica de E. surge evidente en su repetida declaración de que está hablando de las cosas †œdebajo del sol†, es decir, desde el punto de vista humano. La frase †œdebajo del sol† se usa como una precaución muy sugestiva más de treinta veces, como para enfatizar que todos sus juicios se limitan a lo observable en la vida presente. No se pretende, por lo tanto, teorizar con fines doctrinales que vayan más allá de eso. Simplemente, se quiere expresar el pensamiento humano normal y corriente, sin pretensiones de revelación. Sus expresiones no son, entonces, buena base para construir sobre ellas doctrinas desde un punto de vista †œmás allá del sol†.

Autor y fecha. El libro está escrito en primera persona. El autor se llama a sí­ mismo Cohélet. El término viene de cahal, que significa †œasamblea†, o sea ecclesia en griego. Los traductores de la Septuaginta usaron esa palabra para designar al libro de E. Cohélet es, entonces, uno que habla frente a una asamblea, enseñando. Por eso el libro comienza: †œPalabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén† (Ecl 1:1). Estas frases introductorias parecen señalar a Salomón como el posible autor de E. y así­ se creyó desde el principio de la iglesia. Pero, en realidad, el libro no menciona el nombre de Salomón. La expresión †œhijo de David† puede ser utilizada para cualquiera de los reyes de la lí­nea daví­dica. Por otra parte, el decir †œyo fui rey en Jerusalén† (Ecl 1:12) no parece propio de Salomón, que hubiera dicho †œsoy rey†. En adición a esto, el autor dice: †œTambién tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí­ en Jerusalén† (Ecl 2:7). Esas palabras no suenan como de Salomón por el hecho de que antes de él sólo reinaron Saúl y David.
, la situación social y polí­tica llena de injusticia que presenta el libro no encaja dentro de lo que sabemos que acontecí­a en tiempos del rey sabio. Por estas razones y porque el hebreo de E. es muy posterior al de uso corriente en dí­as de Salomón, se piensa que es posible que el origen del libro se remontara a esos dí­as, pero que fue ampliado, editado y aumentado mucho en tiempos posexí­licos. La fecha más reciente que se menciona para el libro de E. es 200 a. C.

El Dios Soberano. Fuera quien fuera Cohélet, lo cierto es que se trataba de un hombre extremadamente religioso. Mientras en el libro de Ester no aparece el nombre de Dios, Cohélet lo menciona unas cuarenta veces en doce capí­tulos. Para él la vida se desarrolla, sí­, con muchos contrastes y diferencias, pero toda ella sujeta a la decisión final de un Dios soberano. Dios es el que da el trabajo y la posibilidad de gozarse en el mismo (Ecl 2:24). Dios da sabidurí­a a quien quiere (Ecl 2:26). Gozar de la vida es don de Dios (Ecl 3:13). Todo lo que Dios hace será perpetuo (Ecl 3:14). Dios restaura lo que pasó (Ecl 3:15). Dios está en el cielo (Ecl 5:2). Dios es el que da dí­as de vida (Ecl 5:18). Dios es el que da las riquezas a quien quiere (Ecl 5:19), etcétera, etcétera. No hay que asombrarse de que la conclusión de Cohélet sea †œteme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre† (Ecl 12:13).
especial método de Cohélet. Pero para llegar ahí­ nuestro hombre utiliza una dialéctica muy especial, colocando hechos uno al lado de otro, comparándolos, asombrándose, cayendo en el lamento unas veces y con aire festivo otras. Este método poco convencional hace que muchos se confundan porque no toman el libro en su conjunto, sino que ponen el acento en las frases que sus prejuicios o juicios previos les aconsejan. Es preciso insistir en que la única manera de entender a Cohélet es tomando su discurso en su conjunto. Una afirmación que es tomada de manera aislada, sin su contrapartida en el resto del texto, produce confusión. Nuestro hombre utiliza un método de comparaciones, como si hiciera uso de una balanza, poniendo un concepto en un platillo, luego otro en el otro, y así­ sucesivamente, para luego sacar sus conclusiones finales.

Las contradicciones de la vida. No se infunde el temor a Dios negando las contradicciones. Y mucho menos tratando de reconciliarlas. Cohélet parte de la idea básica de que la persona humana tiene una especie de †œconciencia de eternidad†, que Dios mismo ha puesto en ella. Eso es lo que capacita al hombre para hacer preguntas. Pero el Dios que puso eternidad en nuestro corazón (Ecl 3:11) dándonos la capacidad inquisitiva de que hacemos gala a cada rato, decidió, en su soberana voluntad, no poner en ese mismo corazón la capacidad de poder contestar a todas las preguntas, y se encuentra sin poder †œentender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin† (Ecl 3:11). Desde su perspectiva, limitada a como se ven las cosas †œdebajo del sol†, sin alusión a un futuro más allá de ese sol porque lo desconoce, porque no le ha sido revelado todaví­a, trata de buscar un equilibrio entre tantos altibajos de las circunstancias y las cosas, entendiendo que tanto las unas como las otras vienen, en última instancia, de Dios.
que hubo un tiempo en que creyó que la sabidurí­a era la respuesta. Por lo tanto, se dedicó †œa conocer la sabidurí­a, y también a entender las locuras y los desvarí­os† (Ecl 1:17). Pero encontró que el mucho saber no es nada dulce, es molestoso †œy quien añade ciencia, añade dolor† (Ecl 1:18). Ante una declaración como esa lo lógico era esperar que continuara rechazando la sabidurí­a por completo. Pero no. A pesar de la molestia y el dolor que ella trae, su recomendación constante es a que se la busque. él mismo la buscó y la conservó (Ecl 2:9), porque reconocí­a que con ella era mejor vivir la vida. †œPorque escudo es la ciencia, y escudo es el dinero; mas la sabidurí­a excede, en que da vida a sus poseedores† (Ecl 7:12). Por un lado la rechaza y por el otro la recomienda.

Las obras de Dios y las obras del hombre. Una de las cosas que molestan a Cohélet es la futilidad del trabajo humano. Se puso a examinarlo detenidamente y terminó diciendo que es vanidad. Mientras todo lo que hace Dios es inmutable y permanente (Ecl 7:13), el ser humano se empeña en una febril actividad que termina dejándole las manos vací­as. Mientras las obras de Dios están marcadas de infinitud, el hombre no sólo no las puede imitar, sino que ni siquiera las puede alcanzar con la mente (Ecl 8:17). En su propia experiencia, habiéndose embarcado en una serie de actividades productivas y creadoras, al terminar de ellas encuentra, en sus propias palabras: †œMiré luego todas las obras que habí­an hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí­, todo era vanidad y aflicción de espí­ritu, y sin provecho debajo del sol† (Ecl 2:11).

El problema de la muerte. Lo peor de todo, en la perspectiva subsolar, es que tanto el sabio como el necio terminan con la muerte, que es un acontecimiento nivelador. †œComo mueren los unos, así­ mueren los otros† (Ecl 3:19). El panorama que ve es oscuro. Sólo sabe, con el autor de Hebreos, que †œestá establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio† (Heb 9:27). No sabe más. No ha recibido luz sobre el estado del hombre entre la muerte y el juicio, ni de lo que viene después del juicio. Habla de lo que ve, hasta donde alcanza su vista, sin telescopio de revelación. †œ¿Quién sabe que el espí­ritu de los hijos de los hombres sube arriba y que el espí­ritu del animal desciende abajo a la tierra?† (Heb 3:21), dice. Sin embargo, al término de su discurso hace una declaración de fe muy clara: †œEl Espí­ritu vuelve a Dios, que lo dio† (Heb 12:7).

El problema de las injusticias. †œVi más debajo del sol: lugar del juicio, allí­ impiedad; y en lugar de la justicia, allí­ iniquidad† (3:16). †œMe volví­ y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí­ las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores† (4:1). El cuadro general de la humanidad, cuando la contemplamos desde esa óptica, nos parece un desorden. Aquellos que no han recibido el don de la fe, viendo eso, aumentan su resistencia a Dios. Cohélet, sin embargo, llama la atención de sus oyentes a la existencia de un orden en el mundo. †œSi opresión de pobres y perversión de derecho y de justicia vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos† (5:8).

El placer como don divino. †œYo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor† (3:12). La legitimidad del placer se hace patente al hablar de su origen: viene de Dios. La ilegitimidad de su uso consiste, no en su disfrute, sino en su endiosamiento. Cohélet anima al placer. †œEn el dí­a del bien goza del bien† (7:14). Pero no lo pongas como meta de tu vida. ¡Cuán lejos se encuentran las palabras de Cohélet de la enseñanza del monaquismo y del ascetismo que todaví­a hoy trata de imponer una concepción de Dios totalmente ausente de alegrí­a! El placer que viene de Dios es un don concedido con el especí­fico propósito de que sea disfrutado. Hacerlo es obedecer, porque se hace lo que Dios decidió. †œGoza de la vida con la mujer que amas† (9:9) por ejemplo, no es una recomendación que se hace por condescendencia a la flaqueza de la carne. Tómese la expresión dentro del marco de lo que el Dios soberano ha establecido para su creación, y las cosas se verán totalmente distintas.

La juventud y la vejez. Es evidente que el discurso de Cohélet tiene la intención de enseñar a personas que tienen todaví­a por delante un largo trecho por vivir. Su énfasis en animar al disfrute del bien, sus advertencias contra la necedad, la recomendación de la sabidurí­a, todo hace pensar que en su mente estaba una población de oyentes jóvenes. Para él †œtodo es vanidad†, incluidas la adolescencia y la juventud (11:10). Pero aunque todas las cosas son vanidad, la vejez es la más vana de ellas. La descripción que hace de la ancianidad, un poema considerado como de lo mejor que se haya escrito sobre el tema, tiene la intención de alertar a sus oyentes sobre lo que les espera. Va a llegar la etapa de la vida en que cada momento es molestoso, †œlos años en los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento† (12:1). ¿Qué quieres tener en ese momento? La seguridad de que viviste tus dí­as en el temor de Dios, gozando cuanto él te dio y considerando seriamente tu conducta cada vez que él permitió que te azotara el mal. No te dice Cohélet que te abstengas del disfrute de las cosas. Todo lo contrario. Pero sin olvidar un sólo momento que †œDios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala† (12:14).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

El nombre hebreo Qo·hé·leth (que significa †œCongregador; Agrupador; Juntador; Convocador†) describe con propiedad el papel que desempeñaba el rey en el gobierno teocrático de Israel. (Ec 1:1, 12.) La responsabilidad del gobernante consistí­a en mantener al pueblo dedicado de Jehová unido en fidelidad a su verdadero Rey y Dios. (1Re 8:1-5, 41-43, 66.) Por esta razón, lo que determinaba si un rey era bueno o malo para la nación era si dirigí­a o no a su pueblo en la adoración a Jehová. (2Re 16:1-4; 18:1-6.) El congregador, es decir, Salomón, ya habí­a congregado a Israel y sus compañeros, los residentes temporales, en el templo. En este libro procuró congregar al pueblo de Dios para que evitara las obras vanas e infructí­feras del mundo y efectuara las obras que eran dignas del Dios al que estaba dedicado como nación. El nombre que se usa en nuestras Biblias españolas se toma de la traducción que da la Versión de los Setenta griega de la palabra Qo·hé·leth, a saber, Ek·kle·si·a·stes (Eclesiastés), que significa †œmiembro de una eclesia [congregación; asamblea]†.

Escritor. Solo hubo un †œhijo de David†, a saber, Salomón, que fue †œrey sobre Israel en Jerusalén† (Ec 1:1, 12), pues los reyes posteriores a Salomón no reinaron sobre todo Israel. Salomón fue el rey conocido por su sabidurí­a incomparable. (Ec 1:16; 1Re 4:29-34.) Fue un gran edificador. (Ec 2:4-6; 1Re 6:1; 7:1-8.) Compuso muchos proverbios (Ec 12:9; 1Re 4:32) y se hizo famoso por su riqueza. (Ec 2:4-9; 1Re 9:17-19; 10:4-10, 14-29.) Dado que el libro habla de las construcciones de Salomón, debe haberse escrito después de ese perí­odo, pero antes de que empezase †œa hacer lo que era malo a los ojos de Jehovᆝ. (1Re 11:6.) Por ello, debió escribirse antes del año 1000 a. E.C. en Jerusalén. Salomón era uno de los hombres mejor cualificados para escribir el libro, pues no solo fue el rey más rico de su tiempo, sino quizás también uno de los mejor informados gracias a las noticias y el conocimiento de gente de otras tierras que le llevaban sus marineros y comerciantes, así­ como los dignatarios que le visitaban. (1Re 9:26-28; 10:23-25, 28, 29.)

Autenticidad. Tanto judí­os como cristianos aceptan la canonicidad de Qo·hé·leth o Eclesiastés. Está en armoní­a con las demás secciones de la Biblia que tratan sobre los mismos temas. Por ejemplo, concuerda con Génesis en que el hombre es un cuerpo compuesto del polvo del suelo y sostenido por el espí­ritu o fuerza de vida y el aliento provisto por Dios. (Ec 3:20, 21; 12:7; Gé 2:7; 7:22; Isa 42:5.) Afirma la enseñanza de la Biblia de que se creó al hombre recto, pero que él mismo escogió desobedecer a Dios. (Ec 7:29; Gé 1:31; 3:17; Dt 32:4, 5.) Reconoce a Dios como el Creador. (Ec 12:1; Gé 1:1.) Coincide con el resto de la Biblia en cuanto a la condición de los muertos. (Ec 9:5, 10; Gé 3:19; Sl 6:5; 115:17; Jn 11:11-14; Ro 6:23.) Aboga enérgicamente a favor de la adoración y el temor de Dios. Usa la expresión ha·´Elo·hí­m, †œel Dios verdadero†, 32 veces. La Peshitta siriaca y el Targum judí­o de este libro utilizan en Eclesiastés 2:24 el equivalente del nombre de Jehová. Algunos alegan que el libro se contradice, pero esto se debe a que no ven que muchas veces expone el punto de vista común en oposición al punto de vista que refleja la sabidurí­a divina. (Compárese con Ec 1:18; 7:11, 12.) De modo que el lector debe procurar captar el sentido del mensaje a la vez que tiene presente el tema del libro.

[Recuadro en la página 729]

PUNTOS SOBRESALIENTES DE ECLESIASTES
Descripción ví­vida de las obras que son vanas y de las que valen la pena
Escrito por Salomón hacia el final de su reinado, después de haber participado en las diversas ocupaciones que menciona

Una vida dedicada a ocupaciones vanas es vací­a
Para el hombre natural todo es vanidad; una generación reemplaza a otra, e incluso los ciclos naturales son reiterativos y fatigosos (1:1-11)
Aumentar la sabidurí­a humana puede resultar en aumentar el dolor; lo que está torcido en este sistema no puede enderezarse (1:12-18)
La dedicación a la búsqueda de placeres por medio del materialismo es como esforzarse tras el viento (2:1-11, 26)
La sabidurí­a es mejor que la locura, pero tanto los sabios como los estúpidos mueren y son olvidados (2:12-16)
Trabajar duro toda la vida solo para dejarlo todo a alguien que quizás no lo aprecie es calamitoso (2:17-23)
Los sucesos de la vida terrestre suelen presentarse en ciclos, muchos de los cuales se escapan al control humano (3:1-9)
En el presente sistema todos (tanto hombres como animales) acaban muriendo (3:18-22)
Tienen lugar muchos actos de opresión, sin ninguna esperanza desde un punto de vista humano (4:1-3)
El trabajo duro y la pericia solo por rivalidad o por acumular riquezas es vanidad, y la persona perezosa es estúpida (4:4-8)
La vida de un gobernante también puede ser vana (4:13-16)
La acumulación de riquezas no resulta en contentamiento, sino que, por el contrario, puede privar del sueño a quien las posee; y cuando este muera, las dejará todas atrás (5:9-17)
Aunque una persona tenga muchos bienes, las circunstancias —como la enfermedad o un anhelo insatisfecho— pueden impedir su felicidad (6:1-12)
En el presente sistema, tanto los justos como los inicuos tienen el mismo suceso resultante, todos mueren; por ello, algunos dan rienda suelta a la maldad (9:2, 3)
No siempre se aprecia la sabidurí­a que procede de un hombre necesitado (9:13-18)
Los que dan rienda suelta a la tontedad perjudican su reputación; cuando estas personas incompetentes se hallan en puestos de autoridad, es peligroso para ellos y duro para otros (10:1-19)
La juventud y la flor de la vida son vanidad; la duración del vigor juvenil es muy variable (11:10)
Si un constante recuerdo del Creador no ha guiado la vida de una persona, todo es vanidad (12:8)

Cosas que valen la pena y que dan significado a la vida
Disfrute de los frutos de su trabajo, reconociéndolos como un don de Dios (2:24, 25; 5:18-20)
Todas las obras de Dios son bellas; ha puesto delante de la humanidad la perspectiva de vivir hasta tiempo indefinido (3:10-13)
El hombre no puede cambiar el modelo general de la vida humana que existe por el permiso o propósito de Dios, de modo que debe esperarse que Dios actúe como Juez a su tiempo señalado (3:14-17; 5:8)
La persona que trabaja con un compañero está mejor que la que lo hace sola (4:9-12)
El temor apropiado de Dios deberí­a impulsarnos a escuchar cuidadosamente lo que El requiere de nosotros y a cumplir cualquier voto que le hayamos hecho (5:1-7)
Reconozca la importancia de un buen nombre y que en la vida presente hay poco tiempo para conseguirlo, el beneficio de la paciencia, el valor superior de la sabidurí­a y la necesidad de someterse con humildad a lo que Dios permite (7:1-15)
Evite ir a extremos y procure la guí­a del temor de Dios; no se preocupe en demasí­a por lo que otros digan; huya del lazo de la prostituta (7:16-29)
Sea observante de la ley; aunque el hombre domine a otros para su perjuicio y la justicia humana sea laxa, no permita que le robe el gozo de la vida; recuerde: a los que temen al Dios verdadero les irá bien; no espere comprender todas las razones de lo que Dios hace y permite que ocurra (8:1-17; 10:20)
Los justos y los sabios están en la mano del Dios verdadero, no se quedarán sin recompensa; pero en la muerte la persona ni sabe nada ni puede hacer nada, de modo que use su vida ahora de un modo que Dios apruebe; disfrútela de manera sana mientras la posea (9:1, 4-12)
Aprovéchese de las oportunidades de ser generoso, de hacer el bien; no permita que las incertidumbres de la vida sofoquen su actividad (11:1-8)
Joven, disfruta de tu juventud, pero no olvides que eres responsable ante Dios por tus acciones; recuerda a tu Magní­fico Creador mientras eres joven, antes de que lleguen la debilidad y la decrepitud de la edad avanzada, antes de que termine la vida (11:9; 12:1-7)
Los escritos más provechosos son los que reflejan la sabidurí­a del †œsolo pastor†, Jehová Dios (12:9-12)
Tema al Dios verdadero y guarde sus mandamientos; El ve todo lo que hacemos y traerá nuestras obras a juicio (12:13, 14)

Fuente: Diccionario de la Biblia

El escritor se titula a sí mismo qōheleṯ. La terminación femenina probablemente denota el cargo que se detenta, en este caso el del que cita a asamblea. Por consiguiente “Predicador” o “Maestro” constituyen traducciones razonables.

I. Bosquejo del contenido

El tema de este libro es la búsqueda de la clave para el sentido de la vida. El Predicador examina la vida desde todos los ángulos a fin de ver dónde puede encontrarse la satisfacción. Descubre que sólo Dios tiene la clave, y que hay que confiar en él. Mientras tanto debemos recibir la vida día a día de sus manos, y glorificar a Dios en las cosas ordinarias de todos los días.

Dentro de este marco general, Eclesiastés se divide en dos secciones principales de pensamiento, (a) “la vanidad de la vida”, y (b) “la respuesta de la fe práctica”. Estos temas se elaboran paralelamente a lo largo de sus capítulos. En el bosquejo siguiente los pasajes que pertenecen a la primera categoría aparecen en caracteres romanos, y los que pertenecen a la segunda en cursiva.

1.1–2. Enunciación del tema.

1.3–11. La naturaleza es un sistema cerrado, y la historia una mera sucesión de acontecimientos.

1.12–18. La sabiduría desalienta al hombre.

2.1–11. El placer lo deja insatisfecho.

2.12–23. La sabiduría tiene que estar ubicada por encima de tales cosas, pero la muerte derrota al sabio y al necio por igual.

2.24–26. Recibe la vida día a día de Dios y glorifícalo en las cosas comunes.

3.1–15. Vive paso a paso y recuerda que sólo Dios conoce todo el plan.

3.16. El problema de la injusticia.

3.17. Dios juzgará a todos.

3.18–21. El hombre muere como las bestias.

3.22. Por lo tanto Dios tiene que ser glorificado en esta vida.

4.1–5. Los problemas de la opresión y la envidia.

4.6. La quietud de espíritu es por lo tanto algo que debe buscarse.

4.7–8. El avaro solitario.

4.9–12. La bendición de la amistad.

4.13–16. El fracaso de los reyes.

5.1–7. La naturaleza del verdadero adorador.

5.8–9. Funcionarios públicos opresivos.

5.10–17; 6.1–12. El dinero acarrea muchos males.

5.18–20. Confórmate con lo que Dios da.

7.1–29. Sabiduría práctica, que comprende el temor de Dios, como guía para la vida.

8.1–7. El hombre debe someterse a los mandamientos de Dios aun cuando el futuro esté escondido.

8.8–9.3. El problema de la muerte, que acontece a buenos y malos por igual.

9.4–10. Ya que la muerte es universal, usa la vida con energía mientras dispongas de sus poderes.

9.11–12. Pero no te enorgullezcas por los talentos naturales.

9.13–10.20. Más proverbios para la vida práctica.

11.1–8. Ya que no se puede conocer el futuro, el hombre debe colaborar razonablemente con las leyes naturales que se conocen

11.9–12.8. Ten presente a Dios en la juventud, por cuanto la ancianidad debilita las facultades.

12.9–12. Presta atención a las palabras sabias.

Para resumir su contenido, este libro constituye una exhortación a vivir una vida en el temor de Dios, comprendiendo que algún día se deberá dar cuenta ante él.

II. Paternidad y fecha

Si bien el escritor afirma que fue rey de Israel (1.12), y habla como si fuese Salomón, en ninguna parte declara que es Salomón. El estilo del heb. es posterior a la época de Salomón. Si Salomón fue el autor, el libro sufrió posteriormente la modernización de su lenguaje. De otro modo un escritor posterior puede haber dado forma a un comentario sobre la vida expresado por Salomón, “vanidad de vanidades, todo es vanidad”, y haberlo utilizado como texto para demostrar cómo es que hasta un rey sabio y rico podía llegar a decir semejante cosa. No es posible determinar en qué fecha el libro recibió la forma que tiene actualmente, ya que no tiene alusiones históricas claras. Generalmente se sugiere una fecha alrededor del 200 a.C.

III. Interpretación

(Véase el bosquejo del contenido más arriba.) La interpretación está parcialmente ligada a la cuestión de la unidad del libro. Los que rechazan su unidad sostienen que hay un núcleo original de un escritor escéptico que cuestionaba la mano de Dios en el mundo. A dicho documento uno o más escritores le dieron forma, y uno de ellos, por lo menos, intentó lograr un equilibrio por el lado de la ortodoxia (p. ej. 2.26; 3.14, etc.), mientras que otro posiblemente insertó los pasajes de orientación epicúrea (p. ej. 2.24–26; 3.12–15, etc.). Sin embargo, sería extraño que un escritor ortodoxo considerase que valía la pena salvar lo que fundamentalmente era una obra escéptica. Más todavía, ¿por qué había de encomiarse como sabio a un escéptico (12.9)?

En el caso de que el libro constituya una unidad, para algunos contendría las reflexiones del hombre natural. El Predicador abandona los problemas de Dios y el hombre, pero sostiene que lo mejor es vivir una vida normal y reposada, evitando los extremos peligrosos (p. ej. A. Bentzen, IOT, 2, pp. 191). La síntesis final en 12.13–14 sugiere que el libro no es primariamente escéptico, y que los pasajes así llamados epicúreos no tienen sentido epicúreos. La vida es un misterio, para el que el Predicador procura hallar la clave. El significado de la vida no ha de encontrarse en la adquisición de conocimiento, dinero, placeres sensuales, la opresión, la profesión religiosa, o la necedad. Estas cosas resultan vanas o algo ocurre que las hace inútiles. Hasta la mano de Dios a veces resulta inescrutable. El hombre está hecho de tal modo que siempre tiene que procurar encontrarle sentido al universo, ya que Dios ha puesto eternidad en su corazón; mas únicamente Dios conoce el esquema completo (3.11).

Por lo tanto el plan para el hombre consiste en recibir su vida cada día de las manos de Dios, y disfrutarla como procedente de él y para él. Este tema debe compararse con lo que dice Pablo acerca de la vanidad del mundo en Ro. 8.20–25, 28.

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Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico