Amarna (ár. Tell el-Amârnah). Sitio de la antigua capital de Egipto durante el reinado de Iknatón (Amenhotep IV, c 1381-c 1361 a.C.), situada a unos 320 km al sur de El Cairo, sobre la margen derecha del Nilo. Mapa III, D-3. Cuando Iknatón inició la adoración monoteísta solar de Atén (Atón) encontró tanta oposición en Tebas, la residencia real y centro de la antigua religión, que transfirió la capital a un lugar nuevo, que él llamó Akhetatón, «Horizonte de Atón». El movimiento se desintegró poco después de su muerte, y la capital volvió a ser Tebas. Iknatón y su efímera capital quedó olvidada hasta que sus ruinas fueron descubiertas en tiempos modernos. Para las tablillas encontradas en la ciudad, véase Amarna, Cartas de. Amarna, Cartas de. En 1887 una mujer del lugar, mientras cavaba para obtener desperdicios que pudiera usar como fertilizante, descubrió el archivo oficial de los reyes Amenhotep III (c 1419-c 1381 a.C.) e Iknatón: 377 tabillas de arcilla. Contenían 348 cartas escritas sobre tabletas de arcilla, en escritura cuneiforme babilónico, que constituían la correspondencia entre la corte egipcia y los reyes de Babilonia, Asiria, Mitani, Arzawa, Chipre, los hititas y muchos príncipes vasallos de Siria y Palestina. Después de muchas vicisitudes, las tabletas finalmente llegaron a manos de los eruditos. Unas pocas tabletas adicionales fueron descubiertas en excavaciones regulares en Amarna. Casi 300 de ellas están ahora en el Museo de Berlín, y otras en los museos de Londres, El Cairo, Oxford, París y Bruselas. Estos documentos, conocidos generalmente como las Cartas de Amarna, son fuentes de primera línea para la historia cultural y política del Asia Occidental y de Egipto durante el s XIV a.C., y su descubrimiento fue un acontecimiento importante en la historia del Cercano Oriente y de la arqueología bíblica. Revelaron que la escritura y el lenguaje babilónicos eran usados universalmente en el Cercano Oriente en la correspondencia diplomática, aun entre el faraón y sus vasallos asiáticos, y mostraron la gran influencia de la cultura babilónica sobre Siria y Palestina. Estas cartas muestran que los reyes de Babilonia, Asiria y los mitanios trataban con el faraón egipcio en pie de igualdad. Revelan que Egipto, que una generación antes había sido el poder más grande del mundo, estaba ahora en un agudo estado de inactividad y debilidad política, sin poder hacer nada para retener su imperio asiático construido por Tutmosis III y sus sucesores. Manifiestan que los hititas surgían como una amenaza en el norte al avanzar sobre las posesiones egipcias en Siria mediante agresión directa e intrigas. Señalan que Siria y Palestina, nominalmente protectorados egipcios, se encontraban en un estado de anarquía y extrema debilidad, divididas en muchos pequeños reinos. Sus gobernantes 43 (que se llamaban reyes), pretendían lealtad a la corona egipcia, pero luchaban entre sí, a veces en guerra abierta y otras por denuncias e intrigas (varios de estos príncipes aprovecharon la inactividad política egipcia durante el período para independizarse y ensanchar su territorio a expensas de sus vecinos). Otra causa de inquietud política era la aparición de los apiru (habiru en forma silábica, o SA.GAZ en escritura ideográfica), en quienes se puede reconocer a los hebreos invasores. Abdu-Heba, rey de Jerusalén, se queja en tono especialmente amargo acerca de la intrusión de los apiru, y alega que gran parte del país ya cayó en sus manos por conquista y traición (se conservaron cartas sobre otros gobernantes y otras ciudades sirias y palestinas bien conocidas: Ascalón, Sidón, Aco, Gezer, Meguido, Tiro, Laquis, Beirut y Biblos). Véase Hebreos. Bib.: S. A. B. Mercer, The Tell el-Amarna Tablets [Las tabletas de Tell el-Amarna], 2 ts (Toronto, 1939); ANET 483-490 (contiene muchas cartas traducidas por W. F. Albright). 18. Dos de las Cartas de Amarna enviadas a Faraón. Arriba: la de Ladaia de Siquen (Mapa VI, D-3); abajo: la del rey de Arzawa (Mapa III, B-3).
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
El promontorio de Tell el Amarna, el antiguo Akhetatón (†œel horizonte de Atón†) está ubicado en la ribera oriental del Nilo a unos 305 kms. al sur de El Cairo. Aquí el faraón reformador Amenofis IV (Akhenatón) construyó su nueva capital después de renunciar al sacerdocio de Amón en Tebas y dedicarse exclusivamente al culto de Atón.
Las ruinas de Akhe ta tón no inpresionan hoy día. La ciudad se extendía alrededor de 8 kms. en la ribera del Nilo, pero su anchura era sólo de 995 mts. Las líneas de las calles de la ciudad y el plano de las casas todavía se pueden trazar. El gran templo a Atón ha dejado muy pocos restos, pero las líneas del palacio real son claras. W. M. Flinders Petrie, durante su expedición en Amarna en 1891, descubrió cuatro pavimentos de estuco pintado. Estos fueron maliciosamente destruidos por un guarda enojado, en 1912, y las porciones que se salvaron están ahora en el museo de El Cairo.
Hacia el oeste del palacio estaba la así llamada Casa de Rollos, la cual contenía los registros de la oficina de extranjería egipcia desde el tiempo de Akhenatón y su padre Amenofis III ( ca. 1400–1353 a. de J.C. ). Mientras se excavaba en esta área ocurrió que una mujer descubrió, accidentalmente, la primera de las *Cartas de Amarna en 1887.
Las excavaciones en Tell el-Amarna indican que la ciudad fue construida en un apuro. La mano de obra es inferior, aunque este hecho está a menudo disimulado por la belleza de los cuadros naturalistas de aves y la vegetación pintada en el material de las paredes y los pisos. La revuelta de Akhenatón causó cambios en las tendencias del arte egipcio lo cual se refleja en los descubrimientos de Amarna. Las figuras estilizadas más antiguas ceden paso a una representación realista. El busto de la reina Nefertiti, actualmente en el Museo de Berlín, se considera como una de las más finas muestras del arte antiguo.
Cortadas dentro de las colinas hacia el oriente de Akhenatón había veinticinco tumbas en las que fueron sepultados los oficiales de Akhenatón. La falta de variedad de las tumbas de Tebas para la familia real y la adoración de Atón aparecen con monótona regularidad. Las figuras en relieve emplastadas en torno a la pared ofrecen alguna idea de la vida en la corte de Akhenatón y su bella esposa Nefertiti.
BIBLIOGRAFIA: Edward F. Campbell, Jr., †œThe Amarna Letters and the Amarna Period†, BA , 1923, 1960, págs. 2–22. Charles F. Pfeiffer, Tell Amarna and the Bible, Baker Book House, Grand Rapids, 1963. J. A. Knudtzon, Die El-Amarna Tafeln, Leipzig, 1907–15. S. A. B. Mercer, The Tell el-Amarna Tablets, Macmillan Co., Toronto, 1939. Edward F. Campbell, Jr., The Chronology of the Amarna Letters, Johns Hopkins Press, Baltimore, 1964.
Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico
(Tell) el-Amarna es el nombre moderno de Aketatón, capital de Egipto en la época de Amenofis IV (Akenatén) y sus sucesores inmediatos, ca. 1375–1360 a.C. Las ruinas se encuentran a unos 320
La importancia de Amarna para los estudios bíblicos radica en la serie de cartas en escritura cuneiforme sobre tablillas de arcilla que fueron descubiertas por casualidad en el año 1887. Agregados los documentos encontrados posteriormente, el número recuperado llega a un total de alrededor de 380. La mayoría de ellos son cartas de diversos gobernantes asiáticos dirigidas a los faraones Amenofis III y IV en el período ca. 1381–1360 a.C.; casi la mitad fueron enviadas desde Palestina y Siria. De dichas cartas se obtienen mucha información de suma importancia concerniente a la historia de la región, con un gráfico panorama de las intrigas y luchas entre una ciudad y otra, secuela del debilitamiento del control egp. poco antes de la entrada de los israelitas en la tierra prometida.
En el S de Siria, Abdi-asirta y su hijo Aziru, aun cuando afirmaban su lealtad a los señores egipcios, en realidad estaban extendiendo sus dominios en confabulación con los hititas del N de Siria, preparando así el camino para la posterior conquista de toda Siria por el hitita Suppiluliuma. Rib-haddi de Biblos, que se mantuvo leal y escribió 53 cartas a la corte egp., describe la incertidumbre y el caos que ocasionaban sus pedidos de ayuda militar no contestados. Informa que Aziru capturó una ciudad cercana, en la que el residente o comisionado egp. fue muerto, y acerca del ataque a Biblos ante el cual fue obligado a huir. Igualmente, Labayu de Siquem, a pesar de afirmar su inocencia (EA 254), estaba aumentando su dominio en las sierras centrales en unión con los apiru seminómades, que se mencionan frecuentemente en los textos, mayormente como pequeñas bandas armadas (* Hebreos). Las actividades de los apiru se mencionan en los informes de muchas ciudades. Cuando Labayu amenazó Meguido, su gobernante, Biridiya, imploró ayuda a Egipto.
Abdi-heba de Jerusalén informa con frecuencia, quejándose de que Milkilu de Gezer y otros se ocupan de hacer incursiones. Por lo tanto, no puede comprender por qué el faraón permitía que Gezer, Laquis y Ascalón escaparan de la obligación de proveer a la guarnición egp. de alimentos cuando tienen en abundancia. Él mismo ha sido asaltado y despojado por tropas egp., y advierte al faraón que los tributos y esclavos enviados por él a Egipto probablemente no llegarán, pues Labayu y Milkilu han planeado una emboscada (EA 287). Esto último podría ser un ardid para evitar el envío de obsequios, porque en otra carta Suvardata de Hebrón advierte al faraón que Abdi-heba de Jerusalén es un pillo.
Nuestro conocimiento de la geografía política de Palestina en estos tiempos se acrecienta por las referencias a diversos gobernantes locales, como ser Ammunira de Beirut, Abimilki de Tiro, Akizzi de Qatna, y Abdi-tirsi de Hazor. Algunos de estos nombres pueden relacionarse con textos contemporáneos de *Ugarit (Ras Shamra). Además de los indicios históricos locales, estas cartas son importantes por las deducciones más amplias que permiten en cuanto a las alianzas entre Egipto y los gobernantes de Mitanni y Babilonia, que a menudo se concertaban mediante casamientos entre las familias gobernantes, o eran apoyadas de esta forma.
Las referencias a un funcionario egp. llamado Yanhamu, quien llegó a ocupar un cargo elevado, nos recuerdan la posición que alcanzó José, aunque no se puede considerar a ambos como la misma persona. El nombre de Yanhamu tiene forma semítica, y una de sus funciones fue la supervisión de la provisión de cereales para los súbditos sirios del faraón durante un período de escasez.
Las tablillas tienen también gran importancia lingüística. Todas, menos dos de ellas, están escritas en acádico, idioma que representaba la lingua franca de todo el antiguo Cercano Oriente en este período. La presencia en El Amarna de literatura mesopotámica (los mitos de Nergal y Adapa, y el relato de Sargón de Acad) y de textos lexicales que incluyen una lista de palabras egp. y ac. indica la influencia del acádico, y esto lo confirma el descubrimiento en 1946 de un fragmento de la épica de Gilgamés en Meguido (ca. 1400 a.C.). Las cartas de Palestina y Siria están escritas mayormente en dialectos occidentales de la lengua acádica, y proporcionan valiosa información sobre la lengua cananea en sus distintas formas locales antes de la llegada de los israelitas. Ciertas cartas del rey Tusratta de Mitanni han aumentado considerablemente nuestro conocimiento de la lengua no semítica de los hurritas (* Horeos).
Ya que algunos han sostenido que los apiru de estos textos deben equipararse con los hebreos bajo Josué, en lugar de ser una prueba del estado del país antes de la conquista, quizás debieran destacarse los siguientes aspectos de las pruebas aportadas por Amarna. Aquí los ḫab/piru (SA.GAZ) (=apiru), como también lo indican los textos de Ras Shamra y de *Alalak, ocupaban las regiones no controladas estrictamente por las ciudades más grandes; generalmente actuaban en números reducidos en toda la Palestina y la Siria, y no aparecen como sitiadores de ciudades. Por otra parte, estos textos evidencian una situación distinta a la que imperaba bajo Josué: Laquis y Gezer, lejos de ser destruidas (Jos. 10), se muestran como activas defensoras de los apiru. También difieren los nombres de los gobernantes, siendo el rey de Jerusalén en este período Abdi-heba, y aunque los apiru se mostraban muy activos en la zona de Jerusalén, la ciudad no llegó a pertenecer a los israelitas hasta los tiempos de David. Finalmente, los apiru utilizaban carros, pero los israelitas no conocieron este método de lucha hasta el reinado de David.
Bibliografía.
J. A. Knudtzon, Die El-Amarna-Tafelnf, 2 t(t). 1907, 1915 (=EA); A. F. Rainey, El Amarna tablets 359–3792, 1978; W. F. Albright en ANET, pp. 483–490; C. J. M. Weir en DOTT, pp. 38–45; W. F. Albright, The Amarna letters from Palestine,
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico