CALDEA, CALDEOS

Los caldeos fueron un pueblo semí­tico que apareció primero en la Mesopotamia sur ca. 1000 a. de J.C. Empezando alrededor del siglo IX a. de J.C. , se lee de los caldeos luchando contra los asirios por el control de Babilonia. Referencias a los caldeos ocurren en los registros asirios desde el tiempo de Asur-nasir-pal II (883–859 a. de J.C. ). En 731 a. de J.C. , un prí­ncipe caldeo llamado Ukinzer atacó con gran éxito a Babilonia y tomó el trono. Tiglat-pileser III, de Asiria (745–727 a. de J.C. ), ayudado por los sacerdotes, lanzó un contraataque y depuso a Ukinzer (728 a. de J.C. ).
Durante el reinado de Salmanasar V (727–722 a. de J.C. ) los caldeos fueron ingobernables, y bajo su sucesor, Sargón II (722–705 a. de J.C. ), un caldeo llamado Mardukapal-iddina (el Merodac-baladán bí­blico) quien habí­a gobernado un pequeño principado llamado Bit Jakin, dominó Babilonia (721–710 a. de J.C. ). Durante el reinado del rey judí­o Ezequí­as (715–687 a. de J.C. ), Merodac-baladán envió mensajero a Judá a felicitar al rey por haberse recobrado de la enfermedad y, a la vez, urgirlo a entrar en alianza con los caldeos en contra de los asirios. Ezequí­as descuidadamente mostró sus tesoros a los visitantes caldeos, y el profeta Isaí­as le advirtió de las consecuencias de su imprudencia. Los mismos caldeos a quienes Ezequí­as habí­a considerado amigos conquistarí­an un dí­a a Judá (2 R. 20:12–19; Is. 39:1–8).
Senaquerib de Asiria (705–681 a. de J.C. ) fue capaz de conquistar a Mardukapal-iddina en 703 a. de J.C. Mientras los asirios se esforzaban por gobernar con mano de hierro, los caldeos permanecieron como el grupo étnico dominante en Babilonia y esperaban la oportunidad para declarar su independencia nuevamente.
Aproximadamente en 626 a. de J.C. , el poder caldeo fue restablecido en Babilonia cuando Nabopolasar (626–605 a. de J.C. ), se rebeló en contra del poder asirio y estableció lo que llegarí­a a ser el imperio neobabilónico o caldeo. El unió fuerzas con Ciaxares el Medo (625–585 a. de J.C. ) y atacó a *Ní­nive, la capital asiria. Cuando Ní­nive cayó (612 a. de J.C. ) el poder asirio fue destruido para siempre. Nabopolasar reconstruyó la antigua ciudad de Babilonia y la hizo la capital de su imperio.
El imperio neobabilónico intentó tomar control de los vastos territorios que habí­an sido tributarios de Asiria. Después de la caí­da de Ní­nive, Asiria no pudo ofrecer una resistencia efectiva a Nabopolasar. Egipto temió el emergente poder caldeo y envió ejércitos al campo de batalla. En la batalla crucial de *Carquemis sobre el Eufrates (609 a. de J.C. ), Nabucodonosor, el hijo de Nabopolasar, infligió una derrota apabullante a las fuerzas egipcias. Josí­as, de Judá (640–609 a. de J.C. ) quiso impedir a los egipcios que pasaran la fortaleza de *Meguido. No se sabe si Josí­as tení­a un tratado formal con los caldeos o si meramente actuó basado en lo que consideró los mejores intereses de Judá. Josí­as fue muerto en batalla. Pero la demora puede haber impedido que los egipcios unieran sus fuerzas con los remanentes asirios a tiempo para desafiar al emergente poder caldeo (véase 2 Cr. 35:20–24).
En 605 a. de J.C. , Nabucodonosor recibió la noticia de la muerte de su padre y se apresuró a regresar para asegurar el poder a su nombre. El regresó al campo de batalla después de asegurar su sucesión del trono y, para finales del 604 a. de J.C. , sus ejércitos estaban en las llanuras filisteas. Askalón habí­a sido tomado (véase Jer. 47:5–7) y Joacim de Judá (609–598 a. de J.C. ), habí­a llegado a ser vasallo (2 R. 24:1). Confiando en las promesas egipcias de ayuda, Joacim se rebeló (2 R. 24:1) pero Egipto no estaba en posición de defender a Judá de un ataque de Nabucodonosor. Durante el tiempo de la marcha de los caldeos contra Judá, Joacim murió. Algunos han sugerido que fue asesinado por sus propios súbditos en la esperanza de poder así­ obtener un tratamiento más considerado de parte de los caldeos (véase Jer. 22:18, 19; 36:30). Joaquí­n, de 18 años de edad, sucedió a su padre en el trono de Judá (2 R. 24:8), pero en 3 meses Judá se rindió a los caldeos. El rey, la reina madre, altos oficiales, lí­deres civiles y una gran cantidad de botí­n, fueron llevados a Babilonia. El tí­o del rey, Metaní­as (o Sedequí­as) fue nombrado rey de Judá (597–587 a. de J.C. ).
Cuando una rebelión estalló en Babilonia (595 a. de J.C. ), tanto los judí­os en el exilio como aquellos que estaban en Judá esperaban el fin del dominio de Nabucodonosor. Falsos profetas animaban tales esperanzas; pero Jeremí­as dejó en claro que los exiliados permanecerí­an en Babilonia por un largo tiempo (Jer. 29).
El partido pro-egipcio de la corte de Sedequí­as animó al rey a rebelarse contra Nabucodonosor, pero Egipto fue incapaz de ayudar a Judá cuando ésta desafió a los caldeos. En el 589 a. de J.C. , Sedequí­as se rebeló y los ejércitos de Nabucodonosor reaccionaron rápidamente. Las ciudades de las afueras de Judá fueron tomadas una por una y Jerusalén, la capital, fue sitiada. En el verano del 587 a. de J.C. , las murallas de Jerusalén fueron rotas, la ciudad fue destrozada y el rey y su pueblo fueron llevados al exilio. Mientras que a Nabucodonosor, bien conocido a través de la Biblia como conquistador, se le representa en los documentos neobabilónicos como un gran constructor. Durante su reinado, Babilonia vino a ser la ciudad más hermosa del mundo antiguo (véase Dn. 4:30). Su hijo y sucesor, Awil-Marduk (el Evil-Merodac de 2 R. 25:27–30), sacó de la prisión a Joaquí­n y actuó bondadosamente con los judí­os. Después de un reinado de sólo 2 años fue asesinado por su cuñado, Neriglissar, quien tomó el trono (560–558 a. de J.C. ). Su sucesor, Labasi-Marduk, reinó sólo 3 meses y fue sucedido por otro usurpador, Nabonido, cuyo hijo, Belsasar (Dn. 5), fue corregente hasta la caí­da del imperio caldeo a manos de Ciro (538 a. de J.C. ). Los gobernantes que siguieron después de Nabucodonosor no fueron fuertes, y en los últimos dí­as del imperio los sacerdotes de Marduk, el dios de Babilonia, se oponí­an amargamente a los gobernantes caldeos. Ciro, en realidad, fue recibido como un libertador cuando sus ejércitos marcharon contra Babilonia.
El término caldeo es usado en el libro de Daniel para describir a los astrólogos educados de Babilonia. Se les pone al nivel de los magos, adivinos y encantadores (Dn. 2:2, 4, 5, 10; 4:4; 5:7–11). Herodoto (464–424 a. de J.C. ), hizo una distinción entre los babilonios ordinarios de su dí­a y los caldeos, identificados por él mismo con los sacerdotes de Bel-Marduk (Histories i. 181, 183). La astrologí­a caldea no se diferenciaba de la astronomí­a. Junto con los pronósticos que deben considerarse frí­volos, ellos llegaron a algunas computaciones sorprendentemente exactas. Los astrónomos caldeos calculaban el año de 365 dí­as, 6 horas, 15 minutos y 41 segundos o sea, 30 minutos de diferencia de la computación con instrumentos modernos.
Los caldeos del imperio neobabilónico usaron el lenguaje *acadio al que habí­a sido usado por los antiguos babilonios y los asirios. Daniel y sus compañeros aprendieron ese lenguaje y su literatura cuando estuvieron en la corte babilónica (Dn. 1:4).
BIBLIOGRAFIA: A. Leo Oppenheim, Ancient Mesopotamia: Portrait of a Dead Civilization, University of Chicago Press, Chicago, 1964. Georges Roux, Ancient Iraq, George Allen and Unwin, London, 1964. H. W. F. Saggs, The Greatness that Was Babylon, Hawthorn Books, New York, 1962. D. J. Wiseman, Chronicles of Chaldaean Kings (626–556 B.C.), British Museum, London, 1956.

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico

†¢Babilonia.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

Nombre de un país, y de sus habitantes, en el S de Babilonia, posteriormente usado para designar el territorio de Babilonia en conjunto, especialmente durante la última dinastía del imperio babilónico (626–539 a.C.). Una tribu seminómada que ocupaba los desiertos entre el N de Arabia el golfo Pérsico (cf. Job 1.17), que en tiempos antiguos había ocupado la región denominada Ur “de los caldeos” (Gn. 11.28; Hch. 7.4), siendo distintos de los arameos. La sugerida derivación de Quesed (Gn. 22.22) no ha sido verificada, pero el heb. Kaśdı̂m podría reflejar una forma más primitiva del nombre que el as. Desde por lo menos el ss. X a.C. se menciona la tierra de Kaldu en los anales as. para designar la “Tierra del mar” de las inscripciones más antiguas. Asurnasirpal II (883–859 a.C.) hizo una distinción entre los habitantes de dicho lugar y los babilonios, que se encontraban más al N, y Adad-nirari III (ca. 810 a.C.) menciona varios jefes de los caldeos entre sus vasallos. Cuando Marduk-apla-iddina II (* Merodac-baladán), jefe del distrito caldeo de Bit-Yakín, se apropió del trono de Babilonia en 721–710 y 703–702 a.C. buscó ayuda del O contra Asiria (Is. 39). El profeta Isaías advirtió a Judá del peligro de apoyar a los rebeldes caldeos (Is. 23.13) y anticipó su derrota (Is. 43.14), quizás después de la invasión inicial de Sargón en 710 a.C. Dado que Babilonia estaba a la sazón bajo un rey caldeo, se usa la denominación “caldeo” como sinónimo de babilonio (Is. 13.19; 47.1, 5; 48.14, 20), uso que más tarde fue ampliado por Ezequiel para abarcar todos los dominios babilónicos (Ez. 23.23).

Cuando Nabopolasar, gobernador caldeo nativo, ascendió al trono de Babilonia en 626 a.C., inauguró una dinastía que le dio fama al nombre caldeo. Entre sus sucesores figuran Nabucodonosor, Amel-Marduk (* Evil-merodac), Nabonido, y Belsasar, “rey de los caldeos” (Dn. 5.30). Los vigorosos pueblos meridionales proveyeron numerosos contingentes de hombres para el ejército babilónico que atacaba a Judá (2 R. 24–25).

En la época de Daniel esta denominación volvió a ser usada para designar toda la Babilonia (Dn. 3.8) y Darío el medo reinó sobre el reino de los “caldeos” (Dn. 9.1). La “lengua de los caldeos” (Dn. 1.4) era, quizás, un dialecto semítico babilónico, y es un error usar la designación de “caldeo”, cosa que raramente ocurre en tiempos modernos, para el arameo (* Tárgumes). La prominencia adquirida por las distintas clases de sacerdotes que, en Babilonia y otros centros, retuvieron las antiguas tradiciones de la astrología y la filosofía en las lenguas babilónicas clásicas fue causa de que se aplicara la designación de “caldeo” tanto a sacerdotes (Dn. 3.8), como a astrólogos y a personas instruidas (Dn. 2.10; 4.7; 5.7, 11).

Bibliografía. S. Moscati, Las antiguas civilizaciones semilíticas, 1960; G. Boson, “Caldea”, Enciclopedia católica, t(t). II, 1949, cols. 332–3; J. Bright, Historia de Israel, 1966, pp. 335ss; C. F. Pfeiffer, “Caldea, caldeo”, °DBA, pp. 123–176.

D.J. Wiseman, Chronicles of Chaldacan Kings, 1956; A R. Millard, EQ 49, 1977, pp. 69–71, sobre el uso del nombre y su origen.

D.J.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico