ABIDOS

Las primeras dos dinastí­as Maneto incluyeron gobernantes de la ciudad de Tis o Tinis cerca de Abidos. Aquélla era el centro polí­tico y Abidos era el centro religioso y el lugar donde los primeros faraones dinásticos fueron sepultados. Como usualmente sucede en Egipto, las ruinas de la ciudad de los vivientes hace mucho que desaparecieron, pero Abidos, la ciudad de los muertos, continúa guardando restos importantes. La sepultura continuó en Abidos durante la primera y segunda dinastí­as, pero fue discontinuada cuando la tercera dinastí­a de faraones empezó la práctica de edificar pirámides para sí­ mismos en el desierto, al occidente de Menfis.
En 1897, E. Amelineau inició las excavaciones que trajeron a luz las tumbas reales de Abidos. Hacia el oeste del templo de Seti I, encontró un enorme depósito de tiestos y un número de tumbas subterráneas con cámaras de sepultura construidas con vigas y tablas gruesas. Las cámaras habí­an sido destruidas por el fuego, pero una de ellas contení­a un ataúd de granito con una figura de Osiris. Se creyó que serí­a la tumba de Osiris, y para los antiguos egipcios, era el lugar más sagrado en Abidos. Ahora se sabe que era una de las tumbas reales.
En 1897, Kurt Sethe, un notable egiptólogo alemán, leyó las inscripciones de la tumba comprobando así­ que las tumbas de Abidos comprendí­an la necrópolis real de los faraones tinitas. Entre los nombres más importantes están Narmer (Menes), Aha, Zer, Khasti y Khasekhemui. Alrededor de las tumbas de los reyes estaban las tumbas de los miembros de la corte, los sirvientes, los asistentes y aun los perros. Después de Amelineau, un importante trabajo arqueológico se ha hecho en Abidos por Flinders Petrie, Edouard Neville y T. E. Peet.
La deidad más antigua conocida en Abidos era un dios negro a semejanza de perro llamado Wepwawet, †œel que abre los caminos†. Serví­a como un guí­a para los muertos, una función que parece derivarse del hábito del chacal de rondar por la noche alrededor de los cementerios en los bordes del desierto. Con la venida de la tercera dinastí­a, cuando Abidos dejó de ser el cementerio real, Wepwawet fue reemplazado por el dios Khenti-Amentiu, †œel jefe de los occidentales†, cuyo templo en Abidos parece haber sido edificado por Khufu (Cheops), el constructor de la gran pirámide. Khenti-Amentiu no duró mucho en el afecto popular, sin embargo, ya que fue reemplazado por Osiris, el dios originalmente asociado con Busiris, la ciudad en el delta. Junto con el nombre de Osiris allí­ se originó la tradición de que él fue el primer rey de Egipto y el instructor del pueblo en todas las artes útiles. Como los primeros reyes históricos habí­an sido sepultados en Abidos, era natural que el culto a Osiris floreciera allá. Osiris fue identificado con Khenti-Amentiu y se le llamó †œel primero de los occidentales†, para el tiempo de los textos de las pirámides.
De acuerdo con el mito de Osiris, el rey habí­a sido asesinado y su cuerpo desmembrado. Varias ciudades reclaman el honor de ser los lugares donde alguna parte del cuerpo del dios muerto fue enterrado. Abidos reclama el honor de tener la cabeza de Osiris. En la época de la quinta dinastí­a, la tumba del rey Zer se identificó equivocadamente con el sitio donde la cabeza de Osiris habí­a sido enterrada y las generaciones siguientes trajeron sus ofrendas votivas en honor de la deidad.
Para el tiempo de la sexta dinastí­a, los egipcios devotos deseaban ser sepultados cerca de la tumba de Osiris en Abidos. Si esto no era práctico, el cuerpo del fallecido podí­a ser llevado en peregrinaje a Abidos. Otra alternativa era erigir una estela memorial en la necrópolis de Abidos. La gente más pobre podí­a dejar una vasija votiva en el área de la necrópolis y los faraones ganaban méritos añadiendo edificios al complejo edificio del templo.
Durante el caótico primer perí­odo intermedio, Abidos fue materia de disputa entre los gobernantes de Heracreópolis y los de Tebas. Los soldados de Heracreópolis violaron las tumbas de Abidos, aunque el gobernante de su ciudad fue inocente en dicho asunto. En una obra conocida como La Instrucción para el rey Merikare, el gobernante asumió la responsabilidad por los abusos de sus soldados e interpretó la mala fortuna que vino sobre él como castigo por este pecado.
Abidos llegó a ser el principal de los lugares sagrados de Egipto durante el tiempo del reino medio. La clase media así­ como la rica aspiraban a ser sepultadas allí­ para poder oí­r a los muertos benditos de las generaciones precedentes pronunciar las palabras, †œBienvenido en paz.† Cada muerto sepultado de acuerdo con el ritual de Osiris simbólicamente hací­a un peregrinaje a Abidos. Los modelos de barcas hallados en las tumbas a través de todo Egipto fueron utilizados para este viaje simbólico, así­ como también las pinturas de los viajes del alma del fallecido estampadas en las paredes de las tumbas.
El cenit de la influencia de Abidos se alcanzó durante la segunda era de Ramesés, cuando Seti I reconstruyó el templo de Osiris y le proveyó de una fuerte dote. Seti grabó 76 de sus predecesores en los relieves del templo de Abidos y aun construyó un palacio allí­ para así­ supervisar el trabajo. Los relieves de piedra caliza son los mejores conservados de cualquiera de los tiempos pretolemaicos.
Seti I murió antes que su templo fuera terminado, pero el trabajo continuó bajo Ramesés II quien dejó una inscripción de 116 lí­neas que describe sus labores. A corta distancia, al norte del templo de Seti, Ramesés edificó un segundo templo para sí­ mismo. Fue bellamente diseñado y ricamente dotado de acuerdo con una inscripción que Ramesés dejó en el exterior de la pared sur.
Después de Ramesés II, se sabe de poco trabajo hecho en Abidos. Con la declinación del poderí­o egipcio, la magnificencia de los regalos a Osiris inevitablemente disminuyó. Otros centros reemplazaron gradualmente a Abidos. La bella Filae se constituyó en el centro de adoración de Osiris en los dí­as de los Tolomeos y de los romanos. En el desarrollo del pensamiento religioso egipcio, Osiris llegó a ser considerado como el esposo de lsis y, finalmente, la popularidad de ésta lo relegó a un segundo lugar.

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico