TRITEISMO

Creencia en tres dioses. No debe confundirse con la doctrina cristiana de la Trinidad, ya que en esta no se cree en tres dioses, sino en tres personas en un mismo Dios, lo cual es diferente.

Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas

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Error dogmático, tanto en el nivel filosófico como el teológico, que de una o de otra forma proclama la existencia de tres dioses. Evidentemente es una forma del politeí­smo y una contradicción radical en sus propios planteamientos, ya que la esencia divina exige la unicidad, la unidad y la simplicidad al concebir la sustancia divina.

Por eso lo más alejado de pluralidad de esencias divinas es el concepto cristiano de Trinidad (tres en unidad) que alude a la unidad como esencia y a la triunidad, o tres en unidad, como base de explicación teológica.

Y por eso pronto fue rechazada cualquier explicación religiosa que se acercara a concebir tres seres en la divinidad. Tal fue el caso del hereje Marción, en el siglo III, el de Juan Filopón en el siglo VI, o también el de algunas formas del realismo medieval, como la de Roscelino de Compiegne o Gilberto de la Porre en el siglo XII, quienes no terminaron de confesar la unidad de la divinidad y explicaron la Trinidad resaltando la triple realidad más que la divina unidad.

(Ver Dios. Trinidad)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

SUMARIO: I. Riesgo latente o explí­cito de la doctrina trinitaria.-II. Momentos históricos significativos.-III. Superación del triteí­smo.

I. Riesgo latente o explí­cito de la doctrina trinitaria
Al hablar aquí­ de triteí­smo no nos referimos ni a los distintos politeí­smos en los que es posible la pluralidad de dioses, ni tampoco a las trí­adas divinas que se dan en numerosas religiones donde las divinidades aparecen representadas con tres cuerpos, tres cabezas o tres rostros simultáneos y distintos (Parrinder 38ss); sus posibles afinidades o analogí­as con el arte cristiano serí­an tema interesante de análisis (Boespflug). Más bien la expresión triteí­smo se usa aquí­ para designar un riesgo latente en la teologí­a trinitaria; es sobre todo una etiqueta aplicada a determinadas interpretaciones que en la historia del pensamiento cristiano han acentuado en exceso la diversidad hipostática entre las personas trinitarias o no han sido capaces de hacerla compatible con la afirmación de su unidad esencial. No hay noticias de teólogos cristianos concretos que se hayan propuesto defender explí­citamente un triteí­smo real; a lo más serí­a, por tanto, una consecuencia implí­cita o inevitable en el desarrollo coherente de determinadas doctrinas. El monoteí­smo cristiano es una obviedad demasiado evidente como para soportar tal propuesta explí­cita. Ahora bien, en el misterio trinitario son tan originarias la unidad de esencia como la diversidad de personas; en la capacidad para pensar y expresar simultáneamente ambas se halla el gran desafio y la gran dificultad. Si se acentúa tanto la unidad divina que se difumina la distinción real de las personas, estamos en el ámbito del modalismo. Si, por el contrario, se insiste por encima de todo en su superación y en la distinción real de las personas divinas como sujetos distintos, entonces resulta dificil ir más allá de una unidad especí­fica, moral o de voluntades. A este riesgo latente que dificulta la afirmación estricta de la unicidad de Dios se refiere el término de triteí­smo, convertido con frecuencia en arma arrojadiza o en etiqueta estereotipada.

II. Momentos históricos significativos
A comienzos del s. III, en la polémica desencadenada por la crisis monarquiana, Hipólito se queja de que el papa Ceferino, a quien él retiene por un modalista camuflado, le acuse de diteí­smo por distinguir entre el Padre y el Hijo («nos autem ditheos vocabat», PG 16/3, 3380B), diteí­smo porque el Espí­ritu se hallaba aún al margen de las polémicas trinitarias. Una acusación parecida tiene que soportar el mismo Justino por haberse atrevido a hablar a propósito del Logos de «alium Deurn et Dominum» (héteros Theós, PG 6 597B). Pero tal vez nada mejor que el conflicto entre Dionisio de Alejandrí­a y Dionisio de Roma para percibir el alcance real de la acusación de triteí­smo en medio de los debates teológicos.

Alertado por la difusión de doctrinas sabelianas en la Pentápolis, Dionisio de Alejandrí­a (t 264) escribe varias cartas (PG 20,7041 25, 493). El era discí­pulo de Orí­genes y parece que en su celo antimodalista se serví­a de expresiones que excedí­an los lí­mites habituales, lo cual hizo que algunos fieles lo acusasen ante el obispo de Roma, Dionisio. Conviene tener en cuenta, no obstante, que tanto la postura de Dionisio de Roma (t 268) como la de Dionisio de Alejandrí­a nos han sido transmitidas posteriormente por Atanasio (t 328) en un contexto explí­cito de polémica antiarriana (PG 25, 461/5; DS 112/5). Este dato se ha de tener muy en cuenta (Abramowski) a la hora de revisar los clichés valorativos que hacen de la postura de Dionisio de Roma el exponente tí­pico de un cierto modalismo, vigente siempre en la tradición occidental y romana, lleno de recelos ante la expresión «tres hipóstasis», y de Dionisio de Alejandrí­a el representante de una tendencia subordinacionista o triteí­sta, incapaz de dar razón suficiente de la unidad de naturaleza en Dios. Los motivos de la acusación contra Dionisio de Alejandrí­a eran el de haber separado al Hijo del Padre y haber introducido una división en la naturaleza divina, así­ como haberse negado a decir que el Hijo era consustancial (homooúsios) con el Padre (sobre las dudas justificadas respecto a esta última atribución, cf. Abramowski 255ss). Dionisio de Roma, por su parte, escribe una carta personal al obispo de Alejandrí­a y otra dirigida a la iglesia alejandrina. En esta segunda es donde aparece la expresión de «tres dioses» (treis Theoús, tres deos) o «tres deidades» (treis Theótetas, tres deitates o divinitates, DS 112.115) como una doctrina rechazable por destruir la monarquí­a divina. Pero lo más llamativo no es el rechazo lógico de esta doctrina, sino su identificación con el lenguaje de las «tres hipóstasis separadas» (tres quasdam virtutes ac separatas hypostases, tres diversas hypostases ab invicem omnino separatas, DS 112). Hay en ello un riesgo real de quebrar la unidad y la monarquí­a divina, un peligro de separación divisoria, si se acentúa la distinción sin el contrapeso de la unidad. Pero hay también un problema lingüí­stico y terminológico, el de la insuficiente diferenciación entre ousí­a e hypóstasis, que pesará inevitablemente sobre todas las discusiones y será fuente inevitable de incomprensiones mutuas. Un ejemplo claro lo constituye este conflicto entre Dionisio de Roma y Dionisio de Alejandrí­a, el cual responde asegurando que jamás pretendió dividir ni separar al Hijo del Padre y que entendí­a la Trinidad como unidad indivisible, explicaciones que fueron consideradas suficientes por el obispo de Roma. La fobia antisabeliana que dominaba en Oriente y la suspicacia subordinacionista o triteí­sta que prevalecí­a en Occidente no facilitaban el entendimiento. Así­ se explica que no ya la fórmula «una ousí­a, tres hipóstasis», pero sí­ las explicaciones dadas sobre la relación entre la naturaleza divina (ousí­a o physis) y las tres personas (hypóstasis o prósopon) por parte de Basilio de Cesarea (una relación semejante a la que hay entre la naturaleza humana abstracta y los individuos concretos en los que se multiplica) se interpretara como una tendencia y amenaza de triteí­smo.

Un capí­tulo propio en la historia del triteí­smo lo constituyen las polémicas desencadenadas entre diversas sectas monofisitas en el s. VI. De hecho en todo el asunto se mezclan enfrentamientos personales entre los distintos protagonistas con contraposiciones de carácter más verbal que doctrinal, dando la impresión de que a veces se está envueltos en la maraña de una interminable logomaquia. A pesar de todo, la controversia sirvió para esclarecer de alguna manera nociones importantes para la reflexión cristológica y trinitaria, como phisis, ousí­a, prósopon e hypóstasis.

Jugie (DThC 10, 2241) habla al respecto de un «monofisismo trinitario» surgido por aplicar la terminologí­a monofisita de la encarnación al misterio de la Trinidad: por una parte, puesto que en Dios no hay más que una naturaleza (physis), puede hablarse en el sentido corriente de un monofisismo trinitario ortodoxo; por otra parte, el rechazo de este monofisismo legí­timo llevará a que algunos, siendo monofisitas cristológicos, se transformen en «trifisitas» trinitarios. Surge así­ la acusación de triteí­smo, que va unida sobre todo con el filosófo Juan Filoponos (520-570), discí­pulo célebre de Juan de Quennesre (Bar Aftonia). El pensamiento de Filoponos nos es conocido por sus adversarios (PG 86, 44ss, 1233; PG 94, 744-754). Era una tentativa por uniformar la terminologí­a trinitaria y cristológica de los monofisitas severianos (Severo de Antioquí­a) y responder a las objeciones católicas que les acusaban de incoherencia (identificar physis e hypóstasis en cristologí­a, mientras que en Trinidad las distinguí­an claramente al hablar de una naturaleza y tres personas). Filoponos se sirve del realismo filosófico aristotélico y en parte también del pensamiento de S. Basilio. El principio filosófico es que no se da ninguna naturaleza (physis) impersonal, en abstracto, general o común a varios individuos de una misma especie (lo que Aristóteles llamaba koiné ousí­a); toda physis que existe realmente es concreta, individualizada (meriké ousí­a) identificada con la hypóstasis o la persona. Basilio, por su parte, en un procedimiento antropomórfico, consideraba la naturaleza divina como el elemento común a las tres personas (en analogí­a con la naturaleza humana como el elemento común a tres sujetos humanos). Pues bien, Filoponos, para establecer polémicamente el postulado monofisita que identifica physis con hypóstasis, abandona el lenguaje abstracto, comúnmente recibido (en Dios hay una sola naturaleza y tres personas distintas) y emplea un lenguaje concreto: Dios es tres hypóstasis, el Padre, el Hijo y el Espí­ritu son la naturaleza divina en cuanto personas realmente existentes, en ellos physis e hypóstasis se identifican. Pero advierte expresamente que para nada enseña una triplicación de la naturaleza divina (como sucede con la naturaleza humana universal de Aristóteles, que se repite en cada ser humano) y rechaza enérgicamente hablar de tres dioses o tres divinidades (PG 86, 61). Solamente si se toman los términos physis o ousí­a en sentido abstracto o general (tal como se usan en las fórmulas magisteriales) podrí­a acusarse a Filoponos de un triteí­smo real. Como él las emplea en un sentido concreto, siguiendo en esto a Aristóteles, el triteí­smo suyo es puramente verbal. De hecho, el sentido auténtico del dogma trinitario no dice que la naturaleza divina se repita tres veces en tres personas, sino que el Padre es la naturaleza divina en un modo peculiar de susbsistencia, al igual que lo son en su peculiaridad propia el Hijo y el Espí­ritu. La identificación así­ entendida entre physis e hypóstasis encaja en teologí­a trinitaria; sigue causando dificultades en cristologí­a. La controversia triteí­sta a propósito de Filoponos trajo después el surgimiento de nuevas sectas en el interior del monofisismo (DThC 3, 814, 1153ss; 4, 39s), donde junto a la acusación de triteí­smo repetida contra Pedro de Calí­nico, patriarca de Antioquí­a (581-591), por seguir hablando de tres physis-hypóstasis, nos encontramos con la de tetradismo (quaternitas), aplicada a Damián, patriarca de Alejandrí­a (578-604), por distinguir entre la naturaleza divina común, considerada separadamente, y las tres personas que participan de la misma naturaleza, acusación que paradójicamente en otros se transforma en sabelianismo porque harí­a de las personas puras formalidades de la única naturaleza divina. Todas ellas son sectas de existencia efí­mera, cuyas diferencias parecen haber sido cuestiones terminológicas magnificadas en exceso.

En la época medieval y moderna la acusación de tritreí­smo resurge intermitentemente y va unida normalmente con la utilización de categorí­as filosóficas en el ámbito teológico. Así­, p.c., en la Edad Media con ocasión de las implicaciones que el nominalismo y el realismo tienen en la reflexión sobre la esencia o substancia divina. Roscelino, para quien los conceptos generales como esencia o naturaleza son «voces sive flatus», fue condenado en el concilio de Soissons (1092) bajo la acusaciónde triteí­smo y de proponer solamente una unidad divina de actuación y de voluntades; a Gilberto de Poitiers se le acusó de destruir la simplicidad divina y de atentar contra su unidad por distinguir entre «divina natura» y «Deus», siendo condenado en Reims (1148); por hacer de las tres personas divinas algo así­ como un colectivo moral, llevando en la lógica de su pensamiento más a una cuaternidad (las tres personas más la esencia divina) que a una trinidad, J. de Fiore fue objeto de condena en el IV de Letrán (1215) [cf concilios]. En la época moderna la sombra del triteí­smo acompaña siempre la asunción del concepto de persona como autoconciencia en teologí­a trinitaria; a este respecto pueden citarse en el campo católico las propuestas de A. Günther (f 1863) quien, bajo el influjo del hegelianismo, parecí­a proponer una unidad no tanto de naturaleza cuanto de carácter orgánico, cualitativo o dinámico. Resumiendo podrí­a decirse que valdrí­a la pena escribir con detalle la historia de la acusación de triteí­smo en la teologí­a trinitaria, una etiqueta que se repite como estereotipo intermitente.

III. Superación del triteí­smo
En opinión de algunos teólogos contemporáneos (Barth, Rahner) seguir usando la fórmula tradicional de «tres personas» origina involuntariamente un triteí­smo irreflejo a causa de la profunda modificación del concepto de persona, identificado hoy dí­a con autoconciencia. La forma de superar este riesgo serí­a hablar de tres modosde ser, de subsistir o de autocomunicarse por parte de Dios. Por esta propuesta han debido afrontar a su vez el reproche de neomodalismo, aplicado por otros teólogos para los que el riesgo real de triteí­smo es ficticio. Entre éstos merece ser citado expresamente J. Moltmann (Welker 181ss). En su doctrina trinitaria, núcleo central y determinante de su proyecto teológico, habla repetidamente de Padre, Hijo y Espí­ritu como de tres sujetos divinos ( = persona, centro de acción), si bien en las publicaciones más recientes usa el término «sujeto» con más reservas. Entiende por tal tres centros divinos autoconscientes, volitivos y actuantes, entre los que se da una conformidad operativa y una comunión de voluntad (cuyo carácter permanente y constitutivo no siempre parece garantizado). De este modo quiere corregir la tendencia modalista inherente, según él, al monoteí­smo tradicional cristiano. Es obvio que Moltmann no pretende proponer triteí­smo alguno, ni tampoco puede demostrarse que éste sea la consecuencia inevitable del dinamismo interno a su discurso trinitario; él mismo considera que el verdadero riesgo, convertido en realidad histórica, es y sigue siendo el del modalismo. Sin embargo, merecerí­a la pena considerar más atentamente si el riesgo de triteí­smo que numerosos teólogos creen percibir en su teologí­a (Radlbeck 94ss) es un simple fantasma o más bien lo corroboran sus propias expresiones.

Pensar conjuntamente la unidad en la trinidad y la trinidad en la unidad, ambas igualmente originarias e irrenunciables, es el problema más dificil con el que se enfrenta el discurso teólogicotrinitario. No es solamente cuestión de armonizar equilibradamente dos polos dialécticos. Se trata de dar consistencia y razón, en la medida de lo posible, del acontecimiento salví­fico llevado a cabo por un Dios Padre, Hijo y E. Santo. Tal vez la idea de unidad de perikhóresis entre las tres personas sea uno de los caminos menos inadecuados. Sin perder el sentido del misterio, sin pretender haberlo comprendido definitivamente («si comprehendis, non est Deus!…», Agustí­n, PL 38, 360), sin precipitarse en acusaciones estereotipadas.

[ -> Agustí­n; Arrianismo; Barth; Capadocios; Comunión; Concilios; Encarnación; Escolástica; Filosofia; Hegelianismo; Misterio; Modalismo; Monarquí­a; Monoteí­smo; Naturaleza; Orí­genes; Ortodoxia; Padres; Perikhoresis; Personas divinas; Politeí­smo; Rahner; Reforma; Subordinacionismo; Trí­adas; Trinidad; Unidad; Unitarianismo.]
Santiago del Cura Elena

PIKAZA, Xabier – SILANES, Nereo, Diccionario Teológico. El Dios Cristiano, Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca 1992

Fuente: Diccionario Teológico El Dios Cristiano

Véase el artículo Trinidad.

Fuente: Diccionario de Teología