Movimiento evangélico medieval. Los husitas surgieron de la reforma evangélica promovida en el país checo, en el siglo XV, por el teólogo Juan Hus (1373–1415), bajo la influencia de John Wyclif de Inglaterra. Hus predicó la justificación por la fe, la reforma de la Iglesia, y se enfrentó al control de Bohemia por el Imperio Alemán.
Después de la ejecución de Hus, por decisión del Concilio de Constanza, el reformador se convirtió para el pueblo checo en héroe nacional. Entonces se produjeron las llamadas «guerras husitas». Una parte de sus partidarios decidió mantenerse dentro de la iglesia oficial (® CATí“LICA, APOSTí“LICA Y ROMANA, IGLESIA) a condición de recibir el pan y el vino durante la comunión y otras concesiones menores. Se conocen históricamente como «utraquistas».
Otro sector prefirió crear comunidades independientes que sufrieron persecución. Y ya en el siglo XVI se unieron a la Reforma Protestante.
Después de la derrota evangélica de la batalla de la Montaña Blanca (1620), regresó el período de persecución. Muchos se expatriaron, entre ellos el obispo J.A. Comenius, gran figura de la intelectualidad europea de su tiempo, y se reorganizaron en el extranjero.
Sin embargo, con el tiempo se volvieron a organizar en la misma Checoslovaquia. Una de sus ramas, muy influyente, es la Iglesia Evangélica de los Hermanos Checos, de teología reformada. También existe allí un grupo conocido como Iglesia Checoslovaca (® CHECOSLOVACA, IGLESIA), cuya teología no es muy diferente a la ortodoxa, pero cuyo seminario lleva el nombre de Hus.
Entre los protestantes «husitas» contemporáneos se encuentra Tomás Masaryk, fundador de la República de Checoslovaquia, y el teólogo Josep Hromadka.
Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas
Seguidores y promotores del movimiento reformista de Jan Hus, profesor y rector de la universidad de Praga (hacia 1369-1415), hereje excomulgado por el arzobispo de Praga Sbinco (1410) y por el antipapa Juan XXIII (1412), debido a su predicación, considerada como revolucionaria y agitadora de las conciencias. Después de algunos intentos de recomposición disciplinar y de revisión doctrinal, Hus tuvo una vez más la posibilidad, el 6 de julio de 1415, de hablar en el concilio de Constanza. Empeñado en sostener sus tesis, claramente inspiradas en Wycliff, fue degradado y abandonado al brazo secular, que ejecutó la sentencia aquel mismo día. En la hoguera, a punto de morir Jan Hus exclamó por tres veces en voz alta: «Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de mí». Sus cenizas fueron dispersadas en el Rin. El proceso y la ejecución, a pesar de su coherencia interna con el derecho canónico y civil de la época, sacudieron los ánimos de los cristianos de Bohemia, que vieron en aquel hecho una afrenta contra su sentimiento nacional.
Tras la condenación de Hus vinieron las persecuciones contra sus seguidores, que dieron pábulo a nuevas agitaciones en Bohemia y desembocaron en las llamadas guerras husitas (1420-1431). El papa Martín Y promovió una cruzada contra ellos, que terminó de mala manera con una derrota clamorosa por obra del caudillo Zizka, que capitaneaba a los taboritas, el ala más radical de los husitas (1420). Tan sólo en el concilio de Basilea empezaron a dibujarse algunas vías de conciliación (1431) y los husitas presentaron sus propuéstas, contenidas en los cuatro «artículos de Praga»: libertad de predicación, concesión de comulgar con el cáliz para los laicos (utroquis,no), abolición del poder temporal y de las propiedades del clero, castigo de los pecados mortales. Los nutraquistas», es decir, los que consumían la eucaristía bajo las dos especies y que representaban la parte más moderada del movimiento husita, después de dos años de discusión, aceptaron el compromiso de Praga el 30 de noviembre de 1433 (compactata), con el que se respondía a la exigencias presentadas por los husitas. Sintéticamente: la Palabra de Dios podía ser anunciada por cualquier persona indistintamente, con tal que tuviera la aprobación de la competente autoridad eclesiástica: la comunión bajo las dos especies pasó a ser una costumbre frecuente entre los laicos, a los que el sacerdote tenía que explicar la unidad del cuerpo y de la sangre de Cristo: el clero, que no hacía voto de pobreza, tenía que administrar con absoluta fidelidad los bienes de la Iglesia: finalmente, el castigo por los pecados mortales tenía que ser impuesto por la autoridad constituida y no según el albedrío de unas personas privadas. La parte radical del movimiento husita, los taboritas, no quisieron aceptar este compromiso, a pesar de su notable equilibrio. Los utraquistas moderados volvieron a entrar en la fidelidad y en la disciplina y, unidos a los católicos, entraron en nuevos conflictos con los taboritas extremistas, que fueron derrotados en Lipany en mayo de 1434. Dos afios más tarde, cuando va se habían serenado los ánimos y se habían apagado los clamores de la guerra, la Dieta de Iglau (1436) recogió y confirmó el compromiso de Praga, reconociendo a Segismundo como rey de Bohemia.
G. Bove
Bibl.: Hus, Husitas, en ERC, 1V 284-287. Husismo, en SM, III, 558-560; Fliche-Martin, Historia de la Iglesia, XVI, EDICEP Valencia 1976, 425-465: HdI, 1V 652-670.’
PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico