(heb., hoshea†™, salvación). Oseas, el único libro del AT procedente del reino del norte, de Israel. Este notable profeta del siglo VIII a. de J.C. vivió durante un período de mucha ansiedad nacional.Oseas nació durante el reinado de Jeroboam II (c. de 786-746), y ministró como profeta en Israel cuando Uzías (c. 783-743), Jotam (c. 742-735), Acaz (c. 735-715) y Ezequías (c. 715-686) reinaban en Judá.
El tiempo de Oseas se distinguió por una gran prosperidad material. Bajo Jeroboam II el reino del norte experimentó un desarrollo económico y comercial impresionante, algo nunca visto desde los primeros días del reino unido.
Aun cuando no hay ninguna referencia a la ocupación de Beeri, el padre de Oseas, bien pudo haber sido un comerciante de la clase media, quizá un panadero. Oseas mismo era una persona educada y probablemente provenía de una de las ciudades de Efraín o Manasés. Era un hombre con una profunda visión espiritual; dotado de cualidades intelectuales que le permitieron comprender el significado de esos desafortunados eventos que marcaron su vida doméstica, e interpretarlos como una oportuna muestra del amor divino hacia la descarriada y pecadora Israel.
Los ritos cúlticos se celebraban varias veces al año y se caracterizaban por las borracheras, prostitución ritual, actos de violencia e indulgencia en formas de adoración paganas en los santuarios. La diseminada prevalencia de la prostitución cúltica es evidente en el hecho de que en el tiempo de Jeremías, un siglo más tarde del tiempo de Oseas, la prostitución floreció en los recintos del templo (2Ki 23:7).
La adoración en Israel era todo lo opuesto a lo que Dios deseaba de su pueblo. El pacto realizado en Sinaí hacía hincapié en la adoración exclusiva al Señor por una nación santa. Sin embargo, la vida religiosa del pueblo bajo este pacto había degenerado hasta el punto de haberse llegado a identificar con la desvergonzada e inmoral adoración de las deidades cananeas paganas. El énfasis sobre la desenfrenada actividad sexual, juntamente con la excesiva indulgencia alcohólica, estaba mermando la vitalidad no sólo de los cananeos sino también de Israel. Todo esto, practicado en el contexto de la magia y la mitología pagana, estaba muy lejos de la pureza de adoración que se había contemplado con el pacto en Sinaí.
El elemento catalítico del mensaje profético de Oseas es su matrimonio con una mujer llamada Gomer. Hay dos puntos de vista en cuanto a esta relación. El punto de vista proléptico sostiene que Gomer era una mujer pura cuando se casó con Oseas, pero después le fue infiel. El otro punto de vista sostiene que Gomer ya era una prostituta cuando el profeta se casó con ella. De cualquier manera, los efectos trágicos de las dificultades del matrimonio de Oseas seguramente tendrían un fuerte impacto sobre la comunidad donde vivía. Los hijos que nacieron de este matrimonio recibieron nombres simbólicos, los cuales indicaban el descontento divino con Israel. Después de que Gomer hubiera insistido en buscar a sus amantes, se le debía traer de regreso y con amor paciente aceptarse nuevamente en el hogar de Oseas, aguardando con paciencia y dolor el tiempo de una completa restauración. Este era un cuadro preciso de la pecadora Israel en su relación con Dios, y mostraba la interminable fidelidad del Todopoderoso.
Un bosquejo del contenido de Oseas pudiera ser el siguiente:
1—3 El infeliz matrimonio de Oseas y sus resultados
4 Los sacerdotes toleran la inmoralidad
5 El pecado de Israel será castigado, a menos que se arrepientan.
6 El pecado de Israel es completo y su arrepentimiento sin ganas.
7
Depravación interna y deterioro externo
8 La cercanía del juicio 9 La calamidad inminente
10 La culpabilidad de Israel y su castigo
11 Dios busca a Israel con amor.
12-14 Una exhortación al arrepentimiento, con promesas de restauración
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
El primero de la colección llamada de los profetas menores.
Autor y fecha. Se atribuye el libro al profeta cuyo nombre lleva. La fecha se deduce de los reyes que se mencionan en el primer versículo: Uzías, Jotam, Acaz, Ezequías, Jeroboam. En el caso de este último, se trata de Jeroboam II (789-748 a.C.). La mención de Ezequías indica (715-686 a.C.) que el ministerio de O. se extendió más allá de la muerte de Jeroboam II, cuando en Israel reinaron Zacarías, Salum, Manahem, Pekaía y Peka.
Circunstancias. Todo Israel se había apartado del pacto con Dios, dedicándose a la idolatría. En el Reino del Norte (Israel) floreció un culto a Baal. En Judá, el rey Uzías había intentado una reforma. Pero ésta resultó incompleta, porque los lugares altos no fueron quitados. Además, el rey se enalteció intentando ejercer el oficio de sacerdote, por lo cual fue castigado con lepra y vivió el resto de sus días †œen una casa apartada† mientras Jotam, su hijo, †œtuvo cargo de la casa real† (2Cr 26:21). Uzías había encabezado una confederación de estos países para rechazar a los asirios, pero Jotam cambió de política y se acercó a éstos, por lo cual Rezín y Peka le atacaron. En el Reino del Norte, el rey Jeroboam II había desarrollado una era de gran expansión comercial para Israel, que vio aumentada su riqueza. Pero esta prosperidad vino atada a grandes injusticias sociales.
la muerte de Jotam en Jerusalén, le sucedió su hijo †¢Acaz, el cual se distinguió por un comportamiento impío, llegando a quemar en sacrificio a sus propios hijos (2Cr 28:3-4). Eran ya grandes las amenazas de invasión desde Asiria, ante lo cual el rey de Israel, †¢Peka, y el de Siria, †¢Rezín, le propusieron una alianza defensiva. Acaz se negó, por lo cual esos reyes invadieron a Judá, le infligieron grandes derrotas y le tomaron muchos prisioneros (2Cr 28:5-8). Pero los asirios, aliados de Acaz, invadieron a Israel y Siria, conquistando Damasco y Samaria. La mayor parte del ministerio de Oseas tuvo lugar antes de este último acontecimiento.
Desarrollo. El libro tiene dos grandes divisiones, del capítulo 1 al 3, y del 4 al 14. La primera parte contiene una narración simbólica. La segunda, una serie de oráculos.
los primeros tres capítulos, Dios elabora una parábola con la vida misma del profeta, el cual recibe la orden de casarse con Gomer, una mujer de malas inclinaciones. Nacen tres hijos, que llevan nombres simbólicos: †¢Jezreel (†œ… porque yo castigaré a la casa de Jehú por causa de la sangre de Jezreel†); †¢Lo-ruhama (no compadecida), porque Dios dice: †œno me compadeceré más de la casa de Israel†; y †¢Lo-ammi (no pueblo mío). Cada uno de estos nombres está relacionado con un juicio de Dios sobre el pueblo. Pero al final, Dios volverá a bendecir a los suyos (†œCon todo, será el número de los hijos de Israel como la arena del mar†). Se anuncia la futura unidad del reino de Israel (†œ… y nombrarán un solo jefe†) (Ose 1:1-11). La infidelidad de Israel es tipificada por Gomer. †œElla no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal†. Dios va a hacer juicio sobre ella (†œ… descubriré yo su locura…. Y la castigaré…†). Pero más tarde la perdonará (†œ… la atraeré … y hablaré a su corazón†). El resultado será un arrepentimiento de Israel (†œ… me llamarás †¢Ishi [mi marido, mi hombre] y nunca más me llamarás †¢Baali [mi señor]). Volverá la comunión con Dios (†… te desposaré conmigo para siempre») [Ose 2:1-23]). Gomer es adúltera, pero Dios ordena al profeta que la busque. Tras hacerlo, Oseas dice a la mujer que estarían mucho tiempo sin relaciones, lo cual simboliza †œlos muchos días† que †œestarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines…. Después volverán los hijos de Israel, y buscarán a Jehová su Dios…† (Ose 3:1-3).
cuarto capítulo habla de la contienda de Dios con Israel, por su infidelidad y corrupción (†œPerjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen†). Los israelitas habían desechado el conocimiento (†œMi pueblo fue destruido, porque les faltó conocimiento†). Se habían entregado a la idolatría (†œEfraín es dado a los ídolos, déjalo†) (Ose 4:1-19).
acusación de Dios se centra en los líderes (†œSacerdotes, oíd esto … para vosotros es el juicio…†). Luego señala que tanto Israel como Judá †œtropezarán en su pecado†. Por lo tanto, el juicio es para ambos (†œ… yo seré como león a Efraín, y como cachorro de león a la casa de Judá†, hasta que se arrepientan (†œEn su angustia me buscarán†), diciendo: †œVenid, y volvamos a Jehová†. Se insiste en que los israelitas †œcual Adán, traspasaron el pacto† (Ose 5:1-15; Ose 6:1-11).
el reino de Israel impera el robo, la mentira, la borrachera, el adulterio. Los príncipes son los primeros corruptos. Israel actúa como una paloma indecisa, no sabiendo si buscar ayuda de Asiria o de Egipto, las dos potencias al N y al S respectivamente, en vez de buscar al Señor. †œÂ¡Ay de ellos! porque se apartaron de mí† (Ose 7:1-16).
idolatría es la causa final del mal que vendrá sobre Israel (†œTu becerro, oh Samaria, te hizo alejarte; se encendió mi enojo contra ellos†). Los israelitas han desechado los mandamientos de Dios (†œLes escribí las grandezas de mi ley, y fueron tenidas por cosa extraña†). Se habían olvidado del Señor (†œOlvidó, pues, Israel a su Hacedor†), por lo cual vendrá el juicio divino (Ose 8:1-14).
israelitas †œno quedarán en la tierra de Jehová†. El profeta anuncia: †œVinieron los días del castigo, vinieron los días de la retribución†. Perderán, por tanto, todos sus privilegios (†œLa gloria de Efraín volará cual ave†). Se anuncia la dispersión (†œMi Dios los desechará, porque ellos no le oyeron; y andarán errantes entre las naciones†) (Ose 9:1-17).
los oráculos anunciando el exilio. El becerro que fue motivo de tropiezo †œserá llevado a Asiria†. En su espanto, los israelitas «dirán a los montes: Cubridnos; y a los collados: Caed sobre nosotros». El profeta les amonesta: †œEs el tiempo de buscar a Jehová†. La destrucción de †¢Bet-arbel por los asirios (o por los sirios, según algunos eruditos) debe servir de advertencia (†œ… como destruyó †¢Salmán a Bet-arbel en el día de la batalla…†) (Ose 10:1-15).
hace memoria del cuidado que había tenido para con Israel (†œ… yo lo amé…. Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor…†). Pero ahora †œel asirio mismo será su rey†. Con todo, Dios no abandonará a Israel completamente (†œ… porque Dios soy, y no hombre†), por lo cual promete que volverán del exilio (†œ… y los haré habitar en sus casas†) (Ose 11:1-12).
reitera que el pleito de Dios es tanto con Israel como con Judá. Ambos deben arrepentirse (†œ… vuélvete a tu Dios; guarda misericordia y juicio†). La prosperidad del Reino del Norte le hace olvidarse de Dios, a pesar de que éste le envía constante mensajes (†œ… he hablado a los profetas, y aumenté la profecía†). En esta porción se cita dos veces a Jacob (†œEn el seno materno tomó por el calcañar a su hermano…. Jacob huyó a tierra de Aram…†) (Ose 12:1-14).
, sumido en idolatría, desaparecerá †œcomo el tamo que la tempestad arroja de la era, y como el humo que sale de la chimenea†. Pero Jehová reitera que es su Dios †œdesde la tierra de Egipto†. Como se olvidaron de él en su abundancia, Dios será para ellos †œcomo león; como un leopardo† que los acecha. Con todo, Dios los redimirá de la muerte (†œOh muerte, yo seré tu muerte†). Pero †œSamaria será asolada† (Ose 13:1-16).
debe arrepentirse (†œVuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído†). Dios promete: †œYo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia†. Y entonces vendrá la gloria de Israel (†œ… florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano…. florecerán como la vid†). Entonces Israel dirá: †œ¿Qué más tendré ya con los ídolos?†
libro termina con un llamamiento a los entendidos y prudentes (†œPorque los caminos de Jehová son rectos, y los justos andarán por ellos, mas los rebeldes caerán en ellos†) (Ose 14:1-9).
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
Libro de las Escrituras Hebreas escrito por †œOseas hijo de Beerí†. (Os 1:1.) En él se traza un paralelo entre la vida matrimonial del escritor y la relación de Dios con Israel (caps. 1–3), y se muestra que el simplemente practicar ceremonias religiosas formales no tiene la aceptación de Jehová (6:6). También hace resaltar la misericordia de Dios y su bondad amorosa (2:19; 11:1-4; 14:4).
Cuándo y dónde se escribió. Oseas empezó a profetizar durante los reinados de Uzías de Judá (829-778 a. E.C.) y Jeroboán II de Israel (c. 844-804 a. E.C.), por lo que tuvo que empezar antes de 804 a. E.C., año en el que parece que terminó el reinado de Jeroboán. (Os 1:1.) Su ministerio profético se extendió hasta el reinado de Ezequías de Judá, quien subió al trono alrededor del año 745 a. E.C. De modo que duró un mínimo de cincuenta y nueve años, aunque probablemente fue algo más largo puesto que debió abarcar parte de los reinados de Jeroboán II y Ezequías. Oseas registró una profecía concerniente a la destrucción de Samaria (13:16), pero no registró su cumplimiento, algo que probablemente hubiera hecho si la escritura del libro se hubiese extendido hasta 740 a. E.C., cuando cayó la ciudad. Por lo tanto, el libro de Oseas debió escribirse en el distrito de Samaria y terminarse entre 745 y 740 a. E.C.
Contexto histórico. El libro de Oseas trata principalmente sobre el reino septentrional de diez tribus de Israel (llamado también Efraín por ser esta su tribu dominante, un nombre que a lo largo del libro se intercambia indistintamente con el de Israel). Durante el reinado de Jeroboán, cuando Oseas comenzó a profetizar, Israel disfrutaba de prosperidad material. No obstante, el pueblo había rechazado el conocimiento de Dios. (Os 4:6.) Entre sus prácticas inicuas se contaban actos de derramamiento de sangre, robo, fornicación, adulterio y la veneración de Baal y de ídolos en forma de becerro. (Os 2:8, 13; 4:2, 13, 14; 10:5.) Tras la muerte del rey Jeroboán, condiciones espantosas, marcadas por la inquietud y los asesinatos políticos, reemplazaron la prosperidad. (2Re 14:29–15:30.) El fiel Oseas también profetizó en medio de estas circunstancias. Finalmente, en 740 a. E.C., Samaria cayó ante los asirios, con lo que el reino de diez tribus llegó a su fin. (2Re 17:6.)
La esposa y los hijos de Oseas. Por mandato de Jehová, Oseas tomó para sí †œuna esposa de fornicación e hijos de fornicación†. (Os 1:2.) Eso no significa que se casase con una prostituta o una mujer inmoral que ya había tenido hijos ilegítimos, sino que indicó que se haría adúltera y tendría tales hijos después de contraer matrimonio con el profeta. Oseas se casó con Gómer, quien †œle dio a luz un hijo†, Jezreel (1:3, 4). Después dio a luz una hija, Lo-ruhamá y más tarde otro hijo, llamado Lo-ammí. Al parecer, los dos fueron fruto de su adulterio, pues no se hace ninguna referencia personal al profeta con relación a su nacimiento (1:6, 8, 9). Lo-ruhamá significa †œ[A Ella] No Se Le Mostró Misericordia†, y el significado de Lo-ammí es †œNo Mi Pueblo†. Ambos nombres indican que Jehová desaprobaba al descarriado Israel. Por otro lado, el nombre del hijo primogénito, †œJezreel†, que significa †œDios Sembrará Semilla [Simiente]†, se aplica favorablemente al pueblo en una profecía de restauración (2:21-23).
Es posible que después del nacimiento de estos hijos, Gómer abandonara a Oseas por sus amantes, pero no se dice que el profeta se divorciara de ella. Más tarde, sus amantes debieron abandonarla y cayó en pobreza y esclavitud, pues Oseas 3:1-3 parece indicar que el profeta la compró como si fuese una esclava y la volvió a tomar por esposa. Su relación con Gómer fue paralela a la de Jehová con Israel, pues Dios estuvo dispuesto a tomar de nuevo a su pueblo que había errado, una vez que se arrepintió de su adulterio espiritual. (Os 2:16, 19, 20; 3:1-5.)
Algunos escriturarios han sostenido que el matrimonio de Oseas nunca ocurrió en la realidad, sino que formaba parte de una visión o de un sueño. Otros opinan que fue una alegoría o parábola. Sin embargo, cuando escribió acerca de ello, Oseas no utilizó lenguaje figurativo o simbólico. Por otro lado, el considerar que el relato se refiere al matrimonio real de Oseas y Gómer, y al restablecimiento literal de ella, da fuerza y significado a la aplicación histórica de esta profecía a Israel y no distorsiona el relato bíblico, suficientemente claro de por sí. Además, guarda un paralelo con el que Jehová escogiese a Israel, su posterior adulterio espiritual y la restauración de la nación tras su arrepentimiento.
Estilo. El estilo de Oseas es conciso y en ocasiones incluso abrupto. Se dan cambios rápidos de pensamiento. El libro contiene expresiones de gran sentimiento y fuerza en forma de censura, advertencia y exhortación, pero también contiene tiernas súplicas por arrepentimiento, así como excelentes figuras retóricas. (Os 4:16; 5:13, 14; 6:3, 4; 7:4-8, 11, 12; 8:7; 9:10; 10:1, 7, 11-13; 11:3, 4; 13:3, 7, 8, 15; 14:5-7.)
Canonicidad. El libro de Oseas figura en primer lugar entre los llamados †œprofetas menores† en las traducciones de la Biblia al español, así como en los manuscritos hebreos más antiguos y en la Versión de los Setenta. Jerónimo especificó que una de las divisiones de los libros sagrados de los judíos era el Libro de los Doce Profetas, que obviamente debía incluir el libro de Oseas para hacer un total de doce. Melitón, que vivió en el siglo II E.C., dejó un catálogo que incluía estos libros, al igual que hicieron Orígenes y otros.
Armonía con los demás libros de la Biblia. Oseas concuerda plenamente con las ideas expuestas en el resto de la Biblia. (Compárese, por ejemplo, Os 6:1 con Dt 32:39; Os 13:6 con Dt 8:11-14; 32:15, 18.) El libro de Oseas alude a sucesos registrados en otros lugares de las Escrituras, como incidentes relacionados con la vida de Jacob (Os 12:2-4, 12; Gé 25:26; 32:24-29; 29:18-28; 31:38-41), el éxodo de Israel de Egipto (Os 2:15; 11:1; 12:13), su infidelidad al servir al Baal de Peor (Os 9:10; Nú 25) y el que la nación pidiese un rey humano (Os 13:10, 11; 1Sa 8:4, 5, 19-22).
Se cita en las Escrituras Griegas Cristianas. Jesucristo citó dos veces de Oseas 6:6, usando las palabras: †œQuiero misericordia, y no sacrificio†. (Mt 9:13; 12:7.) Se refirió a Oseas 10:8 cuando pronunció juicio sobre Jerusalén (Lu 23:30), una declaración que también se utilizó en Revelación 6:16. Tanto Pablo como Pedro hicieron referencia a Oseas 1:10 y 2:23. (Ro 9:25, 26; 1Pe 2:10.) Pablo citó de Oseas 13:14 (LXX) cuando, al hablar de la resurrección, preguntó: †œMuerte, ¿dónde está tu victoria? Muerte, ¿dónde está tu aguijón?†. (1Co 15:55; compárese también Os 14:2 con Heb 13:15.)
Profecías cumplidas. Las palabras proféticas de Oseas 13:16 concernientes a la caída de Samaria se cumplieron. La profecía de Oseas también mostró que Israel sería abandonada por las naciones que habían sido sus amantes. (Os 8:7-10.) De modo que no prestaron ninguna ayuda cuando en 740 a. E.C. Samaria fue destruida y Asiria se llevó cautivos a los habitantes de Israel. (2Re 17:3-6.)
La profecía de Oseas predijo que Dios enviaría fuego a las ciudades de Judá. (Os 8:14.) En el año decimocuarto del reinado de Ezequías, el rey asirio Senaquerib †œsubió contra todas las ciudades fortificadas de Judá y procedió a apoderarse de ellas†. (2Re 18:13.) Sin embargo, Oseas también profetizó que Jehová salvaría a Judá. (Os 1:7.) Esto ocurrió cuando Dios frustró el ataque que Senaquerib había planeado contra Jerusalén y el ángel de Jehová dio muerte a 185.000 hombres del ejército asirio en una noche. (2Re 19:34, 35.) Pero mucho más desastroso fue el †œfuego† que hizo que en 607 a. E.C. el rey Nabucodonosor de Babilonia destruyera Jerusalén y las ciudades de Judá. (2Cr 36:19; Jer 34:6, 7.)
No obstante, de acuerdo con las profecías inspiradas de restauración que se hallan en el libro de Oseas, se recogió a un resto del pueblo de Judá e Israel, y en 537 a. E.C. salió de Babilonia, la tierra de su destierro. (Os 1:10, 11; 2:14-23; 3:5; 11:8-11; 13:14; 14:1-8; Esd 3:1-3.) Pablo citó Oseas 1:10 y 2:23 para destacar la bondad inmerecida que Dios expresa hacia los †œvasos de misericordia†, y Pedro también hizo alusión a estos textos. El que los apóstoles aplicasen esas palabras es una muestra de que las profecías también se refieren al misericordioso recogimiento que Dios hace de un resto espiritual. (Ro 9:22-26; 1Pe 2:10.)
En el libro de Oseas también aparece una profecía mesiánica. Mateo aplicó las palabras de Oseas 11:1 (†œde Egipto llamé a mi hijo†) a Jesús, que de niño fue llevado a Egipto y posteriormente traído de nuevo a Israel. (Mt 2:14, 15.)
[Recuadro en la página 561]
PUNTOS SOBRESALIENTES DE OSEAS
Profecías dirigidas principalmente a Israel (el reino septentrional, al que también se llama Efraín) y que destacan la extraordinaria misericordia de JehováEscrito por Oseas con posterioridad a 745 a. E.C., poco antes de que Asiria llevara a Israel al destierro
La vida matrimonial de Oseas ilustra la relación de Jehová con la nación (1:1–3:5)
Se ordena a Oseas que se case con una mujer que posteriormente se hace adúltera, lo que ilustra la infidelidad de Israel a JehováGómer, la esposa de Oseas, le da un hijo llamado Jezreel. Los siguientes dos hijos de Gómer, Lo-ruhamá (que significa †œ[A Ella] No Se Le Mostró Misericordia†) y Lo-ammí (que significa †œNo Mi Pueblo†), al parecer son producto de su adulterio; los significados de sus nombres indican que Jehová no mostrará misericordia a Israel y que rechaza al pueblo infiel
Tras sufrir el juicio divino por volverse infielmente a la adoración de Baal, Israel será restaurado y volverá a ser bendecido, en cumplimiento del significado del nombre Jezreel (†œDios Sembrará Semilla [Simiente]†)
Se ordena a Oseas que vuelva a tomar a su esposa adúltera; él lo hace, pero le prohíbe volver a cometer fornicación, lo que indica en qué situación estará Israel hasta que se vuelva a JehováJuicios proféticos contra Israel (y Judá) por su infidelidad a Jehová (4:1–13:16)
Al cometer fraude, asesinato, robo, adulterio, idolatría y prostitución espiritual, el pueblo demuestra que no tiene conocimiento de Dios; deberá rendir cuentas
La idolatría de Israel, su corrupción moral y su insensatez al buscar alianzas políticas con naciones enemigas (Egipto y Asiria), en lugar de confiar en Jehová, resultará en que la tierra sea desolada y los sobrevivientes sean desterrados a Asiria
Llamamiento a que se vuelvan a Jehová (14:1-9)
Se insta al pueblo a que pida perdón a Jehová, a que le ofrezca los toros de sus labios y a que no siga confiando en una alianza militar y en caballos de guerra para su protección
El que se vuelva a Jehová resultará en su curación; El lo volverá a amar, y disfrutará de prosperidad gracias a Su bendición
Fuente: Diccionario de la Biblia
Este libro, el primero de la colección de los doce profetas menores que concluye nuestro AT, proviene del ss. VIII a.C.; junto con el de Amós, está dirigido al reino del N, Israel, al que Oseas a menudo llama Efraín. Todas las indicaciones hacen pensar que este profeta tenía su casa en el N, y que amaba su tierra y su pueblo. Por lo tanto, debe haberle resultado más penoso tener que emitir censura y amenazas cuando sus advertencias no eran atendidas. Podemos medir la intensidad de su emoción por su gráfico uso del lenguaje. Usa un buen número de metáforas y símiles en alusiones que en su día sin duda resultaron extremadamente efectivas, aunque su significado exacto a veces elude al entendimiento del lector moderno. Los cambios de tema son abruptos, y en ausencia de frases introductorias no es muy evidente cuándo termina un pasaje y empieza otro. Parecería que el material esta dispuesto en un orden cronológico aproximado, y reconocer situaciones históricas detrás de las palabras del profeta significa descubrir un auxiliar importante para la comprensión de sus escritos.
1. Bosquejo del contenido
1.1 Título
1.2–9 La familia del profeta antes del 752 a.C.
1.10–2.1 Sermón en torno al nombre de sus hijos
2.2–15 El Israel infiel, próspero pero no por mucho tiempo
2.16–23 El nuevo pacto del Señor
3.1–5 El amor del Señor prevalecerá
4.1–5.7 Violenta condenación del culto pagano y sus consecuencias
5.8–7.16 Pánico ante el avance de Asiria ca. 733 a.C.
8.1–14 Desintegración religiosa y política
9.1–9 El despreciado profeta advierte sobre el exilio
9.10–17 La población declinará
10.1–8 Los altares quedarán en ruinas
10.9–15 Cosecharán lo que han sembrado
11.1–11 El amor del Señor rechaza el castigo
11.12–12.14 Sermón sobre Jacob, el engañador
13.1–16 La muerte es inevitable, el exilio es inminente ca. 724 a.C.
14.1–8 La promesa del Señor de perdonar a los que vuelven a él
14.9 Exhortación final
II. Marco histórico
Aunque Oseas profetizó en Israel, el versículo inicial menciona solamente un rey, Jeroboam II, que reinó en Israel. Consideró que sus sucesores no eran dignos de mención, y el período de su ministerio está determinado, en cambio, por los reinados de los reyes de Judá. El período cubierto por la profecía comprende los últimos 30 años del reino del N. Después de cierto número de años de prosperidad, reflejada en la profecía de Amós, pero vista por el profeta como un abuso grosero de los recursos que Dios les había dado, la declinación llega súbitamente después de la muerte del rey Jeroboam II (753 a.C.). El comportamiento sumamente seguro y frívolo que se describe en Os. 4 y 5 sugiere el período inicial del ministerio del profeta, cuando políticamente todo parecía andar bien y la economía era próspera. En esa época una profecía de destrucción habría parecido increíble.
Pasado el tiempo, la secuencia de los acontecimientos debería haber confirmado la verdad de las palabras del profeta, pero no resultó fácil cambiar las actitudes que se habían convertido en costumbre, aun bajo la amenaza de una invasión. Los ejércitos de Asiria se fueron acercando cada vez más a Israel durante el reinado de Tiglat-pileser III (745–727 a.C.), hasta que en 743 Damasco se vio obligada a pagar tributo. Antes de la muerte de Manahem de Israel en 742/1 este mismo rey declara haber recibido tributo de Israel. En una ocasión posterior, cada hombre pagó el precio de un esclavo para evitar la deportación (2 R. 15.19–20).
El rey Peka de Israel trató de rebelarse contra los asirios (740–732 a.C.) en alianza con Siria (Is. 7); aun si Judá se hubiera unido a la coalición, la causa habría seguido siendo desesperada. El poder asirio era demasiado grande, y en 732 Damasco cayó en poder del enemigo. Al mismo tiempo Israel fue invadida, su territorio galileo anexado, y muchos de sus súbditos fueron tomados cautivos (Os. 7.8–9). Durante el reinado de Oseas (732–723/2) se pidió ayuda a Egipto (2 R. 17.4) para tratar de librarse del yugo asirio (Os. 9.3; 11.5; 12.1). La tentativa falló, Oseas fue tomado cautivo, y en 722 Samaria cayó después de un sitio de tres años.
A pesar del empeoramiento de la situación política, no mejoró la forma de vida de Israel, ni hubo deseos de escuchar la palabra del profeta.
III. La forma de vida de Israel
A diferencia de su contemporáneo Amós, Oseas asignó buena parte de la culpa del colapso de Israel a la adopción de un modo de vida extraño tomado de sus vecinos cananeos. Al seguir a “Baal”, la abreviatura usada por el profeta para el nombre de la deidad pagana y todas las cosas que ella representaba, Israel se aferró a un sistema que no solamente afectaba el culto. Todos los aspectos de la vida, incluido el trabajo en los campos, el uso del tiempo libre y las presuposiciones de los deberes y obligaciones sociales, y los compromisos en torno a las decisiones y las relaciones políticas, se vieron afectados por ese estilo de vida. Se consideraba a los baales como fuente de la fertilidad (2.5; 4.10) y prosperidad financiera (2.8). Su adoración no exigía ni autodisciplina ni niveles morales elevados. En cambio, los rituales orgiásticos en los santuarios ejercían atractivo sobre la sensualidad de la naturaleza humana, y militaban en contra de todo lo que la moralidad del pacto antiguo representaba.
Los líderes de la nación, reyes, sacerdotes, y mercaderes, eran los que más pecaban al promover esta forma de vida (5.1–7). Se había convertido en la norma, mientras que la pasión del profeta por lo que consideraba justo se tomaba como necedad e insensatez (9.7). Si los poderosos de la tierra habían de aceptar reprensiones e iniciar reformas, la tarea del profeta no era realmente de envidiar. Hay indicaciones de que ante el primer signo de la cercanía de los asirios hubo un intento de arrepentimiento (6.1–3), pero fue superficial y no produjo una reforma de la sociedad.
La delincuencia social y la injusticia reinaban por doquier. El profeta hace notar los robos y asaltos en los caminos, los asesinatos, el alcoholismo, la intriga (6.7–7.7), y todos los males que provocaban; pero su preocupación no se reduce simplemente a hacer una lista de los pecados y dirigir un dedo acusador contra sus contemporáneos. Lo que lo mortifica y lo lleva a protestar es la elección que había hecho Israel al rechazar a Dios, al que Israel estaba “desposada”, por dioses sin valor alguno, que lejos de dar prosperidad sólo podían ocasionar la ruina de Israel y su pueblo.
IV. El compromiso del profeta
No fue accidental, según el parecer de Oseas, que su propia experiencia personal lo hubiera preparado para comprender la profunda verdad del amor imperecedero del Señor por Israel, a pesar de que ese pueblo lo hubiese rechazado. La forma en que Oseas expresa esto (1.2) plantea problemas al lector moderno. Cualquiera sea la explicación que pudiera revelar un biógrafo, al mirar atrás Oseas podía ver que no fue accidental. El Señor estaba allí, preparando a su siervo para un ministerio que no podría haber ejercido sin esa forma particular de sufrimiento.
Su esposa Gomer le dio tres hijos, cuyos nombres hablaban del juicio del Señor: “Jezreel”, el lugar donde la espada de Jehú terminó con la dinastía de Omri (2 R. 9.23–10.17), “No compadecida” y “No mi pueblo” (1.4–9). Parece que posteriormente abandonó a su esposo por la vida promiscua que la atraía. Finalmente, cuando ya estaba cansada y había perdido su atractivo se encontró abandonada, y fue comprada nuevamente por el esposo que había abandonado. Después de tenerla aislada durante un tiempo, la volvería a tomar como esposa. La historia no se narra explícitamente, porque lo que interesa no es intrigarnos con el sufrimiento humano, sino demostrar el comportamiento consecuente del amor de Dios. Por lo tanto, hay diferentes interpretaciones de la acción del profeta, pero en lo que respecta a Israel, el Señor les mostraría cómo regresar a él después de la disciplina del exilio, y “no mi pueblo” se convertiría nuevamente en “hijos del Dios viviente” (1.10).
Para poder comprender la situación, Oseas utilizó su conocimiento del trato de Dios con los patriarcas, particularmente con Jacob, que trató de seguir su propio camino, hasta el punto de luchar con Dios (12.2–14). Sin embargo, el Señor impuso su voluntad, aun con este hombre astuto del cual descendía la nación. Del mismo modo que Jacob se acarreó el exilio, Efraín estaba preparando su propia destrucción. Así como en el caso de Jacob no se trataba del fin de la historia, del mismo modo el profeta comprendió que el exilio no sería la última palabra sobre la culpabilidad de Israel.
Oseas también conocía la historia del éxodo, y meditó sobre su significado para su propia época (11.1–4). Como padre con hijos descarriados, el Señor siguió haciendo provisión para su pueblo, aunque este no comprendía el origen de su salud y prosperidad. El amor del Señor, como el de un padre que se preocupa por sus hijos, continuó a pesar de la rebelión y el rechazo de estos. Aun llamaba a Efraín “mi pueblo” (11.7). El conflicto entre su amor y la necesidad de castigar y destruir mortificaba el corazón de Dios (11.8). Aquí el profeta llega muy cerca de la revelación neotestamentaria del amor de Dios tal como se lo ve en la cruz.
En 9.7 se intuye oposición por parte de las autoridades. No es de sorprender, en vista del trato acordado a los profetas anteriores (1 R. 19.2; 22.8; Am. 7.12–13), que se considerase a Oseas como un necio que ocasionaba problemas y al que podía tratarse como un loco, al que se podía encerrar si fuera necesario. Se identificó con el sufrimiento del Señor, y lo compartió en la misma medida en que compartía su amor.
V. La teología de Oseas
Si bien Oseas tenía un mensaje para los vecinos de Israel al mismo tiempo que para el pueblo de Dios, el profeta se concentra en la relación entre Dios e Israel, unidos, como lo estaban, por un pacto en el cual el nombre de Yahvéh constituía garantía y señal de buena fe (12.9). Los términos del pacto se mencionan en 13.4, donde se hace referencia al primer mandamiento. Es evidente que los Diez Mandamientos eran conocidos. El nombre Yahvéh es el que aparece con mayor frecuencia, y cuando se emplea Elohim casi siempre va acompañado del posesivo, “vuestro Dios” o “nuestro Dios”. Cuatro veces Oseas utiliza la forma heb. Él, el “Santo” (11.9, 12), el Dios viviente (1.10), y el Dios de los ejércitos (12.5). El acento recae aquí en la incomparabilidad del Dios de Israel.
En otro nivel, Oseas ve que Israel se ha creado problemas a sí misma. Los desastres naturales y las derrotas militares de Israel son resultado del desenvolvimiento de una ley providencial de causa y efecto, aunque Oseas nunca menciona que ella opere en forma mecánica. Es el Señor mismo el que actúa en las circunstancias, carcomiendo secretamente “como polilla”, o “como carcoma”, para producir el colapso (5.12). Esta ley seguirá operando hasta que se haya realizado plenamente el juicio. Fallarán las cosechas (9.2), será inútil guardar riquezas (9.6), no habrá concepción, y aun si los hubiera los niños nacerían para ser pasto de la guerra (9.11–14). Los hombres deben aprender que los misteriosos poderes generativos que poseen, y la vida reproductiva de las plantas y los animales, no están en última instancia bajo control humano. Existe una retribución automática cuya función es limitar el abuso.
Oseas emplea símiles poco usuales al asemejar al Señor a un león, un leopardo, y una osa que ha perdido los cachorros (13.7–8). En cada caso el animal hace ni más ni menos que lo que por naturaleza se espera que haga. Tal era el amor de Dios que no podía hacer menos que rugir, destruir, y devorar. A él también le habían robado el amor de su pueblo, y los enfurecidos ejércitos asirios iban a despedazar, devorar, y llevarse su presa literalmente. De este modo vemos que los acontecimientos históricos y el mundo de la naturaleza actúa de acuerdo con la voluntad del Señor.
¿Consideraban los contemporáneos de Oseas que las acusaciones del profeta eran exageradas, y el castigo, consiguientemente, fuera de proporción con el pecado cometido? Bien puede haber sido así, y por ello la insistencia de Oseas en que a través de su historia, con la posible excepción de la euforia inicial provocada por la liberación de Egipto (2.15; 11.1), Israel había sido rebelde. Su verdadera naturaleza se evidenció tan pronto encontraron el culto a Baal en el desierto (9.10; 13.16). El nombramiento de reyes fue otro signo de apostasía (13.10; cf. 9.15), y el profeta habla acerca del colapso de la monarquía cuando los reyes fueron asesinados y remplazados por usurpadores (7.7; 8.4). Nuevamente se vio que la historia actuaba de acuerdo con el propósito del Señor, y su significado podía discernirlo el hombre que marchaba al unísono con la palabra de Dios. La apostasía de los contemporáneos de Oseas fue la culminación de una larga historia de rebelión, y ahora había llegado el momento de que Dios le pusiera punto final. En realidad, Israel no conocía a Dios, aunque profesaba conocerlo (8.2). Por ello comprendían mal el trato que él les daba. No era posible solucionar esta enajenación, principalmente porque Israel no admitía que existiera tal enajenación. Ni los llamados ni las amenazas hacían impresión alguna y, en consecuencia, tenía que llegar el castigo.
Indudablemente Israel confiaba demasiado en el culto público. La fórmula de arrepentimiento (6.1–3) puede haber sido una “confesión general” muy conocida, y no faltaba gente en los cultos en los santuarios (4.13; 8.11). Se ofrecían sacrificios y se observaba el ritual, pero no se tenía la más mínima conciencia de la necesidad de perdón, y por lo tanto, el culto no daba fruto en vidas cambiadas (6.4–6). El conocimiento de Dios les habría hecho entender cuán enorme era su necesidad de ser perdonados y de responder positivamente a la fidelidad del amor de Dios. Sin estos dos elementos nunca podía haber justicia y relaciones rectas entre los hombres.
En vista de todo esto, ¿qué podía esperar Oseas para su propia época y las venideras? Sabía que la próxima etapa sería el exilio y la destrucción de todo lo que tenía valor para Israel. Ya no tendrían acceso a sus ídolos (2.6), no podrían celebrar sus festivales, y la pobreza les haría comprender su desesperada necesidad (2.9s). Esta experiencia los llevaría de vuelta al Señor (2.7) y haría que la “esposa adúltera” nuevamente escuchara sus palabras de amor (2.14). El resultado sería el verdadero arrepentimiento (3.5) y una relación conyugal duradera (2.19–20).
Más adelante en el libro, cuando la espada asiria estaba a punto de completar su abra, el profeta encontró esperanza en la meditación sobre el éxodo (12.13). En aquella época Israel no había merecido la liberación, y sin embargo, el Señor actuó a través de su profeta Moisés para realizarla. Todavía tenían el mismo Señor (13.4), en quien estaba su única esperanza (14.4). La angustia que el profeta vio tan claramente involucrada en el amor de Dios finalmente iba a conducir a la encarnación y la cruz. Jesucristo pagaría la condena por la enajenación de los hombres, y de ese modo abriría el camino para volver a la comunión con Dios. La confesión de 14.1–3 adquiriría sentido entonces para los hombres, y la bendición prometida se haría realidad (14.4–8). Después de eso el Señor vería correspondida su benevolencia.
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W. R. Harper, Hosea ,
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Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico