(heb., matar, geshem, lluvia copiosa, yoreh, lluvia temprana, malcoch, lluvia tardía; gr., brecho, lluvia, juetos, lluvia). La palabra en las Escrituras se usa tanto en sentido lit. como figurado. El contraste entre precipitación en Egipto y Palestina se presenta en Deu 11:10-12.
Siendo que el verano es muy seco en Israel, la estación de las lluvias llega en la primavera (las últimas lluvias) y en el otoño (las primeras lluvias). Uno puede estar casi seguro de que aprox. desde el primero de mayo hasta alrededor del 15 de octubre no lloverá (Cantar de los Son 2:11). Muchas personas entonces dormían sobre los techos de las casas para escapar al calor y disfrutaban de la brisa fresca de la noche. La mayor cantidad de lluvia caía entre noviembre y febrero. Las lluvias de la primavera se consideran como una bendición natural, tanto que asumen un significado escatológico (Joe 2:23; Zec 10:1). La retención de la lluvia en la estación apropiada, particularmente en la primavera, era considerada como un castigo muy severo (Deu 28:23-24; 1Ki 17:1-16), y por el contrario, la abundancia de lluvia denotaba la rica bendición del Señor sobre su pueblo (Deu 28:12). El hambre, uno de los efectos más trágicos por la carencia de lluvia, era por lo tanto visto como una indicación de disgusto divino (2Sa 21:1-14). En los conceptos paganos, Baal era concebido como el dios de la lluvia. El desafío de Elías en el monte Carmelo era probar la superioridad del Dios de Israel en el reino de las fuerzas de la naturaleza.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
Es un don de Dios, que llueve sobre justos e injustos, Mat 5:45.
– A veces, son bendiciones, Deu 32:2.
– A veces, perturbaciones enviadas por Dios, Gen 7:4 : (diluvio),Gen 10:12.
– Baal era el «dios de la lluvia» contra el que luchó Elías, y lo venció, porque no es dios, 1 R; Gen 18:17-40.
– El huracán y granizo. como símbolo de castigo y juicio, Isa 30:30, Rev 16:8.
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
http://biblia.com/diccionario/
Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
Como Israel es, en general, una tierra seca, con abundancia de zonas desérticas, el régimen de lluvias constituye el elemento climático más importante para la agricultura. Mientras vivieron en Egipto, los israelitas eran testigos de cómo los cultivos dependían allí de las inundaciones periódicas del Nilo. Pero en la Tierra Prometida las cosas eran diferentes, pues las ll. era el factor principal. Los cananeos tenían a †¢Baal como el que las proveía. Desafortunadamente, los israelitas cayeron en el pecado de imitar a los cananeos, a pesar de que Dios les había prohibido la idolatría. La obediencia al Señor era lo que podía traer la †œ ll. en su tiempo (†Yo daré la ll. de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía» [Deu 11:14]; †œTe abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la ll. a tu tierra en su tiempo† [Deu 28:12]).
La †œll. temprana† era la que llegaba a finales de octubre y duraba varios días. Era la que permitía el comienzo de la siembra, al ablandar la tierra endurecida tras el verano. De diciembre a febrero la frecuencia de las ll. se hacía mayor. La †œll. tardía† arribaba entre marzo y abril, antes de la siega. Llegada ésta, se apreciaba que no lloviera (Pro 26:1).
ausencia de ll. es una maldición (†œMontes de Gilboa, ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros† [2Sa 1:21]). La desobediencia a Dios haría que faltaran (†œ… y se encienda el furor de Jehová sobre vosotros, y cierre los cielos, y no haya ll.† [Deu 11:17]). Por los pecados de los israelitas †œfaltó la ll. tardía† (Jer 3:3), pero llegará el día en que serán restaurados. Entonces, Dios †œhará descender … ll. temprana y tardía como al principio† (Joe 2:23), verdaderas †œ ll. de bendición† (Eze 34:26).
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
tip, AGRI
ver, DILUVIO
vet, Palestina difería de Egipto en que su vegetación dependía de la lluvia, y no de la irrigación regular. El clima de Siria y de Palestina se caracteriza por una división del año en estación lluviosa y seca. Hacia el final de octubre empieza a darse a intervalos una lluvia frecuentemente tormentosa, durante uno o varios días seguidos. La Biblia llama a esto lluvia temprana (Jer. 5:24). Su nombre heb. es «yõreh» («la torrencial»); inaugura el año agrícola al esponjar el suelo endurecido y resquebrajado por la sequía del verano, y podía comenzar el labrado de la tierra, seguido de la sementera. Hasta el final de noviembre, la media pluvial no es demasiado elevada, pero aumenta desde diciembre a febrero. Las lluvias tardías (heb. «malgõsh») son los fuertes chubascos de marzo a mediados de abril. Son particularmente apreciados, por cuanto caen antes de la siega y de la larga sequía de los meses de verano. La frecuente mención de las lluvias tempranas y tardías no debería dar la impresión de que sólo las hay hacia el equinoccio de otoño y de primavera. El invierno mismo entra de lleno en la estación lluviosa, como lo dice el poeta hebreo: «Porque he aquí ha pasado el invierno, se ha mudado, la lluvia se fue» (Cnt. 2:11). En Palestina caen alrededor de 700 mm. de agua anuales, en tanto que en la misma Francia la media es de 600 a 650 mm. En mayo empezaba la sequía que persistía hasta octubre; no sólo no llovía durante estos meses, sino que apenas si se veía una nube en el cielo, y una tormenta en esta época era considerada un prodigio (cfr. 1 S. 12:16-18). El labrador debía esperar con paciencia que Dios enviara la lluvia a su debido tiempo (Stg. 5:7). La lluvia es una gran bendición de Dios (Sal. 65:10-13; 68:10; Lv. 26:4; Dt. 28:12). En ocasiones es esperada con verdadera ansiedad, ya que su ausencia puede marcar un verdadero castigo (Am. 4:7; Dt. 28:24; 1 R. 8:35; 17:1; Is. 5:6; Ap. 11:6). Al prometer la restauración de Israel en la tierra de Canaán, el Señor promete que volverá a enviar las lluvias tempranas y las tardías como en el pasado (Jl. 2:23; cfr. Dt. 11:14; Ez. 34:26). Con respecto al cataclismo del Diluvio y la lluvia que duró «cuarenta días y cuarenta noches», se debe señalar que aquella magna inundación universal se debió a una suma de causas, en las que se incluyen la lluvia citada («geshem») y «la rotura de las fuentes del gran abismo». (Véase DILUVIO.) ***
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
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Fenómeno natural de la caída de agua, base fundamental de la vida vegetal y animal sobre la tierra.
En lenguaje cristiano se mira como un regalo de Dios, tal como el mismo Jesús lo indica aludiendo al Padre que es quien «hace llover sobre justos y pecadores». (Mt. 5.45)
En psicología dinámica se suele traducir por «lluvia de ideas» (en inglés, brainstorming) a la técnica de animación grupal, que consiste en fomentar un aluvión o torbellino de sugerencias o de ocurrencias en un grupo para estimular su intervención y participación. (Ver Grupales, lenguajes)
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
La lluvia es muy escasa en Palestina. Las primeras lluvias caen en octubre y noviembre; las tardías, en marzo y abril. Los hebreos pensaban que la lluvia procedía de las aguas superiores, que estaban arriba, por encima del firmamento, como en un inmenso depósito. Esta lluvia, necesaria para los productos de la tierra, es como un don del cielo (Mt 5,45), pero a veces puede ser catastrófica (Mt 7,25. 27); la lluvia puede ser de fuego, y entonces es símbolo de castigo (Lc 17,29).
E. M. N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
Parte esencial del ciclo mediante el cual el agua que se eleva a la atmósfera en forma de vapor desde las superficies terrestres y acuosas de nuestro planeta, se condensa y cae al suelo, y así aporta la humedad necesaria para la vida vegetal y animal. La Biblia habla de la lluvia en relación con este confiable ciclo sabiamente ordenado. (Job 36:27, 28; Ec 1:7; Isa 55:10.)
Aparte de los términos que se traducen por lluvia, hay un buen número de palabras hebreas y griegas alusivas a la lluvia que se traducen por expresiones como †œaguacero†, †œlluvia fuerte† (1Re 18:41; Eze 1:28), †œlluvia constante† (Pr 27:15), †œlluvia de otoño† o †œtemprana†, †œlluvia de primavera† o †œtardía† (Dt 11:14; Snt 5:7), †œsuaves lluvias† (Dt 32:2), †œtempestad de lluvia† (Isa 4:6) y †œchaparrones copiosos† (Sl 65:10).
Al comienzo del período de preparación del planeta, †œDios no había hecho llover sobre la tierra†, pero †œuna neblina subía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo†. La época a la que aquí se hace referencia debió ser a principios del tercer †œdía† creativo, antes de que apareciese la vegetación. (Gé 2:5, 6; 1:9-13; véase NEBLINA.) La primera vez que se menciona la lluvia de manera específica en el registro bíblico es en el relato del Diluvio. En aquel tiempo, †œlas compuertas de los cielos fueron abiertas†, y †œsiguió la fuerte precipitación sobre la tierra por cuarenta días y cuarenta noches†. (Gé 7:11, 12; 8:2.)
Cómo se produce. Una de las preguntas que Jehová le planteó a Job, y que subrayó el entendimiento limitado que el hombre tiene acerca de la Tierra y de las fuerzas y leyes de la creación, fue: †œ¿Existe padre para la lluvia?†. (Job 38:28.) Aunque los meteorólogos han hecho muchos estudios sobre cómo se produce la lluvia, todo cuanto se sabe hasta ahora no deja de ser teoría. Cuando el aire caliente, que lleva consigo vapor de agua, asciende y se enfría, su carga húmeda se condensa en pequeñas gotas de agua. Según sostiene una teoría, la precipitación del agua se produce cuando las gotas de vapor de agua condensado caen y crecen por agregación e impacto con las gotas de agua más pequeñas de nubes más bajas, hasta que alcanzan un peso superior al empuje del aire ascendente y caen en forma de lluvia. Otra teoría explica que las agujas de hielo que se forman en las nubes superiores debido a las bajas temperaturas que se dan en lo alto de la atmósfera, caen en el curso de los movimientos de ascenso y descenso a que están sujetas, y cuando lo hacen, se funden en gotas de agua al pasar por corrientes de aire más caliente.
Jehová es una fuente de lluvia. Jehová no era un simple †œdios de la lluvia† para Israel. No era como Baal, quien, según pensaban los cananeos, traía la estación lluviosa cuando despertaba a la vida. Los israelitas fieles reconocían que Jehová, no Baal, era quien podía retener la preciosa lluvia. Este hecho se ilustró con claridad cuando Jehová trajo una sequía a Israel durante el tiempo en que el culto a Baal estaba en auge, en los días del profeta Elías. (1Re 17:1, 7; Snt 5:17, 18.)
Fue Jehová quien hizo los preparativos para que lloviese sobre la Tierra. (Sl 147:8; Isa 30:23.) La declaración †œha dividido un canal para la inundación†, tal vez se refiera a cómo hace Dios que las nubes canalicen la lluvia sobre ciertas partes del globo. (Job 38:25-27; compárese con Sl 135:7; Jer 10:13.) Su poder para controlar la lluvia en armonía con su propósito es una de las cosas que distinguió a Jehová de los dioses idolátricos inertes que adoraban las naciones vecinas de Israel. (Jer 14:22.) En la Tierra Prometida los israelitas aún tuvieron más razón para apreciar esta provisión de Jehová que cuando estaban en Egipto, pues en este país la lluvia es poco frecuente. (Dt 11:10, 11.)
Cuando Pablo y Bernabé predicaron a los griegos de Listra, explicaron que las lluvias eran un testimonio del †œDios vivo† y una demostración de su bondad. (Hch 14:14-17.) No solo se benefician los buenos y los justos, sino todas las personas; por consiguiente, como Jesús señaló, el amor de Dios en este respecto debería servir de modelo para los humanos. (Mt 5:43-48.)
Las precipitaciones en la Tierra Prometida. Una característica del clima de la Tierra Prometida es la variedad en la cantidad de precipitaciones. Hay dos factores determinantes que lo explican: la proximidad al mar y la orografía del terreno. La llanura que discurre paralela a la costa mediterránea tiene una gran cantidad de precipitaciones durante la temporada de lluvias, cantidad que disminuye según se baja de N. a S. La humedad que el viento arrastra desde el mar hacia el E. se concentra sobre todo en la región montañosa, donde se da un elevado índice de condensación, por lo que la precipitación tiende a ser mayor en esa zona. En consecuencia, el valle del Jordán se halla protegido de la lluvia, pues el aire descarga gran parte de su humedad a su paso por las montañas y sufre un progresivo calentamiento al dirigirse hacia el valle. No obstante, cuando este aire alcanza la elevada meseta que está al E. del Jordán, se forman nuevamente nubes que descargan alguna precipitación. Este hecho permite que en esa franja oriental la tierra sea idónea para el pastoreo y algunas variedades de cultivos. Más hacia el E. se halla el desierto, donde la lluvia es escasa e infrecuente y no riega el suelo lo suficiente como para que sea aprovechable para el cultivo o la cría de ganado.
Estaciones. En la Tierra Prometida, las dos estaciones principales, el verano y el invierno, pueden denominarse con bastante exactitud: la estación seca y la estación lluviosa. (Compárese con Sl 32:4; Can 2:11, nota.) Desde mediados de abril hasta mediados de octubre llueve muy poco, y es cuando se lleva a cabo la cosecha. Proverbios 26:1 muestra que se consideraba algo fuera de lugar el que lloviese en el tiempo de la cosecha. (Compárese con 1Sa 12:17-19.) Durante la estación lluviosa las precipitaciones no son constantes; se alternan con días claros. Como esta también es la época fría, el estar expuestos a la lluvia resulta muy desapacible. (Esd 10:9, 13.) Por lo tanto, se agradece mucho un refugio confortable. (Isa 4:6; 25:4; 32:2; Job 24:8.)
Lluvias de otoño y primavera. La Biblia menciona la †œlluvia [temprana] del otoño y la lluvia [tardía] de la primavera† que Dios prometió que caerían sobre los israelitas fieles como una bendición. (Dt 11:14, nota; Jer 5:24; Joe 2:23, 24.) Durante los meses de verano e invierno, el labrador esperaba estas lluvias con paciencia. (Snt 5:7; compárese con Job 29:23.) La lluvia temprana, o de otoño (que empezaba a mediados de octubre), se esperaba ansiosamente para aliviar el calor y la sequedad del verano. Era necesaria antes de empezar la siembra, pues ablandaba el suelo y permitía que el labrador arase su tierra. Asimismo, la lluvia tardía o de primavera (a mediados de abril) se requería para regar las cosechas, y en especial el grano, de modo que pudiese madurar. (Zac 10:1; Am 4:7; Can 2:11-13.)
Uso figurado. Cuando Dios bendecía a Israel con lluvias en su tiempo señalado, resultaba en abundancia. Por consiguiente, Oseas pudo prometer que Jehová †œ[vendría] como lluvia fuerte†, †œcomo lluvia de primavera que satura la tierra† para los que intentaran conocerle. (Os 6:3.) Las instrucciones de Dios †œ[gotearían] como la lluvia† y sus dichos, †œcomo suaves lluvias sobre la hierba y como copiosos chaparrones sobre la vegetación†. (Dt 32:2.) Penetrarían con lentitud, pero lo suficiente como para refrescar totalmente, como un chaparrón sobre la vegetación. De manera similar, el asemejar al resto reunido de Jacob con †œchaparrones copiosos sobre vegetación† indicaba refrigerio y abundancia. (Miq 5:7.)
El reinado del rey de Dios descrito en el Salmo 72 se distinguiría por prosperidad y bendición. Por eso se dijo que descendería †œcomo la lluvia sobre la hierba cortada, como chaparrones copiosos que mojan la tierra† y producen vegetación nueva. (Sl 72:1, 6; compárese con 2Sa 23:3, 4.) La buena voluntad de un rey se asemejaba a †œla nube de lluvia primaveral†, pues aseguraba condiciones agradables por venir, igual que las nubes portadoras de lluvia garantizaban el agua necesaria para que fructificaran las cosechas. (Pr 16:15.)
Sin embargo, la lluvia no siempre contribuye a producir cosechas benditas para el cultivador, también puede producir espinos y abrojos. Pablo se valió de este hecho al comparar la tierra que embebe el agua de la lluvia a los cristianos que †œhan gustado la dádiva gratuita celestial, y que han llegado a ser participantes de espíritu santo†. Si se apartaran de la verdad en lugar de producir el fruto del espíritu, se les tendría que quemar como un campo de espinos y abrojos. (Heb 6:4-8.)
En su visión de la Revelación, Juan vio †œdos testigos† que tenían †œla autoridad para cerrar el cielo de modo que no [cayera] lluvia durante los días de su profetizar†. (Rev 11:3-6.) Estos †œtestigos†, que representaban a Dios como †˜profetas†™ o voceros, no pronunciarían el favor o la bendición de Dios sobre los planes y las obras de los hombres inicuos de la Tierra. Al igual que Elías, que anunció una sequía de tres años y medio sobre Israel, debido a que practicaban la adoración de Baal que el rey Acab y su esposa Jezabel fomentaron, estos †œdos testigos† †œ[cerraron] el cielo† de manera figurada para que no cayese ninguna †œlluvia† refrescante procedente de Dios que hiciera prosperar tales esfuerzos humanos. (1Re 17:1–18:45; Lu 4:25, 26; Snt 5:17, 18.)
Fuente: Diccionario de la Biblia
El AT destaca la importancia y el carácter de la lluvia mediante el uso de diversos términos. La voz general es māṭār, a veces en combinación con gešem, aguacero violento (1 R. 18.41; Esd. 10.9, 13), para sugerir lluvias torrenciales (Zac. 10.1; Job 37.6); zerem, tempestad (Is. 25.4; 28.2; 32.2; Hab. 3.10; Job 24.8), a veces acompañada de granizo (Is. 28.2; 30.30). Contrastan con los anteriores los rebı̂ḇı̂m, ‘chaparrones’ (Dt. 32.2; Sal. 65.10; Jer. 3.3; 14.22, Mi. 5.7) y resı̂sı̂m, ‘rocío’ (Cnt. 5.2). Las lluvias de estación, yôreh y môreh, ‘lluvias tempranas’, y malqôš, ‘lluvias tardías’, hacen referencia al comienzo y la terminación de la estación lluviosa (Dt. 11.14; Job 29.23; Os. 6.3; Jl. 2.23; Zac. 10.1s; Stg. 5.7).
Con frecuencia el término māṭār indica que esta fuente de bendición para el hombre proviene de Dios mismo, desde los cielos. Los baales se relacionaban primitivamente con los manantiales, los pozos y los arroyos, pero Yahvéh era el dador de las lluvias (Jer. 14.22), porque “¿hay entre los ídolos de las naciones quien haga llover?” Elías vindicó este desafío ante los sacerdotes de Baal (1 R. 18.17–40). Es así que se invoca al cielo para conseguir lluvia (Sal. 72.6), y se comparan sus bendiciones con los dispositivos mecánicos del shaduf egipcio que se utilizaba para sacar agua del Nilo (Dt. 11.11). El heb. šeṭef, ‘lluvia torrencial’, ‘inundación’ (Sal. 32.6; Pr. 27.4; Dn. 9.26; 11.22; Nah. 1.3), se utiliza en el plural en Job 38.25 para significar canales de irrigación (normalmente peleḡ, como en Sal. 1.3; 119.136; Pr. 5.16; 21.1; Is. 30.25; 32.2; Lm. 3.48), como si se equiparara un gran aguacero con un canal de agua que se vierte desde el estanque celestial (cf. “el peleḡ de Dios”, Sal. 65.9; tamb. Gn. 7.11, donde se abren las ˒arubbôṯ o ‘esclusas’ del cielo). La lluvia suave o el rocío (ṭal) se relacionan con dones benéficos (Dt. 33.13). Es la primera de las bendiciones prometidas a la tierra de Jacob (Gn. 27.28) y a Israel (Dt. 28.12). Se compara la caída de la lluvia con las bendiciones del reino (Sal. 72.6–7). En contraste, se equipara la presencia de nubes y viento sin lluvia con “el hombre que se jacta de falsa liberalidad” (Pr. 25.14). (* Rocío )
Las lluvias de Palestina se identifican tan estrechamente con la estación fresca que la voz
Los especialistas modernos concuerdan en que no se ha producido ningún cambio climático dentro de los tiempos históricos. Véase J. W. Gregory, “The Habitable Globe: Palestine and the Stability of Climate in Modern Times”, Geog. Journ. 76, 1947, pp. 487ss; W. C. Lowdermilk, Palestine, Land of Promise, 1944, pp. 82ss; A. Reifenberg, The Struggle between the Desert and the Sown, 1956, pp. 20–24; N. Shalem, “La Stabilité du Climat en Palestine”, Proc. Desert Research, UNESCO, 1953, pp. 153–175. Esto no quiere decir que no se hayan producido fluctuaciones de menor importancia en el clima, sino que no han sido lo suficientemente grandes como para influir materialmente sobre las civilizaciones. Las sequías prolongadas, como las que vemos en 1 R. 17.7; Jer. 17.8; Jl. 1.10–12, 17–20, indican sus desastrosos efectos, especialmente cuando no hay rocío que compense la falta de lluvias (2 S. 1.21; 1 R. 17.1; Hag. 1.10). (* Nube; * Rocío; * Palestina )
Bibliografía. A. Fernández, “Geografía de Palestina”, °EBDM, t(t). III, cols. 793–802; °AHWB, pp. 17; M. Noth, El mundo del Antiguo Testamento, 1975, pp. 48ss.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico