AMONITAS

Descendientes de Ben-amí­, o Amón (Gen 19:38). Estaban emparentados con los moabitas por sus antepasados y con frecuencia aparecen en las Escrituras aliados a ellos. Ya que por sus antepasados estaban emparentados con Israel, †œhijos de mi pueblo†, los israelitas recibieron la orden del Señor de no pelear con ellos al viajar hacia Canaán (Deu 2:19). Muchos años después los amonitas guerrearon contra Israel para extender sus fronteras más hacia el oeste. Aunque esta tierra nunca perteneció a los amonitas, ellos decí­an que sí­, lo que les daba una razón para su agresión (Jdg 11:13).

El pueblo era agresivo y rebelde y, aparte del perí­odo cuando Najas era aliado amistoso de David (2Sa 10:1 ss.), eran hostiles hacia Israel.

Amenazaron sacarles el ojo derecho a todos en Jabes de Galaad (1Sa 11:2). Cometí­an crueles homicidios (Jer 40:14; Jer 41:5-7; Amo 1:14). Aunque parientes de Israel, se negaban a ayudarles cuando lo pedí­an, y se unieron a Moab al conseguir a Balaam para que los maldijera (Deu 23:3-4). Más adelante en la historia de Israel, se aliaron con Sanbalat para entorpecer la obra de Nehemí­as de reconstruir los muros de Jerusalén (Neh 2:10-19). Ofrecí­an sacrificios humanos a su í­dolo principal, Moloc (Rey. 11:7).

Por sus pecados y especialmente porque constantemente hostigaban a Israel, Ezequiel predijo la destrucción total de ellos (Eze 25:1-7). Su último intento parece haber sido contra Judas Macabeo (1Ma 5:6).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

tip, TRIB ESCA

vet, Nombre de los descendientes de «Ben-ammi», el hijo menor de Lot con su hija menor, nacido en una cueva de un monte cerca de Zoar, ahora llamado «Zi’ara», unos pocos kilómetros al norte de Hesbón. Sus descendientes eran vecinos de Israel al oriente, entre el Arnón y el Jaboc, y tuvieron mucha relación con la historia de Israel. Dios habí­a ordenado a Moisés que no tocara a los amonitas; la tierra de ellos no podrí­a ser poseí­da por Israel (Dt. 2:19, 37). Dios la habí­a dado a los hijos de Amón. La capital de ellos era Rabat-amón, que fuera quizá su única ciudad, puesto que eran una nación nómada. A ninguno de esta nación se le debí­a permitir la entrada en la congregación de Israel hasta la décima generación, esto es, nunca (Dt. 23:3; Neh. 13:1). Juntamente con Amelec, ayudaron al rey de Moab contra Israel, y Jericó cayó en poder de ellos (Jue. 3:13). Israel sirvió a sus dioses, y Dios entregó a las tribus de ambas riberas del Jordán para que sirvieran a los amonitas. Al clamar los israelitas a Jehová, los hijos de Amón fueron derrotados por Jefté. En los primeros dí­as del rey Saúl asediaron Jabes-galaad, y solamente estaban dispuestos a firmar la paz bajo la condición de que se arrancaran los ojos derechos de sus habitantes, a fin de arrojar deshonra sobre Israel. Saúl se lanzó apresuradamente en su ayuda, y lanzó a los amonitas a la desbandada (1 S. 11:1-11; 12:12). El oro y la plata que les fue arrebatado en la batalla fueron dedicados a Jehová por David. Su rey insultó a los siervos de David cuando envió mensajeros a consolarle por la muerte de su padre, de la misma manera que el mundo rehúsa la bondad del rey de parte de Dios, y ello atrae juicio sobre él (2 S. 10:1-10; 11:1; 12:26-31). Por otra parte, Sobi, de Rabá, trajo provisiones cuando David huí­a de Absalón (2 S. 17:27), y Selec, amonita, es contado entre los treinta valientes de David (2 S. 23:37). Salomón amó a algunas de sus mujeres, y la madre de Roboam, su sucesor, fue Naama, amonita (1 R. 14:21, 31). Hostigaron a Israel con suerte diversa hasta los dí­as de Joaquí­n (2 R. 24:2). Al ser Lot padre de Moab y de Amón, no es sorprendente que ambas naciones se coligaran con frecuencia en sus ataques contra Israel. El aborrecimiento del pueblo de Dios los uní­a en un deseo común de borrar el nombre de Israel como nación (Sal. 83:4-8). Tobí­as, un amonita, fue un perturbador adversario de los judí­os a su retorno del cautiverio babilónico (Neh. 2:10, 19; 4:3, 7). Sin embargo, los judí­os «mezclaron el linaje santo» con esta nación (Esd. 9:1, 2; Neh. 13:23-25). Toda la historia nos da instrucción con respecto a la imperativa necesidad de mantenerse separados de las contaminaciones del mundo a fin de poder caminar con Dios, y recibir bendición de El. Cuando el rey del norte, en un dí­a futuro, entre en «la tierra gloriosa», Edom, Moab y Amón escaparán de su mano (Dn. 11:41); son reservados para que sean sometidos por Israel, a quien habí­an seducido y perseguido en el pasado (Is. 9:14). Milcom y Moloc eran los dioses de los amonitas; Salomón fue seducido a darles culto por sus esposas extranjeras (1 R. 11:5, 7).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado