de nuevo, le dirigió la palabra al profeta E. y le mandó volver al encuentro de Ajab, rey de Israel, quien se encontraba en Samaria, en la viña de Nabot, a quien había asesinado para apropiarse de su huerto. E. le comunicó al rey el castigo que recibiría de Yahvéh por haber hecho pecar al pueblo con la idolatría a Baal, por el homicidio y la usurpación del predio de Nabot, instigado por su mujer Jezabel, quien moriría devorada por los perros, en Yisreel: la casa de Ajab sería exterminada, 1 R 21, 17 26. Pero el rey Ajab, al oír las palabras de Yahvéh, por medio de E., se arrepintió, hizo penitencia y se humilló ante el Señor, lo que le valió la postergación del castigo, que se llevaría a cabo en el reinado de su hijo, 1 R 21, 27-29. A la muerte de Ajab, le sucedió en el trono de Israel su hijo Ocozías, 853852 a. C., quien también pecó, como su padre. Ocozías tuvo una caída de su cámara alta en Samaria, quedando gravemente herido, y envió a consultar al dios Baal Zebub, sobre su salud. E. recibió la palabra del íngel de Yahvéh, para que fuera al encuentro de los mensajeros del rey y éstos le llevaran el mensaje del Señor, según el cual, moriría irremediablemente de las heridas. Ocozías murió, según las palabras que Yahvéh le había comunicado a E., y reinó en su lugar Joram, su hermano, 2 R 1, 1-18.
Elías partió junto con Eliseo, de Guilgal para Betel. En esta ciudad las hermandades de los profetas salieron a recibir a Eliseo, y ya sabían que E. sería arrebatado hacia el cielo. Fueron a Jericó, a orillas del río Jordán, donde E. golpeó el agua con su manto y éstas se abrieron, de modo que el profeta y Eliseo pasaron de un lado a otro sobre el lecho seco. E. le dijo a Eliseo que pidiera lo que quisiera, antes de ser arrebatado al cielo, y éste pidió que le pasara dos tercios de su espíritu, cuestión difícil, pues el espíritu profético no se transmite, sino que es Dios quien lo concede, como le dio a entender E. Caminaban juntos, cuando un carro de fuego con caballos de fuego arrebató a E. y subió al cielo. Cuando Eliseo dejó de verlo, desgarró sus vestidos, recogió el manto de E., que había caído de sus espaldas, volvió al Jordán y golpeó con él las aguas, las cuales se abrieron y Eliseo pasó a la otra orilla, donde los discípulos de los profetas exclamaron: †œEl espíritu de E. se ha posado sobre Eliseo†. Los discípulos enviaron cincuenta hombres a buscar al profeta E., contra lo que pensaba Eliseo, pero la búsqueda fue inútil, 2 R 2, 1-18.
En 2 Cro 21 11-15, se menciona una carta de E. para Joram, rey de Israel, 852-841 a. C., en la cual le anuncia el castigo por sus crímenes, la cual debe ser apócrifa, pues ya E. había sido arrebatado al cielo, según se dice en 2 R 2, antes de reinar Joram. En el libro de Sirácida, en la Historia de los padres, se hace el elogio del profeta E., Si 48, 1-11.
El último de los profetas Malaquías, dice que E. volverá antes de que llegue el día de Yahvéh, Ml 3, 23-24. Este oráculo influiría grandemente en la escatología judía, como se puede ver en el Libro de Henoc. A Juan Bautista los judíos le enviaron sacerdotes y levitas para que le preguntaran si era E., a lo cual Juan respondió que no, y, por el contrario, citó el oráculo del profeta, Is 40, 3: †œYo soy el que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor†, Jn 1, 19-23. Muchos judíos creían que Jesús era E., Mt 16, 14; Lc 9, 8; sin embargo, el mismo Jesús dice que E. ya vino en el Precursor Juan Bautista, Mt 11, 7-14; 17, 10-13; Lc 1, 17.
En la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor donde estaban también los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, se les aparecieron Moisés y E., Mt 17, 3; Mc 9, 4; Lc 9, 30. Cuando Jesús, en la cruz, exclamó: †œÂ¡Elí, Eli!, ¿lemá sabactaní?†, algunos de los que allí estaban decían: †œA E. llama éste†, Mt 27, 46-47; Mc 15, 34-35.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
El nombre de Dios en las Escrituras se escribe YHWH. Investigaciones recientes señalan que su pronunciación proba-ble era †œYavéh†. †¢Tetragrámaton. Formas abreviadas (yahu, yo, yah) se utilizaban a menudo en los nombres de personas, aunque no siempre es evidente al traducirlos al español. Ejemplos: Isaías (Yahvéh ha salvado), Joaquín (Yahvéh ha fortalecido), Abdías (Siervo de Yahvéh), Adonías (Mi Señor es Yahvéh), etcétera. †¢Dios. Nombre de.
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
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Nombre propio de Dios en el Antiguo Testamento, que se asocia a la teofanía del Sinaí, (Ex. 3. 14-15). En el hebreo, el término está formado por las consonantes YHVH o YHWH, con las vocales muy tardíamente incorporadas (siglo II por los masoretas). Se duda cuál pudieran ser los fonemas originales, ya que el nombre era sagrado y los israelitas no lo pronunciaban por respeto.
Debido a textos paralelos (Ex. 20. 7 y Lev. 24. 11), el nombre se sustituía por «El Señor» (Adonai) y se sospecha que la pronunciación del mismo se hacía con los fonemas vocálicos, los cuales completaban la grafía de «YHVH». Los traductores del hebreo posterior añadieron así las vocales y solían reproducir la expresión Jehová o Yahvé.
En las Iglesias orientales, más cercanas al hebreo antiguo, se solía transcribir por las formas hoy usuales de Yavé y Yaó, o las formas abreviadas del hebreo de las palabras Yah (Salm. 68. 4) y Yahú (o Jahú) en nombres propios, siendo múltiples las variedades compuestas.
En su sentido etimológico se suele identificar con la tercera persona del singular, imperfecto, del verbo havá (o hayá), que es el verbo ser, estar o existir, sin que exegéticamente sea seguro que ese fue el alcance de quienes perfilaron el relato teofánico del Exodo. Abundan las interpretaciones que aluden a otras etimologías: «el inspirador», el «iluminador» o bien simplemente «el que se comunica», sin aludir al concepto metafísico de ser, «el que es», «el que existe».
Se suele transcribir ese relato por la traducción que aparece en los LXX y que luego recogería la Vulgata: «Yo soy» me envía a vosotros» o también «El que es» me envía a vosotros». Al margen de las explicaciones actuales, lo indudable es que fue el nombre más sagrado de los que se atribuyeron al Dios de Israel.
(Ver Dios. Nombres)
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
El nombre propio de Dios en el Antiguo Testamento; de aquí que los judíos lo llamaran el nombre por excelencia, el gran nombre, el único nombre, el nombre glorioso y terrible, el nombre oculto y misterioso, el nombre de la sustancia, el nombre propio, y más frecuentemente shem hammephorash, es decir, el nombre separado o explícito, aunque el significado preciso de esta última expresión es materia de discusión (cf. Buxtorf, «Lexicon», Basilea, 1639, col. 2432 ss.).
Yahveh ocurre más frecuentemente que cualquier otro nombre divino. Las Concordancias de Furst («Vet, Test. Concordantiae», Leipzig, 1840) y Mandelkern («Vet, Test. Concordantiae», Leipzig, 1896) no coinciden exactamente en cuanto al número de sus ocurrencias; pero en números redondos se encuentra 6,000 veces en el Antiguo Testamento, ya sea solo o en conjunción con otro nombre divino. La Versión de los Setenta y la Vulgata interpretan generalmente el nombre como «Señor» (Kyrios, Dominus), una traducción de Adonai—usualmente sustituido por Yahveh en la traducción.
Contenido
- 1 Pronunciación de Yahveh
- 2 Significado del Nombre Divino
- 3 Origen del Nombre Yahveh
- 4 Bibliografía
Pronunciación de Yahveh
Los Padres y los escritores rabínicos concuerdan en representar a Yahveh como un nombre inefable. En cuanto a los Padres, sólo necesitamos llamar la atención a las siguientes expresiones: onoma arreton, aphraston, alekton, aphthegkton, anekphoneton, aporreton kai hrethenai me dynamenon, mystikon. Leusden no pudo inducir a un cierto judío, a pesar de su pobreza, a pronunciar el verdadero nombre de Dios, aunque le ofreció las más tentadoras promesas. La aceptación de los deseos de Leusden por parte del judío no habría sido en realidad una ventaja verdadera para aquél, pues los judíos modernos están tan inseguros sobre la verdadera pronunciación del Nombre Sagrado como sus contemporáneos cristianos. De acuerdo a la tradición rabínica la verdadera pronunciación de Yahveh cesó de usarse en tiempo de Simeón el Justo quien fue, según Maimónides, un contemporáneo de Alejandro el Grande. En cualquier caso, parece que el nombre ya no fue pronunciado después de la destrucción del Templo. La Mishna hace referencia a nuestra cuestión más de una vez: Berachoth, IX, 5, permite el uso del Nombre Divino a manera de saludo; en Sanhedrin, X, 1, Abba Shaul niega cualquier participación en el mundo futuro a quien lo pronuncie como está escrito; de acuerdo a Tamid, VII, 2, los sacerdotes en el Templo (o tal vez en Jerusalén) podían emplear el verdadero Nombre Divino, mientras que los sacerdotes en el país (fuera de Jerusalén) tenían que contentarse con el nombre Adonai; de acuerdo a Maimónides («More Neb.», I, 61, y «Yad chasaka», XIV, 10) el verdadero Nombre Divino era usado únicamente en el santuario por los sacerdotes que impartían la bendición y por el sumo sacerdote el Día de la Expiación. Phil [«De mut.nom.», n.2 (ed.Marg., I, 580); «Vita Mos.», III, 25 (II, 166)] parece sostener que aun en esas ocasiones los sacerdotes tenían que hablar en voz baja. Hasta aquí hemos seguido la tradición judía post-cristiana concerniente a la actitud de los judíos hasta antes de Simeón el Justo.
En cuanto a la tradición temprana, Josefo (Antiq., II, XII, 4) declara que no le está permitido tratar del Nombre Divino; en otro lugar (Antiq., XII, V, 5) dice que los samaritanos erigieron en el Monte Garizim un anonymon ieron. Esta veneración extrema por el Nombre Divino debe haber prevalecido en el tiempo cuando se estaba haciendo la Versión de los Setenta, pues los traductores siempre sustituyen Yahveh por Kyrios (Señor). Eclesiástico 23,10 parece prohibir únicamente el uso irreverente del Nombre Divino, aunque no puede negarse que Yahveh no es empleado tan frecuentemente en los libros canónicos más recientes del Antiguo Testamento como en los libros más antiguos.
Sería difícil determinar en qué momento se originó esta reverencia por el Nombre Divino entre los hebreos. Los escritores rabínicos derivan la prohibición de pronunciar el Tetragrammaton, como se le llama al nombre de Yahveh, de Lev. 24,16: «Quien blasfeme el nombre del Señor, morirá.”. El participio hebreo noqedh, aquí interpretado como «blasfemar», es traducido como honomazon en los Setenta y parece tener el significado de «determinar», «denotar» (a través de sus vocales propias) en Gén. 30,28; Núm. 1,17; Isaías 62,2. Sin embargo, el contexto de Levítico 34,16 (cf. v. 11 y 15), favorece el significado de «blasfemar». Los exégetas rabínicos derivan también la prohibición de Éxodo 3,15; pero este argumento no puede soportar la prueba de las leyes de la hermenéutica sensata (cf. Drusius, «Tetragammaton», 8-10, en «Critici Sacri», Amsterdam, 1698, I, p. II, col. 339-42; «De nomine divino», ibid., 512-16; Drach, «Harmonic entre l’Eglise et la Synagogue», I, Paris, 1844, pp. 350-53 y nota 30, págs. 512-16).
Lo que ha sido dicho explica la llamada qeri perpetuum, de acuerdo a la cual las consonantes de Yahveh en el texto hebreo van siempre acompañadas por las vocales de Adonai excepto en los casos en los que Adonai está en aposición a Yahveh; en estos casos son sustituidas con las vocales de Elohim. El uso de una simple shewa en la primera sílaba de Yahveh, en lugar de la shewa compuesta en la correspondiente sílaba de Adonai y Elohim, es requerida por las reglas de la gramática hebrea que gobiernan la utilización de la shewa. De allí la pregunta: ¿Cuáles son las verdaderas vocales de la palabra Yahveh?
Algunos eruditos han sostenido que la palabra “Jehová” data sólo del año 1520 (cf. Hastings, «Dictionary of the Bible”, II, 1899, p.199; Gesenius-Buhl, «Handwörterbuch», 13ra. ed., 1899, p. 311). Drusio (loc.cit., 344) pone a Pedro Galatino como el inventor de la palabra Jehová, y a Fagio como su propagador en el mundo de los eruditos y comentadores. Pero los escritores del siglo XVI, católicos y protestantes (e.g. Cajetan y Théodore de Bèze), están perfectamente familiarizados con la palabra. Galatino mismo («Areana cathol. veritatis», I, Bari, 1516, a, p.77) pone la forma como conocida y aceptada en su tiempo. Además, Drusio (loc.cit., 351) la descubrió en Porcheto, un teólogo del siglo XIV. Finalmente la palabra se encuentra incluso en la «Pugio fidei» de Raymund Martin, una obra escrita cerca de 1270 (ed. Paris, 1651, pt. III, dist. II, cap. III, p.448, y Note, p.745). Probablemente la introducción del nombre de Jehová es anterior incluso a R. Martin.
No sorprende entonces que esta forma haya sido considerada como la verdadera pronunciación del Nombre Divino por eruditos como Michaelis («Supplementa ad lexica hebraica», I, 1792, p.524), Drach (loc.cit., I, 469-98), Sier (Lehrgebäude der hebr. Sprache, 327) y otros.
- Jehová está compuesto de las formas abreviadas del imperfecto, el participio y el perfecto del verbo hebreo «ser» (ye=yehi; ho=howeh; wa=hawah). De acuerdo a esta explicación, el significado de Jehová sería «el que será, es y ha sido». Pero tal formación de palabras no tiene analogía en el idioma hebreo.
- La forma abreviada de Jeho supone la forma completa Jehová. Pero la forma Jehová no puede explicar las abreviaturas Jahu y Ja, en tanto que la abreviatura Jeho pudiera ser derivada de otra palabra.
- Se dice que el Nombre Divino está parafraseado en Apocalipsis 1,4, y 4,8, por la expresión ho on kai ho en kai ho erchomenos, en la cual ho erchomenos se considera equivalente a ho eromenos, «el que será»; pero realmente significa «el que viene», así que después de la venida del Señor, Apoc. 11,17, retiene solamente ho on kai ho en.
- La comparación de Jehová con el latín Jupiter, Jovis. Pero esto ignora por completo las formas más completas de los nombres latinos Diespiter, Diovis. Cualquier conexión de Yahveh con el nombre divino egipcio consistente en las siete vocales griegas ha sido rechazado por Hengstenberg (Beitrage sur Einleiung ins Alte Testament, II, 204 ss.) y Tholuck (Vermischte Schriften, I, 349 ss.).
Para tomar los escritores antiguos:
- Diodoro Sículo escribe Jao (I, 94);
- San Ireneo («Adv. haer.», II, XXXV, 3, en P.G., VII, col. 840), Jaoth;
- los herejes valentinianos (Ir., «Adv. hr.», I, IV, 1, en P.G., VII, col. 481), Jao;
- Clemente de Alejandría («Strom.», V, 6, en P.G., IX, col. 60), Jaou;
- Orígenes («In Joh.», II, 1, en P.G., XIV, col. 105), Jao;
- Porfirio (Eus., «Praep. evang», I, IX, en P.G., XXI, col. 72), Jeuo;
- San Epifanio («Adv. hr.», I, III, 40, en P.G., XLI, col. 685), Ja o Jabe;
- Pseudo-Jerónimo («Breviarium in Pss.», en P.L., XXVI, 828), Jaho;
- los samaritanos (Teodoreto, en «Ex. qust.», XV, en P.G., LXXX, col. 244), Jabe;
- Santiago de Edesa (cf. Lamy, «La science catholique», 1891, p. 196), Jehjeh;
- San Jerónimo («Ep. XXV ad Marcell.», en . P.L., XXII, col. 429) habla de ciertos escritores griegos ignorantes que transcribían el Nombre Divino en hebreo como II I II I.
El lector juicioso percibirá que la pronunciación samaritana Jabe probablemente es la que más se acerca al sonido verdadero del Nombre Divino; los otros escritos primitivos transmiten únicamente abreviaturas o corrupciones del nombre sagrado. Al insertar las vocales de Jabe en el texto consonántico hebreo original, obtenemos la forma Jahveh (Yahveh), que ha sido generalmente aceptada por los eruditos modernos como la verdadera pronunciación del Nombre Divino. No meramente está estrechamente conectada con la pronunciación de la antigua sinagoga por medio de la tradición samaritana, sino que permite la legítima derivación de todas las abreviaturas del nombre sagrado en el Antiguo Testamento.
Significado del Nombre Divino
Yahveh es uno de los nombres hebreos arcaicos, tales como Jacob, José, Israel, etc. (cf. Ewald, «Lehrbuch der hebr.Sprache», 7ª ed., 1863, p.664), derivado del imperfecto de tercera persona de modo que atribuye a una persona o cosa la acción de la cualidad expresada por el verbo a modo de un adjetivo verbal o un participio. Furst ha coleccionado la mayoría de estos nombres y llama a la forma forma participialis imperfectiva. Como el Nombre Divino es una forma imperfecta del verbo hebreo arcaico «ser», Yahveh significa «El que es», Aquel cuya nota característica consiste en ser, o simplemente El Existente.
Aquí nos confrontamos con la cuestión, si Yahveh es el hiphil imperfecto o el qal imperfecto. Calmet y Le Clere creen que el Nombre Divino es una forma hiphil; por tanto significa, según Schrader (Die Keilinschriften und das alte Testament, 2da.ed., p.25), Aquel que trae a la existencia, el Creador, y según Lagarde (Psalterium Hieronymi, 153), Aquel que causa la llegada, Aquel que cumple Sus promesas, el Dios de la Providencia. Pero esta opinión no está en armonía con Éxodo 3,14, ni hay rastro en hebreo de una forma hiphil del verbo que signifique «ser»; además, esta forma hiphil es proporcionada en idiomas afines mediante la forma pi’el, excepto en siríaco donde el hiphil es raro y de ocurrencia tardía.
Por otra parte, Yehveh puede ser un imperfecto qal desde un punto de vista gramatical y la exégesis tradicional de Ex. 3,6-16, parece necesitar la forma Yahveh. Moisés le pregunta a Dios: «Si ellos me preguntan: ¿Cuál es su nombre (de Dios)? ¿Qué les responderé?” (Ex. 3,13) Al contestar, Dios regresa tres veces diferentes a la determinación de Su nombre.
Primero, Él usa el imperfecto en primera persona del verbo hebreo «ser»; aquí la Vulgata, los Setenta, Aquila, Teodosion y la versión arábiga suponen que Dios utiliza el imperfecto qal; solamente los Tárgums de Jonatán y de Jerusalén implican el imperfecto hiphil. Por tanto tenemos las variantes: «Yo soy el que soy» (Vulg.), «Yo soy el que es» (LXX), «Yo soy el que será» (Aquila, Teodoción), «El Eterno que no cesa» (Ar.); solamente los Tárgumes arriba mencionados ven alguna referencia a la creación del mundo.
La segunda vez, Dios usa de nuevo el imperfecto de la primera persona del verbo hebreo «ser»; aquí las versiones siríaca, samaritana y persa, y los Tárgumes de Onkelos y Jerusalén retienen la palabra hebrea, así que uno no puede decir si consideran el imperfecto como la forma qal o la hiphil; la versión arábiga omite la cláusula completa; pero los LXX, la Vulgata y el Tárgum de Jonatán suponen aquí el imperfecto qal: «El que es, me ha enviado a ustedes» en lugar de «Yo soy, me ha enviado a Uds.»: (Vulg.); ho on me envió a ustedes» (LXX.); «Yo soy el que soy yel que será, me ha enviado a ustedes» (Targ. Jon.).
Finalmente, la tercera vez, Dios usa la tercera persona del imperfecto, o la forma misma del nombre sagrado; aquí la versión samaritana y el Tárgum de Onkelos retienen la forma hebrea; los LXX, la Vulgata y la versión siríaca traducen «Señor», aunque de acuerdo a la analogía de los dos pasajes anteriores, deberían ser traducidos: «El que es, el Dios de vuestros padres,… me ha enviado a ustedes»; la versión arábiga sustituye «Dios». La exégesis clásica, por lo tanto, considera Yahveh como el qal imperfecto del verbo hebreo «ser».
Aquí se nos presenta otra pregunta: ¿Es el ser predicado de Dios en Su Nombre, el ser metafísico denotando nada sino la existencia misma, o es un ser histórico, una manifestación transitoria de Dios en el tiempo?
La mayoría de los escritores protestantes consideran el ser implícito en el nombre Yahveh como uno histórico, aunque algunos no excluyen del todo ideas metafísicas tales como la independencia de Dios, la constancia absoluta, la fidelidad a Sus promesas y la inmutabilidad en Sus planes (cf. Driver, «Hebrew Tenses», 1892, p.17). Las siguientes son las razones alegadas para el significado histórico del «ser» implícito en el Nombre Divino:
- El sentido metafísico del ser era un concepto muy abstruso (N. T.: recóndito, de difícil comprensión) para los tiempos primitivos. Aun, algunas de las especulaciones egipcias de los primeros tiempos son casi tan abstrusas; además, no era necesario que los judíos del tiempo de Moisés comprendieran totalmente el significado implícito en el nombre de Dios. El desarrollo científico de su sentido debe ser dejado a los futuros teólogos cristianos.
- El verbo hebreo hayah significa más bien «llegar a ser» que «ser» permanentemente. Pero autoridades serias niegan que el verbo hebreo denote estar en movimiento en lugar de en una condición permanente. Es cierto que el participio habría expresado más claramente un estado permanente; pero luego, el participio del verbo hayah se halla sólo en Ex. 9,3, y pocos nombres propios hebreos son derivados del participio.
- El imperfecto expresa principalmente acción de alguien que entra otra vez en escena. Pero éste no es siempre el caso; el imperfecto hebreo es un verdadero tiempo aoristo, que prescinde del tiempo y, por lo tanto, mejor adaptado a los principios generales (Driver, p.38).
- «Soy el que soy» parece referirse a «Estaré contigo» del v.12; ambos textos parecen ser aludidos en Oseas 1,9, «No seré de ustedes». Pero si esto es cierto, «Yo soy quien soy» debe ser considerado una elipse: «Yo soy quien está con ustedes», o «Yo soy quien soy fiel a mis promesas». Esto es suficientemente duro; pero llega a ser inadmisible en la cláusula: «Yo soy el soy, me ha enviado».
Desde entonces el imperfecto hebreo aceptadamente no ha de ser considerado como un futuro y puesto que la naturaleza del lenguaje no nos fuerza a ver en él la expresión de la transición o del llegar a ser, y puesto que, además, la temprana tradición es bastante fija y el carácter absoluto del verbo hayah ha inducido aun a los más ardientes partidarios de su sentido histórico a admitir en los textos una descripción de la naturaleza de Dios, las reglas de la hermenéutica nos urgen a tomar las expresiones en Ex. 3,13-15, por lo que valen. Yahveh es El Que Es, es decir, Su naturaleza se caracteriza mejor por Ser, si de hecho debe ser designada por un nombre propio personal diferente del término Dios (Revue biblique, 1893, p.338). Las teorías escolásticas en cuanto a la profundidad del significado latente en Yahveh descansan por tanto, sobre un sólido fundamento. Los seres finitos son definidos por su esencia: Dios puede definirse únicamente por ser, puro y simple, nada menos y nada más; no el ser abstracto común a todo y característico de nada en particular, sino por ser concreto, el ser absoluto, el océano de todo ser sustancial, independiente de cualquier causa, incapaz de cambio, excediendo toda duración, porque Él es infinito: «Alfa y Omega, el principio y el fin… aquél que era, es y será, el Todopoderoso» (Apoc. 1,8). Cf. [[Santo Tomás de Aquino|Santo Tomás, I.13.14; Franzelin, «De Deo Uno» (3ª ed., 1883, tesis XXIII, pp 279-86).
Origen del Nombre Yahveh
La opinión de que el nombre Yahveh fue adoptado por los judíos a partir de los cananeos ha sido defendida por von Bohlen (Genesis, 1835, p. CIV), Von der Alm (Theol. Briefe, I, 1862, pp. 524-27), Colenso (The Pentateuch, V, 1865, pp 269-84), Goldziher (Der Mythus bei den Hebräern, 1867, p. 327), pero ha sido rechazada por Kuenen («De Godsdienst van Israel», I, Haarlem, 1869, pp. 379-401) y Baudissin (Studien, I, pp. 213-18). Por los antecedentes es improbable que Yahveh, el irreconciliable enemigo de los cananeos, fuera originalmente un dios cananeo.
Vatke (Die Religion des Alten Test., 1835, p.672) y J.G. Müller (Die Semiten in ihrem Verhältniss zu Chamiten und Japhetiten, 1872, p.163) han dicho que el nombre Yahveh es de origen indoeuropeo. Pero la transición de la raíz sánscrita, div—el latín Jupiter-Jovis (Diovis), el griego Zeus-Dios, el indoeuropeo Dyaus—a la forma hebrea Yahveh nunca ha sido satisfactoriamente explicada. El alegato de Hitzig (Volesungen über bibl. Theol., p. 38) que los indoeuropeos proveyeron al menos la idea contenida en el nombre Yahveh, aun si no originaron el nombre mismo, carece en absoluto de valor.
La teoría de que Yahveh es de origen egipcio puede tener alguna probabilidad a priori, puesto que Moisés fue educado en Egipto. Sin embargo, las pruebas no son convincentes:
- Röth (Die Aegypt. und die Zoroastr. Gaubenslehre, 1846, p.175) deriva el nombre hebreo del antiguo dios-luna Ih o Ioh. Pero no hay ninguna conexión entre el Yahveh hebreo y la luna (cf. Pierret, «Vocabul. Hiérogl.», 1875, p. 44).
- Plutarco (De Iside, 9) nos dice que una estatua de Atenea (Neith) en Sais mostraba la inscripción: «Yo soy todo lo que ha sido, es y será». Pero Tholuck (op.cit., 1867, pp.189-205) muestra que el significado de esta inscripción es completamente diferente del significado del nombre Yahveh.
- Los que apoyan el origen egipcio del nombre sagrado apelan a la fórmula común egipcia Nuk pu nuk, pero aunque tiene el significado literal de «Yo soy yo», su significado verdadero es «Soy aquél que» (cf. Le Page Renouf, «Hibbert Lectures for 1879», p.244).
En cuanto a la teoría de que Yahveh tiene un origen caldeo o acadio, su base no es muy sólida:
- Se dice que Yahveh es meramente una forma artificial introducida para dar significado al nombre del dios nacional (Delitzch, «Wo lag das Padies», 1881, pp. 158-64); se dice que el nombre común y popular de Dios había sido Yahu o Yah, siendo la letra «l» el elemento divino esencial en el nombre. El argumento, si es cierto, no prueba el origen caldeo o acadio del nombre divino hebreo; además la forma Yah es rara y exclusivamente poética; Yahu nunca aparece en la Biblia, mientras que la forma ordinaria completa del Nombre Divino se halla incluso en la inscripción de Mesa (línea 18) que data del siglo IX a.C.
- Yahu y Yah eran conocidos fuera de Israel; las formas entran en la composición de nombres propios extranjeros; además, la variación del nombre de cierto Rey de Hammath muestra que Ilu es equivalente a Yau, y que Yau es el nombre de un dios (Schrader, «Bibl. Bl.», II, p. 42, 56; Sargon, «Cylinder», XXV; Keil, «Fastes», I, 33). Pero los nombres propios extranjeros que contienen Yah o Yahu son extremadamente raros y dudosos y pueden ser explicados sin admitir dioses en naciones extranjeras, que lleven el sagrado nombre. De nuevo, el panteón babilónico al presente es bastante conocido, pero el dios Yau no aparece en él.
- Entre los babilonios pre-semitas, I es sinónimo de Ilu, el dios supremo; ahora I con la terminación nominativa asiria se convierte en Yau (cf. Delitzsch, «Lesestücke», 3ra ed., 1885, p.42, Syllab. A, col. I, 13-16). Hommel (Altisrael. Ueberlieferung, 1897, pp. 144-225 se siente seguro de que ha descubierto este dios caldeo Yau. Es el dios que es representado ideográficamente (ilu) A-a, pero ordinariamente pronunciado como Malik, aunque la expresión debería ser leída como Ai o Ia (Ya). La familia patriarcal empleaba este nombre y Moisés lo tomó prestado y lo transformó. Pero Lagrange señala que los judíos no creían que ofrecían sus hijos a Yahveh, cuando los sacrificaban a Malik (Moloc) (Religion semitique, 1905, pp. 100 ss.), Jeremías 32,35 y Sofonías 1,5 distinguen entre Malik y el Dios hebreo.
Cheyne (Traditions and Beliefs of Ancient Israel, 1907, p. 63 ss.) conecta el origen de Yahveh con su teoría de Yerahme’el; pero aun los críticos más vanguardistas consideran la teoría de Cheyne como un desprestigio para la crítica moderna. Otras opiniones singulares en cuanto al origen del nombre sagrado pueden omitirse de forma segura. El punto de vista de que Yahveh es de origen hebreo es la más satisfactoria. Arguyendo a partir de Éxodo 6,2-8, comentadores tales como San Nicolás de Lira, Tostato, Cajetan, Jacques Bonfrère, etc., sostienen que el nombre fue revelado por primera vez a Moisés en el Monte Horeb. Dios declara en esta visión que Él «se le apareció a Abraham… mediante el nombre de Dios Todopoderoso; y mi nombre Adonai [Yahveh] no se los mostré». Pero la frase «aparecer mediante el nombre» no necesariamente implica la primera revelación de ese nombre; más bien significa la explicación del mismo, o una manera de actuar en conformidad con el significado del nombre (cf. Robion in «la Science cathol.», 1888, pp. 618-24; Delattre, ibid., 1892, pp. 673-87; van Kasteren, ibid., 1894, pp. 296-315; Robert in «Revue biblique», 1894, pp. 161-81). En el Monte Horeb Dios dijo a Moisés que El no ha actuado con los patriarcas como el Dios de la Alianza, Yahveh, sino como Dios Todopoderoso.
Tal vez sea preferible decir que el nombre sagrado, aunque quizá en una forma algo modificada, había estado en uso en la familia patriarcal antes del tiempo de Moisés. En el Monte Horeb Dios reveló y explicó la forma exacta de Su nombre, Yahveh:
- El nombre sagrado aparece en el Génesis cerca de 156 veces; esta aparición frecuente difícilmente puede ser una mera prolepsis.
- Gén. 4,26, declara que Enós «comenzó a invocar el nombre del Señor [Yahveh], o como el texto hebreo sugiere, «comenzó a llamarse a sí mismo por el nombre de Yahveh».
- Jochabed, la madre de Moisés, tenía en su nombre la forma abreviada Jo (Yo) de Yahveh. La existencia pre-mosaica del Nombre Divino entre los hebreos se explica más fácilmente por este hecho que por la suposición de que el elemento divino fue introducido después de la revelación del nombre.
- Entre los 163 nombres propios que llevan un elemento del nombre sagrado en su composición, 48 tienen yeho o yo al inicio, y 115 tienen yahu o yah al final. Mientras que la forma Yahveh jamás aparece en tal composición. Tal vez pudiera suponerse que tales formas abreviadas yeho, yo, yahu, yah, representan el Nombre Divino como existía entre los israelitas antes de que el nombre completo Yahveh fuera revelado en el Monte Horeb. Por otra parte, Driver (Studia bíblica, I, 5) ha demostrado que estas formas cortas son las abreviaturas regulares del nombre completo. En todo caso, mientras que no es seguro que Dios revelara Su sagrado nombre a Moisés por primera vez, con seguridad en el Monte Horeb Él reveló que Yahveh es Su nombre incomunicable y explicó su significado.
Bibliografía
Además de las obras mencionadas en el texto, el lector debe consultar: RELAND, Deeds Excreitationum (Utrecht, 1707); SCHRADER en SCHENKEL’S Bibel Lexicon, s.v. Jahve; PHAT, Dict. de la Bible, s.v. Jehovah; ROBERTSON SMITH en Brit. and Foreign Evan. Review (enero 1876), da un resumen de discusión reciente sobre el asunto; OEHLER, Real-Encyclopadie, S.V. Jehova.
Fuente: Maas, Anthony. «Jehovah (Yahweh).» The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/08329a.htm
Traducido por Eduardo Torres. L H M.
Selección de las imágenes: José Gálvez Krüger
Autor: Wenceslaus Hollar (Grabador)
Fuentes: The Divine Name [1] y Grosvernor Prints [2]
Fuente: Enciclopedia Católica