generalmente se refiere al día de Yahvéh, cuando aparece para juzgar las malas acciones de su pueblo, su infidelidad, o para ayudarlo; en muchos pasajes se anuncia esta v.: †œYo os visitaré según el fruto de vuestras acciones —oráculo de Yahvéh†, Jr 21, 14; 27, 8; 44, 13; Os 2, 15; Am 3, 2 y 14; So 1, 8-9. Yahvéh promete visitar a su pueblo desterrado en Babilonia para confirmarle la promesa de regresarlo a su tierra, Jr 29, 10.
Igualmente anuncia la v. a los enemigos de su pueblo Jr 51, 44.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
La historia de la *salvación se presenta frecuentemente en la Biblia como una sucesión de «visitas» de Yahveh a su pueblo o a algunos personajes privilegiados; Dios, que tomó la iniciativa de la *Alianza y que permanece secretamente presente al desarrollo de su *designio, interviene a menudo en forma extraordinaria en la vida de su pueblo para bendecirlo o castigarlo, pero siempre para salvarlo; esta mirada del Señor, estas intervenciones persona-les, visibles son otros tantos signos de su *presencia, de su acción, de la continuidad de su designio salvador y de sus exigencias a través de la fidelidad y de la infidelidad de los suyos. Preparan y anuncian el *día del Señor por excelencia, la venida de Dios mismo en Jesús y su retorno en la gloria para un último juicio y una salvación definitiva.
AT. «Dios os visitará y hará que volváis a subir de este país al país que prometió con juramento a Abraham, Isaac y Jacob» (Gén 50,24s). El Dios que llamó a Abraham para hacer de él el padre de una multitud y que con este fin «visitó» a Sara haciéndola fecunda (21,1s), interviene en forma única liberando a su pueblo de Egipto. Estas visitas de Dios que ama y que salva a su pueblo van a renovarse a todo lo largo de la historia de Israel formando su trama esencial y manifestando la *fidelidad de Yahveh a sus *promesas. Si los israelitas se muestran infieles a la alianza, la intervención del Dios celoso adoptará la forma de un *castigo, pero que estará ordena-do a la salvación del pueblo. Todos los profetas, y especialmente Jeremías, reasumen y orquestan este tema de las intervenciones de Yahveh. Si las *victorias son visitas de Dios que bendice a sus fieles (Sof 2,7), las desgracias del pueblo son también visitas de Dios que viene a corregir a los israelitas y a sus jefes, y a conducirlos a sí: «Sólo te he conocido a ti entre todas las familias de la tierra, así te visitaré por todas tus iniquidades» (Am 3,2; Os 4,9; Is 10,3; Jer 6,15; 23,2.34). Esta visita, descrita por Ezequiel como la inspección del *pastor que pasa revista a su rebaño (Ez 34), está siempre dictada por el amor de Dios y orientada a la salvación del pueblo. Las *naciones vecinas: Moab, Egipto y sobre todo Babilonia, que se oponen al cumplimiento del designio divino de salvación, serán también «visitadas» por Dios que las juzgará y las castigará (Jer 46,21…; 48, 44; 50,18.27.31), pero que finalmente las salvará (Jer 12,14-17; 16,19ss). Como la liberación de Egipto, el retorno del exilio es obra de Yahveh: «Sólo cuando se cumplan los setenta años otorgados a Babilonia os visitaré y cumpliré la promesa de traeros a este lugar». (Jer 29,10; cf. 32,5; Sal 80,15; Zac 10.3).
Entonces cada judío adquirirá más conciencia de ser objeto de una atención particular, personal de Dios : «Acuérdate de mí, Yahveh, por amor a tu pueblo, visítame con tu socorro, para que yo pueda.ver la ventura de tus elegidos» (Sal 106,4). Estas visitas individuales no se limitan a la esfera cultual: Dios ilumina el espíritu de los sabios examinando su conducta -(Job 7,18; Sal 17,3) o enviándoles sueños (Eclo 34,6; cf. ya Gén 20,3). Y sobre todo, a partir del exilio, el movimiento mismo de la revelación abre los espíritus al anuncio de una visita definitiva de Dios que va a venir a *juzgar al pueblo y a las naciones: este *día de Yahveh, ya anunciado por los profetas de antes del exilio, será el día del triunfo de los elegidos salvados por la venida, la visita y el *reino de Dios, y se extenderá por derecho a todos los pueblos : «El día de la visita resplandecerán los justos… y el Señor reinará sobre ellos para siempre» (Sab 3,7; Eelo 2,14). De esta esperanza vivirán los judíos del siglo t (p.e. Qumrán); la venida de Jesús y su predicación del reino van a realizar esta visita divina prometida y aguardada.
NT. «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha visitado y liberado a su pueblo» (Lc 1,68). Dios, movido por su amor (1,78) y queriendo realizar sus *promesas, ha venido en Jesús a salvar a los suyos, satisfaciendo así su espera y respondiendo su ruego. Este tema corre a través de todo el Evangelio. El Precursor es presentado a la luz de los oráculos de los profetas como el que viene a preparar los corazones para la venida, para la manifestación de Dios en Jesús. Anuncia el juicio escatológico y proclama la venida del *reino. Jesús por su parte insistirá en el carácter en primer lugar salvífico de esta visita y en su aspecto universal. Pero si bien esta visita es ofrecida a toda *carne (Lc 3,6; cf. 1 Pe 2,12), no será acogida sino pór los *corazones puros que la reconocerán: «un gran profeta ha surgido entre nos-otros y Dios ha visitado a su pueblo» (Lc 7,16). No todos lo comprenden así. Porque, a pesar de los milagros, la visita de Dios en Jesús no es fulgurante, deslumbradora: puede ser rehusada.
Tal es el aspecto dramático de la visita subrayado por los evangelistas, sobre todo por san Juan: «Vino a los suyos y los suyos no le recibieron» (Jn 1,11). Este desconocimiento culpable transformará la gracia en amenaza de *castigo. ¡Ay de los que no saben reconocer el «tiempo de la visita»! ¡Ay de Jerusalén! (Le 19,43s). ¡Ay de las ciudades del lago! Esta negativa de los judíos, contraria a la actitud de los paga-nos (Mt 8,10ss) es presentada como el coronamiento trágico de una larga serie de repulsas, de desprecio de las visitas de Yahveh a través de todo el .AT: el castigo será terrible para los que no hayan acogido al hijo del rey, enviado por su padre para «percibir los frutos» de la viña (Mt 21, 33-46). La ruina de Jerusalén, fin del mundo judío y signo fulgurante del *juicio de Dios, será su pródromo visible, visita terrible del Hijo del hombre que anuncia su última venida en la gloria (cf. Mt 25, 31-46). Antes de esta última visita, anticipada en la «jubilosa entrada» de Jesús el domingo de ramos, la acción de Jesús se prosigue en la Iglesia por la *misión de los apóstoles y por el envío del Espíritu («mentes tuorum visita»). El Señor mismo no cesa de intervenir en la vida de la Iglesia ; el Apocalipsis lo muestra pronto a castigar a las comunidades de Asia si no se convierten (Ap 2-3). Pero si nosotros debemos ir juntos al encuentro de Jesús «que viene» (ITes 4,17; cf. Mt 25, 6), cada discípulo es invitado personalmente a acoger la visita de Jesús: «He aquí que estoy a la puerta y llamo…» (Ap 3,20); deberá por tanto *velar (Mt 24,42ss; 25,1-13) y *orar hasta el día, desconocido para todos, en que Jesús «se aparezca por segunda vez, a los que lo aguardan, para darles la salvación» (Heb 9,28).
-> Castigos – Día del Señor – Juicio – Pastor – Salvación – Velar.
LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas