UNCION

Exo 30:25 harás de ello el aceite de la santa u
Psa 89:20 hallé a David .. lo ungí con mi santa u
1Jo 2:20 pero vosotros tenéis la u del Santo, y
1Jo 2:27 pero la u que .. permanece en vosotros


acción de ungir. Aplicar o frotar sobre la piel especias, perfumes o aceites, se realizaba especialmente en las solemnidades entre los israelitas, Rt 3, 3;Am 6, 6. La u. formaba parte casi imprescindible del aseo personal cotidiano y del cuidado del cabello, Qo 9, 8; Mt 6, 17, y de la cosmética, Est 2, 12. Se acostumbraba ungir a los visitantes o huéspedes, como sí­mbolo de honor, Lc 7, 46; 2 Cr 28, 15. Cuando se encontraba en duelo o luto, la persona no se ungí­a, 2 S 14, 2, o cuando se encontraba en una búsqueda espiritual, Dn 10, 3. Para evitar tentaciones, Jesús enseñó a sus discí­pulos a hacerse u., cuando estaban en ayuno, Mt 6, 17.

La u. se usaba también en medicina aplicándola con aceites, Is 1, 6; Lc 10, 34, y en los entierros, aplicando bálsamos, aromas y ungüentos, 2 Cro 16, 14; Mt 26, 12. Los egipcios embalsamaban a los muertos, Gn 50, 2 y 26.

La u. con perfumes consistí­a en aceite de oliva mezclado con sustancias aromáticas vegetales como la mirra y el nardo.

Habí­a la creencia que mediante la u. descendí­a la gracia divina sobre el ungido, por ello se aplicaba a los reyes, los sacerdotes y en ocasiones a los profetas, para ser consagrados; recibí­an por tal razón en nombre de Mesí­as, hebreo, ungido del Señor, y entre los griegos khristos, el ungido. A Saúl lo llamaban el ungido de Yahvéh, 1 S 24, 6.

Jesús fue ungido Is 61, 1; Lc 4, 18, por Dios con el Espí­ritu Santo, Hch 10, 38. Los cristianos están ungidos en el Bautismo, por Espí­ritu Santo, 2 Co 2, 21; 1 Jn 2, 20.

En sentido figurado la palabra u. se fue desarrollando en tiempos de David, 1 Cr 16, 22, cuando los patriarcas eran llamados mis ungidos, Sal 23, 5; 92, 10.

Dios sana espiritualmente a través de la u. con aceite en la extremaunción, St 5, 14; Mc 6, 13.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(gr., chrisma). El acto de ungir, 1Jo 2:20, 1Jo 2:27.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

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Gesto de significación religiosa que consiste en untar o ungir con aceite bendecido o consagrado a una persona. Con ese gesto se expresa significativamente (sacramentalmente) la dedicación religiosa de quien la recibe.

El gesto aparece en todas las culturas y liturgias de los pueblos orientales. Y se hace presente con frecuencia en el Antiguo Testamento, desde la unción que Jacob hizo en la piedra sobre la que habí­a apoyado la cabeza (Gn. 28.16-18) hasta las innumerables unciones que se testifican en los libros sagrados sobre sacerdotes, profetas, reyes, objetos, lugares.

En el Nuevo Testamento se asume la unción y el ungüento como sí­mbolo de consagración y por eso se aplica al Mesí­as (2 Cor. 1.21; 1 Jn. 2. 10; Hech. 10.38) y también a sus elegidos y seguidores (1 Jn. 2.20; 1 Jn. 2. 27).

La Iglesia lo asumió en su liturgia como sacramental en unas ocasiones y como sacramento de consuelo y fortaleza en el caso de la unción de los enfermos. Uso el santo crisma o aceite bendecido como signo de «consagración», de «dedicación» y de «ofrenda a Dios». Por eso sigue ungiendo a los nuevos cristianos que se bautizan o a los cristianos maduros que confirma su fe, a los sacerdotes que se consagran con la imposición de las manos, a los altares que se dedican al culto.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Mediante la unción se consagraban a Dios los objetos (Ex 30,26; 28,18) y los lugares de culto (Gén 28,18). Se ungí­a especialmente al rey (1 Sam 9,16; 16,3; 1 Re 1,34), «el ungido de Dios» (1 Sam 24,7); al profeta (1 Re 19,16) y al sumo sacerdote (Ex 28,4), como hombres puestos aparte, consagrados, destinados al servicio de Dios. Se les ungí­a con aceite, lo cual es signo de alegrí­a, de riqueza y de libertad (Sal 23,5; Jer 11,10; Miq 6,15; Mt 6,17), y tiene virtudes medicinales, fortifica el cuerpo.

En el N. T., la unción suele ir acompañada del Espí­ritu; Jesús, en el Bautismo (Mt 3,13), fue ungido de Espí­ritu Santo (Act 10,38); por eso es «el ungido», el Cristo, el Mesí­as; y por ser «el Cristo» es también «el rey», el nuevo David esperado (Mt 2,2; 21,5; 27,11; Lc 23,2; Jn 12,13) y «el profeta» (Lc 4,18 e Is 61,1-2; Dt 18,15 y Jn 6,14). Los bautizados son también ungidos por el Espí­ritu Santo (Jn 3,5), son también «cristos» (2 Cor 1,21). La unción de la cabeza y de los pies de Jesús con un frasco de ungüento perfumado es un reconocimiento de la mesianidad (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9; Lc 7,36-50; Jn 12,3-8). Se subraya la virtud curativa del aceite (Mc 6,13; Lc 10,34). La «unción de los enfermos» es uno de los siete sacramentos de la Iglesia (Sant 5,13-15). ->sacramentos.

E.M.N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

UNCIí“N

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

Según los hebreos, el *aceite penetra profundamente en el cuerpo (Sal 109, 18), le da fuerza, salud, alegrí­a y belleza. Se comprende que en el plano religioso se considerara a las unciones de aceite como (I) señales de alegrí­a o de respeto; se utilizaron también como ritos (II) de curación o (III) de consagración.

I. LA UNCIí“N, SIGNO DE ALEGRíA O DE HONOR. 1. El aceite, sobre todo el aceite perfumado, es un sí­mbolo de alegrí­a (Prov 27,9; cf. Ecl 9,8) y así­ se utilizaba especialmente en las festividades (Am 6,6). Deber privar-se de toda unción era una desgracia (Dt 28,40; Miq 6,15); esta privación, unida al *ayuno, era señal de luto (Dan 10,3; cf. 2Sa 12,20). Sin embargo, Jesús prescribe al que ayuna que se unja la cabeza como para un festí­n (Mt 6,17), para que su penitencia no se exhiba delante de los hombres.

La imagen de la unción serví­a para expresar el *gozo del pueblo de Israel reunido en Jerusalén para las grandes fiestas (Sal 133,2), o el *consuelo aportado a los afligidos de Sión después del exilio (Is 61,3); formaba igualmente parte de la descripción del festí­n mesiánico: «sobre esta monta-ña beberán el gozo, beberán vino: con aceite perfumado se ungirán sobre esta montaña» (Is 25, 6s LXX). Sobre todo en este contexto de gozo mesiánico se repite la fórmula «el aceite de alegrí­a» (Is 61,3; Sal 45,8; Heb 1,9).

2. Derramar aceite sobre un huésped era una muestra de honor. La expresión aparece en los salmos para figurar la abundancia de los favores divinos: «Delante de mí­ preparas una mesa frente a mis adversarios; con una unción perfumas mi cabeza» (Sal 23,5; cf. 92,11). Dos veces refieren los evangelios que una mujer tributó a Jesús este homenaje. Fue primero la pecadora, en casa de Simón el fariseo: mientras que éste, del que Jesús era huésped, no habí­a derramado aceite sobre su cabeza, la mujer le ungió los pies con perfume (Lc 7,38. 46). La ví­spera de la entrada en Jerusalén, Marí­a, hermana de Lázaro, repitió este testimonio de respeto ungiendo a Jesús con nardo de gran precio, con escándalo de los discí­pulos (Mt 26,6-13 p; Jn 12,1-8). Pero Jesús aprobó a Marí­a y dio a su acto un significado nuevo y profético, refiriéndolo al uso (Mac 16,1) de ungir los cadáveres con aromas; el gesto de la mujer vení­a a ser anticipación y signo del rito de sepultura que se practicarí­a sobre el cuerpo de Jesús después de su muerte en la cruz (Jn 19,40).

II LA UNCIí“N DE LOS ENFERMOS Y DE LOS POSESOS, 1. También se utilizaba el aceite con el fin de curar a los *enfermos, por ejemplo, para las heridas (Is 1,6), como lo hizo el buen samaritano (Lc 10,34); según Lev 14,10-32, con los leprosos curados se practicaban unciones de aceite como ritos de purificación. Cuando envió Cristo a los discí­pulos para predicar el reino de Dios, les confirió el poder de expulsar a los espí­ritus impuros y de curar toda enfermedad y toda dolencia (Mt 10,1 ; Lc 9,1s); cuando iban en *misión hací­an unciones de aceite a muchos enfermos y los curaban milagrosamente (Mc 6, 13). Estas unciones, practicadas por los apóstoles probablemente por consigna de Jesús, son el fundamento del rito de la unción de los enfermos en la Iglesia. La epí­stola de Santiago préscribe a los presbí­teros que hagan en nombre del Señor una unción de aceite sobre el enfermo: «12. oración de fe salvará al paciente, y el Señor lo aliviará. Si ha cometido pecados, le serán perdonados» (Sant 5,15). Siendo la enfermedad consecuencia del pecado, la unción hecha «en nombre del Señor» realiza la «salvación» del mundo : le hace participar en la *victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, ya por la curación, ya por el acrecentamiento de fuerzas para afrontar la muerte.

2. En Mc 6,13, la expulsión de los demonios está estrechamente ligada con la curación de los enfermos: ambos poderes taumatúrgicos eran signo del advenimiento del reino. Así­ diversas Iglesias practicaron en lo sucesivo sobre los catecúmenos ritos de unción como exorcismos antes del *bautismo.

III. LA UNCIí“N-CONSAGRACIí“N. Las unciones de que habla el AT son en la mayorí­a de los casos ritos consacratorios.

1. Ciertos objetos del culto eran consagrados mediante unciones, en particular el *altar (Ex 29,36s; 30, 26-29; Lev 8,10s), que por el mismo caso adquirí­a «una eminente *santidad». Un rito análogo muy antiguo, probablemente cananeo, habí­a sido practicado por Jacob: después de su visión nocturna erigió una estela conmemorativa y derramó aceite sobre su cima para marcar el lugar de la *presencia divina : de ahí­ el nombre de Bethel, «casa de Dios» (Gén 28, 18; cf. 31,13; 35,14).

2. La unción *real ocupa un lugar aparte entre los ritos de consagración. Se aplicaba por un hombre de Dios, profeta o sacerdote. Saúl (lSa 10,1) y David (lSa 16,13) fueron ungidos por Samuel; Jehú, por un profeta que habí­a enviado Eliseo (2Re 9,6). Los reyes de Judá eran consagrados en el templo y ungidos por un sacerdote : Salomón recibió la unción de Sadoq (IRe 1,39), Joás, del sumo sacerdote Yehóyada (2Re 11,12). El sentido de este rito consistí­a en marcar con un signo exterior que estos hombres habí­an sido *elegidos por Dios para ser instrumentos suyos en el gobierno del pueblo. El rey era el ungido de Yahveh. Con la unción vení­a a ser partí­cipe del *espí­ritu de Dios, como se ve en el caso de David: «Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. El espí­ritu de Yahveh se posesionó de David a partir de aquel dí­a» (ISa 16,13). Si la unción habilitaba al rey para su función y manifestaba exteriormente que habí­a sido elegido por Dios para ser su *servidor, se comprende que el nombre de ungido de Yahveh pudiera aplicarse metafóricamente a un rey pagano, Ciro (Is 45,1), pues fue él quien, poniendo fin a la cautividad de Babilonia, facilitó al pueblo elegido el retorno a Israel.

En la aplicación al *Mesí­as es donde el tema de la unción real habí­a de asumir toda su importancia. El tí­tulo mismo de Mesí­as no es sino la transcripción de la palabra masiah, ungido. El Sal 2, que habla de Yahveh y de su ungido (v. 2), se interpretaba en la tradición judí­a y cristiana en sentido mesiánico (Act 4, 25ss). El judaí­smo adoptó más y más la costumbre de dar al futuro libertador de Israel el nombre de mesí­as (= ungido), o el de rey-mesí­as, derey de Israel. Sin embargo Jesús, a causa de las resonancias demasiado terrenales de este nombre, no lo aceptó sino con reserva durante su vida pública, pues debí­a realizar su obra mesiánica por su pasión, su resurrección y su entrada en el reino celestial (Mt 16,13-21 p ; 26,64 p). Pero después.de su resurrección se dio explí­citamente este tí­tulo (Lc 24,26); en el momento de su ascensión a la *diestra del Padre fue cuando recibió la unción real (Heb 1,9; cf. Sal 45, 8) y vino a ser con pleno derecho Señor y Mesí­as (Act 2,31; cf. Flp 2,11). Así­ este tí­tulo, traducido al griego (khristos), iba a formar en la Iglesia una parte integrande del nombre del Señor (Jesucristo). En el NT el tí­tulo de «Cristo» (ungido), evoca, pues, di-rectamente la obra de salvación lleva-da a cabo por Jesús y su unción regia en la *ascensión; pero la tradición cristiana iba a ligar a este tí­tulo la triple unción del Mesí­as, como rey, como sacerdote y como profeta.

3. Los *sacerdotes y más especialmente el sumo sacerdote, son también ungidos. Por orden de Yahveh (Ex 29,7) confiere Moisés la unción a Aarón (Lev 8,12) y en las prescripciones destinadas al sumo sacerdote se llama varias veces a este último «el sacerdote consagrado por la unción» (p.e. Lev 4,5; 16,32). En otros pasajes la unción es conferida a los simples sacerdotes «hijos de Aarón» (p.e. Ex 28,41; 40,15; Núm 3,3). Sin embargo, estos diferentes textos pertenecen al código sacerdotal posterior al exilio. Es, por tanto, probable que durante la monarquí­a sólo se ungiera al rey; en la época del segundo templo, el sumo sacerdote, ve-nido a ser el jefe del pueblo, recibirí­a la unción en su lugar; luego no tardarán en recibirla todos los sacerdotes. Alrededor del siglo primero la comunidad de Qumrán aguardaba no sólo un mesí­as de Judá (un rey), sino también un «ungido» oriundo de Leví­, un mesí­as sacerdote.

4. Los *profetas no eran ungidos con aceite ; la unción de los profetas designa metafóricamente su investidura: Elí­as recibe la orden de ungir a Eliseo (iRé 19’6), pero, en el momento del llamamiento de éste, el Tesbita se limitó a echarle por encima su manto comunicándole su espí­ritu (lRe 19,19; 2Re 2,9-15). El autor de Is 61, para explicar su misión profética, escribe: «El Espí­ritu del Señor está sobre mí­, pues me ha ungido. Me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres» (Is 61,1).

5. La unción de Cristo. El NT hace mención de una sola unción de Jesús durante su vida terrena (en cuanto a la unción regia en su entronización celestial, cf. Heb 1,9), la que recibió en el bautismo: «Fue ungido del Espí­ritu Santo y de poder» (Act 10,38). Jesús mismo, aplicándose el texto de Is 61,1, explica esta unción como una unción profética para el anuncio del mensaje. Pero la comunidad apostólica, inspirándose en las palabras de Jesús (Me 10,38; Lc 12, 50), interpretarí­a el bautismo en la perspectiva de la muerte de Cristo (Act 4,27; cf. Rom 6,3s): la misión recibida a comienzos de la vida pública no era todaví­a sino una misión de predicación, la del siervo-profeta (Is 42,1-7); pero debí­a consumarse en el Calvario (cf. Un 5,6), en el sacrificio del siervo paciente.

6. También el cristiano recibe una unción (2Cor 1,21; Un 2,20.27); sin embargo, no se trata de un rito sacramental (bautismo o confirmación), sino de una participación en la unción profética de Jesús, una unción espiritual por la fe. El catecúmeno, antes de recibir el *sello del *Espí­ritu en el momento del bautismo, ha sido ungido por Dios (2Cor 1,21; cf. Ef 4,30): Dios ha hecho penetrar en él la doctrina del *Evangelio, ha suscitado en su corazón la fe en la palabra de verdad (cf. Ef 1,13). Por eso a esta palabra venida de Cristo la llama Juan «aceite de unción», (khrisma): «el aceite de unción», interiorizado por la fe bajo la acción del Espí­ritu (Jn 14,26; 16,13), «permanece en nosotros» (Un 2,27), nos da el sentido de la verdad (v. 20s), nos instruye en todas las cosas (v. 27); así­ puede Juan decir que el cristiano no tiene necesidad de que se le enseñe: la esperanza de los profetas en la nueva alianza se realiza (Jer 31,34; cf. Is 11,9). Esta doctrina de la unción interior es importante en la tradición y en la espiritualidad cristianas. Clemente de Alejandrí­a pone en boca de Cristo esta invitación y esta promesa a los paganos: «Yo os ungiré con el ungüento de la fe»; y san Bernardo considera como un rasgo distintivo de los hijos de Dios que «la unción los instruye en todas las cosas».

-> Espí­ritu de Dios – Aceite – Gozo – Enfermedad – Curación – Mesí­as – Rey – Sacerdote.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

Las tres veces que aparece en el NT, e. d. 1 Jn. 2.20, 27 (dos veces), °vrv2 traduce el gr. jrisma como “unción”. Los cristianos que, en virtud de su “unción” (vv. 20, 27), tienen la facultad de discernir cismas (v. 19) y herejías (negación de la encarnación, vv. 22) son exhortados a adherir al mensaje apostólico (v. 24), lo cual los llevó a confesar al Padre y al Hijo. Gramaticalmente “unción” es (a) “lo que se unta” (así B. F. Westcott, The Epistles of John, 1892); o (b) “la acción de ungir (así A. E. Brooke, ICC, 1912); pero en cualquier caso la palabra se refiere al don del Espíritu Santo, del que el bautismo es la señal exterior, y cuya recepción sensible, que conduce a la conciencia de peligros para la iglesia, es la consecuencia de la verdadera fe encarnacional. Esta exégesis es compatible con la creencia de que el ungimiento del Espíritu lleva a la profecía oral en el seno de la iglesia, aunque no la prueba necesariamente.

Bibliografía. D. Müller, “Ungir, Unción”, °DTNT, t(t). IV, pp. 301–306.

W. Grundmann, TDNT 9, pp. 372; D. Müller, NIDNTT 1, pp. 121–124; I. H. Marshall, The Epistles of John, NIC, 1978, pp. 153–156.

M.R.W.F.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico