MARDUK

dios principal de la ciudad de Babilonia y del Imperio babilónico, el mismo Merodak de la Biblia.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(-> Tiamat, Babel). Dios de Babilonia, jefe supremo del panteón mesopotamio. No es un Dios solar, sino que está vinculado con la tormenta-rayo y aparece a veces con el signo del toro. Su mito se cuenta de forma canónica en el Entuna Elish, donde está vinculado con Tiamat*, a la que vence y destrona, para organizar de esa manera el mundo. En él culmina y encuentra su desenlace la gran batalla cósmica (teomaquia, cosmomaquia) que ha dado origen al orden actual. La figura de Marduk es importante para conocer la teologí­a de la Biblia, porque ella está en el fondo de una parte considerable de la visión israelita de Dios y de la historia humana, elaborada en disputa y contraste frente a Babilonia, sobre todo a partir del exilio.

(1) Victoria sobre el caos-madre. Dios guerrero. El mito indica que hubo tres intentos por vencer a Tiamat y dominar el mundo. El primero está protagonizado por Ea-Enki, Dios de la tierra y el agua, que se alza contra Tiamat, pero no puede vecerí­a (Entuna Elish II, 50-85). Luego quiere alzarse Anu, Dios del inframundo, pero también sale vencido (Entuna Elish II, 86-105). Sólo queda Marduk, Dios de una violencia nueva, vinculado a la tormenta y a las armas poderosas de la cultura guerrera de Mesopotamia, y así­ se enfrentan las dos razones o formas de vida: la racionalidad materna, centrada en el útero que engendra, en la verdad del cuerpo fecundo, con los poderes cósmicos (en los que se incluyen también Ea-Anki y Anu); y la racionalidad guerrera, reflejada por Marduk, cultura de violencia, a quien reconocen y aceptan los restantes dioses. Marduk es también signo de fuerzas cósmicas: tiene dominio sobre el viento y el rayo, con las tempestades. Pero más que Dios de la naturaleza, es Señor de la nueva organización militar de Mesopotamia y se identifica con la cultura de la guerra: lleva en su mano el arco y flecha, la red que cautiva al adversario, la maza que rompe su cráneo. Desde aquí­ se entiende la diferencia esencial: Tiamat crea y combate con su cuerpo, es decir, con sus fuerzas naturales; Marduk, en cambio, ha suscitado, en torno a su cuerpo natural, una corporalidad o razón objetivada de violencia, representada por las armas. El mito actual presenta a Tiamat como expresión monstruosa de la naturaleza (un tipo de cuerpo que debe ser vencido) y canta la gloria y victoria guerrera de Marduk con su cuerpo vestido de violencia (de armas). De esa forma supone que el hombre guerrero tiene que «matar» o dominar a la madre para desarrollar su verdadera Vida, para convertirse en creador de cultura: «Se lanzaron al combate y se enzarzaron en un cuerpo a cuerpo. Pero el Señor (Marduk), desplegando su red, la envolvió en ella, luego soltó contra Tiamat el viento malo, que le seguí­a detrás. Y cuando Tiamat abrió su boca para engullirlo, él hizo penetrar en ella el Viento malo para impedirle cerrar sus labios… El disparó su flecha y le atravesó el vientre; cortó su cuerpo por la mitad y le abrió el vientre. Así­ triunfó de ella, acabando con su vida (Entinta Elish IV, 94-103)… El Señor puso sus pies sobre la parte inferior de Tiamat y con su despiadada maza aplastó su cráneo… Dividió luego la carne monstruosa para fabricar maravillas, la partió en dos, como si fuera un molusco (un pescado para el secadero), y dispuso de una mitad que la abovedó a manera de cielo» (IV, 129-138).

(2) Marduk, Dios creador. Sobre el cadáver de la madre ha creado Marduk el nuevo orden social. Ha dividido en dos su vientre (= matriz), poniendo una parte como techo (el cielo) y disponiendo la otra como suelo. En el hueco de esa madre asesinada hemos nacido, de su carne procedemos y en ella existimos («vivimos, nos movemos y somos»: cf. Hch 17,28). En el principio de nuestra cultura está el cadáver de la mujer/madre vencida por la técnica violenta (racional) de los guerreros varones de Marduk. Para que el hombre pueda construir esa cultura y construirse tiene que domar-dominar a la mujer (a su misma madre), hasta que al fin ella se vuelva inofensiva y útil, descanso y servidora del guerrero. Este mito concibe al universo como madre dominada y así­ lo ha destacado de forma estremecedora. (a) En la parte superior del gran horno del cuerpo de Tiamat, dividido en dos, como las valvas de un molusco, ha colocado Marduk los grandes astros (Entuna Elish V, 1-47). (b) Con la saliva y aliento de Tiamat hizo Marduk las nieblas, las nubes y los vientos, pues respira mos del hálito vital de la madre muerta (V, 47-53). (c) Sobre la parte inferior del cuerpo de Tiamat, que es la costra y superficie de la tierra, vivimos y nos movemos nosotros. Cabeza y pechos de la madre son las inmensas montañas y sus ojos son los manantiales de los grandes rí­os (Eufrates y Tigris) que fecundan la tierra cultivada del entorno de Mesopotamia… (V, 53-68). De esa forma justifica el mito la violencia ecológica contra la madre naturaleza de la que hemos nacido y sobre la que vivimos. Los portadores de la cultura occidental, herederos de este mito mesopotamio, hemos empezado a ser lo que somos al independizarnos de la madre y dominarla.

(3) Marduk, una cultura de violencia. Sólo quien la mata (quien reprime lo materno) puede convertirse en rey (.Entuna Elish V, 109). Todos dependemos de ese matricidio. Brotamos de la carne y sangre de Tiamat (y/o de Kingu, su consorte), pero nacemos por obra de Marduk, como beneficiarios y representantes de su violencia. Lo que él hizo tenemos que seguir haciéndolo, para ratificar su gesto en una fuerte cultura de violencia. Sobre esa «hazaña» de Marduk se edifica la ciudad (Babel) y se instaura la religión (el culto de los dioses), en claves de violencia. Antes parecí­a dominante el miedo a la madre, el fantasma de una naturaleza opresora. Ahora, los dioses (y los hombres) deben inclinarse ante los signos del poder violento: «El Señor (Marduk) presentó su Arco, puso esta arma delante de ellos. Los dioses, sus padres, contemplaron la Red que habí­a hecho; y admiraron la maravillosa factura del Arco.;. (Y Anu) tras besar el Arco dijo: ¡Sí­! ¡Este es mi Hijo!» (VI, 83-98). Donde reinaba el útero materno reinan y se vuelven adorables las armas que han matado a la madre. El Arco y la Red constituyen el nuevo cuerpo de violencia del varón que se impone sobre el mundo. Ha terminado la protohistoria (tiempo del cuerpo materno); sobre el cadáver de la madre, con el Arco y la Red como dioses, han comenzado su historia los grandes creadores de violencia que han sido y son los babilonios (y los occidentales modernos). Todos seguimos estando apoyados en el asesinato mí­tico, es decir, real pero no histórico, de la madre, que puede interpretarse como pecado original de la cultura de Occidente que ha seguido llevando la marca de ese triunfo polí­tico y social de Marduk, Dios de la guerra, violencia original sacralizada. La cultura y religión que se establece sobre ese fundamento (muerte de la madre) tiene un sentido militar: se ha desligado de la naturaleza, se ha puesto al servicio del orden de Babel* y es propia de fuertes guerreros. Esta cultura de Marduk-Babel ha definido toda la historia posterior de Occidente, como sabe el Apocalipisis al presentar a Babel como imperio destructor, fundado en la violencia. La tradición bí­blica ha conservado el recuerdo de Marduk. Así­ Jr 50,2, cuando anuncia la caí­da de Babilonia: «Anunciad en las naciones… y decid: Babilonia ha sido tomada, Bel es confundido, deshecho está Merodac (= Marduk); destruidas están sus esculturas, quebrados son sus í­dolos» (cf. Ap 18,2.10). Bel* es otro nombre de Marduk y aparece también en la historia de Bel y el Dragón (Dn 14). Textos en F. LARA, Emana Elish. Poema babilonio de la creación, Trotta, Madrid 1994; F. LARA y M. G. CORDERO, Emana elis. Poema babilónico de la creación, Nacional, Madrid 1981; J. B. PRITCHARD (ed.), Sabidurí­a del Antiguo Oriente, Garriga, Barcelona 1966, 35-45.

Cf. J. S. CROATTO, Experiencia de lo sagrado. Fenomenologí­a de la Religión, Verbo Divino, Estella 2002; X. PIKAZA, Ftombre y mujer en las grandes religiones, Verbo Divino, Estella 1996.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra