GENESIS

primer libro del Pentateuco y de la Biblia, cuyo nombre proviene del que se le dio en la versión griega de la Septuaginta, Génesis kosmou, esto es, Origen del cosmos, y que en hebreo se titula con las primera palabra del libro, be-re-shith, En el principio. El G., llamado el Libro de los orí­genes, contiene el relato desde la creación del mundo y del hombre hasta la muerte de José, undécimo hijo del patriarca Jacob. El libro consta de dos partes bien definidas: la primera, capí­tulos 1 al 11, sobre la historia primitiva, se remonta a la creación del universo y de la humanidad, el pecado original y las consecuencias que acarreó al ser humano, la maldad creciente de los hombres y el consecuente castigo con el diluvio, que lo destruyó todo, exceptuando a Noé, a su familia y a los animales que entraron con él en el arca. Igualmente, la primera alianza establecida por Dios con la humanidad a través de Noé, cuya señal fue el arco iris; luego, el repoblamiento de la tierra a partir de Noé. La segunda parte, capí­tulos 12 al 50, se refiere a la vida de los patriarcas hebreos, Abraham, el hombre de la fe, por la que Dios le promete una descendencia numerosa y la Tierra Santa para la misma; Isaac, padre de Esaú y Jacob, este último escogido por Dios y a quien le renueva las promesas hechas a Abraham, padre de doce hijos, los antepasados de las doce tribus de Israel. El final del libro del G., capí­tulos 37 al 50, exceptuando el 38 y el 49, está dedicado a José, el menor de los hijos de Jacob.

El libro del G. a su vez, se divide en cuatro tí­tulos: I. Orí­genes del mundo y de la humanidad, 1; 2; 3; 4; 5; 6; 7; 8; 9; 10; 11. II. Historia de Abraham, 12; 13; 14; 15; 16; 17; 18; 19; 20; 21; 22; 23; 24; 25, 18. III. Historia de Isaac y de Jacob, 25, 19-34; 26; 27; 28; 29; 30; 31; 32; 33; 34; 35; 36; 37, 1. IV. Historia de José, 37, 2; 38; 39; 40; 41; 42; 43; 44; 45; 46; 47; 48; 49; 50.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

El primer libro de la Biblia. En la tradición judí­a el libro recibe su nombre de la primera palabra, bereshith (en el principio). El nombre Génesis, que significa principio, se deriva de la LXX y también se halla en la traducción latina (Liber Genesis). Mucho del libro trata de los orí­genes.

La tradición atribuye el libro a Moisés. Muchos de los relatos históricos de Génesis predatan a Moisés por grandes extensiones de tiempo. No hay ninguna razón por la cual no podrí­a haber dispuesto estos relatos antiguos en la estructura literaria del libro.

Se puede dividir a Génesis aprox. en tres partes:

( 1 ) La creación hasta la muerte de Taré, padre de Abraham (1—11),

( 2 ) una historia de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob (12—36) y

( 3 ) el relato de José (37—50).

La primera sección comienza con el relato de la creación, registra la caí­da de la raza humana, el diluvio y la torre de Babel. Los relatos patriarcales registran la primera declaración formal de la promesa a Abraham. La promesa, que más tarde tomó la forma de pacto (Gen 15:12-21) garantizaba una herencia para el pueblo de Dios en todas las edades. Jacob es el progenitor de las 12 tribus de Israel (Gen 35:23-26). Jacob y sus hijos llegan a Egipto como resultado de una escasez general. Entonces José se reunió con su familia y la estableció en la tierra de Egipto (Gen 47:11-12). Las narraciones acerca de José proveen el trasfondo histórico para el libro de éxodo, que registra la esclavitud de los israelitas en Egipto y su posterior éxodo de esa tierra. Estas narraciones también señalan el perí­odo de esclavitud egipcia mencionado en el pacto abrahámico (Gen 15:13-14).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(comienzos, orí­genes).

El primer libro de la Biblia que se divide en dos partes.

1- Origen de la humanidad: Caps.l-11.

– Comienzo del mundo, cap.l y 2.

– De la humanidad, 1 y 2.

– Del pecado, 3:1-7.

– De la redención, 3:15.

– Del castigo, 3:16-20, caps.6-8.

– De la vida familiar, 2:24, 4:1-15.

– De la civilización, 4:16 a 9:29.

– De las naciones, 10-11.

2- Comienzo del Pueblo de Dios: Caps. 12 al 50- Abraham, Isaac, Jacob y sus 12 hijos, especialmente José.

En Génesis, el Pueblo de Dios es nada más que una «familia» de 66 personas, hijos, nietos y biznietos de Abraham; en Exodo comienza ya siendo un «pueblo» de 3 millones de habitantes. Ver Biblia

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

tip, LIBR LIAT

ver, CREACIí“N, DILUVIO, BABEL, GENERACIí“N, PENTATEUCO, CRONOLOGíA BíBLICA, íNGEL DE JEHOVí, ABRAHAM, MARDIKH (TELL)

vet, Gr. «génesis», «origen». Nombre que se le da en la versión LXX al primer libro del AT; proviene del heb. «B’rëshith», «en el principio», frase con la que comienza el libro. Génesis se divide en tres secciones: (a) Descripción del mundo, su creación y sus relaciones con Dios, comienzo de la historia humana (Gn. 1:1-2:2). (b) Esquema de la historia de la humanidad antes de Abraham; revelación de las relaciones entre Dios y la raza humana; comienzo de la historia del pueblo escogido (Gn. 2:4-11:26). (c) Historia del pueblo del pacto hasta su ida a Egipto (Gn. 11:27-50:26). Respecto a la primera sección, véase CREACIí“N. Con respecto a la segunda sección, véanse DILUVIO, BABEL, etc. (a) SINOPSIS. Una breve sinopsis de Génesis es como sigue: Creación del universo y de la tierra con todo lo que ésta contiene (Gn. 1:1-2:3); relato particularizado de la creación del hombre y de la mujer (Gn. 2:4-25); la caí­da (Gn. 3), progreso del pecado (Gn. 4:1-15), la lí­nea impí­a (Gn. 4:16-24), la lí­nea elegida (Gn. 4:25-5:32), el aumento del pecado (Gn. 6:1-8), el diluvio (Gn. 6:9-9:17), la repoblación de la tierra (Gn. 9:18-10:32), la construcción de la torre de Babel (Gn. 11:1-9) y el origen de la raza semí­tica (Gn. 11:10-26), el inicio de la carrera de Abraham, su llamamiento, su peregrinación en Canaán (Gn. 11:27-25:10), la vida de Isaac, desde la muerte de su padre hasta la partida de Jacob hacia Mesopotamia (Gn. 25:11-27:40), la vida de Jacob desde su partida a Mesopotamia hasta la muerte de Isaac (Gn. 27:41-35:29), la descendencia de Esaú (Gn. 36), el comienzo de la historia de José hasta que fue vendido en Egipto (Gn. 37), el pecado de Judá (Gn. 38), la condición de José en Egipto (Gn. 39-45), las circunstancias relativas a la vida de Jacob, de su familia y de José en Egipto (Gn. 46-49), la muerte de Jacob y de José (Gn. 50). Génesis tiene diez divisiones naturales que tienen como encabezamiento la fórmula «Estos son los orí­genes» (heb. «tol’doth», véase GENERACIí“N), o traducciones equivalentes (Gn. 2:4; 5:1; 6:9; 10:1; 11:10; 11:27; 25:12; 25:19; 36:1, 9; 37:2). Para la cuestión del autor, de la unidad, autenticidad, véase PENTATEUCO. (b) MENSAJE ESPIRITUAL. Este libro fundamental nos introduce de una manera magistral en la revelación escrita de Dios. Al explicarnos los orí­genes traza, simultáneamente, las lí­neas maestras que conducen a través de toda la Biblia hasta la consumación final del Apocalipsis. En Génesis hallamos efectivamente el origen de todas las cosas: la creación de los cielos y de la tierra, del hombre, del paraí­so, del árbol de la vida, la primera mención del tentador, la caí­da y el comienzo del pecado entre la raza humana, primer juicio universal mediante el agua, la torre de Babel, confusión de las lenguas, la vocación del pueblo de Dios. En el Apocalipsis todo se consuma: nuevos cielos y nueva tierra, la humanidad glorificada, el paraí­so eterno y el árbol de la vida (Ap. 2:7; 22:2), castigo definitivo de Satanás, fin del pecado, segundo juicio universal por fuego (Ap. 20:11; 2 P. 3:5-12), reunión de los hombres de todas las lenguas alrededor del Cordero (Ap. 5:9), su reinado eterno en la Nueva Jerusalén en la presencia inmediata de Dios (Ap. 21:22). En ello se tiene una de las pruebas de la extraordinaria unidad de la inspiración de la Biblia, escrita a lo largo de unos 16 siglos por un cúmulo de diferentes autores. Como es natural, Génesis es citado incesantemente de manera directa o indirecta en el AT. El Señor se presenta constantemente como «el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob», nombre que serí­a incomprensible sin el libro de Génesis. Y tampoco se podrí­an concebir ni el origen ni el llamamiento de Israel sin este libro. Nos hallarí­amos con un gran vací­o si careciéramos de los primeros 11 capí­tulos, que sirven como semillero de toda la historia de la redención. Señalemos también que los capí­tulos 12-50 (39 capí­tulos, casi 3/4 del libro) se dedican a cuatro biografí­as, llenas de enseñanzas acerca del individuo, de la familia, de la educación, y de la acción de Dios a través de las generaciones. En cuanto al NT, hay más de 60 citas de Génesis: Cristo mismo confirma sus principales relatos: la creación del hombre y de la mujer (Mt. 19:4-6), asesinato de Abel (Lc. 11:49-51), el diluvio (Lc. 17:26-27), Abraham, Isaac y Jacob (Mt. 22:32; Jn. 8:56), circuncisión de los patriarcas (Jn. 7:21-23), etc. Esteban hace en Hechos un resumen desde el llamamiento de Abraham hasta el descenso a Egipto con José (Hch. 7:1-17). Pablo hace constantes alusiones a los personajes y a los hechos espirituales de Génesis (por ej., Ro. 4; 5:12-21; 9:7-13; 1 Co. 11:7-12; 2 Co. 11:3; Gá. 3:6-18; 4:21-31; 1 Ti. 2:13, etc.). En cuanto a la epí­stola a los Hebreos, cp. Melquisedec (He. 7:1-22), sobre la creación, y sobre los patriarcas, desde Abel hasta José (He. 11:3-22). (c) LUGAR OCUPADO POR CRISTO. El lugar ocupado por Cristo en Génesis es lo que da un mayor valor a este libro. El mismo Jesús advirtió que Moisés habí­a escrito de él, y que si no creemos a Moisés no podremos creer en sus palabras (Lc. 24:25-27, 44; Jn. 5:46-47; 8:56). Ya en el relato de la Creación podemos ver una alusión velada a la Trinidad con el plural usado a propósito de Dios (Gn. 1:1, Elohim, etc.), y en el consejo tenido en el seno de la Deidad en el momento de la creación del hombre (Gn. 1:26; cp. Jn. 1:1-3; Col. 1:16; He. 1:10). Adán era figura de Aquel que habí­a de venir (Ro. 5:14, 15; 1 Co. 15:22, 45-49). La promesa de la simiente de la mujer que aplastará la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15) recibe el nombre de «protoevangelio», el primer anuncio de la redención mediante la encarnación y sufrimientos. Abel es declarado justo por su fe en un sacrificio cruento, más excelente que el de Caí­n (Gn. 4:4; He. 11:4). El agua del diluvio fue una figura del bautismo, y el arca es una de las imágenes de la salvación en Cristo, que pasa a través del juicio dando refugio a los que se allegan a El, y que mueren y resucitan con El (1 P. 3:21; Ro. 6:3-4). Melquisedec es un tipo de nuestro eterno y perfecto Sumo Sacerdote (Gn. 14:18-20; He. 7:1-8, 24-25). El ángel de Jehová (véase) es igualmente una teofaní­a, una manifestación de Aquel que da evidencia visible de la presencia de Dios (Gn. 16:7 ss.; 18:2 ss.; 22:11 ss.; 32:24 ss.). El sacrificio de Isaac, el hijo único tanto tiempo esperado, en Moria (cp. 2 Cr. 3:1), presenta analogí­as extraordinarias con las del Hijo unigénito de Dios casi en el mismo lugar (Gn. 22; He. 11:17-19; Gá. 3:16). Silo, el soberano, vendrá un dí­a de la tribu de Judá (Gn. 49:9-10). Es así­ que se precisa la lí­nea del Mesí­as: nacerá de nuestra raza (Gn. 3:15), el pueblo originado en Abraham (Gn. 22:17-18), de la tribu de Judá (Gn. 49:10), de la familia de David (2 S. 7:13-16), de Marí­a (Lc. 1:32). (f) MARCO HISTí“RICO. Con respecto al marco histórico de Génesis, véanse última sección de ABRAHAM, MARDIKH (TELL), PENTATEUCO, y también CREACIí“N, DILUVIO. Bibliografí­a: J. G. Bellet: «The Patriarchs» (Bible Truth Publishers, Oak Park, Illinois, s/f); J. Calvino: «Génesis» (Banner of Truth, Londres, reimp. 1975); R. S. Candlish: «Studies in Genesis» (Kregel Pub., Grand Rapids, Michigan, 1979); U. Cassuto: «From Adam to Noah» (The Magnes Press, The Hebrew University, Jerusalem, 1961/72); C. F. Keil y F. Delitzsch: «The Pentateuch» (William B. Eerdmans Publishing Co., Grand Rapids, Michigan, reimp. 1981); H. C. Leupold: «Exposition of Genesis» (2 vols., Baker Book House, Grand Rapids, Michigan, 1942/1981); A. Jukes: «Types in Genesis» (Kregel Pub., Grand Rapids, Michigan, 1976); C. H. Mackintosh: «Génesis» (Ed. «Las Buenas Nuevas», Montebello, California, 1964); H. M. Morris: «The Genesis Record» (Creation-Life Publishers, San Diego, California, 1976); E. J. Young: «Una introducción al Antiguo Testamento» (T.E.L.L., Grand Rapids, Michigan, 1977) y E. J. Young:»Studies in Genesis One» (Reformed and Presbyterian Pub. Co., Nutley, N. J., 1975).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[011]

Primer libro del Pentateuco y por lo tanto de la Biblia. Es término griego y latino. En hebreo la primera palabra es «b’eresit» (inicio… origen) (Ver Biblia. 6. Y ver Canon bí­blico)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Es el primer libro de la Biblia, y por tanto del Pentateuco. Para los hebreos es el libro bereshit (que significa: en el principio): en el griego de los Setenta y en el latí­n de la Vulgata se propone como ghénesis, genesis, de donde nuestra expresión «Génesis»: origen(es).

El contenido corresponde al tí­tulo del libro. En la primera parte (cc. 1-11) se proponen: el origen del cosmos, el origen del mal, el origen de la pluralidad de lenguas y de la multiplicidad racial y cultural de los pueblos. En la segunda parte (cc. 12-50): el origen del proyecto concreto de salvación a través de un hombre, Abrahán, y a través de una historia de familias (ciclo narrativo de Jacob-Esaú y de José).

Nos encontramos frente a un extraordinario opúsculo de 50 capí­tulos, con una confluencia notable de manos de diversos escritores y de géneros literarios. La nueva teorí­a documental (cf J Wellhausen, 1878) puso de manifiesto al menos tres capas literarias o tradiciones-redacciones, antes de la redacción final: J (siglo x [2] a.C.), E (siglo IX-VIII a.C.) y P (siglo VI-Y a.C.) (yahvista, elohí­sta y sacerdotal).

También hay varios géneros literarios, con la presencia de elementos literarios, incluso mitológicos y legendarios, reinterpretados yahví­sticamente: géneros sapienciales, genealogí­as, oráculos de salvación, relatos históricos, poemas épicos, plegarias hí­mnicas, bendiciones, composiciones redaccionales.

La historia, entre la novedad y la repetitividad, es fruto de la acción salví­fica de Dios, que no tiene nada que ver con las maldades humanas que afectan, dentro del valor y de los lí­mites de la libertad humana, a la primera pareja, a sus hijos, a los clanes, a los pueblos. Pero Dios se muestra siempre como salvador, en busca del hombre y del pueblo, para ayudarle a vivir de él con él, escogiendo a un hombre para hacerlo cabeza de un pequeño pueblo elegido, a fin de que sea a su vez mediación de salvación para todos los pueblos, a través de las mil peripecias y sufrimientos de la vida.

La redacción final del libro suele ponerse después del destierro de Babilonia, en tiempos de Esdras y Nehemí­as, en el siglo IV-III a.C. Los textos originales de los que se han sacado las traducciones modernas son: para el hebreo, el manuscrito de Leningrado B 19 (texto masorético del siglo x d,C,), comparado con los rollos de Qumrán, cueva 4 (siglo 11 a.C.): y para el griego, sobre todo los códices Sinaí­tico (SI) y Vaticano (B), que recogen la traducción de los Setenta.

La estructura del libro es muy clara, Orí­genes (cc. 1-11), con la dóble narración de la creación: Caí­n y Abel los descendientes de Adán; el pecado con el diluvio y la salvación de Noé y sus familiares; la torre de Babel.

Ciclo de Abrahán (cc. 12-23), que engloba las narraciones de la vocación de Abrahán y las promesas, la alianza con Dios, las contiendas entre las mujeres y los pastores, las intercesiones y los problemas familiares.

Ciclo de Jacob (cc. 28-36), con los itinerarios de Jacob, la boda con Raquel y con Lí­a, sus hijos, sus relaciones con su hermano Esaú; sus visiones y sus plegarias; su llegada a Canaán, sus descendientes.

Ciclo de José (cc. 37-50), con sus sueños, su venta por los hermanos, su esclavitud y encarcelamiento en Egipto: José virrey; su reconciliación con sus hermanos: la muerte de Jacob y la muerte de José.

L. Pacomio

Bibl.: G. von Rad, El libro del Génesis, Sí­gueme, Salamanca 1977; J Guillén Torralba, Génesis. Texto y comentario, Casa de la Biblia, Madrid 199O: íd., Los patriarcas, Historia y leyenda, Atenas. Madrid 1987; P Grelot, Hombre, ¿quién eres? Los 11 primeros capí­tulos del Génesis. Verbo Divino, Estlla II 1994; B. Vawter, Paso a paso por el Génesis, Verbo Divino, Estella 1971.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

SUMARIO: I. Un entramado de cuestiones y de temas. II. Dos paneles de un dí­ptico: 1. El panel de «ha-‘Adam»: a) Las áreas literarias, b) Delito y castigo; 2. El panel de Abrahán: a) Alianza, promesa, juramento, b) Tres lí­neas estructurales. III. La historia de José.

I. UN ENTRAMADO DE CUESTIONES Y DE TEMAS. Con la palabra hebrea Beresit -«in principio»-, con que se abre este libro, los hebreos titulan el primer rollo del Pentateuco y de la Biblia, volumen que nosotros, siguiendo la versión griega de los Setenta, llamamos Génesis (= Gén). «Principio» de la Biblia, «principio» del ser mismo en la creación, «principio» de aquella cadena ininterrumpida de sucesos y palabras que designamos como «historia de la salvación», «principio» del diálogo entre Dios y el hombre», «principio» que tendrá su reedición decisiva y definitiva en el «in principio erat Verbum» del prólogo de Juan.

El entramado de cuestiones literarias, históricas, exegéticas, teológicas y hermenéuticas que este libro encierra es tan complicado que nos obliga a hacer del mismo sólo una presentación esquemática, a ofrecer únicamente una visión panorámica del conjunto. Esta mirada sintética podrá ampliarse a través de una secuencia múltiple de voces, como las que encierra este mismo Diccionario. Así­, el motivo de la creación afecta a la interpretación bí­blica del / cosmos, a la presencia de los / animales y del / hombre, al / trabajo y a la / vida, a la noción de / tiempo y de espacio, a la concepción «estética» y optimista de lo creado [/ Belleza], al universalismo adámico, a la / corporeidad, a la bipolaridad sexual [/ Mujer], a la teologí­a del / matrimonio y a todas las cuestiones antropológicas derivadas, entre las cuales brilla como fundamental la de la libertad [l Liberación/libertad]. En efecto, es central en las primeras páginas la reflexión sobre el l mal y sobre el / pecado (Gén 3), que se relaciona con el juicio divino (diluvio) [/ Agua] y con la / muerte.

También plantea problemas el uso abundante por parte de las tradiciones bí­blicas de / mitos pertenecientes a la «Media luna fértil» y la respectiva operación de «desmitización» que hay que realizar sobre ellos. Es entonces fundamental la definición del marco cultural [/ Cultura/ Aculturación] del antiguo Oriente en el que se coloca el Gén. Además, la teologí­a de la / palabra de Dios se abre con la celebración de su eficacia creativa; pero desemboca en su actuación histórica en la / alianza y en la / elección, pasando a través de la mediación de las teofaní­as y de la angelologí­a [/ Angeles/ Demonios]. La visión patriarcal de Dios presenta aspectos originales y problemáticos, mientras que la salvación que el Señor ofrece provoca la reacción de la / fe, de la / justicia, de la circuncisión en / Abrahán, elementos todos ellos de gran importancia en la / teologí­a bí­blica y en la teologí­a simpliciter.

Son inmensas las cuestiones estrictamente literarias e históricas: las tradiciones del / Pentateuco y su génesis, los géneros literarios [/ Exégesis], las sagas, la aplicación sistemática del simbolismo [/ Sí­mbolo], los análisis comparados, la historicidad de las tradiciones patriarcales, la autonomí­a del relato de José. En otro terreno, no se puede prescindir de la / hermenéutica cristiana y eclesial del Gén; no es posible ignorar las relecturas mesiánicas de ciertos pasajes; no es lí­cito excluir los debates sobre las relaciones entre la ciencia y la fe, entre la antropologí­a teológica y la filosófica.

En cierto sentido podemos decir que la exposición de esta voz requiere una visión indirecta de más de la mitad de las voces que componen este Diccionario. Así­ pues, elegiremos coherentemente el único camino practicable: el sincrónico, esencial, sintético, más evocador que analí­tico.

II. DOS PANELES DE UN DíPTICO. La estructura fundamental de Gén se apoya sustancialmente en dos paneles (desiguales) de un mismo dí­ptico. El primero comprende los once primeros capí­tulos y tiene por protagonista a ha Adam, es decir, al hombre; en hebreo esta palabra lleva el artí­culo, y, dada la incapacidad congénita para la abstracción tí­pica de la psicolingüí­stica semita, es equivalente a nuestro término «humanidad», esto es, el hombre-Adán de todos los tiempos y de todas las regiones de nuestro planeta. El segundo panel, que domina los capí­tulos 12-50, tiene por sujeto a Abrahán y a su descendencia: el horizonte se estrecha, el objetivo selecciona de entre toda la humanidad al pueblo de Israel y su primer artí­culo de fe (cf Deu 26:5-9; Jos 24:1ss), es decir, la vocacón y el don de la fe a los patriarcas, raí­z de la cual se fue desarrollando el árbol del pueblo elegido y de la historia de la salvación.

A llenar de color y de datos estos dos cuadros han colaborado muchas voces y muchas manos. En efecto, estas narraciones o reflexiones simbólicas cristalizaron en el texto definitivo de Gén (que hay que situar a mediados del siglo v a.C.), sólo después de haber sido largamente anunciadas en las tradiciones orales y parcialmente redactadas, ya que, según los procedimientos mnemotécnicos caracterí­sticos del pueblo semita, la transmisión de recuerdos se hací­a a través de la voz, la memoria y los primeros escritos, siempre con una tasa muy alta de fidelidad, pero también con ciertas actualizaciones respecto a las nuevas exigencias de las comunidades dentro de las cuales se transmití­an esos datos. Así­, en las aldeas, en las asambleas litúrgicas, en la enseñanza de los padres a sus hijos (Sal 78:3ss), en la catequesis, los instantes iniciales o primeros pasos de Israel y las antiguas reflexiones sobre la situación del hombre se reproponí­an al conocimiento y a la meditación de las nuevas generaciones.

Estas corrientes vivas de palabras, de imágenes y de acontecimientos se transformaban como en rí­os de un recorrido preciso y definitivo: eran las llamadas «tradiciones», que los autores catalogarán siglos más tarde convencionalmente apelando a los términos con que se designa en ellas a Dios. Se habla así­ de la tradición yahvista (J: siglo x a.C.), debido al uso inicial y frecuente del tetragrama sagrado e impronunciable Yhwh, y de la tradición elohí­sta (E: siglos Ixvul a.C.), por el nombre divino común Elohim con que se designaba a la divinidad en el mundo oriental. Una primera fusión y reelaboración de estas dos tradiciones, realizada en torno al año 700 a.C., habrí­a dado origen a una tradición mixta llamada yehovista (yahvista-elohí­sta). A ella se añadirá, en el destierro de Babilonia (siglo vi a.C.), una nueva tradición más «técnica», más precisa y más hierática, que surgió en los ambientes sacerdotales y que por eso se designa convencionalmente como tradición sacerdotal, indicada de ordinario con la sigla P (del alemán «Priesterkodex» = Código sacerdotal). (Para todas estas tradiciones, / Pentateuco II-V.)
Estos rí­os literarios, que en su interior revelan corrientes autónomas y preexistentes -con la diversidad de sus aportaciones, de sus tonos, de sus planteamientos teológicos y de sus colores literarios-, convergen en un delta grandioso, nuestro Gén, que, a pesar de estar redactado ahora como un volumen unitario, sigue revelando en su interior esta confluencia.

1. EL PANEL DE «HA-‘ADAM». Podemos iniciar ahora un examen más detallado, aunque siempre sumario, de los dos paneles mencionados, procurando intuir sus lí­neas fundamentales, muchas veces heterogéneas precisamente por las diversas tradiciones que acabamos de identificar.

a) Las áreas literarias. El primer panel, que tiene por protagonista al hombre en sentido amplio, y no sólo al hebreo, está construido a través de dos formas literarias: la genealogí­a y la narración, debidas a dos tradiciones: la yahvista y la sacerdotal (en esta primera parte está ausente la E). He aquí­ el esquema de este primer cuadro del Gén:
YAHVISTA 2,4b-3,24 narración de la creación y del pecado-castigo4,1-2genealogí­a Adán-Eva/ Caí­n-Abel4,3-16 narración de un delito-castigo (Caí­n-Abel)4,17-26genealogí­a Caí­n-Lamec/Adán-Enós6-8 (trozos) narración de un delito-castigo (el diluvio)9,18-19 genealogí­a de Noé9,20-27narración de un delito-castigo (los hijos de Noé)10 (trozos) genealogí­a (tabla de los pueblos)11,1-9narración de un delito-castigo (torre de Babel) SACERDOTAL 1,1-2,4anarración de la creación5 genealogí­a de Adán a Noé6-9 (trozos)narración (diluvio y nueva creación)genealogí­a de Noé (6,9-10)10 (trozos) genealogí­a (tabla de los pueblos) 11,10-26genealogí­a de Sem a Abrahán b) Delito y castigo. En la tradición J prevalecen las narraciones, mientras que en la P prevalecen las genealogí­as. Estas últimas son un modo caracterí­stico de hacer historia propio de las tribus nómadas sobre la base de la descendencia de un antepasado ideal. Naturalmente, al tratarse de la genealogí­a de la humanidad entera, el antepasado no puede menos de llamarse Adán, «hombre» por excelencia. Este procedimiento es también un intento de describir y explicar los orí­genes, y por tanto el sentido de una realidad: es lo que técnicamente se llama etiologí­a, es decir, «búsqueda de las causas», vuelta a la raí­z de las cosas para captar su significado profundo y misterioso. Las narraciones de la tradición J, por el contrario, están distribuidas en escenas, dominadas todas ellas por un esquema ideológico y narrativo de base: el binomio delito-castigo.

Fundamental es sin duda la gran escena de apertura, que se ha hecho célebre con la definición de «historia del pecado original» (cc. 2-3). Dios trazó en su creación un proyecto de armoní­a. Un proyecto en cuya realización Dios habrí­a querido comprometer a Adán, es decir, al hombre que hay en todos nosotros, en nuestros padres y en nuestros hijos, en el primer hombre y en el último que vea la luz en nuestro planeta. El proyecto divino buscaba la armoní­a entre el hombre y el mundo (los animales «nombrados» por Adán son el signo del trabajo, de la ciencia, de la civilización, del cosmos que el hombre desarrolla y controla); querí­a la armoní­a entre el hombre y su semejante, encarnada en la relación ejemplar del amor matrimonial, visto como prototipo de toda relación humana; querí­a la armoní­a entre el hombre y Dios, que «a la brisa del atardecer» entraba en el «jardí­n» de la tierra a dialogar como un soberano oriental con su criatura más alta y más querida. Como es obvio, aunque el esquema cosmológico y antropológico empleado por la Biblia es el de la obra, es decir, el esquema fixista y monogenista, esto no significa que dicho esquema sea el objeto de la enseñanza bí­blica.

Pero al cuadro de luz del capí­tulo 2 se opone el cuadro tenebroso del capí­tulo 3: el hombre quiere prescindir del proyecto que Dios le ha propuesto, quiere realizar un proyecto alternativo. Se trata precisamente del proyecto que se definirá como el pecado original, el pecado radical, enquistado en la realidad de cada ser humano. Se rompen las armoní­as precedentes: el hombre, apoderándose por su cuenta del fruto del «árbol del conocimiento del bien y del mal», es decir (por encima del sí­mbolo), optando por otro orden moral conquistado por sí­ mismo, se aliena en un trabajo ingrato y en causa de explotación de los demás, considera a la mujer exclusivamente como objeto de placer y es alejado del «jardí­n» del diálogo con su Dios, al que ahora siente lejano y hostil.

También es significativa la historia tribal de Abel y Caí­n (4,3-16), historia de una relación entre dos tipos de cultura (agrí­cola y pastoril), rota por la violencia. Caí­n es el sí­mbolo de las rupturas sociales y del odio que de ello se deriva. Las relaciones entre los hombres son siempre relaciones de fraternidad, por lo cual todo homicidio es muerte de un hermano.

También es muy fina la escena de la torre de Babel (11,1-9): aquel ziqqurat babilonio es el sí­mbolo de la superpotencia polí­tico-religiosa, que ambiciona la sumisión de toda la tierra bajo la sombra de su imperialismo, llegando a desafiar al mismo Dios. Pero Dios está en contra del hegemonismo, y lo castiga con una atomización que no es sólo étnico-polí­tica y cultural, sino que tiene repercusiones negativas en la imposibilidad de la colaboración internacional.

Hay que señalar además que las dos tradiciones J y P, en su reflexión más bien pesimista (sobre todo la J) sobre la relación hombre-creación, hombre-hombre, hombre-Dios, sobre las tensiones sociales, sobre las grandes catástrofes naturales (el diluvio), sobre las relaciones internacionales, utilizan materiales mitológicos, es decir, reflexiones simbólicas desarrolladas en el ámbito de la «Media luna fértil». Pero estos materiales son purificados y leí­dos a la luz de la revelación bí­blica general. Recordemos, por ejemplo, las célebres narraciones del diluvio presentes en las epopeyas mesopotámicas de Gilgames, de Ziusudra y de Atrahasis, sometidas por la Biblia a reinterpretaciones teológicas (cf el c. 9). La categorí­a interpretativa más destacada es sin duda la de la bendición-maldición. El hombre por sí­ solo está bajo el signo del pecado y de la maldición (3,14.17; 4,11; 5,29; 8,21; 9,25-26). Pero esta trama del mal es borrada por la gracia divina, que anula la maldición con la bendición de Abrahán, el justo llamado por Dios. Efectivamente, en la narración J de la vocación de este patriarca (12,1-4) se repite por cinco veces la raí­z hebrea brk, que significa «bendecir»: es la gracia que se derrama y que da origen al hombre nuevo, al Adán según justicia, al Abrahán «nuestro padre en la fe» (Rom 4).

Hemos llegado así­ al segundo panel del dí­ptico de Gén.

2. EL PANEL DE ABRAHíN. El comienzo de la aventura de / Abrahán, que suele situarse hacia el 1800 a.C., se describe en el versí­culo 12. El esquema es «militar», hecho de órdenes-ejecuciones: «El Señor dijo a Abrán: `Sal de tu tierra…’, Abrán partió, como le habí­a dicho el Señor» (vv. 1.4). El movimiento es rí­gido yacuciante; la iniciativa parte de Dios, representado como un general que da sus órdenes y espera que se ejecuten rápidamente. Abrán es como un soldado, como un servidor fiel de la palabra divina. La fe es un riesgo que hay que correr con decisión. La tradición E, que ahora entra en escena (15,1-6), subraya en particular este aspecto de riesgo y de oscuridad que encierra la fe. La promesa de un futuro encarnado en un hijo parece un sueño, algo así­ como la proyección de unos deseos irrealizables. La realidad es muy negra: Abrahán es anciano, Sara estéril; el heredero habrá de ser un extraño, Eliecer de Damasco, el administrador de Abrahán. Pero he aquí­ que Dios hace brillar un atisbo de esperanza con el gesto simbólico ofrecido por una noche de ansias y de dudas: «Levanta tus ojos al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas: así­ será tu descendencia» (15,5). Abrahán responde con fe pura: «Creyó al Señor, y el Señor le consideró un hombre justo» (15,6).

Sin embargo, la oscuridad prosigue y es atestiguada por la «risa» del patriarca (17,17) y la de Sara (18,12-15), una «risa» que es signo de incredulidad, de crisis de fe. Pero al final, viva y definitiva, se percibe la «risa» de Dios encarnada en Isaac, el hijo esperado, cuya etimologí­a significa «Yhwh ha reí­do». Pero la prueba definitiva de la fe está en el célebre capí­tulo 22 (E), definido por Kierkegaard como el paradigma de todo itinerario de fe. Es un recorrido oscuro y laborioso, acompañado tan sólo por aquella orden implacable: «Toma ahora a tu hijo, al que tanto amas, Isaac; vete al paí­s de Moria, y ofrécemelo allí­ en holocausto en un monte que yo te indicaré» (22,2). Luego el silencio, silencio de Dios, silencio de Abrahán, silencio del hijo, que sólo una vez, con ingenuidad desgarradora, comienza un diálogo fuertemente marcado por el contraste afectivo: «Dijo a su padre: `¡Padre!’ El respondió: `¿Qué quieres, hijo mí­o?’ … `¿Dónde está el cordero para el holocausto?’ … `Dios proveerá, hijo mí­o»‘ (vv. 7-8). La fe se ve aquí­ reducida a su estado más puro, sin apoyos humanos. Como hijo, Isaac tení­a que morir para que Abrahán renunciase a su paternidad y no tuviera ni siquiera este apoyo humano para creer, sino sólo el de la palabra de Dios. Por esto la palabra de Dios le pone por delante la destrucción de su paternidad. Y de este modo Abrahán, después de la prueba, recibe a Isaac no ya como hijo, sino como la promesa de Dios.

a) Alianza, promesa, juramento. La experiencia del encuentro entre Dios y Abrahán se describe en la Biblia mediante una categorí­a: la de la berit, que puede traducirse en nuestra lengua por «alianza», «juramento», «compromiso», «promesa». Aunque no haya que excluir cierta dimensión de reciprocidad o de bilateralidad, el sí­mbolo supone ante todo y sobre todo la primací­a de Dios como protagonista de la alianza. Es significativa la escena pintoresca de loss animales descuartizados presente en Gén 15:7ss (J): los animales divididos por el medio son un antiguo signo de automaldición, en el caso de violación de las cláusulas de un pacto. Pues bien, en esta escena la que asume el compromiso de modo formal y decisivo es la «llama» ardiente, sí­mbolo de Dios: es él, más aún que el hombre, el que es siempre fiel a la promesa de la salvación. La alianza está representada de una forma exquisita por P en Gén 17, donde se repite 14 veces (sí­mbolo numérico de la plenitud) la palabra berft y donde al hombre se le exige un signo como respuesta: el de la circuncisión [/ Alianza II, 1].

Otra descripción ejemplar del encuentro entre Dios y el hombre debe buscarse en el famoso relato de la lucha nocturna de Jacob con el ser misterioso a orillas del rí­o Yaboc (Gén 32:25-31 J). Jacob se habí­a encontrado ya con Dios en Betel en la visión de la escala (Gén 28:10-22 J + P), sí­mbolo de movimiento hacia Dios, evocado plásticamente por la escala del ziqqurat babilónico, que conducí­a a la cumbre piramidal del «santí­simo», el templete sagrado. Pues bien, a orillas del Yaboc se abre para Jacob una gran «agoní­a-lucha». El hombre parece vencer; pero en realidad sale cojeando de la lucha con Dios, que es el verdadero vencedor definitivo. En efecto, Jacob se ve obligado a revelar su nombre, es decir -según la concepción oriental-, a entregar en manos de su antagonista toda su personalidad; más aún, se le cambia el nombre par el de Israel, indicando así­ una transformación radical de su función y de su destino. Por el contrario, el misterioso luchador esconde su identidad; sigue siendo el trascendente por excelencia. Pero sólo a través de esta agoní­a nace el hombre nuevo, el que arrebata a Dios la bendición. Surge entonces la aurora de una nueva era: «Salió el sol cuando Jacob pasó por Penuel» (v. 32); es el comienzo de la historia de la salvación para Israel y para la humanidad.

b) Tres lí­neas estructurales. La historia patriarcal, que se desarrolla desde el capí­tulo 12 hasta el final del Gén, está sostenida por unas cuantas lí­neas estructurales que no son solamente las lí­neas teológicas de la relación Dios-hombre (alianza, promesa, bendición, descendencia, tierra, etcétera).

Se entrevé en primer lugar una lí­nea biográfica. Vincula en la unidad de una saga tres ciclos narrativos dedicados a otras tantas generaciones de un mismo clan familiar: Abrahán-Isaac, Jacob-Esaú, José. El tercer eslabón, como veremos [/ infra, III], tiene su autonomí­a particular. Esta lí­nea supone además otras implicaciones de orden sociológico; en efecto, se trata de la historia de una emigración en una época de inestabilidad cultural y étnica, cuyo fondo está documentado por los archivos de las ciudades-Estado de tránsito (Mari, Nuzu, Ebla, etc.). Y sobre este gran fresco del tablero polí­tico internacional domina la acostumbrada tensión producida por el bipolarismo de las dos superpotencias: la asirio-babilonia al oriente y la egipcia al occidente.

Dentro de Gén 12-50 corre además una lí­nea narrativa. Las tradiciones se han coordinado entre sí­ de una forma bastante homogénea; no obstante, no faltan incoherencias y repeticiones (p.ej., la reedición de la aventura en Egipto de Gén 12:10-20 J; Gén 20 E; Gén 26:1-11 J). Todo parece dirigirse hacia la solemne escena final del capí­tulo 50, escena de enlace con el segundo libro de la Biblia el Exodo: un grandioso cortejo de hijos, de nietos y de siervos devuelve a la tierra prometida, en el hogar nacional de Israel, los despojos mortales de Jacob.

Hay, finalmente, una lí­nea teológica, que es la verdadera clave de interpretación del relato patriarcal con toda la masa de sus datos biográficos. En esta trayectoria es donde aparece la acción de Dios y la humanidad recibe su revelación. Deseamos aquí­ señalar algunas de estas pistas teológicas diseminadas por el texto. En particular, nos gustarí­a recoger todo lo que está ligado con el contenido de la «bendición» divina, es decir, la «tierra» y la «descendencia». Son éstas dos maneras distintas de revelarse Dios; Dios se hace presente a nosotros con su cercaní­a en el espacio y en las realidades terrenas («tierra») y con su cercaní­a en el tiempo, en la historia («descendencia»). En estas dos coordinadas es donde Israel tiene que buscar la presencia y la acción salví­fica del Dios-Emanuel.

ABRAHíN
-12,1 «Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, y vete al paí­s que yo te indicaré».

-12,2 «Yo haré de ti un gran pueblo; te bendeciré y engrandeceré tu nombre. Tú serás una bendición»
-12,3 «Yo bendeciré a los que te bendigan… Por ti serán bendecidas todas las comunidades de la tierra».

-12,7 «Yo daré esta tierra a tu descendencia».

-13,5 «Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre».

-13,16 «Multiplicaré tu descendencia como el polvo de la tierra».

-15,5 «Levanta tus ojos al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas… Así­ será tu descendencia’:
-15,7 «Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los caldeos para darte esta tierra en posesión».

-15,18 «A tu descendencia doy esta tierra»:
-17,2 «Yo estableceré un pacto contigo: te multiplicaré inmensamente».

-17,4 «Este es mi pacto contigo: tú llegarás a ser padre de una multitud de pueblos».

-17,6 «Te multiplicaré inmensamente: yo haré que de ti salgan pueblos y nazcan reyes».

-17,8 «Yo te daré a ti y a tu descendencia después de ti en posesión perpetua la tierra en que habitas».

-18,18 «Ha de convertirse en un pueblo fuerte y en él serán bendecidas todas las naciones de la tierra».

-22,17s «Te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tu descendencia… Por tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra».

-24,7 «Yo daré esta tierra a tu descendencia’:
-24,35 «El Señor ha colmado de bendiciones a mi amo y le ha enriquecido mucho»
El sondeo que hemos hecho en el texto de Gén para la figura de Abrahán podrí­a hacerse también para Isaac y para Jacob, y encontrarí­amos la misma secuencia de términos indicativos. En esta perspectiva es donde se logra captar el mensaje de fe, de esperanza y de vida encarnado en la variedad narrativa de Gén.

III. LA HISTORIA DE JOSE. La deliciosa historia de José, más que una página histórico-teológica, debe considerarse -según lo ha sugerido G. von Rad- como un relato sapiencial ejemplar, de contornos históricos más bien vagos y tipificados. Tras las sagas narrativas de los capí­tulos precedentes viene ahora un relato de orientación parenética, aunque no privado de conexiones históricas sobre todo con el mundo egipcio. En esta historia José y sus hermanos no son ya antepasados tribales, sino individuos dotados de una compleja gama de reacciones, de cualidades y de sentimientos.

Estamos en presencia de dos cuadros redactados por la tradición J y por la E (la P sólo está presente marginalmente) y centrados simultáneamente en el personaje José, uno de los dos hijos de la esposa predilecta de Jacob, Raquel (el otro es el pequeño Benjamí­n). José es presentado, después de unos episodios pintorescos, como hombre de corte bien introducido en el mundo egipcio, capaz de pronunciar discursos elaborados, de interpretar los sueños, de gobernar, de llevar a cabo una magní­fica polí­tica económica. Se respira en estas páginas cierto aire de cosmopolitismo que hace pensar en la época de Salomón y en el optimismo sapiencial de aquel perí­odo (siglo x a.C.). He aquí­ el planteamiento esquemático de los dos cuadros:
YAHVISTA
1.a escena: Los sueños y la venta de José (c. 37). Es el comienzo del drama.

2.a escena: Está dominada por dos secuencias: una en casa de Putifar y otra en las cárceles de Egipto (c. 39).

3.a escena: Primero y segundo encuentro de José con sus hermanos (cc. 42-45: trozos).

ELOHISTA
1.a escena: La túnica manchada de sangre y la venta de José. Es el comienzo del drama (c. 37).

2.a escena: Está dominada por dos secuencias, en las que José interpreta dos sueños del panadero y el copero real y dos sueños del faraón (cc. 40-41).

3.a escena: Tres encuentros de José con sus hermanos (cc. 42; 45; 50).

En esta historia aparece un nuevo concepto tí­picamente sapiencial de la presencia de Dios y de su acción en la historia. Dios no interviene con gestos poderosos; su obrar no puede separarse de la trama normal de la existencia y de las opciones humanas. Sólo para el que mira los acontecimientos con fe el obrar divino es visible y descifrable. En definitiva, su presencia reside en el corazón humano. La historia, incluso individual, que a menudo se presenta como un amasijo de contradicciones y de amarguras, adquiere entonces una dimensión de esperanza y una lógica más profunda.

El libro del Gén (y por tanto la misma historia de José) se cierra con una mirada al futuro de Israel, futuro que está trazado por el antiguo poema que contení­a las bendiciones de Jacob (c. 49), dirigidas a las doce tribus. Casi nos parece contemplar un mapa geográfico e histórico de Palestina: la sucesión de las tribus no es una árida enumeración notarial, sino una secuencia de oráculos que conservan ecos históricos de la época misma de los jueces.

Hay una bendición, la reservada a Judá, que, a pesar de la oscuridad del texto, ha sido releí­da por la tradición, sobre todo cristiana, en clave mesiánica. La exaltación de la dinastí­a daví­dica que nacerá de esta tribu se proyecta hacia un rey ideal, «vástago legí­timo que reinará como verdadero rey, con sabidurí­a y ejercerá el derecho y la justicia en la tierra» (Jer 23:5). He aquí­ el núcleo de la bendición pronunciada sobre Judá: «El cetro no será arrebatado de Judá ni el bastón de mando de entre sus pies hasta que venga aquél a quien pertenece y a quien los pueblos obedecerán» (Gén 49:10). Jerónimo, al traducir «hasta que venga el que ha de ser enviado» (es decir, el mesí­as), acomodó el texto a la tradición mesiánica daví­dica [/ Mesianismo].

Pero ese futuro que las bendiciones de Jacob, testamento paralelo al de Moisés (Dt 33), está perfilando ahora en el horizonte de Israel tiene que pasar una larga y amarga preparación: la que experimentará Israel bajo la opresión de los faraones. Las últimas palabras de / Jacob-Israel se abren entonces a la próxima tragedia que describe el libro siguiente del / Exodo, pero también a la esperanza de libertad y de salvación que Dios ofrecerá continuamente a su pueblo: «Yo voy a morir, pero Dios vendrá ciertamente en vuestra ayuda y os hará subir de esta tierra a la tierra que él prometió a Abrahán, Isaac y Jacob» (Gén 50:24).

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G. Ravasi

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica

Gn 1-50
Sumario: 1. Un entramado de cuestiones y de temas. II. Dos paneles de un dí­ptico: 1. El panel de †œha†˜Adam†™: a) Las áreas literarias, b) Peli-to y castigo; 2. El panel de Abrahán: a) Alianza, promesa, juramento, b) Tres lí­neas estructurales. hl. La historia de José.
11A
1. UN ENTRAMADO DE CUESTIONES Y DE TEMAS.
Con la palabra hebrea Beresi -†œin principio†-, con que se abre este libro, los hebreos titulan el primer rollo del Pentateuco y de la Biblia, volumen que nosotros, siguiendo la versión griega de los Setenta, llamamos Génesis (- Gen). †œPrincipio† de la Biblia, †œprincipio† del ser mismo en la creación, †œprincipio† de aquella cadena ininterrumpida de sucesos y palabras que designamos como †œhistoria de la salvación†, †œprincipio† del diálogo entre Dios y el hombre†, †œprincipio† que tendrá su reedición decisiva y definitiva en el †œin principio erat Verbum† del prólogo de Juan.
El entramado de cuestiones literarias, históricas, exegéticas, teológicas y hermenéuticas que este libro encierra es†™tan complicado que nos obliga a hacer del mismo sólo una presentación esquemática, a ofrecer únicamente una visión panorámica del conjunto. Esta mirada sintética podrá ampliarse a través de una secuencia múltiple de voces, como las que encierra este mismo Diccionario. Así­, el motivo de la creación afecta a la interpretación bí­blica del ¡ cosmos, a la presencia de los ¡ animales y del ¡ hombre, al ¡ trabajo y a la ¡ vida, a la noción de ¡tiempo y de espacio, a la concepción †œestética† y optimista de lo creado [1 Belleza], al universalismo adámico, a la ¡ corporeidad, a la bipolaridad sexual [1 Mujer], a la teologí­a del ¡ matrimonio y a todas las cuestiones antropológicas derivadas,,entre las cuales brilla como fundamental la de la libertad [1 Liberación/libertad]. En efecto, es central en las primeras páginas la reflexión sobre el / mal y sobre el / pecado (Gn 3), que se relaciona con el juicio divino (diluvio) [1 Agua] y con la / muerte.
También plantea problemas el uso abundante por parte dé las tradiciones bí­blicas de / mitos pertenecientes a la †œMedia luna fértil† y la respectiva operación de †œdesmitización† que hay que realizar sobre ellos. Es entonces fundamental la definición del marco cultural [1 Cultura/ Acultura-ción] del antiguo Oriente en el que se coloca el Gen. Además, la teologí­a de. la ¡palabra de Dios se abre con la celebración de su eficacia creativa; pero desemboca en su actuación histórica en la/ alianza y en la / elección, pasando a través de la mediación de las teofaní­as y de la an-gelologí­a[/Angeles/Demonios]. La visión patriarcal de Dios presenta aspectos originales y problemáticos, mientras que la salvación qué el Señor ofrece provoca la reacción de la / fe, de la/justicia, de la circuncisión en ¡ Abrahán, elementos todos ellos de gran importancia en la ¡ teologí­a bí­blica y en la teologí­a simpliciter.
Son inmensas las cuestiones estrictamente literarias e históricas: las tradiciones del ¡ Pentateuco y su génesis, los géneros literarios [/ Exége-sis], las sagas, la aplicación sistemática del simbolismo [/ Sí­mbolo], los análisis comparados, la historicidad de las tradiciones patriarcales, la autor nomí­a del relato de José. En otro terreno, no se puede prescindir de la ¡ hermenéutica cristiana y eclesial del Gen; no es posible ignorar las relecturas mesiánicas de ciertos pasajes; no es lí­cito excluir los debates sobre las relaciones entre la ciencia y la fe, entre la antropologí­a teológica y la filosófica.
En cierto sentido podemos decir que la exposición de esta voz requiere una visión indirecta de más de la mitad de las voces que componen este Diccionario. Así­ pues, elegiremos coherentemente el único camino practicable: el sincrónico, esencial, sintético, más evocador que analí­tico.
11A7
II. DOS PANELES DE UN DIPTico.
La estructura fundamental de Gen se apoya sustancialmente en dos paneles (desiguales) de un mismo dí­ptico. El primero comprende los once primeros capí­tulos y tiene por protagonista a ha- †˜Adam, es decir, al hombre; en hebreo esta palabra lleva el artí­culo, y, dada la incapacidad congénita para la abstracción tí­pica de la psicolingüí­stica semita, es equivalente a nuestro término †œhumanidad†, esto es, el hombre- Adán de todos los tiempos y de todas las regiones de nuestro planeta. El segundo panel, que domina los capí­tulos 12-50, tiene por sujeto a Abrahán y a su descendencia: el horizonte se estrecha, el objetiyo selecciona de entre toda la humanidad al pueblo de Israel y su primer artí­culo de fe (Dt 26,5-9; Jos 24,1 Ss), es decir, la voca-cón y el don de la fe a los patriarcas, raí­z de la cual se fue desarrollando el árbol del pueblo elegido y de la historia de la salvación.
A llenar de color y de datos estos dos cuadros han colaborado muchas voces y muchas manos. En efecto, estas narraciones o reflexiones simbólicas cristalizaron en el texto definitivo de Gen (que hay que situar a mediados del siglo ? a.C), sólo después de haber sido largamente anunciadas en las tradiciones orales y parcialmente redactadas, ya que, según los procedimientos mnemotécnicos caracterí­sticos del pueblo semita, la transmisión de recuerdos se hací­a a través de la voz, la memoria y los primeros escritos, siempre con una tasa muy alta de fidelidad, pero también con ciertas actualizaciones respecto a las nuevas exigencias de las comunidades dentro de las cuales se transmití­an esos datos. Así­, en las aldeas, en las asambleas litúrgicas, en la enseñanza de los padres a sus hijos (Ps 78,3ss), en la catequesis, los instantes iniciales o primeros pasos de Israel y las antiguas reflexiones sobre la situación del hombre se reproponí­an al conocimiento y a la meditación de las nuevas generaciones.
Estas corrientes vivas de palabras, de imágenes y de acontecimientos se transformaban como en rí­os de un recorrido preciso y definitivo: eran las llamadas †œtradiciones†, que los autores catalogarán siglos más tarde convencionalmente apelando a los términos con que se designa en ellas a Dios. Se habla así­ de la tradición yahvista (J: siglo X a.C), debido al uso inicial y frecuente del tetragrama sagrado e impronunciable Yhwh, y de la tradición elohí­sta (E: siglos IX-vni a.C), por el nombre divino común †˜Elohim con que se designaba a la divinidad en el mundo oriental. Una primera fusión y reelaboración de estas dos tradiciones, realizada en torno al año 700 a.C, habrí­a dado origen a una tradición mixta llamada yehovista (yahvista-elohí­sta). A ella se añadirá, en el destierro de Babilonia (siglo vi a.C), una nueva tradición más †œtécnica†, más precisa y más hierática, que surgió en los ambientes sacerdotales y que por eso se designa convencionalmente como tradición sacerdotal, indicada de ordinario con la sigla? (del alemán †œPriesterkodex† = Código sacerdotal). (Para todas estas tradiciones, / Pentateuco II-y.)
Estos rí­os literarios, que en su interior revelan corrientes autónomas y preexistentes -con la diversidad de sus aportaciones, de sus tonos, de sus planteamientos teológicos y de sus colores literarios-, convergen en un delta grandioso, nuestro Gen, que, a pesar de estar redactado ahora como un volumen unitario, sigue revelando en su interior esta confluencia.
1148
1. El panel de †œha-Adam†.
Podemos iniciar ahora un examen más detallado, aunque siempre sumarió, de los dos paneles mencionados, procurando intuir sus lí­neas fundamentales, muchas veces heterogéneas precisamente por las diversas tradiciones que acabamos de identificar.
1149
a) Las áreas literarias.
El primer panel, que tiene por protagonista al hombre en sentido amplio, y no sólo al hebreo, está construido a través de dos formas literarias: la genealogí­a y la narración, debidas a dos tradiciones: la yahvista y la sacerdotal (en esta primera parte está ausente la E). Ac aquí­ el esquema de este primer cuadro del Gen:
Yahvista
2,4b-3,24 narración de la creación y del pecado-castigo
4,1-2 genealogí­a Adán-Eva! Caí­n-Abel
4,3-16 narración de un delito-castigo (Caí­n-Abel)
4,17-26 genealogí­a Caí­n-Lamec/ Adán-Enós
6-8 (trozos) narración de un delito-castigo (el diluvio)
9,18-19 genealogí­a de Noé
9,20-27 narración de un delito-castigo (los hijos de Noé)
10 (trozos) genealogí­a (tabla de los pueblos)
11,1-9 narración de un delito-castigo (torre de Babel)
Sacerdotal
1,1-2,4a narración de la creación
5 -. genealogí­adeAdánaNoé
6-9 (trozos) narración (diluvio y nueva creación)
genealogí­a de Noé (6,9-10)
10 (trozos) genealogí­a (tabla de los pueblos)
11,10-26 genealogí­a de Sem a Abrahán
1150
b) Delito y castigo.
En la tradición J prevalecen las narraciones, mientras que en la ? prevalecen las genealogí­as. Estas últimas son un modo caracterí­stico de hacer historia propio de las tribus nómadas sobre la base de la descendencia de un antepasado ideal. Naturalmente, al tratarse de la genealogí­a de la humanidad entera, el antepasado no puede menos de llamarse Adán, †œhombre†™ por excelencia. Este procedimiento es también un intento de describir y explicar los orí­genes, y por tanto el sentido de una realidad: es lo que técnicamente se llama etiologí­a, es decir, †œbúsqueda de las causas, vuelta a la raí­z de las cosas para captar su significado profundo y misterioso. Las narraciones de la tradición J, por el contrario, están distribuidas en escenas, dominadas todas ellas por un esquema ideológico y narrativo de base: el binomio delito-castigo.
Fundamental es sin duda la gran escena de apertura, que se ha hecho célebre con la definición de †œhistoria del pecado original†™ (cc. 2-3). Dios trazó en su creación un proyecto de armoní­a. Un proyecto en cuya realización Dios habrí­a querido comprometer a Adán, es decir, al hombre que hay en todos nosotros, en nuestros padres y en nuestros hijos, en el primer hombre y en el último que vea la luz en nuestro planeta. El proyecto divino buscaba la armoní­a entre el hombre y el mundo (los animales †œnombrados por Adán son el signo del trabajo, de la ciencia, de la civilización, del cosmos que el hombre desarrolla y controla); querí­a la armoní­a entre el hombre y su semejante, encarnada en la relación ejemplar del amor matrimonial, visto como prototipo de toda relación humana; querí­a la armoní­a entre el hombre y Dios, que †œa la brisa del atardecer†™ entraba en el †œjardí­n† de la tierra a dialogar como un soberano oriental con su criatura más alta y más querida. Como es obvio, aunque el esquema cosmológico y antropológico empleado por la Biblia es el de la obra, es decir, el esquema fixista y monogenista, esto no significa que dicho esquema sea el objeto de la enseñanza bí­blica.
Pero al cuadro de luz del capí­tulo 2 se opone el cuadro tenebroso del capí­tulo 3: el hombre quiere prescindir del proyecto que Dios le ha propuesto, quiere realizar un proyecto alternativo. Se trata precisamente del proyecto que se definirá como el pecado original, el pecado radical, en-quistado en la realidad de cada ser humano. Se rompen las armoní­as precedentes: el hombre, apoderándose por su cuenta del fruto del †œárbol del conocimiento del bien y del mal†, es decir (por encima del sí­mbolo), optando por otro orden moral conquistado por sí­ mismo, se aliena en un trabajo ingrato y en causa de explotación de los demás, considera a la mujer exclusivamente como objeto de placer y es alejado del †œjardí­n†™ del diálogo con su Dios, al que ahora siente lejano y hostil.
1151
También es significativa la historia tribal de Abel y Caí­n (4,3-16), historia de una relación entre dos tipos de cultura (agrí­cola y pastoril), rota por la violencia. Caí­n es el sí­mbolo de las rupturas sociales y del odio que de ello se deriva. Las relaciones entre los hombres son siempre relaciones de fraternidad, por lo cual todo homicidio es muerte de un hermano.
También es muy fina la escena de la torre de Babel (11,1-9): aquel ziq-qurat babilonio es el sí­mbolo de la superpotencia polí­tico-religiosa, que ambiciona la sumisión de toda la tierra bajo la sombra de su imperialismo, llegando a desafiar al mismo Dios. Pero Dios está en contra del hegemonismo, y lo castiga con una atomización que no es sólo étnico-polí­tica y cultural, sino que tiene repercusiones negativas en la imposibilidad de la colaboración internacional.
Hay que señalar además que las dos tradiciones J y P, en su reflexión más bien pesimista (sobre todo la J) sobre la relación hombre-creación, hombre-hombre, hombre-Dios, sobre las tensiones sociales, sobre las grandes catástrofes naturales (el diluvio), sobre las relaciones internacionales, utilizan materiales mitológicos, es decir, reflexiones simbólicas desarrolladas en el ámbito de la †œMedia luna fértil. Pero estos materiales son purificados y leí­dos a la luz de la revelación bí­blica general. Recordemos, por ejemplo, las célebres narraciones del diluvio presentes en las epopeyas mesopotámicas de Gilga-mes, de Ziusudra y de Atrahasis, sometidas por la Biblia a reinterpretaciones teológicas (cf el c. 9). La categorí­a interpretativa más destacada es sin duda la de la bendición-maldición. El hombre por sí­ solo está bajo el signo del pecado y de la maldición (3,14.17; 4,11; 5,29; 8,21; 9,25-26). Pero esta trama del mal es borrada por la gracia divina, que anula la maldición con la bendición de Abra-hán, el justo llamado por Dios. Efectivamente, en la narración J de la vocación de este patriarca (12,1-4) se repite por cinco veces la raí­z hebrea brk, que significa †œbendecir†: es la gracia que se derrama y que da origen al hombre nuevo, al Adán según justicia, al Abrahán †œnuestro padre en la fe† (Rm 4).
Hemos llegado así­ al segundo panel del dí­ptico de Gen.
1152
2. El panel de Abrahán.
El comienzo de la aventura del Abrahán, que suele situarse hacia el 1800 a.C, se describe en el versí­culo 12. Elesquemaes†militar†, hechodeórdenes-ejecuciones: †œEl Señordijo aAbrán: †˜Psdetu tierra…†™ Abrán partió, como le habí­a dicho el Señor† (Vv. 1.4); El movimiento es rí­gido y acuciante; la iniciativa parte de Dios, representado como un general que da sus órdenes y espera que se ejecuten rápidamente. Abrán es como un soldado, como un servidor fiel de la palabra divina. La fe es un riesgo que hay que correr con decisión. La tradición E, que ahora entra en escena (15,1-6), subraya en particular este aspecto de riesgo y de oscuridad que encierra la fe. La promesa de un futuro encarnado en un hijo parece un sueño, algo así­ como la proyección de unos deseos irrealizables. La realidad es muy negra: Abrahán es anciano, Sara estéril; el heredero habrá de ser un extraño, Eliecer de Damasco, el administrador de Abrahán. Pero he aquí­ que Dios hace brillar un atisbo de esperanza con el gesto simbólico ofrecido por una noche de ansias y de dudas: †œLevanta tus ojos al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas: así­ será tu descendencia† (15,5). Abrahán responde con fe pura: †œCreyó al Señor, y el Señor le consideró un hombre justo† (15,6).
Sin embargo, la oscuridad prosigue y es atestiguada por la †œrisa† del patriarca (17,17) y la de Sara (18,?? 5), una †œrisa† que es signo de incredulidad, de crisis de fe. Pero al final, viva y definitiva, se percibe la †œrisa† de Dios encarnada en Isaac, el hijo esperado, cuya etimologí­a significa †œYhwh ha reí­do†. Pero la prueba definitiva de la fe está en el célebre capí­tulo 22 (E), definido por Kierkegaard como el paradigma de todo itinerario de fe. Es un recorrido oscuro y laborioso, acompañado tan sólo por aquella orden implacable: †œToma ahora a tu hijo, al que tanto amas, Isaac; vete al paí­s de Moña, y ofrécemelo allí­ en holocausto en un monte que yo te indicar醝 (22,2). Luego el silencio, silencio de Dios, silencio de Abrahán, silencio del hijo, que sólo una vez, con ingenuidad desgarradora, comienza un diálogo fuertemente marcado por el contraste afectivo: †œDijo a su padre: †˜iPadre!†™ El respondió: †˜,Qué quieres, hijo mí­o?†™… †˜,Dónde está el cordero para el holocausto?†™…†™Dios proveerá, hijo mí­o† (vv. 7-8). La fe se ve aquí­ reducida a su estado más puro, sin apoyos humanos. Como hijo, Isaac tení­a que morir para que Abrahán renunciase a, su paternidad y no tuviera ni siquiera este apoyo humano para creer, sino sólo el de la palabra de Dios. Por esto la palabra de Dios le pone por delante la destrucción de su paternidad. Y de este modo Abrahán, después de la prueba, recibe a Isaac no ya como hijo, sino como la promesa de Dios.
1153
a) Alianza, promesa, juramento.
La experiencia del encuentro entre Dios y Abrahán se describe en la Biblia mediante una categorí­a: la de la berit, que puede traducirse en nuestra lengua por †œalianza†, †œjuramento†, †œcompromiso†, †œpromesa†. Aunque no haya que excluir cierta dimensión de reciprocidad o de bilateralidad, el sí­mbolo supone ante todo y sobre todo la primací­a de Dios como protagonista de la alianza. Es significativa la escena pintoresca de los animales descuartizados presente en Gen 15,7ss (J): los animales divididos por el medio son un antiguo signo de automaldición, en el caso de violación de las cláusulas de un pacto. Pues bien, en esta escena la que asume el compromiso de modo formal y decisivo es la †œllama† ardiente, sí­mbolo de Dios: es él, más aún que el hombre, el que es siempre fiel a la promesa de la salvación. La alianza está representada de una forma exquisita por? en Gen 17, donde se repite 14 veces (sí­mbolo numérico de la plenitud) la palabra berit y donde al hombre se le exige un signo como respuesta: el de la circuncisión
[/Alianza II, 11.
Otra descripción ejemplar del encuentro entre Dios y el hombre debe buscarse en el famoso relato de la lucha nocturna de Jacob con el ser misterioso a orillas del rí­o Yaboc (Gn 32,25-31 J). Jacob se habí­a encontrado ya con Dios en Betel en la visión de la escala (Gn 28,10-22 J + P), sí­mbolo de movimiento hacia Dios, evocado plásticamente por la escala del ziqqurat babilónico, que conducí­a a la cumbre piramidal del †œsantí­simo†, el templete sagrado. Pues bien, a orillas del Yaboc se abre para Jacob una gran †œagoní­a-lucha†™. El hombre parece vencer; pero en realidad sale cojeando de la lucha con Dios, que es el verdadero vencedor definitivo. En efecto, Jacob se ve obligado a revelar su nombre, es decir -según la concepción oriental-, a entregar en manos de su antagonista toda su personalidad; más aún, se le cambia el nombre por el de Israel, indicando así­ una transformación radical de su función y de su destino. Por el contrario, el misterioso luchador esconde su identidad; sigue siendo el trascendente por excelencia. Pero sólo a través de esta agoní­a nace el hombre nuevo, el que arrebata a Dios la bendición. Surge entonces la aurora de una nueva era: †œSalió el sol cuando Jacobpasó por Penuel† (y. 32); es el comienzo de la historia de la salvación para Israel y para la humanidad.
1154
b) Tres lí­neas estructurales.
La historia patriarcal, que se desarrolla desde el capí­tulo 12 hasta el final del Gen, está sostenida por unas cuantas lí­neas estructurales que no son solamente las lí­neas teológicas de la relación Dios-hombre (alianza, promesa, bendición, descendencia, tierra, etcétera).
Se entreveren primer lugar una lí­nea biográfica. Vincula en la unidad de una saga tres ciclos narrativos dedicados a otras tantas generaciones de un mismo clan familiar: Abrahán-Isaac, Jacob-Esaú, José. El tercer eslabón, como veremos [1 ¡nfra, III], tiene su autonomí­a particular. Esta lí­nea supone además otras implicaciones de orden sociológico; en efecto, se trata de la historia de una emigración en una época de inestabilidad cultural y étnica, cuyo fondo está documentado por los archivos de las ciudades-Estado de tránsito (Mar Nuzu, Ebla, etc.). Y sobre este gran fresco del tablero polí­tico internacional domina la acostumbrada tensión producida por el bipolarismo de las dos superpotencias: la asirio-babilq-nia al oriente y la egipcia al occidente.
Dentro de Gen 12-50 corre además una lí­nea narrativa. Las tradiciones se han coordinado entre sí­ de una forma bastante homogénea; no obstante, no faltan incoherencias y repeticiones (p.ej., la reedición de la aventura en Egipto de Gn 12,10-20 J; Gn 20 E; Gn 26,1-11 J). Todo parece dirigirse hacia la solemne escena final del capí­tulo 50, escena de enlace con el segundo libro de la Biblia, el
Exodo: un grandioso cortejo de hijos, de nietos y de siervos devuelve a la tierra prometida, en el hogar nacional de Israel, los despojos mortales de Jacob.
Hay, finalmente, una lí­nea teológica, que es la verdadera clave de interpretación del relato patriarcal con toda la masa de sus datos biográficos. En esta trayectoria es donde aparece la acción de Dios y la humanidad recibe su revelación. Deseamos aquí­ señalar algunas de estas pistas teológicas diseminadas por el texto. En particular, nos gustarí­a recoger todo lo que está ligado con el contenido de la †œbendición† divina, es decir, la †œtierra† y la †œdescendencia†. Son éstas dos maneras distintas de revelarse Dios; Dios se hace presente a nosotros con su cercaní­a en el espacio y en las realidades terrenas (†œtierra†) y con su cercaní­a en el tiempo, en la historia (†œdescendencia†). En estas dos coordinadas es donde Israel tiene que buscar la presencia y la acción salví­fica del Dios-Emanuel.
1155
Abrahán
12.1 †œPs de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, y vete al paí­s que yo te indicar醝.
12.2 †œYo haré de ti un gran pueblo; te bendeciré y engrandeceré tu nombre. Tú serás una bendición
12.3 †œYo bendeciré a los que te bendigan… Por ti serán bendecidas todas las comunidades de la tierra†.
12,7 †œYo daré esta tierra a tu descendencia†.
13,5 †œToda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre†.
13,16 †œMultiplicaré tu descendencia como el polvo de la tierra†.
15,5 †œLevanta tus ojos al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas… Así­ será tu descendencia†.
15,7 †œYo soy el Señor que te sacó de Ur de los caldeos para darte esta tierra en posesión†.
15,18 †œA tu descendencia doy esta tierra†.
17,2 †œYo estableceré un pacto contigo: te multiplicará inmensamente†.
17,4 †œEste es mi pacto contigo: tú llegarás a ser padre de una multitud de pueblos†.
17,6 †œTe multiplicará inmensamente: yo haré que de ti salgan pueblos y nazcan reyes†.
17,8 †œYo te daré a ti ya tu descendenciadespuésde ti en posesión perpetua la tierra en que habitas†.
18,18 †œHa de convertirse en un pueblo fuerte y en él serán bendecidas todas las naciones de la tierra†.
22,17s †œTe colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tu descendencia… Por tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra†.
24,7 †œYo daré esta tierra a tu descendencia†.
24,35 †œEl Señor ha colmado de bendiciones a mi amo y le ha enriquecido
mucho†.
El sondeo que hemos hecho en el texto de Gen para la figura de Abra-hán podrí­a hacerse también para
Isaac y para Jacob, y encontrarí­amos la misma secuencia de términos indicativos. En esta perspectiva es
donde se logra captar el mensaje de fe, de esperanza y de vida encarnado en la variedad narrativa de
Gen.
1156
III. LA HISTORIA DE JOSE.
La deliciosa historia de José, más que una página histórico-teológica, debe considerarse -según lo ha sugerido G. von Rad- como un relato sapiencial ejemplar, de contornos históricos más bien vagos y tipificados. Tras las sagas narrativas de los capí­tulos precedentes viene ahora un relato de orientación parenética, aunque no privado de conexiones históricas sobre todo con el mundo egipcio. En esta historia José y sus hermanos no son ya antepasados tribales, sino individuos dotados de una compleja gama de reacciones, de cualidades y de sentimientos.
Estamos en presencia de dos cuadros redactados por la tradición J y por la ? (la ? sólo está presente marginalmente) y centrados simultáneamente en el personaje José, uno de los dos hijos de la esposa predilecta de Jacob, Raquel (el otro es el pequeño Benjamí­n). José es presentado, después de unos episodios pintorescos, como hombre de corte bien introducido en el mundo egipcio, capaz de pronunciar discursos elaborados, de interpretar los sueños, de gobernar, de llevar a cabo una magní­fica polí­tica económica. Se respira en estas páginas cierto aire de cosmopolitismo que hace pensar en la época de Salomón y en el optimismo sapiencial de aquel perí­odo (siglo x a.C). Ac aquí­ el planteamiento esquemático de los dos cuadros:
Yahvista
1157
1 .a escena: Los sueños y la venta de José (c. 37). Es el comienzo del drama.
1158
2.a escena: Está dominada por dos secuencias: una en casa de Putifar y otra en las cárceles de Egipto
(c. 39).
1159
3.a escena: Primero y segundo encuentro de José con sus hermanos (cc. 42-45: trozos).
Elohí­sta
1 .a escena: La túnica manchada de sangre y la venta de José. Es el comienzo del drama (c. 37).
1160
2.a escena: Está dominada por dos secuencias, en las que José interpreta dos sueños del panadero y el copero real y dos sueños del faraón (cc. 40-4 1).
1161
3.a escena: Tres encuentros de José con sus hermanos (cc. 42; 45; 50).
En esta historia aparece un nuevo concepto tí­picamente sapiencial de la presencia de Dios y de su acción en la historia. Dios no interviene con gestos poderosos; su obrar no puede separarse de la trama normal de la existencia y de las opciones humanas. Sólo para el que mira los acontecimientos con fe el obrar divino es vi-, sible y descifrable. En definitiva, su presencia reside en el corazón humano. La historia, incluso individual, que a menudo se presenta como un amasijo de contradicciones y de amarguras, adquiere entonces una dimensión de esperanza y una lógica más profunda.
El libro del Gen (y por tanto la misma historia de José) se cierra con una mirada al futuro de Israel, futuro que está trazado por el antiguo poema que contení­a las bendiciones de Jacob (c. 49), dirigidas a las doce tribus. Casi nos parece contemplar un mapa geográfico e histórico de Palestina: la sucesión de las tribus no es una árida enumeración notarial, sino una secuencia de oráculos que conservan ecos históricos de la época misma de los jueces.
Hay una bendición, la reservada a Judá, que, a pesar de la oscuridad del texto, ha sido releí­da por la tradición, sobre todo cristiana, en clave mesiá-nica. La exaltación de la dinastí­a da-ví­dica que nacerá de esta tribu se proyecta hacia un rey ideal, †œvastago legí­timo que reinará como verdadero rey, con sabidurí­a y ejercerá el derecho y la justicia en la tierra† (Jr23,5). Ac aquí­ el núcleo de la bendición pronunciada sobre Judá: †œEl cetro no será arrebatado de Judá ni el bastón de mando de entre sus pies hasta que venga aquél a quien pertenece y a quien los pueblos obedecerán† (Gn 49,10). Jerónimo, al traducir †œhasta que venga el que ha de ser enviado (es decir, el mesí­as), acomodó el texto a la tradición mesiáni-ca daví­dica [1 Mesianismo].
Pero ese futuro que las bendiciones de Jacob, testamento paralelo al de Moisés (Dt 33), está perfilando ahora en el horizonte de Israel tiene que pasar una larga y amarga preparación: la que experimentará Israel bajo la opresión de los faraones. Las últimas palabras de / Jacob-Israel se abren entonces a la próxima tragedia que describe el libro siguiente del / Exodo, pero también a la esperanza de libertad y de salvación que Dios ofrecerá continuamente a su pueblo: †œYo voy a morir, pero Dios vendrá ciertamente en vuestra ayuda y os hará subir de esta tierra a la tierra que él prometió a Abrahán, Isaac y Jacob† (Gn 50,24
1162
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G. Ravasi
1163

Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica

Introducción

TITULO

El tí­tulo Génesis viene de la traducción griega (la Septuaginta) y significa †œorigen, fuente, creación†, mientras que el tí­tulo en hebreo (tomado de las palabras que comienzan el libro) es †œEn el principio†. Ambos tí­tulos sugieren acertadamente el tema del libro, porque describe el origen del universo, el mundo, la humanidad, las instituciones humanas (como el matrimonio), las naciones y, sobre todo, el pueblo de Israel. El enfoque de Gén. es la actividad creativa de Dios al llamar a la existencia a todas estas cosas.
Otro tí­tulo, raramente usado, es: †œEl primer libro de Moisés.† Este tí­tulo destaca el hecho de que Gén. es la primera parte de un trabajo total de cinco volúmenes, tradicionalmente atribuido a Moisés, también llamado la Ley o el Pentateuco. Gén. pone la entrega de la ley en el Sinaí­ (tema que se trata a partir del libro de Exo. hasta el libro de Deut.) en una perspectiva histórica y provee una clave teológica para la interpretación de las leyes e historias contenidas en estos libros.

LUGAR Y CONTENIDO

Como otros libros de la Biblia, Gén. es principalmente teológico, eso es, está interesado en describir quién es Dios, cómo y por qué actúa y cómo tra ta con la humanidad. No siempre es obvia la actividad de Dios en los asuntos humanos, ya sea en nuestra vida diaria o aun en algunas partes de la Biblia (p. ej.p. ej. Por ejemplo el libro de Est.). Pero en Gén., especialmente en los primeros capí­tulos, Dios es el actor central. Aquí­ él constantemente habla y actúa, haciendo una demostración de su poder y carácter. Lectores cristianos modernos, criados en la creencia de un Dios todopoderoso y santo, no se sorprenderán por el contenido religioso de Gén. Sin embargo, lectores antiguos, que se aproximan al libro viniendo de un trasfondo pagano politeí­sta, debieron haberse sentido sorprendidos al leerlo.
El Dios del Gén. no es un dios local, de conocimiento y poder limitados, sino es el Creador todopoderoso del universo y Señor y Juez de todo. Este Dios, quien creó la huma nidad, cuida de ella y juzga sus malos actos. Este es el Dios que habló con Abraham, exhortándole a dejar su tierra, radicarse en Canaán (tierra de Israel) y criar su familia allí­. Dios prometió a Abraham que su descendencia habitarí­a en Canaán, y Gén. registra cómo, a pesar de numerosos errores, esas promesas gradualmente comenzaron a realizarse. En los siguientes libros bí­blicos se describe un cumplimiento más completo de dichas pro mesas. Es esta perspectiva divina la que le da a Gén. su unidad y es central para el entendimiento del autor, y es necesario mantenerlo en mente mientras intentamos relacionar los relatos de Gén. con la historia. Gén. no tiene interés tanto en los eventos en sí­ sino más bien en el hecho que ellos revelan la naturaleza de Dios y sus propósitos.

GENESIS Y LA HISTORIA

Muchos individuos pasan por el estrado de la historia del mundo en Gén. Sin embargo, en la mayorí­a de las veces, sus hechos registrados están relacionados con sus propias familias, y no con asuntos nacionales o internacionales. Lo relacionado con el nacimiento y la muerte, disputas familiares, los derechos para apacentar ganado y para enterrar, etc., que caracterizan a estas historias hacen evidente que para el escritor de Gén. los personajes que él describió fueron individuos históricos reales. No son personificaciones de clanes o producto de su imaginación.
¿Podemos estar seguros de que los relatos en Gén. son realmente históricos? Hasta ahora ningún documento de un matrimonio patriarcal, o evidencia de la visita de Jacob a Padan-aram, o del trabajo de José como funcionario en Egipto ha sido descubierto en la documentación extrabí­blica. Este hecho no es sorprendente dada la proporción tan í­nfima de información que fue escrita en tiempos antiguos, y la pequeña porción de textos que ha sobrevivido y ha sido descubierta por los arqueólogos. Esto hace remota la posibilidad de demostrar la realidad de alguno de los patriarcas, aparte de lo que se encuentra en las Escrituras. Sin embargo, hay muchos indicadores en Gén. que se refieren a la antigüedad de sus tradiciones, y éstos ha cen menos probable que las historias fuesen creación de †œnovelistas† religiosos escribiendo mucho tiempo después de la época que confiesan describir, como algunos eruditos sugieren.
En primer lugar, los nombres de los patriarcas son nombres que se usaban frecuentemente temprano en el segundo milenio a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, pero rara vez en tiempos posteriores. Nombres como Jacob, Isaac e Ismael fueron comunes entre los pri meros amorreos (c. 1800 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), pero más tarde ya no se usaban. Otros nombres en las narrativas patriarcales, p. ej.p. ej. Por ejemplo Serug, Nacor y Taré, confirman que los patriarcas vinieron del área de Harán.
En segundo lugar, las costumbres sociales de los patriarcas concuerdan con aquellas mencionadas en los textos del antiguo Cercano Oriente. Algunas de las prácticas (p. ej.p. ej. Por ejemplo la costumbre de que un hombre diera a su hija un dote cuando se casaba) cambiaron muy poco en 2.000 años y esto no nos ayuda mu cho para fechar con exactitud las historias de los patriarcas. Eso simplemente muestra que las historias fueron genuinas, cuando quiera que hayan sido escritas. Sin embargo, hay algunas costumbres las cuales sí­ parecen haber cambiado con el tiempo, p. ej.p. ej. Por ejemplo, adoptar un esclavo como heredero (Gén. 15) o llamar al hijo mayor rab (Gén. 25:2), Esto ubica las historias bí­blicas en un perí­odo temprano. Igualmente, muchos hechos de la historia de José encuentran mejores paralelos en textos egipcios del segundo milenio a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo que en textos posteriores, y esto nuevamente apoya la antigüedad de las historias acerca de José.
En tercer lugar, la religión y la moralidad de los patriarcas pareciera ser más temprana que lo que se encuentra en otros libros del Pentateuco. Algunas veces la práctica y la creencia de los patriarcas contradicen las demandas de leyes posteriores. Por ejemplo, Abraham se casó con su medio-hermana (Gén. 20:12, cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 18:9), Jacob se casó con dos hermanas (Gén. 29:21–30; cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 18:18) y Jacob levantó una columna de piedras (Gén. 28:18; cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 26:1; Deut. 16:21, 22). En Gén., Dios casi siempre se presenta a sí­ mismo como El, p. ej.p. ej. Por ejemplo El Shaddai (†œDios Todopoderoso†, Gén 17:1), El Elyon (†œDios Altí­simo†, Gén. 14:19). Más tarde (después de Exo. 6:3), Jehovah, †œel Señor†, llegó a ser el nombre usado por los israelitas para referirse a Dios.
Estas observaciones tienden a confirmar que los relatos patriarcales son históricos, si bien obviamente no podremos nunca confirmar los detalles de incidentes particulares. Pero cuando llegamos a los caps. 1–11 estamos pisando terreno distinto. Muchas de esas historias tienen que ver con perí­odos que son muy anteriores al tiempo de la invención de la escritura, de modo que no puede ser †œhistoria† en el sentido estricto de la palabra, o ser veri ficado por evidencias externas a la Biblia. Sin embargo, Gén. trata de arreglar las historias cronológicamente y explicar las cosas en términos de causa-efecto. Estas son las marcas de historia escrita, así­ que T. Jacobsen ha acuñado el término †œmitohistórica† para describir este tipo de literatura. †œMito† tiene una connotación negativa, de modo que †œprotohistoria† posiblemente sea una mejor manera de describir Gén. 1–11. En el ac tual estado del conocimiento es difí­cil saber cómo relacionar estos capí­tulos con los descubrimientos cientí­ficos modernos. Es más útil (ver más adelante en la teologí­a de Gén. y en el comentario) leer estos capí­tulos teniendo en mente el trasfondo de las creencias comunes en el antiguo Cercano Oriente. Entonces ellos serán vistos como ofreciendo una crí­tica a la creencia en muchos dioses. El escritor de Gén. parece asumir la historicidad de Adán, Eva y sus descendientes, porque los une a todos ellos en largas genealogí­as que terminan con Abraham. Esto muestra que para él Adán fue un ser humano real como Abraham o Isaac.

PATERNIDAD LITERARIA

La paternidad de Gén. ha sido uno de los temas más discutidos en estudios bí­blicos, de modo que para una mayor explicación de los hechos el lector debe mirar al artí­culo sobre el Pentateuco. Sin embargo, los principales puntos de vista y las posturas tomadas en el comentario son las siguientes:
Tradicionalmente, Moisés (c. 1300 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) fue reconocido como el autor principal de Gén. y de los siguientes cuatro libros. Sin embargo, fue aceptado que ciertas observaciones (p. ej.p. ej. Por ejemplo 12:6; 36:31) mostraron que algunas partes del libro han sido agregadas con posterioridad. En ningún caso el texto de Gén. declara a Moisés como su autor.
A partir del siglo XIX d. de J.C.d. de J.C. Después de Jesucristo en adelante la lí­nea principal de la crí­tica de los eruditos minimizó el papel de Moisés en la composición del Pentateuco. A la verdad, la posición más ampliamente aceptada llegó a ser que Gén. fue compuesto de tres fuentes principales, J (siglo X a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), E (siglo IX a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), y P (siglo VI a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo). Se sostuvo que Gén. pasó a través de una serie de modificaciones con nuevo material siendo agregado en cada nueva edición.
Desde 1970 se han formulado muchas preguntas con respecto a la hipótesis documentaria de J, E y P, con algunos eruditos disputando las fechas de dichas fuentes y otros dudando de su existencia. Hasta aquí­, ninguna teorí­a ha emergido para reemplazar el antiguo consenso de la Crí­tica de las Fuentes, de modo que sigue siendo asumida en muchos textos y comentarios.
Mientras este debate crí­tico ha continuado, ha llegado a ser ampliamente aceptado que la primera tarea del comentarista es explicar la forma actual del texto. Ya sea que el autor de Gén. usó muchas fuentes o sólo una, lo que importa es el libro tal cual es. Es un todo hermosamente construido, lleno de historias contadas en forma ví­vida que conducen a una visión de Dios y su verdad la cual es asumida a través del resto de la Biblia. De modo que este comentario se concentra en la forma actual del texto. Esto bien puede ser considerablemente más temprano de lo que a menudo se supone (para mayor discusión ver el artí­culo sobre el Pen tateuco). Quienquiera que haya escrito Gén., en cualquier perí­odo, estaba más interesado en hablarnos de Dios que en darnos claves de su propia identidad.

TEOLOGIA
El libro de Gén. se divide en dos partes desiguales. Los caps. 1–11, la protohistoria, cuyo enfoque es el origen de la raza humana, y los caps. 12–50, el perí­odo de los patriarcas, cuyo enfoque es el origen de Israel. Este gran interés puesto en los patriarcas muestra lo que fue la preocupación principal del autor. De manera que al revisar los principales temas teológicos, los caps. 12–50 serán tratados primero y después los caps. 1–11, lo que da trasfondo a la elección de Abraham y sus descendientes.

Teologí­a de Génesis 12–50

La clave de los temas teológicos de Gén. 12–50, y de todo el Pentateuco, está declarada en 12:1–3: †œEn tonces Jehovah dijo a Abram: †™Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.†™ † Aquí­ Dios hace cuatro promesas a Abraham: (1) que le será dada una †œtierra†; (2) que él llegará a ser una †œgran nación†; (3) que él disfrutará de una relación (pacto) especial con Dios; y (4) que a través de él todas las naciones serán bendecidas. Cada vez que Dios se dirige a los patriarcas en Gén. hace referencia a estas promesas, con frecuencia ampliándolas o haciéndolas más especí­ficas. P. ej., una †œtierra† (12:1) llega a ser †œesta tierra† (12:7), †œtoda la tierra que ves †¦ para siempre† (13:15) y †œYo te daré en posesión perpetua, a ti y a tu descendencia después de ti, la tierra en que resides, toda la tierra de Canaán† (17:8).
Para captar la importancia de las promesas en Gén. el lector deberá mirar todos los discursos de Dios en el libro notando los cambios de expresiones entre un pasaje y el siguiente (12:1–3, 7; 13:14–17; 15:1–7, 13–21; 16:11, 12; 17:1–21; 18:10–32; 21:12, 13, 17; 22:11–18; 25:23; 26:2–5, 24; 28:13–15; 31:3; 32:27–29; 35:1, 9–12; 46:3, 4). Estos cambios muestran que Dios hace las promesas más especí­ficas y dogmáticas mientras los pa triarcas responden en fe y obediencia. Aun sus malos comportamientos no anulan las promesas; esto sirve sólo para demorar su cumplimiento.
No sólo Dios hace promesas, sino que los patriarcas a menudo las mencionan, o sus amigos o enemigos las señalan sin saberlo (15:2, 8; 16:2; 17:17, 18; 21:6, 7; 24:7, 8, 35–40, 60; 26:22, 28, 29; 27:27–29; 28:2–4, 20–22; 29:32–30:24, 27; 31:5–16, 29, 42, 49, 50; 32:9–12; 33:5, 10, 11; 34:10, 21; 35:3; 41:52; 45:5–11; 48:3–22; 50:5, 19–21, 24, 25). Estas citas de, o alusiones a, las promesas indican cuán importantes fueron para los actores humanos en la historia y para el escritor de Gén.
Lo que es más, los episodios en la vida de los patriarcas registrados en Gén. ilustran el cumplimiento de las promesas. Presumiblemente, el autor de Gén. (como el evangelista Juan; ver Juan 20:30, 31) sabí­a mucho más acerca de los patriarcas que lo que decidió escribir. El seleccionó aquellos episodios que mostraban cómo las promesas se cumplieron, aunque lentamente. D. J. A. Clines, en su libro The Theme of the Pentateuch (El tema del Pentateuco, JSOT Press, 1979) ha definido el tema del Pentateuco como el cumplimiento parcial de las promesas a los patriarcas. De este modo, al leer Gén. debemos preguntarnos sobre cada incidente: ¿cómo éste contribuye al cumplimiento de la promesa de tierra, de ser nación, de la relación de pacto y de bendición a las naciones?
Es evidente que no todo aspecto de las promesas está en el enfoque de cada episodio. Tampoco su cumplimiento ocurre sin desví­os; hay muchos saltos y obstáculos. Se desprende que Gén. está interesado en la promesa que guarda relación con la descendencia, aquella que dice que el linaje de Abraham llegará a ser una gran nación. Sin embargo, después de la mención de la esterilidad de Sara en 11:30, no es sino hasta 21:1 (25 años después) que nace Isaac, el hijo prometido. En manera similar, Rebeca, la esposa de Isaac, concibió sólo después que Isaac habí­a orado por un hijo por espacio de 20 años (25:20, 26). De la misma forma, Ra quel, el verdadero amor de Jacob y su esposa auténtica ante sus ojos, estaba desanimada al saber que su rival Lea y que las esposas esclavas de Jacob daban a luz hijo tras hijo antes que ella diera a luz uno (30:23), y luego murió dando a luz a su segundo (35:16–19). Para el final de Gén. (46:27) los descendientes de Abraham llegaron a 70, número que difí­cilmente puede ser considerado como una gran nación. Si bien ellos aumentaron conside rablemente durante el perí­odo de la esclavitud en Egipto, aun en Exo. la promesa de un linaje innumerable todaví­a parece dar señales de estar distante de su cumplimiento total.
En cuanto a la promesa de tierra, todo lo que Abraham adquirió fue un pedazo de tierra para enterrar a su esposa (23:1–20). Isaac logró permiso para usar algunos pozos (26:22, 23), y Jacob compró una parte del campo cerca de Siquem (33:19; cf.cf. Confer (lat.), compare 48:22). Al final del libro de Gén. ninguno de los descendientes de Abraham estaba viviendo en Canaán, la tierra de la promesa; todos ellos migraron a Egipto. Verdaderamente, el entrar a la tierra, si bien es la preocupación dominante desde Exo. a Deut., no fue asegurada hasta el libro de Jos.
Parte de la lentitud en el cumplimiento de la promesa puede ser atribuida a la incredulidad y desobediencia de los patriarcas (p. ej.p. ej. Por ejemplo 12:10–20; 16:1–14; 27:1–45). Sin embargo, sea lo que sea que ellos hicieron, un aspecto de la promesa probó ser verdad: Que Dios estaba con los patriarcas, bendiciendo a quienes les bendecí­an y maldiciendo a quienes les maldecí­an (12:3). Por lo tanto, a pesar del peligro mortal que Abraham creyó correr al estar en Egipto y Gerar, y su temor incrédulo el cual puso en peligro a su esposa, tanto Abraham como Sara salieron seguros y sin duda enriquecidos financieramente de sus estadí­as en el extranjero (12:10–20; 20:1–15). Igualmente, Isaac prosperó a pesar de la oposición de los filisteos (cap. 26). Jacob fue consciente de que Dios estuvo con él mientras luchaba por su vida en Padan-aram, y que, por la ayuda de Dios, fue capaz de escapar tanto de las trampas de traición de su suegro como de regresar en paz a una reconciliación con su hermano quien habí­a planeado matarle (28:20, 21; 31:42; 33:11). Sobre todo, la carrera de José demostró que Dios estaba con él, desde el momento que salió de la celda de la prisión para ser el funcionario principal del faraón (39:5, 23; 41:39).
Con todo aun aquí­ la promesa fue sólo parcialmente cumplida. Dios hizo un pacto con Abraham (15:18), lo confirmó (17:7) y lo garantizó (22:15–18). Pero estos pactos generales fueron sólo el preámbulo a, y un anticipo del gran pacto del Sinaí­ que harí­a con los descendientes de Abraham.
Finalmente, hubo un cumplimiento parcial de la promesa a las naciones. A través de los esfuerzos de Abraham, el rey de Sodoma fue rescatado (14:17), y por causa de sus oraciones, la mujer estéril de Gerar concibió (20:17). Lo más dramático de todo, José fue el instrumento para salvar muchas vidas, no sólo las de su propia familia sino también las de Egipto y las de otras naciones también (41:57). El indicó que esto fue parte del plan de Dios (45:5–7; 50:20, 21).

Teologí­a de Génesis 1–11

¿Por qué fue necesario que Dios escogiera a Abraham, y quién fue el Dios que hizo estas promesas? ¿Cómo encaja Abraham en la historia del mundo? Son a estas preguntas que responde Gén. 1–11.
Gén. 12–50 muestra que las 12 tribus fueron los 12 hijos o nietos de Jacob (29:32–30:24; 35:18; 48:16). Los vecinos más cercanos de Israel fueron descendientes del hermano de Jacob (Edom descendí­a de Esaú; 25:26; 36:1) o de su tí­o (Ismael; 25:12) o de primos distantes (Moab y Amón; 19:36–38). La tabla de las naciones en Gén. 10 muestra cómo Israel estaba relacionado con otras 70 naciones conocidas para el escritor de Gén. Israel, como las tribus de Siria y Arabia, últimamente era descendiente de Sem, uno de los hijos de Noé (10:21–28). Las naciones más distantes conocidas por Israel, incluidas los medos, griegos y otros pueblos del Mediterráneo, son descendientes de Jafet, otro de los hijos de Noé (10:2–5). Cam, el hijo maldecido de Noé, es el predecesor de los enemigos más enconados de Israel, incluyendo los egipcios, babilonios y cananeos (10:6–20). De modo que, a través de esta tabla de las naciones, se define el lugar de Israel entre las naciones del antiguo Cercano Oriente.
Estos capí­tulos iniciales de Gén. también definen el punto de vista que Israel tiene de Dios en comparación con la creencia de muchos dioses en el antiguo Oriente. A menudo ha sido destacado el hecho de que la historia bí­blica de la humanidad, desde la creación hasta el diluvio, tiene sus paralelos en otra literatura antigua (tal como las épicas de Atrahasis y Gilgamesh y la historia sumeria del diluvio). Pero aun más significativo es la manera como Gén., al volver a relatar lo que para los autores contemporáneos fue familiar, presenta un punto de vista nuevo, en verdad revolucionario, acerca de Dios y su relación con el mundo y la humanidad.
Los antiguos orientales creí­an en una multitud de dioses con poder, conocimiento y moralidad limitados, de modo que la religión fue un asunto del azar. Uno nunca podrí­a estar seguro de que habí­a es cogido la deidad correcta, o si esa deidad serí­a capaz de darle salud o salvación. Pero el Dios de Gén. fue único y sin igual. El era todopoderoso, creando todo el universo (aun el sol, la luna y las es trellas, a menudo considerados dioses en sus propios derechos) por un simple mandato. Envió el diluvio y detuvo el diluvio. Salvó a Noé y a su familia porque Noé era justo, no por favoritismo. El Dios del Gén. estaba supremamente interesado en el bienestar humano. A diferencia de los mitos mesopotámicos, los cuales hablan de cómo los dioses crearon a la humanidad como un pensamiento tardí­o para proveerse ellos mismos de alimento, Gén. declara que la humanidad fue la culminación de la creación de Dios a quien Dios proveyó con alimentos (1:26–29).
Si bien la creación de la humanidad fue el acto supremo de Dios ésta fue, según Gén., totalmente dañada por causa de †œque toda tendencia de los pensamientos de su corazón [mente] era de continuo sólo al mal† (6:5). Fue el pecado humano, y no la fertilidad humana (como en la épica Astrahasis), lo que provocó el diluvio. Y este profundo pesimismo sobre la naturaleza humana y la sociedad de nuevo distinguen la teologí­a de Gén. de las otras creencias orientales antiguas. Los mesopotámicos (como muchos pensadores modernos), p. ej.p. ej. Por ejemplo fueron creyentes en el progreso. Ellos sostuvieron que la civilización babilónica era la más avanzada e ilustrada de todos los tiempos. Gén. declara que fue una de las más decadentes (6:1–4; 11:1–9). Gén. traza una †œavalancha de pecado†, desatada por la desobediencia de Adán, agravada por el asesinato de Caí­n y culminada por los matrimonios ilí­citos de 6:1–4, la suma de lo cual finalmente generó el diluvio. Este gran acto de †œde-creación† fue seguido por una nueva creación así­ como la nueva tierra emergió de las aguas, y Noé, una especie de segundo Adán, salió para cultivar la tierra. Pero como el primer Adán él también cayó; su hijo Cam actuó peor; y la pecaminosidad humana alcanzó otra altura cuando los hombres de Babel intentaron edificar una torre que alcanzara el cielo. Esto llevó a otro acto de juicio universal en el esparcimiento de las naciones a través del globo.
Fue un hombre que vino de Ur, el centro de esta civilización corrupta, al cual Dios llamó a dejar su tierra, trasladarse a una nueva tierra y formar una nueva nación, de modo que todas las naciones del mundo encontrarí­an bendición. A pesar de la tristeza que produce el pecado humano, Gén. es fundamentalmente un libro optimista. Declara que el propósito de Dios para la humanidad, insinuado primero en la creación (caps. 1–2), finalmente serí­a lograda a través del linaje de Abraham.

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1—2:3 Prólogo: Dios crea el universo
1:1, 2 El principio de la creación
1:3-23 La creación continúa
1:24-31 La creación de los animales y la humanidad
2:1-3 El santo dí­a séptimo

2:4—4:26 La narrativa de los cielos y la tierra
2:4—3:24 El huerto del Edén
4:1-26 La primera familia humana

5:1—6:8 La narrativa de la lí­nea de Adán
5:1-32 El árbol genealógico de Adán
6:1-8 Matrimonios hombre-espí­ritu y sus consecuencias

6:9—9:29 La narrativa de Noé
6:9—8:22 La historia del diluvio
9:1-17 El pacto de Dios con Noé
9:18-29 El pecado de Cam

10:1—11:9 La narrativa de Sem, Cam y Jafet
10:1-32 La Tabla de las Naciones
11:1-9 La torre de Babel

11:10-26 La narrativa de Sem

11:27—25:11 La narrativa de Taré y la historia de Abraham
11:27—12:9 El llamado de Abram
12:10-20 Abram en Egipto
13:1-18 Abram y Lot se separan
14:1-24 Abram rescata a Lot
15:1-21 La promesa del pacto
16:1-16 El nacimiento de Ismael
17:1-27 El pacto de la circuncisión
18:1—19:38 La destrucción de Sodoma
20:1-18 Sara y Abimelec
21:1-21 Se separan Isaac e Ismael
21:22-34 Tratado con Abimelec
22:1-24 El sacrificio de Isaac
23:1-20 El entierro de Sara
24:1-67 El llamado de Rebeca al matrimonio
25:1-11 Los últimos dí­as de Abraham

25:12-18 La narrativa de Ismael

25:19—35:29 La narrativa de Isaac y las historias de Jacob y Esaú
25:19-35 Primer encuentro de Jacob y Esaú
26:1-33 Isaac y los filisteos
26:34—28:9 Jacob usurpa la bendición de Esaú
28:10-22 Jacob se encuentra con Dios en Betel
29:1-30 Jacob se casa con Raquel y Lea
29:31—30:24 El nacimiento de los hijos de Jacob
30:25—31:1 Jacob engaña a Labán
31:2—32:2 Jacob abandona a Labán
32:3—33:20 Jacob y Esaú se reconcilian
34:1-31 Dina vengada por sus hermanos
35:1-29 Fin de viaje para Jacob e Isaac

36:1—37:1 La narrativa de Esaú

37:2—50:26 La narrativa de Jacob
37:2-36 Los hermanos de José lo venden a Egipto
38:1-30 Tamar humilla a Judá
39:1—47:31 José en Egipto
48:1—50:26 Los últimos dí­as de Jacob y José

Comentario
El comentario ha sido estructurado según las divisiones sugeridas por el texto mismo; éstas no siempre coinciden con la división medieval de los capí­tulos. Gén. es notable por dividirse a sí­ mismo en diez secciones importantes, cada una comienza con †œEstos son los orí­genes de† (2:4; 5:1; 6:9 etc.). Estas diez †œnarrativas† tienen un prólogo (1:1–2:3), describiendo a Dios creando en seis dí­as y descansando en el dí­a séptimo. Las narrativas en sí­ se alternan entre narraciones relativamente largas (p. ej.p. ej. Por ejemplo 6:9–9:29, †œla narrativa de No醝) y breves genealogí­as (p. ej.p. ej. Por ejemplo 11:10–26, †œla narrativa de Sem†). En la más completa sección del libro (aquella que trata con los patriarcas descendientes de Abraham), la lí­nea †œno elegida† es sumada en una genealogí­a (p. ej.p. ej. Por ejemplo Ismael, 25:12–18; Esaú, 36:1–37:1) antes que la historia de la familia de herma nos escogidos sea contada nuevamente en detalles (p. ej.p. ej. Por ejemplo Isaac, 25:19–35:29; Jacob, 37:2–50:26).

1:1-2:3 PROLOGO: DIOS CREA EL UNIVERSO

Esta sección inicial de Gén. permanece fuera del marco principal del libro identificado por los diez encabezados: †œEstos son los orí­genes de† (2:4 etc.). Esto demuestra que esta porción bí­blica es el prólogo para el resto del libro, destacando quién es Dios y cómo se relaciona con el mundo. Así­, en éste se provee una clave para la interpretación de Gén., si no para toda la Biblia. Pero este prólogo es algo más que una simple afirmación teológica, es un himno de alabanza al Creador a través de quien y por quien todas las cosas existen.
El prólogo en sí­ está cuidadosamente confeccionado. Diez órdenes divinas resultan en ocho actos creativos, los que se distribuyen en seis dí­as, existiendo una correspondencia entre el dí­a primero y el tercero y entre los dí­as cuarto y sexto. En el dí­a primero, Dios creó †œla luz† y en dí­a cuarto, †œlas lumbreras† (el sol, la luna y las estrellas); en el dí­a segundo, él creó los cielos y el mar y en el dí­a quinto, los moradores de los cielos y del mar (aves y peces); en el dí­a tercero, él creó la tierra y la vegetación y en el dí­a sexto, los moradores de la tie rra (los animales y la humanidad), dándoles plantas para comer; finalmente, en el séptimo dí­a (el Sabbath), él descansó.
Las obras de la creación llegaron a su clí­max en el dí­a sexto cuando la humanidad fue creada en dos sexos. Que esto es visto como el acto creador máxi mo de Dios es enfatizado por el extenso comentario que se hace de ellos y su papel (1:26–29), el cual es mucho más completo que cualquiera de los otros actos creativos de Dios. En verdad, las obras de los cinco dí­as previos parecen estar enfocadas en la creación de un hogar para la humanidad. Aquellos aspectos de la creación que más afectan la existencia humana (p. ej.p. ej. Por ejemplo plantas, la vida animal, el sol y la luna) son descritos con más detalle que cuando se refieren a la creación de la luz, la tierra, o los mares, los cuales son menos significativos. La preocupación de Dios por la humanidad se hace explí­cita en la provisión de plantas para comer.
También pareciera probable que el énfasis que se hace en el hecho de que Dios trabajó seis dí­as y que el séptimo dí­a descansó sea intencional. El modo de trabajar de Dios fue hecho con el propósito de ser un modelo para la actividad humana. La humanidad, creada a la imagen de Dios, se espera a través de toda la Biblia que imite a Dios. Así­ como Dios trabajó durante seis dí­as y luego descansó el dí­a séptimo, los seres humanos deben trabajar seis dí­as y descansar el séptimo dí­a (Exo. 20:8–11).
El interés en la vida humana sobre la tierra, el cual es aparente en esta narrativa leí­da sola, es más obvio cuando se compara con otros antiguos relatos orientales acerca de la creación. Implí­citamente Gén. rechaza otros puntos de vista que hablan de los dioses y su relación con el mundo. Aquí­ no tenemos historias de cómo los dioses lucharon, se casaron y tuvieron hijos; aquí­ sólo hay un Dios que trasciende el tiempo y el sexo, que ya estaba en el principio de la creación. El creó todas las cosas, aun el sol, la luna y las estrellas, elementos que otros pueblos con frecuencia han sostenido ser dio ses por derecho propio. El no requirió de magia alguna para crearlos; su palabra fue suficiente. Según el relato de Gén., hay un solo Dios, el soberano Creador, a quien todo el universo le debe su razón de ser, al cual también se debe obedecer. En este universo creado, hombres y mujeres tienen un lugar de honor, habiendo sido creados a la imagen de Dios. Nosotros reflejamos la naturaleza de Dios y le representamos en la tierra.

1:1, 2 El principio de la creación

La RVARVA Reina-Valera Actualizada acepta el entendimiento tradicional de estos versí­culos, en el sentido de que describen que el primer acto creador, cuando Dios creó toda la materia (los cielos y la tierra) de la nada. Y la tierra inmediatamente después de la creación estaba sin orden y vací­a, eso es, improductiva e inhabitada. De esta manera la narrativa procede a relacionar cómo en seis dí­as Dios organizó este caos en un mundo bien ordenado como lo vemos hoy.
Algunas traducciones y comentaristas modernos entienden el v. 1 en forma diferente. Algunos lo consideran simplemente como definiendo la situación cuando Dios comenzó a crear: †œEn el principio cuando Dios creó †¦ la tierra estaba sin forma †¦ † Otros simplemente consideran el v. 1 como un tí­tulo resumen del capí­tulo 1. Pero ninguno de estos puntos de vista es como el que ha adoptado la RVARVA Reina-Valera Actualizada. †œCrear† es algo que sólo Dios puede hacer (este verbo es usado sólo en relación con Dios en el ATAT Antiguo Testamento). El demuestra su poder para crear cosas inesperadas y maravillosas (Núm. 16:30), p. ej.p. ej. Por ejemplo grandes criaturas (21), hombres y mujeres (27) y montañas (Amós 4:13).
El v. 2 describe el mundo en tinieblas y desolación, cubierto por aguas y con el misterioso Espí­ritu (o viento) de Dios moviéndose sobre el océano. La propuesta de un poder existente en la deidad es desarrollada más adelante en Prov. 8:22–31 y en Juan 1:1–3, en donde se habla de la †œsabidurí­a† y †œel Verbo† asistiendo en la creación.

1:3-23 La creación continúa

1:3–5 La creación de la luz. El oscuro mundo fue iluminado cuando Dios dijo: Sea la luz. Más precisamente, el dí­a fue distinguido de la noche al crearse la luz. La luz es una forma de energí­a y puede ser producida en diferentes maneras, no sólo por el sol y las estrellas (los cuales no habí­an sido creados sino hasta el dí­a cuarto). Cosmólogos contemporáneos dicen que el universo comenzó con un gran estallido ardiente, el cual debió producir una luz muy brillante. El orden comienza a aparecer y a reemplazar el oscuro caos. El refrán Dios vio que (esto) era bueno (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 10, 12, 18, 21, 25, 31) afirma la bondad intrí­nseca de la creación y de su Creador.
Nota. Es posible que el orden de tarde-mañana en la frase Y fue la tarde y la mañana del primer dí­a (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 8, 13, 19, 23, 31) refleje el concepto hebreo del dí­a comenzando con el atardecer y terminando con el amanecer siguiente. Lo que más importa en Gén. es que Dios trabajó durante seis †œdí­as† y descansó. Al ser estos los dí­as de la actividad de Dios y no de la actividad humana, no es probable que deban ser considerados como dí­as de 24 horas. Además, la palabra hebrea para †œdí­a† cubre una variedad de perí­odos, que van desde las horas de luz en el dí­a (Gén. 29:7), a un dí­a de 24 horas (Gén. 7:4), o a un perí­odo indefinido (Gén. 35:3). Que ellos fueron diferentes de los dí­as ordinarios se muestra por el hecho de la no existencia del sol hasta el dí­a cuarto. Otra insinuación de que la creación no tomó seis dí­as literales es la mención de la creación de los cielos y la tierra, eso es, el universo desorganizado (1) antes que los seis dí­as fuesen contados. Finalmente, se debe notar que 1:1–2:3, diferente a todas las otras secciones de Gén., no está encabezada por el tí­tulo: †œEstos son los orí­genes†, que es lo que une la protohistoria (2:4–11:26) con la historia patriarcal (11:27–50:26). Todas estas diferencias indican que 1:1–2:3 sirve como una obertura para el resto del libro y que no debe ser tomada lit.lit. Literalmente como aquello que continúa. No obstante, que Dios trabajó seis dí­as y que descansó el dí­a séptimo (sea cual fuere el largo de sus dí­as por medidas humanas) es un modelo para ser seguido por la humanidad.
1:6–8 La separación de las aguas. Dios mostró su poder nuevamente al ponerle lí­mites a las aguas que hasta ese momento cubrí­an el globo (cf.cf. Confer (lat.), compare Job 38:8–11). Algunas fueron confinadas a los mares, el resto a los cielos. Las aguas de arriba fueron conservadas allí­ por la †œbóveda† o el †œfirmamento† (BJBJ Biblia de Jerusalén). Desde la tierra, el cielo (firmamento) parece ser una especie de cúpula que previene que las aguas caigan en forma descontrolada sobre la tierra (cf.cf. Confer (lat.), compare 7:11).
1:9–13 La creación de la tierra y las plantas. Aun más importante para la humanidad fue la provisión, en el tercer dí­a, de tierra seca, en la cual ella podí­a vivir, y plantas para sustentar la vida (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:29–30). La variedad de plantas (11, 12) da testimonio del poder organizador de Dios, y estas distinciones no debieran ser entremezcladas (ver las normativas en contra de ciertas mezclas en Lev. 19:19; Deut. 22:9–11).
1:14-19 La creación de las lumbreras celestiales. Una prueba aun más poderosa del poder creativo de Dios, y siempre pertinente para la existencia humana, son el sol, la luna y las estrellas. Contemporáneos paganos del Gén. reconocieron en estos cuerpos celestes dioses por derecho propio. Para evitar el levantamiento de cualquier sospecha en relación con el sol y la luna en el sentido de que no son otra cosa que creación de Dios, Gén. las llama simplemente lumbreras. Fueron establecidas para regular los ritmos esenciales de la vida humana sean estos la definición del dí­a y la noche, sean estos las estaciones del año.
1:20-23 La creación de los pájaros y los peces. El paralelo en la obra creadora de Dios entre los primeros tres dí­as y los segundos tres dí­as llega a ser más claro. En el primer dí­a, fue creada la luz, en el dí­a cuarto, las lumbreras celestiales; en el dí­a segundo, el cielo y los océanos, en el dí­a quinto, las aves y los peces. Una vez más, Gén. está enfatizando la preocupación de Dios por el orden. †œLos grandes animales acuáticos† fueron reconocidos como divinos en alguno de los mitos antiguos; Gén. insiste en que ellos fueron solamente criaturas de Dios. Además, Dios quiso que tanto las aguas como el aire estuvieran llenos de criaturas, y su decreto y bendición garantizó la fertilidad de estos. Ningún rito mágico o de fertilidad fueron necesarios para asegurarla.

1:24-31 La creación de los animales y la humanidad

El relato de la creación alcanza su clí­max en el dí­a sexto. Nótese cuánto más completa es la descripción del trabajo de Dios de este dí­a que en cual quiera de los dí­as anteriores y los paralelos con las palabras del dí­a tercero (la tierra).
Aquí­ Gén. define el propósito de la humanidad y su lugar en el plan de Dios. Dios dice que el hombre ha de ser creado a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza. Esto significa que la humanidad, tanto el varón como la mujer, es representante de Dios en la tierra. Los reyes del antiguo Oriente fueron a menudo vistos como portadores de la imagen de sus dioses, pero Gén. afirma que cada ser humano está hecho a la imagen de Dios. El NTNT Nuevo Testamento afirma que Cristo es †œla imagen del Dios invisible† (Col. 1:15), †œel resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza† (Heb. 1:3). Semejante entendimiento de la imagen divina estaba más allá del alcance del autor humano de Gén., pero él alude a otra dimensión de ésta al comentar Hagamos al hombre a nuestra imagen (26). Aquí­ Dios se presenta como hablando con los ángeles, la única alusión hecha a otros seres sobrenaturales en este capí­tulo. Esta observación implica que el hombre es como Dios y los ángeles. (Tradicionalmente, los cristianos han visto el nosotros y el nuestro como aludiendo a las otras personas de la Trinidad. Aunque esta es una legí­tima y más amplia interpretación, no es el significado primario de las palabras usadas aquí­.)
En segundo lugar, dado que los seres humanos son creados a la imagen de Dios ellos son sus representantes en la tierra y deben tener dominio †¦ sobre la tierra (26). El Sal. 8:4–8 ofrece un maravilloso comentario poético sobre el tema. Dominio implica señorí­o pero no explotación. El hombre, como representante de Dios, debe dominar a los que le están subordinados, como Dios lo hace, para el propio beneficio de ellos. Mientras se legitimiza el uso humano de los recursos naturales, Dios no da licencia para nuestro abuso de su creación.
En tercer lugar, Dios deliberadamente creó la humanidad en dos sexos y dijo: sed fecundos y multiplicaos. En relación con esto él bendijo la actividad sexual e indicó su importancia en su plan. Otras historias antiguas, surgiendo de la Mesopotamia urbana (cuya preocupación estaba en la explosión demográfica) cuentan de los dioses dando pasos para frenar la fertilidad humana a través del enví­o de plagas, hambre, inundaciones y abortos. El Dios del Gén. exhorta reiteradas veces a la primera pareja el ser fructí­feros (1:28; 8:17; 9:1, 7) y le prometió a los patriarcas que llegarí­an a ser padres de una innumerable cantidad de hijos. Por lo tanto, la sexualidad es vista como una parte importante de la creación misma de Dios (31).
En cuarto lugar, Dios proveyó comida para la humanidad en la forma de planta que da semilla y todo árbol cuyo fruto lleva semilla (29). No fue sino hasta después del diluvio que el comer carne fue sancionado (9:1–3). Sin embargo, Gén. no está interesado en mostrar si los primeros habitantes fueron vegetarianos o no, sino más bien en el hecho que Dios les proveyó comida. En la mitologí­a mesopotámica los dioses crearon al hombre para proveerse a sí­ mismos de comida; Gén. afirma precisamente lo contrario, que Dios alimenta a la humanidad (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 65; 50:7–15).

2:1-3 El santo dí­a séptimo

Un cambio dramático en la marcha y en el estilo sobresale como lo distintivo del sábado. El séptimo dí­a no es llamado aquí­ sábado, pero así­ es referido, desde que en él reposó puede ser parafraseado como †œen el sabático†. Por otro lado, la importancia del séptimo dí­a es destacada por el hecho de que Dios lo bendice y lo hace santo. El sábado gene ralmente es declarado †œsanto†, pero sólo en Neh. 8:9, 11 es considerado como entre las demás festividades del pueblo y es llamado †œsanto†. Aquí­ se nos dice que Dios reposó en el séptimo dí­a, y el es critor claramente sugiere que toda la humanidad, que ha sido hecha a la imagen de Dios, siga el ejemplo de su Creador. En verdad, el contexto sugiere que un dí­a a la semana para descansar es tan necesario como la sexualidad (1:27, 28) o la comida (1:29) para la sobrevivencia humana. Este es un énfasis que parece haber sido olvidado en el dí­a de hoy, aun entre los cristianos.
Nota. Génesis 1 y la ciencia. Gén. y la ciencia moderna están respondiendo a muchas preguntas. Gén. explica quién es Dios y cómo se relaciona con la creación. La ciencia clarifica que las leyes dadas por Dios explican los fenómenos naturales; y a partir de estas leyes los cientí­ficos pueden trabajar hacia el pasado con el propósito de trazar el curso del desarrollo del universo. La ciencia nos ha ce conscientes del poder infinito y de la sabidurí­a del Creador, pero no explica el propósito de Dios al crear el universo, o su carácter. Gén. no está interesado en tratar los asuntos que levantan los cientí­ficos del siglo XX sino más bien está relacionado con las ideas contemporáneas del antiguo Oriente de hace 3.000 años. En contra de la visión politeí­sta del mundo que sostení­a que habí­a muchos dioses y diosas de variada sabidurí­a y poder, Gén. declara que hay un solo Dios de absoluto poder y santidad. Rechazando esos puntos de vista antiguos que postulaban que la humanidad fue simplemente creada como consecuencia de un pensamiento tardí­o que los dioses más tarde lamentaron, Gén. afirma que el hombre fue la meta de la creación y que su bienestar es la preocupación suprema de Dios. Estos principios son reafirmados con reiteración a través de toda la Escritura, pero están des tacados con ejemplar claridad en Gén. 1 y son clave en lo que el autor estaba tratando de decir. Los lectores modernos debieran centrarse en estas intenciones originales de Gén. y no traer al texto temas cientí­ficos que son ajenos a su propósito.

2:4-4:26 LA NARRATIVA DE LOS CIELOS Y LA TIERRA
Esta sección describe tres etapas en la degeneración de la sociedad humana de su perfección registrada en Gén. 1:31. El primer desafí­o al decreto de Dios (3:6) es seguido por el primer asesinato (4:8), y finalmente por el hecho que Lamec serí­a vengado setenta y siete veces (4:24). Los pecados son vistos como tí­picos y únicos. Son tí­picos en que cada acto pecaminoso tiene similares ingredientes y consecuencias; son únicos en que, ocurriendo al principio de la historia, han tenido consecuencias fatales para toda la raza humana.

2:4-3:24 El huerto del Edén

¿Por qué, si todo el mundo fue creado muy bueno (1:31), hay tanto dolor y sufrimiento, hambre y odio en él? Esta historia explica el origen y los efectos del pecado en una manera simple pero a su vez profunda. Comienza describiendo la existencia idí­lica de la primera pareja humana, bosquejando de esta manera el modelo de Dios para la relación entre los sexos. Entonces dice cómo un aparente acto pequeño de desobediencia trastorna todo y conduce a la expulsión de ellos del paraí­so.
El Señor Dios (2:4) es una expresión común en los caps. 2 y 3, no siendo usada nuevamente en el resto del ATAT Antiguo Testamento. Esta expresión resume dos ideas que son importantes en estos capí­tulos: que Dios es tanto el Creador de la humanidad (†œDios† es el término usado en el cap. 1) como también su amigo o socio en el pacto (el Señor, o Jehovah, es el nombre personal de Dios revelado sólo a Israel; Exo. 3:14; 6:3).
2:4–7 La creación del primer hombre. El escritor mira hacia atrás al momento previo en que fue creada la humanidad en el dí­a sexto (1:26–28) y describe un desierto tí­pico del Medio Oriente, el cual requiere de esfuerzos humanos para regarlo y hacerlo germinar. Fue del polvo de esa área que Dios, el gran Alfarero, moldeó al primer hombre y sopló en él aliento de vida. A través de esta imagen Gén. establece que la gente es por naturaleza más que materia; también tienen composición espiritual, dada por Dios.
2:8–17 El huerto de Dios para la humanidad. La preocupación de Dios por la necesidad humana, ya mencionada en 1:29, es nuevamente destacada aquí­. Un hermoso huerto lleno de árboles frutales, rí­os, oro y piedras preciosas es preparado para morada del hombre en el área llamada Edén (eso es, †œhermoso†). Arboles, agua, oro y piedras preciosas y querubines también adornarí­an más tarde el tabernáculo (Exo. 25:27) y el templo (1 Rey. 7; Eze. 41–47), y estos sí­mbolos sugieren que lo más importante en el huerto era la presencia de Dios. El acostumbraba a pasearse allí­ en lo fresco del dí­a teniendo conversaciones í­ntimas con Adán y Eva (3:8). El árbol de la vida da vida eterna y el árbol del conocimiento del bien y del mal da sabidurí­a. De este último le fue prohibido al hombre su consumo porque la sabidurí­a adquirida a través del comer conduce a la independencia del hombre con respecto a Dios, mientras que la verdadera sabidurí­a comienza con †œel temor del Señor† (Prov. 1:7).
Nota. 10–14. Dos de los rí­os del Edén son bien conocidos: el Tigris y el Eufrates corren a través del Iraq moderno para desembocar en el golfo Pérsico. El Guijón y el Pisón son imposibles de identificar, por ende el intento de ubicar el Edén está condenado al fracaso. La mitologí­a mesopotámica ubica una isla paradisí­aca en el inicio del golfo Pérsico y, por lo tanto, la explicación más probable es que el Edén estuviera allí­. Esto serí­a así­ si consideramos la historia lit.lit. Literalmente, porque en 3:23, 24 se deja muy claro que los hombres no pueden regresar al Edén.
2:18–24 La creación de la mujer. A pesar del ambiente idí­lico algo no estaba bien. Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo (18), y después de reiterar su observación en el sentido de que todo lo que él habí­a creado era bueno (p. ej.p. ej. Por ejemplo 1:10, 31) este comentario es una sorpresa y sirve para destacar el siguiente acto creador.
En primer lugar, los animales fueron creados como compañeros del hombre. Estaban sujetos a la autoridad humana (según el v. 20, el hombre les puso nombres), pero la intención de Dios excluí­a la explotación de ellos (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:24–31). Desafortunadamente, los animales no fueron la compañí­a perfecta para el hombre. Sólo la creación de la mujer fue totalmente satisfactoria para él.
El encantador relato de Dios creando a Eva de una costilla de Adán y luego presentándosela como en una escena de bodas resume en una manera hermosa muchas de las claves bí­blicas acerca del matrimonio. Aquí­ como en 1:27, 28 tenemos la norma de Dios para la relación que debe existir entre los sexos. Mientras que en 1:28 se enfatiza la importancia de la procreación, 2:20–24 explora la naturaleza del compañerismo dentro del matrimonio. Pri mero, el marido y la mujer se complementan el uno al otro. Ayuda idónea serí­a mejor traducido como †œayudante que armoniza con él†, eso es, supliendo lo que le falta. Ella es †œsu costilla perdida†. Matthew Henry comentó sobre la elección que Dios hizo de una costilla para crear a Eva: †œNo la hizo de su cabeza para que estuviera encima de él, tampoco la hizo de sus pies para que fuese pisoteada, la hizo de su costado para que fuese igual a él, de debajo de su brazo para que fuese protegida, y cerca de su corazón para que fuese amada.† Es posible que esto sea demasiada lectura para una sola costilla, pero expresa muy bien el ideal bí­blico para el matrimonio.
Segundo, la unión entre el hombre y la mujer debe ser permanente: el hombre se unirá (lit.lit. Literalmente †œpegado†) a su mujer, y serán una sola carne. Jesús (Mat. 19:5) y Pablo (Ef. 5:31) citan este pasaje al referirse al tema del divorcio.
Tercero, el hombre debe dar prioridad a su esposa por sobre todas las cosas, aun de sus padres. El dejará a su padre y a su madre, no por ir a vivir a otro lugar sino poniendo este importante deber de cuidar por ellos (Exo. 20:12) en segundo lugar en relación con su deber con su cónyuge (cf.cf. Confer (lat.), compare Ef. 5:25–29).
Cuarto, la mujer está bajo la autoridad de su marido: el la llama Mujer (23) y más tarde Eva (3:20), en la misma forma como anteriormente él le puso nombre a los animales (19). Este concepto del hombre como cabeza de la mujer se da por sentado en el resto de la Biblia (p. ej.p. ej. Por ejemplo 1 Cor. 11:3; 1 Ped. 3:1–6).
Finalmente, se debe destacar que Dios creó una sola Eva para Adán, no muchas Evas como tampoco otro Adán. Esto indica la desaprobación de Dios de la poligamia (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 18:18; Deut. 17:17) y de la práctica de la homosexualidad (Lev. 18:22; Rom. 1:26, 27).
3:1–8 La caí­da. La prí­stina inocencia del Edén fue abruptamente arruinada por la entrada del pecado. Los errores de Adán y Eva son tí­picos de todos los pecados, pero siendo ellos los padres de la humanidad sus hechos tuvieron graves consecuencias. La tentación fue comunicada por una serpiente, que en Lev. 11:31 se describe como una criatura inmunda y, por lo tanto, un sí­mbolo apro piado para el mal. La serpiente comienza sobreenfatizando lo estricto de la ley (Dios habí­a puesto sólo un árbol en prohibición) y poniendo en duda la buena voluntad de Dios para con los seres humanos (algo que la narrativa del cap. 2 habí­a puesto más allá de toda duda). Eva refuta sus insinuaciones, si bien en términos inexactos (ni lo toquéis no fue parte de la prohibición original 2:17). Luego la serpiente desafió la sentencia de Dios cuando dice ciertamente no moriréis y a cambio promete sofisticado avance (vuestros ojos serán abiertos) y también progreso espiritual (y seréis como Dios).
Atraí­da por la perspectiva de placer instantáneo (vio que el árbol era bueno para comer) y de una supuesta madurez, súbitamente sucumbió y persuadió a su marido para que también comiese. Al hacer esto él prefirió la sugerencia de la serpiente que el mandato de Dios. (A través de la Escritura, la esencia del pecado es poner el juicio humano por encima del mandamiento de Dios.) En forma inmediata tanto la culpabilidad como la vergüenza hicieron presa de ellos. Lo único que vieron con sus ojos abiertos fue su propia desnudez, la que pretendieron esconder el uno del otro y de Dios.
3:9-20 Juicio y sentencia. El hombre, la mujer y la serpiente fueron interrogados y sentenciados por el inquisidor divino. Las preguntas de Dios estaban diseñadas con el propósito de sacar una confesión, no información; él sabí­a perfectamente lo que ellos habí­an hecho.
Los efectos a largo plazo del pecado comenzaron a aparecer. La serpiente fue condenada a arrastrarse sobre su vientre y tener una constante guerra con la humanidad, la descendencia de la mujer (15). La descendencia de ella herirá en la cabeza a la serpiente, y ésta saldrá peor en la gran batalla. Si bien esto fue el juicio sobre la serpiente, se transformó a la vez en una promesa para el hombre. Esto ha sido visto tradicionalmente por los judí­os y los cristianos como el primer anuncio de un salvador para la humanidad, y 3:15 siempre ha sido llamado el protoevangelio o el †œprimer evangelio†. Las alusiones a esto en el NTNT Nuevo Testamento incluyen Rom. 16:20; Heb. 2:14; Apoc. 12. En Gén. la promesa a Abraham que †œen tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra† (22:18) comienza a hacer más especí­fica la tenue promesa del 3:15. También es notable que este primer juicio sobre el pecado esté matizado con esperanza, algo que es recurrente a través de las Escrituras (cf.cf. Confer (lat.), compare 6:5–8), así­ como la misericordia de Dios excede a su ira (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 20:5, 6).
La sentencia sobre Eva arruinó su vocación de madre. Ser la madre jubilosa de muchos hijos era la esperanza de cada mujer del ATAT Antiguo Testamento (30:1; Sal. 113:9), pero el dolor al dar a luz se transformó en un recordatorio constante del pecado de la primera madre. Además, el matrimonio, en vez de ser una relación de cuidado mutuo, a menudo tuvo la tensión como su caracterí­stica. Tu deseo puede ser o el deseo sexual o el deseo de independencia, pero a la larga prevalecerá el señorí­o de su marido. Y él se enseñoreará de ti puede indicar el ejercicio de dominio duro, o simplemente puede ser una reafirmación de la cadena de autoridad (Dios-hombre-mujer) establecida en la creación, pero revertida en la caí­da (6). Esta última pareciera ser la interpretación más apropiada, especialmente si se tiene en cuenta la forma en que es introducida la sentencia a Adán porque obedeciste la voz de tu mujer (17). Entonces Dios decretó que el hombre sufrirí­a frustración en su trabajo (hortelanos y agricultores enfrentan una continua batalla con las malezas en la producción de sus tierras). Con trabajo duro vivirí­a, pero finalmente morirí­a. Esto era un indicio de que él serí­a expulsado del Edén y privado de acceso al árbol de la vida.
3:21–24 El juicio. La expulsión del huerto probó la falsedad de la promesa de la serpiente en el sentido de que no morirí­an (4). Porque si bien Adán y Eva siguieron viviendo fuera del huerto, esto era una simple sombra de la vida plena que vivieron dentro del huerto, en donde disfrutaron de una í­ntima relación con Dios. A estas alturas es evidente el costo total del pecado. No es sólo una conciencia inquieta (7, 8), disputas con la amada esposa (12), dolor (16) o el afán por las cosas diarias (17–19), sino que además es separación de la presen cia de Dios y finalmente la muerte fí­sica (Rom. 6:23). Los querubines más tarde adornarí­an el arca, el tabernáculo y el templo (Exo. 25:18–22; 26:31; 1 Rey. 6:23–28), eran seres alados con dos ros tros, uno de hombre y el otro de león (Eze. 41:18).

4:1-26 La primera familia humana

Al bosquejar la historia de Caí­n y su descendencia, Gén. ilustra el conmovedor aumento del pecado en la raza humana.
4:1–16 Caí­n y Abel. En el cap. 3 se nos mostró cómo el pecado interrumpe la relación entre Dios y los seres humanos y entre el hombre y su mujer. En el cap. 4 se nos muestra al pecado destruyendo los lazos de hermandad. En verdad, Caí­n es presentado como un pecador más endurecido que Adán. Matar a su propio hermano es más vil que comer del fruto prohibido. Adán habí­a sido persuadido hacia el pecado; Caí­n no pudo ser disuadido de su pecado, ni siquiera por Dios mismo (6, 7). El pecado es personificado como un animal esperando para atacar (7; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Ped. 5:8). Interrogado por Dios sobre su pecado, Adán, aun bastante petulante, a lo menos dijo la verdad; Caí­n mintió y luego hizo una broma de ésta (3:9–11; cf.cf. Confer (lat.), compare 4:9). Adán aceptó el juicio de Dios en silencio, pero Caí­n protestó con vehe mencia (13, 14) y fue enviado aun más lejos del Edén (16).
Nota. 5 La razón del rechazo del sacrificio de Caí­n no es obvia en forma inmediata. El contraste entre trajo, del fruto de la tierra, de Caí­n, y el trajo una ofrenda de los primerizos de sus ovejas, lo mejor de ellas, de Abel, probablemente nos da la clave. Puede ser que Abel trajo lo mejor de su rebaño y que Caí­n no fue tan cuidadoso. Pero el sacrificio es sólo aceptable ante Dios si es perfecto y costoso (Lev. 22:20–22; 2 Sam. 24:24); él no estará satisfecho con sacrificios de segunda clase (Mal. 1:6–14; Rom. 12:1). 15 Ya sea que la señal sobre Caí­n fuera un tatuaje, su nombre Caí­n, un perro u otra cosa, es algo oscuro. Como la vestimenta dada a Adán y Eva en 3:21, la marca tuvo una doble finalidad. Esta le recordó a Caí­n su pecado y le aseguró la protección de Dios contra enemigos potenciales. De modo que su oración-protesta (13, 14) no fue desatendida, lo que nos indicarí­a que pecadores endurecidos como Caí­n pueden orar por misericordia y recibirla.
4:17–26 Los descendientes de Caí­n. Muchos de los descendientes de Caí­n (su esposa presumiblemente era una de las hijas de Adán y Eva) son acreditados con avances culturales y tecnológicos significativos: edificación de ciudades (17), vida beduina (20), música (21) y trabajos en metales (22). Que estos logros sean acreditados a los descendientes de Caí­n, en vez de la lí­nea más santa de Set (cap. 5), sugiere que todo el progreso humano está en alguna manera afectado por el pecado.
Se da mayor atención a Lamec, quien es presentado con sanguinario detalle. Un esclavo de la pasión, se casó con dos hermosas mujeres, Ada (†œjoya†) y Zila (†œmelodí­a†). La bigamia representa otra forma de alejamiento de la monogamia establecida por Dios en el Edén. Sin embargo, es más significativa la sed de sangre que tení­a Lamec, el deseo vehemente de ser vengado 77 veces, lo que muestra a un hombre que menospreció la justicia y estaba preparado para aplastar a cualquiera que se le interpusiera en su camino. La sociedad se estaba desintegrando y estaba madura para el juicio.
Los vv. 25, 26 anticipan la genealogí­a de Set en el cap. 5. Siempre al final de una sección en Gén. hay una clave para lo que vendrá más adelante (cf.cf. Confer (lat.), compare 6:5–8 anticipando 6:9–9:17; 9:18–27 anticipando el cap. 10).
Invocar el nombre del Señor significa que la adoración a Dios también comenzó en esta era.

5:1-6:8 LA NARRATIVA DE LA LINEA DE ADAN
Esta consiste en dos partes. La primera (5:1–32) registra las diez generaciones desde Adán, a través de su tercer hijo Set, hasta Noé. Este fue el comienzo de la lí­nea escogida en Gén., por medio de la cual vendrí­a la salvación para la humanidad (la familia de Noé fue la única en sobrevivir al diluvio). La segunda parte (6:1–8) enfoca uno de los peores pecados del periodo prediluviano; el matrimonio entre los hijos de Dios (ver en 6:1–8) y las hijas de los hombres, lo que motivó a Dios a enviar el diluvio. Sin embargo, esta parte concluye con una insinuación de que Noé serí­a salvo (6:8).

5:1-32 El árbol genealógico de Adán

Esta genealogí­a repetitiva destaca cuatro asuntos relacionados con los patriarcas: La edad que tení­an cuando les nació su primer hijo; su subsecuente tiempo de vida, el hecho de que él tuvo otros hijos e hijas y su edad al momento de morir. La mención de otros hijos implica que estos patriarcas cumplieron el mandato de †œsed fecundos y multiplicaos† (1:28) y muestra cómo la humanidad gradualmente comenzó a poblar la tierra. La cantidad de años de estos hombres sugiere que vivieron hace muchí­simos años, y que la degeneración causada por el pecado conducente a acortar el tiempo de vida tuvo un efecto gradual.
Es difí­cil saber cómo entender las largas vidas de estos hombres que vivieron antes del diluvio. Un texto paralelo, la Lista Real Sumeria, registra ocho reyes que reinaron antes del diluvio por un total de 241.000 años. Esto hace que los 1.500 años que cubre el cap. 5 parezcan muy modestos; sin embargo, no explica, p. ej.p. ej. Por ejemplo cómo Adán pudo vivir 930 años. Se han ofrecido varias sugerencias. Primera, que †œsus† años fueron mucho más cortos que los nuestros. Sin embargo, la cronologí­a del diluvio (7:11–8:14) revela que Gén. asume 360 dí­as en un año. Segunda, que los años de vida de los patriarcas no representan la longevidad de sus vidas sino el tiempo de vida del clan que cada uno fundó. En otras palabras, muchas generaciones han sido omitidas. Esto es difí­cil de probar puesto que, al principio de la lista, Set es claramente el hijo inmediato de Adán y, al final de la misma, Lamec-Noé-Sem, Cam y Jafet forman una secuencia consecutiva. Tercera, que los años son simbólicos y representan perí­odos de tiempo conocidos en la astronomí­a, p. ej.p. ej. Por ejemplo los 365 años de Enoc corresponden a los dí­as de un año solar. Cuarto, que los números son simbólicos y generados por el sistema numérico basado en 60 usado en Mesopotamia. Las tablas matemáticas de Babilonia daban mucha importancia a los factores de 60 (30, 20, 15, etc.) y a sus cuadrados y múltiplos. Así­ muchos de los números en el cap. 5 y en la Lista Real Sumeria habrí­an resultado familiares a los entrenados en ese sistema, p. ej.p. ej. Por ejemplo 930 (la edad de Adán) es 302 + 30. Sin embargo, no todas las cifras son aplicables en esta forma, tampoco podemos explicar por qué ciertas cifras fueron añadidas a gente particular si ellas eran simbólicas. Al presente, lo mejor que se puede decir es que el tamaño de los números sugiere que esos hombres vivieron hace muchos años. Su precisión sugiere que fueron gente real que vivió y murió. Para una discusión adicional ver Genesis 1–15, de G. J. Wenham (Word Books, 1987) pp. 130–134.
Debido a su piedad, Enoc (caminó con Dios) probablemente no experimentó la muerte sino que fue transportado a los cielos (Dios lo llevó consigo; cf.cf. Confer (lat.), compare Elí­as, 2 Rey. 2:11, 12).

6:1-8 Matrimonios hombre-espí­ritu y sus consecuencias

En el mundo antiguo se contaban con frecuencia historias de relaciones sexuales entre los dioses y seres humanos; y se sostení­a que la descendencia semidivina resultante poseí­a una energí­a anormal y otros poderes. En Mesopotamia y en Canaán, el matrimonio divino-humano era celebrado en los ritos sagrados del matrimonio que se realizaban en los templos. Estos ritos, se suponí­a, aseguraban la fertilidad del suelo y de los matrimonios comunes. Involucraban padres dedicando sus hijas solteras para el servicio en el templo. En la práctica, estas muchachas serví­an como prostitutas sagradas dando placer a los sacerdotes y a los adoradores ricos.
Los vv. 1, 2 y 4 describen estas prácticas. Los hijos de Dios es una expresión que se refiere a seres espirituales (traducido como †œángeles† en Job 1:6; 2:1, aun cuando no son benévolos ni aquí­ ni en Job). En ocasiones en el ATAT Antiguo Testamento, Israel (Deut. 14:1) o los reyes (2 Sam. 7:14) son llamados †œhijos de Dios†; sin embargo, aquí­ no se aplica ninguno de estos significados. Las hijas de los hombres se refiere al género femenino de los seres humanos. Los nefilim son los antiguos gigantes, supuestos descendientes de estas uniones. Algunos nefilim estaban en Canaán cuando Israel la invadió (Núm. 13:33).
Esta práctica de prostitución sagrada es, según Gén., por un lado innecesaria (los hombres ya se estaban multiplicando, v. 1) y por otro lado es una abominación para Dios (5). Consecuentemente, el perí­odo normal de vida fue reducido a 120 años (3) y el Señor anunció un plan para terminar con la humanidad y las otras criaturas vivientes (7).
La prostitución sagrada es vista aquí­ como el pecado que culmina una serie que comenzó con Adán comiendo del fruto prohibido y continuó con el asesinato de Abel en manos de su hermano Caí­n y la desenfrenada venganza de Lamec. Al ver a los seres humanos Dios concluyó que eran incorregiblemente perversos y que cada pensamiento humano de continuo se inclinaba hacia el mal. El v. 5 declara la doctrina de la depravación humana con espantosa franqueza, pero conceptos similares fueron expresados por los salmistas, los profetas, Jesús y Pablo (Sal. 51:3–6; Jer. 17:9, 10; Mar. 7:15; Rom. 1:18–3:20). Más aun, la pecaminosidad humana provoca una furiosa reacción en Dios, una amarga indignación (y le dolió en su corazón) similar a lo que sintieron los hermanos por la violación de su hermana (Gén. 34:7), o el dolor sentido por el padre al saber que su hijo habí­a muerto en la batalla (2 Sam. 19:2) Por eso, Dios tomó la decisión de destruir su creación. No obstante, así­ como en los anteriores decretos de juicio (3:15; 4:15), hubo una luz de esperanza: Noé halló gracia ante los ojos de Jehovah (8).

6:9-9:29 LA NARRATIVA DE NOE

Muchos pueblos antiguos de todo el mundo hablan de un gran diluvio del cual sólo un hombre y su familia escapó al construir un arca. Sin embargo, como se hubiera esperado, los paralelos más cercanos a la narrativa bí­blica proceden de Mesopotamia, en las epopeyas de Atrahasis y Gilgamesh. Ambos textos datan de c. 1600 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Al igual que la historia bí­blica, ellos mencionan a un hombre (Atrahasis o Utnapishtim) a quien su dios le indicó que construyera un arca para escapar del diluvio. El lo hizo así­, provisto de bienes y animales, flotó sobre las aguas del diluvio por un perí­odo breve, y envió pájaros para saber si las aguas estaban bajando. Finalmente el arca recaló en la cima de una montaña, apareció el sobreviviente del diluvio y ofreció sacrificios que agradaron grandemente a los dioses, quienes le recompensaron con vida eterna. La similitud entre la narrativa bí­blica y la babilónica revela que ésta era una historia bien conocida en el antiguo Cercano Oriente.
Sin embargo, hay varias diferencias entre estos relatos, lo que simplemente demuestra que no se han copiado la una de la otra. Hay diferencias de detalles, p. ej.p. ej. Por ejemplo sobre el tamaño y la forma del arca, la duración del diluvio y los tipos de pájaros que fueron enviados para inspeccionar las aguas del diluvio. Pero éstas son diferencias relativamente triviales. Mucho más importante son las diferencias teológicas entre ambas narraciones. Estas son tan considerables que pareciera que el autor de la narrativa bí­blica estuviese tratando en forma deliberada de corregir o de refutar la visión común que en el Oriente se tiene del diluvio. En particular, Gén. está tratando de explicar cómo es Dios y cómo se relaciona con el mundo.
En las versiones babilonias, los dioses acuerdan un diluvio para detener el crecimiento de la población humana, pero uno no estuvo de acuerdo y advirtió a Atrahasis (el equivalente a Noé), su adorador. Cuando el diluvio se desató, los dioses se acobardaron como perros incapaces de controlarlo. Después del diluvio los dioses corrieron hacia los sacrificios por estar hambrientos, ya que los sacrificios se habí­an detenido durante el perí­odo del diluvio. Uno de los principales dioses se sorprendió al encontrar que un hombre habí­a sobrevivido al diluvio (evidentemente este dios no era ni omnipotente ni omnisciente).
La perspectiva teológica y ética del Gén. es totalmente diferente. Primero, el diluvio no fue enviado para frenar el ruido o la fertilidad humanos sino por causa de la corrupción y la pecaminosidad de los hombres (6:11, 12). Segundo, Noé no fue salvo porque se arriesgó a adorar al dios que no estuvo de acuerdo con la decisión de enviar el diluvio, sino porque él fue justo y cabal en su generación (6:9). A través de toda la historia del diluvio Noé es presentado como haciendo exactamente lo que Dios le mandó (p. ej.p. ej. Por ejemplo 6:22; 7:9; 8:18). Tercero, el Dios de Gén. es omnipotente y omnisciente. Siempre está en control del diluvio y sabe exactamente lo que está ocurriendo. Fue cuando Dios se acordó de Noé que las aguas comenzaron a disminuir (8:1, 2). El sacrificio después del diluvio no vino a apagar el apetito de Dios (a diferencia de los dioses mesopotámicos, él no tení­a necesidad de comida humana) sino que aplacó su ira. A pesar de la continua acción pecaminosa del hombre (cf.cf. Confer (lat.), compare 8:21 con 6:5), Dios prometió que nunca la tierra volverí­a a ser destruida por un diluvio. El arco iris fue la promesa de Dios en el sentido de que él mantendrí­a y protegerí­a toda la tierra (8:22–9:16). Finalmente, mientras que la epopeya de Atrahasis termina con los dioses inventando abortos e infertilidad femenina para detener el crecimiento de la población de la tierra, Noé en tres ocasiones es exhortado: sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra (9:1; cf.cf. Confer (lat.), compare 8:17; 9:7). A pesar del pecado, Dios básicamente está de nuestra parte y preocupado por el bienestar de la raza humana. Esta buena voluntad fue asegurada después del sacrificio de Noé y por el más grande sacrificio en la historia, el de Cristo.

6:9-8:22 La historia del diluvio

Gén. considera el diluvio como el gran punto divisorio de la historia universal. El diluvio fue un gran acto de anticreación. Este hizo que la tierra regresa ra a aquel primitivo estado de caos en que se encontraba, antes que Dios comenzara a hablar en 1:3. La vida fue destruida. Las aguas lo cubrieron todo, aun hasta la cima de las montañas mismas, de modo que el planeta se asemejaba a su pasado cuan do Dios primero comenzó a crearlo (1:2). En esa instancia, cuando Dios se acordó de Noé, envió un viento sobre la tierra (cf.cf. Confer (lat.), compare el espí­ritu, o viento de Dios que se moví­a en 1:2) para iniciar nuevamente el proceso de creación. El mundo nació nuevamente. La tierra seca y las aguas fueron separadas, y Noé, la nueva cabeza de la humanidad, salió del arca y, al igual que Adán, le fue dicho Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra (9:1, cf.cf. Confer (lat.), compare 1:28). De modo que Noé es visto como la figura de un segundo Adán.
Este paralelismo entre el diluvio como el gran acto de anticreación y la re-creación después del diluvio es subrayado en Gén. por el diseño literario de la historia. Está escrito en un modo de imagen reflejada (†œchiasmo extendido† o †œpalí­strofe†) que enfatiza la simetrí­a de la historia. Aquí­ se destacan algunos de los hechos más obvios de esta estructura.
Esta estructura no sólo llama la atención al paralelismo entre la obra destructiva de Dios al enviar el diluvio y su tarea de re-creación, sino que además muestra que el momento clave fue cuando se acordó de Noé. El Dios del Gén. no fue impotente ante el diluvio, como los dioses babilonios, sino que estuvo en total control, soberano en el juicio y en la misericordia.
A Los hijos de Noé (6:10)
A¹ Los hijos de Noé (9:18–27)
B Entrada al arca (7:1)
B¹ Abandono del arca (8:16)
C Siete dí­as (7:4)
C¹ Siete dí­as (8:12)
D Siete dí­as (7:10)
D¹ Siete dí­as (8:10)
E Cuarenta dí­as (7:17)
E¹ Cuarenta dí­as (8:6)
F Montañas cubiertas (7:20)
F¹ Montañas cubiertas (8:5)
G Inundación de 150 dí­as (7:24)
G¹ Retiro de las aguas en 150 dí­as (8:3)
H H Dios se acordó de Noé (8:1)

6:9–22 La orden de construir el arca. Aquellos que hacen cuadros o modelos del arca tienen que agregar detalles de construcción que no están en Gén., y cuyo valor puede ser cuestionado. Particularmente oscuro es el diseño del techo en el v. 16. (Ver comentarios más extensos para esto.) Lo que más le interesa a Gén. es el propósito del arca, para mantener †¦ vivas todas las especies de criaturas vivientes. De aquí­ que hubo que llevar parejas a bordo para asegurar la continuidad de la especie.
7:1-5 La orden de embarcarse en el arca. Parejas suficientes de animales inmundos (no destinados a sacrificios ni a comida) para asegurar su existencia, pero hubo que tomar siete (o siete parejas) especí­menes de animales limpios (para sacrificios y comida) para permitir que se hicieran sacrificios después del diluvio sin que la especie se extinguiera.
7:6–24 Entrada al arca y el comienzo del diluvio. Cada etapa del diluvio es fechada con precisión (p. ej.p. ej. Por ejemplo, 7:11; 8:13, 14). Esto es apropiado dado que el diluvio terminó con el mundo antiguo, y a partir de éste nace un nuevo mundo.
Nota sobre la fecha y duración del diluvio. La Lista Real Sumeria se refiere al diluvio ocurriendo con anterioridad al primitivo perí­odo dinástico, lo cual sugiere que habrí­a ocurrido c. 3000 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Ciertamente, los arqueólogos han encontrado un sinnúmero de evidencias de diluvios locales en Mesopotamia en este perí­odo, pero ninguno sugiriendo la inundación total del área. Otra posibilidad es que el diluvio coincidió con el término de la última era glaciar (c. 10.000 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo). Esto implicó lluvia abundante en regiones normalmente secas, y el hielo derretido permitió que los niveles del océano aumentaran en 100 m.m. Metro y haciendo pantanosa aquella tierra que previamente era habitable. Con el moderno conocimiento geográfico, automáticamente entendemos que la historia está describiendo una inundación total del globo, pero si la historia está siendo dicha desde la perspectiva de Noé (cuyos horizontes geográficos eran limitados), un diluvio menor habrí­a parecido universal.
8:1–22 Las aguas del diluvio disminuyen. La nueva creación fue generada en el momento en que Dios se acordó (eso es, pensamiento que conduce a la acción) de Noé (1), y progresivamente comenzó a aparecer la tierra, la vegetación, los pájaros, los animales y los seres humanos (cf.cf. Confer (lat.), compare cap. 1). Ararat (4) no es especí­ficamente el moderno monte Ararat sino el territorio del antiguo Urartu, que se encuentra aprox. en la Armenia moderna y adyacente a las zonas de Turquí­a e Irán. El v. 21 tiene un lenguaje similar al de 6:5. No es la actitud de Dios hacia Noé la que fue transformada por el sacrificio, sino su actitud hacia la humanidad en general. Los sacrificios del justo Noé, el segundo Adán, aseguraron el futuro de la raza humana de un juicio tan catastrófico como fue el

9:1-17 El pacto de Dios con Noé

Si bien la nueva era después del diluvio fue, en alguna medida, similar a aquella que habí­a después de la creación inicial, también tuvo sus diferencias. Noé, al igual que Adán, fue bendecido y le fue dicho sed fecundos (1); sin embargo, es hasta ahora, y por primera vez, que le fue permitido comer carne (3). Si bien Abel (4:2) y Jabal (4:20) criaban ganado, sólo las plantas verdes le fueron asignadas como comida a Adán (1:30). Pero ahora a Noé le fue permitido comer carne, estipulando previamente que la sangre debí­a ser derramada primero como señal de respeto por la vida contenida en ésta y que Dios la habí­a dado. Esta prohibición de consumir sangre es una de las leyes alimentarias más importantes del ATAT Antiguo Testamento (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 3:17; Deut. 12:16–25; 1 Sam. 14:32–34).
La historia prediluviana se caracterizó por la violencia (6:11): la muerte de Abel no fue vengada, mientras que Lamec reaccionó al extremo (4:23, 24). En esta ocasión se introduce una ley estricta sobre la retribución: El que derrame sangre de hombre, su sangre será derramada por hombre (6). La idea de que el castigo debe ser igual al crimen cometido es fundamental en la ley del ATAT Antiguo Testamento (Exo. 21:23–25) y también en las nociones modernas de justicia e imparcialidad. Si bien la pena de muerte para el asesino es un claro caso de †œhaz como quieres que te hagan†, el v. 6 da una razón especial para lo acertado de esta acción. Todo ser humano está hecho a la imagen de Dios (eso es, representa a Dios en la tierra), de modo que para proteger la posición única de la vida humana debe exigirse la pena máxima. El propósito de Dios era que el mundo se llenara de vida humana y animal (7–9), ya que el pacto simbolizado por el arco iris fue hecho con todas las criaturas vivientes. De modo que Gén. no sugiere que el arco iris haya aparecido por primera vez después del diluvio, sino sólo que llegó a ser una señal, esto es, una promesa de la buena voluntad de Dios.

9:18-29 El pecado de Cam

Tristemente, el justo e intachable Noé sucumbió a la embriaguez y expuso su desnudez mientras dormí­a. Este pecado relativamente menor (cf.cf. Confer (lat.), compare Adán en 3:6) fue seguido por un pecado mucho más grave de Cam su hijo menor (cf.cf. Confer (lat.), compare Caí­n en 4:8). Una vez más en esta secuencia Gén. sugiere la repetición de la historia. La nueva raza humana encabezada por Noé estaba, al igual que la anterior, en el resbaladero.
Los lectores modernos no ven la gravedad del pecado de Cam y preguntan: ¿Qué hay de malo en murmurar o bromear con tus hermanos acerca de las fallas de tus padres? De esta manera se han hecho intentos sugiriendo que Cam fue culpable de incesto o de otra conducta sexual inapropiada. Sin embargo, estas nociones están equivocadas y ye rran en no apreciar la seriedad que se le da a los deberes filiales tanto en el ATAT Antiguo Testamento como en las culturas antiguas. En Exo. 20 el †œHonra a tu padre y a tu madre† es el primer mandamiento después de aquellos que hablan de la relación del hombre con Dios, y golpear o maldecir al padre o a la madre podrí­a ser castigado con la muerte (Exo. 21:15, 17; citado por Jesús, Mar. 7:10).
Las únicas palabras de Noé en Gén. (25–27) son de alabanza para Sem y Jafet pero de maldición para Cam (o a lo menos para su descendencia, Canaán). Sus palabras son similares a la bendición profética en el lecho de muerte de Isaac (27:27–29) y de Jacob (49:2–27), las cuales anticipan la historia futura de aquellos mencionados. Aquí­ Noé predice el dominio de los descendientes de Sem y Jafet (cuya identidad es clarificada en el cap. 10) y la subyugación de Canaán. Estos versí­culos sirven como camino anticipatorio del capí­tulo siguiente (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:25, 26; 6:1–8).
¿Por qué fue maldecido Canaán por el pecado de Cam su padre? No hay una respuesta clara. Es posible que haya participado de alguna manera en el pecado de su padre. Posiblemente fue un castigo proyectado. Así­ como Cam, el más joven de los hijos de Noé, pecó contra su padre, así­ Canaán, el más joven de los hijos de Cam, fue castigado. Posiblemente, esto fue porque el pecado de Cam anticipaba el pecado de los cananeos, quienes se distinguí­an por su inmoralidad en el ATAT Antiguo Testamento (Lev. 18:3).

10:1-11:9 LA NARRATIVA DE SEM, CAM Y JAFET
Esta sección está compuesta de dos partes: la Tabla de las Naciones (10:1–32) y la historia de la Torre de Babel (11:1–9), y tiene tres propósitos. Primero, define la relación de Israel con las otras naciones. Segundo, explica la diversidad de lenguas. Tercero, muestra a las naciones pecando aun más y con ello fomentando y provocando el juicio divino. Así­ prepara el terreno para otro intento divino de rescatar a la humanidad a través del llamado de Abraham.

La familia de Taré y Abram

10:1-32 La Tabla de las Naciones

Este texto notable fija a Israel en el contexto del mundo conocido por los escritores del ATAT Antiguo Testamento. Enumera 70 naciones (posiblemente un número simbólico redondo; cf.cf. Confer (lat.), compare los 70 hijos de Jacob que descendieron a Egipto, 46:27), las que representan a todos los pueblos del mundo, no siendo una lista exhaustiva de los grupos conocidos en el antiguo Israel. Se lee un poco como un árbol familiar; sin embargo, pareciera ser que no todas las relaciones descritas sean genealógicas. En el mundo antiguo, los tratados y convenios condujeron a los pueblos a llamarse entre ellos como hermanos o hijos de su socio de pac to. Lo que la Tabla de las Naciones describe es la relación entre los diferentes pueblos, de cualquier manera que se hubiesen originado históricamente.
Sin embargo, esto no es una lección de geografí­a histórica. Como siempre en Gén., la lista fue incluida por razones teológicas, para relacionar la lí­ nea escogida de Sem con las otras lí­neas no escogidas. La genealogí­a de las no elegidas es siempre puesta antes que la lí­nea escogida: Caí­n antes que Set (caps. 4 y 5), Ismael antecede a Isaac (cap. 25), Esaú precede a Jacob (caps. 36 y 37). La elección de Sem y el rechazo de Cam ya ha sido insinuado (9:25–27), y es confirmado en este capí­tulo. Entre los semitas se encuentran los arameos, con quienes los patriarcas tuvieron una relación muy estrecha y de quienes tomaron esposas para sus hijos. Entre los camitas se encuentran no sólo todos los pueblos cananeos sino también otros de los grandes enemigos de Israel: Egipto (Mizraim), Babilonia y Asiria. Los jafetitas abarcan pueblos más distantes del nordeste de la costa del Mediterráneo, con quienes Israel pareció tener algo de contacto, fuese este de carácter hostil o fraterno. Se debe destacar que la clasificación bí­blica de pueblos semitas, camitas y jafetitas no coincide con la clasificación moderna de los pueblos a través de sus idiomas. Algunos de los camitas (p. ej.p. ej. Por ejemplo los cananeos) hablaban idiomas semitas, y entre los semitas está Elam, quien hablaba un idioma no semita. La división bí­blica refleja mucho más las diferencias entre aquellos que Israel sintió como sus aliados y aquellos que fueron sus enemigos.
10:2-5 Los jafetitas. No todos estos pueblos pueden ser identificados, y sólo aquellos que pueden ser identificados con plena certeza son discutidos aquí­. Pero aquellos que pueden ser identificados parecen representar los pueblos más lejanos geográficamente hablando con respecto a Israel, ya sea en el lejano norte o en el lejano oeste.
Gomer representa a los cimerios; Magog estaba en algún lugar del norte (Eze. 38:2); Madai representa a los medos en el norte de Irán; JabaÅ’n a los griegos jónicos, y Tubal, Mesec y Tiras han sido identificados con Turquí­a. 3 Asquenaz representa a los escitas, y Togarma estaba en un distrito al norte de Carquemis. 4 Elisa probablemente estaba en Creta. Tarsis era una ciudad mediterránea, posiblemente Cartago. Quitim es identificado con Chipre y Rodanim con Rodas (la lectura alternativa Dodanim en la nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada podrí­a proceder del idioma egeo).
El v. 5 anticipa la dispersión de las naciones descritas en 11:1–9.
10:6-20 Los camitas. Lo extenso de esta sección indica su importancia. Entre los descendientes de Cam están algunos de los vecinos más cercanos y más fieros enemigos de Israel.
6 Cus estaba en la región sur de Egipto. Mizraim es identificado con Egipto, y Put con Libia. CanaaÅ’n es descrito más adelante en los vv 15–19. 7 Los hijos de Cus parece referirse a una región al sur de Arabia.
8–12 La cultura mesopotámica se remonta a Cam ví­a Cus, lo cual no es un linaje muy halagador, sin embargo, anticipa la crí­tica explí­cita a las pretensiones de Babilonia en 11:1–9. Nimrod definitivamente no puede ser identificado, pero su interés en pelear y cazar fue tí­pico de los grandes reyes mesopotámicos. Casi todas las ciudades que él fundó son muy bien conocidas en esa región.
13, 14 Algunas de estas tribus o pueblos pueden ser identificados con seguridad. Patruseos se refieren a los egipcios del sur. Los filisteos fueron los grandes rivales de Israel por el control de Canaán (1 Sam. 3–31). Los caftoreos son de Creta.
15–19 Se da atención especial a los habitantes de Canaán a quienes Israel esperaba desplazar. SidoÅ’n fue la ciudad costera más antigua de Fenicia. Los heteos (cf.cf. Confer (lat.), compare 23:2–20) son distintos de los bien conocidos heteos en Turquí­a. Los jebuseos eran los residentes de Jerusalén. Los amorreos, gergeseos y los heveos son a menudo mencionados como pueblos cananeos. Los araqueos †¦ hamateos eran ha bitantes de conocidas ciudades de Siria.
Los lí­mites de Canaán se extendí­an desde Sidón en el norte hasta Gaza en el sur y Sodoma (en el mar Muerto) por el este. Una definición más precisa de los lí­mites de Canaán se encuentra en Núm. 34:2–12.
10:21-31 Los semitas. Dado que Abraham era descendiente de Sem, Israel sintió una especial afinidad por estos pueblos. Sin embargo, pocos pueden ser claramente identificados, si bien muchos parecen ser tribus arameas o árabes.
Que Cam fuera el hijo más joven de Noé es evidente (9:24), pero que Jafet o Sem fuera el mayor depende de cómo se traduzca este versí­culo (la RVARVA Reina-Valera Actualizada ha optado por traducir Sem †¦ hermano mayor de Jafet). Elam estaba en el sudoeste de Irán. Asur, en vez de hacer referencia a Asiria, probablemente fue una tribu del Sinaí­ (Núm. 24:22). Los arameos viví­an en Siria, y presumiblemente los subgrupos registrados aquí­ viví­an en esa región. Al tratar de identificar a JoctaÅ’n y sus descendientes pareciera que ellos viví­an en el sur de Arabia.

11:1-9 La torre de Babel

Este breve relato conduce la historia de este perí­odo anterior al de los patriarcas a una conclusión horrible. El nuevo comienzo otorgado a la raza humana por Noé ya habí­a quedado comprometido por su embriaguez y la indiscreción de Cam; y en la Tabla de las Naciones son evidentes los efectos de la maldición que se hizo sobre los descendientes de Cam. Es más, 10:5, 18–20 y 31, 32 ya han anticipado la división por idiomas y la dispersión de las naciones, pero ahora Gén. trata con esto en forma explí­cita. La pecaminosidad humana escapa a todos los lí­mites a medida que el hombre intenta in vadir el dominio de Dios al construir un templo cuya cúpula llegara al cielo. Esta acción motivó otro juicio que afectarí­a a toda la raza humana. La humanidad fue esparcida a través de toda la faz de la tierra y la diversidad lingüí­stica, que impide la cooperación entre los pueblos, fue introducida para prevenir cualquier esfuerzo humano posterior de atacar el cielo. Así­, esta etapa fue establecida con el propósito de dar un nuevo comienzo a la hu manidad a través del llamado de Dios a Abraham.
Sin embargo, la torre de Babel no es meramente otra de esas historias de pecado-juicio que contienen los caps. 1–11. A través de todos estos capí­tulos podemos ver una crí­tica implí­cita a la cosmovisión politeí­sta de los contemporáneos de Israel. Al relatar otra vez la historia de la creación y del diluvio, se presenta una visión completamente diferente de Dios y de su relación con el mundo, comparada con aquella que se encuentra en la antigua mitologí­a oriental. Si bien dicha crí­tica de estas ideas ha sido implí­cita hasta ahora, aquí­ en el cap. 11 llega a ser explí­cita.
Babilonia era famosa por la torre de su templo o zigurat, cuyos cimientos estaban en las profundidades de la tierra y cuyas cúpulas alcanzaban los cielos. No, dice Gén., lejos de alcanzar los cielos, la torre de Babel con gran dificultad se veí­a desde allí­; el Señor habí­a descendido para ver la torre que edificaban (5). Babel significa †œpuerta de dios†, y Babilonia se consideró a sí­ misma más cercana a dios que cualquier otra región de la tierra. Se reconoció a sí­ misma como capital religiosa, intelectual y cultural del mundo antiguo, la pieza maestra de la civilización humana. †œBasura† dice en efecto el v. 9, Babel no significa †œpuerta de dios† sino †œconfusión† o †œnecedad†, y lejos de la sabidurí­a humana, el zigurat arruinado de Babilonia muestra la impotencia humana ante el juicio de Dios. Poniéndolo en términos modernos, la construcción de la ciudad y su torre puede ser vista como una postura humana por la seguridad lograda por sí­ mismos a partir de la base del progreso tecnológico. †œEl hombre propone, pero Dios dispone.†

11:10-26 LA NARRATIVA DE SEM
La breve genealogí­a de Sem es muy similar a aquella que se encuentra en el cap. 5, si bien la edad de los patriarcas es un tanto más breve, y esto no establece en forma explí­cita la longevidad de cada uno de ellos. Esta sirve para unir la historia de Abraham y la historia universal y de esa manera proveer de un puente entre la protohistoria de los caps. 1–11 y la historia de los patriarcas de los caps. 12–50. Si bien no sabemos nada acerca de los hombres mencionados aquí­, Luc. 3:34–36 nos recuerda de su importancia, porque de ellos nacieron los descendientes de Abraham en quien todas las familias de la tierra habrí­an de ser bendecidas.

11:27-25:1 LA NARRATIVA DE TARE Y LA HISTORIA DE ABRAHAM
Taré, el padre de Abraham, vivió la mayorí­a de los eventos descritos en los caps. 12–23, y así­ se da su nombre a esta sección de Gén. (cf.cf. Confer (lat.), compare 25:19; 37:2). La misma extensión de esta sección indica su importancia para el libro. No es sólo que Abraham fue el antepasado de los judí­os, sino que él fue el hombre a través del cual los propósitos redentores de Dios se comenzaban a ejecutar. La desobediencia de Adán precipitó una serie de actos pecaminosos que terminaron con el diluvio. Noé, el nuevo padre de la raza humana, fue †œintachable†; sin embargo, él también falló y eso culminó con el orgullo desbordante de Babel. Esto a su vez fue castigado con un juicio que afectó a toda la humanidad. Ahora con Abraham Dios comienza de nuevo, esta vez prometiendo †œen ti serán benditas todas las familias de la tierra† (12:3).

11:27-12:9 El llamado de Abram

Esta sección brevemente introduce a Abram, su familia y su tierra natal y describe su llamado en una manera que resume todo su peregrinaje de fe.
11:27-30 La familia en Ur. Esta sección puede ser presentada en forma gráfica como en un árbol familiar.
Se destacan dos cosas importantes. Primera, que Sarai era estéril, toda una tragedia para una mujer del mundo antiguo. Segunda, que Lot fue el sobrino huérfano de Abram, a quien pareciera haber adoptado. El acompañó a Abram, y pareciera que él llegarí­a a ser su heredero si Sarai no hubiese tenido un hijo.
11:31, 32 De Ur a Harán. Toda la familia se mudó desde Ur, un importante centro cultural en el sur de Iraq, hasta Harán, en el este de Siria. Allí­ murió Taré a la edad de 205 años, siendo Abram de 135 años (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 26). Abram debió haber dejado a su padre Taré en Harán 60 años antes que éste muriera (12:4).
12:1–9 Desde Harán a Canaán. Dejar su tierra natal y su familia era una decisión muy grande, especialmente cuando se trata de una sociedad tradicional, decisión que se ve diferente en nuestra cultura moderna que se caracteriza por su movilidad e individualismo. Abram arriesgó todo aquello más preciado para su vida al obedecer el llamado de Dios. De la misma manera Jesucristo desafí­a a la gente a aventurarlo todo por seguirle (Mat. 10:37–39; Fil. 3:8).
Los vv. 2, 3 resumen la teologí­a de Gén. y proveen la clave para su interpretación. (Ver en la Introducción, Teologí­a de Génesis 12–50.)
El v. 4 sugiere que Dios llamó a Abram en Harán y no en Ur. La tierra de Canaán comprende el territorio actualmente (1996) ocupado por Israel, Lí­ bano y parte del sur de Siria. La obediencia de Abram fue premiada por el engrandecimiento de la promesa: la tierra que yo te mostraré (1) llega a ser esta tierra (cf.cf. Confer (lat.), compare Introducción, Teologí­a de Génesis 12–50). La generosa promesa de Dios motivó frecuentes actos de agradecida adoración en Abram: él edificó allí­ un altar (7, 9).

Rutas posibles para el viaje de Abram, desde Ur hasta Canaán (Gén. 11:31–12:6). La ruta sureña hasta Harán (lí­nea de puntos más gruesa) es la más probable.

12:10-20 Abram en Egipto

El entusiasmo religioso inicial de Abram se marchitó en la medida que enfrentó el hambre que azotaba a la zona de Canaán y se vio obligado a emigrar a Egipto. Aquí­ el temor del hombre reemplazó a la confianza en Dios como principio guia dor. Describir a Sarai como su hermana fue una engañadora media verdad (cf.cf. Confer (lat.), compare 20:12) diseñada para desanimar y ahuyentar a los posibles pretendientes (cf.cf. Confer (lat.), compare 24:55). Tal vez Abram esperó demorar cual quier propuesta de boda y entonces abandonar Egipto antes que esto ocurriera. Sin embargo, las propuestas reales no pueden ser negadas y Sarai se encontró a sí­ misma en el harén del faraón (15).
En la forma como fue contada la historia (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 19), queda claro que la conducta de Abram no es alabada. No obstante, el Señor intervino y le rescató al enviar plagas sobre faraón de modo que Abram, como toda su descendencia, salió de Egipto grandemente enriquecido (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 12:35, 36). Este mini éxodo de Egipto anticipa lo que vendrí­a más adelante (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 12–14; Luc. 9:31). Este evento muestra a Dios cumpliendo su promesa de proteger a Abram (12:3) a pesar de su incredulidad. Dios utiliza bondadosamente los errores para el beneficio a largo plazo de aquellos que él ha llamado (cf.cf. Confer (lat.), compare 45:5–8; Rom. 8:28).

13:1-18 Abram y Lot se separan

Depurado por sus experiencias en Egipto, Abram regresó a Betel, lugar en donde con anterioridad habí­a tenido su encuentro con Dios, y allí­ oró nuevamente. Ahora surgió un nuevo problema. La bendición de la riqueza provocó un conflicto entre los pastores de ganado de Abram y Lot. Esta vez, en vez de manipular la situación en su favor, Abram abogó por la armoní­a y fijó el tono mismo al des plegar una generosidad ejemplar hacia su sobrino y permitirle escoger la porción de tierra.
Pero †œtodo lo que brilla no es oro†. El valle del Jordán podí­a parecerse al Edén (10), pero estaba habitado por hombres malos que pecaban gravemente contra Dios (13). No es la única vez que la prosperidad urbana deslumbra a un simple campesino que no percibió la corrupción que habí­a detrás de esta urbanidad.
La generosidad de Abram hacia su sobrino fue recompensada con una afirmación de la promesa mucho más rica. Esta tierra (12:9) llegó a ser toda la tierra, y fue dada a los descendientes de Abram para siempre (15). Sus descendientes no sólo llegarí­an a ser una gran nación (12:2) sino que también serí­an tan numerosos como el polvo de la tierra (16). Al proponer una división pací­fica de la tierra y al darle la primera opción a Lot, Abram mostró amor por la paz y voluntad para sacrificar sus propios intereses, cosa que la Biblia siempre alaba (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 133; Mat. 5:9; Fil. 2:1–15).
Nota. 10 Es difí­cil ubicar con precisión a Sodoma, Gomorra y Zoar, tres de la ciudades del valle. Cinco localidades en la ribera este del mar Muerto, que estaban en ruinas poco antes del 2000 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, puede que sean los lugares mencionados.

14:1-24 Abram rescata a Lot

La riqueza cómoda escogida por Lot fue perturbada por la invasión. Cuatro reyes, guiados por Quedarlaomer rey de Elam (parte de Irán), conquistaron el valle del Jordán. Trece años más tarde una rebelión de las ciudades de la planicie precipitó otra invasión de la misma coalición oriental. Los ejércitos de Sodoma y Gomorra fueron derrotados, las ciudades fueron saqueadas y Lot fue tomado cautivo.
Pero Abram, guiando a 318 hombres, fue capaz de derrotar a los ejércitos extranjeros, rescatar a todos aquellos que habí­an sido tomados cautivos y devolver la propiedad saqueada. Esta fue una notable demostración de que Dios estaba de parte de Abram. Sin embargo, no cualquiera reconoció esto. El rey de Sodoma, quien debí­a estar más agradecido que ninguno, no agradeció sino que con brusquedad exigió el retorno de su pueblo. Abram declaró que no tení­a intención alguna de beneficiarse de la desgracia de Sodoma (21–24).
Por su parte Melquisedec, el sacerdote-rey de Salem (probablemente Jerusalén), recibió a Abram con honores reales y le preparó un banquete. Luego Melquisedec bendijo a Abram en el nombre del Dios Altí­simo, creador de los cielos y de la tierra. Respondiendo a esta amable recepción, Abram dio a Melquisedec el diezmo de todo el botí­n que habí­a tomado (20).
Las actitudes de Melquisedec y del rey de Sodoma son deliberadamente contrastadas. Ejemplifican los dos tipos de reacciones predichas a Abram en 12:3. Melquisedec es uno de aquellos que bendice a Abram, mientras que el rey de So doma claramente le menosprecia. Consecuentemente, Melquisedec podí­a esperar ser bendecido por Dios, mientras que el rey de Sodoma podí­a esperar una maldición. De hecho ya (cf.cf. Confer (lat.), compare 13:13) el destino de las ciudades de Sodoma y Gomorra se comienza a entrever (cap. 19).
Gén. no nos explica qué bendición recibió Melquisedec como recompensa por bendecir a Abram. Sin embargo, el Sal. 110:4 menciona el juramento de Dios a David: †œTú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec†, implicando ello que la memoria de Melquisedec habí­a sido venerada en Jerusalén como un precursor de la lí­nea daví­dica. El NTNT Nuevo Testamento ve a Melquisedec como un †œtipo† de Cristo, un predecesor del Mesí­as. Su alta posición fue reconocida por Abram cuando éste le dio el diezmo de lo que habí­a tomado (Heb. 5–7). Aparte de estos escasos versí­culos, Melquisedec nunca más vuelve a aparecer en Gén. El permanece simplemente como un recordatorio de que todos aquellos que reconocieron la mano de Dios obrando en Abram experimentarí­an bendición en ellos mismos.
Notas. Los múltiples acontecimientos antiquí­simos de este capí­tulo (ver Wenham, Genesis 1–15, pp. 318–20) revelan que está basado en antiguas fuentes y, a su vez, que hace de difí­cil entendimiento alguno de los detalles. 1 Los nombres de los reyes (Amrafel, Arioc, Quedarlaomer y Tidal) tienen un auténtico sello del segundo milenio, pero recientes evidencias arqueológicas no nos permiten identificarles con precisión. Sinar es Babilonia; Elasar puede estar al este de Turquí­a; Elam es el moderno Iraq; y Goim puede que haga referencia a los heteos. 2 Poco se conoce sobre los nombres de estos pueblos y sus reyes. (En relación a su ubicación cf.cf. Confer (lat.), compare la nota de 13:10.) 3 Sidim, un término usado sólo aquí­ y en los vv. 8 y 10 para referirse al va lle del mar Muerto, posiblemente esté haciendo referencia a la zona sur. 5–7 Con referencia a los lugares y pueblos que pueden ser identificados, los incursionistas orientales parece que se habí­an extendido hacia el sur a través del Jordán moderno desde Astarot en el norte hasta El-paraÅ’n por el sur (posiblemente Eilat), al comienzo del golfo de Acaba. Luego giraron hacia el noroeste pasando la pení­nsula del Sinaí­ hasta Cades-barnea. 10 Los pozos de brea. El petróleo se escurre por la superficie en el área al sur del mar Muerto, y este puede ser explotado. 11 Mamre y Escol, los nombres de los aliados, también eran lugares cerca de Hebrón. 14 Dan era el pueblo más al norte de Israel y fue habitado por los danitas (Jue. 18:29). 15 Hoba es un lugar desconocido. Damasco es la capital de Siria. 17 El valle de Savé puede ser el †œvalle del Rey† que está justo al sur de Jerusalén (2 Sam. 18:18).

La tierra santa en la época de la campaña militar de Abram

15:1-21 La promesa del pacto

La derrota que Abram causó a los reyes orientales no lo dejó en mejores condiciones. A pesar de las promesas, aún no poseí­a tierra alguna como tampoco le habí­an nacido hijos. Su sobrino Lot, en quien cifraba sus esperanzas de sucesión, estaba viviendo en Sodoma, más allá de los lí­mites de la tierra prometida. Su siervo Eliezer parecí­a ser su más seguro heredero.
Por lo tanto, Dios trató directamente la desilusión de Abram: No temas, Abram. Yo soy †¦ , y tu galardón será muy grande. Esto motivó a Abram a compartir con Dios su sentimiento de desilusión y frustración. Lejos de provocar una respuesta airada de parte de Dios, la honestidad de Abram condujo a una reafirmación y profundización de las promesas originales. El tendrí­a su propio hijo (4), y su descendencia serí­a como las incontables estrellas (5).
Abram aceptó la reafirmación dada por Dios, él creyó a Jehovah (6). La forma verbal sugiere una actividad continua, eso es, continuó creyendo la promesa, continuó descansando en el Señor. Por eso le fue contado por justicia por parte de Dios. Justicia es el estado de aceptación por Dios que es el resultado de una obediencia perfecta a la ley. Es obvio en Gén. el fracaso de Abram en cumplir com pletamente con las demandas de la ley; sin embargo, se nos dice que su fe en la promesa de Dios de darle un hijo le fue contada por justicia. Para Pablo, esto revela que la fe, y no las obras, es el requisito para ser aceptos por Dios (Gál. 3:6–14). En Stg. 2:18–24 y Heb. 11:8, 9 se destaca que la fe de Abraham fue probada como genuina a través de sus buenas obras. Esta †œfe que obra† es central en el entendimiento cristiano de la salvación y de una vida justa.
Ciertamente podrí­amos definir la fe de Abram de muchas maneras, pero no fue pasiva. Nuevamente él pidió una reafirmación: ¿ †¦ cómo sabré que yo? En ninguna parte de las Escrituras se condena a quie nes preguntan con honestidad o que sinceramente buscan seguridad. En este caso, a Abram le fue dada amplia visión del destino futuro de su descendencia en la tierra. Primero, él mató cinco animales de sacrificio, los que simbolizaban al pueblo de Israel, y luego ahuyentó a los buitres que hubieran comido esos cuerpos muertos. Cuando el sol se puso él vio un horno humeante y una antorcha ardien do que pasaba por entre el cuerpo dividido de los animales. Esto simbolizaba la gloria de Dios que acompañarí­a a Israel, mientras peregrinaban desde Egipto a Canaán, en la columna de fuego y de nube (Exo. 14:24). Esta interpretación de los ritos de los animales es confirmada por los vv. 13–16, los cuales predicen el perí­odo de esclavitud en Egipto y el subsecuente éxodo. Por primera vez llega a ser evidente que la agenda de Dios para dar cumplimiento a sus promesas era extensa en este tiempo. Abram estaba perdiendo la paciencia porque muy poco habí­a sucedido en los diez años (cf.cf. Confer (lat.), compare 12:4; 16:16) que habí­an transcurrido desde que la promesa fuera hecha por primera vez, pero Dios estaba pensando en término de 400 años (13). Los cristianos somos advertidos en 2 Ped. 3:3–10 de no sorprendernos si otras promesas toman más tiempo que el que esperamos para su cumplimiento.
Notas. 2 Y el heredero †¦ Damasco es una frase difí­cil, pero la RVARVA Reina-Valera Actualizada, como otras buenas versiones, lo traduce correctamente. 16 Aquí­ los amorreos cubre a todos los habitantes de Canaán. La conquista de Israel podí­a no ocurrir hasta que los pecados de los amorreos ameritaran juicio. Haberle dado en ese momento la tierra a Abram habrí­a implicado un acto de injusticia. La promesa sólo podrí­a cumplirse cuando ésta coincidiera con una justicia perfecta (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 18:24–27; Deut. 9:4, 5). 19–21 Esta es la lista más larga de quienes habitaban la tierra de Canaán antes que Israel, de los cuales sólo algunos pueden ser identificados (cf.cf. Confer (lat.), compare al comentario sobre 10:15–19).

16:1-16 El nacimiento de Ismael

Es posible que Abram estuviera dispuesto a esperar en Dios para que le diera un hijo pero Sarai no. Sarai era un mujer infértil y sin esperanza, de modo que ella decidió recurrir a la subrogación de su matrimonio, lo cual era una práctica perfectamente respetable en las otras culturas de antiguo Cercano Oriente. El hijo nacido de una mujer esclava podí­a ser reconocido como el hijo de su propia mujer, si es que la esposa no tení­a sus propios hijos.
En los tiempos antiguos muchos no vieron error alguno en subrogar el matrimonio, y la maternidad subrogada sigue siendo un tema en la sociedad contemporánea. Sin embargo, Gén. claramente no está de acuerdo con la práctica. Sarai culpó a Dios por su infertilidad, lo cual sugiere que sus motivos eran incorrectos. Los vv. 3 y 4 son un eco descriptivo de la caí­da (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:6) implicando pecado y, fi nalmente, la presunción de Agar y el enojo de Sarai indican que la estrategia no era de Dios.
Sin embargo, la misericordia divina saca algo bueno de las torpezas humanas. En la huida de su señora, Agar se encuentra con el ángel de Jehovah, Dios en forma humana quien con frecuencia aparece en crisis personales extremas con el propósito de dar seguridad de salvación. A Agar le fue asegurado que su descendencia serí­a demasiado numerosa como para contarla, así­ como a Abram se le habí­a dicho antes (13:16). El nombre de su hijo serí­a Ismael (†œDios ha escuchado†) y él adoptarí­a un estilo de vida beduina, que llegó a ser un tí­pico estilo de vida para los ismaelitas (11, 12). Exhortada para que regresara a su señora Sarai, Agar lo hizo y en el curso del tiempo dio a luz a su hijo. Si bien Sarai habí­a esperado que el niño fuera considerado como su propio hijo, los vv. 15, 16 dejan en cla ro que Ismael era el hijo de Agar y Abram y no el hijo de Sarai. Su estrategia de tener un hijo habí­a fracasado. Pero ¿era Ismael el hijo prometido a Abram? Somos dejados en la incertidumbre, pero 17:18 nos muestra que a lo menos Abram conside raba que Ismael era el hijo que Dios le habí­a prometido.
Notas. 7 La ubicación de Shur está en discusión, pero el camino de Shur es una de las rutas a Egipto a través de la pení­nsula del Sinaí­. Agar estaba en camino de regreso a Egipto, su hogar (1). 13 El hebreo detrás de he visto aquí­ al que me ve (eso es, †œque vela por mí­†) es de difí­cil traducción y ha conducido a una serie de enmiendas y traducciones. La traducción de la RVARVA Reina-Valera Actualizada es tan apropiada como cualquier otra. Es una expresión de admiración agradecida por el cuidado de Dios en favor de la gente que se encuentra en las situaciones más inesperadas. (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 139:1–12). 14 Acerca de Cades cf.cf. Confer (lat.), compare 14:7, pero no se conoce la ubicación de Bered.

17:1-27 El pacto de la circuncisión

Este capí­tulo es una vertiente en la historia de Abraham. Marca uno de los puntos clave más significativos. El autor hace todo lo que está a su al cance para destacar su importancia. Primero, es muy preciso en su cronograma. Una serie de fechas mencionadas (16:16; 17:1, 17, 24) marcan esta sección como especial, en la misma forma como se destaca la historia del diluvio. También es llamativo el cambio de nombre de Abram y Sarai a los nombres más familiares de Abraham y Sara. Cinco largos discursos divinos (1, 2, 4–8, 9–14, 15, 16, 19–21), arreglados en el modelo A-B-C-B-A y dedicados a la exposición detallada de las promesas del pacto, hacen de este capí­tulo algo único en la historia de Abraham. Después de esto los discursos divinos llegan a ser poco comunes en el libro. Pero estos discursos no sólo amplí­an las promesas del pac to; hablan de establecer o ratificar el pacto (7, 19) e introducen la señal de la circuncisión como una marca de la naturaleza inamovible del pacto (9–14).
La sección comienza con un recordatorio del tiempo entre el nacimiento de Ismael, c. 13 años (cf.cf. Confer (lat.), compare 16:16 y 17:1). Durante este perí­odo Sarai ha perdido toda esperanza de maternidad (cf.cf. Confer (lat.), compare 18:11), y Abram ha aceptado la idea de que Ismael era su hijo prometido (18). Sin embargo, casi inmediatamente Dios comenzó a aumentar las promesas. Abram no sólo habrí­a de llegar a ser una gran nación (12:2) sino el padre de una multitud de naciones (5). Como prenda de compromiso de esto, su nombre fue ligeramente cambiado de Abram que significa †œel padre es exaltado† a una pronunciación variante Abraham. Si bien ninguna palabra raham conocida significa multitud, semejante palabra debió haber existido en el lenguaje semí­tico para explicar la diferencia en su nombre.
Además, se le promete que el pacto serí­a eterno y que sus descendientes poseerí­an toda la tierra de Canaán (8). Esta es la primera vez que semejante precisión es dada en lo referente a la tierra prometida (cf.cf. Confer (lat.), compare 12:5). También aquí­ la esencia del pacto es claramente más definido: Y yo seré tu Dios. Abraham y sus descendientes estaban en una relación única con Dios. La inclusión de los descendientes de Abraham en el pacto es aun otra innovación en este capí­tulo.
La circuncisión, que implicaba la remoción del prepucio en el varón, era la marca de este pacto. Todos los varones de la casa de Abraham, fuesen libres o esclavos, tuvieron que ser circuncidados. Aquel que rechazara el ser circuncidado debí­a ser borrado del pueblo (14), eso es, morirí­a prematura y misteriosamente. La circuncisión era una práctica común y regular en el antiguo Cercano Oriente, pero sólo el ATAT Antiguo Testamento la invistió con semejante significado, haciéndola la marca de la posición de Israel en el pacto.
Estas promesas fueron notables, sin embargo, ahora llegaron a ser asombrosas. El nombre de Sarai fue cambiado a Sara (ambas palabras significan †œprincesa†) anticipando el anuncio que ella darí­a a luz un hijo en su vejez. (Si aun la edad de Abraham y Sara [100 y 90 años respectivamente] no se toman lit.lit. Literalmente, a lo menos apuntan a una edad muy por encima de la edad promedio de paternidad; cf.cf. Confer (lat.), compare 18:11.) Incrédulo, Abraham abogó para que Ismael fuese el hijo de la promesa, pero Dios insistió en que el hijo escogido nacerí­a de Sara y serí­a llamado Isaac. Sin embargo, Ismael no serí­a pasado por alto.
Finalmente, después de esta revelación sin precedentes de los propósitos de Dios, Abraham reaccionó y rápidamente se circuncidó a sí­ mismo, a Ismael y a todos los hombres de su casa. Aquí­ (como en 12:4–9) él obedeció completamente al llamado de Dios a pesar del dolor que estaba implí­cito. Un nuevo y doloroso acto de obediencia serí­a requerido de él para sellar el pacto de una vez y para siempre (cf.cf. Confer (lat.), compare cap. 22).
Notas. 1 El Dios Todopoderoso (heb. El Shaddai) es equivalente a †œel Dios Altí­simo† (heb. El Elyon, 14:19) uno de los nombres premosaicos más antiguos de Dios en Génesis. Su significado preciso es incierto, pero siempre es asociado con las promesas de hijos de parte de Dios (28:3; 35:11; 43:14; 48:3). 19 Isaac significa †œél [eso es, Dios] rí­e/sonrí­e† (cf.cf. Confer (lat.), compare 17:17, †œél se rió†). El nombre expresa el placer de los padres por el nacimiento de un hijo. Como Ismael y Jacob, Isaac es un antiguo nombre tí­pico de la primera parte del segundo milenio.

18:1-19:38 La destrucción de Sodoma

Ningún otro perí­odo de 24 horas en la vida de Abraham se describe en forma tan detallada como éste. Esto nos muestra la importancia de este episodio para el narrador, aun cuando pareciera que la destrucción de Sodoma tiene poco que ver con el cumplimiento de las promesas a Abraham. De entrada, éste se introduce con la venida de ángeles visitando a Abraham y Sara y anunciándole a ella, si bien en forma indirecta, que tendrí­a un hijo. Sin embargo, el resto de la historia aparentemente no agrega nada al tema de la promesa.
Son mucho más obvios los paralelos con la historia del diluvio. En ambas historias un hombre justo y su familia se salvan de una destrucción universal a través de la intervención de Dios. Ambas historias tienen un breve apéndice en el cual el padre ebrio es deshonrado por sus hijos (9:20–27; 19:30–38). Ambas historias están estructuradas como †œpalí­strofes† o †œimagen reflejada† (cf.cf. Confer (lat.), compare comentarios en 6:9–9:29).

A Abraham mira hacia Sodoma (18:16)
A1 Abraham mira hacia Sodoma (19:27, 28)
B Reflexiones de Dios sobre Sodoma (18:17–21)
B1 Sodoma destruida (19:23–26)
C Ruego de Abraham por Sodoma (18:22–33)
C1 Ruego de Lot por Zoar (19:17–22)
D Angeles llegan a Sodoma (19:1–3)
D1 Salida de Sodoma (19:15, 16)
E Asalto sobre Lot y los ángeles (19:4–11)
E1 Los yernos de Lot rechazan su palabra (19:14)
F Anuncio de la destrucción de Sodoma (19:12, 13)

¿Cómo se relaciona la destrucción de Sodoma con el tema central de Gén., el cumplimiento de las promesas a Abraham? Primero, muestra la intimidad de Abraham con Dios. Fue el Señor quien le permitió a Abraham saber lo que estaba pensando hacer con Sodoma, y esto impulsó esta larga intercesión de Abraham en favor de los justos de la ciudad. El Señor aceptó su ruego en el sentido de que si encontraba a diez justos en la ciudad no la destruirí­a. Desafortunadamente, el único justo en la ciudad era Lot. La maldad de todos los demás está demostrada en el ataque concentrado de los hombres de la ciudad —jóvenes y viejos— sobre la ca sa de Lot (19:4). No obstante, el Señor escuchó la oración de Abraham y rescató, por su causa, a Lot de la ciudad (19:29). Potencialmente entonces, Sodoma podrí­a haber sido bendecida a través de Abraham (cf.cf. Confer (lat.), compare 12:3); pero fue por su propia conducta errada que se privaron de la misericordia divina.
Segundo, el destino de Sodoma ya estaba anunciado en 14:21. Allí­ el desprecio del rey por Abraham fue un mal presagio para el futuro, porque 12:3 advirtió que quien despreciara a Abraham serí­a maldecido. Fallar en reconocer el trabajo de Dios en el escogido Abraham fue desastroso (cf.cf. Confer (lat.), compare Mar. 3:22–30). Si bien Lot fue salvo de la terrible destrucción de Sodoma gracias a las oraciones de Abraham, su fin fue triste, la conclusión esperada al separarse de Abraham y de identificarse con la vida desordenada de Sodoma. De esta manera, Génesis retrata las terribles consecuencias de escoger el camino de la autoindulgencia en vez de identificarse uno mismo de todo corazón con Dios y con sus siervos escogidos.
Finalmente, la destrucción de Sodoma fue una advertencia de lo que sucederí­a a los cananeos como un todo si ellos persistí­an en sus caminos pecaminosos. El ATAT Antiguo Testamento insiste en que por causa de sus maldades los cananeos fueron conquistados y desplazados por Israel (15:16; Lev. 18:24–28; 20:22–24). Así­, la destrucción de Sodoma era una prenda de compromiso de la conquista de Canaán y el cumplimiento de la promesa de tierra para Abra ham. Sin embargo, el NTNT Nuevo Testamento contempla la destrucción de Sodoma, al igual que la historia del diluvio, con un significado universal. Jesús advirtió que los pueblos que se niegan a responder afirmativamente a su enseñanza (Mat. 11:20–24) su frirí­an peor castigo que Sodoma, y Apocalipsis emplea ampliamente las imágenes de Gén. 19 para describir el juicio de Dios sobre todas las ciudades y naciones que se oponen al Cristo (p. ej.p. ej. Por ejemplo Apoc. 11:8).
18:1–15 El nacimiento de Isaac anunciado a Sara. La repetición de la promesa del nacimiento de Isaac no es redundante. En 17:19 sólo Abraham recibió la promesa; ahora Sara tuvo que ser informada (19), porque evidentemente Abraham no se lo habí­a mencionado. La duplicación del mensaje, al igual que la duplicación de los sueños (41:32), indica su pronto y seguro cumplimiento, al tiempo señalado en el año siguiente.
Notas. 1 Mamre, cerca de Hebrón, estaba a unos 32 km.km. Kilómetro(s) al sur de Jerusalén. 2–8 La preocupación de Abraham por sus invitados es un modelo de la hospitalidad oriental, un trato esperado por todo el pueblo de Dios (Heb. 13:2). Los ángeles son generalmente tomados como hombres en la Biblia, hasta que sus palabras y hechos prueban lo contrario. Aquí­ uno de los ángeles parece ser el ángel del Señor, eso es, Jehovah mismo (22), mientras que los otros dos, que fueron para visitar Sodoma (19:1), son sus asistentes.
18:16–33 El ruego de Abraham en favor de Sodoma. La decisión de Dios fue revelar sus planes a Abraham (17–20). Aquí­ Abraham se presenta como un gran profeta, uno que tení­a acceso a los secretos de Dios y que transformó su conocimiento en oraciones por su pueblo (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 12:23; Amós 3:7). Sin embargo, Abraham no sólo oró por su propio pueblo sino por la ciudad que no le habí­a tratado bien (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 5:44).
Notas. 21 La visita de los ángeles a Sodoma (19:1–13) confirmarí­a su mala reputación.
19:1–26 La familia de Lot rescatada de Sodoma. 1–3 Lot saludó a sus visitas tan cálidamente como lo hiciera Abraham (18:2–8), si bien su hospitalidad es descrita en forma más breve. El que Lot estaba solo y que nadie más saludó a los visitantes es un presagio ominoso.

La región del mar Muerto cuando Lot viví­a en Sodoma

4-11 La mala reputación de Sodoma es rápidamente confirmada. En vez de saludar a sus visitantes, los sodomitas (nótese que todos los hombres de la ciudad están involucrados) quisieron violar a sus visitantes. En la hospitalidad oriental convencional no se podí­a permitir que los invitados fueran sometidos a una violación homosexual. Las sociedades antiguas a veces aceptaban la homosexualidad entre adultos por mutuo acuerdo; pero la violación, especialmente de huéspedes, siempre se consideraba como mala. El compromiso de Lot con sus huéspedes era total, como lo demuestra la oferta de sus hijas. Felizmente, ese lamentable ofrecimiento fue rechazado por los atacantes, y los ángeles los hirieron con ceguera temporal.
14 Yernos eran los que estaban comprometidos, eran los que habí­an de casarse con sus hijas. Los sodomitas habí­an de culparse a sí­ mismos por su destrucción, porque rechazaron la invitación de Lot para escapar.
16–26 Dado que Lot y su familia no apreciaron la urgencia de la situación, los ángeles tuvieron que sacarles por la fuerza de la ciudad. La región del mar Muerto todaví­a humea con azufre; las formaciones extrañas en las rocas nos traen a la memoria el destino de la esposa de Lot, que estaba más apegada a Sodoma que él mismo (Luc. 17:32).
19:30–38 Las hijas de Lot. Estos versí­culos describen el final patético de un hombre justo que habí­a cedido ante el mundo. Las hijas de Lot, poniendo el deseo de tener hijos por encima de sus principios (sus acciones violaron las reglas en cuanto al incesto y del deber filial), idearon la manera de tener relaciones sexuales con su padre. Este fue el origen de los moabitas y amonitas, dos de los vecinos más cercanos de Israel. Los amonitas vivieron al este del Jordán y los moabitas al nordeste del mar Muerto (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 21:24).

20:1-18 Sara y Abimelec

El contraste entre las acciones devotas de Abraham en el cap. 18 y su cobardí­a engañosa aquí­ sacuden a todo lector. Si su temor en Egipto (12:10–20) era comprensible aunque no justificable, ¿qué es lo que puede decirse ante la repetición del mismo relato acerca de su esposa en Gerar, un pueblito en el extremo sudeste de Canaán(cf.cf. Confer (lat.), compare 10:19)? Después de gozar de una intimidad tan elevada con Dios en el cap. 18, ¿por qué habí­a aparentemente abandonado su fe en la protección divina y descansaba en su propia astucia? Por otro lado, se muestra a los hombres de Gerar como muy diferentes de los sodomitas. Abimelec se quejó manifestando la pureza de sus motivos y su deseo de agradar a Dios. De ello aprendemos que Abraham no era tan devoto como quizá sugiere el cap. 18, ni los cananeos eran tan malvados como los de Sodoma. La vida real a menudo es una mezcla de contradicciones; lo totalmente puro o lo completamente malo existe sólo en la ficción.
De cualquier manera, a pesar de los fracasos de Abraham, Dios lo protegió junto con Sara, los enriqueció y les concedió derechos para apacentar su ganado allí­ (15). Además, Dios escuchó las oraciones de Abraham en favor de Abimelec y sus esposas y sanó la infertilidad temporal de ellos (17, 18). A pesar de los fracasos de Abraham, las promesas aún se estaban cumpliendo. Pero si Dios podí­a responder las oraciones de Abraham por la esposa estéril de Abimelec, ¿qué en cuanto a Sara? ¿No iba ella a tener el hijo que le habí­a prometido?
Notas. 1 De allí­, es decir, de Mamre (cf.cf. Confer (lat.), compare 18:1). Sobre Cades ver 14:7; sobre Shur ver 16:7. 3 A lo largo del antiguo Oriente, el adulterio era castigado con la pena de muerte (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 20:10; Deut. 22:22). 5 Los pecados de un lí­der tienen consecuencias directas para su pueblo (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam. 24). 12 Leyes bí­blicas posteriores prohibí­an casarse con hermanas o medio hermanas (Lev. 18:9, 11).

21:1-21 Se separan Isaac e Ismael

El nacimiento de Isaac se describe en forma sorprendentemente breve si lo comparamos con el espacio dedicado a la falta de un niño de Sara en lo relatado hasta ahora. Sin embargo, el triple recordatorio en los vv. 1, 2 (como habí­a dicho †¦ como habí­a prometido †¦ en el tiempo que Dios le habí­a indicado) subraya la importancia del nacimiento. Sin un hijo, no se podí­a cumplir ninguna de las promesas a largo alcance que se habí­an hecho a Abraham (tierra, descendientes numerosos, bendición de las naciones). El nacimiento de Isaac a una pareja increí­blemente anciana prueba la confiabilidad de las promesas de Dios y que nada es †œcosa difí­cil† para el Señor (18:14). Así­ como se le habí­a instruido (17:12), Abraham circuncidó a Isaac al octavo dí­a después del nacimiento.
La risa de Sara expresó su alegrí­a ante el nacimiento de Isaac y muestra lo apropiado de su nombre (†œIsaac† significa †œél rí­e†; cf.cf. Confer (lat.), compare 17:19). Desafortunadamente, el gozo de ella se tornó en amargura cuando vio a Ismael burlándose (lit.lit. Literalmente †œisaqueando†) de Isaac. No es claro qué es lo que estaba haciendo el muchacho mayor. (Ismael debe haber tenido por lo menos 15 años en esta época, dado que el destete en la época bí­blica ocurrí­a cuando los niños tení­an entre dos y tres años.) Pero parece probable que Ismael se estaba burlando de la posición de Isaac como heredero de Abraham. Por lo tanto, era culpable de desdeñar a Abraham y a su heredero; como el relato ya lo ha indicado con el rey de Sodoma, este era un asunto serio (12:3; 14:21). De modo que Dios apoyó la demanda petulante de Sara en cuanto a la expulsión de Ismael (10–12). Abraham, sin embargo, estaba muy apegado a Ismael (cf.cf. Confer (lat.), compare 17:18) y se enojó mucho (preocuparon muchí­simo es una manera muy suave de expresarlo) ante la propuesta de Sara (12). Sólo la afirmación de Dios de que Ismael serí­a una gran nación persuadió a Abraham para despedir a Agar y a Ismael, con tanta comida y agua como pudieron llevar.
Pronto se acabaron la comida y el agua; estaban perdidos y al borde de la muerte. Ismael comenzó a orar, quizá lamentando su comportamiento que lo habí­a llevado a su expulsión. Su oración fue oí­da; un ángel del Señor (cf.cf. Confer (lat.), compare 16:7–11) llamó a Agar, repitiendo las promesas (18) e indicando una fuente de agua.Como resultado, sus vidas fueron salvadas. Una vez más se demuestra lo adecuado del nombre Ismael (†œDios oye†); de la misma manera se muestra la disposición de Dios para responder a las oraciones de aquellos cuya necedad los conduce a senderos difí­ciles, si es que se vuelven a Dios en arrepentimiento. Al mismo tiempo, la posición de Isaac como el único hijo por medio del cual se cumplirí­an las promesas se convierte en algo inescapable.
Notas. 14 Beerseba está a unos 80 km.km. Kilómetro(s) al sur de Jerusalén. 21 El desierto de Parán, el desierto más grande al sur de Canaán, cubre la mayorí­a de la pení­nsula del Sinaí­, el Néguev y el Arabá.

21:22-34 Tratado con Abimelec

Este tratado con Abimelec (cf.cf. Confer (lat.), compare cap. 20) marcó otro paso pequeño pero decisivo hacia el cumplimiento de las promesas. Bajo el mismo, Abraham obtuvo los derechos legales para tener un pozo de agua cerca de Beerseba. Esta era una provisión muy importante para un ganadero que dependí­a completamente del acceso al agua para sus rebaños. Este era el primer asentamiento que Abraham tení­a en la tierra de Canaán. Como una señal de su gratitud a Dios, Abraham plantó un tamarisco y adoró (33).
Notas. 22 No es claro si este incidente sigue inmediatamente después de 20:18; 21:7 o 21:21. 23 Abimelec propuso un tratado con Abraham y luego (25–30) Abraham capitalizó la oportunidad para tener derechos permanentes al pozo de agua que habí­an cavado sus siervos. 31 Beerseba significa †œpozo de siete† o †œpozo del juramento† (ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada).

22:1-24 El sacrificio de Isaac

Este es uno de los episodios más dramáticos y de más importancia teológica en Gén. El mandato cruel de sacrificar a Isaac, el dolor del ascenso solitario de Abraham y su hijo hasta el lugar del sacrificio, el proceso doloroso de atar al muchacho y ponerlo sobre el altar, y la intervención a último momento desde el cielo convierten a este relato en una de las historias mejor contadas de la literatura mundial. Pero es mucho más que eso. Es la última gran prueba de la fe de Abraham, comparable al llamado original a dejar su hogar y familia (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 2 con 12:1). Aunque se nos dice que era una prueba (1), para Abraham el mandato de Dios era totalmente real. Era emocional y teológicamente aterrador, porque se dependí­a de Isaac para el cumplimiento de todas las promesas de bendición. Abraham, presionado entre el amor por su hijo y la obediencia a Dios, enfrentó decisiones agónicas. Paso a paso, la fe y la esperanza triunfaron sobre el temor y la duda, hasta que el cuchillo se levantó para matar a su hijo. De esta manera Abraham mostró que estaba dispuesto a poner el llamado de Dios sobre cualquier otro compromiso y ví­nculo emocional; en ese momento, la prueba terminó. El habí­a aprobado con excelentes calificaciones. Se sacrificó un carnero en lugar de Isaac; el ángel declaró que el acto de obediencia de Abraham cambiaba la condición de las promesas. Estas pasaban a ser garantí­as juramentadas para innumerables descendientes, la conquista de tierra y bendición sobre él, y a través de él a todas las naciones del mundo.
Los vv. 16–18 son las últimas palabras que habló Dios a Abraham según el registro de Gén. y no se puede minimizar su importancia. Desde ahora en adelante no hay dudas en cuanto al cumplimiento de la promesa. La obediencia de Abraham llevó a Dios a garantizar sus promesas con un juramento.
De acuerdo con el NTNT Nuevo Testamento, sin embargo, hay más en el sacrificio de Isaac que el ejemplo supremo de alguien comprometiéndose a sí­ mismo a obedecer a Dios completamente (Heb. 11:17–19); es un cuadro del amor en sacrificio de Dios mismo. Así­ como Abraham dio a su único hijo en sacrificio, así­ el Padre †œno eximió ni a su propio Hijo† en favor del mundo (Rom. 8:32; Juan 3:16). En la sumisión decidida deIsaac a la voluntad de Abraham vemos un cuadro del Hijo que dijo:†œPadre †¦ no se haga mi voluntad, sino la tuya† (Luc. 22:42).
20–24 Con el futuro de Isaac garantizado (17), la narración se adelanta brevemente para mostrarnos los antepasados de Rebeca, su futura esposa. Como aclara el cap. 24, Dios tení­a todo arreglado. Esta breve genealogí­a nos muestra la manera en que Dios provee para nuestras necesidades antes de que nos demos cuenta de ellas (Mat. 6:25–34).
Notas. 1 Dios prueba a las personas para revelar su verdadero carácter (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 8:2, 16). 2 Moriah comúnmente se identifica con la colina en Jerusalén sobre la cual se erigió el templo (2 Crón. 3:1). De esa forma, el sacrificio del carnero por Abraham preanunciaba los sacrificios posteriores de animales en el templo, tanto como el del †œCordero de Dios† (Juan 1:29). Como Abraham descubrió posteriormente, Moriah significa †œJehovah proveerᆝ (vv. 8, 14; ver nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada). El nombre del lugar en el cual iba a morir su hijo probarí­a ser el lugar de la provisión divina. El sacrificio humano no es parte de la voluntad de Dios para su pueblo. Un holocausto era un tipo común de sacrificio, en el cual se quemaba sobre el altar a la ví­ctima completa (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 1). 9 Lo común era atar a los animales antes del sacrificio.La atadura sólo se menciona aquí­ en el ATAT Antiguo Testamento y subraya la disposición de Isaac a ser sacrificado.

23:1-20 La sepultura de Sara

Sara, la abuela de la nación de Israel merecí­a una tumba digna. Pero algo más estaba involucrado que la mera compra de un lugar adecuado para la sepultura. Abraham estaba decidido a poseer una porción de la tierra prometida antes de que él muriera y pudiera sepultar allí­ a su esposa. Las extensas negociaciones que se describen aquí­ muestran a Abraham usando la necesidad de una tumba para Sara para conseguir la propiedad de un terreno.
Las negociaciones, corteses pero difí­ciles, procedieron en tres etapas. Primera, Abraham pidió a los heteos que le dieran algún terreno para sepultura. Inmediatamente le ofrecieron algunos de sus sepulcros (quizá cuevas) para sepultar a Sara (3–6). Segunda, su respuesta cortés estimuló a Abraham a pedir que Efrón le vendiera la cueva de Macpela. Efrón ofreció entonces darle la cueva y el campo (7–11). Pero un regalo no asegura la propiedad en forma tan firme como la compra, de modo que Abraham insistió en comprar el campo y la cueva. Finalmente persuadió a Efrón a que fijara un precio. Puede que el precio fuera elevado para el terreno en cuestión (400 siclos de plata hubieran comprado un terreno bien amplio), pero Abraham aceptó sin regateos (12–16). De modo que ahora la tierra era suya sin discusión, de modo que sepultó allí­ a Sara. De esa forma, antes de morir, Abraham se habí­a convertido en el propietario legal de una parte de Canaán, y de esa forma se habí­a cumplido parcialmente otro aspecto de las promesas.
Notas. 2 HebroÅ’n estaba cerca de Mamre (cf.cf. Confer (lat.), compare 18:1), donde Abraham habí­a recibido muchas de las promesas (13:8; 18:1). 3 Los nombres semitas de los hijos de Het hacen improbable que tuvieran alguna conexión con los hititas (heteos) del Asia Menor. Eran simplemente otro grupo étnico entre los muchos que habí­a en Canaán (cf.cf. Confer (lat.), compare 15:19–21). 9 La mezquita actual en Hebrón tiene fundamentos del siglo I a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, lo cual muestra que el reclamo de que está encima de las tumbas de los patriarcas es antiguo.

24:1-67 El llamado de Rebeca al matrimonio

La muerte y sepultura de Sara fue seguida inmediatamente por las de Abraham. Por lo menos esa es la perspectiva del cap. 24; en 25:7 se implica un perí­odo mucho más largo entre los dos fallecimientos. En el v. 1 Abraham parece estar en su lecho de muerte y para la época en que el siervo regresa con Rebeca Isaac está solo y es el jefe de la familia (65).
Como es digno de alguien que ha dado su vida al cumplimiento de las promesas, las últimas palabras de Abraham expresan su preocupación de que esta deberí­a ser también la prioridad familiar una vez que él muriera. Hizo que su siervo le jurara que iba a encontrar una esposa para Isaac, un prerrequisito si se habí­a de cumplir la promesa de muchos descendientes. Ella no debí­a ser una cananea sino de los parientes de Abraham y, como Abraham, debí­a estar dispuesta a establecerse en Canaán (5–9).
El siervo era un modelo de lealtad y de habla persuasiva, y que ensalzó los intereses de su amo en palabra y acción. Sus discursos fueron elaborados finamente a fin de persuadir a la familia de Rebeca para que la dieran en matrimonio al desconocido Isaac (34–39). Luego, cuando al dí­a siguiente quisieron demorar la partida inmediata de ella, el siervo rehusó tener un †œno† como respuesta e insistió en que partieran (54–58). Pero por encima de todos sus dones naturales, el siervo era un hombre de oración. Descansó en Dios, no sobre la casualidad o su propia habilidad. Al llegar al pozo de agua oró: Oh Jehovah †¦ haz que hoy ocurra algo en mi presencia; y, como sucede muchas veces, su oración fue respondida en la forma más rápida (él aún no habí­a acabado de hablar) y completa (Rebeca †¦ que le habí­a nacido a Betuel †¦ era muy hermosa) de lo que habí­a anticipado.
Rebeca no sólo superó las expectativas del siervo sino que demostró ser la esposa perfecta para Isaac (cf.cf. Confer (lat.), compare Prov. 31:10–31). Era diligente (corrió a dar agua a los diez camellos; v. 20), hospedadora (dispuesta a recibir al siervo en su hogar; v. 28) y, sobre todo, una mujer de fe (lista, como Abraham, a dejar su casa y familia para ir a la tierra prometida; v. 57, cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 19:29).
Notas. 10 Siria mesopotámica es una zona al norte de la Siria actual, al este del Eufrates. La ciudad de Nacor probablemente sea Harán (cf.cf. Confer (lat.), compare 11:31) o una ciudad cercana. 15 Para una genealogí­a completa véase 22:20–24. 53 Estos regalos para la familia, en otros lugares llamado †œprecio matrimonial† (Exo. 22:16, 17), sellaron el acuerdo de bodas. 62 Sobre Beer-lajai-roé véase 16:14.

25:1-11 Los últimos dí­as de Abraham

Un lector moderno asume automáticamente que esta sección describe a Abraham casándose de nuevo después de la muerte de Sara, pero no hay nada aquí­ que justifique esa suposición. Parece más probable que se habí­a casado con Quetura más temprano, quizá luego de divorciarse de Agar.
La genealogí­a en los vv. 2–4 une a Israel (a través de Abraham) con varias tribus y pueblos que viví­an en los alrededores de Canaán (p. ej.p. ej. Por ejemplo Madián era un grupo de mercaderes [37:28, 36] que viví­an en los desiertos del Sinaí­ [Exo. 3:1] y Transjordania [Núm. 25; Jue. 7; 8]). La genealogí­a expresa la afinidad de Israel con esos pueblos y muestra cómo se cumplí­a parcialmente la promesa de que Abraham serí­a el padre de muchas naciones.
Notas. 8 Fue reunido a su pueblo no sólo significa que el cuerpo de Abraham descansó con sus antepasados en la sepultura familiar, sino que su alma se reunió con las de aquellos en la vida futura. 9 Sobre Macpela véase el cap. 23.

25:12-18 LA NARRATIVA DE ISMAEL

Gén. nos cuenta la historia de los antepasados de Israel intercalando descripciones extensas de la lí­nea escogida principal de Abraham (caps. 12–25), Isaac (caps. 23–35) y Jacob (caps. 37–50), con resúmenes de las lí­neas laterales de Ismael (25:12–18) y Esaú (36:1–37:1). Ismael era el hijo mayor de Abraham, el antepasado de los ismaelitas, un grupo de 12 tribus que habitaban en los desiertos al sur y al este de Israel. Muchos de los nombres en los vv. 13 y 14 parecen ser lugares o tribus en Arabia o Sinaí­.
Gén., sin embargo, no está interesado solamente en la historia y geografí­a. A la madre de Ismael, Agar, se le dijo: †œ †¦ las manos de todos estarán contra él. Y habitará frente a todos sus hermanos† (16:12). A su padre Abraham se le indicó que serí­a padre de 12 prí­ncipes. Este relato muestra cómo ambas predicciones llegaron a ser ciertas (16, 18). Si el Señor cumplió esas promesas ciertamente menores, con cuánta mayor seguridad cumplirí­a las promesas más grandes hechas a Isaac, el hijo escogido de Abraham.

25:19-35:29 LA NARRATIVA DE ISAAC Y LAS HISTORIAS DE JACOB Y ESAU
Así­ como la narrativa de Taré se concentra extensamente en Abraham, hijo de Taré, la de Isaac nos cuenta la historia de los hijos de Isaac: Jacob y Esaú. Comienza con los bebés luchando el uno con el otro en el vientre de su madre y continúa con Jacob despojando con engaño a Esaú de su primogenitura y de su bendición correspondiente. Entonces, corriendo peligro su vida, Jacob huyó del hogar, se estableció con sus primos y finalmente regresó a Canaán con el propósito de hacer la paz con su hermano. Al igual que en la narrativa de Taré, esta extensa sección de Gén. está interesada en trazar la relación entre Israel (Jacob) y los pueblos vecinos (Esaú representa a Edom) y con el cumplimiento de las grandes promesas de tierra, bendiciones y descendencia . Esta sección también contiene temas menores propios, incluyendo el triunfo de Jacob sobre Esaú y la presencia protectora de Dios en la vida de Jacob. Esta es la historia de una familia dividida por pleitos, cuyos miembros se encuentran con Dios en sus aflicciones y que finalmente logran la reconciliación.

25:19-35 Primeros encuentros de Jacob y Esaú

Dos breves bocetos nos introducen a Jacob y Esaú. Después de veinte años de esterilidad (25:20, 26, cf.cf. Confer (lat.), compare Sara), Rebeca finalmente concibió, teniendo un terrible embarazo de gemelos. Los gemelos se aplastaban el uno al otro (el se empujaban de la RVARVA Reina-Valera Actualizada es muy suave) en el vientre de su madre. Esta batalla prenatal era sólo el anticipo de una larga vida de luchas entre ellos.
En su aflicción, Rebeca consultó a Jehovah sobre lo que sucedí­a en su interior, y su condición se le interpretó así­: Dos naciones hay en tu vientre †¦ el mayor servirá al menor. Aun en el momento mismo de nacer no estuvieron ausentes las luchas entre ellos; Jacob salió segundo, agarrado del talón de su hermano. EsauÅ’ era rojizo (admoni) y velludo (sear), anticipando esto su futura tierra natal conocida como Edom y Seir. De igual forma, el nombre de Jacob fue interpretado en términos de su conducta al nacer. Jacob es un viejo nombre que data del segundo milenio (como lo son Ismael e Isaac), el cual significa, según los eruditos, †œ[Dios] recompensa o protege†. Pero aquí­, como sucede a menudo en el ATAT Antiguo Testamento, a un nombre tradicional se le da un nuevo significado. Jacob se asocia con la palabra taloÅ’n (eqeb) siendo su posible significado, †œel que se agarra del talón† (a saber, el competidor que agarra y que engaña).
Si bien eran gemelos, el carácter de cada uno de ellos se desarrolló en forma diferente. Jacob llegó a ser frí­o, calculador y hogareño, mientras que Esaú llegó a ser impetuoso y activo hombre de campo. Un dí­a, Jacob aprovechó el hambre de su hermano al cambiarle su primogenitura por un plato de lentejas. Estos eran los privilegios asignados al primogénito de la familia. El narrador no hace comentarios explí­citos sobre la actitud poco hermanable de Jacob, ni tampoco sobre el menosprecio de Esaú de su primogenitura, pero el incidente muestra cómo se estaba cumpliendo la profecí­a del mayor sirviendo al menor.
Nota. 20 Pada-aram está en el norte de Mesopotamia, cerca de Harán.

26:1-33 Isaac y los filisteos

Isaac fue opacado por su padre y sus hijos. Aparte de este capí­tulo no hay mucho acerca de él. Aquí­ tenemos una colección de instantáneas sobre su vida, ilustrando cómo, a pesar de su timidez y fallas morales, Isaac recibió extraordinarias promesas y experimentó extraordinarias bendiciones las que en unos aspectos sobrepasaron a las de Abraham.
Es clara la comparación con la carrera de Abraham en el v. 1 por la referencia a la primera hambruna que hubo en los dí­as de Abraham (véase 12:10). Las promesas hechas a Isaac excedieron aun a aquellas dadas a Abraham en 22:16–18, cuando las promesas llegan a ser garantí­as. Aquí­ las promesas se hacen a Isaac y a su descendencia y todas estas tierras, no sólo Canaán, le son dadas.
Como su padre Abraham, Isaac fingió que su mujer era su hermana. Afortunadamente, Rebeca, a diferencia de Sara, nunca fue unida al harén real. Pero la afirmación de Isaac fue tan digna de censura como la de su padre (10, 11). No obstante, como Abraham, Isaac disfrutó de una extraordinaria prosperidad en su cosecha logrando el ciento por uno de lo que sembró (12).
Su prosperidad provocó celos, y los filisteos le impidieron el uso de los pozos cavados por Abraham. (Los derechos legales sobre estos pozos fue lo primero que Abraham adquirió en Canaán; cf.cf. Confer (lat.), compare 21:22–34). En verdad, Isaac se dejó desplazar por los filisteos. Gén. no deja en claro si esto ocurrió por alguna actitud de cobardí­a o simplemente porque era un pacificador.
El Señor, sin embargo, lo reaseguró: †¦ no temas, porque yo estoy contigo, y junto a ello estaba la confirmación de la promesa de descendencia. Como para confirmar estas promesas, una delegación de Gerar llegó solicitando a Isaac que hiciera un pacto de seguridad con ellos, porque hemos visto que Jehovah está contigo. Ahora, por fin, Isaac disfrutaba de paz y de seguro abastecimiento de aguas en la tierra prometida.
Así­, a través de esta serie de incidentes vemos cómo las promesas que fueron hechas inicialmente a Abraham fueron aun más abundantemente cumplidas en la vida de Isaac. Una vez más, esto no siempre fue el resultado de sus virtudes, sino que ocurrió a pesar de sus errores. Los tí­midos pueden experimentar las bendiciones divinas tanto como los que responden al llamado de Dios con gran confianza. Sin duda, la gracia de Dios es mucho más evidente en los vasos frágiles (1 Cor. 1:27–31; 2 Cor. 4:7).
Notas. 1 Los filisteos de Gén. son diferentes a los que se encuentran en el libro de Jueces, quienes llegaron a Canaán c. 1200 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Los filisteos posteriores vinieron de Asia Menor y del Egeo, y es posible que estos grupos anteriores hayan procedido de la misma región. 7–11 Es posible que este incidente haya ocurrido con anterioridad al nacimiento de Jacob y Esaú en 25:26. 26 Jefe de su ejército es mejor traducido como †œjefe de sus pastores†. Este era el responsable de supervisar los derechos de pastoreo con †œfuerza policial† para imponer sus decisiones, una especie de jefe policial. 33 Esta es otra explicación que se da del nombre Beerseba (cf.cf. Confer (lat.), compare 21:30, 31).

26:34-28:9 Jacob usurpa la bendición de Esaú

Este es uno de los relatos más apasionantes en el Gén. ¿Podrá engañar Jacob a su padre con su disfraz? ¿Recibirá la bendición antes que Esaú regrese? Pero también esta historia nos plantea problemas morales y teológicos. ¿Aprueba Dios el engaño de Jacob? ¿Apoyará Dios una bendición que fue lograda a través de falsas pretensiones?
En una primera lectura tendemos a ver a Rebeca y a Jacob como unos pillos que se aprovecharon de la ceguera de Isaac para desplazar a Esaú. De hecho la situación no es tan clara. Esaú estaba casado con dos mujeres, lo cual era un mal paso en sí­ (cf.cf. Confer (lat.), compare Lamec, 4:19–24). Es más, eran hititas, esto es, cananeas (véase 23:3). Abraham habí­a tenido la precaución de que Isaac no se casara con una muchacha cananea (24:3); ¿por qué Isaac no insistió en, o incluso hizo, arreglos para que Esaú tuviera una esposa aceptable? Para peor de males, Isaac en su lecho de muerte menospreció el convencionalismo y mostró una total predisposición hacia Esaú. Cuando los patriarcas sabí­an que su hora de muerte estaba cerca, se esperaba que llamasen a todos sus hijos y diesen a cada uno una bendición (cf.cf. Confer (lat.), compare caps. 48–50). Ahora bien, pretendiendo estar incapacitado para saber la hora de su muerte (2), Isaac llamó sólo a Esaú, su favorito. No es de sorprenderse que Rebeca, quien desde muy temprano preferí­a a Jacob (25:28), estuviese furiosa.
No es claro cuánto aprobaba Jacob el plan de Rebeca de engañar a Isaac y obtener su bendición. Su renuencia para cooperar puede haber sido motivada por el temor de ser sorprendido tanto como por un escrúpulo moral (11, 12). La evaluación del narrador tampoco es inmediatamente obvia. Isaac fue claro en el sentido de que su bendición fue irrevocable: que desde que fue pronunciada sobre Jacob ésta le perteneció (37).
No obstante, a largo plazo es evidente que el engaño de Jacob les alcanzó a él y a Rebeca. La ira de Esaú por lo sucedido forzó a Jacob a abandonar su casa y, a pesar de la esperanza de Rebeca de que serí­a por un breve tiempo (algún tiempo, v. 44), ella nunca le vio otra vez. Jacob, quien habí­a engañado a su padre, muy pronto serí­a engañado por su suegro Labán, quien le obligarí­a a casarse tanto con Lea como con Raquel. Esto, para Jacob, serí­a causa de perpetua aflicción por el resto de su vida. A cambio, los hijos de Lea engañarí­an a Jacob con un cabrito en relación con el supuesto destino de José, igual que Jacob engañó a su padre con un cabrito (37:31–35; 27:9, 16). Más tarde Jacob reconoció su falta. Cuando regresó a Canaán, le hizo a Esaú un generoso obsequio de distintos animales y lo invitó a aceptarlos con las siguientes palabras: †œAcepta, pues, mi presente [la expresión correcta es †œbendición†] que te ha sido traí­do† (33:11). Con este gesto estaba tratando de devolver la bendición que habí­a usurpado de Esaú.
Sin embargo, a pesar de haber obtenido en forma fraudulenta la bendición, ésta seguí­a teniendo su validez. Las últimas palabras de Isaac predijeron la relación entre Jacob (Israel) y Esaú (Edom). La nación de Israel generalmente dominarí­a a Edom. Israel disfrutarí­a de una establecida existencia agrí­cola, mientras que Edom serí­a un pueblo nómada en las áreas áridas del desierto (28, 29, 39, 40). Aun más, las promesas primeramente hechas a Abraham y repetidas a Isaac, ahora serí­an cumplidas a través de Jacob (28:3, 4).
Aquí­, como a menudo en Gén., este nuevo paso de avance en la historia de la salvación es puesto contra el trasfondo de una conducta inescrupulosa de parte de los patriarcas involucrados. Una vez más, es la misericordia de Dios, no los méritos humanos, la esperanza última de la redención (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 9:10–18).
Notas. 28:2 Sobre Padan-aram €cf.cf. Confer (lat.), compare€ 25:20.

28:10-22 Jacob se encuentra con Dios en Betel

Una crisis personal a menudo es ocasión para una profunda experiencia espiritual. Así­ ocurrió con Jacob. Huyendo de su hogar a una tierra extranjera, se acostó y soñó bajo las estrellas. En su sueño el Señor mismo le reiteró las promesas relacionadas con la tierra, con los descendientes y las bendiciones a las naciones hechas primeramente a Abraham y reiteradas a Isaac. Sin embargo, un nuevo elemento se incorporó, He aquí­ yo estoy contigo †¦ te haré volver a esta tierra (15). La promesa de la presencia de Dios acompañando le fue hecha a muchos lí­deres de Israel (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 3:12; Jos. 1:5; Jue. 6:16), incluso, es la promesa de Cristo a todos sus seguidores (Mat. 28:20; Heb. 13:5, 6). Pero a diferencia de muchos, Jacob tuvo el privilegio de ver a sus ángeles guardianes (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 18:10; 26:53).
Despertando a la mañana siguiente, puso su cabecera como piedra memorial, es decir, como sí­mbolo de la presencia de Dios. Derramó aceite sobre ésta y la consagró y entonces hizo un voto de apartar sin falta el diezmo de todos sus ingresos si Dios le llevaba de regreso en paz. Votos de esta naturaleza eran, y son, hechos comúnmente por gente en aflicción (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Sam. 1:11) y, en la medida que quien habí­a hecho el voto lo cumpla, el ATAT Antiguo Testamento no los desanima (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 23:21–23; Ecl. 5:4–6). Los votos no son necesariamente una negociación con Dios, más bien pueden expresar nuestra dependencia en él. Tampoco el voto de Jacob es una expresión de incredulidad a las promesas recientemente hechas a él (15), porque toda oración de petición se basa en las promesas de Dios de proveer para nuestras necesidades (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 6:11 con 6:25–34).
Notas. 19 Betel (†œcasa de Dios†) aprox. 19 km.km. Kilómetro(s) al norte de Jerusalén.

29:1-30 Jacob se casa con Raquel y Lea

La protección que Dios prometió a Jacob pronto fue puesta a prueba. Jacob, al igual que los siervos de Abraham años antes (cap. 24), viajó al norte de Siria y allí­ conoció al lado de un pozo a su futura esposa. Y, como los siervos, permaneció en casa de sus primos. Sin embargo, mientras los siervos vinieron cargados con riquezas de Abraham, Jacob vení­a con las manos vací­as y no era ni la mitad de atractivo para un Labán orientado hacia el dinero.
Pero él se habí­a enamorado de Raquel (este es uno de los pocos matrimonios románticos en el ATAT Antiguo Testamento.) e, impulsado por Labán, Jacob le preguntó si podrí­a casarse con ella. Normalmente los esponsales eran sellados con el pago de un †œprecio matrimonial† (dote de matrimonio), dado por la familia del hombre a la familia de la novia (cf.cf. Confer (lat.), compare la nota en 24:53). Jacob, sin apoyo alguno de su familia, no podí­a hacer los presentes correspondientes, de modo que él ofreció siete años de trabajo por la mano de Raquel.
Cuando los años pasaron, Labán parecí­a renuente de seguir con los planes de la boda, y Jacob tuvo que presionarlo (21). Poco se sabe de los procedimientos para una boda en los tiempos de la Biblia excepto de lo que se puede inferir de este pasaje y Jue. 14. Una fiesta de siete dí­as para los amigos y familiares era el evento principal, pero sin duda habí­a intercambio de votos y promesas (cf.cf. Confer (lat.), compare Ose. 2:2, 16). En la primera tarde, la novia con velo era traí­da a su esposo. Sin duda que el velo, la oscuridad y el alcohol impidieron que Jacob se diera cuenta de que era Lea quien estaba en lugar de Raquel.
La indignación de Jacob es brevemente tratada en el v. 25 (véase sobre 29:31–30:24 abajo). A pesar del pecado humano, sin embargo, el plan de Dios siguió adelante, porque de Lea nacieron seis de las tribus de Israel, incluyendo Judá. Labán hizo una concesión a Jacob, le permitió casarse inmediatamente con Raquel, pero cruelmente demandó otros siete años de servicio por Lea. Estos últimos no pasaron tan rápidamente como los primeros siete (20; cf.cf. Confer (lat.), compare 29:30 ss.).
Nota. 24 Era la costumbre universal en el oriente que la novia recibiera de su padre un gran presente de bodas. Esto era llamado la dote. Generalmente no se menciona, pero aquí­ sí­, que la dote excepcional que recibió Lea incluí­a la sierva Zilpa. Zilpa y Bilha (29) también llegaron a ser madres de tribus israelitas (30:3–13).

29:31-30:24 El nacimiento de los hijos de Jacob

La bigamia nunca estuvo en el propósito de Dios, porque él le dio a Adán sólo una mujer, y en 4:19–24 se dan destellos de cuán brutal puede llegar a ser un bí­gamo. Sin embargo, en esta sección vemos la tragedia desde la perspectiva de las esposas. Habiendo sido engañado en su matrimonio con Lea, Jacob realmente nunca le amó como tampoco a sus hijos. Es más, pareciera que él nunca la reconoció como su esposa. Pero ella se desesperaba por su afecto, como lo revelan los nombres que le dio a cada hijo. Su más profundo deseo era: ahora me amará mi marido (32; cf.cf. Confer (lat.), compare 33–35; 30:18–20). Pero sus esfuerzos por lograr su deseo nunca funcionaron. Por otro lado, Raquel era consumida por los celos porque Lea habí­a logrado dar a luz hijos mientras que ella seguí­a siendo estéril. Puede ser que Jacob la amara, pero ella anhelaba un hijo. Ella le rogaba a él: ¡Dame hijos; o si no, me muero! (30:1).
La desesperación de ambas esposas se ilustra más adelante en los vv. 3–16. Primero, Raquel recurrió al matrimonio subrogado a través de su sierva Bilha (una práctica ya criticada en el cap. 16, cuando Sara animó a Agar a quedar embarazada en su lugar). Las desafortunadas repercusiones de aquella decisión continuaban en el cap. 21. Aquí­, Lea respondió al uso que Raquel hizo de la subrogación poniendo a su sierva Zilpa como segunda esposa subrogada. Pero esto no fue el fin de sus conflictos, porque Rubén (el hijo mayor de Lea) encontró algunas mandrágoras, una antigua droga que facilitaba la fertilidad. Siguió una bizarra negociación en la que Raquel ofreció cambiar unas noches en la cama con Jacob por las mandrágoras. Como resultado de su trato Lea esperaba ganar el amor de Jacob y Raquel esperó llegar a ser fértil.
El resultado fue otros tres hijos que le nacieron a Lea y ninguno a Raquel. Sólo cuando se acordó Dios de Raquel ella concibió y dio a luz un hijo (22, 23). Fue la gracia, y no las drogas, la que llenó su necesidad. Fue en el entorno de estas infelices relaciones matrimoniales que nacieron los 12 antepasados de las tribus de Israel, porque Rubén, Simeón, Leví­ y los demás son los nombres de las tribus. (Para el significado de los nombres véanse las notas al pie de página de la RVARVA Reina-Valera Actualizada. Muchos de los significados dados aquí­ son juegos de palabras y no etimologí­as históricas.) Las promesas a Abraham han dado un paso muy importante para su cumplimiento con el nacimiento de estos hijos. Nuevamente, es en la gracia divina, y no en los esfuerzos humanos, que descansa la esperanza de la salvación del mundo.
14 Las mandraÅ’goras eran famosas en el mundo antiguo porque intensificaban el deseo sexual y aumentaban la fertilidad (cf.cf. Confer (lat.), compare Cant. 7:13). 21 Las niñas raramente se mencionan en las genealogí­as, pero en el cap. 34 Dina ocupará un lugar central (cf.cf. Confer (lat.), compare Rebeca en 22:23). 24 La oración de Raquel finalmente fue respondida, pero ella murió dando a luz a Benjamí­n (35:16–20).

30:25-31:1 Jacob engaña a Labán

Los antiguos lectores del Gén. leen esta sección con gran placer, porque relata cómo Labán, el mezquino y viejo farsante, fue engañado por uno más listo en una negociación libre con su sobrino Jacob.
Fue el nacimiento de un hijo a Raquel que sirvió de señal a Jacob de que debí­a regresar a casa. Ahora que su mujer habí­a dado a luz un hijo era tiempo de regresar a la tierra prometida. De manera que le pidió permiso a Labán para regresar. Labán encubrió su rechazo en términos piadosos, indicando que no le convení­a dejar a Jacob irse, ya que habí­a sido tan ampliamente bendecido (27). De modo que Jacob le hizo una proposición a Labán que no le costarí­a nada. Las ovejas normalmente eran blancas y las cabras era normalmente negras. Jacob dijo: Yo pasaré hoy en medio de todo tu rebaño, poniendo aparte toda oveja pintada o salpicada de diversos colores y todo cordero de color obscuro; y de entre las cabras las salpicadas de diversos colores y las pintadas. Eso será mi salario. Labán consideró que la posibilidad de que ovejas blancas produjeran corderos pintados o salpicados y que las cabras negras produjeran cabritos pintados era muy pequeña, entonces estuvo de acuerdo.
En el tiempo de apareamiento puso ramas bicolores (descortezadas) al frente de los animales fuertes y de esta forma logró tener corderos y cabritos bicolores. Cientí­ficamente hablando esto es inexplicable, a menos que supongamos que los animales fuertes debí­an su fortaleza al hecho de ser hí­bridos y esta era la razón por la que producí­an descendencia bicolor. Pero tal explicación está más allá del horizonte del Gén. Se considera el éxito de Jacob como prueba de su astucia y que Dios estaba con él (28:15). El episodio muestra a Dios interviniendo para ayudar a Jacob, de modo que él prosperó muchí­simo (43). Si bien los hijos de Labán consideraban que Jacob les habí­a engañado (31:1), la historia deja en evidencia que Jacob hizo bien en conservarse estrictamente dentro de lo convenido con Labán.

31:2-32:2 Jacob abandona a Labán

Otra crisis de familia estaba formándose. Esta vez no era Esaú tramando matar a su hermano, sino los cuñados eran los que estaban causando el problema. Una vez más Dios, en un momento cuando Jacob estaba desanimado, le habló diciendo que regresara a casa, otra vez reafirmándole: Yo estaré contigo (3; cf.cf. Confer (lat.), compare 28:13–15).
Pero era más difí­cil escapar de las garras de Labán que de las de Esaú, puesto que ahora Jacob estaba casado con cuatro mujeres, y tení­a 13 hijos y un gran rebaño. El era ahora parte del clan de Labán, y separarse no era cosa fácil. Este capí­tulo nos cuenta cómo al fin produjo la ruptura y emprendió el camino a casa.
Primero, tuvo que persuadir a sus esposas a abandonar a su padre. Nótese cómo omitió mencionar aquellos aspectos de la situación que les habrí­a llevado a resistir (p. ej.p. ej. Por ejemplo el odio de Esaú, el infeliz matrimonio de ellas) pero enfatizó cómo Dios les habí­a ayudado a través de todas las dificultades (4–16). Segundo, Jacob aprovechó un tiempo cuando Labán estaba lejos del hogar ocupado en la esquila, permitiéndole una ventaja de tres dí­as de viaje sobre su suegro (19, 22).
Finalmente, Labán alcanzó a Jacob, produciéndose una fuerte riña. En verdad, si Dios no se le hubiese aparecido a Labán en un sueño, advirtiéndole que no tocara a Jacob, podrí­a haber habido una guerra (24). Esto nuevamente demuestra que Dios estaba con Jacob, dando cumplimiento a la promesa de llevarle de regreso a la tierra de Canaán (28:15). Pero después de acusación y contraacusación, llegaron por fin a un acuerdo para hacer un pacto y se separaron amigablemente. Al final, al acercarse Jacob a Canaán y al encuentro con su hermano, vio de nuevo ángeles recordándole cómo ellos le habí­an guardado en todos sus viajes (cf.cf. Confer (lat.), compare 28:12).
Notas. 10 El sueño no se menciona en 30:31–43. 21 El Rí­o es el Eufrates. Galaad es la región montañosa al este del Jordán, entre el mar de Galilea y el mar Muerto. 32–34 No es claro por qué Raquel quiso los í­dolos, los cuales eran especie de imágenes (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Sam. 19:13, 16). Con frecuencia se suponí­a que poseerlos transferí­a derechos de herencia, pero parece más probable que Raquel los vio como una suerte de talismán, protegiéndole en su viaje a tierra extraña. 39 Normalmente, los pastores no tení­an que restituir lo perdido del ganado cuando éste era despedazado por un animal salvaje (Exo. 22:13), pero Jacob lo hizo. Labán habí­a disfrutado de un mejor servicio de parte de Jacob que el que normalmente habrí­a esperado. 50 ¡Es irónico que Labán insistiera en que Jacob no tomara otras mujeres, cuando él le habí­a impuesto la bigamia! 32:2 Majanaim estaba en algún lugar al norte del rí­o Jaboc.

32:3-33:20 Jacob y Esaú se reconcilian

Hemos llegado a donde comenzamos. El regreso de Jacob al hogar significa que debe encontrarse nuevamente con Esaú. No obstante los alientos divinos, tal reunión parecí­a muy peligrosa. ¿Habí­a perdonado Esaú a Jacob? ¿Aprovecharí­a la oportunidad para matar a su hermano Jacob? Estas eran ansiedades muy presentes en la mente de Jacob mientras retornaba. Todas sus acciones estaban diseñadas para suavizar el gran encuentro. El envió una embajada para hacer los primeros contactos (3–5), y ellos regresaron con la alarmante noticia de que Esaú vení­a al encuentro con 400 hombres. Ellos no dijeron si eran hostiles o no, y Jacob temió lo peor.
Esto lo empujó a orar. Esta es una oración modelo, en la cual el primero hace referencia al mandato de Dios de regresar (9) y luego a la generosidad de Dios en cumplir aquellas promesas hechas en el pasado (10), antes de mencionar su difí­cil situación y solicitar a Dios librarlo a él y a su familia y de esa manera asegurar el cumplimiento de las promesas. Aquí­ Jacob basó su ruego en la fidelidad de Dios a sus promesas. Sin embargo, la oración intensa no es excusa para no hacer algo práctico. Jacob dividió sus rebaños y siervos y los envió en una serie de presentes generosos a Esaú en la esperanza de que quizás él me acepte (20).
La acción continuó a través de toda la noche a medida que Jacob hizo atravesar a su familia el rí­o Jaboc. De pronto, inesperadamente, Jacob se encontró a sí­ mismo luchando con un hombre. Este rehusó identificarse, pero fue evidente a Jacob que el hombre era Dios. Con un simple toque puso la cadera de Jacob fuera de su articulación, y cambió el nombre de Jacob por Israel; porque has contendido con Dios y con los hombres, y has prevalecido (28). Todo el incidente está rodeado de misterio. No sólo ocurrió por la noche, sino ¿por qué estaba Dios atacando a Jacob y, sin embargo, no pudo o no quiso derrotarlo? Aquí­ la paradoja de la condición humana se resume ví­vidamente. Por un lado, Dios permite, incluso él pone a su pueblo en dificultades o situaciones imposibles, pero a su vez es el mismo Dios que nos libra de ellas. Oramos: †œNo nos metas en tentación, mas lí­branos del mal.† Esta experiencia de Jacob en Jaboc resumió su carrera. Fue Dios quien le llevó a esta situación de crisis, confrontando a Esaú, pero era el mismo Dios quien lo harí­a salir victorioso. Su victoriosa lucha en Jaboc era una garantí­a de que su confrontación con Esaú tendrí­a un final feliz. El era un nuevo hombre como su nuevo nombre Israel lo indicaba, vencedor sobre Dios y el hombre.
Al dí­a siguiente, Jacob fue al encuentro de Esaú cojeando, pero con confianza, yendo adelante de sus mujeres e hijos (33:1–3). De pronto apareció Esaú y corrió a su encuentro, le abrazó, se echó sobre su cuello y le besó (4). Este perdón total abrumó a Jacob, quien no lo podí­a creer. Es más, él comparó el perdón de su hermano con el de Dios (10). (Es posible que Jesús haya tenido en mente esta experiencia como referencia para la parábola del hijo pródigo en Luc. 15:20.) Jacob intentó devolver la bendición (11) que le habí­a usurpado a Esaú. Renuentemente Esaú aceptó los presentes de Jacob y le invitó a vivir con él en Edom. Jacob cortésmente declinó (¿fue su lealtad al mandato de Dios o su incertidumbre con respecto a la sinceridad de Esaú?), y fueron por caminos separados. Jacob entró en Canaán y compró un pedazo de tierra en el lugar. Esta era la segunda porción de tierra comprada por los patriarcas. En forma lenta pero segura las promesas se iban cumpliendo. Esto motivó a Jacob a adorar a Dios (20).
Notas. 3 Seér era la región montañosa al sudeste del mar Muerto. 22 El rí­o Jaboc (ez- Zerqa) es un afluente del rí­o Jordán, juntándose a 40 km.km. Kilómetro(s) al norte del mar Muerto. 26 Para mantener su identidad secreta, el hombre pidió que se le dejara ir antes que amaneciera. 28 El antiguo nombre de Jacob traí­a a la memoria su triste pasado (27:36). Su nuevo nombre, Israel, era la promesa de un triunfo futuro. 32 El tendón del muslo, que está en el encaje de la cadera es una referencia al nervio ciático, el cual se asemeja a un tendón. La costumbre de no comer este tendón se menciona sólo aquí­ en el ATAT Antiguo Testamento. 33:3 Se postró en tierra probablemente tení­a un significado mayor que simplemente un acto de deferencia. Jacob estaba simbólicamente tratando de representar la bendición como fue la intención de Isaac: †œpóstrense ante ti los hijos de tu madre† (27:29). 17 Sucot estaba ubicada en algún lugar en el valle del Jordán (cf.cf. Confer (lat.), compare Jue. 8:5, 6). 18 Jacob llegó en paz a la ciudad de Siquem es la traducción correcta.

34:1-31 Dina vengada por sus hermanos

La feliz coexistencia de Jacob con los hijos de Hamor (33:19) fue destruida por este terrible incidente. Jacob habí­a sobrevivido 20 duros años en Padan-aram, y habí­a escapado de la garra de Labán con muchas dificultades. Luego un inesperado y feliz encuentro con Esaú le habí­a conducido de regreso a Canaán, la tierra de la promesa, donde felizmente se estaba asentando. Ahora su futuro en ese lugar estaba en serio peligro por la crueldad de sus hijos (30).
¿A quién se culparí­a por la situación? ¿Fueron meramente los hijos de Jacob? ¿A quién reconoce Gén. como responsable? ¿Cómo se expresan los propósitos de Dios a través de este episodio? Según observamos en Gén., la situación fue complicada y la culpabilidad ampliamente compartida. Dina no tendrí­a que haber sido tan familiar con las mujeres de la región; sociabilizar con las cananeas podrí­a conducirle a un matrimonio mixto (28:7, 8). Pero esto era trivial comparado con la falta de Siquem. Las relaciones sexuales prematrimoniales no son permitidas ni en el ATAT Antiguo Testamento ni en el NTNT Nuevo Testamento; y aquí­ la ofensa fue aun agravada al ser una violación. No obstante, Siquem no estaba totalmente pervertido; su lujuria se transformó en amor, si bien Jacob y sus hijos no se dieron cuenta de ello, por cuanto Dina permaneció voluntaria o involuntariamente en casa de Siquem (26).
Sorprendentemente, Jacob pareció despreocupado de la desgracia de Dina, pues después de todo ella era sólo hija de Lea, y los hijos de ella ¡no contaban ante sus ojos! Pero sus hermanos se indignaron, no sólo por la vergüenza de Dina, sino por la despreocupación de su padre. Su reacción fue †œsi nuestro padre no defiende a nuestra hermana, entonces nosotros debemos hacerlo†.
Y allí­ iniciaron las negociaciones elaboradas. El engaño por parte de los hermanos de Dina es evidente, pero una mirada comparativa a lo que Hamor y Siquem dijeron a los hijos de Jacob (8–12) con lo que les dijeron a los habitantes de su pueblo (21–23) revela que ellos también trataban de engañar. Aun así­, el ataque de los hijos de Jacob fue más allá de lo que era justo, y estaremos de acuerdo con la censura que Jacob hizo de su acción tanto aquí­ como más tarde (49:5–7). Sin embargo, eso no es todo lo que se puede decir. Jacob aquí­ meramente censuró sus acciones por haber puesto en peligro su propia vida (30). Pero los valores morales nunca pueden ser sostenidos si la gente no está preparada para contrariar a otros de vez en cuando. Siquem habí­a tratado a Dina como a una prostituta, al estar dispuesto a pagar por su acción, y Jacob también la estaba tratando de la misma manera. ¡Indirectamente sus hijos le estaban llamando alcahuete!
De manera que ninguno de los actores en esta historia sale bien parado. Con todo, a pesar de su conducta deplorable, Jacob y su familia fueron grandemente enriquecidos. El asalto sobre los si- quemitas anticipó la conquista. Los cananeos fueron condenados por causa de su inmoralidad sexual (Lev. 18:24, 25). Pero, ¿implica esto que Israel merecí­a la tierra que conquistaron? No, según Deut.: †œNo es por tu justicia, ni por tu rectitud de corazón que entras a tomar posesión de su tierra. Es por la impiedad de estas naciones †¦ para cumplir la palabra que Jehovah juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob† (Deut. 9:5). Los pecados del pueblo escogido de Dios pueden demorar, pero nunca frustrar, el cumplimiento de sus promesas.
Notas. 2 Los heveos siempre fueron encontrados al norte de Canaán (cf.cf. Confer (lat.), compare 10:17). 12 En casos de relaciones sexuales prematrimoniales, la ley del ATAT Antiguo Testamento insiste en el pago del presente de matrimonio (precio matrimonial), normalmente equivalente a varios años de salario, al padre de la novia. El entonces permitirí­a que se procediera con el matrimonio, si así­ lo querí­a (Exo. 22:16, 17; Deut. 22:28, 29; cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 24:53).

35:1-29 Fin del viaje para Jacob e Isaac

Paralizado por el miedo de un potencial ataque cananeo, Jacob fue motivado por el mandato de Dios de regresar a Betel, que era el lugar donde habí­a hecho un voto cuando huí­a de casa (28:10–22). Betel (†œcasa de Dios†) era un lugar santo, y quienes estaban contaminados por la guerra (cf.cf. Confer (lat.), compare Núm. 31) y la idolatrí­a tuvieron que purificarse a sí­ mismos antes de proceder. Entonces se levantaron y fueron a Betel, y sorprendentemente los cananeos no les atacaron, a causa de un terror inspirado por Dios que se habí­a apoderado de ellos (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 23:27). Y nuevamente la promesa †œHe aquí­ yo estoy contigo; y te guardar醝 (28:15) se habí­a cumplido.
Así­ como el viaje de tres dí­as de Abraham al monte Moriah fue coronado con la más rica declaración de promesas que jamás habí­a experimentado (22:16–18), así­ fue el viaje de Jacob a Betel. Las promesas dadas aquí­ (11, 12) recapitulan y exceden todas aquellas previamente hechas: Serí­a padre de naciones, reyes descenderí­an de él y sus descendientes heredarí­an la tierra prometida a su padre y a su abuelo. Sólo la promesa de la presencia de Dios con él no se repite, porque habí­a sido obviamente cumplida con su arribo seguro a Betel.
Sin embargo, el júbilo espiritual fue seguido por una tragedia familiar. Raquel, la esposa favorita de Jacob, murió al dar a luz su anhelado segundo hijo (cf.cf. Confer (lat.), compare 30:24). Luego, su hijo mayor tuvo relación sexual con Bilha, posiblemente en el intento de evitar que ella reemplazara a Raquel como esposa favorita de Jacob y así­ reclamar liderazgo en la familia. Semejante acto de incesto merecí­a la pena de muerte según Lev. 20:11 (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 18:8). Jacob no hizo comentario alguno hasta más tarde (49:3, 4), pero no hay duda de que el incidente deterioró aun más las relaciones entre los hijos de Lea y su padre. Su antagonismo mutuo fue muy evidente en el cap. 34 (Dina, Simeón y Leví­ eran hijos de Lea) y vino a arruinar los últimas años de Jacob relatados en el cap. 37 y ss. Pero como la breve lista de los hijos de Jacob nos recuerda, ellos nacieron en cumplimiento de la promesa de Dios. La indisposición de Jacob de aceptarles no afectó la posición de ellos. A lo menos la hostilidad entre Jacob y Esaú parece haberse resuelto mientras ellos se reúnen para sepultar a su padre en la tumba familiar de Macpela (cf.cf. Confer (lat.), compare 49:31).
Notas. 8 Esta es única mención de Débora. 10 Esto es un recordatorio del significativo nuevo nombre dado a Jacob en 32:28. 16 Faltando aún cierta distancia para llegar a Efrata debiera ser traducido †œaproximadamente a dos horas de distancia de Efrata†, eso es, cerca de 11 km.km. Kilómetro(s) al norte de Efrata, el distrito donde Belén se ubica (Miq. 5:2). Esto sugiere que Raquel fue enterrada al norte de Jerusalén, en algún lugar cercano de Ramá (Jer. 31:15), y no en la moderna tumba que lleva su nombre en Belén. 21 Es posible que Migdal-eder estuviera cerca de los estanques de Salomón, a 5 km.km. Kilómetro(s) al sudoeste de Belén.

36:1— 37:1 LA NARRATIVA DE ESAU

Como se ha indicado, Gén. intercala las narrativas de los patriarcas no-elegidos, Ismael y Esaú, con las narrativas de la lí­nea escogida, Taré y Abraham (caps. 12–25), Isaac (caps. 25–35) y Jacob (caps. 37–50). Como en el caso de Ismael, la narrativa de Esaú no incluye muchos datos, aparte de la información genealógica (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 1–8 con 25:12–18).
El comienzo resumido de la carrera de Esaú revela que, al igual que Lot, Esaú emigró de Canaán por razones económicas (6–8; cf.cf. Confer (lat.), compare13:5–12).
La analogí­a con 25:12–18 nos lleva a esperar un breve resumen sobre la familia de Esaú, pero en su lugar nos encontramos con un segundo tí­tulo en el v. 9, seguido de un listado de sus hijos (10–14), jefes que descendieron de él (15–19), los hijos de Seí­r (20–28), jefes de los horeos (29–30), reyes edomitas (31–39) y otros jefes (40–43). Existe superposición entre las listas; muchos de los nombres aparecen en más de una lista. C. Westermann ha sugerido que quizá estas listas en los vv. 10–43 procedan de archivos edomitas que fueron traí­dos a Jerusalén después que David conquistó Edom (2 Sam. 8:13, 14). Esto es una opinión especulativa, pero podrí­a explicar la duplicación de la narración que se produce en este capí­tulo.
Esta sección muestra de nuevo cómo iban cumpliéndose las promesas. La migración de Esaú deja a Canaán para Jacob (37:1). A Rebeca se le habí­a dicho que dos naciones estaban en su vientre y que †œel mayor servirá al menor† (25:23). El surgimiento de Edom como reino, registrado aquí­, y su posterior sometimiento a Israel representan el cumplimiento de esas antiguas predicciones. Si estas predicciones relativamente insignificantes llegaron a ser realidad, cuánto más seguro es el cumplimiento de las promesas principales que fueron hechas a Abraham, Isaac y a Jacob.
Notas. 12 Amalec fue uno de los más encarnizados enemigos de Israel (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 17:8–15). 20 Para la relación entre Seí­r, el nombre de una región (32:3) y sus primeros habitantes, y sus postreros habitantes, los edomitas, cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 2:12. 31. Los reyes de Edom no parecen haber constituido una dinastí­a centralizada. Como los jueces de Israel, estos reyes gobernaron en diferentes centros en diferentes tiempos.

37:2-50:26 LA NARRATIVA DE JACOB

La narrativa de Jacob equivocadamente llamada la †œhistoria de Jos醝, nos cuenta la historia de la extensa familia que Jacob poseí­a, de la cual él era la cabeza. Así­ como la narrativa de Taré (caps. 12–25) e Isaac (caps. 25–35), ésta está concentrada mayormente en las acciones de los hijos del patriarca en cuestión. De modo que, la historia de la familia de Jacob trata con todos los hijos de Jacob, y no sólo con José. Esta traza la relación entre José y sus hermanos, particularmente Judá. Después de José y Jacob, Judá es el personaje más importante de la historia.
La narrativa de Jacob nos dice cómo sus hijos reñí­an entre sí­. Los hijos de Lea y las esposas concubinas, como sus madres, no fueron amados por Jacob. El tení­a ojos sólo para José y Benjamí­n, los hijos de su amada Raquel. Ya en los caps. 34 y 35 vimos la tensión entre los hijos de Lea y Jacob; a estas alturas la familia se dividió. Los hijos de Lea vendieron a José a unos ismaelitas que iban a Egipto; y cuando le contaron a su padre que José habí­a sido muerto, su corazón fue quebrantado. Mientras tanto José, a pesar de la esclavitud y el encarcelamiento, se levantó para llegar a ser el hombre que sirvió como mano derecha del faraón, y la familia dividida fue finalmente reconciliada.
Sin embargo, la narrativa de Jacob es algo más que una familia dividida y restaurada. Muestra cómo Dios usa los hechos de gente pecadora para salvar al mundo, como José le dijo a sus hermanos: †œVosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien, para †¦ mantener con vida a un pueblo numeroso† (50:20). La narrativa de Jacob traza aun más huellas en el camino del cumplimiento de las promesas. La familia de Jacob fue fructí­fera y se multiplicó, y al final del Gén. él tení­a 70 descendientes. Jacob y sus descendientes disfrutaron de la protección y la bendición de Dios. A través de la provisión de José en los dí­as de la hambruna muchos †œpueblos son bendecidos†. El único aspecto de la promesa que parece no haber avanzado en estos caps. es aquella de la tierra, ya que toda la familia de Jacob emigró de Canaán rumbo a Egipto. Sin embargo, tanto Jacob como José insistieron, antes de morir, en que debí­an ser enterrados en la tumba familiar en Macpela, porque †œDios ciertamente †¦ os hará subir de esta tierra a la tierra que juró dar a Abraham, a Isaac y a Jacob† (50:24).

37:2-36 Los hermanos de José le venden a Egipto

El favoritismo paternal y las imprudencias juveniles de José fueron demasiado para sus hermanos. El primer episodio relata la desintegración gradual de la familia de Jacob. Primero por causa de la información que José entregaba a su padre de la mala fama de sus hermanos (2), luego el que Jacob le regalara una túnica de variados colores como expresión de su amor por él, y finalmente a través de los dos sueños dados por Dios en que se predecí­a que José un dí­a gobernarí­a sobre sus hermanos.
Según 41:32, se pensaba que la duplicidad de sueños indicarí­a que la cosa soñada se cumplirí­a pronto y con seguridad. Sin embargo, los hermanos de José decidieron probar que los sueños eran errados. Decidieron matarle, y sólo la oportunidad de hacer una ganancia rápida les hizo cambiar de idea. Las 20 piezas de plata (el salario de tres años de un pastor) eran deseables. Así­ José fue vendido a los mercaderes, quienes a su vez le vendieron como esclavo a un funcionario egipcio. Cuando la noticia de la aparente muerte de José llegó a su padre, su corazón quedó quebrantado. Los esfuerzos de sus hijos para consolarle fueron infructuosos, y declaró que permanecerí­a en luto hasta el dí­a de su muerte. Así­ la familia dividida fue destrozada y todo parecí­a sin esperanza. No obstante, los sueños aún permanecen, y Gén. espera que sus lectores les vean como la agenda de Dios y que sigan preguntándose cómo las discrepancias entre la situación de José como un esclavo y lo que los sueños predijeron se resolverí­a.
Notas. 3 La tuÅ’nica era el vestuario externo básico, como una †œcamiseta larga† que llegaba a las rodillas o a los tobillos. 10 La referencia a tu madre no necesita implicar que Raquel estuviera viva. 12 Sobre Siquem véase 12:6. 14 Sobre HebroÅ’n véase 23:1; 18:1. 17 DotaÅ’n estaba a 22 kms. al norte de Siquem. 20 Las cisternas eran cortadas en la piedra caliza y utilizadas para guardar agua en las estaciones secas. 25 Los ismaelitas también son llamados madianitas (28, 36; cf.cf. Confer (lat.), compare 39:1). Los términos parecen ser intercambiablemente usados aquí­ como en Jue. 8:24. O †œismaelita† significa comerciante nómada, y †œmadianita† es la tribu involucrada, o madianitas eran una subtribu en un grupo de tribus llamadas ismaelitas. 29 Rubén evidentemente se habí­a alejado cuando los ismaelitas llegaron y compraron a José. 31 Obsérvese la justicia divina alcanzando a Jacob, quien cuando fue joven habí­a engañado a su padre con un cabrito (27:9–16).

38:1-30 Tamar humilla a Judá

Con esta inesperada interrupción de la historia de José, Gén. nos mantiene en suspenso. Debemos esperar un poco más para descubrir qué le sucedió en Egipto. Pero la historia de Tamar y Judá no es irrelevante al curso principal de la narrativa. De muchas maneras se relaciona con el resto de los caps. 37–50 en temas y fraseologí­a. Tiene interés en cómo se cumplirí­a la promesa de descendientes para los patriarcas. Muestra cómo Judá, de corazón duro, fue detenido de golpe, y nos prepara para el nuevo Judá compasivo del cap. 44. Nos habla de un nuevo nacimiento de mellizos en el que el más joven se adelanta al mayor (38:27–30).
Sin embargo, el lector moderno queda perplejo por las travesuras sexuales de aquellos involucrados. ¿Realmente el narrador aprueba la conducta de Tamar? ¿Por qué Judá y sus hijos se comportaron como lo hicieron? ¿Hubo tiempo suficiente para que ocurrieran los eventos del cap. 38 entre el 37:36 y el 39:2? Dado que la gente, en los tiempos bí­blicos, por lo general se casaban muy pronto después de la pubertad, es posible asumir que todo ocurrió en un lapso de 20 años. Según 37:2; 41:46, 47 y 45:6 veintidos años pasaron entre la venta de José a los madianitas y el descubrimiento que los hermanos hicieron de él en Egipto.
En muchas sociedades, antiguas y modernas, se conoce la costumbre del matrimonio levirato. Según la variación del ATAT Antiguo Testamento, se esperaba que el cuñado de una viuda sin hijos se casara con ella para producir hijos por el hermano muerto. Deut. 25:5–10 considera tal matrimonio como deseable, pero no como obligatorio. Sin embargo, en la época temprana de Judá y Tamar, el hermano tení­a un deber absoluto de casarse con su cuñada viuda, y el suegro debí­a ser testigo de este deber cumplido.
Judá y sus hijos fueron reacios a cumplir con su deber, y Onán practicó una clase de anticoncepción. Esto contravení­a el espí­ritu de 1:28, la carta de la costumbre del levirato y la promesa a los patriarcas, a quienes se les habí­a asegurado que tendrí­an una descendencia innumerable. Así­ que Onán murió (10) porque habí­a resistido la declarada voluntad de Dios. Judá, que debí­a haber tenido preocupación por ver a su próximo hijo Sela dar cum plimiento a este deber legal y asegurar el cumplimiento de la promesa, no hizo nada.
Tamar, una viuda, no tení­a una manera legal de reparar la injusticia de su suegro. Así­ que ella tramó atraparlo. Le engañó y obtuvo sus derechos bajo la ley del levirato y dos hijos para la casa de Ja cob. Y en verdad, uno de sus hijos fue antepasado de David y Jesús. En el proceso ella hizo a Judá objeto de burla y reveló su hipocresí­a, de modo que él fue obligado a confesar: Más justa es ella que yo (26). Y esto no significa que sea correcto acostarse con el suegro; Y no volvió a tener relaciones con ella (26) cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 18:15 revela que no es correcto. Sin embargo, en esta instancia, la conducta irregular de Ta mar estaba justificada por causa de la mayor negligencia moral y teológica de su suegro. Fue su acto irregular que llevó a Judá a razonar correctamente.
Notas. 1–5 Adulam (adulamita, v. 1) y Quezib ambos estaban cerca de Hebrón. 12 Timnat estaba como a 6 km.km. Kilómetro(s) al oeste de Bet-semes. 13 La esquila de ovejas era un festival alegre y de mucha actividad (cf.cf. Confer (lat.), compare 31:19; 1 Sam. 25:2–17). 18 Los anillos se llevaban en un cordón que atravesaba por el medio de ellos. 24 Adulterio es una traducción demasiado precisa: †œacto sexual ilí­cito† serí­a más apropiado. Probablemente, Judá consideró a Tamar como culpable de adulterio porque se suponí­a que ella estaba prometida para Sela. La pena de muerte podí­a ser exigida en este caso, pero no la muerte por fuego, la cual estaba reservada para ofensas peores (Deut. 22:21; Lev. 21:9). 29 La genealogí­a de Fares está en Rut 4:18–22.

39:1— 47:31 José en Egipto

Luego de una breve divagación acerca de Judá, la narración reanuda el registro de los hechos de José. Se describen tres perí­odos en su vida en Egipto: en casa de Potifar (39:1–20); en prisión (39:21–40:23); y en el palacio (41:1–57). Los dos primeros perí­odos comienzan con el comentario: Pero Jehovah estuvo con José (2, 23) y concluyen con la caí­da de José, mostrándole en la prisión (20), o bien olvidado allí­ (40:23). El tercer perí­odo es un contraste completo: comienza con José en prisión y concluye con él como primer ministro de Egipto.
Estos tres episodios se concentran sólo en José, y luego sigue la narrativa de cómo él se reunió con su familia. Este evento también se desarrolla en tres secciones que describen las tres visitas de la familia de José a Egipto (42:1–38; 43:1–45:28; 46:1—:31). En cada viaje a Egipto, más miembros de la familia iban, y el último viaje involucró a toda la familia.
39:1–20 José en casa de Potifar. José llegó finalmente a Egipto, habiendo sido comprado por Potifar, un alto funcionario egipcio, descrito como capitán de la guardia. Este puesto le daba el derecho de estar a cargo de la prisión para presos del rey (cf.cf. Confer (lat.), compare 40:3, 4). Es posible que también estuviera a cargo de abastecer al palacio.
José rápidamente ascendió de ser un esclavo ordinario trabajando afuera para trabajar adentro, en la casa de su señor (2). Luego llegó a ser asistente personal de Potifar (4), y finalmente fue puesto a cargo de toda la casa (4, 5). El éxito de José no se debí­a sólo a su habilidad, sino al hecho de que la bendición de Jehovah estaba con él y que a través de él Potifar disfrutó de las bendiciones de Dios (5).
La lealtad de José a su señor fue supremamente demostrada cuando la mujer de Potifar trató de seducirle. El repudió con energí­a la sola idea de una cosa así­, diciendo: ¿Cómo, pues, harí­a yo esta gran maldad y pecarí­a contra Dios? (9). Este es un sentimiento que concuerda en cada parte de las Escrituras (cf.cf. Confer (lat.), compare Prov. 5–7; Mat. 5:27–32). Pero la desesperada mujer finalmente se vengó. Encontró solo a José en la casa y lo despojó de una de sus vestimentas. (El manto, según la RVARVA Reina-Valera Actualizada, sugiere un prenda de vestir externa; sin embargo, es probable que era su ropa interior o algo bajo su túnica.) Entonces ella la mostró delante de los otros esclavos y más tarde ante su esposo, pretendiendo que José habí­a tratado de violarla. Sus acusaciones fueron una parodia de sus hechos (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 11–13 con el 14, 15 y 17, 18), pero fueron suficientes para convencer a Potifar. O ¿lo convencieron? El no ejecutó a José, como normalmente habrí­a sucedido en caso de violación, de modo que quizás tuvo sus dudas acerca de lo que su mujer le contó. Pero ser encarcelado en la prisión real con cargos falsos era un trágico destino para semejante siervo leal como José, si bien no fue el último que sufrió por causa de la justicia (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 5:10–12; 1 Ped. 2:21–25). José siempre ha sido reconocido co mo †œtipo† de Cristo, el siervo perfecto quien fue injustamente condenado, y quienes siguen a Cristo bien pueden encontrarse caminando en las huellas de José y de Jesús.
Notas. 6 La única otra persona en el ATAT Antiguo Testamento descrita como de bella presencia y de hermoso semblante es Raquel (cf.cf. Confer (lat.), compare 29:17). De modo que este es el caso †œde tal madre, tal hijo†. De bella presencia puede su gerir una idea errada. †œBien formado† podrí­a ser más exacto como es incierto si en el ATAT Antiguo Testamento una gran musculatura es el cuerpo ideal.
39:21—40:23 José en prisión. Tener tantas esperanzas y que luego éstas se derrumben es una experiencia humana familiar, pero en la situación de José hubo una particular acerbidad ya que tanto su venta como esclavo como su encarcelamiento fueron injustos (40:15). Después de haber aconsejado al copero real, pensaba que podrí­a haber sido premiado siendo liberado, pero otra vez fue desilusionado.
Sus experiencias en la prisión real son un eco de las de la casa de Potifar. Fue rápidamente promovido y llegó a ser asistente personal del jefe de los coperos y del jefe de los panaderos del rey. Estos hombres no sólo estaban a cargo de la bodega y de la panaderí­a real, sino que también eran consejeros para el faraón. José tení­a buenas razones para esperar que el jefe de los coperos reconociera la injusticia que él habí­a sufrido, pero una vez que fue liberado el hombre se olvidó. Nuevamente es llamativa la discrepancia entre la observación del narrador de que Jehovah estaba con José (39:23) y el hecho de que habí­a sido dejado languideciendo en la prisión. La habilidad de José de interpretar sueños era una indicación de que Dios seguí­a con él (cf.cf. Confer (lat.), compare 40:8), pero la liberación serí­a la máxima prueba del apoyo y la presencia de Dios, y ésta eludió a José. Que sus sufrimientos fueron el camino a la gloria todaví­a estaba por revelarse (cf.cf. Confer (lat.), compare Fil. 2:5–11).
Notas. 19 La frase de la RVARVA Reina-Valera Actualizada colgar en la horca es más exactamente †œatravesarte en un palo†. José estaba prediciendo una forma muy violenta de pena de muerte para el jefe de los panaderos: ejecución seguida por exposición. El exponer el cuerpo de un condenado llevaba la intención de impedir el descanso del alma en la vida más allá (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 21:22).
41:1–57 José en el palacio. Los 13 años de esclavitud y encarcelamiento llegaron a un abrupto final. José fue sacado de repente de la cárcel y llevado a la presencia de Faraón. Sin embargo, no eran sólo las circunstancias las que habí­an cambiado. El impetuoso adolescente que una vez irritó a su familia ha llegado a ser la esencia del tacto y la sabidurí­a. El valle de lágrimas habí­a probado ser el valle de la formación del alma, y al final comienza a ser evidente por qué a José se le habí­a permitido sufrir en esta forma. El control de Dios sobre los eventos llega a ser evidente al enviarle al presumido faraón dos sueños desconcertantes. Llegó a ser aun más claro cuando el jefe de los coperos sugirió que el faraón deberí­a pedir a José que los interpretara y él dijo: Dios responderá para el bienestar del faraón (16). Entonces finalmente faraón nombró a José su gobernador, con las palabras: ¿Podremos hallar otro hombre como éste, en quien esté el espí­ritu de Dios? (38)
De este modo José personificó los dones de profeta y gobernador sabio. El tuvo visión divina del futuro y gobernó Egipto con el Espí­ritu de Dios, de modo que Egipto y los paí­ses vecinos fueron librados de la hambruna (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 72:16; Isa. 11:2). En esto, nuevamente, él es un †œtipo† de Cristo, el más grande profeta y rey; el Siervo Sufriente por medio de quien el mundo es salvo y ante quien toda rodilla se doblará (Fil 2:10, cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 41:43). Las experiencias de sufrimiento de Cristo seguidas por la gloria es el camino que todo cristiano debe seguir (1 Ped. 5:6).
Dentro de los horizontes de Gén. este episodio levanta interrogantes. Dos veces en episodios consecutivos José habí­a interpretado dos sueños, y aquí­ observó que la razón de la repetición del sueño es que la cosa está firmemente decidida de parte de Dios, y que Dios se apresura a ejecutarla (32). Entonces, ¿qué acerca de un par de sueños suyos (37:5–11)? ¿Serí­an cumplidos? ¿Acaso los nombres que él dio a sus hijos Manasés y Efraí­n no nos muestra que todaví­a faltaba algo, que él no se habí­a olvidado de la casa de su padre? Estas son muestras de que el nombramiento de José a este alto cargo en Egipto no es el clí­max de la historia; hay algo más del propósito de Dios para ser revelado.
Notas. 17–24 Cf. la repetición del faraón de sus sueños con respecto al relato original (1–7) para observar la impresión que le habí­an causado. 33–36 Nótese cómo el conocimiento del propósito de Dios es un estí­mulo para la acción humana, no una excusa para no hacer nada. 39- 43 La descripción del trabajo de José así­ como la de su instalación muestran que él estaba siendo nombrado primer ministro de Egipto. 57 En toda la tierra, a saber, todos los paí­ses cerca de Egipto.
42:1–38 Primera visita de los hermanos de José a Egipto. La primera visita de los hermanos de José a Egipto se narra en siete escenas, las que son repetidas en la descripción de la segunda visita: Los hijos de Jacob enviados a Egipto (1–4; cf.cf. Confer (lat.), compare 43:1–14); arriban a Egipto (5; cf.cf. Confer (lat.), compare 43:15–25); tienen su primera audiencia con José (6–16; cf.cf. Confer (lat.), compare 43:26–34); son metidos en la cárcel (17; cf.cf. Confer (lat.), compare 44:1–13); tienen una segunda audiencia con José (18–24; cf.cf. Confer (lat.), compare 44:14–45:15); dejan Egipto (25–28; cf.cf. Confer (lat.), compare 45:16–24); e informan a Jacob (29–38; cf.cf. Confer (lat.), compare 45:25–28).
Apenas José habí­a dicho: †œDios me ha hecho olvidar †¦ toda la casa de mi padre† (41:51) cuando sus hermanos aparecieron en Egipto. Y lo que fue más sorprendente, considerando los muchos visitantes que vení­an a Egipto en ese tiempo, José vio a sus hermanos allí­. El los reconoció pero, por supuesto, ellos no lo reconocieron.
Este es el primero de tres viajes a Egipto hecho por los hermanos de José, y cada uno es más importante que el anterior. Cuando José vio a sus hermanos recordó sus sueños (9; cf.cf. Confer (lat.), compare 37:5–11). Diez hermanos se postraron ante él en Egipto, pero los sueños habí­an mostrado 11 hermanos y sus padres honrándole. ¿Dónde estaban el padre y el otro hermano? Esta discrepancia entre la predicción y la realidad, tanto como la intensa curiosidad, movió a José a preguntar a sus hermanos con severidad.
También él se las ingenió para repetir la situación de cuando ellos lo entregaron para ser llevado a Egipto y regresaron sin él al hogar. El mantuvo preso a Simeón para ver si ellos lo cambiarí­an por comida, así­ como habí­an cambiado a José por dinero efectivo. Los hermanos percibieron la analogí­a, y sus conciencias culpables les movieron a ver el juicio divino en su conducta y describir detalles de su pecado, lo cual no habí­a sido mencionado previa mente (21, 22).
Estas primeras evidencias de contrición fueron reforzadas cuando encontraron dinero en uno de sus costales (28). Ellos continuaron reviviendo los eventos de 20 años atrás cuando llegaron al hogar. Una vez más tuvieron que explicar por qué habí­an perdido a uno de los hijos de Jacob. La demanda de que tomaran a Benjamí­n y fueran a Egipto con el fin de asegurar la libertad de Simeón era totalmente inaceptable para Jacob, porque Benjamí­n habí­a reemplazado a José en su afecto. Jacob tuvo sus sospecha de la historia contada por sus hijos, y entonces fueron terriblemente confirmadas. A medida que vaciaban sus costales, todo el dinero cayó. †œSeguramente vendieron a Simeón†, pensó Jacob. El hizo su acusación indirectamente al decir: Vosotros me estáis privando de mis hijos: José ya no está con nosotros, ni Simeón tampoco (36), y luego declaró: No irá mi hijo con vosotros (38). Toda la amargura y dolor de los últimos veinte años habí­an aflorado. ¿Cómo esta familia destrozada volverá a estar junta nuevamente? ¿Cómo se cumplirí­an los sueños de José? La primera visita a Egipto ha dejado muchas interrogantes sin responder en la mente del lector.
Nota. 30–34 Nótese cómo los hermanos omitieron decir a Jacob los peores aspectos de sus experiencias en Egipto, p. ej.p. ej. Por ejemplo su encarcelamiento o la amenaza de muerte (17, 20). ¡Aun así­ Jacob no fue persuadido!
43:1—45:28 La segunda visita a Egipto. A través de esta narración de la segunda visita se hacen comparaciones con la anterior, y para apreciar el sabor total de la narración las dos visitas necesitan ser cuidadosamente comparadas la una con la otra. Esta visita no sólo mira hacia atrás, sino que también anticipa el tercer viaje, ocasión en que toda la familia se mudó definitivamente a Egipto.
Jacob seguí­a siendo el cabeza de familia, y hasta que él no retirara su oposición de otra visita sus hijos no podí­an ir. Finalmente, el hambre y la promesa de Judá de ser garantí­a por Benjamí­n hizo que Jacob cediera. Así­ como él habí­a enfrentado su difí­cil encuentro con Esaú, ahora Jacob pone su confianza en un presente para el hombre en Egipto y en el Dios Todopoderoso (cf.cf. Confer (lat.), compare 32:7–21). La oración de Jacob muestra la debilidad de su fe, no obstante, la misericordia de Dios sobrepasa sus expectativas. El oró que ¡ †¦ aquel hombre †¦ libere a vuestro otro hermano y a Benjamí­n! (14). Por vuestro otro herma no Jacob se referí­a a Simeón, pero él también fue reunido con José.
Jacob estaba lleno de aprehensión en relación con la seguridad de Benjamí­n, y sus hijos estaban preocupados de que el cielo los alcanzara en sus pecados. Cada vez que cualquier cosa inesperada ocurrí­a, les sobrecogí­a el pánico (18, 23; cf.cf. Confer (lat.), compare v. 33). La intranquilidad de sus conciencias interpretaba cada circunstancia como señal de juicio.
Cuando volvió a reunirse con ellos, José fue muy amable, preguntando con bondad por vuestro padre, el anciano, bendiciendo a Benjamí­n (Dios tenga misericordia de ti, hijo mí­o) y finalmente invitándoles a un generoso banquete. El contraste con el áspero interrogatorio previo (cf.cf. Confer (lat.), compare 42:6–16) aun más debe haberles desorientado. Y ¿cómo este primer ministro de Egipto sabí­a su rango hasta el más joven según su edad (33)? Sin embargo, ellos lo aceptaron y bebieron y se alegraron con él.
A la mañana siguiente, en el momento que se felicitaban de haber sido capaces de dejar Egipto salvos con Simeón, Benjamí­n y el abastecimiento de alimentos, su mundo se les vino abajo. De todas las personas, Benjamí­n fue arrestado por haber robado la copa de plata, y todos debí­an regresar al palacio de José. Este era el colapso de un mundo edificado sobre el odio, la mentira y la decepción, y esto revelaba su verdadero carácter. En particular, la dureza de corazón en Judá, quien habí­a sugerido la venta de José como esclavo y habí­a demandado que su nuera fuese quemada (37:27; 38:24), se mostró como un hombre cambiado. En el más lar go discurso en Gén., él aboga elocuentemente por la liberación de Benjamí­n, describiendo en forma conmovedora los efectos que tendrí­a sobre su anciano padre si Benjamí­n no regresara, ofreciéndose, por último, para tomar el lugar de su hermano. Finalmente ahora, era claro que la vieja animosidad entre los hijos de Lea (p. ej.p. ej. Por ejemplo Judá) y los hijos de Raquel (José y Benjamí­n) estaba superada. Aun cuando Jacob considerara sólo a Raquel y a sus hi jos como su verdadera familia, sus otros hijos hubieran preferido la esclavitud egipcia que quebrantar el corazón de su padre (44:33, 34).
La prontitud de Judá de sacrificarse a sí­ mismo por su hermano y su padre permitió que José revelara su propia identidad y el propósito divino detrás de su propio sufrimiento. Dios usó las malas ac ciones de sus hermanos para preservar vidas (cf.cf. Confer (lat.), compare 45:7). No me enviasteis vosotros acá, sino Dios (45:8) resume todo el propósito de la historia de José. Dios controla los hechos humanos, sean bue nos o malos, para lograr sus propósitos redentores. El Señor declaró a Abraham que a través de su †œdescendencia serán benditas todas las naciones de la tierra† (22:18). A través de José y su programa para superar la hambruna esta promesa fue parcialmente cumplida.
Al insistir en que Dios controla soberanamente los asuntos humanos, Gén. no niega la completa responsabilidad moral que los hombres tienen por sus hechos. Esto afirma ambas verdades en forma simultánea al enfatizar el profundo dolor causado por las acciones de los hermanos, la inextinguible tristeza de Jacob, la esclavitud de José y su injusto encarcelamiento, y la propia conciencia culpable de sus hermanos. Es esta convicción de la culpabi lidad y responsabilidad humanas que está detrás del áspero tratamiento dado por José a sus hermanos tanto aquí­ en los vv. 14 y 15 como en el cap. 42. No es hasta que Judá confesó la culpabilidad de ellos (16, Dios ha descubierto la culpa de tus siervos se refiere al pecado de ellos de vender a José) y mostró verdadero arrepentimiento al ofrecer tomar el lugar de Benjamí­n que el perdón y la reconciliación son posibles. Sin embargo, tan pronto como este punto se logra, la generosidad de José no supo de lí­mites e hizo toda provisión necesaria para el viaje a casa de su familia.
Cuando por fin llegaron a casa, Jacob quedó pasmado por la noticia y no creyó lo que sus hijos le dijeron. Finalmente, sin embargo, fue persuadido, y después de 20 años de lamento al fin él pudo expresar esperanza otra vez: ¡José, mi hijo, vive todaví­a! Iré y le veré antes de que yo muera.
Notas. 43:26 Esto sigue siendo sólo un cumplimiento parcial del sueño de José (cf.cf. Confer (lat.), compare 37:9, 10; 42:6). 32 La aversión egipcia de comer con extranjeros a menudo se menciona por los escritores clásicos. 44:5 Sea verdadero o falso, la afirmación de que la copa se usaba para adivinar sirvió para hacer el cargo de robo más amenazador. 28 Por primera vez José supo cómo habí­a reaccionado su padre a su desaparecimiento (cf.cf. Confer (lat.), compare 37:33). 45:8 Protector del faraón, a saber, su consejero principal. 10 GoseÅ’n estaba al este del delta del Nilo.
46:1—47:31 Jacob va a Egipto. Cuando ésta sección se compara con las dos anteriores más bien parece estar suavizada con largas listas y la sombra de la inminente muerte de Jacob. No obstante, este es el tercer y el más decisivo viaje a Egipto, en el cual Jacob abandona Canaán, la tierra de la promesa, por Egipto, la tierra de la futura esclavitud. ¿Era esto un gran error? No. La migración de Jacob no fue motivada sólo por la invitación de José; éste fue divinamente autorizado. En 46:3, 4 se registra la única visión divina en la historia de José, y en ella se le dice a Jacob: No temas descender a Egipto; se le garantizó: Yo descenderé contigo †¦ y ciertamente yo también te haré subir de allí­ (cf.cf. Confer (lat.), compare 28:15). La permanencia en Egipto serí­a sólo temporal; sin duda era parte del propósito divino (cf.cf. Confer (lat.), compare 15:13, 14). La sección concluye con Jacob ordenando a José enterrarle con sus padres en Canaán (47:29, 30). Las promesas de Dios debí­an ser cumplidas.
Es más, las promesas de hecho se encontraban muy bien encaminadas hacia su cumplimiento, ya que la familia de Jacob ahora era un total de 70 personas, número sagrado (cf.cf. Confer (lat.), compare 70 naciones de 10:2–31). Israel estaba en camino de llegar a ser la †œgran nación† prometida a Abraham (12:2) y reafirmada a Jacob (46:3). Muchos de aquellos que aparecen enlistados aquí­ fueron los ancestros de tribus y clanes en el antiguo Israel, y los primitivos lectores inmediatamente se habrí­an dado cuenta de cómo las promesas eran cumplidas.
Rápidamente la historia se concentra en el drama humano. José †œapareció† en su gloria, como en una visión a Jacob. Pero mientras le abrazaba, Jacob se dio cuenta de que realmente era José y que estaba vi vo. Este encuentro con su hijo a quien consideraba muerto transformó la actitud de Jacob hacia la muerte. Ahora estaba listo para partir en paz (cf.cf. Confer (lat.), compare Luc. 2:29), así­ como la resurrección de uno más grande que José ha permitido que muchos mueran con esperanza (1 Ped. 1:3).
Si la reunión con José era lo máximo de los deseos de Jacob, aquél miró mucho más allá. El era aquel que fue enviado para salvar vidas, y tení­a que asegurar la supervivencia de sus hermanos en Egipto. De modo que los aconsejó sobre lo que debí­an decir al faraón, eso es, que no buscaban trabajos o comida, que eran ganaderos que habí­a traí­do sus ganados consigo, y que sólo necesitaban de tierra donde apacentar, y que no serí­an carga para Egipto. 47:1–6 Esta fórmula resultó en forma brillante. Faraón estuvo contento de darles la mejor tierra en Egipto para apacentar y les invitó para que también llegaran a ser ganaderos reales. Una vez más, se espera que discernamos la invisible mano de Dios actuando (cf.cf. Confer (lat.), compare 39:3, 21; 41:37, 38).
Entonces José presentó su padre al faraón. El anciano Jacob fue llevado a la corte y ayudado a permanecer en pie ante el faraón (este es el sentido lit.lit. Literalmente de 47:7). Jacob era una figura patética, pero el faraón le mostró gran respeto, preguntándole por su avanzada edad, y fue doblemente bendecido por él. Porque a pesar de los muchos episodios malos en su vida (47:9), Jacob era preeminentemente el hombre de bendición a través de quien †œserán benditas todas las familias de la tierra† (28:14).
La bendición divina sobre Egipto fue aparentemente en forma inmediata por medio de José proveyendo a los egipcios con grano durante la hambruna. Lectores modernos de esta sección tienden a ver la polí­tica de José a los hambrientos egipcios como una cruel explotación. ¿Por qué simplemente no les dio comida en vez de exigirles a cambio del grano sus ganados, tierras y libertad? Esta no es la manera en que el ATAT Antiguo Testamento contempla la situación. Lev. 25:14–23 muestra que era considerado como un gran acto de caridad comprar la tierra del destituido y tomarles a ellos como sus empleados (†œesclavos†). En verdad tal †œesclavitud† bajo un buen empleador era considerada por algunos como pre ferible al riesgo de libertad (empleado independiente), y cuando la libertad era ofrecida, algunos esclavos la rechazaban (Exo. 21:5, 6; Deut. 15:16, 17). La esclavitud en los tiempos del ATAT Antiguo Testamento era muy diferente a la severa explotación que estaba implí­cita en el tráfico de esclavos en el Atlántico en los siglos recientes. La esclavitud en el ATAT Antiguo Testamento bajo un patrón benevolente en su mejor sentido significó un trabajo de por vida. Ciertamente esta era la ma nera en que los egipcios vieron las acciones de José, puesto que ellos declararon: ¡Nos has dado vida! †¦ seremos siervos del faraón (47:25).
La sección concluye con un vistazo del cumplimiento de la promesa a medida que los israelitas fueron fecundos y se multiplicaron mucho (cf.cf. Confer (lat.), compare 17:22, 6; 28:3). También contiene una mirada hacia la sección siguiente, la muerte y sepultura de Jacob (caps. 48–50). Hay †œindicadores† frecuentes en Gén. anticipando los contenidos de la sección siguiente al final de la sección anterior (p. ej.p. ej. Por ejemplo 6:5–8; 9:18–27; 37:36; 39:20; 41:57; 45:28).
Notas. 46:1 Sobre Beerseba cf.cf. Confer (lat.), compare 21:14. 4 Y la mano de José cerrará tus ojos es una promesa de que Jacob morirí­a en paz. 12 Hesrón y Hamul, los hijos de Fares (38:29), presumiblemente fueron, como los hijos de José (46:27), nacidos en Egipto. Probablemente los hijos de Benjamí­n también fueron egipcios de nacimiento (46:21). 34 Los egipcios abominan a todo pastor de ovejas probablemente refleja la desconfianza común que los habitantes urbanos tení­an de los pueblos nómadas (cf.cf. Confer (lat.), compare actitud hacia los gitanos y los †œviajeros† en la sociedad moderna). 47:11 La tierra de Ramesés, a saber, cerca de la ciudad de Ramesés (Exo. 1:14; 12:37), aparentemente era otra forma de designar a Gosén.

48:1-50:26 Los últimos dí­as de Jacob y José

La extendida descripción de la muerte de Jacob y su entierro parece un mórbido melodrama. En realidad, esto es una celebración del cumplimiento de las promesas. En Betel (Luz) Dios habí­a prometido a Jacob que le multiplicarí­a y le darí­a tierra (cf.cf. Confer (lat.), compare 35:11, 12). Ahora Jacob meditó en cuánto las promesas habí­an llegado a ser verdad. Nunca habí­a esperado ver a José nuevamente, sin embargo, habí­a visto a sus nietos también (48:11). También poseyó tierra en Canaán: una tumba en Mamre (49:29–32) y una franja de tierra tomada de la mano de los amorreos (48:21, 22).
Sin embargo, esto era sólo un anticipo del futuro cumplimiento. La adopción que Jacob hace de Efraí­n y Manasés como sus propios hijos presagiarí­a la función que ambos desempeñarí­an como dos de las más grandes tribus de Israel, a la par con las tribus que descendieron de Simeón y Rubén, hijos de Jacob (48:5).
Pero en el cap. 49 Jacob miró mucho más adelante y vio por anticipado a todos sus hijos llegando a ser tribus y asentándose en distintas partes de la tierra de Canaán. Judá serí­a famoso por sus viñedos, Zabulón por su vocación marinera, Aser por sus prósperas cosechas (49:11, 13, 20). Luego, habiendo pintado un cuadro del futuro glorioso de Israel en Canaán y otra vez insistiendo en que se le sepultase allí­, Jacob murió. El cap. 49 se llama la ben dición de Jacob, aunque no todas sus expresiones son bendiciones (p. ej.p. ej. Por ejemplo vv. 3–7), y es uno de los poemas más antiguos en el ATAT Antiguo Testamento. Debido al hecho de que muchos de los comentarios se relacionan con los incidentes de Gén., parece haber sido compuesto como una unidad y no es meramente una colección de dichos que originalmente eran independientes. En este cap. Jacob reflexiona sobre los logros de sus hijos del pasado y futuro, más o menos en el or den de su nacimiento. Es, por lo tanto, uno de los textos proféticos más tempranos del ATAT Antiguo Testamento. Pero, como suele suceder en la poesí­a profética, algunas de las palabras tienen un sentido oscuro y su traducción es difí­cil.
Después de un magní­fico funeral egipcio, el cadáver de Jacob fue llevado en procesión solemne a Canaán. Esto no era simplemente la acción de sus hijos de cumplir con los últimos deseos de su padre, sino una profecí­a en acción del éxodo, cuando todos sus descendientes dejarí­an Egipto y regresarí­an a la tierra prometida. Aun la ruta poco común que tomó la procesión, bordeando el mar Muerto y entrando a Canaán desde el este, parece anticipar el camino tomado por los israelitas guiados por Moisés y Josué. En manera similar, cuando José murió, él les hizo jurar que llevarí­an de allí­ sus restos (50:25). Así­, Gén. termina con una nota de expectativa, o mejor, de seguridad, de que las promesas hechas al principio a Abraham, y luego repetidas a sus hijos y nietos, serí­an cumplidas.
La posesión de la tierra es, sin embargo, sólo un aspecto de las promesas hechas a Abraham, y estos caps. finales se ocupan de otros asuntos. La muerte de Jacob hizo surgir otra vez la cuestión de relaciones entre José y sus hermanos, los cuales se preguntaban si él no usarí­a la oportunidad para vengarse. Sorprendido por tal sugerencia, José reiteró su interpretación de la situación: Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien, para †¦ mantener con vida a un pueblo numeroso (50:20; cf.cf. Confer (lat.), compare 45:5–8). Serí­a por medio de los descendientes de Abraham que todas las naciones encontrarí­an bendiciones, y esto fue parcialmente cumplido en la carrera de José como organizador de alivio para la hambruna. Pero la bendición de Jacob miraba aun más al futuro. De Judá vendrí­a un gobernador de las naciones, cuya era probarí­a ser tan próspera que lava en vino su vestidura y en sangre de uvas su manto (49:11). En una manera preliminar, esta profecí­a fue cumplida en la prosperidad de David y Salomón, pero en una más amplia por nuestro Señor en su primera venida. Será cumplida cabalmente en su segundo advenimiento (véase también nota abajo). Así­, Jacob y José murieron en esperanza: †œ †¦ sin haber recibido el cumplimiento de las promesas. Más bien, las mi raron de lejos y las saludaron †¦ ellos anhelaban una patria mejor †¦ la celestial† (Heb. 11:13, 16, 40).
Notas. 48:5, 6 Adoptar nietos, colocándolos así­ a la par con hijos, se conoce en otros lugares en el antiguo Cercano Oriente. 8 La pregunta de Jacob: ¿Quiénes son éstos? puede explicarse por su ce guera, o puede ser una exigencia legal en el ritual de adopción. 11 La oración muy sentida de Jacob (43:14) habí­a sido contestada más allá de todo lo que él esperaba (cf.cf. Confer (lat.), compare Ef. 3:20). 13–20 El lugar a la mano derecha era el de honor y bendición en tiempos bí­blicos (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 11:29; Mat. 25:33). Jacob deliberadamente ubicó a Efraí­n, el menor, por encima de Manasés, el primogénito, una práctica frecuente en Gén. (cf.cf. Confer (lat.), compare 4:1–8; 38:27–40; cap. 27). 22 Esto parece ser una referencia a la conquista de la ciudad de Siquem por los hijos de Jacob (34:25–29). Jacob habí­a comprado la tierra cercana (33:18, 19), y luego José fue sepultado en esta área (Jos. 24:32).
49:3, 4 Como otros hijos de más edad (Caí­n, Ismael y Esaú), Rubén perdió su posición privilegiada por causa de su pecado (véase 35:22). 5–7 Estos versí­culos se refieren a los ataques de 34:24–29. 6 En la literatura cananea, a veces se refiere a los lí­deres como †œtoros† o †œbueyes†; así­ el hecho de desjarretar a un toro puede significar el matar a los lí­ deres, Hamor y Siquem, o puede ser una manera de describir la inconveniencia que Jacob sufrió como el resultado del ataque (cf.cf. Confer (lat.), compare 34:30). 7 A los levitas no se les dio territorio propio, sólo 48 ciudades leví­ticas. La tribu de Simeón fue absorbida por Judá (Jos. 19:1–9; 21). 8–12 Aunque el sentido general de esta bendición es claro (predice la supremací­a de Judá entre las tribus), muchos detalles son inciertos. 8 Tu mano estará sobre el cuello de tus enemigos, eso es, tú los vencerás. 9 Serí­a tan peligroso desafiar a Judá como a un león guardando a su presa. Este es el origen de la expresión †œel León de Judᆝ. 10 Judá siempre tendrí­a un descendiente (de entre sus pies) que gobernarí­a la nación (cetro y vara eran sí­mbolos de autoridad). Una pequeña enmienda se encuentra en algunos mss.mss. Manuscritos que agregarí­a †œaquel a quien le pertenece† (véase la nota en la RVARVA Reina-Valera Actualizada), dando la idea de †œhasta que el tributo se le presente†. La interpretación exacta de esta lí­nea es difí­cil, pero casi toda sugerencia la considera como refiriéndose a una predicción del imperio de David en que muchas naciones obedecerí­an al rey de Judá (Sal. 72:8–11). Este rey serí­a el precursor del hijo de David a quien todas las naciones se someterí­an (cf.cf. Confer (lat.), compare Fil. 2:10, 11). 11 La cosecha de uvas serí­a tan abundante en aquellos dí­as que el rey daví­dico no se preocuparí­a por el borriquillo que comí­a las uvas cuando estaba atado a la vid más fina. Lava en vino su vestidura es otra fi gura de la abundancia de vino (cf.cf. Confer (lat.), compare Lev. 26:5). 12 Esta es probablemente una descripción de la hermosura del lí­der. 13 A la tribu de Zabulón se le otorgó un territorio tierra adentro en Galilea, y no sa bemos cuándo ni por cuánto tiempo ellos vivieron en la costa. 14, 15 Estos versí­culos parecen reflejar una etapa en la historia de Isacar cuando ellos estuvieron esclavizados a los cananeos. 16, 17 Estos versí­culos miran hacia adelante a los éxitos militares de la tribu de Dan, los cuales beneficiaron a la nación de Israel (cf.cf. Confer (lat.), compare las hazañas de Sansón, Jue. 13–16; y la conquista de Lais, Jue. 18:27). 18 A pesar de los éxitos menores descritos en el libro de Jue., el periodo posterior a la conquista llegarí­a a ser difí­cil para la nación, de modo que Jacob oró por ellos. 19 Gad fue una tribu fronteriza y siempre estuvo involucrada en guerras. 20 La tierra fértil de Aser produjo comida digna de reyes. 21 Es posible que este sea un cuadro de Neftalí­ asentándose lentamente en Canaán. 22 La figura, ya sea de un asno montés (nota de la RVARVA Reina-Valera Actualizada) o (menos probable) de una fructí­fera vid, expresa el vigor y la fortaleza de la tribu. 23, 24 Estos versí­culos probablemente hacen referencia a la oposición que José enfrentó a través de su carrera. Sin embargo, sus oponentes fueron silenciados por Dios. 25, 26 Nótese la mención de †˜†œbendecir†/†œbendición† seis veces en estos versí­culos. Esta es una palabra clave en Gén. Aquí­ la bendición divina se manifiesta especialmente en el abundante abastecimiento de aguas, eso es, lluvia (el cielo), manantiales (el océano), en muchos hijos (senos y matriz) y en colinas fértiles. 27 Probablemente este v. se refiere a las hazañas militares de los guerreros de la tribu de Benjamí­n (Jue. 3:15–30; 5:14) y posiblemente a Saúl (1 Sam. 10–14). 31 Esta es la única mención de los entierros de Rebeca y Lea (cf.cf. Confer (lat.), compare 23:19; 25:9; 35:29).
50:2, 3 El embalsamamiento de Jacob muestra su alta posición alcanzada en Egipto. 10 La era de Atad estaba en algún lugar cercano a la frontera de Canaán, quizás cercano a Gaza o Jericó. Si el último, esto implicarí­a que la procesión funeraria tomó la misma ruta de los israelitas en el éxodo. 15-17 Se supone generalmente que los hermanos de José inventaron este último mensaje de Jacob, pero no podemos estar seguros.
G. J. Wenham

Fuente: Introducción a los Libros de la Biblia

El libro del Génesis prepara al lector para la legislación pentatéutica; nos narra cómo Dios escogió a una familia particular para guardar su revelación, y cómo entrenó al pueblo escogido para cumplir esa misión. Por la naturaleza de su contenido, el libro consiste de dos partes algo desiguales; los capítulos 1-11 presentan los rasgos de una historia general, mientras que los capítulos 12 – 50 contienen la historia peculiar del pueblo escogido. Por un artificio literario, cada una de esas partes se subdivide en cinco secciones que varían en extensión. Las secciones son introducidas por la frase elleh tholedhoth (estas son las generaciones) o su variante zeh sepher toledhoth (este es el libro de las generaciones). Sin embargo, “generaciones” es sencillamante el significado etimológico del hebreo toledhoth; en su contexto, la fórmula puede apenas significar una tabla genealógica, pues no está ni antecedida ni seguida de tales listas. Puesto que las historias orientales generalmente inician con registros genealógicos, y en cierta medida consisten en esos registros, uno naturalmente interpreta la fórmula mencionada arriba y su variante, como si significaran “esta es la historia” o “este es el libro de la historia”. En dichas frases “historia” no debe ser entendida como una narración apoyada en el folklore, como cree el P. Von Hummelauer («Exegetisches zur Inspirationsfrage, Biblische Studien», Friburgo, 1904, IX, 4, pp. 26-32), sino como un registro basado en genealogías. Aún más, frecuentemente la fórmula introductoria hace referencia a alguna característica sobresaliente de la sección precedente, formando así una transición y conexión entre las partes sucesivas. Por ejemplo, Gn. 5,1 se refiere a Gn 2,7 ss. ; 6,9 a 5,29 ss. y 6,8; 10,1 a 9,18-19, etc. Por último, el autor sagrado trata brevemente sobre las familias o tribus no escogidas y siempre las considera antes que a la rama escogida de la familia. Habla de Caín antes de hablar de Set; igualmente Cam y Jafet preceden a Sem; el resto de la posteridad de Sem antecede a Abraham; Ismael va antes de Isaac; Esaú precede a Jacob.

Teniendo en mente esos datos generales de los contenidos y la estructura literaria del Génesis, fácilmente podremos entender el siguiente cuadro analítico.

  • Introducción (Gn. 1,1 – 2,3): Consiste en el Hexameron (relato de los seis días de la creación); enseña el poder y la bondad de Dios según se manifiesta en la creación del mundo y también la dependencia de la creaturas del dominio del Creador.
  • Historia general (2,4 – 11,26): El hombre no reconoció su dependencia de Dios. Como resultado, Dios deja a los desobedientes al amparo de sus propios recursos y escogió a una familia o a un individuo como depositario de su revelación.
    • Historia del Cielo y de la Tierra (2,4 – 4,26): Aquí tenemos la historia de la caída de nuestros primeros padres, 2,5 – 3,24; del fratricidio de Caín, 4,1-16; la posteridad de Caín y su eliminación, 4,17-26.
    • Historia de Adán (5,1 – 6,8) El autor enumera a los setitas, otra línea de descendientes de Adán, 5,1-32, pero muestra que ellos también se corrompieron de tal modo que sólo uno de ellos encontró gracia ante Dios, 6,1-8.
    • Historia de Noé (6,9 – 9,29)- Ni el diluvio que destruyó a toda la raza humana, excepto la familia de Noe, 6,11 – 8,19, ni la alianza de Dios con Noé y sus hijos, 8,20 – 9,17, logró el arrepentimiento de la familia humana, y sólo uno de los hijos de Noé fue elegido como portador de las bendiciones divinas, 9,18-29.
    • Historia de los hijos de Noé (10,1 – 11,9) La posteridad de los hijos no elegidos, 10,1-32, trajo un nuevo castigo a la raza humana debido a su orgullo, 11,1-9.
    • Historia de Sem (11,10- 26): La posteridad de Sem es enumerada hasta Téraj, el padre de Abraham, por cuya descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra.
  • Historia especial (11,27 – 50,26): El autor inspirado describe aquí la providencia especial que obraba sobre Abraham y sus descendientes, quienes se convirtieron en un gran pueblo en Egipto. Al mismo tiempo, elimina a los hijos de Abraham que no son hijos de la promesa de Dios. Esto enseña a los israelitas que la simple descendencia carnal de Abraham no basta para hacerlos verdaderos hijos de Abraham.
    • Historia de Téraj (11,27 – 25,11): Esta sección narra la llamada de Abraham, su transmigración a Canaán, su alianza con Dios y sus promesas.
    • Historia de Ismael (25,12-28): Esta sección elimina las tribus que nacen de Ismael.
    • Historia de Isaac (25,19 – 35,29): Tenemos aquí la historia de los hijos de Isaac, Esaú y Jacob.
    • Historia de Esaú (36,1 – 37,1): El autor sagrado proporciona una lista de la posteridad de Esaú; no pertenece al pueblo escogido.
    • Historia de Jacob (37,2 – 50,26): La parte final del Génesis nos habla del destino de la familia de Jacob hasta la muerte del patriarca y de José.

Lo que se ha dicho muestra un plan uniforme en la estructura del Génesis, al que algunos estudiosos prefieren llamar “esquematismo”.

  • (a) La totalidad del libro está dividida en diez secciones.
  • (b) Cada sección es introducida por la misma fórmula.
  • (c) Las secciones están organizadas según un plan definido, con la historia de las ramas laterales precediendo siempre a las partes correspondientes de la línea principal.
  • (d) Dentro de las secciones, la fórmula introductoria o el título son generalmente seguidos por una breve repetición de algún detalle significativo de la sección precedente, dato que ya fue notado y explicado por autores tales como Rábano Mauro (Comment. In Gen., II, XII; P.G., CVII, 531-2), pero que ha sido malinterpretado por críticos recientes a un argumento a favor de la diversidad de fuentes.
  • (e) La historia de cada patriarca habla del desarrollo de su familia durante su vida, mientras que el relato de su vida varía entre una mera nota consistene de unas cuantas líneas, y una descripción más larga.
  • (f) Cuando se da la vida del patriarca en mayor detalle, la narración termina en forma casi uniforme, indicando la duración de su vida y su sepultura entre sus ancestros (cf. 9,29; 11,32; 25,7; 35,28; 47,28).

Un plan tan definido muestra que el libro fue escrito con un objetivo definido y según una organización preconcebida. Los críticos atribuyen ese orden al “redactor” final del Pentateuco, quien adoptó, según esa opinión, el marco genealógico y el “esquematismo” del código sacerdotal. Posteriormente se analizará el valor de tales opiniones; por el momento, baste saber que hay una unidad notable a través de libro del Génesis (cf. Kurtrz, «Die Einheit der Genesis», Berlín, 1846; Delattre, «Plan de la Genèse» en «Revue des quest. hist.», Julio, 1876; XX, pp. 5-43; Delattre, «Le plan de la Genese et les generations du ciel et de la terre» en «La science cath.», 15 oct., 1891, V, pp. 978-89; de Broglie, «Etude sur les genealogies bibliques» en «Le congres scientif. internat. des catholiques de 1888», París, 1889, I, pp. 94-101; Julian, «Etude critique sur la composition de la Genese», Paríis, 1888, pp. 232-50).

Vea además el artículo Pentateuco.

Fuente: Maas, Anthony. «Pentateuch.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911.
http://www.newadvent.org/cathen/11646c.htm

Traducido por Javier Algara Cossío. L H M

Fuente: Enciclopedia Católica