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Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
(-> creación, ecología, vegetarianos). írboles y plantas forman un entorno básico de la vida* de los hombres, como aparece ya en el principio, en el relato del paraíso (Gn 2-3), con el árbol de la vida y del conocimiento* del bien/mal.
(1) Arboles sagrados. La Biblia está llena de árboles significativos, entre los que destacan aquellos que Dt 8,8 considera fuente de alimentos básicos: higueras y olivos, granados y datileras. Hay árboles nobles, que no quieren reinar porque son verdaderos reyes de la creación, como el olivo y la higuera (Je 9,9-10). Por otra parte, la Biblia ha condenado el culto de los árboles sagrados, vinculados en general con la diosa Ashera*. Suelen ser árboles frondosos (cf. Dt 12,2; 1 Re 14,23; 2 Re 16,4; Is 57,5), entendidos casi siempre como símbolo de una divinidad femenina. De todas formas, la misma Biblia conserva el recuerdo de árboles o bosques vinculados a la divinidad, como es normal en el contexto del antiguo Oriente. Así tenemos la encina sagrada de Moré o de la visión, que está cerca de Siquem, junto al santuario de Yahvé (Gn 12,6; 35,4; Dt 11,30; Jos 24,26; Je 9,6.36) y el encinar de Mambré (Gn 13,18; 14,13; 18,1); también es sagrada la palmera de Débora (Je 4,5). En esa línea se sitúan las referencias al árbol de la vida en 1 Hen y a los árboles del paraíso en Ap 21-22.
(2) Arboles del paraíso. En el paraíso de Gn 2-3 hay muchos árboles, pero sólo dos son significativos para el texto, y los dos tienen carácter simbólico, (a) El árbol de la vida (Gn 2,9; 3,22.24) resulta conocido en diversas culturas de Oriente (Mesopotamia…) y muchos han querido poseerlo desde antiguo, para alcanzar aquello que les falta (la inmortalidad). Pues bien, el texto bíblico dice que ese árbol de Vida de Dios está en el centro del huerto, al alcance de las manos, de manera que Adán-Eva podrían haberlo comido, (b) Arbol de la ciencia del bien y del mal (Gn 2,9.17). De manera sorprendente, al lado del árbol de la vida hay otro del conocimiento del bien/mal, que los mitos del entorno no conocen, porque ignoran la más honda unión que Israel ha destacado entre opción moral (árbol del bien/mal) y plenitud escatológica (árbol de vida), (c) Relación entre los dos árboles. El hombre sólo puede alcanzar el árbol de la vida (la gracia de la trascendencia) caminando a través del árbol de la Ley (bien/mal), pero sin comerlo, sin adueñarse de él por la fuerza. Según eso, la gracia de la vida es anterior a toda ley, pero sólo podemos recibirla de forma responsable si asumimos la ley fundadora, sin querer hacemos dueños del bien y del mal. En este contexto se sitúa la paradoja de la existencia del hombre, que necesita la Ley para ser humano (debe situarse ante el árbol del conocimiento del bien/mal), pero no puede apoderarse de ella y comerla (como se comen las plantas). Sin Ley (árbol del bien/mal) no existe humanidad. Pero donde sólo existe ley y donde el hombre quiere apoderarse de ella para adueñarse por sí mismo de la vida, él se destmye, como supone el «pecado» de Eva, del que Adán participa (cf. Gn 3,1-8). El árbol de la vida se identifica de algún modo con Dios, como meta y sentido de la existencia de los hombres. Por el contrario, el árbol de la ciencia del bien y del mal está vinculado a la opción de los hombres y constituye el hilo conductor de la visión bíblica de la historia.
(3) El árbol de la ciencia. Sentido. Este árbol ocupa en la Biblia un lugar muy importante, (a) Es un árbol de Ley, que nos permite distinguir entre lo bueno y malo, como dice la palabra clave de Dt 30,15: «Pongo delante de ti bien y mal, vida y muerte… mira ya y escoge». Por eso es señal del compromiso que el pueblo asume ante Dios, prometiendo así cumplir las leyes de su pacto, (b) Es un árbol de amenaza, que muestra a los hombres-mujeres el riesgo en que se encuentran de cerrarse en sí mismos, convirtiendo su vida en objeto de deseo violento y de muerte, (c) Pero puede y debe convertirse en principio amoroso de gracia, que nos lleva más allá de la pura ley, dominada por el bien y el mal, hacia el lugar donde ya no hay ley, sino sólo amor universal. Por eso, «comer» de ese árbol significa rechazar a Dios, queriendo ocupar su lugar, rechazando así la vida.
(4) El árbol de la vida. También es importante el árbol de la vida, conocido ya en otras culturas de Oriente, desde Mesopotamia hasta Grecia. Dentro de la Biblia, este árbol forma parte del relato de la creación (cf. Gn 2,9.17; 3,17), donde se identifica de algún modo con lo divino, como expresión y sentido de la vida humana. Al querer apoderarse del árbol del conocimiento del bien y del mal, los hombres han perdido el árbol de la vida (Gn 3,22-24), que el Serafín de Dios custodia con su espada de fuego. Sin embargo, la nostalgia y deseo del árbol de la vida ha venido siguiendo a los israelitas desde entonces, como supone el libro de Henoc cuando promete: «Entonces ese árbol será dado a los justos y humildes. Vida se dará a los elegidos por sus frutos… y vivirán una larga vida, como vivieron tus padres en sus días, sin que les alcance pesar, dolor, tormento ni castigo» (1 Hen 25,4-6). De todas formas, el sentido de ese árbol en 1 Hen 6-36 es diferente, porque se supone que no han sido los hombres los que han comido de sus frutos, sino que lo han hecho por ellos (contra ellos) los Vigilantes, que han querido ocupar de esa manera el lugar de Dios y han destruido la vida de los hombres por el deseo inmoderado (sexo), la violencia destructora y el conocimiento pervertido. A pesar de ello, los hombres podrán comer al fin sus frutos y vivir sin miedo. En esa misma línea se sitúa el Apocalipsis, cuando dice que los justos podrán alcanzar el árbol de la vida, curarse con sus hojas y alimentar se con sus frutos en la nueva Jerusalén (cf. Ap 2,7; 22,2.14).
(5) Apocalipsis. En sentido general, los árboles (dendra) son para el Ap un signo privilegiado de la vida del mundo. Por eso, mientras haya hombres (justos), los árboles resultan necesarios para su sustento (Ap 7,1; 9,4), de manera que la primera trompeta* sólo destruye la tercera parte de ellos. Hay algunos especiales, (a) Olivo. Produce aceite de lujo, propio de ricos, en tiempo de hambre, apareciendo así como signo de injusticia (6,6; 18,13). Pero, en otra perspectiva simbólica, los dos profetas finales de 11,4 son olivos buenos: producen aceite para alumbrar el santuario de Dios (cf. Za 4,2). (b) Arboles de perfumes. El cinamomo y el incienso (cf. 8,3.5; 18,13) provienen de árboles y pueden emplearse tanto para el servicio de Dios como para acentuar la injusticia social y económica, lo mismo que los restantes perfumes (cf. 5,8; 8,3-4; 18,13). (c) El árbol de la vida*. No se le llama dendron sino xylon (palabra que se aplica en 9,20 a la madera de los ídolos, y en 18,12 a las maderas ricas). Este xylon, que recuerda al de Gn 2, es el don final de la vida (comida*) que Jesús ofrece a los salvados, a los lados del río que brota del trono de Dios y del Cordero (2,7; 22,2.19).
Cf. E. O. James, The Tree of Life, an Archaeological Study, Studies in the History of Religions, Brill, Leiden 1966; H. Hóhler, Die Bauine des Lebens. Baumsymbole in den Culturen der Menschheit, DVA, Stuttgart 1985.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
Los comentarios en el artículo sobre * Plantas, relativos a la incertidumbre en cuanto a su identificación, se aplican igualmente a los árboles.
Los árboles y la madera se mencionan con frecuencia en la Biblia. La Tierra Santa misma no puede haber sido nunca densamente poblada de árboles, aun cuando se sabe que existían bosques en zonas actualmente desprovistas de árboles. Partes de la llanura de Sarón estaban cubiertas de robles de hoja caduca, mientras que en buena parte de la región montañosa había robles de hoja perenne, incluyendo el Carmelo, donde todavía existen en alguna medida. El pino carrasqueño (o de Alepo) también crecía en suelos adecuados en las montañas. Basán y el Líbano eran fuentes importantes de obtención de madera, y el cedro del Líbano es famoso. La madera era necesaria para la construcción de edificios (aun cuando para las viviendas humildes las ramas toscas servían), barcos, instrumentos musicales, herramientas agrícolas, artículos para el hogar, y hasta ídolos.
Acacia (heb. šiṭṭimm, °vrv1 “Sittim”, y “espinos” en Is. 41.19). Varias especies de acacia (Acacia albida, A. tortilis, A. iraqensis) existen en los uadis del desierto de Sinaí y en el cálido valle del Jordán, donde el lugar geográfico Sitim recibió su nombre de dicho árbol (Jos. 2.1). La madera dura de este árbol fue usada por los israelitas para el arca y partes del *tabernáculo o tienda de reunión (Ex. 25). Estos árboles espinosos y de ancha copa se encontraban entre los pocos árboles disponibles en Sinaí, adecuados para proporcionar trozos de madera de tamaño utilizable.
Álamo (heb. liḇneh; beḵā˒ı̂m, 2 S. 5.23–24; 1 Cr. 14.14–15; °vrv2 “balsameras”; °vrv1 “morales”). Cuando Jacob engañó a Labán se valió de varas de álamo, avellano y castaño (Gn. 30.37). El álamo (Populus eufratica) es alto y con hojas que susurran (2 S. 5.23–24; 1 Cr. 14.14–15) y, como el sauce (véase inf.), crece al lado del Jordán y los arroyos donde las ramas echan raíces fácilmente (Os. 14.5, °nbe, °nc). Por consiguiente es poco probable que se lo encuentre en las cimas de las montañas, como uno de los árboles de sombra bajo los cuales se hacían sacrificios y ofrendas (Os. 4.13). Esta podría ser una referencia al estoraque (Styrax officinalis), que tiene hojas blancas en su superficie inferior. Se piensa que la “rama” de Gn. 49.22 (°vp “planta”) puede haber sido el álamo del Éufrates.
Almendro. El almendro (Prunus dulcis o Amygdalus communis) florece en la Tierra Santa ya en enero. Su nombre heb. šāqēḏ, ‘el que vela’, da la idea del primero de los árboles frutales en cobrar vida después del invierno. Las flores son blancas con un tinte rosáceo, por lo que se evidencia la analogía con el patriarca de cabellos canos (Ec. 12.5). La belleza del almendro era frecuentemente copiada en adornos (Ex. 25.33–34). Además de producir aceite, el meollo constituía alimento favorito en Palestina, y era regalo aceptable, como cuando Jacob envió almendras a Egipto (Gn. 43.11). Probablemente se haga referencia a él en Gn. 30.37, donde °vrv2 traduce “avellano”, y se menciona en Jer. 1.11–12, donde un juego de palabras (con šāqēḏ y šōqēḏ) ilustra el rápido cumplimiento de las promesas por parte de Dios. Véase A. Goor y M. Nurock, Fruits of the Holy Land, 1968, pp. 241–254.
Almugguim (heb. ˒almûggı̂m, 1 R. 10.11–12; la mayoría de las vss. traduce “sándalo”, mientras que °bj y °ci retienen el vocablo heb.). Importado por Judá con oro de Ofir. La ubicación de Ofir sigue siendo conjetural, y la identidad del árbol es incierta. La tradición lo equipara con el sándalo rojo (Pterocarpus santalinus), que es un árbol leguminoso grande originario de la India y Ceilán. Otros sostienen, empero, que tanto el ˒algûmmı̂n como el ˒almûggı̂m deberían equipararse con un árbol del Líbano.
Castaño (heb. ˓armôn, Gn. 30.37; Ez. 31.8). El “castaño” (°vrv2, °vp) no es autóctono de la región; en cambio el “plátano” (Platanus orientalis; °bj y otras vss., “plátano”; °vm “plátano oriental”), árbol grande de hojas caducas, crece en lechos rocosos de arroyos en la Palestina septentrional. Tiene hojas digitadas y capítulos colgantes redondos.
Cedro (heb. ˒erez; gr. kedros). Se trata del cedro del Líbano, Cedrus libani, conífera grande y extendida que anteriormente abundaba en el mte. Líbano, donde en la actualidad está reducida a pocos ejemplares dispersos, y se los protege. La madera era altamente estimada por su durabilidad y se usó, por ejemplo, en la contrucción de la casa de David (2 S. 5.11, etc.), el templo de Salomón (1 R. 5.6–10, etc.) y el templo nuevo edificado después el exilio babilónico (Esd. 3.7). Hay textos extra bíblicos que afirman que Nabucodonosor explotaba los bosques libaneses (cf. Hab. 2.17). Salomón tenía carros, o más probablemente sillas de manos (heb. ˒appiryôn), hechos de cedro (Cnt. 3.9). El cedro puede alcanzar una altura de 40 m, y los escritores del AT lo usaban como figura de estatura en el hombre (Ez. 31.3; Am. 2.9), de magnificencia (Sal. 92.12), y majestad (2 R. 14.9). El significado del heb. ˒ezrāḥ en el Sal. 37.35 es oscuro (°vrv2 ‘laurel verde”, °vm “árbol vigoroso”, °bj “cedro del Líbano”), pero en otras partes del AT significa “autóctono’, y aquí se indica una planta originaria de Palestina.
La madera de cedro que quemaba el sacerdote durante la purificación levítica (Lv. 14.4–6, 49–52; Nm. 19.6) no sería cedro del Líbano sino un árbol pequeño del desierto sinaítico, el enebro fenicio, Juniperus foenicea, que despide fragancia cuando se lo quema. Véase Pino, inf.
Ciprés. Árbol (Cypressus sempervirens) con un desarrollo denso, de 13–20 m de altura, con numerosas ramas con hojas escamadas, y que proporciona una madera excelente. Con frecuencia se los planta en los cementerios mediterráneos como variedad columnar (var. pyramidalis). °vrv2 traduce como “ciprés” el heb. berôš (Is. 41.19; 55.13; °vrv1 “haya, °vm “abeto”), mientras que la variante berôṯı̂m (Cnt. 1.17) se traduce “pino” en rsv. Según los elementos de prueba el ciprés sería el heb. te˒aššûr (Is. 41.19; 60.13; °vrv2 “boj”; °vrv1 tiene “álamo” en el primer caso). La referencia en Os. 14.8 al “ciprés siempre verde” (°bj) o “abeto verde” (°vm) o “haya verde” (°vrv2) prosigue con una mención de su fruto, presumiblemente comestible. Probablemente se trate del Pinus pinea, que tiene copa extendida y semillas comestibles en la piña.
Ébano (heb. hoḇnı̂m, Ez. 27.15; egp. hbny). El duramen negro rojizo del Dalbergia melanoxylon, árbol leguminoso de las partes más secas del África tropical. Se lo usaba extensamente en el antiguo Egipto para muebles finos, vasijas valiosas, enchapados, cetros, e ídolos. Sólo posteriormente se aplicó esta palabra egp. a las maderas de negro azabache del género Diospyros que se obtenían en el África tropical, y ahora especialmente al D. ebenum de Ceilán. Véase A. Lucas y J. R. Harris, Ancient Egyptian Materials4, 1962, pp. 434–435; F. N. Hepper, “On the transference of plant names”, PEQ 109, 1977, pp. 129s.
Encina (heb. tirzâ, Is. 44.14, °vrv1; °vrv2 “ciprés”). Madera usada para hacer ídolos paganos. Si la encina de °vrv1 indica la madera de la encina perenne (Quercus ilex) de la zona del Mediterráneo central, se la hubiera tenido que importar. En cambio evidentemente la referencia es, según el contexto, a un árbol autóctono, tal como alguno de los robles de la zona. °vrv2 y °vm traducen la palabra heb. por “ciprés” (Cypressus sempervirens); otras vss. tienen “roble” (°bj ); ambos son nativos de Palestina. La palabra heb. tirzâ es semejante a la palabra ugarítica tisr para ciprés.
Las palabras heb. ˒allôn y ēlôn tamb. se vierten encina (°vrv2), además de “roble” (°vm). En Palestina hay tres especies de roble (Quercus). La coscoja (Q. coccifera, conocida tamb. como Q. calliprinos) es una siempre verde que habita los montes, donde se la ve frecuentemente como un arbusto, si bien la variedad palestina puede llegar a formar un árbol redondeado con tronco robusto cuando está protegida. Uno de los robles de hoja caduca (Q. infectoria) probablemente no se mencione en la Biblia, debido a su distribución limitada en altitudes considerables. El otro, el roble de Vallonea o Tabor (Q. aegilops, conocido tamb. como Q. ithaburensis), se encuentra en las tierras bajas de la Palestina, pero la tala extensa ha eliminado los bosques que anteriormente cubrían la llanura de Sarón. Es un árbol fuerte, de madera dura, que alcanza una gran edad, y su fruto, o bellota, está inserta en una copa. Hay cierta confusión con el terebinto, que alcanza una altura similar y tiene nombre heb. semejante, si bien botánicamente son diferentes.
La encina o roble era árbol favorito debajo del cual sentarse (1 R. 13.14), o sepultar los muertos (Gn. 35.8; 1 Cr. 10.12). Los árboles solitarios constituían mojones (1 S. 10.3; °vrv1 “campina”). Su madera poco se menciona; es dura y se usaba para hacer remos (Ez. 27.6). Basán era renombrada por sus encinas (Is. 2.13; Ez. 27.6; Zac. 11.2), y hasta el día de hoy pueden verse hermosos ejemplares adultos de Q. aegilops en esa región. La tintura escarlata o carmesí, empleada en ritos heb. (Ex. 25.4; 26.1; He. 9.19, etc.), se obtenía de un insecto cóccido que cubría las ramitas de la encina coscoja. Absalón quedó atrapado por el cabello en una encina (2 S. 18.9–10).
El heb. ˒ašērâ se traduce en °vrv1 (siguiendo la LXX alsos) como “bosque” o “(lugar) alto” idolátrico (Ex. 34.13; Dt. 16.21; 2 R. 17.16, etc.), dado que se pensaba que se refería a un encinar o robledo. En cambio los entendidos actuales sostienen que no se trata de una referencia a árboles sino a una imagen o un asta cúltica de la diosa cananea Asera (así °vrv2), consorte de Él. No obstante, con frecuencia también había árboles en torno a la cuestión: “No plantarás ningún árbol para Asera” (Dt. 16.21); “Sacrificaron … debajo de las encinas, álamos y olmos que tuviesen buena sombra” (Os. 4.13). Hasta el día de hoy pueden verse en diversas partes de Palestina bosques “sagrados” de encinas y terebintos.
Granado (heb. rimmôn). Árbol pequeño o arbusto (Punica granatum) que se cría en forma silvestre en algunos países orientales, y que se estima y cultiva grandemente desde épocas primitivas. Varios lugares en Palestina llevan su nombre, p. ej. Rimón (Jos. 15.32), Gat-rimón (Jos. 19.45), En-rimón (Neh. 11.29). Tiene numerosas ramas extendidas, hojas caducas de color verde oscuro, ocasionales espinas, cáliz grande y persistente, y flores rojas brillantes. Cuando está plenamente maduro su fruto, que tiene forma de manzana, ostenta una mezcla de colores, amarillo, marrón y castaño, y contiene una multitud de semillas recubiertas de una piel delgada y rodeadas de una pulpa acuosa de color rosa. Existen dos variedades, dulce y ácida. Con el jugo se hace una bebida refrescante, con las semillas un jarabe (granadina), y de las flores un medicamento astringente. Con granadas ornamentales se decoraba la vestimenta del sumo sacerdote (Ex. 28.33), los capiteles de las columnas del templo de Salomón (1 R. 7.20), y el siclo de plata de Jerusalén que circulaba en 143–135 a.C. Véase Goor y Nurock, op. cit., pp. 70–88.
Haya. Las palabras heb. berôš, berôṯı̂m se trad. “ciprés”, “haya”, palabras que suelen aplicarse popularmente a diversas coníferas. Los eruditos hebreos aceptan la aplicación de estos nombres al alto enebro griego, Juniperus excelsa, del que se importó la madera desde el Líbano para la construcción de la casa y el templo de Salomón (1 R. 5.8, 10), desde Senir (Hermón) para la construcción de embarcaciones (Ez. 27.5, cf. °vrv1, °vrv2), y también para instrumentos musicales (2 S. 6.5).
Madera olorosa (gr. thyinos, Ap. 18.12; °vp “madera aromática”, °ci “madera exótica”). La madera de la tuya articulada (Tetraclinis articulata), pequeña conífera originaria del NO del África. La madera es oscura, dura, y fragante, y era valorada por los griegos y los romanos para la fabricación de armarios. Otro nombre que recibe es madera de cidro (pero no está relacionada botánicamente con los Citrus), y algunas versiones utilizan dicho nombre; otras entienden que se trata del sándalo.
Manzano (heb. tappûaḥ). La identidad de esta fruta, que se menciona principalmente en Cnt., ha sido muy discutida en razón de la objeción (insostenible) de que Palestina es un lugar demasiado caliente y seco para el cultivo adecuado de la manzana verdadera (Malus pumila o Pyrus malus). Las palabras heb. y ár., sin embargo, favorecen dicha lectura; es un árbol que ofrece buena sombra, la fruta es dulce (Cnt. 2.3), y su perfume es muy apreciado (Cnt. 7.8). La manzana cultivada puede haber tenido su origen en la región del Cáucaso y por cierto que crece muy bien en los cultivos en partes de la Tierra Santa. Aun cuando la mayoría de las cualidades mencionadas se aplican también al albaricoquero (Armeniaca vulgaris o Prunus armeniaca), del que sería más apropiada la imagen de Pr. 25.11 relativa a la “manzana de oro”, resulta dudoso el que el albaricoquero existiera en Palestina en esa época. Esta objeción resulta más seria todavía en el caso del cidro chino (Citrus medicus), que constituye una tercera sugerencia. También se ha propuesto una fruta asiática occidental, el membrillo (Cydonia oblonga), pero su gusto es algo amargo, y la Misná traduce el término con una palabra heb. diferente. Véase Goor y Nurock, op. cit.
Morera (gr. sykaminos, Lc. 17.6, °vp, °nbe; en °vha, °ci “moral”). La morera negra (Morus nigra), árbol pequeño y fuerte, con fruto comestible de color rojo sangre, se cultiva en Palestina. Consideran algunos que puede referirse al sicómoro (así °vrv2 y otras), pero no hay razón para dudar de que para la época del NT ya existía la morera negra.
Palmera (heb. tāmā, gr. foenix). Palmera datilera, Foenix dactylifera, árbol alto, delgado, sin ramas, con un penacho de 3–4 m de hojas semejantes a plumas. Los racimos de flores masculinas y femeninas aparecen en árboles separados. Forma bosques en el cálido valle del Jordán. Por numerosas referencias parecería que en los tiempos bíblicos era común plantarlas en forma aislada (Jue. 4.5), aunque el fruto de los ejemplares ubicados en zonas altas era de calidad pobre. Con frecuencia la palmera daba nombre al lugar donde crecía, p. ej. Tamar (Ez. 47.18–19; 48.28); Hazezon-tamar (Gn. 14.7, etc.). A Jericó se la llamaba “ciudad de las palmeras” (2 Cr. 28.15). La palmera tipificaba la gracia, la elegancia, y la rectitud (Sal. 92.12; Jer. 10.5), y Tamar se usaba como nombre de mujer (2 S. 13.1; 14.27). También era símbolo de victoria y regocijo, y el uso de hojas de palmera (“ramas”) cuando Jesús entró en Jerusalén (Jn. 12.13) constituía un acto significativo (cf. Ap. 7.9, “palma”). La forma de la palmera se usaba en ornamentación arquitectónica (1 R. 6.29, 32; Ez. 40.31). Véase Goor y Narock, op. cit., pp. 121–151.
Pino. Existen razones para creer que el heb. ˒ōren de Is. 44.14 se refiere al pino carrasco o de Alepo (Pinus halepensis), y no al cedro (°vp, °bj) o la haya (°vm). Este pino se cría en las montañas palestinas donde la tierra es adecuada para el mismo. Es un árbol alto y delgado con pares de agujas a modo de hojas, y madera blanda adecuada para ser trabajada.
Sándalo (heb. ˒algûmmı̂m, 2 Cr. 2.8; 9.10–11; °bj “algummim”). Aparentemente originario del Líbano, y posiblemente la conífera denominada abeto ciliciano (Abies cilicia). También se han sugerido la sabina oriental o enebro griego (Juniperus excelsa), y el ciprés de hoja perenne (Cypressus sempervirens). Una sugestión dudosa es que el sándalo sea igual al sándalo de Ofir, y que fue reexportado a Judá desde el Líbano, siendo luego confundido por el Cronista camo originario de allí. La referencia a la “madera de sándalo” en 2 Cr. 9.10–11 parecería ser un ejemplo de metátesis, aunque también podría ser simplemente una forma alternativa. Véase Almugguim, sup.
Sauce (heb. ˓arāḇı̂m, ṣafṣāfâ). Los sauces (Salix acmofylla y otras especies) se encuentran comúnmente cerca de los arroyos permanentes en el Oriente Medio, y en las referencias bíblicas generalmente están vinculados con su hábitat (Job 40.22; Is. 25.7; 44.4; Ez. 17.5). Son arbustos o pequeños árboles que forman espesuras. Los “sauces de los arroyos” (Lv. 23.40) y los “sauces” de Babilonia (Sal. 137.2) en general se consideran actualmente como álamos (Populus eufratica). Más aun, M. Zohary (Flora Palaestina, 1, 1966, pp. 29) sostiene que en la literatura posbíblica los nombres heb. del sauce y el álamo fueron intercambiados.
Las “cuerdas nuevas” o “sogas nuevas” (°vm) usadas por Dalila para atar a Sansón (Jue. 16.11) pueden haber sido cortezas de sauce o ramitas fibrosas del arbusto desértico Thymelaea hirsuta.
Sicómoro (heb. šiqmâ, gr. sykomōraia). El sicómoro (Ficus sycomorus), es un árbol fuerte de 10–13 m de altura, con tronco corto, ramas que se extienden ampliamente, y hojas perennes. Se plantaba, y se planta todavía, en Egipto y en las tierras bajas de Palestina (1 R. 10.27, °nc; 2 Cr. 1.15, °vm, °nc; 9.27, °nc; en todas estas referencias °vrv2 tiene “cabrahigos”). Su madera resultaba importante para Egipto, donde los árboles eran escasos, para la fabricación de ataúdes y otros objetos de madera. Su fruto es comestible y era lo suficientemente importante como para que el rey David designara oficiales para que cuidaran los olivares y los sicomorales (1 Cr. 27.28, °vm), y para que el salmista considerara la destrucción de los sicómoros por helada como una calamidad para los egipcios comparable con la destrucción de sus propias viñas (Sal. 78.47, °vm). En Am. 7.14 °vm mg, “cosechador de fruta del sicómoro”, o °vrv2, “recojo higos silvestres”, es incorrecta, ya que la palabra heb. significa podador o cuidador de la fruta. Se trataba de la operación de cortar la parte superior de cada higo a fin de asegurar que madurara en forma adecuada y libre de insectos. Zaqueo subió a un sicómoro para ver pasar a Jesús (Lc. 19.4); todavía pueden verse sicómoros en las calles de algunas ciudades palestinas. Este árbol no debe confundirse con el sicómoro europeo (Acer pseudoplatanus) o el plátano norteamericano (Platanus) también conocido como sicómoro.
Tamarisco (heb. ˒ēšel, Gn. 21.33; 1 S. 22.6; 31.13, °bj; °vrv1 “bosque”, “árbol”; °vrv2 tiene “árbol” en la última referencia). Árbol de madera blanda de los uadis del desierto, con numerosas ramitas delgadas, hojas escamadas, y pequeñas borlas de flores de color rosa o blancas. Varias especies semejantes se crían en la Palestina (Tamarix efylla, T. nilotica, T. pentandra, T. tetragyna), especialmente en las cercanías de Beerseba, donde Abraham plantó un ejemplar. (* Maná )
Terebinto, árbol de la trementina (heb. ˒ēlâ, Is. 6.13, °sba, °ci; °vrv2 “roble”, °vrv1 “olmo”; Os. 4.13, °vrv3; °vrv2 “olmo”). El terebinto de Palestina (Pistacia terebinthus var. palestina, o P. palestina) es un árbol pequeño que se ve muy frecuentemente en los montes. El terebinto atlántico (P. atlantica), mucho más grande, de los lugares más cálidos, se parece al roble, y por tener nombre similar puede confundirse con él en el AT. El terebinto era uno de los árboles debajo de los cuales se ofrecían sacrificios y ofrendas, porque tenía “buena sombra” (Os. 4.13).
Bibliografía.J. Lacasa, “Árbol”, °EBDM, t(t). I, cols. 680–684; M. Zohary, “Flora”, °EBDM, t(t). III, cols. 584–601; M. Noth, El mundo del Antiguo Testamento, 1976.
F.N.H.
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico