JEROBOAM

I, rey de Israel 1Ki 1:26 1Ki 1:14-20; 2Ch 10:2-13:20


Jeroboam (heb. Yârobâm, «que el pueblo se multiplique», «cuyo pueblo [gente] es numeroso/a» o «el pueblo contenderá», «él contiende por el pueblo»; también aparece en un antiguo sello heb.). 1. Nombre del 1er, rey del reino norteño de Israel, a quien generalmente se llama Jeroboam I (c 931-c 910 a.C.). Era un efraimita de Sereda, hijo de Nabat y de Zerúa (1Ki 11:26). Mientras era jefe de una compañí­a constructora durante la edificación de Milo,* en Jerusalén, en tiempos de David, el profeta Ahí­as de Silo le dijo que serí­a rey sobre 10 tribus de Israel (vs 27-39). Jeroboam no era hombre de esperar con paciencia, en circunstancias semejantes, que Dios pusiera en marcha sus planes de darle el reino prometido. En cambio, habrí­a comenzado enseguida a complotar contra Salomón (v 27). Cuando se descubrió su plan, Salomón intentó matarlo, pero huyó a Egipto (v 40). Allí­ encontró refugio con el faraón Sisac, fundador de la dinastí­a 22ª, quien habrí­a interrumpido la polí­tica de amistad de sus predecesores hacia Salomón. Cuando a Jeroboam le llegó la noticia de su muerte y de que el nuevo rey de Israel serí­a coronado en Siquem, regresó a Palestina (12:1-3). De inmediato fue el vocero del pueblo y exigió una promesa de Roboam, el hijo de Salomón, de que la carga pública fuera aliviada (vs 3-5). Pero Roboam, descarriado por el necio consejo de consejeros inexpertos, rehusó atender las justas reclamaciones del pueblo. Como resultado, las 10 tribus del norte declararon su independencia de la casa de David y proclamaron a Jeroboam como su rey (vs 6-20). Este inmediatamente tomó drásticas medidas para impedir que los 2 reinos se volvieran a unir. Fundó 2 nuevos templos: uno en Dan, en la frontera norte del paí­s; y otro en Bet-el, en la frontera sur, no muy lejos del camino principal hacia Jerusalén. En ambos lugares puso imágenes de terneros o becerros como sí­mbolos visibles del culto a Yahweh (1Ki 12:26-30). En su proclama que invitaba al pueblo a adorar en esos lugares, Jeroboam repitió como un eco las palabras que Aarón habí­a pronunciado en el monte Sinai para reunir al pueblo para la adoración del becerro de oro (cf 1Ki 12:28 con Exo 32:4). Este culto, probable imitación del rendido por los cananeos a El, bajo la imagen de un buey, llegó a ser el «pecado de Jeroboam», que fue seguido prácticamente por cada gobernante del territorio del norte (1Ki 15:26, 34; 16:19; 22:52; etc.). También designó como sacerdotes a hombres que no eran de la tribu de Leví­, y ordenó que las principales fiestas se celebrasen durante el 8º mes en vez del 7º, como se hací­a en Judá (12:31, 32). También parece haber puesto el dí­a de Año Nuevo en la primavera, que en Judá se celebraba en el otoño; y haber adoptado la forma egipcia de computar los años de los reyes -el sistema «sin año de ascensión» al trono- para ser diferente de los reyes de Judá 619 (que según parece contaban sus años de acuerdo con el sistema «con año de ascensión» al trono). Con estas medidas esperaba alinear las 10 tribus del reino del sur y establecer una brecha permanente e irreparable entre las 2 naciones. En eso tuvo éxito, pero trajo la maldición de Dios sobre sí­ mismo y sobre su pueblo. Un anónimo «hombre de Dios» de Judá lo reprendió severamente por sus actos (13:1-6 ), como también lo hizo Ahí­as, que habí­a predicho el establecimiento de su reinado (14:6-18). Véase Cronologí­a (I,C). Parece que Jeroboam eligió y fortificó Siquem como primera capital de su reino. Más tarde se mudó a Penuel, en la Transjordania (1Ki 12:25), tal vez cuando ocurrió la invasión de Sisac (véase más abajo), y edificó allí­. Finalmente se estableció en Tirsa, al noreste de Siquem, la que fue su capital y residencia real (14:17). Esta ciudad siguió siendo la capital de Israel hasta el tiempo del rey Omri (16:23). La intervención divina impidió el estallido de una guerra inmediata entre el norte, que se separó, y Judá (1Ki 12:21-24; 2Ch 11:1-4); sin embargo, debieron haber ocurrido repetidos choques militares entre los reinos, ya que «hubo guerra entre Roboam y Jeroboam todos los dí­as» (1Ki 14:30; cf 15:6), y también «entre Abiam [Abí­as] y Jeroboam» (1Ki 15:7; 2Ch 13:3-20). En estas guerras Jeroboam perdió temporalmente las ciudades meridionales de Jeshana, Efrón y aun el nuevo templo de Bet-el (2Ch 13:19). Israel también sufrió la invasión del faraón Sisac en el 5º año después de separarse de Judá. La Biblia no dice nada acerca de ella (1Ki 14:25, 26; 2Ch 12:2-4), pero las inscripciones de victoria de Sisac en las paredes del templo de Karnak mencionan ciudades bien conocidas del reino de Jeroboam entre los lugares conquistados: Taanac, Sunem, Rehob, Mahanim, Meguido (fig 476). Esta no era una jactancia hueca, porque un fragmento de un monumento recordativo de la victoria con el nombre de Sisac fue descubierto durante las excavaciones en Meguido. Sisac pudo haber pensado que la debilidad polí­tica de Palestina, creada por la guerra civil entre el norte y el sur, le facilitarí­a reconstruir el imperio egipcio en Asia, perdido desde la era de Amarna.* Uno de los hijos de Jeroboam murió en su infancia (1Ki 14:1, 17); otro, Nadab, siguió a su padre en el trono de Israel (v 20). 2. Decimocuarto rey del reino norteño de Israel (si se incluye a Tibni en el cómputo). Era hijo de Joás, y a veces fue llamado Jeroboam II para distinguirlo de Jeroboam I. Su reinado duró 41 años (c 793-c 753 a.C.), incluyendo una corregencia de 11 con su padre (c 793-c 782 a.C.), como parecen indicarlo los sincronismos cronológicos. Ya sea antes del reinado de Jeroboam o durante los primeros años de su gobierno, el profeta Jonás* predijo que el nuevo rey recuperarí­a los territorios del norte y del este que en tiempos anteriores habí­an pertenecido a Israel (2Ki 14:25). Jeroboam cumplió esta profecí­a. Llegó a ser el rey más fuerte de la dinastí­a de Jehú, si no de todos los reyes que ocuparon el trono del reino del norte. El registro bí­blico acerca de este reinado es sumamente breve, y consiste sólo de 7 versí­culos (vs 23-29). Sin embargo, el corto informe de sus éxitos militares muestran claramente que ningún gobernante del reino del norte, antes o después de él, pudo señalar mayores realizaciones que Jeroboam II. Conquistó Damasco y Hamat sobre el Orontes, y recuperó la mayorí­a de los territorios de Siria y Transjordania hasta el Mar Muerto; de modo que su reino incluyó todo lo que David y Salomón habí­an dominado, con excepción de Judá. Fue afortunado para él que Asiria estuviera experimentando un perí­odo de debilidad durante su reinado, y así­ no pudiera impedir sus actividades expansionistas. Véase Cronologí­a (V, B). 277. Impresión de un sello encontrado en Meguido. La leyenda dice: «Shema, el ministro de Jeroboam» (tamaño aproximado). Mientras el reino de Israel gozaba de prestigio polí­tico y prosperidad económica, el estado moral y religioso era bají­simo. El triste cuadro que pintan los profetas Amós y Oseas de las condiciones que prevalecí­an bajo Jeroboam II muestra que, a pesar de los sacrificios extravagantes y la celebración de las fiestas religiosas, el paí­s estaba moralmente corrompido (Amo 5:21, 22; 2:6-8; Hos 6:6-10). Sólo 6 meses después de la muerte de Jeroboam II su dinastí­a finalizó con el asesinato de su hijo Zacarí­as (2Ki 15:8-11). Es sorprendente cómo, a pesar de la grosera maldad prevaleciente, existí­a cierta medida de tolerancia religiosa. Cuando Amós, un ciudadano del reino del sur, pronunció sus profecí­as de mal contra la casa de Jeroboam en la ciudad del santuario de Bet-el, su sacerdote informó al rey, pero nada se hizo contra Amós, excepto que se le pidió que saliera del territorio del reino (Amo 7:10-17). 620 Durante las excavaciones de Meguido en 1904 se encontró un hermoso sello de jaspe con la figura de un león rugiente y la siguiente inscripción en hebreo: lshm bd yrbm. «Perteneciente a Shema, el siervo [es decir, el ministro] de Jeroboam». Generalmente se cree que este sello, que ahora está en Estambul, perteneció a uno de los altos oficiales de Jeroboam (fig 277).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

nombre de dos reyes de Israel. 1. J. I, primer rey de Israel, reino del Norte, tras la muerte de Salomón y la división del reino, 931-910 a. C. Hijo de Nebat, efraimita de Seredá, y de la viuda Seruá. J. era servidor del rey Salomón, quien lo habí­a puesto al frente de la leva, por sus capacidades, cuando se construí­a el Mil.ló de Jerusalén. J., entonces, se levantó contra su rey, a raí­z del anuncio que le hizo el profeta Ají­as, según el cual Yahvéh dividirí­a el reino por las infidelidades de Salomón, y que J. serí­a rey de Israel y le darí­a diez tribus; pero que el linaje de David no se acabarí­a, según la promesa hecha por Yahvéh. El rey Salomón quiso matarlo, por lo que J. huyó a Egipto, donde fue protegido por el rey Sosaq, y allí­ se quedó hasta la muerte de Salomón, 1 R 11, 26-40.

El rey Salomón murió en el año 931 a. C. le sucedió su hijo Roboam, quien fue reconocido inmediatamente en Judá, en el Sur, no así­ en Israel.

Este fue a Siquem donde estaba reunida la asamblea de las tribus del Norte, la cual le exigió al sucesor de Salomón reformas y aligerar las cargas impositivas con que su padre habí­a tiranizado al pueblo; pero Roboam, por el contrario, amenazó con aumentarlas, y fue rechazado.

Fue llamado J. quien volvió de Egipto y fue proclamado de rey de Israel como J. I., con lo que se cumplió la profecí­a de Ají­as sobre la fracmentación del reino, 1 R 12, 1-24. J. I fortificó la ciudad de Siquem, después lo hizo con la de Penuel, adonde se trasladó, 1 R 12, 25, y, finalmente, Tirsá, donde fijó su residencia, la cual fue capital del reino hasta la fundación de Samarí­a, por el rey Omrí­, 1 R 14, 17. Para que el pueblo del reino del Norte no fuera a Jerusalén a ofrecer los sacrificios en el Templo, en lo cual J. veí­a el peligro de que sus súbditos volvieran a Roboam, decidió fundir dos becerros de oro, uno lo instaló en Betel y el otro en Dan, nombró sacerdotes, instituyó fiestas religiosas, con lo que se creó el cisma religioso, además de la secesión polí­tica, 1 R 12, 26-33. Un hombre de Dios se presentó en Betel cuando J. se disponí­a a quemar incienso y predijo que un descendiente de David nacerí­a, Josí­as, rey de Judá, 640609 a. C., el cual acabarí­a con estas abominaciones, como efectivamente sucedió, según se lee en 2 R 23, 15-16. El hombre de Dios llevó a cabo un signo para reprochar la conducta del rey, dijo que el altar se harí­a pedazos y que las cenizas quedarí­an esparcidas. Ante esto, J. extendió la mano y gritó que detuviesen al hombre, con lo que su mano quedó seca e inmóvil, y el altar se volvió pedazos. El hombre de Dios hizo que el Señor devolviera la movilidad a la mano del rey, quien lo invitó a palacio para hacerle un regalo, pero no lo aceptó y desapareció de Betel.

Posteriormente enfermó Abí­as, el hijo del rey, y J. envió a su mujer donde el profeta Ají­as, en Siló, quien le habí­a anunciado, en tiempos de Salomón, que serí­a rey de Israel. La mujer fingió ser otra, pero el profeta, a pesar de su mala visión, la reconoció y le anunció que el niño morirí­a y que la casa de J. serí­a exterminada por el pecado que habí­a cometido y por la abominación a la que habí­a llevado al pueblo de Israel, 1 R 14, 1 18. No le bastaron a J. estos signos de Dios para cambiar su conducta, esto es lo que se conoce en varios lugares de la Escritura como el †œpecado de J.†. Tras la muerte de J. I, subió al trono de Israel su hijo Nabab, 910-909 a. C., el cual siguió la conducta de su padre. Basá, hijo de Ají­as, de la tribu de Isacar, conspiró contra Nadab, lo asesinó en Guibbetom y exterminó a todos los de su casa, según lo anunciado por el profeta Ají­as en Siló, por el †œpecado de J.†, 1 R 15, 25-31. J. II, rey de Israel, 783-743 a. C., hijo del rey Joás de la dinastí­a de Jehú.

Siguió la misma conducta de su predecesor J. I en cuanto a la religión.

Continuó la recuperación de los territorios de Israel iniciada por su padre, desde la entrada de Jamat hasta el mar de Arabá, 2 R 14, 23-29.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(Que Dios aumente el número del pueblo» o †œAquel que pelea las batallas del pueblo†). Nombre de dos reyes de Israel (Reino del Norte).

Jeroboam I. Primer rey (928-907 a.C.) del cismático Reino del Norte (Israel). Era hijo de una viuda llamada †¢Zerúa y se dice de él que †œalzó su mano contra el rey† Salomón. J. se distinguió en unos trabajos que Salomón hizo en †œla ciudad de David su padre†, por lo cual el rey †œle encomendó todo el cargo de la casa de Jos醝 (los deberes de las tribus de Efraí­n y Manasés), lo que al parecer le hizo muy popular. El profeta †¢Ahí­as le anunció que serí­a rey sobre diez de las tribus de Israel, lo cual, al saberlo Salomón, le hizo objeto de una persecución que le obligó a huir a Egipto (1Re 11:26-40). Tras la muerte de Salomón y la disputa de †¢Roboam con las diez tribus, éstas llamaron a J. †œy le hicieron rey sobre todo Israel†, comenzándose una guerra civil. J. fortificó a Siquem y la utilizó como su capital. Temiendo que el pueblo continuara yendo a Jerusalén a adorar y perdiera su lealtad hizo †œdos becerros de oro…. y puso uno en Bet-el y el otro en Dan†. Arregló, además, fiestas en †œel mes que él habí­a inventado de su propio corazón†, lo cual fue causa de que el pueblo cayera en la idolatrí­a (1Re 12:26-33). Por eso es recordado como †œel que hizo pecar a Israel† (2Re 3:3; 2Re 10:29, 2Re 10:31; 2Re 13:2, 2Re 13:6, 2Re 13:11, etcétera).

J. mandó a su mujer a consultar con el profeta †¢Ahí­as sobre la salud de su hijo. La respuesta fue que un juicio terrible vendrí­a sobre su familia y sobre el paí­s. La invasión del faraón Sisac, que atacó a los dos reinos y que está narrada en cuanto a Judá en 1Re 14:25-28, causó muchos estragos y destrucción también en el Reino del Norte, como consta en inscripciones egipcias. †¢El rey Abí­as, hijo de Roboam, derrotó a J. en una gran batalla. †œY nunca más tuvo J. poder en los dí­as de Abí­as†. La expresión: †œy Jehová lo hirió, y murió† sugiere una enfermedad maligna (2Cr 13:3-20).
las tradiciones judí­as se interpreta que los trabajos que hizo Salomón cerrando †œel portillo de la ciudad de David† (1Re 11:27) tení­an el propósito de controlar la entrada para cobrar un impuesto a las personas de las tribus que vendrí­an a adorar a Jerusalén, lo cual causó una protesta de J., y que por eso le buscaron como rey tras el conflicto con Roboam.

Jeroboam II. Rey de Israel (789-748 a.C.). Hijo de †¢Joás. El más importante de la dinastí­a de Jehú. †œHizo lo malo antes los ojos de Jehovᆝ. En su tiempo el profeta †¢Jonás predijo que vendrí­a una época de ensanchamiento del poder de Israel y que se recuperarí­an los lí­mites †œdesde la entrada de Hamat hasta el mar del Arabᆝ o mar Muerto. Esto incluí­a a Damasco (2Re 14:25-28). Así­ sucedió. J. aparece como un comandante hábil y valiente que supo aprovechar la oportunidad que se le presentó cuando Asiria venció a Siria y ocupó la parte N de ésta. Los asirios tuvieron que poner atención a otros problemas al N de su territorio, lo cual permitió a J. atacar a su vez a los sirios, vencerlos, y tomar †¢Damasco y †¢Hamat, que habí­an sido antes parte de los dominios de Israel desde tiempos de David y Salomón. Comenzó así­ una era de gran expansión comercial para Israel, que vio aumentada su riqueza. Pero esta prosperidad vino atada a grandes injusticias sociales, contra las cuales profetizaron †¢Oseas y †¢Amós, cuyos libros nos ofrecen datos interesantes sobre las condiciones de vida en aquella época.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG REYE HOMB HOAT

ver, FARAí“N, SALOMí“N

vet, = «el pueblo se hace numeroso». (a) JEROBOAM I. Fue hijo de Nabat, de la tribu de Efraí­n, y primer rey del reino del norte. Reinó veintidós años (931-910 a.C.). Habí­a sido funcionario de Salomón, pero el profeta Ahí­as, encontrándole, rompió su capa nueva en doce pedazos, y guardando dos para sí­, le dio a él los otros diez, anunciándole que serí­a rey sobre diez de las tribus (1 R. 11:29-39). Por esta causa, Salomón procuró darle muerte, pero él huyó a Egipto, quedándose allí­ bajo la protección de Sisac hasta la muerte de Salomón (1 R. 11:40, véanse FARAí“N, SALOMí“N). Al reclamar los israelitas a Roboam que les aliviara las cargas de los impuestos y levas que les habí­an sido impuestas por su padre, éste replicó con dura altanerí­a, lo que dio lugar al cisma nacional (1 R. 12:1-17; 2 Cr. 10:1-17). Jeroboam fue hecho rey sobre las diez tribus (1 R. 12:20). Temiendo que sus súbditos le fueran desleales si iban a Jerusalén a adorar, erigió dos becerros de oro, uno en Dan, el extremo norte de sus dominios, y el otro en Bet-el, el extremo sur, propiciando la adoración de Jehová bajo el simbolismo de estos dos becerros (1 R. 12:25-33). Expulsó a los levitas del sacerdocio (1 R. 12:31-33; 2 Cr. 11:13-15). Pero su pretendido culto nacional a Jehová, bajo la forma de idolatrí­a y cisma con respecto al templo de Jerusalén, fue considerado por Dios como culto a los demonios e í­dolos (2 Cr. 11:16). Tal proceder provocó la emigración de muchos israelitas fieles a Dios, levitas y de las otras tribus, al reino de Judá (2 Cr. 11:16-17). De esta manera se debilitó el reino de Jeroboam, y cayó en una burda idolatrí­a. Un varón de Dios acudió desde Judá para clamar en contra del altar de Bet-el, y al extenderse contra él la mano del rey, ésta se secó inmediatamente. Al rogar por él el profeta, le fue restaurada la mano, pero no se arrepintió de su idolatrí­a (1 R. 13:1-6 y ss.). Le habí­a sido anunciado que si seguí­a al Señor como David lo habí­a hecho, su casa serí­a afirmada, pero por su rebelión contra el orden divino su dinastí­a se extinguió en su hijo Nadab (1 R. 14:7-11 y ss.). «El pecado de Jeroboam hijo de Nabat» vino a ser proverbio en boca de los israelitas (cf. 1 R. 16:31; 2 R. 3:3; 10:29, 31; 13:11; 14:24; 15:9, 18, 24, 28; 13:2, 6; 17:22). Durante su reinado fueron constantes las guerras con Roboam (cf. 1 Cr. 12:15). Jeroboam es un ejemplo claro de manipulador de la religión con fines polí­ticos, y constituye una advertencia universal contra ello, contra la idolatrí­a y contra la intromisión humana en las formas del culto, en lugar de una sencilla sumisión a las formas que Dios nos ha dado en Su palabra (cf. 1 R. 12:28-33). (b) JEROBOAM II. Hijo de Joás y sucesor suyo sobre el trono de Israel. Fue hecho corregente el año 793 y reinó en solitario durante treinta años (782-752). Consiguió extender sus territorios derrotando a los sirios, y recobró Hamat y Damasco. De él se usa el refrán «no se apartó de todos los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel». Amós profetizó que morirí­a a espada (2 R. 13:13; 14:16-29; 15:1, 8; 1 Cr. 5:17; Os. 1:1; Am. 1:1; 7:9-11).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[012]

Rey de Israel que inició la dinastí­a extradaví­dica primera, al romper el año 975 a de C. con Roboam, sucesor de Salomón, que se negó a aliviar los tributos de su padre y quedó sólo como gobernante de Judá y Bejamí­n mientras a él se unieron las otras diez tribus. Provocó el cisma religioso del norte al fomentar los templos de Dan y Betel e impedir al pueblo seguir yendo a los cultos de Jerusalén. Era de la tribu de Efraim y su dinastí­a fue exterminada por el rebelde Jehú.

Hubo otro Roboam un siglo después, desde el año 825, el duodécimo rey de Israel, que también fomentó el culto ajeno a Jerusalén y gobernó con eficacia y dureza.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(probablemente “que el pueblo aumente”; posiblemente “que contienda por el pueblo”, e. d. contra las opresiones de Roboam).

1. Primer rey de Israel (ca. 931–910 a.C.; 1 R. 1 1.26–14.20; 2 Cr. 10.2–13.20). Jeroboam, hijo de Nebat, parece haber sido un rico terrateniente (gibbôr ḥayil, 1 R. 11.28), capaz de equipar a otros y a sí mismo para la guerra, a pesar de que su madre era viuda. *Salomón, cuando construía el Millo, colocó a Jeroboam efraimita a cargo de los obreros de las tribus septentrionales. Las prácticas opresivas del rey llevaron a Jeroboam a fomentar una revuelta que provocó su exilio en Egipto hasta la muerte de Salomón. La LXX contiene un midrás poco digno de confianza (basado parcialmente en las experiencias de Hadad, 1 R. 11.14–22) que trata de completar el bosquejo bíblico de la huida de Jeroboam. Su amistad con *Sisac fue breve, porque la posterior invasión del faraón (ca. 925 a.C.) fue costosa, tanto para Judá como para Israel (incluida la destrucción, como indican los vestigios arqueológicos, de Gezer, Taanac, Meguido, Bet-seán, y otras). La obstinada negativa de Jeroboam a iniciar una política más misericordiosa que su padre provocó el cumplimiento de la profecía de Ahías (1 R. 12.29ss): el reino se dividió. Sólo Benjamín se mantuvo leal a Judá y se convirtió en campo de batalla para una serie de escaramuzas fronterizas entre los dos reyes (1 R. 14.30). El conflicto con Judá (1 R. 15.6–7; 2 Cr. 13.2–20), junto con repetidas presiones de Damasco y las ciudades filisteas, llevaron a Jeroboam a fortificar ciudades claves como Siquem, Penuel, y Tirsa, que a su vez le sirvieron de capitales (1 R. 12.25; 14.17).

Jeroboam incurrió en la ira divina al contruir, en Dan y Bet-el, santuarios que rivalizaron con el templo de Jerusalén y estaban a cargo de un sacerdocio no levítico recién formado. Mientras esto ocurría se cambió la fecha de la fiesta de los tabernáculos (1 R. 12.31–32). Los infames becerros probablemente no eran representaciones de la deidad sino pedestales sobre los cuales se suponía que se ubicaría el invisible Yahvéh (cf. W. F. Albright, From the Stone Age to Christianity², 1957, pp. 299–301 [trad. cast. De la edad de piedra al cristianismo, 1959]). Amenazaron la fe del pacto al estimular un sincretismo entre el culto de Yahvéh y el de la fertilidad de Baal, por lo que fue reprendido por los profetas (p. ej. el hombre de Dios, 1 R. 13.1ss; Ahías, 1 R. 14.14–16). El ascenso de Jeroboam al trono por elección popular, en lugar del derecho hereditario, condenó al reino del N a una inestabilidad dinástica desde el primer momento. Su culto real sirvió de modelo para sus sucesores, a quienes se considera como perpetuadores de sus pecados (p. ej. 1 R. 16.26).

Bibliografía. °J. Bright, La historia de Israel, 1966; °M. Noth, Historia de Israel, 1966; J. González Echegaray, “Jeroboam”, °EBDM, t(t). IV, cols. 347–351; W. F. Albright, Arqueología de Palestina, 1962, pp. 131–143; G. E. Wright, Arqueología bíblica, 1975, pp. 211–236; H. Cazelles, Historia política de Israel, 1984, pp. 161–171.

M. Aberlach, L. Smolar, en IDBS , 1976, pp. 473–475; J. Bright, A History of Israel², 1972, pp. 226–235; J. Gray, 1 and 2 Kings², 1970; EJ, 9, cols. 1371–1374; M. Noth, The History of Israel², 1960, pp. 225ss; M. Haran, VT 17, 1967, pp. 266ss, 325ss.

2. Jeroboam II (ca. 793–753 a.C.) fue el cuarto rey de la dinastía de Jehú, y uno de los más ilustres gobernantes de Israel (2 R. 14.23–29). Corregente con su padre durante una década, Jeroboam II llevó adelante la política de agresiva expansión de Joás. Ayudado por las campañas de Adad-nirari (805–802 a.C.), que desarticularon el reino arameo, y por la preocupación de los asirios con Armenia, pudo restaurar las fronteras de Israel virtualmente a su nivel salomónico, y cumplir de este modo la profecía de Jonás (2 R. 14.25).

El talento administrativo de Jeroboam, junto con la comparativa ausencia de ataques por parte de potencias extranjeras, le permitieron alcanzar una prosperidad económica sin paralelos. Las excavaciones en *Samaria, incluido el descubrimiento de los óstraca samaritanos, han demostrado la grandiosidad de la fortaleza de Jeroboam, y el lujo y la falsa adoración que hirió el espíritu justiciero de Amós (p. ej. Am. 6.1–7; 5.26; 8.14). La riqueza y la pobreza extremas (Am. 2.6–7), el vacuo ritual religioso (Am. 5.21–24; 7.10–17), y la seguridad falsa (Am. 6.1–8), se encuentran entre las características del prolongado reinado de Jeroboam. La sombría profecía de Amós (7.9) se verificó cuando Salum llevó a cabo con éxito su golpe contra Zacarías (cuyo nombre demuestra que Jeroboam conservó cierto respeto por Yahvéh, 2 R. 15.8–12) y puso fin a la casa de Jehú. Véase J. Bright, op. cit., pp. 254–256; EJ, 9, cols. 1374–1375; M. F. Unger, Israel and the Arameans of Damascus, 1957, pp. 89–95.

D.A.H.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(Set. `Ieroboám), nombre de dos reyes israelitas.

Jeroboam I

Fue el primer gobernante del Reino del Norte después del cisma de las diez tribus. Era hijo de Nebat un efraimita, y el nombre de su madre era Seruá. Cuando aún era joven fue colocado por el rey Salomón a cargo de los tributos de Efraín y Manasés (I Reyes 11,28). En esa calidad él supervisaba los trabajos de los miembros de su tribu en la construcción de la fortaleza Mello en Jerusalén y de otras obras públicas, y naturalmente llegó a ser conocedor del descontento general causado por las extravagancias que marcaron el reinado de Salomón. Antes de finalizar el reinado de éste, Jeroboam recibió del profeta Ajías la profecía de que estaba destinado a reinar sobre diez de las tribus que, en castigo de la idolatría de Salomón, estaban a punto de romper su fidelidad a él y a su casa. Al mismo tiempo se le prometió que si Jeroboam era fiel al Señor su casa sería confirmada en autoridad sobre Israel (I Rey. 11,38). No seguro para esperar la muerte del rey, el tiempo establecido por el profeta para el cumplimiento de la promesa, Jeroboam instigó una revuelta que no tuvo éxito, y fue obligado a huir, y se refugió con el Rey Sosaq en Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Salomón en 975 a.C. (o 938 de acuerdo con la cronología asiria).

Después de este suceso regresó a Palestina, y fue hecho líder de la delegación enviada por los elementos insatisfechos de la población para pedir al nuevo rey Roboam aliviar las cargas que su padre había colocado sobre ellos. Apenas había Roboam imprudente y ásperamente rechazado su petición, cuando diez de las tribus retiraron su lealtad a la casa de David y proclamaron a Jeroboam su rey, permaneciendo fieles a Roboam solamente las tribus de Judá y Benjamín. Jeroboam estableció su cuartel general en Siquem, y pronto agregó al político también un cisma religioso. Temiendo que las peregrinaciones al Templo de Jerusalén prescritas por la Ley pudieran ser ocasión para que la gente del Reino del Norte regresara a su vieja fidelidad, decidió proveerles algunos lugares de culto dentro de sus propias fronteras, y para este propósito erigió dos becerros dorados para ser adorados, uno en Betel y el otro en Dan. También construyó templos en los altos lugares y los hizo servir por sacerdotes sacados de lo más bajo del pueblo (1Ry. 12). El profeta Ajías anunció la venganza divina que iba a venir sobre la casa de Jeroboam a causa de estas acciones malvadas (1 Ry. 14), y en la continuación de la historia israelita los peores hechos de los reyes son siempre referidos a la maldad de Jeroboam, el hijo de Nebat, quien indujo a Israel a pecar. Murió en 954 (o en 917) después de un reinado de veintidós años.

Jeroboam II

Fue el duodécimo sucesor del anterior y el cuarto rey de la dinastía de Jehú. Sucedió a su padre Joás en 824 (o 783) y reinó cuarenta y un años. En 802 Rammanirar III, rey de Asiria, emprendió una campaña a las “Tierras de Occidente”, y el Reino de Israel (País de Amri), junto con Siria y Fenicia, fue puesto bajo un opresivo tributo. Jeroboam, sin embargo, tomando ventaja de la condición debilitada de Siria, restableció hacia el norte y en otras direcciones los antiguos confines de Israel (2 Ry. 14,25). Los éxitos militares y patrióticos de Jeroboam habían sido pronosticados por Jonás, hijo de Ammittay (ibid.), y el Escritor Sagrado agrega que el Señor salvó a los israelitas por la mano de Jeroboam, hijo de Joás. Desde el punto de vista político, Jeroboam fue un gobernante inteligente y enérgico, pero respecto a sus actividades religiosas, su reinado se resume en estas palabras: “Obró mal delante del Señor. En nada se apartó de todos los pecados de Jeroboam, hijo de Nebat, que hizo pecar a Israel” (2 Ry. 14,24). Evidencias de la decadencia religiosa durante su reinado, próspero en otros aspectos, se encuentran en los escritos de los profetas Amós y Oseas, sus contemporáneos, quienes frecuentemente lanzan invectivas contra la idolatría y sus muchos males concomitantes y degradación moral. Jeroboam II murió en 783 (o 743).

Bibliografía: Ver LESÉTRE en VIGOUROUX Dict. de la Biblia, s. v.; COOKE en HASTINGS, Dict. de la Biblia, s.v.

Fuente: Driscoll, James F. «Jeroboam.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910.

http://www.newadvent.org/cathen/08340a.htm

Traducido por Daniel Reyes V. L H M.

Fuente: Enciclopedia Católica