Imposición de manos (heb. sâm yâdayim al, «poner las manos sobre»). Acto realizado en diversas circunstancias y con diferentes propósitos: 1. Presentación de animales para el sacrificio. Con frecuencia, el ofrendante ponía sus manos sobre el animal consagrado para el sacrificio antes de degollarlo (Lev 1:2-4; 3:1, 2); es decir, lo presentaba como su sustituto. En otras ocasiones era el sacerdote quien imponía las manos sobre la cabeza del animal (Exo 29:9, 10, 19; cf vs 29, 30; Lev 4:3, 4; 16:21). 2. Bendición. Jacob puso sus manos sobre las cabezas de Efraín y de Manasés (Gen 48:14, 20), y Cristo las puso sobre los niños y los bendijo (Mar 10:16). 3. Daño o castigo. Dios dijo que pondría su mano sobre Egipto para liberar a Israel (Exo 7:4). Los dirigentes judíos buscaron «cómo echarle mano» a Jesús (Mat 21:46; Luk 20:19; cf 22:53). 4. Sanamiento. Cristo frecuentemente ponía sus manos sobre los que sanaba (Mar 6:5; Luk 4:40; 13:13), como lo hicieron también sus discípulos (Act 9:17; cf Mar 16:18). 5. Ordenación para el servicio a Dios. La congregación de Israel recibió instrucciones de imponer las manos sobre los levitas para que esa tribu fuera puesta aparte para el servicio divino (Num 8:9-11). Pablo y Bemabé fueron consagrados al ministerio por la imposición de las manos (Act 13:2, 3), como lo fue también Timoteo (1 Tit 4:14; 2 Tit 1:6). Pablo advirtió a Timoteo que no se apresurara a imponer las manos sobre ningún hombre (1 Tit 5:22). Heb 6:2 enumera la imposición de manos entre las doctrinas elementales de la iglesia cristiana. 6. Derramamiento del Espíritu Santo (Act 8:17; 9:17; 19:6). Véase Azazel; Día de la Expiación.
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
gesto simbólico muy común en las Escrituras, que se llevaba a cabo con diferentes significados y finalidades. Se imponían las manos para bendecir a alguien, Jacob lo hizo, antes de morir, para bendecir a los hijos de José, Manasés y Efraím, Gn 48, 14.
Jesús bendecía a los niños imponiéndoles las manos, Mt 19, 13-15; Mc 10, 13-16; Lc 18, 15-17. Para comunicar a alguien una dignidad e impartirle órdenes, así cuando Josué fue hecho jefe de los israelitas, como sucesor de Moisés, y éste le impuso su mano, delante de todo el pueblo, Nm 27, 18-23; Dt 34, 9. En los holocaustos, el oferente imponía sus manos sobre la cabeza de la víctima, para significar que es su propio sacrificio, Lv 1, 4/7/12; 4, 4 y 24; 8, 14/18/22; 16, 21. En gran día de la expiación, el sacerdote le imponía las manos sobre la cabeza al macho cabrío que se soltaba en el desierto, para que cargara con todos los pecados del pueblo de Israel, Lv 16, 21-22. Al blasfemo condenado a lapidación los miembros de la comunidad le imponían las manos antes de ejecutarlo, Lv 24, 14. Jesús imponía las manos a los enfermos para sanarlos, Mc 6, 5; 7, 32; Lc 4, 40; 13, 13; Jesús les dijo a sus discípulos que uno de los signos que acompañarán a quienes crean en él, será el de imponer las manos en su nombre a los enfermos y sanarlos, Mc 16, 18.
En la época apostólica con este gesto se curaba a los enfermos, así le devolvió Ananías la visión a Saulo, Hch 9, 12 y 17. Con este gesto de la i. de las m. se nombraba a alguien para un cargo en la Iglesia o para darle una responsabilidad, sobre lo cual se dice que se debe tener cuidado, que no hay que precipitarse en imponer las manos a cualquiera, Hch 5, 22; como cuando se eligió a los Siete, Hch 6, 6; el Espíritu Santo escogió a Saulo y a Bernabé como misioneros, la comunidad les impuso las manos y los enviaron, Hch 13, 3; para transmitir una gracia o carisma, como el que consagra al ministerio a Timoteo, 1 Tm 4, 14; 2 Tm 1, 6; Hb 6, 2.
Se imponen las manos a los bautizados para transmitirles el Espíritu Santo, como lo hicieron los apóstoles Pedro y Juan con los de Samaría, Hch 8, 17. En Efeso Pablo encontró unos discípulos que no habían recibido el Espíritu Santo, pues sólo habían tenido el bautismo de Juan, y el Apóstol les impuso las manos y vino sobre ellos el Espíritu Santo, comenzaron a profetizar y a hablar en lenguas, Hch 19, 1-6. Al ver esto, un tal Simón, ofreció dinero a los apóstoles para que le transmitieran el poder de hacer venir al Espíritu Santo sobre aquel a quien él impusiera sus manos. Pedro le recriminó su conducta y le respondió: †œQue tu dinero sea para ti tu perdición; pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero†. Simón se arrepintió, lloró y pidió a los apóstoles que rogaran a Dios por él, Hch 8, 18-24. De este episodio viene la palabra simonía, para significar el tráfico comercial con las cosas santas, Incienso, gomorresina que se extrae de las incisiones en el tronco de algunas burceráceas, que se solidifica al contacto con el aire, y que al arder despide un olor agradable. En el Santuario y en el Templo de Salomón había un altar para quemar el i., recubierto de oro puro, Ex 30, 1, 9; 37, 25-28; 39, 38;40, 5 y 27; 1 R 6, 20-21. (Ct 3, 6). Las oblaciones debían acompañarse de una ofrenda de i., Lv 2, 1-2 y 15-16; 6, 7-11; Sobre cada hilera de seis panes de la Presencia, se ponía i. puro, Lv 24, 7. Los únicos que podían ofrecer i. delante de Yahvéh eran los descendientes de Aarón; por violar esta norma fueron castigado Coré y su cuadrilla, Nm 16; 17, 5; Nadab y Abihú murieron por ofrecer incienso que Yahvéh no había mandado, Lv 10, 1-2; el rey Ozías enfermó de lepra al querer ofrecer incienso por su cuenta, 2 Cro 26, 16-18.
En los ritos idolátricos los paganos también quemaban i. a sus dioses, y muchos israelitas lo hicieron, Lv 26, 30; 1 R 3, 3; 11, 8; 12, 33; 13, 1-2; 22, 44; 2 R 12, 4; 14, 4; 15, 4 y 35; 16, 4; 17, 11; 22, 17; 23, 5 y 8.
Los reyes magos le llevaron al Niño Jesús riquezas de Oriente como presente, entre ellas, i., Mt 2, 11.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
En el AT este acto simboliza
( 1 ) el conferir de derechos de herencia por parte de los padres (Gen 48:14-20),
( 2 ) los dones y derechos de un puesto (Num 27:18, Num 27:23; Deu 34:9 y
( 3 ) sustitución de un animal por la culpa de uno (Exo 29:10, Exo 29:15, Exo 29:19; Lev 1:4; Lev 3:2, Lev 3:8, Lev 3:13; Lev 4:4, Lev 4:15, Lev 4:24, Lev 4:29, Lev 4:33; Lev 8:14, Lev 8:18, Lev 8:22; Lev 16:21; comparar Gen 22:9-13), de levitas por los primogénitos de las otras tribus (Num 8:10-19), de la inocencia de uno por la culpabilidad de otro (Lev 24:13-16; Deu 13:9; Deu 17:7). En el NT el acto simboliza
( 1 ) el conferir de bendiciones y la bendición (Mat 19:13, Mat 19:15; Luk 24:50),
( 2 ) la restauración de la salud (Mat 9:18; Act 9:12, Act 9:17),
( 3 ) la recepción del Espíritu Santo en el bautismo (Act 8:17, Act 8:19; Act 19:6) y
( 4 ) los dones y derechos de un puesto (Act 6:6; Act 13:3; 1Ti 4:14; 2Ti 1:6).
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
Acto mediante el cual se simbolizaba el otorgamiento de una bendición. Jacob, al bendecir a †¢Efraín y †¢Manasés, puso sus manos sobre sus cabezas (Gen 48:14). Así, el Señor Jesús, para bendecir a unos niños, ponía sus manos sobre ellos y oraba (Mat 19:13-15); y para dar la bendición de la sanidad, ponía sus manos sobre los enfermos (Mar 1:41). Además, la i. de m. expresaba la identificación con el animal sacrificado en holocausto (Lev 1:4) y la trasmisión de la culpa hacia el cordero de la expiación (Lev 4:3-4).
También para un nombramiento se imponían las manos. Dios ordenó a Moisés que pusiera sus manos sobre Josué para nombrarlo su sucesor (Num 27:18-23) y de esta manera †œfue lleno de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él† (Deu 34:9). Los apóstoles †œimpusieron las manos† y oraron al nombrar a los siete diáconos (Hch 6:6). Y los líderes de la iglesia de Antioquía, tras recibir órdenes del Espíritu Santo, †œimpusieron las manos† a Bernabé y Saulo (Hch 13:1-3). Pablo aconsejó no hacer eso con ligereza (1Ti 5:22). Por la i. de m. de los apóstoles muchos recibieron el Espíritu Santo (Hch 8:17; Hch 19:6).
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
tip, DOCT TIPO CERE
ver, IGLESIA, CARISMAS, ANCIANOS
vet, Acto simbólico que consiste en poner las manos sobre una persona o un animal para transmitir un don, un poder, o una culpa. En el sacrificio anual del Día de la Expiación, el sacerdote ponía las manos sobre el camero vivo, confesando sobre él las iniquidades de Israel. Así, ponía sobre él las iniquidades del pueblo. Cargado con ellos, el carnero vivo las llevaba al desierto (Lv. 16:20-22). Se trataba de un rito de transmisión. Moisés consagró a Josué como sucesor suyo mediante la imposición de manos. Con ello le transmitió su dignidad y poder (Nm. 27:18-23; Dt. 34:9). También se podían transmitir maldiciones de esta manera (Lv. 24:14). Los padres bendecían a sus hijos imponiéndoles las manos (Gn. 48:14). En el NT, la imposición de manos significa siempre una bendición; Jesús obró así muchas curaciones (Mt. 9:18; Mr. 5:23; 6:5; 8:23, 25, etc.) empleó esta acción al bendecir a los niños (Mr. 10:16), se menciona también en relación con ciertas curaciones en Hechos (Hch. 9:12, 17; 28:8). En ocasiones se comunicó con las manos el don del Espíritu Santo (Hch. 8:17; 19:6). En la iglesia de Jerusalén los apóstoles consagraron a sus ayudantes mediante la imposición de manos (Hch. 6:6). Pablo y Bernabé y más tarde Timoteo son iniciados en sus cargos con este rito (Hch. 13:3; 1 Ti. 4:14; 2 Ti. 1:6). Esta ceremonia no es una ordenación estableciendo una función ni un privilegio jerárquico, como lo prueba la doble imposición recibida por Pablo en Damasco (Hch. 9:17) y en Antioquía (Hch. 13:3). En este caso la imposición confirma el don espiritual que sólo puede ser conferido por el Espíritu Santo. Se ha de procurar no imponer las manos a ninguno a la ligera (1 Ti. 5:22). Nada en las Escrituras permite ligar obligatoriamente la recepción de ninguna gracia con el rito de la imposición de manos. Dios permanece soberano y libre en el empleo de sus medios, y permanece la norma de que «el justo, por la fe vivirá». En todo el libro de Hechos hay sólo dos pasajes que mencionen este rito en relación con el Espíritu Santo (Hch. 8:17; 19:6). En el caso de Saulo (Hch. 9:17), la imposición de manos por parte de Ananías parece que tiene que ver con la curación de la ceguera de Saulo. Así, es erróneo decir que la imposición de las manos sea necesaria para recibir el Espíritu Santo, cuando tantos textos mencionan la sola condición de la fe (Jn. 7:39; Gá. 3:2, 13-14; Ef. 1:13, etc.). Lo mismo sucede con la curación: Cristo y los apóstoles utilizaron los medios más diversos: toque (Mt. 8:3), la palabra (Mt. 8:13, 16), acción a distancia (Mt. 15:28), saliva (Mr. 8:23), oración (Hch. 9:40), paños (Hch. 19:12), etc. El gran texto de Stg. 5:15 habla de la unción del aceite y de la oración de la fe, pero nada dice de la imposición de manos. En resumen, queda claro que uno puede ser llamado al ministerio de una manera directa por Dios, sin que medie ninguna imposición de manos. Hemos visto que la iglesia de los tiempos apostólicos utilizaba este rito, pero ningún texto hace de ello una ley, sino que el Espíritu sopla donde quiere (cfr. Jn. 3:8; Nm. 11:26-30; Lc. 9:49, 50). No hay otra cosa precisa sino que el hombre llamado y capacitado por Dios (como Pablo, p. ej., Gá. 1:1) ejerza su ministerio en el marco del cuerpo de Cristo y para la común utilidad (1 Co. 12:7; Ef. 5:21). (Véanse IGLESIA, CARISMAS, ANCIANOS.)
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
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Gesto y postura de las manos de una persona sobre otra con un determinado significado suprasensorial. En muchos pueblos y entornos culturales es el gesto simbólico de un buen deseo, de una transmisión de poder espiritual, de una influencia, orden o misión que se confía.
En la Iglesia católica es signo litúrgico de bendición y de acogida, o de transmisión de una misión o de una gracia espiritual. Es el signo sensible del sacramento del orden sacerdotal.
Pero su base viene de la cultura judaica y aparece con frecuencia en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.
En el Antiguo se alude a ese gesto ya desde las primeras páginas sagradas: Ex. 29.10; Num. 8.12; Lev. 24. 14; Deut. 13.14. Luego se repite en diversos relatos: Salmo 139.5; 2 Rey. 13.16.
En el Nuevo aparece como gesto de Jesús que cura imponiendo las manos: Mt. 19.13; Mc. 5.23 y Mt. 9.18; Lc. 4. 40. Y sobre todo se hace referencia a él en las Cartas y en los Hechos: Hech. 8. 17-19; Hech. 9. 12; Hech. 19. 6; 1 Tim. 4.14; Hebr. 6.2; 2 Tim. 1.6)
Luego se mantiene en los primeros tiempos cristianos. Desde la Edad media queda relegado en Occidente a diversos gestos sacramentales, aunque en Oriente se mantiene como signo de bendición de despedida o de envío. Con todo en Occidente algunos movimientos neocatecumenales, pentecostales o carismáticos entre los católicos lo recuperan en sus ritos peculiares y en sus formas distintivas de plegaria y de relación interpersonal habitual.
En la liturgia latina se indica como gesto asociado a las bendiciones solemnes o impartidas por las jerarquías eclesiales. Con todo el pragmatismo occidental convierte este gesto ya desconocido en algo inexpresivo para la mayor parte de la gente, aunque sea creyente y tenga cierta cultura religiosa.
Por eso es dudoso que merezca la pena resaltar su importancia histórica en las catequesis ordinarias o sacralizar demasiado un signo que no goza de simpatía por el uso frecuente o la significación clerical o jerárquica que con frecuencia resulta neutra en una cultura más democrática o secular como la que invade tantos ambientes, sobre todo juveniles.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
DicEc
Â
En distintas religiones encontramos el acto simbólico impresionante de colocar la mano, o las manos, sobre una persona. Se encuentra con frecuencia en rituales de curación, por lo general dando a entender que el que cura es una persona que tiene poder (cf Mc 5,27-30: aquí por el contrario el que cura es tocado). Aparece en el Antiguo Testamento como un signo de bendición (Gén 48,13-16), como un signo de consagración, de elección, de donación (Núm 8,10; 27,15-23; Dt 34,9), como un signo de identificación en el caso de las ofrendas sacrificiales (Lev 1,4; 3,2) y del chivo expiatorio (Lev 16,21-22).
En el Nuevo Testamento encontramos a Jesús poniendo las manos sobre los niños como signo de bendición (Mc 10,16; Mt 19,13). Con frecuencia pone las manos sobre los enfermos para curarlos (cf Mc 1,41; 8,23-26; Lc 4,40; 13,13), pero a veces expulsa los malos espíritus o cura sólo con la palabra (cf Mc 2,9-11; 5,8-13; 9,25). A la Iglesia se le confiere un ministerio de curación, que ejerce con frecuencia por medio de la imposición de las manos (Mc 16,18; He 9,12.17; 28,8), aunque no exclusivamente (cf Sant 5,14; He 5,15).
La imposición de manos de los apóstoles transmite el don del Espíritu Santo (He 8,17-19; 19,6). Encontramos también imposición de manos al elegir a alguien para un oficio o tarea (He 6,6; 13,3; 2Tim 1,6-7). La ocasión o significación de determinadas imposiciones (1Tim 4,14; 5,22; Heb 6,2) no está siempre clara. En los textos neotestamentarios la imposición de manos de los apóstoles puede considerarse que tiene dos significados: es una >epiclésis o invocación del Espíritu o de los dones divinos; implica una comunión entre el que toca y el que es tocado.
En la >Tradición apostólica (TA) se observa una práctica muy desarrollada, así como una teoría emergente, de la imposición de manos. El obispo pone la mano sobre los candidatos al episcopado, el presbiterado y el diaconado, así como sobre algunos >confesores. Se dice explícitamente que no se realiza la imposición de manos con los >subdiáconos, >viudas, >vírgenes, >lectores y curanderos. Sólo el obispo impone las manos al candidato al diaconado. La razón de ello es que «el diácono no es ordenado para el sacerdocio» (TA: 8/9,2) y que «no recibe el espíritu común al presbiterio, del que participan los sacerdotes» (8/9,4). Por otro lado, los miembros del presbiterio signan al candidato (sphragizein) poniendo sobre él la mano, mientras que el obispo ordena (cheirotonein). Esto se debe al espíritu común que tienen; el sacerdote tiene poder para recibir, pero no para transmitir el Espíritu (8/9,5-8). La imposición de manos es un aspecto importante del catecumenado: el >maestro impone la mano sobre los candidatos después de orar (19/19,1); en el período inmediatamente anterior al bautismo reciben la imposición de manos diariamente para el exorcismo (20/20,3); el obispo realiza un exorcismo final imponiendo la mano (20/ 20,3, 8). El que bautiza coloca la mano sobre los candidatos que confiesan su fe en el momento mismo del bautismo (21/21,14).
En las >Constituciones apostólicas, de finales del siglo IV, se distingue cuidadosamente entre dos formas de imposición de manos: cheirotonia es el término usado para la ordenación de obispos, sacerdotes, diáconos y subdiáconos; cheirothesia es la palabra usada para otras imposiciones de mano(s) del ritual del bautismo, la reconciliación de penitentes o las bendiciones. La diferencia entre ambas es explícita y consciente: los bautizados no son ordenados, y sólo el obispo ejerce la cheirotonia, mientras que los sacerdotes pueden usar la cheirothesia». Para Agustín, el sentido de la imposición de manos en el bautismo era el de la oración: «¿Qué es esto sino orar sobre una persona?».
A mediados del siglo XX se produjo una importante reorientación de la manera de entender los sacramentos: los sacramentos se vieron como acciones salvíficas de Cristo; se subrayó la dimensión pneumatológica, afirmándose que el Espíritu opera, o incluso se da, en cada uno de los sacramentos. Ambas ideas encontrarán expresión adecuada en una renovada insistencia en la imposición de las manos.
La imposición de manos es central en la liturgia posterior al Vaticano II: hay imposición de manos en silencio en la ordenación de diáconos, sacerdotes y obispos, así como en la >unción de enfermos; hay una imposición de manos solemne sobre los confirmandos (>Confirmación), que sirve de preparación a la unción, vista esta a su vez como una imposición de mano; el sacramento de la >reconciliación tiene también imposición de mano en el acto de la absolución; en la misa la primera epiclésis sobre el pan y el vino va unida a una imposición de manos, y los concelebrantes extienden las manos sobre la hostia y el cáliz durante la consagración; la bendición solemne del final de la misa va acompañada también de imposición de manos sobre la asamblea; la bendición con el signo de la cruz puede considerarse también como una bendición de mano.
El símbolo de la imposición de manos ha de interpretarse siempre de acuerdo con la oración que lo acompaña. Puede ser una forma sacramental o puede ser una oración de bendición o de curación. No hay razón alguna para decir que la imposición de manos ha de limitarse a los clérigos. La usan también legítimamente, en oraciones de curación, los laicos, especialmente en los grupos carismáticos.
Hay que plantearse la cuestión teológica de cómo ha de entenderse la imposición de manos. ¿Ha de verse la imposición de manos de uno como una fuente de poder, o se trata más bien de un gesto de oración, de una epiclésis? Aunque los estudiosos mantienen al respecto puntos de vista diferentes, quizá sea preferible ver la imposición de manos como un símbolo de epiclésis. En el caso de los sacramentos tenemos la garantía de que la oración será escuchada si el receptor está adecuadamente dispuesto (es el efecto ex opere operato); en el caso de las oraciones de curación y en las imposiciones de manos no sacramentales, no existe tal garantía (es ex opere operantis).
Los que ejercen en la Iglesia el ministerio de la curación suelen hablar de que sienten el poder de la curación pasar a través de ellos a la persona. Otros con dones no menos notables no parecen experimentar esta sensación, o haberla experimentado sólo al comienzo de su ministerio. Este tipo de percepciones están todavía a la espera de una investigación adecuada. Puede no obstante afirmarse que el simbolismo primario de la imposición de manos es el de la invocación o epiclésis, aun cuando Dios pueda servirse del curandero como instrumento físico, o en determinados casos pueda haber implicados ciertos poderes psíquicos.
Por importantes que sean las cuestiones teológicas, no se puede olvidar tampoco la importancia del calor humano que va unido al símbolo de la imposición de manos, tanto en los contextos sacramentales como en los extrasacramentales.
Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiología, San Pablo, Madrid 1987
Fuente: Diccionario de Eclesiología
DJN
Â
La imposición de las manos es una realidad que está presente tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Tratamos enseguida de vislumbrar cómo era este rito a través de algunos pasajes bíblicos para especificar claramente de qué se trata. La antigua Alianza contempla el gesto de la imposición de manos, tanto en relación con las ofrendas que ritualmente se presentaban al Señor, los sacrificios, como en la elección de los líderes que guiaban al pueblo de Dios.
antiguo testamento
La expresión «imposición de manos» es un gesto que se realizaba en Israel en una situación de sacrificio. En un contexto no sacrificial demuestra quién es el objeto de la acción ritual. La mayoría de los ejemplos de este gesto se apoyan en el documento llamado Sacerdotal y se describe con el verbo hebreo samak (apoyarse contra, soportar). Fuera de la Tradición Sacerdotal, «la imposición de las manos» se encuentra dos veces, una vez con el verbo samak (2 Cro 29, 33) y otra descrita por los verbos ím y sit (Gn 48, 14. 17. 18). Estos verbos significan «colocar», «poner». Los ejemplos encontrados con el verbo samak pueden ser organizados en dos categorías distinguidas por el contexto del rito, su forma física y sus significados.
primera categoría
La mayoría de los casos del gesto sucede en el contexto de sacrificio. Aquí el que trae la ofrenda pone una mano sobre la cabeza del animal que va a ser ofrecido (Lv 1, 4; 3, 2. 8. 13; 4, 4. 24. 29. 33). Si un grupo de gente realiza el gesto juntos, presumiblemente cada uno de ellos pone una mano sobre la cabeza del animal (Ex 29, 10. 15. 19; Lv 4, 15; 8, 14. 18. 22; Nm 8, 12; 2 Cro 29, 33). Esta forma de poner una mano en los sacrificios, está mejor explicada como ritual, atribuyendo el animal al oferente; ello indica que el rito sacrificial entero, pertenece a él o a ella, aunque otros (sacerdotes y otros auxiliares) participan realizando la ofrenda más tarde en el rito. Esta interpretación se confirma por el hecho que tiene sentido en la falta del gesto con aves y ofrendas cereales (Lv 1, 14-17; 2; 5, 7-13). Estas ofrendas son pequeñas y al ser llevadas por el oferente, no era necesaria la colocación de la mano.
Otra realidad muy distinta es la imposición de la mano sobre los levitas (Nm 8, 10) y debe ser entendida bajo el principio arriba mencionado. Por este gesto los israelitas muestran que sus levitas son ofrenda a Dios y que los beneficios del servicio de los levitas sería acumulado a ellos.
segunda categoría
Tres casos del gesto en la Biblia descritos con el verbo samak son no sacrificiales y aparece para ser realizado con las dos manos, en vez de una. El ejemplo más claro está en el libro del Levítico (Lv 16, 21). Los otros dos lugares son menos claros con relación a cuántas manos son usadas (Nm 27, 18; Lv 24, 14).
Finalmente la imposición de manos, descrita con sím sit, puede ser entendida como el último de los tres ejemplos, como un medio de designar quiénes son los recipiendarios de la bendición (Gn 48, 14-18). Un gesto referido a la imposición de manos para la bendición es la extensión de las manos de Aarón sobre el pueblo (Nm 9, 22).
nuevo testamentoLa expresión «imposición de manos» es una traducción tomada del griego de la versión griega de los LXX que depende de la versión hebrea que usa el verbo samak (presionar o imponer la mano sobre) o síít o (poner la mano sobre).
El Nuevo Testamento usa la expresión «imponer las manos», no con el carácter sacrificial del Antiguo Testamento, sino que los pasajes neotestamentarios se relacionan con curaciones, las bendiciones, el bautismo y el Espíritu. El contexto es siempre religioso, como demuestra la mención frecuente de la oración y obviamente «la imposición de manos» es una acción simbólica. Tanto en el Antiguo Testamento, como en la tradición rabínica la imposición de manos, jamás estaba asociada con las curaciones y seguramente este gesto no era parte esencial de los milagros.
Según San Marcos y San Lucas, Jesús ha curado a través de la imposición de las manos (Mc 5, 33; 6, 5; 7, 32; 8, 22-26; Lc 4, 40; 13, 13) y así hicieron los cristianos (Mac 16, 18) como Ananías (Hech 9, 12. 17) y Pablo (Hech 28, 8). Naturalmente, la curación es comunicada a través de la imposición de las manos.
Jesús también bendice a niños a través de la imposición de las manos (Mc 10, 13-16 y paralelos). El pasaje contempla a los niños como teniendo la actitud correcta para la recepción en el reino. Lc 24, 50: «y alzando sus manos los bendijo». Debería ser notado aquí a través del griego que no es «imposición de manos».
En el libro de los Hechos la imposición de manos se refiere a la recepción del bautismo y al Espíritu Santo. Hech 19, 5-6 se indica esto más claramente. En una escena evocadora de Pentecostés, Pablo impone las manos sobre aquellos que han recibido solamente el bautismo de Juan y son ahora bautizados en el nombre de Jesús, y el Espíritu Santo vino sobre ellos y hablan en lenguas y profetizan. Según Hech 9, 17 a través de la imposición de manos de Ananías Pablo no solamente recobra la vista sino que es llenado con el Espíritu Santo. Del mismo modo, refiere la recepción del Espíritu Santo a través de la imposición de manos (Hech 8, 16-19).
El mismo Jesús no ordena a los apóstoles a través de la imposición de manos, tampoco Matías es a través de la imposición de manos asignado para ocupar el lugar de Judas, entre los Doce. Sin embargo, la ordenación está asociada con la imposición de manos en el Nuevo Testamento. La ordenación cristiana debía también incluir la autoridad apostólica y estar acompañada por la oración.
Llamas
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
SUMARIO: I Simbolismo de la mano. II. Significados de la imposición de manos en el AT: 1. Identificación; 2. Transmisión de poderes: 3. Consagración. III. Significados de la imposición de manos en el NT: 1 Poder taumatúrgico de Jesús y de sus discípulos; 2. Valor litúrgico-sacramental; 3. Transmisión del poder sagrado para el servicio de la comunidad. Conclusión.
I. SIMBOLISMO DE LA MANO. En el lenguaje simbólico la «mano» tiene una multiplicidad de significados que hay que definir según el contexto. Pensemos en la fuerza expresiva de la mano de Dios (¡y hasta del dedo de su mano!) en la escena de la creación del hombre, en la Capilla Sixtina, de Miguel Angel: sirve para indicar al mismo tiempo el poder, la vitalidad que se comunica, el movimiento y la armonía. A través del toque del dedo de esa mano explota la vida, que anima al cuerpo inerte del primer hombre. Junto con la «palabra», la mano es uno de los medios más expresivos con que el hombre comunica a los demás sus sentimientos, su voluntad, sus mismos pensamientos; con la mano da cuerpo a sus emociones e intuiciones artísticas.
En el uso bíblico la «mano», referida a Dios, puede expresar su poder: «Israel vio la mano poderosa con que el Señor había obrado contra los egipcios» (Exo 14:31); con su mano Dios creó el cielo y la tierra y dirige su curso (cf Isa 48:13). Referida además al hombre, puede ser símbolo del poder humano: por eso la expresión «caer en manos de alguien» quiere decir «caer bajo su poder» (Gén 32:12; Jue 2:14; Jer 27:6-7). Puede significar también el Espíritu de Dios: «Allí mismo el Señor puso su mano sobre mí y me dijo…» (Eze 3:22; cf 1,3; 3,14; 8,1; 33,22; 37,1; 40,1; I Apo 18:46; etc.).
Creo que el gesto de «imponer las manos», tan frecuente en la Biblia, deriva su significado y su valor sobre todo de esta doble referencia al poder y al Espíritu de Dios.
Además, es importante señalar que se da una notable continuidad entre el AT y el NT: Jesús, que «impone» las manos para curar a los enfermos, realiza un gesto de poder, como Yhwh cuando libera a Israel de la esclavitud del faraón.
II. SIGNIFICADOS DE LA IMPOSICIí“N DE MANOS EN EL AT. El AT reconoce diversas «imposiciones de manos», con significados diversos.
1. IDENTIFICACIí“N. Hay una imposición de manos que podríamos definir también de identificación –es decir, tendente a expresarse y a reconocerse en otra realidad simbólica-, utilizada sobre todo en la liturgia sacrificial, en la cual, al imponer las manos sobre una víctima, se intentaba, por así decir, cargarla con los propios sentimientos interiores, que podían ser de acción de gracias, de arrepentimiento o de adoración. La expresión más característica de esta especie de «transfert» espiritual se da en el rito complicado del chivo expiatorio, sobre el que, con ocasión de la fiesta de la expiación, el sumo sacerdote, imponiendo sus manos, descargaba los pecados del pueblo, que de este modo quedaba espiritualmente renovado. «(Aarón) pondrá las dos manos sobre su cabeza, confesará sobre él todas las faltas de los israelitas, todas sus transgresiones, todos sus pecados y, una vez cargados sobre la cabeza del macho, lo mandará al desierto por medio de un hombre designado para ello; el macho cabrío llevará sobre sí todas sus iniquidades a tierra desierta. El macho cabrío será abandonado en el desierto» (Lev 16:21-22; cf 1,4; Exo 29:10; etc.) [/ Levítico II].
2. TRANSMISIí“N DE PODERES. La imposición de manos puede tener también un significado de transmisión de poderes, una especie de selección de una persona para una misión especial. Así, es particularmente significativa la elección de Josué como sucesor de Moisés: «El Señor respondió a Moisés: `Toma a Josué, hijo de Nun, sobre quien reside el espíritu, y pon tu mano sobre él. Preséntalo luego al sacerdote Eleazar y a toda la comunidad, y en su presencia le darás órdenes y le transmitirás parte de tu autoridad, para que le preste obediencia toda la comunidad israelita'» (Núm 27:18-20). En Deu 34:9 se recoge este mismo concepto: «Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos. A él obedecieron los israelitas, como lo había ordenado Moisés».
Lo que es interesante advertir en estos dos textos es que la imposición de manos sobre Josué le comunica el «espíritu de sabiduría», y por eso le da autoridad sobre todo el pueblo; no es una mera indicación de la voluntad humana lo que lo pone al frente del pueblo, sino la libre voluntad de Dios, que le confiere también la fuerza interior («espíritu de sabiduría») para cumplir su no fácil misión.
3. CONSAGRACIí“N. También los levitas eran ofrecidos a Dios para que le perteneciesen como una ofrenda sagrada, mediante la imposición de manos: «Cuando los levitas se hayan acercado ante el Señor, los israelitas pondrán las manos sobre ellos… De esta manera separarás a los levitas de los demás israelitas para que sean míos» (Núm 8:10-14). Más que de conferir un poder, en esta imposición de manos se trata de hacer de ellos una especial consagración a Dios y al servicio religioso.
III. SIGNIFICADOS DE LA IMPOSICIí“N DE MANOS EN EL NT. Signo visible, a través del cual Dios quiere significar el ofrecimiento de sus dones y sobre todo de su Espíritu, el gesto se recoge en el NT para expresar los nuevos dones ofrecidos, por medio de Cristo. a los hombres y a su Iglesia. Más claramente que en el mismo AT aparece que la imposición de manos es un gesto «eficaz», es decir, que realiza lo que de alguna manera significa; en términos teológicos podríamos decir que tiene un valor «sacramental».
1. PODER TAUMATÚRGICO DE JESÚS Y DE SUS DISCíPULOS. Esto es evidente sobre todo en la actividad taumatúrgica de Jesús. Véase, por ejemplo, la curación de la mujer encorvada desde hacía dieciocho años por efecto de la posesión diabólica: «Jesús, al verla, la llamó y le dijo: `Mujer, quedas libre de tu enfermedad’. Le impuso las manos y, al instante, se enderezó y empezó a alabar a Dios» (Luc 13:12-13). Lo mismo ocurre con la curación del ciego de Betsaida: «Llegaron a Betsaida, le trajeron un ciego y le suplicaron que lo tocase. Jesús cogió de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea, le echó saliva en los ojos, le impuso las manos… Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y vio claramente» (Mar 8:22-23.25).
Y no son éstos los únicos casos. San Lucas, en un sumario rápido, nos dice que «a la puesta de sol, todos los que tenían enfermos de cualquier dolencia se los llevaron; Jesús imponía las manos sobre cada uno de ellos y los curaba» (Luc 4:40).
Lo que hizo Jesús con la plena autoridad que le venía de Dios durante su misión en la tierra, seguirá haciéndolo durante la historia de la Iglesia mediante el ministerio de sus discípulos. En efecto, después de darles la orden de anunciar el evangelio a todas las gentes, Jesús continúa: «A los que crean les acompañarán estos prodigios: en mi nombre echarán los demonios…, pondrán sus manos sobre los enfermos y los curarán» (Mar 16:17-18). Está claro que éste no es un poder autónomo, el de los apóstoles, sino participado por ellos del de Cristo resucitado, que está siempre presente entre los suyos: «Ellos se fueron a predicar por todas partes. El Señor cooperaba con ellos y confirmaba su doctrina con los prodigios que los acompañaban» (Mar 16:20). Por eso también Pablo restituye la salud al padre de Publio, gobernador de Malta (Heb 28:8).
Es interesante el hecho de que, fuera de los enfermos, Jesús impone las manos sólo a los niños: «Entonces le presentaron unos niños para que les impusiera las manos y rezase por ellos. Los discípulos los regañaban, pero Jesús dijo: `Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios’. Y después de imponerles las manos, continúo su camino» (Miq 19:13-15; cf Mar 10:13-16). Además de ser un signo de afecto, esta imposición de manos sobre los niños significa una especie de bendición y una indicación de que ellos sobre todo pertenecen a Dios: de aquí la referencia explícita a la oración («para que rezase por ellos»), que es como una recomendación de estos pequeños a la benevolencia del Padre.
2. VALOR LITÚRGICO-SACRAMENTAL. Más allá del uso amplio de la imposición de manos, documentado especialmente para la actividad taumatúrgica de Jesús y de sus discípulos, la Iglesia primitiva utilizaba este gesto sobre todo en el ambiente litúrgico, bien sea para conferir el Espíritu en los sacramentos del / bautismo y de la / confirmación, bien para crear ministros al servicio de las diversas comunidades [/ Sacerdocio II].
Por lo que se refiere a los sacramentos, hay que recordar dos textos de los Hechos de los Apóstoles.
Después de la predicación de Felipe en Samaria, enviaron de Jerusalén a Pedro y a Juan para verificar el hecho, dado que era la primera vez que se predicaba el evangelio fuera de Judea: «Llegaron y oraron por los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo, pues aún no había bajado sobre ninguno de ellos, y sólo habían recibido el bautismo en el nombre de Jesús, el Señor. Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo» (Heb 8:15-17). Aquello debió ser tan llamativo, que Simón mago se vio inducido a pedir, previa la debida compensación, que le dieran también a él el poder de «imponer las manos» para dar el Espíritu Santo (v. 19). Por todo el contexto es evidente que la imposición de manos está ordenada a la recepción de algún sacramento, que, a nuestro juicio, debería ser la confirmación, dado que el bautismo está ya claramente presupuesto en el texto. Y es igualmente evidente que el poder de «imponer las manos» venía solamente de Dios y que, por eso mismo, no era comerciable.
El otro episodio se refiere a san Pablo, cuando, al llegar a Efeso, se encontró allí con algunos discípulos que habían recibido solamente el bautismo de Juan. Los instruyó, y ellos «al oírlo, se bautizaron en el nombre de Jesús, el Señor. Cuando Pablo les impuso las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas extrañas y a profetizar» (Heb 19:5-6). También aquí estamos en un clima litúrgico, y la imposición de manos va unida a la efusión del Espíritu, que se realiza en el bautismo o, quizá mejor, en el sacramento de la confirmación, que perfecciona al primero y lo ordena sobre todo al testimonio para con los de fuera. En efecto, según el texto, la imposición de manos viene después del bautismo.
También en Heb 6:1-2 el autor recuerda, además de la «doctrina del bautismo», la «imposición de manos», que o precisa mejor al mismo bautismo o remite también a la confirmación. De todas formas, queda en pie el hecho de la importancia que muy pronto asumió la imposición de manos, derivada del AT, en la praxis litúrgica de la primitiva Iglesia.
3. TRANSMISIí“N DEL PODER SAGRADO PARA EL SERVICIO DE LA COMUNIDAD. Con este mismo gesto litúrgico la Iglesia antigua transmitía el «poder sagrado» que habilitaba a sus ministros a realizar determinados servicios en la comunidad con el don del Espíritu que se les confería. De forma que no se trataba de una mera designación externa que constituyese a los sagrados ministros, sino de la irrupción del Espíritu, que propiciaba el rito y la oración.
Es lo que se percibe en la institución de los siete (diáconos), destinados al servicio caritativo de las mesas para las viudas de los helenistas: «Elegid, pues, cuidadosamente entre vosotros, hermanos, siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y sabiduría, y nosotros les encomendaremos este servicio… Los presentaron a los apóstoles, los cuales, después de orar, les impusieron las manos»(Heb 6:3.6).
También la primera misión de Pablo y de Bernabé se caracteriza por una ceremonia análoga: «Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron» (Heb 13:3). Más de un comentarista interpreta todo esto como una ceremonia de despedida y de confiarlos a las manos de Dios, más que de una investidura. Pero personalmente creemos que estamos aquí ante un rito litúrgico de verdadera investidura misionera, celebrada por los responsables y representantes de la comunidad.
En las cartas pastorales [/ Timoteo, / Tito] que, entre otros temas, se ocupan de forma especial del tema de la «sucesión» en el ministerio, la imposición de manos se convierte en el rito normal de transmisión de poderes para guiar y santificar a la comunidad. Así, por ejemplo, el autor recuerda en dos ocasiones a Timoteo los deberes derivados de su introducción en el ministerio sagrado: «Por eso te recomiendo que reavives la gracia de Dios, que te fue conferida por la imposición de mis manos. Pues el Señor no nos ha dado espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de prudencia» (2Ti 1:6-7). Y también: «No descuides el carisma que has recibido y que se te confirió en virtud del Espíritu cuando te impusieron las manos los presbíteros de la Iglesia» (ITim 4,14).
Lo que es importante en estos pasajes es el hecho de que la imposición de manos no es sólo un gesto indicativo de una función en la Iglesia, sino que crea en el sujeto ciertas disposiciones interiores destinadas a cumplir determinadas funciones en la Iglesia. Por eso se habla en ambos casos de «don espiritual» (járisma) y de «Espíritu de fortaleza, de amor y de prudencia», que se da en la consagración. El Espíritu va indisolublemente unido al ministerio, como ya hemos visto también en algunos pasajes del AT. El Espíritu y la institución no se oponen, sino que están íntimamente ligados entre sí.
Precisamente por esto, se le pide a Timoteo que sea muy precavido en la elección de los ministros sagrados, para no cargar su conciencia con los pecados de otro: «No impongas a nadie las manos sin haberlo pensado muy bien; no te hagas cómplice de los pecados ajenos. Consérvate honesto» (ITim 5,22). Si es verdad que el «carisma» viene de Dios y que puede conferirlo a quien quiera, también es verdad que hay que ser muy precavido a la hora de confiar los diversos ministerios eclesiales, para no crear dificultades a los creyentes; cuando las dotes humanas y la «gracia» de Dios colaboran entre sí, entonces el ministerio sagrado alcanza la mayor eficacia.
También es importante señalar que, en todos los casos anteriormente recordados, la imposición de las manos para conferir un servicio ministerial la hacen personas cualificadas, aunque no siempre apóstoles, pero nunca por la comunidad en cuanto tal. Hay un principio «jerárquico» que se respeta, aunque la comunidad se ve casi siempre comprometida en ello, como, por ejemplo, en el caso de la elección de los siete diáconos (Heb 6:3).
CONCLUSIí“N. Pocos signos como el de la imposición de manos tienen un significado tan múltiple y tan adecuado a las cosas que intentan expresar, por lo que ha encontrado a través de los siglos hasta hoy un uso constante en la praxis litúrgica de la Iglesia; pensemos en la importancia que tiene sobre todo en la consagración episcopal y sacerdotal. En cierto sentido es siempre la «manus extenta» de Dios la que hoy sigue haciendo prodigios. De aquí su carácter tan sugestivo y también la necesidad de redescubrir siempre de nuevo su significado.
BIBL.: CORRAN] B., Imposizione delle maní nel NT, en «Protestantesimo»27 (1952) 161-171; Cl II MANN O., La fe v el culto en la Iglesia primitiva, Madrid 1971; FERGUSON E., Laying on of Hands: its .Significante in Ordinal ion, en «JTS, NS» 26 (1975) 1-12; GRAYSTON K., 7he Significanee of the Word Hand in the NT, en Fs. B. RicACx, 1970, 479-487; LECUYER J., Le sacrement de l’Ordination. Recherehe historique et théologique, Beauchesne, París 1983; MAURER C., epitíthemi, en GLNT XIII, 1981, 1245-1250; Srico C., Les Epítrespastorales II, Gabalda, París 1969, 722-730; Wouni A.S. van der, rad-Mano, en DTAT 1, 921-931.
S. Cipriani
P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, San Pablo, Madrid 1990
Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica
Sumario: 1. Simbolismo de la mano. II. Significados de la imposición de manos en el A T: 1. Identificación; 2. Transmisión de poderes; 3. Consagración. III. Significados de la imposición de manos en el NT: 1. Poder taumatúrgico de Jesús y de sus discípulos; 2. Valor litúrgico-sacramental; 3. Transmisión del poder sagrado para el servicio de la comunidad. Conclusión.
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1. SIMBOLISMO DE LA MANO.
En el lenguaje simbólico la †œmano† tiene una multiplicidad de significados que hay que definir según el contexto. Pensemos en la fuerza expresiva de la mano de Dios (iy hasta del dedo de su mano!) en la escena de la creación del hombre, en la Capilla Sixtina, de Miguel Angel: sirve para indicar al mismo tiempo el poder, la vitalidad que se comunica, el movimiento y la armonía. A través del toque del dedo de esa mano explota la vida, que anima al cuerpo inerte del primer hombre. Junto con la †œpalabra†, la mano es uno de los medios más expresivos con que el hombre comunica a los demás sus sentimientos, su voluntad, sus mismos pensamientos; con la mano da cuerpo a sus emociones e intuiciones artísticas.
En el uso bíblico la †œmano†, referida a Dios, puede expresar su poder: †œIsrael vio la mano poderosa con que el Señor había obrado contra los egipcios† (Ex 14,31); con su mano Dios creó el cielo y la tierra y dirige su curso (Is 48,13). Referida además al hombre, puede ser símbolo del poder humano: por eso la expresión †œcaer en manos de alguien† quiere decir †œcaer bajo su poder† (Gn 32,12; Jc 2,14; Jr 27,6-7). Puede significar también el Espíritu, de Dios: †œAllí mismo el Señor puso su mano sobre mí y me dijo…† Ez3,22 cf Ez 1,3; Ez 3,14; Ez 8,1;Ez 33,22 37,1;40,1;lRe Ez 18,46 etc. ).
Creo que el gesto de †œimponer las manos†, tan frecuente en la Biblia, deriva su significado y su valor sobre todo de esta doble referencia al poder y al Espíritu de Dios.
Además, es importante señalar que se da una notable continuidad entre el AT y el NT: Jesús, que †œimpone† las manos para curar a los enfermos, realiza un gesto de poder, como Yhwh cuando libera a Israel de la esclavitud del faraón.
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II. SIGNIFICADOS DE LA IMPOSICION DE MANOS EN EL AT.
El AT reconoce diversas †œimposiciones de manos†, con significados diversos.
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1. Identificación.
Hay una imposición de manos que podríamos definir también de identificación -es decir, tendente a expresarse y a reconocerse en otra realidad simbólica-, utilizada sobre todo en la liturgia sacrificial, en la cual, al imponer las manos sobre una víctima, se intentaba, por así decir, cargarla con los propios sentimientos interiores, que podían ser de acción de gracias, de arrepentimiento o de adoración. La expresión más característica de esta especie de †œtransferí† espiritual se da erre! rifó †œcomplicado del chivo expiatorio, sobre el que, con ocasión de la fiesta de la expiación, el sumo sacerdote, imponiendo sus manos, descargaba los pecados del pueblo, que de este modo quedaba espiritualmente renovado. †œ(Aarón) pondrá las dos manos sobre su cabeza, confesará sobre él todas las faltas de los israelitas, todas sus transgresiones, todos sus pecados y, una vez cargados sobre la cabeza del macho, lo mandará al desierto por medio de un hombre designado para ello; el macho cabrío llevará sobre sí todas sus iniquidades a tierra desierta. El macho cabrío será abandonado en el desierto† (Lv 16,21-22 cf Lv 1,4; Ex 29,10 etc. ) [1 Levítico II].
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2. Transmisión de poderes.
La imposición de manos puede tener también un significado de transmisión de poderes, una especie de selección de una persona para una misión especial. Así, es particularmente significativa la elección de Josué como sucesor de Moisés: †˜El Señor respondió a Moisés: †˜Toma a Josué, hijo de Nun, sobre quien reside el espíritu, y pon tu mano sobre él. Preséntalo luego al sacerdote Eleazar y a toda la comunidad, y en su presencia le darás órdenes y le transmitirás parte de tu autoridad, para que le preste obediencia toda la comunidad israelita† (Nm 27,18-20). En Dt 34,9 se recoge este mismo concepto: †œJosué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porqué-Moisés le había impuesto las manos. A él obedecieron los israelitas, como lo había ordenado Moisés†.
Lo que es interesante advertir en estos dos textos es que la imposición de manos sobre Josué le comunica el †œespíritu de sabiduría†, y por eso le da autoridad sobre todo el pueblo; no es una mera indicación de la voluntad humana lo que lo pone al frente del pueblo, sino la libre voluntad de Dios, que le confiere también la fuerza interior (†œespíritu de sabiduría†) para cumplir su no fácil misión.
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3. Consagración.
También los levitas eran ofrecidos a Dios para que le perteneciesen como una ofrenda sagrada, mediante la imposición de manos: †œCuando los levitas se hayan acercado ante el Señor, los israelitas pondrán las manos sobre ellos… De esta manera separarás a los levitas de los demás israelitas para que sean míos† Nm 8,10-14). Más que de conferir un poder, en esta imposición de manos se trata de hacer de ellos una especial consagración a Dios y al servicio religioso.
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III. SIGNIFICADOS DE LA IMPOSICION DE MANOS EN EL NT.
Signo visible, a través del cual Dios quiere significar el ofrecimiento de sus dones y sobre todo de su Espíritu, el gesto se recoge en el NT para expresar los nuevos dones ofrecidos, por medio de Cristo, a los hombres y a su Iglesia. Más claramente que en el mismo AT aparece que la imposición de manos es un gesto †œeficaz†, es decir, que realiza lo que de alguna manera significa; en términos teológicos podríamos decir que tiene un valor †œsacramental†.
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1. Poder taumatúrgico de Jesús y de sus discípulos.
Esto es evidente sobre todo en la actividad taumatúrgica de Jesús. Véase, por ejemplo, la curación de la mujer encorvada desde hacía dieciocho años por efecto de la posesión diabólica: †œJesús, al verla, la llamó y le dijo: †˜Mujer, quedas libre de tu enfermedadi. Le impuso las manos y, al instante, se enderezó y empezó a alabar a Dios†(Lc 13,12-13). Lo mismo ocurre con la curación del ciego de Bet-saida: †œLlegaron a Betsaida, le trajeron un ciego y le suplicaron que lo tocase. Jesús cogió de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea, le echó saliva en los ojos, le impuso las manos… Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y vio claramente† (Mc 8,22-23; Mc 8,25).
Y no son éstos los únicos casos. San Lucas, en un sumario rápido, nos dice que †œa la puesta de sol, todos los que tenían enfermos de cualquier dolencia se los llevaron; Jesús imponía las manos sobre cada uno de ellos y los curaba† (Lc 4,40).
Lo que hizo Jesús con la plena autoridad que le venía de Dios durante su misión en la tierra, seguirá haciéndolo durante la historia de la Iglesia mediante el ministerio de sus discípulos. En efecto, después de darles la orden de anunciar el evangelio a todas las gentes, Jesús continúa: †œA los que crean les acompañarán estos prodigios: en mi nombre echarán los demonios…, pondrán sus manos sobre los enfermos y los curarán† (Mc 16,17-18). Está claro que éste no es un poder autónomo, el de los apóstoles, sino participado por ellos del de Cristo resucitado, que está siempre presente entre los suyos: †œEllos se fueron a predicar por todas partes. El Señor cooperaba con ellos y confirmaba su doctrina con los prodigios que los acompañaban† (Mc 16,20). Por eso también Pablo restituye la salud al padre de Publio, gobernador de Malta (Hch 28,8).
Es interesante el hecho de que, fuera de los enfermos, Jesús impone las manos sólo a los niños:
†œEntonces le presentaron unos niños para que les impusiera las manos y rezase por ellos. Los discípulos los regañaban, pero Jesús dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el reino de Dios. Y después de imponerles las manos, continúo su camino†™ Mt 19,13-15; Mc 10,13-16). Además de ser un signo de afecto, esta imposición de manos sobre los niños significa una especie de bendición y una indicación de que ellos sobre todo pertenecen a Dios: de aquí la referencia explícita a la oración (para que rezase por ellos), que es como una recomendación de estos pequeños a la benevolencia del Padre.
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2. Valor litúrgico-sacramental.
Más allá del uso amplio de la imposición de manos, documentado especialmente para la actividad taumatúrgica de Jesús y de sus discípulos, la Iglesia primitiva utilizaba este gesto sobre todo en el ambiente litúrgico, bien sea para conferir el Espíritu en los sacramentos del / bautismo y de la / confirmación, bien para crear ministros al servicio de las diversas comunidades [/Sacerdocio II].
Por lo que se refiere a los sacramentos, hay que recordar dos textos de los Hechos de los Apóstoles.
Después de la predicación de Felipe-en Samaría, enviaron de Jerusalén a Pedro y a Juan para verificar el hecho, dado que era la primera vez que se predicaba el evangelio fuera de Judea: †œLlegaron y oraron por los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo, pues aún no había bajado sobre ninguno de ellos, y sólo habían recibido el bautismo en el nombre de Jesús, el Señor. Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo† (Hch 8, 15-17). Aquello debió ser tan llamativo, que Simón mago se vio inducido a pedir, previa la debida compensación, que le dieran también a él el poder de †œimponer las manos† para dar el Espíritu Santo (y. 19). Por todo el contexto es evidente que la imposición de manos está ordenada a la recepción de algún sacramento, que, a nuestro juicio, debería ser la confirmación, dado que el bautismo está ya claramente presupuesto en el texto. Y es igualmente evidente que el poder de †œimponer las manos† venía solamente de Dios y que, por eso mismo, no era comerciable.
El otro episodio se refiere a san Pablo, cuando, al llegar a Efeso, se encontró allí con algunos discípulos que habían recibido solamente el bautismo de Juan. Los instruyó, y ellos †œal oírlo, se bautizaron en el nombre de Jesús, el Señor. Cuando Pablo les impuso las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas extrañas y a profetizar† (Hch 19,5-6). También aquí estamos en un clima litúrgico, y la imposición de manos va unida a la efusión del Espíritu, que se realiza en el bautismo o, quizá mejor, en el sacramento de la confirmación, que perfecciona al primero y lo ordena sobre todo al testimonio para con los de fuera. En efecto, según el texto, la imposición de manos viene después del bautismo.
También en Heb 6,1-2 el autor recuerda, además de la †œdoctrina del bautismo†™, la †œimposición de manos, que o precisa mejor al mismo bautismo o remite también a la confirmación. De todas formas, queda en pie el hecho de la importancia que muy pronto asumió la imposición de manos, derivada del AT, en la praxis litúrgica de la primitiva Iglesia.
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3. Transmisión del poder sagrado PARA EL SERVICIO DE LA COMUNIDAD.
Con este mismo gesto litúrgico la Iglesia antigua transmitía el †œpoder sagrado† que habilitaba a sus ministros a realizar determinados servicios en la comunidad con el don del Espíritu que se les confería. De forma que no se trataba de una mera designación externa que constituyese a los sagrados ministros, sino de la irrupción del Espíritu, que propiciaba el rito y la oración.
Es lo que se percibe en la institución de los siete (diáconos), destinados al servicio caritativo de las mesas para las viudas de los helenistas: †œElegid, pues, cuidadosamente entre vosotros, hermanos, siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y sabiduría, y nosotros les encomendaremos este servicio… Los presentaron a los apóstoles, los cuales, después de orar, les impusieron las manos† (Hch 6,3; Hch 6,6 ). También la primera misión de Pablo y de Bernabé se caracteriza por una ceremonia análoga:
†œEntonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despi-dieron†(Hch 13,3). Más de un comentarista interpreta todo esto como una ceremonia de despedida y de confiarlos a las manos de Dios,,más que de una investidura. Pero personalmente creemos que estamos aquí ante un rito litúrgico de verdadera investidura misionera, celebrada por los responsables y representantes de la comunidad.
En las cartas pastorales [1 Timoteo, / Tito] que, entre otros temas, se ocupan de forma especial del tema de la †œsucesión† en el ministerio, la imposición de manos se convierte en el rito normal de transmisión de poderes para guiar y santificar a la comunidad. Así, por ejemplo, el autor recuerda en dos ocasiones a Timoteo los deberes derivados de su introducción en el ministerio sagrado: †œPor eso te recomiendo que reavives la gracia de Dios, que te fue conferida por la imposición de mis manos. Pues el Señor no nos ha dado espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de prudencia† (2Tm 1,6-7). Y también: †œNo descuides el carisma que has recibido y que se te confirió en virtud del Espíritu cuando te impusieron las manos los presbíteros de la Iglesia† (lTm 4,14).
Lo que es importante en estos pasajes es el hecho de que la imposición de manos no es sólo un gesto indicativo de una función en la Iglesia, sino que crea en el sujeto ciertas disposiciones interiores destinadas a cumplir determinadas funciones en la Iglesia. Por eso se habla en ambos casos de †œdon espiritual† carisma) y de †œEspíritu de fortaleza, de amor y de prudencia†, que se da en la consagración. El Espíritu va indisolublemente unido al ministerio, como ya hemos visto también en algunos pasajes del AT. El Espíritu y la institución no se oponen, sino que están íntimamente ligados entre sí.
Precisamente por esto, se le pide a Timoteo que sea muy precavido en la elección de los ministros sagrados, para no cargar sucüncíencia con los pecados de otro: †œNo impongas a nadie las manos sin haberlo pensado muy bien; no te hagas cómplice de los pecados ajenos. Consérvate honesto† (lTm 5,22). Si es verdad que el †œcarisma† viene de Dios y que puede conferirlo a quien quiera, también es verdad que hay que ser muy precavido a la hora de confiar los diversos ministerios eclesiales, para no crear dificultades a los creyentes; cuando las dotes humanas y la †œgracia† de Dios colaboran entre sí, entonces el ministerio sagrado alcanza la mayor eficacia.
También es importante señalar que, en todos los casos anteriormente recordados, la imposición de las manos para conferir un servicio ministerial la hacen personas cualificadas, aunque no siempre apóstoles, pero nunca por la comunidad en cuanto tal. Hay un principio †œjerárquico† que se respeta, aunque la comunidad se ve casi siempre comprometida en ello, como, por ejemplo, en el caso de la elección de los siete diáconos (Hch 6,3).
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CONCLUSION.
Pocos signos como el de la imposición de manos tienen un significado tan múltiple y tan adecuado a las cosas que intentan expresar, por lo que ha encontrado a través de los siglos hasta hoy un uso constante en la praxis litúrgica de la Iglesia; pensemos en la importancia que tiene sobre todo en la consagración episcopal y sacerdotal. En cierto sentido es siempre la †œmanus exten-ta† de Dios la que hoy sigue haciendo prodigios. De aquí su carácter tan sugestivo y también la necesidad de redescubrir siempre de nuevo su significado.
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BIBL.: Corsani B., Imposizione delle manínelNT, en†Protestantesimo†27 (1952) 161-17!; Cullmann O., La
fe yel culto en ¡a Iglesia primitiva, Madrid 1971; Ferguson E., LayingonofHandsrits Significance in
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S. Cipriani
1361
Fuente: Diccionario Católico de Teología Bíblica
La mano es, juntamente con la *palabra, uno de los medios más expresivos del lenguaje del hombre; de por sí, la mano simboliza ordinariamente el *poder (Ex 14,31; Sal 19, 2) y hasta el *Espíritu de Dios (lRe 18,46; Is 8,11; Ez 1,3; 3,22). Imponer las manos sobre alguien es más que levantarlas en alto, aunque sea para bendecir (Lev 9,22; Le 24, 50); es tocar realmente al otro y comunicarle algo de uno mismo.
AT. La imposición de manos, signo de bendición, expresa con realismo el carácter de la *bendición, que no es meramente palabra, sino acto. Así Jacob transmite a toda su posteridad la *riqueza de bendición que él mismo ha recibido de sus antepasados, Abraham e Isaac: «Â¡Crezcan y multiplíquense sobre la tierra!» (Gén 48,13-16).
La imposición de manos, signo de consagración, indica que el Espíritu de Dios pone aparte a un ser que él se ha escogido, que toma posesión de él, que le da autoridad y aptitud para ejercer una funci5n. Así se pone aparte a los levitas, como a una ofrenda sagrada (Núm 8,10); así el Espíritu de sabiduría llena a Josué (Dt 34,9), disponiéddolo a desempeñar el cargo de jefe del pueblo con plenos poderes (Núm 27,15-23).
La imposición de manos, símbolo de identificación, establece una unión entre el que ofrece una víctima en sacrificio y la víctima misma: ésta es consagrada a Dios, encargada de tomar sobre sí los sentimientos del oferente, acción de gracias, pesar del pecado o adoración; así en los sacrificios de expiación Lev 1,4), de comunión (3,2), por el pecado (4,4), o también en la consagración de los levitas (Núm 8,16). En el rito del macho cabrío emisario el día de la *expiación, hay todavía identificación con el animal, pero no hay consagración. Por la imposición de las manos comunica Israel al animal sus pecados; éste, ahora impuro, no puede ser ofrecido a Yahveh en sacrificio y es expulsado al desierto (Lev 16,21s).
NT. 1. En la vida de Jesús. En signo de bendición impuso Jesús las manos a los *niños Pequeños (Mc 10,. 16), confiriéndoles la *bienaventuranza que anunciaba a los *pobres (Mt 5,3), obteniendo de su Padre los frutos de su propia «oración» (Mt 19, 13). La imposición de las manos es también signo de liberación. En efecto, por este gesto cura Jesús a los *enfermos: «Mujer, ya estás limpia de tu enfermedad», dijo a la mujer encorvada, luego le impuso las manos, y ella se enderezó en el mismo instante (Le 13,13). Igual gesto para la curación del ciego de Betsaida (Mc 8,23ss), o para cada uno de los numerosos enfermos que acudían a la puesta del sol (Le 4,40).
2. En la vida de la Iglesia. Según la promesa del resucitado, los discípulos «impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán curados» (Mc 16,18). Así Ananías devuelve con este gesto la vista a Saulo convertido (Act 9,12), y Pablo a su vez restituye la salud al gobernador de Malta (28,8). Juntamente con este signo de liberación, la imposición de las manos se practica ya en la Iglesia naciente como signo de consagración. Por ella se transmiten los dones divinos y principalmente el don del *Espíritu Santo. Así Pedro y Juan confirmaron a los samaritanos que no lo habían recibido todavía (Act 8,17); Pablo hizo lo mismo a las gentes de Efeso (19,6). Simón Mago había quedado tan asombrado ante el poder de este gesto que había querido comprar aquel poder con dinero (8,18s). Así pues, este gesto aparece como un signo visible portador de una potente realidad divina.
Finalmente, por este mismo gesto transmite la Iglesia un poder espiritual adaptado a una *misión precisa, ordenada a determinadas funciones : tal sucede en la institución de los siete (6,6) consagrados por los apóstoles, o en el envío de Pablo y de Bernabé (13,3). Pablo a su vez impone las manos a Timoteo (2Tim 1,6s; cf. ITim 4,14), y Timoteo repetirá este gesto sobre los que escoja para el ministerio (lTim 5,22). Así la Iglesia continúa imponiendo las manos en sentidos precisados cada vez por una fórmula; y este gesto es portador de los dones del Espíritu.
-> Bendición – Carismas – Espíritu de Dios – Enfermedad/Curación – Unción – Sacerdocio.
LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas
Dado que la mano es el primer órgano de contacto, el que se toque con ella se considera a menudo un medio de transferir poderes o cualidades de un individuo a otro. Generalmente la mano se coloca sobre la cabeza, ya que es la parte más noble del hombre.
La imposición de manos parece haber jugado un rol muy importante en la historia de la religión. Por ejemplo, por tomar la mano de Marduk, el rey de Babilonia ganaba y anualmente renovaba su dominio. Las deidades comunicaban al rey de Egipto bendición por medio de imponerle sus manos, concediéndole larga vida y gobierno próspero.
Se practicó por varias razones en el AT. El sacerdote imponía sus manos sobre el macho cabrío para transferirle los pecados del pueblo (Lv. 16:21). Jacob colocó las manos sobre los hijos de José para darles bendición (Gn. 48). En la ordenación de Josué, Moisés le comunicó una porción de su sabiduría y espíritu (Nm. 27:18–23).
Cristo mismo empleó la imposición de manos en diferentes maneras: para sanar (Mr. 5:23; 7:32) y bendecir (Mr. 10:16; Lc. 24:50).
La iglesia la hizo parte de su vida, y la usó para sanar y bendecir (Hch. 9:27). También se empleaba después del bautismo con oración para la recepción del Espíritu Santo (Hch. 8:14ss.; 19:1ss.). Y vino a ser de especial importancia cuando se confería un oficio o misión en el servicio de la iglesia (Hch. 6:6; 13:3). De esta práctica vino el rito de ordenación, en el cual se comunicaba al individuo por la imposición de manos una gracia especial, charisma, acompañada por el don del Espíritu (1 Ti. 4:14; 2 Ti. 1:6)—pero sólo por uno que ya tuviera el Espíritu Santo.
En el cristianismo de hoy, la imposición de manos también se usa para la práctica de la confirmación, el matrimonio, la unción, la visitación de los enfermos y la absolución privada.
BIBLIOGRAFÍA
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Herman C. Waetjen
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Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (312). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología
Las acciones que se llevaban a cabo con las *manos constituían parte importante del ritual religioso antiguo,
I. En el Antiguo Testamento
El día de la expiación Aarón colocaba (sāmaḵ) sus manos sobre la cabeza del macho cabrío que iba a ser enviado al desierto, y confesaba sobre él los pecados del pueblo, poniéndolos de esa manera sobre el animal (Lv. 16.21). Un rito similar acompañaba a las ofrendas para el holocausto, como también las de paz, las que se hacían por el pecado, y las de purificación levítica (p. ej. Lv. 1.4; 3.2; 4.4; Nm. 8.12), como indicación de la “identificación” del pueblo con su ofrenda. (En Lv. 24.14 [cf. Susana 34] los que ponían sus manos sobre el blasfemo probablemente “lanzaban” sobre él su propia culpa.)
Los levitas, que como sacerdotes representaban al pueblo ante Dios, eran ordenados por el pueblo, que ponía sus manos sobre ellos (Nm. 8.10). Moisés ordenó a su sucesor, Josué, imponiéndole las manos, y de esta manera lo invistió con parte de su autoridad (Nm. 27.18–23). Este pasaje describe a Josué, antes de su ordenación, como “varón en el cual hay espíritu”, pero en Dt. 34.9 vemos que estaba lleno del espíritu de sabiduría porque Moisés le había impuesto las manos. Lo que parecería inferirse de esto es que una persona meritoria, que poseía el Espíritu divino, recibía dones espirituales adicionales cuando era comisionado para el servicio por medio de este rito. Al mismo tiempo, el rito indicaba una transferencia de autoridad.
II. En el Nuevo Testamento
En el NT el bautismo y la recepción del Espíritu iban acompañados, en algunas ocasiones, de la imposición de manos. En Hch. 8.14–19 el don del Espíritu se confería solamente cuando al bautismo seguía la imposición apostólica de manos. Es poco probable que debamos entender de la misma manera la imposición de manos de Ananías en Hch. 9.12, 17 (ocasión en la que se produce antes del bautismo). Hch. 19.6 relaciona la imposición de manos con el bautismo y el don del Espíritu, expresado en lenguas y profecía, y He. 6.2 se refiere a la enseñanza sobre bautismos y la imposición de manos, probablemente como instrucción para nuevos conversos. En otras partes, sin embargo, el don del Espíritu se da sin mencionar la imposición de manos, y, en una oportunidad, aun antes del bautismo (Hch. 10.44–48), y es poco probable que en el período del NT el bautismo siempre haya sido acompañado por la imposición de manos.
Siguiendo las analogías veterotestamentarias, y lo que puede haber sido la práctica rabínica contemporánea, la imposición de manos fue también el rito de ordenación para el servicio cristiano. Una vez que la congregación hubo elegido los siete diáconos, ellos mismos (o, posiblemente, los apóstoles) oraron y les impusieron las manos (Hch. 6.5s; cf. SB, 2, pp. 647–661); de la misma manera la iglesia de Antioquía oró e impuso las manos a Bernabé y Saulo para su obra misionera (Hch. 13.3). En 1 Ti. 5.22 Pablo aconseja a Timoteo que no se apresure con la imposición de manos; esto puede referirse a la ordenación de ancianos, o a la restauración de los que han reincidido, reintegrándolos a la comunión de los santos mediante un acto de bendición. 2 Ti. 1.6 se refiere a la recepción, por parte de Timoteo mismo, del don de Dios para la obra del ministerio mediante la imposición de las manos de Pablo. Cf. 1 Ti. 4.14, donde, sin embargo, es el “presbiterio” el que le impone las manos. La mejor y más simple de las soluciones es la de considerar que Pablo y los ancianos locales realizaron el acto en conjunto, pero D. Daube piensa que la frase en cuestión significa “ordenación al rango de presbítero”. Esta ordenación, llevada a cabo bajo la guía divina (Hch. 13.3; cf. 1 Ti. 1.18), era un signo visible de que Dios daba a la persona sus dones para algún aspecto de la obra del ministerio, y por medio de ella la iglesia reconocía la comisión y capacitación divinas, al tiempo que se asociaba con el Espíritu en el acto de comisionar y autorizar al ministro para su tarea.
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Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico
Una ceremonia simbólica por la cual uno intenta comunicar a otro algún favor, cualidad o excelencia (principalmente de tipo espiritual), o nombrar a otro a algún cargo. El rito ha tenido un uso tanto profano o secular como sagrado. Es extremadamente antiguo, y ha sido transmitido desde los tiempos patriarcales. Jacob legó una bendición y herencia a sus dos hijos Efraín y Manasés poniendo sus manos sobre ellos (Gén. 48,14) y Moisés legó a Josué la hegemonía del pueblo hebreo del mismo modo (Núm. 27,18.23). En el Nuevo Testamento Nuestro Señor empleó este rito para restaurarle la vida a la hija de Jairo (Mt. 9,18) y para dar salud al enfermo (Lc. 6,19).
El aspecto religioso de esta ceremonia apareció por primera vez en la consagración de Aarón y sus hijos al oficio del sacerdocio. Antes de inmolar animales en sacrificio, los sacerdotes, de acuerdo con el ritual mosaico, ponían sus manos sobre la cabeza de las víctimas (Éx. 29; Lev. 8,9); y en la expresiva despedida del chivo expiatorio, el oficiante colocaba sus manos sobre la cabeza del animal y rogaba que los pecados del pueblo pudieran descendieran a él y fuesen expiados en el desierto (Lev. 16,21). Los Apóstoles imponían las manos sobre los recién bautizados, para que pudieran recibir los dones del Espíritu Santo en confirmación (Hch. 8,17.19; 19,6); sobre aquellos a ser promovidos a las Órdenes Sagradas (Hch. 6,6; 13,3; 1 Tim. 4,14; 2 Tim. 1,6; Mt. 13); y sobre otros para conferirle algún don sobrenatural o beneficio corporal (Hechos, passim). En realidad el rito se usaba tan frecuentemente que la “imposición de manos” vino a designar una doctrina católica esencial (Heb. 6,2).
Para comprender claramente la medida en que la imposición de manos se utiliza en la Iglesia del presente, será necesario considerar su aspecto sacramental o teológico y también el ceremonial o litúrgico. En la confirmación, la imposición de manos constituye la materia esencial del sacramento, no sin embargo aquella que precede la unción, sino la que tiene lugar al momento de la aplicación del crisma (S.C. de Prop. Fide, 6 de agosto de 1840). En el sacramento de las órdenes sagradas entra, ya sea completamente o en parte, en la sustancia del rito a través del cual se confieren la mayoría de los grados superiores. Así, en la ordenación de los diáconos de acuerdo con el rito Latino, es al menos materia parcial del sacramento; en el otorgamiento del sacerdocio hay una triple imposición, viz.: (a) cuando el prelado que ordena, seguido de los sacerdotes, deposita las manos sobre la cabeza del candidato nil dicens; (b) cuando él y los sacerdotes extienden manos durante la oración, Oremus, fratres carissimi, y (c) cuando impone las manos otorgando el poder de perdonar los pecados, diciendo Accipe Spiritum Sanctum. La primera y segunda de estas imposiciones combinadas constituyen en la Iglesia Latina la materia parcial del sacramento, la traditio instrumentorum es la requerida para la adecuada o completa materia. Los griegos, sin embargo, confían en la imposición sola como la sustancia del rito sacramental. En la consagración de obispos la imposición de manos sola pertenece a la esencia (vea Confirmación; Órdenes Sagradas).
El uso ceremonial es mucho más extenso:
- (1) En el bautismo el sacerdote marca la frente y el pecho con la Señal de la Cruz, impone las manos sobre la cabeza durante la oración, “preces nostras”, y nuevamente después del exorcismo, implorando a Dios que haga descender la luz de la verdad dentro del alma purificada (cf. Rito Rom.). Tertuliano menciona la imposición como usada en el otorgamiento del bautismo en sus propios días (de Bap., VI, VII, &c.).
- (2) En la penitencia el ministro meramente levanta su mano al dar la absolución. Las antiguas ordines (cf. Martene, «De antiqua ecclesiæ disciplina», passim), registran esta costumbre.
- (3) En la extremaunción no hay imposición de manos ordenada por las rúbricas, aunque en la plegaria inmediata anterior a la unción se expresan las palabras per impositionem manuum nostrarum. Posiblemente la imposición es contenida en las unciones como lo es en la administración de la confirmación.
- (4) Aparte de los sacramentos, el rito es también empleado en casi todas las variadas bendiciones de personas y cosas. Así también se bendice a los abades y a las vírgenes (cf. Pontifical y Ritual Romano).
- (5) En la reconciliación de penitentes públicos y en la recepción a la Iglesia de los cismáticos, herejes y apóstatas, al principio se imponían las manos, y todavía se hace (cf. Duchesne, «Christian Worship», pp. 328, 435, San Cipriano, «De Lapsis», 16).
- (6). Son exorcizados de manera similar aquellos obsesionados por espíritus malignos (cf. Ritual Romano, Titus, X, CL). (7) Las rúbricas del misal ordenan al celebrante mantener sus manos extendidas durante la mayoría de las oraciones. En la oración de pre-consagración Hanc igitur oblationem, él también sostiene sus manos sobre la oblata. Esta acción parece tomada de la vieja práctica levítica, ya señalada, de depositar las manos sobre las víctimas a ser sacrificadas, pero, curiosamente, no se ha probado que sea muy antigua. Le Brun (Explication de la Messe, IV, 6) dice que él no encontró la rúbrica en ningún misal anterior al siglo XV. Pío V lo hizo de præcepto (cf. Gihr, «la Messe», II, 345).
El significado del acto es expresivo, ya que simboliza, como lo hace, la colocación del pecado sobre los elementos de pan y vino, el cual, al ser cambiado en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, se convierte así en nuestro emisario o chivo expiatorio, y finalmente en la “víctima de nuestra paz” con Dios. Nada puede mostrar mejor la relación que siempre ha existido entre la oración y la ceremonia que se está considerando, que esta expresiva frase de San Agustín, ¿Quid aliud est manuum impositio, quam oratio super hominem? (De Bap., III, XVI, 21).
Bibligrafía: Además de las autoridades citadas arriba, vea los manuales de liturgia ordinarios; Roman Missal; MABILLON, Museum Italicum, II (París, 1689); CHEETHAM en Dict. Christ. Antiq., s.v.; LESÊTRE en VIG., Dict. de la Bible, s.v. Imposition des mains; THALHOFER en Kirchenlex, s.v. Handauflegung.
Fuente: Morrisroe, Patrick. «Imposition of Hands.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910.
http://www.newadvent.org/cathen/07698a.htm
Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi. rc
Fuente: Enciclopedia Católica