Los viajes en el mundo de la época bíblica estaban regidos por las rutas terrestres y acuáticas disponibles. Muy pronto en la historia del antiguo Cercano Oriente, especialmente en la Mesopotamia y el Egipto, los ríos y aguas costeras proporcionaron los mejores medios para comerciar y viajar. Surgieron caminos de herradura para vincular las aldeas en un doble proceso continuo. Con la multiplicación del comercio fueron surgiendo rutas terrestres y marítimas internacionales. El mundo mediterráneo resultó grandemente privilegiado para los viajes por mar debido a su clima, formación costera y acceso a otras zonas (cf. 1 R. 9.26ss; viajes de Pablo). Palestina constituía un vital puente terrestre entre Eurasia y África tanto para los viajeros terrestres como marítimos, y por ello representó un papel importante en las comunicaciones y el *comercio. Con el establecimiento de la paz y el sistema carretero romanos, los viajes se vieron grandemente facilitados en los tiempos bíblicos, y ocuparon lugar importante en la difusión del evangelio.
I. La época del Antiguo Testamento
Los viajes por tierra en el período veterotestamentario primitivo estaban relativamente limitados, siendo las caravanas y las fuerzas militares los grupos principales que se desplazaban. Si bien los individuos tendían a permanecer en las inmediaciones de los lugares de origen, con el fin de no perder su posición de ciudadanos, hay pruebas de que hubo migraciones grupales durante la edad del bronce media. El imperio comercial relativamente extendido de *Ebla en las postrimerías del 3º milenio, desde el Mediterráneo hasta el golfo Pérsico, indica la existencia de comunicaciones razonables y la posibilidad de realizar viajes en el Cercano Oriente mucho antes de la era patriarcal.
Varios términos heb. se usan para caminos o senderos. De ellos dereḵ, lo que se huella con el pie, y mesillâh, el acto de nivelar y rellenar una senda, sugieren adecuadamente el carácter de los caminos de la antigüedad. Si bien las pruebas no son concluyentes, parece estar claro que no hubo caminos debidamente construidos antes del sistema caminero de los romanos. Antes de esto los caminos eran senderos seguidos en forma regular por hombres y animales. Algunas sendas se mantenían mejor que otras, tales como las que llevaban a los centros provinciales o a las ciudades de refugio (Dt. 19.3), pero esto significaba esencialmente la eliminación de piedras y una nivelación limitada (cf. Is. 40.3; 62.10). Tiglat-pileser I (1115–1077 a.C.) de *Asiria se valió de ingenieros para tender puentes y nivelar senderos para carros y máquinas de sitiar. Un siglo antes un escritor
Generalmente los viajeros caminaban, aunque el asno se usó tanto para montar como para llevar cargas desde tiempos primitivos. Los carros y caballos se usaban con fines militares. La carreta de bueyes llevaba las cargas pesadas y probablemente personas (Gn. 46.5). Posteriormente también se usó el camello. En todo momento el tráfico costero y el fluvial siguieron siendo importantísimos medios para viajar. Poco se sabe acerca de los lugares de descanso, pero parecería que antes de la época romana el viajero tenía que arreglárselas por su cuenta (Jos. 9.3–14). La gente viajaba por razones comerciales principalmente, a veces para asistir a fiestas religiosas, y en algunas ocasiones cuando se emigraba debido a las guerras, el hambre o por otras razones parecidas.
Los caminos pueden dividirse en rutas internacionales o internas. Con frecuencia las carreteras internacionales estaban vinculadas por caminos locales, como los de Palestina orientados en sentido E-O que a veces se extendían entre “el camino del mar” (Is. 9.1; la llamada vía Maris) y el “camino real” (Nm. 20.17). El primero corría de Egipto por la costa de Palestina, luego tierra adentro a Meguido donde se dividía, aunque la ruta principal continuaba hacia el
Las rutas internacionales terrestres vinculaban las ciudades importantes de Egipto, Mesopotamia, Siria y Asia Menor. Las dos carreteras que atravesaban Palestina vinculaban Arabia y Egipto con Damasco. Desde allí un camino partía hacia Babilonia vía Tadmor (2 Cr. 8.4) y Mari; otro se dirigía hacia el N a Carquemis, hacia el
II. La época del Nuevo Testamento
Ya en los tiempos del NT la paz y la autoridad romanas habían convertido los viajes en algo relativamente seguro y constante. La simple aceptación en los evangelios y Hechos de viajes largos y cortos como algo normal demuestra este hecho. Si bien algunos escritores clásicos dan la impresión de que era preferible evitar los viajes, especialmente por mar, los que realmente conocían el mundo de sus días, como Plinio y Filón, confirman el cuadro que ofrece el NT. Se hacían y se llevaban a cabo amplios planes para viajar por tierra y por mar, y se proponían nuevas visitas a pesar de las distancias que mediaban (p. ej. Ro. 15.24–25; Hch. 15.36; 18.18–21). Dichos viajes se efectuaban dentro del imperio romano; los viajes por tierras extrañas, si bien no desconocidos, eran excepcionales.
Dentro de la Palestina los evangelios indican traslados regulares de personas, incluyendo visitas anuales a Jerusalén para la pascua (Lc. 1.39; 2.3–5, 41ss; ministerio de Jesús). Estos viajes generalmente se hacían a pie y duraban varios días, p. ej. cinco de Nazaret a Jerusalén. Como el sistema carretero romano no llegó a Palestina sino a fines del ss. I d.C., estos viajes internos se llevaban a cabo indudablemente en el viejo sistema caminero (IEJ 1, 1950, pp. 54ss). También se hacían viajes a y desde Palestina (Mt. 2.1, 13–15). Muy significativos son los largos viajes de *Pablo. Se valió plenamente del libre acceso a los viajes dentro del mundo romano. El apoyo estatal a las actividades marítimas, la exterminación por Augusto de los piratas del mar y de buena parte del pillaje en tierra, y el amplio sistema carretero que llevaba a Roma, todo fue de ayuda para el primitivo viajero cristiano. De hecho, en el primer momento el cristianismo se difundió directamente a lo largo de las grandes carreteras que llevaban a Roma. El gran camino oriental ilustra esto, con el desvío a Macedonia bajo dirección divina como corolario (Hch. 16.6–10); la ruta corría de Cesarea por Antioquía de Siria, Tarso, Derbe, Iconio, Antioquía de Pisidia, Laodicea, Éfeso, por mar a Corinto, y luego a Brundisio o Puteoli, y por tierra por la vía Apia a Roma.
La vía Apia se comenzó a construir en el 312 a.C. y fue la primera gran carretera romana. Esos caminos, bien concebidos y construidos, que corrían todo lo posible siguiendo una línea recta, permitieron viajar fácilmente en forma no igualada en ningún momento hasta el advenimiento del ferrocarril muchos siglos más tarde. Los caminos principales se pavimentaban en una anchura de 6–8
Aparte del ejército el sistema caminero se utilizaba para el correo imperial, y era usado también por otros viajeros. El servicio real de correos no sólo manejaba las comunicaciones sino que también proporcionaba transporte para los funcionarios. Los viajeros comunes tenían que hacer sus propios arreglos; también tenían que hacerlo las personas privadas que deseaban mandar correspondencia a otros, como en el caso de Pablo. Existían lugares de descanso con caballos de relevo en las ciudades o cada 25 millas romanas, probablemente con dos paradas intermedias entre ellas. Este era, igualmente, un beneficio disponible sólo para los correos y los funcionarios. El viajero común podía alojarse en posadas atendidas por propietarios particulares. Algunas proporcionaban alimentos y hospedaje; otras hospedaje únicamente. Las que existieron en las provincias orientales parecen haber sido superiores en calidad, pero el cuadro general de las posadas y los posaderos sugiere un nivel pobre mayormente. Muchas eran poco más que prostíbulos. De allí el énfasis en la literatura cristiana primitiva en la provisión de *hospitalidad. Las distancias normales que se viajaba eran 16 millas romanas por día a pie, y unas 25 a caballo o en carruaje. En algunos casos los correos o los funcionarios cubrían 100 millas por día, pero por otra parte las cartas a Cicerón procedentes de Siria tardaban respectivamente 50 y 100 días en llegar. Los meses invernales dificultaban o impedían los viajes, especialmente en regiones montañosas o en las mesetas, así como cesaba la mayor parte de la actividad marítima entre mediados de noviembre y mediados de marzo por lo menos, prefiriéndose navegar entre el 26 de mayo y el 14 de setiembre Hch. 27.9ss). Los vientos predominantes también determinaban el curso que seguían los barcos. Pablo se valía de los barcos mercantiles, cuyos movimientos los regulaban consideraciones de carga, y parece haber evitado los barros aparentemente provistos expresamente para los judíos de la dispersión que viajaban a Jerusalén para la pascua (Hch. 20.1ss). Su viaje final a Roma lo llevó a cabo en dos barcos cerealeros (* Naves y barcos).
Los viajes por tierra deben haber sido similares a los del período veterotestamentario. La mayoría de los viajes se hacían a pie seguramente. Los funcionarios con autorizaciones podían usar las facilidades del sistema de correos, tanto caballos como carruajes. Se usaban diversos tipos de carruajes ligeros (cf. Hch. 8.29: destinado a viajes [?]) y algunos viajeros comunes viajaban en carros tirados por bueyes, que eran más pesados, y tanto abiertos como cubiertos. ¡Existía también un coche para conducir por cuenta propia denominado essedum! El caballo, con un paño pero sin montura, era usado por los mensajeros, la tropa (con Pablo, Hch. 23.23s, 32) y algunos viajeros; el asno siguió siendo animal de carga como hasta el día de hoy. Eran comunes en los tiempos del NT tanto los viajes individuales como en grupos. Las personas que viajaban por el imperio incluían oficiales de gobierno, comerciantes, obreros en busca de trabajo, especialmente en las ciudades grandes, estudiantes que acudían a los centros de estudio, y enfermos en busca de santuarios de curación. En especial se formaban grandes grupos de personas que acudían a los juegos y a las grandes fiestas religiosas. Estas incluían no solamente las fiestas judías sino acontecimientos importantes en Grecia e Italia. Entre los viajeros de la época estaban bien representados también los primitivos cristianos, que se valían de las facilidades provistas por Roma para extender el evangelio y mantenerse en comunicación por medio de correspondencia.
Bibliografía. L. Alonso Schökel, Viaje al país del Antiguo Testamento, 1956; M. Noth, El mundo del Antiguo Testamento, 1976; G. E. Wright, Arqueología bíblica, 1975; H. Metzger, Las rutas de san Pablo en el oriente griego, 1962; W.
LOB; M. Avi-Yonah, “The Development of the Roman Road System in Palestine”, IEJ 1, 1950–1; C. Singer et
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico