SEUDOEPIGRAFOS

Este término se usa para describir aquellos escritos judíos que fueron excluidos del canon veterotestamentario y que tampoco se encuentran entre los apócrifos. Para los fines de este artículo el término ha de excluir también los documentos sectarios de la biblioteca de Qumrán (*Mar Muerto, Rollos del). Estos seudoepígrafos, a diferencia de los apócrifos, que se incluyeron en las Escrituras griegas, en ningún momento alcanzaron posición canónica. No obstante, representaron un papel importante durante el período intertestamentario y tienen valor por la luz que arrojan sobre el fondo judío del NT. Aunque no todos los escritos incluidos en este grupo son realmente seudoepigráficos en el sentido estricto de ser escritos publicados bajo nombres supuestos (* Seudonimia), la mayoría de ellos lo son, y por lo tanto el nombre es, en general, apropiado. Será conveniente dividirlos de un modo general en dos grupos, a saber palestinos y judeohelenísticos, ya que su lugar de origen afectó fuertemente su forma y su propósito. Debido a un rasgo dominante que se descubre en la mayoría de estos escritos, han sido muy aptamente descritos como la literatura del movimiento apocalíptico.

I. El grupo palestino

El grupo palestino abarca tres tipos literarios distintos: poesía, leyenda, y apocalipsis. Los Salmos de Salomón casi seguramente pertenecen a la segunda mitad del ss. I a.C., y es un ejemplo de la polémica antisaducea de los fariseos de dicho período. En la mayoría de estos 18 salmos, que siguen el modelo de los salmos davídicos, no aparece ninguna referencia al Mesías (la principal excepción es el Sal. Sol. 17), aunque hay mucho acerca del reino mesiánico. El derrocamiento de la dinastía asmonea por el general romano Pompeyo se considera un acto divino, aunque a Pompeyo mismo se lo condena por su profanación del templo. Hubo otras colecciones de salmos durante el período intertestamentario, ejemplo de los cuales son los Salmos de Josué descubiertos en la biblioteca de Qumrán.

Se han encontrado muchos libros que son ampliaciones legendarias de la historia bíblica, basadas principalmente en la ley, aunque incluyen algunas leyendas acerca de los profetas. Entre los más antiguos de estos se encuentran los Testamentos de los doce patriarcas, basados en Gn. 49. Cada uno de los hijos de Jacob da instrucciones a sus descendientes, y buena parte de esta enseñanza es de orden moral elevado. Se los muestra como pasando revista a sus propios fracasos para que sirvan de advertencia a otros, pero dos de los patriarcas, José e Isacar, están en condiciones de recomendar sus propias virtudes. La obra original constituía una producción farisaica escrita hacia fines del ss. II a.C., aunque fue ampliada luego con distintos agregados. La biblioteca de Qumrán contenía partes de una primitiva recensión de los Testamentos de Leví y Neftalí, en arameo y hebreo, pero al parecer no poseía la obra completa. Este nuevo elemento testimonial ha confirmado la opinión de Charles de que los Testamentos contenían agregados judíos y cristianos tardíos. Algunos suponen que la edición final fue completada por un cristiano alrededor del 200 d.C. Hay en estos escritos algona similitud con las enseñanzas de Jesús, como, por ejemplo, las exhortaciones a la humildad, al amor hermanable, y a la caridad. Estas secciones representan algunos de los mejores conceptos morales del judaísmo precristiano.

Otro libro basado en Génesis es el Libro de jubileos, que deriva su nombre del sistema de datación. El autor propiciaba un año de 364 días para ayudar a los judíos a celebrar las fiestas en los días que correspondían. Esto es típico de su enfoque legalista. En realidad todo el libro tiene el propósito de registrar en sus páginas una revelación a Moisés en el monte Sinaí, con la clara intención de apoyar la eterna validez de la ley. El autor farisaico se esforzaba por combatir los avances del helenismo en las postrimerías del ss. II a.C. En el curso de las revelaciones se notan muchos agregados legendarios a la historia bíblica, como por ejemplo la atribución a Satanás y no a Dios de la sugerencia de que Abraham sacrificara a Isaac (17.16; 18.9, 12). El autor insiste en el estricto cumplimiento de los ritos judíos, particularmente la circuncisión y la observancia del sábado (15.33s; 2.25–31; 50.6–13). El libro era muy conocido en Qumrán y posee muchos puntos de contacto con el documento de Damasco.

Muy parecido a los Testamentos de los doce patriarcas es el Testamento de Job, en el cual Job entrega los hijos de su segunda mujer un mensaje de despedida. Se le describe como pasando revista a su vida pasada, y la obra termina con un relato de la especial habilidad concedida a sus tres hijas para entonar canciones celestiales mientras su alma es transportada al cielo en un carro. El libro parece haber sido obra de un autor perteneciente a alguna de las sectas judías más estrictas (posiblemente los ḥasidim) y podría datarse en alrededor del 100 a.C.

Varias obras legendarias de carácter similar, pero que por lo menos en los textos que aun subsisten parecen haber sido sometidas a la influencia del cristianismo, se han de incluir en este grupo de escritos. La Vida de Adán y Eva, que existe solamente en un texto en latín, aunque en algunas partes se desenvuelve en forma paralela al Apocalipsis de Moisés (en griego), es una reconstrucción imaginaria de la historia subsiguiente a la caída, durante la cual Adán tiene una visión en la que contempla un cuadro de la evolución de la historia de los judíos hasta los tiempos posteriores al exilio. Con toda confianza se la puede fechar antes del año 70 d.C., ya que supone que el templo de Herodes aun permanece en pie (29.6s).

El martirio de Isaías es una obra en parte judía y en parte cristiana, que subsiste únicamente en etíope. Relata cómo Isaías fue “aserrado” (cf. He. 11.37) con un serrucho para madera (1–5). Una Visión de Isaías, que ha sido interpolada en la obra original, es un evidente agregado cristiano porque registra la indignación del diablo ante el hecho de que Isaías profetizó acerca de la redención por medio de Cristo y se refiere a la historia del cristianismo hasta la época de las persecuciones de Nerón (3.13–4.18). La parte del libro conocida como la Ascensión de Isaías es también judeocristiana, porque Isaías no solamente recibe de parte de Dios la revelación de la venida de Jesús, sino que es también testigo del nacimiento, muerte y resurrección del que ha de venir. Se cree que la parte judía del libro podría datarse en el ss. II a.C., pero hasta el momento no se ha encontrado en Qumrán ningún rastro de la misma.

Además de estos escritos hubo literatura precristiana seudojeremíaca y seudodaniélica que no hace mucho salió a luz en la biblioteca de Qumrán y que todavía no ha sido suficientemente investigada como para incluir la información en este artículo. Sin embargo, una obra que ya se conocía con el título de Paralipómenos de Jeremías el profeta, en la que se notan influencias marcadamente cristianas, fácilmente podría referirse a algún ciclo jeremíaco anterior. Su principal objeto es la oposición a los matrimonios mixtos.

El grupo que más se destaca entre los seudoepígrafos judíos lo constituyen los apocalipsis, entre los cuales el Libro de Enoc ocupa lugar preeminente. Es una obra compuesta, de la cual las diversas secciones se escribieron en el curso de los últimos dos siglos antes de Cristo. Según Rowley y Torrey las secciones más antiguas pertenecen a la época de los macabeos, aunque anteriormente Charles había sostenido que correspondían a una fecha premacabea. Tal cual existe en la actualidad, este libro se compone de cinco divisiones principales. La primera división describe una visión que de un juicio venidero tuvo Enoc, especialmente el tema del juicio que se ha de descargar sobre el mundo, juntamente con las seguridades dadas a los justos por medio de la esperanza mesiánica. La tercera es una obra astronómica. La cuarta comprende dos divisiones, una acerca del diluvio, y la otra relata la historia del mundo hasta la era mesiánica. La quinta división consiste en una serie miscelánea de exhortaciones y materiales diversos, de los cuales lo más destacado es un Apocalipsis de las semanas que divide la historia del mundo en diez semanas, de las cuales, a su vez, las últimas tres son apocalípticas. Este libro tiene gran importancia para el estudio del período intertestamentatio y contiene información de mucho valor para estudiar la teología judía precristiana. Es interesante notar, también, que ha sido citado en la Epístola de Judas en el NT. Se ha pensado que el Apocalipsis de las semanas está relacionado con la secta de Qumrán, pero como en Qumrán no existe ningún rastro de las Similitudes, es posible que esta parte deba fecharse dentro de la era cristiana (cf. J. C. Hindley).

Hubo otro libro que circuló bajo el nombre de Enoc, comúnmente conocido como el Libro de los secretos de Enoc o 2 Enoc. También se lo denomina a veces Enoc esclavo porque subsiste únicamente en algunos ms(s). eslavos. A diferencia de 1 Enoc, tiene fondo helenístico y se cree que partes de la obra pertenecen al período cristiano. Como fue citado en las últimas partes de los Testamentos de los doce patriarcas, por lo menos una sección de 2 Enoc debe de haber precedido a dichas partes. La obra completa se asigna generalmente al ss. I d.C. Consiste en un relato del viaje de Enoc por los siete cielos, y en ciertas revelaciones hechas a Enoc tocantes a la creación y a la historia de la humanidad, e incluye advertencias de Enoc a sus hijos. Buena parte de la instrucción ética es de carácter noble, y reminiscente del estilo de la enseñanza de Eclesiástico.

La Asunción de Moisés puede haber comprendido dos obras independicntes conocidas como el Testamento y la Asunción, ambos de Moisés (según Charles, aunque Pfeiffer mantiene reservas al respecto). De cualquier forma, no existe ningún ms(s). en el que aparezca la disputa sobre el cuerpo de Moisés, relato que formaba la base de la Asunción (se alude a ella en la Epístola de Judas), pero en el Testamento Moisés hace para Josué una revisión apocalíptica de la historia de Israel desde la ocupación de Canaán hasta el fin de los tiempos. En este libro se nota una marcada ausencia de esperanza mesiánica alguna. Debido a la gran semejanza con el Rollo de la guerra, de Qumrán, el documento de Damasco, recientemente se ha legado a la conclusión de que el autor era probablemente esenio.

Otra obra perteneciente al período cristiano es el Apocalipsis de Esdras (o 2 [o 4] Esdras). En este libro se atribuyen a Esdras diversas visiones ocurridas en Babilonia, que se ocupan del problema de los sufrimientos de Israel hasta la época del propio autor (e. d. hasta el período posterior al año 70 d.C. cuando se agudizó el problema). El sentimiento de desesperanza que prevalece en todo el relato es finalmente aliviado sólo por una indefinida creencia en una próxima edad de oro. Este libro constituye un esfuerzo sincero pero infructuoso de solucionar un problema apremiante. En general se cree que fue escrito hacia las postrimerías del ss. I d.C.

Alrededor de la misma fecha apareció el Apocalisis de Baruc (o Baruc sirio), que contiene muchos pensamientos similares a los del libro que se acaba de comentar. Tanto es así que algunos estudiosos lo consideran imitación del libro más brillante intitulado 2 Esdras. Como consecuencia del pesimismo resultante de la caída de la ciudad de Jerusalén queda poca esperanza mientras no dé comienzo el reinado mesiánico de paz. En cuanto al presente, todo es desesperación sin mitigación, tipificada por aguas muy oscuras, pero la venida del Mesías, representada por relámpagos, ofrece consuelo.

II. El grupo judeo-helenístico

Entre los seudoepígrafos judeo-helenísticos más notables figuran las obras de propaganda (la Carta de Aristeas y ciertas partes de los Oráculos sibilinos), de historia legendaria (3 Macabeos), de filosofía (4 Macabeos) y las apocalípticas (parte del Enoc esclavo ya mencionado y parte del Baruc griego; * Apócrifos).

La Carta de Aristeas da a entender que proviene de la época de la producción de la LXX, que según se dice fue propuesta por Tolomeo II, Filadelfo, de Egipto (285–245 a.C.); La narración en sí es legendaria, y en realidad fue escrita por un judío (ca. 100 a.C.) cuyo deseo era el de ansalzar la ley la religión de los judíos ante sus contemporáneos helenísticos. Es una apología a favor del judaísmo contra sus detractores gentiles.

Alrededor del año 140 a.C. un judío de Alejandría produjo unos Oráculos sibilinos imitando a los antiguos oráculos griegos, atribuidos a la Sibila, profetisa pagana tenida en alto concepto no solamente por los griegos de la época, sino también por muchos judíos y aun cristianos de eras posteriores. A estos oráculos se les hicieron posteriormente numerosos agregados. De los doce libros que subsisten, la mayoría parecen ser de origen cristiano, aunque los tomos 3–5 generalmente se consideran de origen judío. Estos se dedican específicamente a hacer propaganda y consisten fundamentalmente en juicios contra naciones gentiles. En el libro 3 se hace un repaso de la historia israelita desde los tiempos de Salomón hasta Antíoco Epífanes y sus sucesores, pero los judíos han de beneficiarse con la venida del futuro Mesías. Incluye una apelación especial a Grecia para que abandone su culto pagano, y este marcado propósito apologético se ve además en el hecho de afirmar que la Sibila es en realidad descendiente de Noé.

3 Macabeos, al igual que 2 Macabeos, es un relato legendario con agregados ficticios destinado a ensalzar a los judíos en Egipto bajo Tolomeo Fiscón. 4 Macabeos es una homilía filosófica en la que el autor judío helenístico, de opiniones decididamente legalistas, discurre como tema principal sobre el control de las pasiones por medio de la razón, y en esto revela sus tendencias estoicas. Pero a la vez se nota su verdadera admiración por la ley mosaica, por lo que procura sin éxito establecer una síntesis entre las dos corrientes.

En su conjunto esta literatura seudoepigráfica arroja interesante luz sobre el período preparatorio del evangelio. Corresponde a la época en que habían cesado las declaraciones proféticas, y cuando imperaba una mayor reverencia por la ley. Eran tiempos de perplejidad, y la literatura apocalíptica apareció con el fin de intentar reconciliar las promesas proféticas con el desastroso curso de la historia del momento, como también el de proyectar el cumplimiento de dichas promesas hacia una era futura. Estos libros tuvieron amplia circulación entre los judíos, y muchos de los escritores del NT quizás tuvieron conocimiento de ellos.

El método literario a que se recurrió resulta extraño para el concepto moderno, pero la gran preponderancia de las atribuciones seudónimas en estos libros pone de manifiesto su efectividad en esa época. Puede haber sido adoptado por razones de seguridad como también por la necesidad de lograr la máxima autoridad para los escritos (* Seudonimia).

Existen muchas diferencias y orientaciones de orden teológico en esta literatura cuando se la compara con el período profético anterior. La era futura difiere esencialmente de la presente. Tiene origen sobrenatural y ha de desplazar la era presente, de la cual se tiene el concepto de que está sometida al dominio de influencias malignas. Esta doctrina de las dos eras es característica del período intertestamentario y se perciben ecos de la misma en el pensamiento neotestamentario. Resulta significativo que debido a este enfoque apocalíptico de la historia futura la esperanza mesiánica no fuese tan marcada en este período como lo había sido anteriormente. La ilustración más gráfica se encuentra en el Libro de Enoc, donde el concepto mesiánico se ha vuelto más trascendental, en consonancia con el mayor trascendentalismo del concepto de Dios. Al Hijo del Hombre, como ser celestial preexistente, se lo concibe participando con Dios en la realización del juicio. Otro aspecto sobresaliente de esta literatura es el interés menguante en el nacionalismo puro y en el desarrollo del individualismo, por un lado, y el universalismo por el otro. Pero quizá el servicio más grande que prestó esta literatura haya sido el que actuara de antídoto ante el aumento del legalismo judaico, especialmente entre los fariseos, a pesar del hecho de que este mismo legalismo no está totalmente ausente en muchos de sus libros. (* Apocalíptica; * Apócrifos.)

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D.G.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico