I. Diseño y evolución
En la edad del bronce media encontramos por primera vez pequeñas vasijas abiertas de arcilla, con uno o más pequeños labios, que podemos identificar como lámparas (heb. nēr, gr. lyjnos, lampas). Esta forma simple se siguió usando en toda la edad del hierro, haciéndose más pronunciado el labio. La evolución final se produjo en el período helenístico, en el que el estilo gr. de lámpara con borde curvado hacia dentro se fue cerrando completamente, dejando sólo un pequeño orificio central para alimentar el aceite (cf. Mt. 25.4). Estas lámparas se producían en serie con moldes, uno de los cuales formaba la base y otro la tapa. Las lámparas helenísticas se caracterizaron por tener un cuello largo para la mecha; en el período romano dicho cuello era más corto. A veces se les colocaba pequeñas asas. Frecuentemente los moldes para las tapas tenían impresos motivos florales o de otra índole, y en el período romano, en el que la tapa era ancha y cóncava, con estampas en reheve que aparecen en las lámparas. A partir del ss. III
Las lámparas se podían tener en la mano, colocar sobre un estante o un pedestal (heb. menôrâ, 2 R. 4.10;
Los modelos cerámicos fueron copiados en metal, aunque pocas piezas han quedado del período del AT. En el tabernáculo se instaló un candelabro de oro muy trabajado (Ex. 25.31ss). Tres brazos que terminaban en portalámparas con forma de flores salían de cada lado del tronco principal, que también sostenía un portalámpara. Representaciones en ciertas monedas macabeas, un dibujo del período herodiano en piedra, que se encontró en Jerusalén, y un relieve en el arco de Tito complementan algunas descripciones hebreas, y podemos suponer que en todas partes se siguió escrupulosamente el modelo que se describe en Éxodo. Para el templo de Salomón se fabricaron diez candelabros similares (1 R. 7.49).
Las lámparas simples que acabamos de describir utilizaban aceite de oliva no refinado, o sebo, y podían durar encendidas entre 2 y 4 horas, según parece, con un ocasional corte de la mecha, que era de lino u otra fibra (heb. pištâ, Is. 42.3; 43.17). De noche se la podía dejar apagar sola, o se la mantenía encendida (1 S. 3.3; Pr. 31.18).
Las lámparas para exteriores se podían llevar en vasijas cerámicas, aunque cúpula con base plana, asa en la parte superior, y una abertura en un costado para la luz. Así pueden haber sido las “linternas” de Jn. 18.3 (gr. fanos), aunque también pueden haber sido de forma más compleja en metal. El gr. fanos también puede significar “antorcha”, y este podría ser el sentido aquí. Los hombres de Gedeón tenían antorchas en un período más primitivo (heb. lappı̂ḏ, Jue. 7.16).
II. Usos simbólicos
Desde el principio se colocaban lámparas en las tumbas, en parte, sin duda, para iluminar la cámara, y al mismo tiempo probablemente como símbolo de la vida. La expresión “su lámpara”, “lámpara de …”, se emplea metafóricamente en el AT (Job 21.17; Pr. 20.20; 24.20; cf. 2 S. 21.17; 1 R. 11.36, etc.). Debido a su uso la lámpara se convirtió en símbolo de gozo, prosperidad, y guía: véase Sal. 119.105; 2 S. 22.29; Pr. 6.20, 23, y nombres personales como Neriyías (Nerías), “El Señor es mi luz”.
Bibliografía. C. F. Pfeiffer,
D. M. Bailey, Greek and Roman Pottery Lamps, 1963; R. H. Smith, BA 27, 1964, pp. 1–31, 101–124; 29, 1966, pp. 2–27.
III. Usos simbólicos y no simbólicos en el Nuevo Testamento
En el NT “lámpara” aparece 14 veces en °vrv2, en general como traducción del gr. lampas, pero a veces tamb. del gr. lyjnos. lampas se traduce, acertadamente, “antorcha” en Jn. 18.3 y en Ap. 8.10, “lámpara” en Hch. 20.8 (“luz”, más acertadamente, en
La lámpara convencional se destinaba a interiores, y lo que se necesitaba en la parábola de las vírgenes (Mt. 25.1–13), y que a veces se usa todavía en las bodas, era *antorchas Era necesario empapar en aceite los trapos que hacían de mecha. Parecería que las vírgenes insensatas carecían totalmente de aceite (
lyjnos se emplea frecuentemente en sentido simbólico. Es la lámpara que hay que poner sobre un pedestal para iluminar toda la casa (Mt. 5.15, °vp). Juan el Bautista fue “una lámpara que ardía y alumbraba” (Jn. 5.35, °vp, que “vino para que diese testimonio de la luz (Jn. 1.7). Es Cristo quien es la luz (fōs). En Mt. 6.22 se llama al ojo “lámpara del cuerpo”, porque recibe la luz de afuera.
lyjnia se
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico