INTERPRETACION BIBLICA

El propósito de la interpretación bíblica es el de hacer comprender a los lectores de la Biblia el significado y el mensaje de sus escritos. Algunos principios de interpretación son comunes a la Biblia y a otros tipos de literatura, especialmente la antigua; otros principios de interpretación tienen que ver con el lugar único que ocupa la Biblia en la revelación de Dios y la vida de su pueblo.

I. Interpretación general

Cada parte de la Biblia debe ser interpretada en su contexto, lo que significa no sólo su contexto verbal inmediato, sino también el contexto más amplio del tiempo, el lugar, y la situación humana a que pertenece. Es necesario tener en cuenta cierto número de consideraciones si se quiere captar, con la plenitud deseable, el significado del texto.

a. Lenguaje y estilo

Las expresiones idiomáticas y las construcciones de las lenguas bíblicas pueden diferir completamente de aquellas con las que estamos familiarizados en la actualidad, y es necesario adquirir ciertos conocimientos para poder interpretarlas correctamente (* Lengua de los Apócrifos; * Lengua del Antigua Testamento; * Lengua del Nuevo Testamento). También debemos tomar en cuenta las categorías literarias representadas en la Biblia; ello evitará, por ejemplo, que interpretemos la poesía de acuerdo a los cánones de la narración en prosa, o viceversa. La mayor parte de las categorías literarias de la Biblia se conocen a través de la literatura general, pero la profecía bíblica y, más aun, la apocalíptica bíblica, tienen características particulares que requieren procedimientos interpretativos especiales.

b. Fondo histórico

El relato bíblico cubre todo el período de la civilización del Cercano Oriente hasta el año 100 d.C., período de varios milenios durante el cual se produjeron cambios drásticos. Por lo tanto, es importante relacionar las diferentes fases de la revelación bíblica con su correspondiente contexto histórico para poder comprenderlas bien; de otro modo puede ocurrir que, por ejemplo, pretendamos evaluar la conducta de los pueblos de la edad del bronce media de acuerdo con las normas éticas de los evangelios. Y sólo podemos discernir los principios permanentes en un documento bíblico cuando primero relacionamos dicho documento con las condiciones existentes en la época a la cual corresponde. Entonces estaremos en mejores condiciones para aplicar a nuestra propia época los elementos de su enseñanza que resulten válidos para todas las épocas.

c. Ambiente geográfico

No debemos subestimar la influencia ejercida por el clima y la configuración del terreno sobre la actitud de un pueblo ante la vida y su modo de desenvolverse, incluyendo su religión. Los conflictos religiosos del AT están entrelazados con las condiciones de la geografía de Palestina. El culto a Baal, por ejemplo, surgió de una tierra en la que la vida dependía de la lluvia. Para los cananeos, Baal era el dios de las tormentas, que fertilizaba la tierra, y el culto a Baal era una religión mágica destinada a asegurar lluvias regulares y cosechas abundantes. Hasta tal punto han incidido las condiciones geográficas en el lenguaje bíblico, literal y figurado, que se requiere cierta familiaridad con ellas para poder comprenderlo. Esto se aplica especialmente al AT, pero aun en el NT se reconoce ampliamente, desde hace mucho tiempo, que la geografía histórica de Asia Menor, por ejemplo, contribuye significativamente a la interpretación del libro de Hechos y las epístolas.

d. La situación humana

Aun más importante que las cuestiones de época, lugar, y lenguaje son las que se refieren a la vida diaria de los pueblos que encontramos en la Biblia, sus amores y sus odios, sus esperanzas y sus temores, sus relaciones sociales, y así sucesivamente. Leer la Biblia sin tomar en consideración este ambiente vital equivale a leerla en un vacío e interpretarla en forma completamente errónea. Gracias a los descubrimientos arqueológicos, principalmente, podemos reconstruir bastante bien las condiciones privadas y públicas en las que vivía el pueblo de la Biblia, época tras época. Si leemos el texto mismo situándonos en las circunstancias en que fue escrito, en alguna medida podremos ponernos en su lugar y mirar el mundo a través de sus ojos. Es importante tratar de comprender lo que sentía un sirviente en la casa de Abraham, un esclavo israelita en Egipto, un ciudadano de Jericó cuando los hombres de Josué marchaban alrededor de la ciudad, o un ciudadano de Jerusalén frente a las amenazas de Senaquerib, un soldado del ejército de David, una sierva cautiva al servicio de la esposa de Naamán, o uno de los que reconstruyeron el muro bajo Nehemías. Entonces podremos comprender que parte de la permanente atracción de la Biblia se debe a su concentración en aquellas características de la vida humana que permanecen básicamente inmutables en todas las épocas y lugares.

II. Interpretación especial

La interpretación bíblica comprende no solamente la interpretación de los diferentes documentos sino también su interpretación como parte de la Biblia toda, teniendo en cuenta la forma en que cada parte contribuye al propósito del conjunto total. Como es un registro de la palabra de Dios al hombre, y de la respuesta de este a Dios, como contiene “todo lo necesario para la salvación”, y constituye la “regla de fe y vida” de la iglesia, podemos buscar esa unidad a través de todo el texto, de modo que cada parte pueda interpretarse en función del todo. Podemos buscar, por lo tanto, algún principio unificador de interpretación.

En la interpretación judía tradicional de las Escrituras hebreas este principio unificador se encontraba en la Ley, entendida de acuerdo con las enseñanzas de las grandes escuelas rabínicas. Los Profetas y los Escritos se consideraban principalmente como comentarios sobre la Ley. Además del significado superficial del texto, el pešaṭ, había una aplicación más extendida, el deraš, que se obtenía mediante el uso de diversos principios de exégesis claramente definidos, pero que a veces parecen algo exagerados o improbables de acuerdo con las normas exegéticas actuales.

En el NT y la literatura cristiana primitiva se considera que los oráculos del AT constituyen una unidad, que instruye al lector “para la salvación”, y le provee todo lo necesario para el servicio de Dios (2 Ti. 3.15ss). Los profetas, que hablaban en el poder del Espíritu Santo, dan testimonio de Cristo como aquel en quien hallan cumplimiento las promesas de Dios. Los escritores del NT—cuya diversidad en cuanto a personalidad, estilo, y pensamiento debe tomarse en cuenta para la interpretación de sus obras—concuerdan en esto. En He. 1.1s las “muchas veces y … muchas maneras” en que Dios habló en épocas anteriores se contrastan con la palabra final y perfecta que ha hablado por su Hijo; en los escritos paulinos se analizan los vínculos de Dios con el mundo a través de sucesivas etapas relacionadas con Adán, Abraham, Moisés y Cristo. En el NT la interpretación bíblica tiene a Cristo como su principio unificador, pero este principio no se aplica mecánicamente, sino de manera que haga surgir la naturaleza histórica y progresiva de la revelación bíblica. La iglesia apostólica indudablemente derivó este principio creativo de interpretación de Cristo mismo.

En las épocas posapostólicas la interpretación bíblica experimentó la influencia de un concepto griego de inspiración que exigía una alegorización del texto en gran escala. Esta influencia fue más evidente en Alejandría donde, en el período precristiano, se encuentra en la interpretación bíblica de Filón. Se creía que mediante la alegorización podía descubrirse el pensamiento del Espíritu inspirador; mediante la alegorización podía hacerse aceptable mucho de lo que en la Biblia era intelectualmente o éticamente inaceptable en su sentido literal. Este método, elaborado por los Padres alejandrinos, de quienes lo tomaron muchos de los Padres occidentales, en realidad oscurecía el pensamiento del Espíritu, y anulaba el carácter histórico de la revelación bíblica. En contraste con los alejandrinos, la escuela de Antioquía, si bien no rechazaba completamente la alegorización, hacía más justicia al sentido histórico del texto.

La distinción entre el sentido literal de la Escritura y el sentido superior o espiritual se elaboró en épocas medievales, y se distinguieron tres variedades de sentido espiritual: el alegórico, que deducía conclusiones doctrinales del relato; el moral, que sacaba lecciones para la vida y el comportamiento; y el analógico, que derivaba significados celestiales de las cosas terrenales. Pero también en la Edad Media se hizo un buen trabajo en el campo de la interpretación literal, notablemente en la escuela de san Víctor, en Francia, en el ss. XII.

Los reformadores pusieron nuevo énfasis en el sentido literal de las Escrituras, y en el método de exégesis históricogramatical como forma de establecer el sentido literal. La exégesis históricogramatical es fundamental, pero una vez que por medio de ella se ha establecido la base, es necesario recurrir también a la exégesis teológica y a la aplicación práctica. Ademas, el uso de la Biblia en la vida del pueblo de Dios a través de los siglos trae continuamente a la luz nuevos aspectos de su significado, aunque estos sólo son válidos cuando tienen sus roces en el sentido original y verdadero. Así, podemos entender mejor la Epístola a los Romanos por su influencia en la vida de Agustín, Lutero, y Wesley; pero esa influencia tuvo significación por el hecho de que estos hombres adquirieron una comprensión poco común de lo que realmente quiso decir Pablo cuando escribió la epístola.

La interpretación tipológica, revivida en nuestros propios días, debe usarse (si es necesario utilizarla) con cuidado y en forma restringida. Su forma más aceptable es la que discierne, en la relación bíblica de los actos de misericordia y juicio de Dios, un ritmo recurrente, en virtud del cual pueden considerarse las etapas más primitivas de la misma como prefiguraciones e ilustraciones de etapas posteriores (cf. el uso paulino de las experiencias de Israel en el desierto en 1 Co. 10.1ss).

El cristiano tiene un modelo y una norma fieles y permanentes en la forma en que su Señor usó el AT, y parte de la obra actual del Espíritu Santo a su favor consiste en abrir las Escrituras del modo en que lo hizo el Cristo resucitado para los dos discípulos que lo acompañaron en el camino a Emaús (Lc. 24.25ss).

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F.F.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico