HERMETICA, LITERATURA

Colección de escritos relacionados con el nombre de “Hermes Trismegisto” (“Hermes tres veces grande”).

I. Origen y carácter

Los escritos representan una mezcla de modos de pensamiento griegos y egipcios, a menudo con el apegado de una religión personal mística. El sincretismo helenístico identificaba a Tot, el escriba egipcio de los dioses, con el Hermes griego, cuyas funciones eran similares. De este modo el nombre del antiguo y sabio “Hermes Trismegisto” llegó a añadirse a buena parte de la tradición mágica y astrológica de los templos egipcios, posteriormente sazonada con ciencia griega y presentada en forma revelatoria. La literatura de este tipo que perdura puede datar de principios del ss. II a.C.

El interés más permanente se refiere, sin embargo, a los tratados que se reconocen como más filosóficos y religiosos en griego, de autores diversos pero desconocidos, en los cuales Hermes, Tat (en realidad una forma complementaria de Tot, pero considerada como diferente), Asclepio y otros aparecen como maestro y discípulos. Generalmente los tratados datan de los ss. II y III d.C., aunque algunos pueden ser algo anteriores. Los principales entre los que todavía existen forman un cuerpo de dieciocho tratados (de los cuales uno fue artificialmente reconstruido de fragmentos) preservados en la tradición de los manuscristos cristianos, y un largo tratado dedicado a Asclepio, que sobrevive en una traducción latina, y en una versión copta en la biblioteca de Nag Hammadi (* Quenoboskión). Además hay alrededor de treinta fragmentos herméticos en la Antología de Estobeo, y otros en diferentes escritores antiguos. Tres tratados más incluidos en el códice 6 de la biblioteca de Nag Hammadi, además de la versión copta de Asclepio 21–29, son Enseñanzas autorizadas, El discurso sobre el octavo y el noveno y La oración de acción de gracias. Asclepio y El discurso mencionan específicamente a Hermes, pero todos contienen semejanzas con los documentos herméticos previamente conocidos. La oración, aunque muy corta, es valiosa por lo que ilustra sobre las prácticas cúlticas herméticas.

Algunos de los tratados aparecen en forma de discursos epistolares; otros son diálogos socráticos. El más famoso, el Poimandres, es una visión reminiscente de la de Hermas (* Patrística, Literatura).

II. Contenido

En algunos sentidos podemos considerar al Poimandres como una típica obra hermética. En ella Poimandres (quizás del copto p-emi-n-re, “conocimiento del dios [sol]”), descrito como “la mente (nous) de la Soberanía”, ofrece revelar a Hermes lo que anhela conocer: “Las cosas que son, y comprender su naturaleza, y conocer a Dios.” A ello sigue la historia de la creación del universo y la caída del hombre. La primera tiene elementos tomados de Gn. 1; la última describe la manera en que el hombre arquetípico, la imagen de Dios, entró en un abrazo fatal con la naturaleza, y en consecuencia se convirtió en un ser mixto, tanto mortal como inmortal. Sin embargo, los que se arrepienten y abandonan la corrupción pueden escapar de la mano muerta de la naturaleza, hasta que se completa la ascensión del alma en la muerte, en la que se abandona completamente el cuerpo, la pasión, y lo sensible, y el hombre ingresa en Dios.

No toda la literatura hermética es tan coherente, pero generalmente predominan el propósito que expresa y la concepción que refleja el Poimandres. El conocimiento es la meta; el cuerpo mortal la maldición; la regeneración (entusiastamente descrita en el tratado 13), la purificación del alma de la contaminación con la materia, el summum bonum la liberación final del alma y su absorción por Dios. Hay una cálida nota de devoción: el llamado a la indiferente humanidad en el Poimandres, y el aun más apasionado llamado del tratado 7, son emocionantes; y los ocasionales himnos son fervientes y extáticos.

A esta piedad mística se añade una filosofía más bien deteriorada, en parte platónica, en parte estoica en su origen, con libre uso de mitos cosmogónicos. Se rinde tributo a las fuentes judaicas, y hay ecos del lenguaje de la LXX. Por cierto que es discutible que influencias judías hayan servido de estímulo originalmente a religiones de este tipo. No siempre son coherentes los diferentes elementos: hay inconsecuencias y contradicciones de pensamiento dentro del conjunto. La tendencia total es monoteísta, aunque no en forma polémica. Poco se dice sobre ceremonias o sacramentos. Aunque no hay indicios de que haya existido una “iglesia” hermética, hay una referencia en el tratado de Nag Hammadi, Sobre el octavo y el noveno, a una hermandad de santos herméticos, y en la Oración, a besos cúlticos y la ingestión de comidas sin sangre.

III. La hermética y la Biblia

Es indudable que los herméticos usaron el AT, como ya se ha indicado. La relación entre la religión hermética y el NT ha sido vista de maneras más variadas. Uno de los padres cristianos, Lactancio, que consideraba que “Hermes” escribió en la remota antigüedad, nota con placer su monoteísmo y su mención de Dios como “Padre” (Institutos divinos, 1.6). Autores más recientes subrayan paralelos más sutiles de pensamiento y lenguaje con el NT, aunque no todos de igual significación. El Logos en el pensamiento hermético, por ejemplo, es a la vez cósmico y una actividad del alma, pero no personal. Una afirmación como “tú que por medio de una palabra has constituido todo lo que existe” (Poimandres 21) no necesita otro fondo que Gn. 1; no hay artículo definido en el original. Más notables son frases como “nadie puede ser salvo antes de haber nacido de nuevo” (Trat. 13.1), “el que ama el cuerpo mora en las tinieblas” (Poimadres 19), y el vocabulario “joanino” relacionado con la luz y las tinieblas, la vida y la muerte, la fe y el testimonio. No es nada imposible que el NT haya tenido influencia directa sobre la hermética posterior, pero no se puede probar; sería aun más difícil de sustanciar alguna influencia directa de la literatura hermética sobre el NT. Sin embargo, si bien los libros herméticos actualmente existentes son muy probablemente posteriores a la mayor parte del NT, resulta claro que se derivan de una tradición bien establecida; y pueden estar en lo cierto los que afirman que Juan tuvo parcialmente en vista un público con este tipo de educación y devoción. Debemos recordar, sin embargo, que la literatura hermética es sólo un ejemplo de la piedad de la época, y podemos equiparar el lenguaje de los escritos joaninos también con el dualismo judaico, esencialmente bíblico, de Qumrán.

En cuanto al contenido, se verá que los paralelos herméticos se aproximan más a lo que podríamos llamar los accidentales del NT: con el proceso de la redención antes que con su naturaleza esencial los medios por los que se lleva a cabo. Como los libros herméticos se ocupan del pecado más como ignorancia o pasión que debe desecharse que como rebelión que requiere reconciliación, y con la mira puesta en una salvación que comprendía la deificación por medio de la unión con Dios, las fuerzas que motivaban a los herméticos mantuvieron una dirección pagana y no bíblica. Y si bien la enseñanza ética de los herméticos es insistente y elevada, su naturaleza poco realista no da lugar al carácter concreto de la ética bíblica. Como dice C. H. Dodd, los hermetistas comparten la segunda mitad de la descripción de la “religión pura” de Stg. 1.27 pero no la primera (* Gnosticismo).

Bibliografía. °C. H. Dodd, Interpretación del cuarto evangelio, 1978; “Textos gnósticos de Nag Hammadi”, °DBA, pp. 671–681; S. G. F. Brandon, “Hermes, Hermes Trismegisto”, Diccionario de religiones comparadas, 1975, t(t). I, pp. 721–722.

Las mejores ediciones son las de A. D. Nock y A.J. Festugière, Corpus Hermeticum2, 4 t(t). 1960 (con traducción francesa); cf. tamb. W. Scott, Hermetica, 4 t(t). 1924–36; A. J. Festugière, La Révélation d’Hermès Trismégiste, 4 t(t). 1944–9; C. H. Dodd, The Bible of the Greeks, 1935; The Interpretation of the Fourth Gospel, 1953, pp. 10ss. Para la nueva hermética véase J. Doresse, The Secret Books of the Egyptian Gnostics, trad. ing. 1960, pp. 275ss; L. S. Keizer, The Eighth Reveals the Ninth, 1974; The Nag Hammadi Library in English, eds. J. M. Robinson, 1977.

A.F.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico