FORTIFICACIONES Y EL ARTE DE SITIAR

I. La defensa en el mundo antiguo

a. Ubicación y tamaño de la fortaleza

En el curso de casi todo el período bíblico las palabras “ciudad” y “fortaleza” (miḇṣār, y otras) fueron virtualmente sinónimas en Palestina. A veces “ciudad amurallada” realza este aspecto normalmente defensivo de una ciudad, en contraste con las aldeas que carecían de murallas. El relato de la reconstrucción de Jerusalén bajo Nehemías demuestra claramente que la edificación de murallas era índice de una ciudad debidamente constituida.

Siempre que fuera posible se elegía para la edificación de una ciudad un sitio defendible en forma natural, aunque también resultaba esencial que hubiera una fuente de agua. Una colina empinada y aislada, como el caso de Samaria, o una estribación inexpugnable de un monte tal como Ofel, el sitio de la Jerusalén de David, constituían lugares excelentes para el fin señalado. Algunas ciudades, sin embargo, eran elegidas teniendo en cuenta una planificación estratégica regional, carreteras protectoras, y comunicaciones, o como Bet-el, en razón de una buena provisión de agua. Estos sitios, y las ciudades más bajas que surgían cuando la población sobrepasaba la ciudad existente en el monte mismo, necesitaban un sistema artifical de defensa.

Generalmente el término “fortaleza” configura un perímetro defensivo limitado. En Palestina la ciudad tipo cubría una superficie de alrededor de 2–4 hectáreas. Algunas cubrían la mitad de dicha superficie, otras más. Por ejemplo, Meguido y la Jerusalén del tiempo de David ocupaban entre 4, 5 y 5, 3 hectáreas, mientras que la Hazor cananea cubría unas 81 hectáreas. Las capitales de Egipto, Asiria, Babilonia, Persia, y Roma eran de un tamaño excepcional, a la vez que diferían de las ciudades normales en otros aspectos también (p. ej. * Nínive; * Cala; * Babilonia).

Los muros de las ciudades variaban considerablemente en espesor, altura, y forma. Los muros sólidos eran de un promedio de 3 m de espesor, pero en su base podían llegar a tener dos a tres veces más de espesor. Los muros de casamata, sistema de muros dobles, tenían un promedio de 1, 5 m cada uno. En altura los muros variaba de unos 6 m hasta por lo menos 9 m. Generalmente los cimientos eran de piedra y los muros mismos de piedra, ladrillo de barro, o ladrillo sobre varias hiladas de piedra. Podía lograrse una mayor capacidad defensiva agregando un muro exterior distante un tiro de flecha del muro principal.

b. La construcción de defensas en las ciudades

Aun cuando se prefería la lucha a campo abierto, un ejército a la defensiva podía retirarse a su ciudad en caso necesario. Los muros y las fortificaciones correspondientes eran necesarios tanto para impedir la entrada del enemigo como para proveer una plataforma de tiro protegida para los defensores. En épocas diversas se emplearon muros y terraplenes, independientes o adheridos al muro, bastiones, torres, y parapetos almenados.

Las excavaciones han permitido descubrir restos de muros de ciudades en Siria y Palestina desde el 3º milenio a.C., probablemente construidos bajo influencia mesopotámica. Existe un espacio de tiempo bastante largo que separa a estos últimos de las fortificaciones más antiguas que se conocen. En la Jericó neolítica de la era anterior a la de la alfarería se encontraron varios muros de piedra sin labrar, como también una torre circular de 13 m de diámetro, con 22 escalones en su interior. Estos escalones y un foso de 9 m de ancho cortados en roca sólida se remontan al 7000–6000 a.C., más de 4000 años antes de Abraham. Las aldeas abiertas, desprovistas de fortificaciones, fueron seguidas alrededor de 3000 a.C. por algunas ciudades fortificadas: Jericó, Meguido, Gezer, Hai, etc. Se construían distintas clases de muros de piedra y/o ladrillo, algunos con bastiones y terraplenes. También se han descubierto torres semicirculares y cuadradas ubicadas en las esquinas.

Durante el período siguiente, la edad del bronce media (desde los patriarcas hasta José), se hicieron algunos cambios importantes en cuanto a muros y puertas, relacionados en parte con el uso de carros de guerra, y posiblemente el ariete. Alrededor del 1700 a.C., cuando los hicsos penetraron en Egipto (* Cronología del AT), se agregaron sólidos bancos de tierra apisonada a los muros o terraplenes existentes. A veces se edificaban muros encima de los terraplenes. Más tarde, también, se construyeron sólidos muros de piedra (* Siquem). El baluarte o “glasis”—revestimiento especial consolidado sobre un terraplén o ladera de tell—, a menudo cubierto con revoque o tiza a modo de impermeabilización, puede haber sido introducido para hacer frente al ariete (EAEHL, pp. 113). Protegía, no un campamento para carros de guerra y sus guerreros, sino las ciudades bajas extendidas alrededor (* Hazor). Los hicsos fueron, aparentemente, los responsables de este nuevo sistema de defensa, aunque los cananeos todavía ocupaban las ciudades. Finalmente, con frecuencia había una zanja o foso frente al terraplén, y el material excavado formaba el banco circundante (CAH, 2, 1 , pp. 77–116).

Josué entro en la tierra de Canaán en la edad del bronce tardía, en el ss. XIII a.C. Las excavaciones efectuadas han revelado pocos indicios de las defensas de esa época. Hubo poca evolución, y se siguieron usando los sistemas de defensa de la edad del bronce media o se los reconstruyó siguiendo la misma concepción. Esto podría explicar la aparente falta de muros en *Jericó que se atribuye a los tiempos de Josué. Hasta la fecha no se conocen fortificaciones israelitas anteriores a los días de Saúl y David.

En los días del reino unido se edificaron muros de casamata en varias ciudades. Estos consisten de dos muros delgados y paralelos (de 1, 5 m de espesor en general), con unos 2 m de separación, unidos a intervalos regulares por muros transversales. Los espacios largos y angostos formados dentro del muro podían ser usados para vivienda (Jos. 2.15) o almacenaje, o se los podía rellenar para dar mayor resistencia. Los muros de esta naturaleza eran de construcción más económica y, no obstante, ofrecían una solidez razonable. Los muros de casamata se utilizaron desde ca. 1600 a.C. hasta el ss. II a.C. La capital de Saúl en Gabaa era una fortaleza, de 52 par 35 m, con torres esquineras y muros de casamata. También hubo otros tipos de muros. En Beerseba dos delgados muros iguales y paralelos, seguidos por un muro sólido de 4 m de espesor, se atribuyen a la era de David y Salomón. Las ciudades de Salomón utilizaron distintos tipos de fortificaciones, aunque una marca distintiva de ellas, como se puede ver en *Meguido, *Hazor, y *Gezer, es el uso de muros de casamata y una puerta con tres conjuntos de columnas y dos torres. Durante el resto del período del AT se usaron tanto muros sólidos como de casamata, y ocasionalmente un muro exterior y otro interior (* Laquis).

Durante la edad de hierro se construyeron fortalezas reales, como la de Gabaa de Saúl. Una serie de fuertes, de forma rectangular o irregular, edificados en el Neguev entre los ss. X y VI a.C. marcan el límite meridional al que llegaron los israelitas. La ciudadela de *Arad fue una importante fortaleza real fronteriza. También se edificaron fuertes romanos en el Neguev, el Arabá y la Transjordania.

Excavaciones efectuadas en *Jerusalén han puesto al descubierto algunas de sus defensas a través de las edades. Kathleen Kenyon reveló secciones de dos muros en el valle del Cedrón y a bastante profundidad, que fueron, respectivamente, el muro utilizado hasta el ss. VII a.C. y un muro nuevo edificado en ese mismo siglo y destruido por Nabucodonosor en 586 a.C. Un muro en la cima oriental del Ofel, muy por encima de aquellos, parecería ser el que fue construido por Nehemías en vista de que no pudo remover los escombros que quedaron después de la destrucción por los babilonios. En el lado occidental, a 275 m de la plataforma del templo, más de 40 m de muro, de un espesor de 7 m y construido con grandes piedras, probablemente sea la ampliación de los muros de Jerusalén efectuada por Ezequías (2 Cr. 32.5).

En tiempos intertestamentarios y neotestamentarios las ciudades generalmente estaban rodeadas por uno o dos sólidos muros de piedra. En Maresa el muro de la ciudad, casi cuadrado, tenía contrafuertes y torres esquineras. El excelente muro romano en Samaria, aparentemente construido por Herodes, encerraba 69 hectáreas. Herodes el Grande fue el constructor más prolífico de toda la historia de Palestina. Sus obras en Jerusalén pueden observarse en el sólido muro de contención de la plataforma del templo, especialmente en los lugares excavados bajo la dirección de B. Mazar y en la esquina SE. En las excavaciones que se levan a cabo actualmente se están descubriendo secciones de defensas asmoneas y los tres muros de *Jerusalén existentes en los tiempos del NT. En la ciudadela cerca de la puerta de Jaffa parte del “primer muro”, una sólida base asmonea destinada a soportar una torre, y la torre de Fasael en el palacio de Herodes (torre de David), son típicas de los sistemas de defensa que se están recuperando.

c. La puerta de la ciudad

El punto más débil de las fortificaciones de la ciudad era la puerta. Se idearon una serie de modos de dar mayor seguridad a esta parte. Las medidas tomadas incluían torres, accesos en ángulo, y puertas interiores con varios conjuntos de columnas. Asimismo se usaban torres en los muros para protejer el espacio libre al pie del muro, como también los “glacis”. La mayoría de las ciudades edificadas sobres montículos tenían una puerta principal, o una puerta interior y otra exterior. Las ciudades grandes, como el caso de Jerusalén, generalmente tenían varias puertas. Hasta alrededor del año 1000 a.C. una cantidad de puertas chicas, fácilmente defendibles, permitía a los soldados salir o entrar rápidamente, debido a la preferencia por la lucha a campo abierto.

Antes que se necesitara una entrada recta para los carros de guerra, se usaban puertas en ángulo con dos hojas que dificultaban los asaltos del enemigo. Con el advenimiento de los carros en el año 1700 a.C. aprox., las torres y una puerta compleja con varios pilares o pilastras ofrecían mayor seguridad. Las torres y las habitaciones superiores permitían a los defensores disparar sobre el enemigo que avanzaba. Una de las habitaciones superiores quizás servía de habitación especial para la realeza, como lo sugieren ciertos relieves en la habitación de la puerta grande en Medinet Habu (cf. 2 S. 18.33). En la era patriarcal las puertas tenían dos juegos de tres pilares; así también las puertas salomónicas, aunque con las torres de entrada y los muros formaban en este caso tres cuartos para la guardia. Se usaron dos modelos de cuartos de guardia, tanto antes como después de los días de Salomón. En Dan y Tell en-Nasbeh un traslapo en los muros formaba un hueco cuadrado en cuyo extremo posterior se encontraba la puerta. En en-Nasbeh una gran torre a la derecha (muro exterior) podía ocuparse de atacantes procedentes de tres lados. Los bancos de piedra ante la puerta, y entre las puertas exteriores e interiores en Dan, donde también existe lo que probablemente fuera un estrado y baldaquín reales, indican el lugar donde se efectuaban los juicios (Rt. 4.1–2; 2 S. 19.8). La puerta de la ciudad se cerraba con sólidas hojas dobles de madera. Dichas puertas se apoyaban en postes hundidos en la tierra, donde giraban sobre piedras especialmente ahuecadas para este fin. El descubrimiento de estas piedras ha permitido determinar que sólo se colocaba un juego de puertas en cada entrada a la ciudad. Una vez cerrada la puerta contra el umbral, quedaba asegurada por una gran viga que era mantenida en posición mediante agujeros en ambos postes. Como el enemigo podía intentar prender fuego a las puertas con frecuencia se las recubría con planchas de metal.

d. Ciudadelas y fuertes pequeños

La entrada a la ciudad con su torre era en sí misma una virtual fortaleza o ciudadela. El término “torre” (miḡdāl, y otras) puede también significar ciudadela interior, palacio, o templo (* Baal-berit en Siquem), que proporcionaba una fortaleza interior para una segunda defensa en el caso de que se produjera una brecha en el muro. Algunas veces se dividía la ciudad en secciones con fines de defensa en casos semejantes. “Torre” también puede significar una pequeña fortaleza, o lo que llamaríamos un blocao. La cadena de fuertes en el Neguev y la Transjordania constituyen ejemplos de esto (véase sup.).

e. El problema del suministro de agua

El segundo lugar en importancia, después de los muros y puertas de la ciudad, lo ocupaba la provisión de agua. Hasta que se inventó el revoque impermeable para sellar las cisternas, las ciudades debían tener cerca una vertiente o arroyo. Las cisternas permitían a las fortalezas resistir largos sitios, como lo ilustra el caso de Masada. Las ciudades edificadas sobre montículos, sin embargo, necesitaban tener acceso a las vertientes al pie de los mismos. En el ss. X, como en épocas posteriores, se cavaban pozos y túneles desde el interior de la ciudad, lo cual daba acceso al agua, mientras que se tapaban las entradas exteriores. Pozos de esta clase se usaban en Meguido, Hazor, Gezer, Gabaa, y Jerusalén (túnel de * Siloé). Estos sistemas de provisión de agua demuestran un avanzado conocimiento técnico. Los defensores procuraban impedirle al invasor la obtención de agua tapando las cisternas, desaguando las lagunas, y procurando ocultar las vertientes. La provisión de alimentos también era vital para resistir los sitios, de manera que dentro de las ciudades había graneros y almacenes.

II. Métodos de ataque

El método menos costoso de tomar una ciudad era, naturalmente, el de persuadir a los moradores a entregarse sin lucha. Senaquerib el asirio usó en vano esta técnica en su lucha contra Jerusalén. Otros métodos consistían en capturar la ciudad por medio de un ardid o por sorpresa, como David logró adueñarse de Jerusalén. Joab probablemente penetró en la ciudad por el túnel de provisión de agua. Generalmente, sin embargo, las ciudades grandes tenían que ser capturadas por asalto, o tras sitios prolongados.

a. El asalto

En un asalto directo el invasor podía intentar escalar el muro valiéndose de escaleras, atravesar los muros cavando con herramientas o utilizando un ariete, penetrar por la puerta incendiándola o abriéndola a golpes con el ariete, o también cavando un túnel por debajo del muro. Donde un terraplén, un foso, o la ladera de un montículo hacía difícil el asalto directo, se utilizaba una rampa de asalto. Parte del foso se rellenaba con tierra o escombros, y luego se construía una rampa que llegaba hasta el mismo muro de la ciudad. Una rampa asiria que se investigó en Laquis en 1977 estaba construida enteramente de grandes piedras recogidas del campo. Algunos relieves asirios de Nínive que ilustran el asalto de Senaquerib a *Laquis (Is. 37.33) demuestran que las rampas se recubrían con madera. Tropas de asalto detrás de grandes escudos, y los arietes protegidos por escudos, subían por las rampas, estas últimas protegidas por arqueros y honderos. La viga de madera del ariete tenía una punta de hierro en forma de hacha. Cuando esta viga penetraba la mampostería se la movía lateralmente para desalojar los ladrillos. Una torre delante del ariete era utilizada por los arqueros para disparar contra los defensores ubicados en los muros. También se podían acercar a los muros torres móviles, y se usaban catapultas que arrojaban grandes piedras contra las secciones superiores de los muros y los defensores de los mismos. Para evitar que escaparan los sitiados se construía un montículo o banco de tierra alrededor de la ciudad (Jer. 6.6; Ez. 17.17). Desde los muros los defensores arrojaban una lluvia de flechas, jabalinas, piedras, y agua hirviendo, como también antorchas encendidas para incendiar los arietes. A la vez, organizaban ocasionales salidas desde la ciudad para destruir los equipos de asalto y atacar a las tropas que los estaban protegiendo.

b. El sitio

El sitio por tiempo prolongado se utilizaba cuando una ciudad era demasiado poderosa para un asalto directo, o cuando por otras razones el invasor prefería esperar. Al rodear la ciudad los atacantes buscaban cortar su abastecimiento y la ayuda externa hasta que los defensores se vieran obligados a rendirse. Se hacía necesario construir un terraplén circundante y campamentos fortificados para protejer al ejército invasor más bien pasivo. Los sitios podían durar varios años, tal como el sitio de Samaria por los asirios (2 R. 17.5).

c. Captura y destrucción

Una vez capturada una ciudad, normalmente era saqueada e incendiada. Sin embargo, la mayoría de las ciudades eran reconstruidas y usadas de nuevo. Los defensores sobrevivientes podían ser deportados, esclavizados, o sujetos a tributo, y sus dirigentes podían ser sometidos a tortura, muertos, o llevados como rehenes. La destrucción más famosa de los tiempos del AT fue la devastación por Nabucodonosor de todas las ciudades de Judea, incluso Jerusalén, en 588–587 a.C. La destrucción de Jerusalén por Tito en el año 70 d.C. fue igualmente completa, aunque bajo los romanos las ciudades de menor importancia no sufrían tanto.

Bibliografía. M. Noth, El mundo del Antiguo Testamento, 1976, pp. 159–171; G. E. Wright, Arqueología bíblica, 1975, pp. 269–273; G. A. Smith, °GHTS, 1960; K. Kenyon, Arqueología de la Tierra Santa, 1963; W. F. Albright, La arqueología de Palestina, 1962.

Y. Yadin, The Art of Warfare in Biblical Lands in the Light of Archaeological Study, 1963; S. M. Paul y W. G. Dever, Biblical Archaeology, 1973; EAEHL; A. Negev, Archaeological Encyclopaedia of the Holy Land, 1972.

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Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico