APOCALIPTICA, LA

Este término designa tanto un género literario (los apocalipsis cristianos y judíos) como también las ideas características de la literatura correspondiente. Dentro del canon, la literatura apocalíptica está representada especialmente por los libros de *Daniel y *Apocalipsis, pero hay muchos otros apocalipsis tanto de la época intertestamentaria como de la cristiana primitiva.

Ya en los libros proféticos del AT se encuentran pasajes que debemos clasificar como apocalípticos en algunos sentidos por lo menos. La *escatología apocalíptica puede encontrarse especialmente en Is. 24–27; 56–66; Jl.; Zac. 9–14. En estos pasajes se prevé el futuro escatológico en función de una intervención divina directa, el juicio universal de las naciones, y una nueva era de salvación, en la que el cosmos será radicalmente transformado. Esta escatología trascendental es el núcleo central de la doctrina apocalíptica. Es probable que la doctrina apocalíptica de la resurrección de los muertos ya se encuentre tamb. en Is. 26.19, como así también en Dn. 12.2. Las formas literarias del apocalipsis, sin embargo, se anticipan especialmente en las visiones de Ez. y de Zac. 1–6.

El género apocalíptico floreció como literatura diferente de la profética sólo después que cesó la profecía. Su primer gran florecimiento se produjo durante la crisis de la fe judía a mediados del ss. II, bajo Antíoco Epífanes, cuando el género apocalíptico fue adoptado como el vehículo literario del movimiento asídico, que preconizaba el arrepentimiento nacional, la oposición irreductible a la helenización, y una fe escatológica en la inminente intervención de Dios en pro de su pueblo. A partir de entonces, lo apocalíptico probablemente caracterizó a diversos grupos dentro del judaísmo, incluyendo los esenios, los fariseos, los zelotes y los cristianos judíos. (Debe recordarse la diversidad que existe en la literatura apocalíptica toda vez que se intente generalizar sobre ella.) El género apocalíptico floreció especialmente en épocas de crisis nacional, y los últimos grandes apocalipsis escatológicos judíos provienen del período entre la caída de Jerusalén en el 70 d.C. y el fracaso de la revuelta de Barcoquebá.

Los apocalipsis judíos poscanónicos más importantes son: *Enoc, colección de escritos de los cuales los primeros datan quizás del ss. V a.C., y los últimos del ss. I d.C.; el Testamento de Moisés (también llamado Asunción de Moisés), que debe fecharse en ca. 165 a.C., o a principios del ss. I d.C.; 4 Esdras (o 2 Esdras, según la edición), 2 Baruc y el Apocalipsis de Abraham, todos del período 70–140 d.C. Los Orácolos sibilinos judíos contienen material apocalíptico escrito en el estilo de los oráculos paganos de las sibilas. Otras obras, tales como *Jubileos y los Testamentos de los doce patriarcas, contienen pasajes apocalípticos. Además en Qumrán se han encontrado algunos textos apocalípticos nuevos.

Los apocalipsis mencionados son, en su mayor parte, escatológicos en su contenido, y continúan, en cierto sentido, la tradición de la profecía del AT. Revelan (gr. apokalyptō) los secretos del plan de Dios para la historia y su retorno triunfal al final de la misma. Pero la literatura apocalíptica también incluye una tradición de apocalíptica cosmológica que revela los misterios del cosmos. Esta tradición se originó en partes de 1 Enoc, en el que Enoc es llevado por los ángeles en viajes por los cielos y la morada de los muertos. En realidad la cosmología adquiere importancia a partir de los apocalipsis helénicos de la era cristiana, tales como 2 Enoc y 3 Baruc, en los que se ha apagado prácticamente la esperanza escatológica. En el resto de este artículo limitaremos nuestra atención a la apocalíptica escatológica.

En términos literarios, la apocalíptica es una forma de literatura sumamente estilizada, con sus propias convenciones en cuanto a simbolismo y terminología, que se nutre continuamente de fuentes veterotestamentarias. Es una literatura de sueños y visiones, a menudo centrada en una visión del trono celestial. La profecía escatológica y puede adoptar la forma de largas pláticas o de imágenes simbólicas, a veces sumamente artificiales, otras muy gráficas y efectivas. Probablemente los escritores de obras apocalípticas nunca pensaron describir el fin en términos literales. Al tratar de describir una salvación futura que trasciende la experiencia histórica ordinaria, parecería que adoptaron algunos símbolos de los mitos cananeos y de la mitología que encontraron en la parte oriental de la diáspora, como también en la Palestina helenística. La literatura apocalíptica a menudo muestra una interacción íntima, pero a la vez crítica, con la cultura internacional de su época.

Si bien la apocalíptica judía a menudo debía sus imágenes y su forma al ambiente no judío, su contenido escatológico provenía de la profecía del AT. En este sentido, la apocalíptica fue heredera de la profecía. Su misión consistía en reafirmar las promesas proféticas para el futuro expresando su pertinencia para la propia generación del escritor. Los escritores apocalípticos no eran profetas ellos mismos. Vivían en una época en la que ya había cesado la profecía, razón por la cual probablemente adoptaron el recurso de la seudonimia, utilizando nombres de santos del AT pertenecientes al período de la revelación profética. No debemos considerar esto como un recurso fraudulento, como si hubieran querido hacer creer que sus obras pertenecían a la época de la profecía, sino que debemos tomarlo más bien como una forma literaria que expresa el papel de los escritores apocalípticos como intérpretes de la revelación recibida en la época profética.

Desde esta perspectiva ubicada imaginariamente en el pasado, los escritores apocalípticos a menudo hacen resúmenes históricos que llegan hasta su propia época, dándoles forma de profecía predictiva. Tampoco esto debe considerarse necesariamente como un intento de engañar, sino que es la forma que tiene el escritor apocalíptico de penetrar el plan divino de la historia y presentar una interpretación de las profecías del pasado, que ahora vuelve a escribir sobre la base de su cumplimiento, para mostrar cómo se han cumplido y lo que todavía queda por cumplirse.

En consecuencia, los escritores apocalípticos son intérpretes de la profecía del AT. Esto no quiere decir que no pretendan ser inspirados, ya que hay buenas razones para pensar que las experiencias visionarias atribuidas al seudónimo a menudo reflejan la experiencia real del escritor apocalíptico. Sin embargo, su inspiración no era tanto fuente de nuevas revelaciones proféticas, sino más bien la interpretación de las revelaciones que ya habían sido dadas a través de los profetas. La autoridad de su mensaje, en consecuencia, derivaba de la de los profetas.

Si se adopta este punto de vista en cuanto a la comprensión que tenían los propios escritores apocalípticos acerca de su función, se verá que ocupan una posición esencialmente intertestamentaria. Interpretan a los profetas para una época en la que ya había cesado la profecía, pero en la que todavía se esperaba su cumplimiento. Su exclusión del canon no es, por lo tanto, un juicio negativo sobre su valor para la evolución intertestamentaria de la religión judía. Por el contrario, al mantener e intensificar la esperanza escatológica cumplieron un papel importante porque tendieron un puente entre los dos testamentos.

La comprensión apocalíptica de la historia y la escatología se fue formando en el contexto de la experiencia posexílica de la historia, en la que Israel permaneció bajo la dominación de potencias gentiles, y cuando las promesas proféticas de una restauración gloriosa todavía no se habían cumplido en su mayor parte. En el extendido período de contradicción entre las promesas de Dios y la realidad de la experiencia histórica de Israel, los escritores apocalípticos trataron de alentar en los fieles la confianza en que Dios no había abandonado a su pueblo y que la salvación prometida llegaría. Con este fin destacaban la soberanía divina en el desenvolvimiento de la Historia: Dios ha predeterminado todo el curso de la historia del mundo, y el fin llegará en el momento que él ha establecido. El poder de los imperios paganos se hace sentir solamente en la medida en que él lo permite. Este punto de vista fuertemente determinista de la historia no se convierte, sin embargo, en un fatalismo que contradice la libertad y la responsabilidad humanas, porque los escritores apocalípticos llaman a sus lectores al arrepentimiento, a la intercesión y la acción ética. Sólo rara vez se aventuran a establecer una fecha para el desenlace final.

La salvación escatológica futura se concibe en términos trascendentes y universales. Es un acontecimiento que trasciende en mucho los grandes acontecimientos pasados de la historia de la salvación. Equivale a una nueva creación, en la que se eliminarán todas las formas del mal y el sufrimiento. Es característico de los escritores apocalípticos creer que aun la muerte será conquistada; esta creencia aparece en la forma de una resurrección corporal y de una inmortalidad espiritual. La era escatológica será el reino de Dios y remplazará para siempre todos los imperios terrenales. Su esperanza en cuanto al destino de los gentiles varía. Los opresores de Israel serán condenados, pero frecuentemente las naciones participarán de la salvación de los justos en Israel, mientras que los apóstatas de Israel serán juzgados. El universalismo de los escritores apocalípticos proviene tanto de la participación posexílica de Israel en la historia de los imperios mundiales, como del profundo conocimiento que tenían del problema universal del mal.

La experiencia negativa de la historia actual, en la que surgieron los escritores apocalípticos, contrastaba con la trascendental salvación futura, dando lugar al dualismo temporal de la apocalíptica: su distinción entre esta era presente y la futura, que seguirá a la nueva creación. Este dualismo no adquirió su forma acabada sino en una etapa posterior. La terminología de ambas épocas aparece en el ss. I d.C. (cuando también se la encuentra en el NT). Nunca llega a ser un dualismo absoluto, porque si bien los poderes malignos han logrado una posición dominante en esta era Dios mantiene su control soberano sobre ellos. Se ve la nueva creación como una renovación de este mundo (aunque el grado de continuidad que se prevé parece variar). El dualismo apocalíptico llega a su máxima rigidez en 2 Buruc y 4 Esdras, en los que se deja ver un pesimismo creciente y una fuerte tendencia a considerar la historia de esta era en términos totalmente negativos. La distancia entre este dualismo escatológico extremo y el dualismo cosmológico del gnosticismo no es muy grande.

Se ha debatido mucho la cuestión de la relación entre la apocalíptica y el NT. Hay pasajes que recuerdan fuertemente los apocalipsis judíos, tanto en forma como en contenido: especialmente Mt. 24; Mr. 13; Lc. 21; 1 Ts. 4.16s; 2 Ts. 2; Ap. Pero aun haciendo abstracción de estos pasajes apocalípticos, resulta claro que Jesús y la iglesia primitiva le debían mucho a la escuela apocalíptica, como lo evidencia su uso de conceptos apocalípticos tales como la resurrección, las dos eras, el Hijo del Hombre, el período de tribulación, el reino de Dios.

Por otra parte, la orientación puramente futurista de la literatura apocalíptica judía se modifica en el NT por la convicción de que ya ha comenzado el cumplimiento escatológico en el hecho histórico de Jesucristo. Los cristianos viven entre el “ya” y el “todavía no”. De esta manera se sustituye la tendencia apocalíptica a valorar negativamente la historia anual por la convicción de que ya está obrando el propósito redentor de Dios dentro de la historia de la era presente.

Más aun la apocalíptica neotestamentaria es cristocéntrica. Ya se ha producido el acto decisivo de salvación escatológica divina en la historia de Jesús quien, por lo tanto, constituye también el centro de la esperanza futura de los cristianos. Para los escritores del NT, la apocalíptica se convierte en el medio para declarar la significación de Jesucristo para el destino del mundo.

Un aspecto del cumplimiento escatológico es la reanudación de la profecía, de manera que la apocalíptica neotestamentaria constituye una especie de nueva revelación profética. Abandonó su carácter seudónimo, como también su ubicación imaginaria en el pasado; el profeta Juan, por ejemplo, escribe bajo su propio nombre (Ap. 1.1) y abandona la convención de escribir para un futuro distante (22.10).

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R.J.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico