DESIERTO DE LA PEREGRINACION

I. Límites

Después de salir de Egipto y de cruzar el mar de las Cañas (Ex. 14.10–15.27), y hasta que finalmente alcanzaron el Jordán sin pasar por Edom y Moab (Nm. 20ss), los israelitas pasaron muchos años en el territorio intermedio, que comprendía, (1) la península de Sinaí flanqueada por los golfos de Suez y Ácaba y separada del Mediterraneo en el N por el polvoriento “camino de la tierra de los filisteos” que ligaba a Egipto con Palestina, (2) el largo valle hendido del Arabá que se extendía hacia el S desde el mar Muerto hasta el golfo de Ácaba, y (3) el desierto de Zin al S de Beerseba.

II. Rasgos físicos

La ruta de Egipto por el “camino de la tierra de los filisteos” a Rafia (Rafa) y Gaza corre prácticamente paralela a la costa mediterránea, pasando por el borde N de un desierto estéril y arenoso – el desierto de *Shur – que se encuentra entre la línea del moderno canal de Suez y el uadi el-Arish (río de *Egipto), y luego a través de tierras cultivables que se hacen más evidentes entre El-Arish y Gaza (* Neguev; cf. A. H. Gardiner, JEA 6, 1920, pp. 114–115; C. S. Jarvis, Yesterday and Today in Sinai, l931, pp. 107); 30–60 km al S del camino costero corre “el camino del desierto de Shur”, de Egipto a la región de Cades y hacia el NE a Beerseba. Al S de este camino se levantan gradualmente los montes y los uadis de la meseta de piedra caliza de Et-Tih que, desde una “línea de base” al N de una línea trazada entre la cabecera de los golfos de Suez y Ácaba, ocupa un gran semicírculo que se introduce en la península de Sinaí. Atravesaba la meseta hacia Ácaba una antigua ruta comercial. Al S de la meseta hay una zona de forma triangular de granito, gneis, y otras rocas duras y cristalinas que forman cadenas de montañas, y que incluyen el tradicional mte. Sinaí, con varios picos de 2.000 m de altura. Esta región está separada en sus ángulos NO y NE de la meseta de piedra caliza por montes de piedra arenisca que contienen depósitos de minerales de cobre y turquesa. En el E la meseta de piedra caliza de Et-Tih cede su lugar a los uadis y las rocas mezcladas del S del Neguev, limitados por el valle hendido del Arabá entre el mar Muerto y el golfo de Ácaba. Hay pozos y manantiales a intervalos de un día de viaje en todo el recorrido de la costa O entre la región de Suez y Merkhah; la napa freática está generalmente cerca de la superficie de grava. Los uadis generalmente tienen algún tipo de vegetación, pero escasa; donde existen cursos de agua más permanentes, especialmente en el ancho uadi Feirán (el mejor oasis en el Sinaí), la vegetación prospera en consonancia. Hay una “época de lluvias” (que alcanza a los 20 días) durante el invierno, con nieblas, brumas, y rocío.

En el pasado ha habido una destrucción intensa y persistente de bosques de tamariscos y acacias para leña y carbón, y durante el ss. XIX existió un constante comercio de exportación de este último producto a Egipto (Stanley, Sinai and Palestine, eds. 1905, pp. 25). Así, en tiempos antiguos la península de Sinaí puede haber tenido más vegetación en sus uadis y, consecuentemente, mejores lluvias; pero parecería que no ha habido ningún cambio climático fundamental desde la antigüedad.

III. La ruta de los viajes

La ruta precisa que siguieron los israelitas desde el mar de las Cañas (entre Qantara y Suez; * Mar Rojo) hasta los bordes de Moab sigue siendo conjetural, dado que casi ninguno de los nombres de los lugares donde se detuvieron los israelitas en la península de Sinaí ha subsistido en la nomenclatura descriptiva posterior y muy fluida de los árabes. Algunos lugares recibieron nombres dados por los israelitas en relación con acontecimientos ocurridos durante sus viajes, ej. Kibrot-hataava, “Tumbas de los codiciosos” (Nm. 11.34), y no dejaron población sedentaria tras sí que perpetuase dichos nombres. Más aun, las tradiciones que se vinculan con el actual mte. Sinaí (Gebel Musa y alrededores) no se han podido rastrear más allá de los primeros siglos de la era cristiana; esto no prueba por sí solo que dichas tradiciones sean erróneas, pero tampoco ofrece certidumbre. Por cierto que la ruta tradicional que se atribuye a los israelitas es posible. Desde el desierto de *Shur generalmente se considera que pasaron al S a lo largo de la franja costera occidental de la península de Sinaí, y se propone Ain Hawarah y Wadi Gharandel para Mara y Elim, respectivamente. El hecho de que el campamento después de Elim (Ex. 16.1) esté “junto al yam sûf” (heb. de Nm. 33.10), e. d. el mar de las Cañas, o aquí, por extensión, el golfo de Suez (cf. * Mar Rojo, indica claramente que Israel se mantuvo del lado occidental de la península de Sinaí y que no fueron al N (camino de los filisteos). El golfo de Ácaba está demasiado lejos para ser el yam sûf en este pasaje. Algo más tarde Israel acampó en Dofca. Se considera a veces que este nombre significa “fundición” (G. E. Wright, Biblical Archaeology, 1957, pp. 64 [trad. cast; Arqueologia bíblica, 1975]; Wright y Filson, Westminster Historical Atlas of the Bible, eds. 1975, pp. 39 [trad. cast. °AHWB]) y por ello, que debe de estar ubicado en el centro minero egipcio de Serabit el-Khadim. Para la explotación minera del cobre, y especialmente la turquesa, en esa zona, véase Lucas, Ancient Egyptian Materials and Industries, 1962, pp. 202–205, 404–405; J. Cernjí, A. H. Gardiner y T. E. Peet, Inscriptions of Sinai, 2, 1955, pp. 5–8.

Como las expediciones egp. visitaban esta región sólo durante los meses de enero a marzo (rara vez después de dicho mes), y no vivían permanentemente en las minas (cf. Petrie, Researches in Sinai, 1906, pp. 169), los israelitas no podían encontrarse con ellos allí porque ellos salieron de Egipto en el mes de Abib (Ex. 13.4), e. d. alrededor del mes de marzo (cf. * Plagas de Egypto), y abandonaron Elim un mes más tarde (Ex. 16.1), e. d. alrededor del mes de abril. No obstante, Dofca podría ser cualquier lugar donde se extraía cobre en el cinturón metalífero que atraviesa la región S-central del Sinaí (lo cual favorece una ruta hacia el S para Israel en todo caso). A Refidim se la considera a veces como Wadi Feirán, a veces como Wadi Refayid, y al mte. Sinaí como las cumbres de Gebel Musa (o, menos probablemente, el mte. Serbal cerca de Feirán). Véanse las obras de Robinson, Leysius, Stanley, y Palmer (bibliografía inf.). Más allá del mte. Sinaí se encuentra Dhahab en la costa E, que podría ser Dizahab (Dt. 1.1; así Y. Aharoni, Antiquity and Survival, 2. 2/3, 1957, pp. 289–290, fig(s). 7); de ser así, Huderah, que se encuentra en otro camino, es menos probable que sea el Hazerot de Nm. 11.35; 33.17–18. Los puntos fijos que siguen son Cades-barnea (* Cades) en los límites del (o de los) desierto(ss) de Zin y Parán (Nm. 12.16; 13.26) en Ain Qudeirat o Ain Qudeis y la región circunvecina, incluido Ain Qudeirat, y Ezión-geber en la cabecera del golfo de Ácaba (Nm. 33.35s).

Para el fenómeno de Nm. 16 en que la tierra se tragó a Coré, Datán, y Abiram, G. Hort, Australian Biblical Review 7, 1959, pp. 2–26, esp. 19–26, tiene una explicación sumamente interesante. Esta autora ubica el incidente en el valle hendido del Arabá, entre el mar Muerto y el golfo de Ácaba. Allí existen zonas bajas conocidas como kewirs, que se inundan con las mareas. Con el tiempo, sobre la profunda masa de limo y barro líquido, se forma una dura corteza de barro arcilloso de unos 30 cm. de espesor, con capas de sal endurecida y barro semiseco por debajo. Cuando la corteza se endurece se puede caminar sobre ella sin peligro, pero el aumento de la humedad (especialmente por tormentas) puede romper la corteza y convertirlo todo en barro pastoso. Los partidarios de Datán, Abiram, y Coré se alejaron del campamento principal, probablemente hacia una de estas zonas bajas, engañosamente planas y duras. Por sus largos años de experiencia en el Sinaí y en Madián (Ex. 2–4), Moisés probablemente estaba enterado de este fenómeno, no así los israelitas. Cuando se avecinaba una tormenta Moisés vio el peligro y llamó a los israelitas para que se retirasen de las tiendas de los rebeldes. La corteza se deshizo y los rebeldes, sus familias, y sus posesiones fueron tragados por el barro. Luego vino la tormenta, y los 250 hombres con incensarios fueron alcanzados por rayos: fueron heridos de muerte por el fuego de Yahvéh.

Hort pensaba que este incidente había ocurrido en Cades-barnea, y que, por consiguente, Cades tendría que encontrarse en el Arabá. Pero existen razones posibles para ubicar a *Cades en la región de Ain Qudeis y Ain Qudeirat, y la verdad es que Nm. 16 no dice que la rebelión o las rebeliones de Coré, Datán, y Abiram ocurrieron en Cades. Debe tenerse en cuenta que es únicamente el relato total y unitario de las rebeliones gemelas de Nm. 16 y su terrible final lo que tiene sentido y encuadra adecuadamente en el contexto de los fenómenos físicos en cuestión; las supuestas fuentes obtenidas por los análisis literarios documentales convencionales proporcionan cuadros fragmentarios que no se corresponden con ninguna de las realidades conocidas.

La larga lista de nombres en Nm. 33.19–35 corresponden a los 38 años de peregrinación, y no pueden ser ubicadas en la actualidad. La ruta precisa del paso por Edom (Nm. 20.22ss; 21; 33.38–44) también es incierta. Algunos de los incidentes en estos largos viajes reflejan los fenómenos naturales de la zona. El fenómeno repetido del agua que brota de la roca herida (Ex. 17.1–7; Nm. 20.2–13) refleja la propiedad de contener agua que tenía la piedra caliza del Sinaí; en cierta oportunidad un suboficial del ejército obtuvo un buen chorro de agua cuando accidentalmente le dio un golpe a una roca con una pala (!). Véase Jarvis, Yesterday and Today in Sinai, 1931, pp. 174–175. La tarea de cavar pozos a que se hace referencia en Nm. 21.16–18 (cf. Gn. 26.19) refleja el conocimiento de la existencia de agua bajo tierra en diversas regiones del Sinaí, el Neguev, y el S de la Transjordania (véanse las referencias indicadas arriba, y N. Glueck, Rivers in the Desert, 1959, pp. 22). Las referencias a la caza de codornices (Ex. 16.13; Nm. 11.31–35) se han interpretado por algunos en el sentido de exigir una ruta septentrional para el éxodo a lo largo del Mediterráneo (p. ej. Jarvis, op. cit., pp. 169–170; cf. J. Bright, A History of Israel, 1960, pp. 114 [trad. cast. La historia de Israel, 1966], siguiendo a J. Gray, VT 4, 1954, pp. 148–154; G. E. Wright, Biblical Archaeology, 1957, pp. 65 [trad. cast. Arqueología bíblica, 1975]). Pero esa ruta les fue explícitamente prohibida a los israelitas (Ex. 13.17s), y de cualquier modo las codornices bajan a la costa mediterránea del Sinaí (provenientes de Europa) sólo en el otoño y al alba, mientras que Israel las tuvo en la primavera y al atardecer, en el mes de Abib, e. d. marzo (Ex. 16.13), o después, y un año y un mes después (Nm. 10.11; 11.31). Estos dos puntos excluyen la costa mediterránea de la ruta de Israel en estas dos ocasiones, y favorecen directamente la ruta del S por los golfos de Suez y Ácaba, pasando por el “mte. Sinai” . Las codornices regresan a Europa en la primavera—la época del año en que Israel las tuvo dos veces—por los extremos superiores de los golfos de Suez y Ácaba, y al atardecer (Lucas, The Route of the Exodus, 1938, pp. 58–63 y refs., y pp. 81, que destaca Ácaba a expensas de Suez).

El punto de vista de una minoría hace que Israel cruce la península de Sinaí más directamente hacia la cabecera del golfo de Ácaba y ubica el mte. Sinaí en Madián. Entre los mejores defensores de este parecer está Lucas (The Route of the Exodus, 1938), que no invoca volcanes activos no existentes, como han hecho algunos. No obstante, este punto de vista no está mas exento de dificultades topográficas que cualquier otro, y no da cuenta en absoluto del origen de las tradiciones del período cristiano que se adhirieron a la península denominada Sinaí actualmente y no a Madián o al NO de Arabia.

Para una buena tabla comparativa de la información sobre la ruta y los campamentos de las peregrinaciones de Israel en Éxodo-Números, Nm. 33 y Deuteronomio, véase J. D. Davis y H. S. Gehman, WDB, pp. 638–639; fondo literario, cf. G. I. Davies, TynB 25, 1974, pp. 46–81; emplazamientos de la edad del bronce en el Sinaí, cf. T. L. Thompson, The Settlement of Sinai and the Negev in the Bronze Age, 1975.

IV. Las cifras de los israelitas

Cuando Israel salió de Egipto había “como 600.000 hombres de a pie”, además de sus familias y una gran multitud de toda clase de gentes, mientras que de un censo de los hombres de las tribus, a excepción de Leví, que se llevó a cabo en Sinaí surge el total de 603.550 hombres de más de 20 años que podían llevar espada (Nm. 2.32). Se considera generalmente que estas cifras sugieren un total de israelitas—entre hombres, mujeres, y niños—de algo más de dos millones. La Biblia misma (como también los resultados de las exploraciones) indica que los escasos recursos del Sinaí resultaban insuficientes por sí solos para sostener a semejante multitud, cuando aclara que el sustento principal de Israel era el *maná que proporcionaba Dios (Ex. 16; cf. vv. 3–4, 35). Israel jamás quedó totalmente desprovista (Dt. 2.7), aun cuando casi les faltó el suministro de agua (p. ej. en Refidim, Ex. 17.1; Cades, Nm. 20.2). De todos modos, muy pronto aprendieron a subsistir con muy poca agua por persona, como lo ilustra el guía de Robinson en el Sinaí, que podía pasarse sin agua quince días, subsistiendo con leche de camello, mientras que las ovejas y las cabras, como también los camellos, a veces pueden aguantar sin agua hasta 3–4 meses si han tenido pasto fresco (E. Robinson, Biblical Researches, 1, eds. de 1841, pp. 221).

Más todavía, resulta enteramente inapropiado imaginar a los israelitas marchando en largas “columnas de a cuatro” a lo largo y ancho del Sinaí, o tratando de acampar todos juntos en masa en algún pequeño uadi cada vez que se detenían. Seguramente se ubicaban según sus grupos tribales y de familia, ocupando diversos audis vecinos para dar cabida a todos los campamentos dispersos en la zona; una vez que se alejaron de Sinaí con el arca y el tabernaculo (como equipaje cuando viajaban), los lugares donde se los fue ubicando sucesivamente constituirían los centros de los diversos campamentos tribales, como en Nm. 2. En diversas partes del Sinaí la napa freática está próxima a la superficie, de tal modo que con frecuencia los israelitas, ubicados en sus respectivos campamentos, podían obtener lo poco que necesitaban cavando pequeños pozos en la zona. Cf. Robinson, Biblical Researches, 1, 1841, pp. 100 (observaciones generales), 129; Lepsius, Letters, etc., 1853, pp. 306; Currelly en Petrie, Researches in Sinai, 1906, pp. 249; Lucas, The Route of the Exodus, 1938, pp. 68.

A lo largo de los años se han hecho muchos intentos de interpretar las listas del censo en Nm. 1 y 26 y las cifras relacionadas en Ex. 12.37; 38.24–29, además del cómputo levítico (Nm. 4.21–49) y otras cifras (p. ej. Nm. 16.49), con el fin de obtener del texto heb. un total más modesto para el número de israelitas que intervino en el éxodo de Egipto entre Sinaí y Palestina. Para intentos recientes, véase R. E. D. Clark, JTVI 87, 1955, pp. 82–92 (tomando ’lp como oficial” en lugar de “1.000” en muchos casos); G. E. Mendenhall, JBL 77, 1958, pp. 52–66 (tomando ’lp como subunidad tribal en lugar de “1.000”), que hace referencia a tratamientos anteriores del tema; y J. W. Wenham, TynB 18, 1967, pp. 19–53, esp. 27ss, 35ss. Si bien ninguna de estas explicaciones da cuenta de todas las cifras, señalan varias posibles claves para una mejor comprensión de diversas cifras aparentemente elevadas en el AT. El hecho es que estos registros tienen que basarse en algún aspecto de la realidad primitiva; las cifras aparentemente elevadas no pueden descartarse en forma absoluta, mientras que ninguna otra interpretación ha logrado hasta la fecha explicar adecuadamente todos los datos que deben considerarse (* Número).

V. Importancia posterior

Teológicamente el período del desierto se convirtió en el doble símbolo de la dirección y la provisión de Dios, por una parte, y de la naturaleza rebelde del hombre tipificada por los israelitas, por otra (cf., p. ej., Dt. 8.15–16; 9.7; Am. 2.10; 5.25 [cf. Hch. 7.40–44]; Os. 13.5–6; Jer. 2.6; Ez. 20.10–26, 36; Sal. 78.14–41; 95.8–11 [cf. He. 3.7–19); 136.16; Neh. 9.18–22; Hch. 13.18; 1 Co. 10.3–5).

Bibliografía. L. H. Grollenberg, Panorama del mundo bíblico, 1966; °G. E. Wright, Arqueología bíblica, 1975; C. F. Pfeiffer, “Sinaí”, °DBA, pp. 609–613; B. Ubach, “Itinerario del éxodo”, °EBDM, t(t). III, cols. 352–370; M. Noth, El mundo del Antiguo Testamento, 1976; R. de Vaux, Historia antigua de Israel, 1975, t(t). I;G. von Rad, Teología del Antiguo Testamento, 1975, t(t). I, pp. 352–362.

E. Robinson, Biblical Researches in Palestine, Mount Sinai and Arabia Petraea, 1, eds. 1841, pp. 98–100, 129, 131, 179; C. R. Lepsius, Letters from Egypt, Ethiopia and the Peninsula of Sinai, 1853, pp. 306–307; A. P. Stanley, Sinai und Palestine, eds. 1905, pp. 16–19, 22, 24–27; E. H. Palmer, The Desert of the Exodus, 1, 1871, pp. 22–26; W. M. F. Petrie y C. T. Currelly, Researches in Sinai, 1906, pp. 12, 30, 247–250, 254–256 (Feirán), 269; C. L. Woolley y T. E. Lawrence, Palestine Exploration Fund Annual, 3, 1915, pp. 33; C. S. Jarvis, Yesterday and Toda in Sinai, 1931, pp. 99; A. E. Lucas, The Route of the Exodus, 1938, pp. 19, 44–45, 68; W. F. Albright, BASOR 109, 1948, pp. 11 (lluvias de El-Arish; monte bajo en el N). Para el paisaje sinaítico, véase G. E. Wright, Biblical Archaeology, 1957, pp. 62–64, fig(s). 33–35; o L. H. Grollenberg, Shorter Atlas of the Bible, 1959, pp. 76–77; Petrie, Researches in Sinai, 1906, pass.; B. Rothenberg, God’s Wilderness, 1961, pass.

K.A.K.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico