REGENERACION BAUTISMAL

En dos oportunidades se conecta el agua o el lavamiento en agua con la regeneración en el NT. En Jn. 3:3 se nos dice que para que el hombre pueda entrar en el reino de Dios debe primero nacer de agua y del Espíritu. Y en Tito 3:5 leemos que somos salvos «por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo». En vista de estos pasajes de la relación que el bautismo tiene con la resurrección de Cristo, y el hecho de que éste es el rito de iniciación, es inevitable que se viera alguna identificación entre el bautismo y la regeneración. Esta identificación se considera en la forma más fuerte cuando usa la frase «regeneración bautismal».

No se puede objetar del todo la frase en sí misma, mientras, claro está, se tengan en cuenta las siguientes consideraciones. La nueva vida del cristiano está en el Cristo que nació, que fue crucificado y que resucitó por nosotros. La obra del Espíritu es la de incorporarnos a Cristo. El verdadero bautismo que está detrás del rito sacramental es la acción salvadora de Cristo y el Espíritu Santo. El rito mismo, en unión a la Palabra, testifica de esta obra, siendo un medio por el cual el Espíritu Santo obra en el creyente. Sin embargo, el bautismo no es la regeneración ni la regeneración el bautismo, excepto dentro de este contexto y significado profundo.

Desafortunadamente, la teología medieval cedió a la tentación de efectuar una doble separación: separar la regeneración del creyente de la obra sustitutiva de Cristo, y separar el rito del bautismo en su sentido pleno y sustancial. Bajo estas circunstancias, era inevitable que la relación que hay entre el bautismo y la regeneración fuese mal entendida. La «regeneración» llegó a ser la transformación sobrenatural del creyente y el «bautismo» el medio designado divinamente para funcionar en forma automática y eficaz, mientras que no hubiese algún estorbo (como la hipocresía, por ejemplo) que se le opusiera. Los males que surgieron de esta doctrina perversa fueron presuponer que el bautismo era absolutamente necesario, se despojó a la regeneración de todo significado verdadero, y apareció el problema de los pecados posbautismales.

Los reformadores se dieron cuenta claramente de esta perversión, y la rechazaron. Sin embargo, no cometieron el error de romper la relación, de tal forma que tratasen el bautismo como un mero rito simbólico acompañado de efectos psicológicos. Por el contrario, trataron de volver al sentido verdadero y bíblico del bautismo que había sido corrompido por el esquema romano. Por cierto, esto envuelve el peligro de que se vuelva a mal interpretar, tal como sucedió en la famosa controversia Gorham en Inglaterra. Por tanto, es mejor evitar la frase «regeneración bautismal». Pero a la larga, el mejor antídoto contra la perversión es la doctrina pura y positiva.

BIBLIOGRAFÍA

G.W. Bromiley, Baptism and the Anglican Reformers, pp. 1ss. y 168ss.; J.B. Mozley, The Baptismal Controversy; J.C.S. Nias, Gorham and the Bishop of Exeter.

Geoffrey W. Bromiley

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (516). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología